9 de Abril 2018
Lunes 9 de abril. Gabriel cumlió, y media hora más tarde estábamos en Puerto Madero, donde alcanzamos a tomar un café antes de despedirnos. El cruce era de día y asi se podía apreciar mejor la impresionante velocidad del Francisco, impulsado por turbinas de gas y jets de agua. Había pasado el mal tiempo del fin de semana y teníamos un lindo día de sol para volver a disfrutar del paseo por la rambla de Montevideo con el micro de Buquebus. Alicia me estaba esperando al mediodía en la terminal y ese día bajamos a la playa a la tarde además de hacer una nueva sesión de aparatos.
Teníamos entradas para ir el martes a la noche a escuchar al quinteto Piazzola en el teatro Solis de Montevideo y quisimos aprovechar el día saliendo temprano de la casa. Nuestra primer parada fue en el barrio Malvin, muy cerca de la rambla, donde vivía Manuela, la bióloga amiga de Alicia. Con ella fuimos a almorzar a un restaurante cercano a su vivienda y luego fuimos al cerro de Montevideo, lugar que yo no conocía aun. La zona baja estaba bien poblada, pero en la cima había mucho espacio verde rodeando la Fortaleza. La vista de Montevideo desde esa altura era magnífica, y acababan de montar letras grandes de metal con el nombre de la ciudad, copia del que se encontraba sobre la rambla y era lugar favorito para tomar fotografías. Aun hubo tiempo para ir al departamento de Lucía, donde nos cambiamos de ropa además de dejarle una llave de la casa. El teatro Solis, que yo no conocía aún, era un hermoso edificio antiguo en la ciudad vieja y la sala principal era espectacular. Nosotros teníamos un palco lateral y solo veíamos en parte a los integrantes del quinteto, pero se escuchaba muy bien e hicieron interpretaciones espectaculares de la música de Piazzola durante las dos horas corridas en que tocaron. Por la hora en que terminó el espectáculo llegamos a la casa cerca de la una de la mañana.
El miércoles arrancamos un poco más tarde teniendo en cuenta la tardía llegada del día anterior, e hicimos una escapada de compras a Piriapolis. También vino un inspector de Sancor a mirar el auto ya que tenía algunas salpicaduras negras del lado derecho impregnadas en la pintura que no nos explicamos cómo y cuando habían aparecido. Recogió toda la información y nos indicó que teníamos que ver a un chapista que opinara como se solucionaba el problema y a que costo. Habían anunciado un desmejoramiento del tiempo hacia la noche pero la tarde continuaba linda por lo que hubo playa para Alicia y ejercicios para ambos. Teníamos viento norte y la temperatura llegó a los 32 grados, al punto que pusimos en marcha el aire acondicionado de la casa para paliar un poco el sofocante calor, aún bien entrada la noche.
El frente ingresó por la costa durante la noche, con bastante viento, lluvia y tormenta eléctrica pero no fue muy fuerte. Nos levantamos a una mañana de jueves fresca y ventosa, con el cielo cubierto. A causa del viento y aparentemente por falla de motor encalló un pesquero en la playa de Piriápolis y fue la gran atracción del pueblo. Nosotros lo vimos por la tarde en camino a Minas, donde fuimos a comprar alfajores y unos caleidoscopios hechos por atersanos para llevar de regalo a Suecia. Como siempre, un placer recorrer esa ruta panorámica. A la noche prendí mi computadora para ponerme al día con la correspondencia y al rato se apagó la pantalla. La luz naranja del disco duro parecía indicar que habia sufrido una muerte súbita y no hubo manera de volverla a la vida. El viernes habíamos invitado a Rosa, la amiga y compañera de escuela de Alicia a comer con nosotros, y mientras yo preparaba un asado con nuestro nuevo chulengo la fue a buscar Alicia con el auto a su departamento en el centro de Piriápolis. Pasamos una tarde muy agradable con ella y a la puesta del sol la alcanzamos a su casa. Pasando la rambla observamos que un remolcador había logrado sacar al pesquero del atolladero y se encontraba a flote en aguas seguras. Agus me dijo que su camión había pasado la inspección y ya había hecho el primer trabajo. La mala noticia era que habían despedido a a Daniela de su trabajo en Arredo por "reestructuración".
El sábado se presentaron las condiciones ideales para hacer la postergada subida al cerro Pan de Azúcar, y a las once de la mañana nos encontramos con Illian e Isabel en la reserva para iniciar el ascenso. Ahora había nuevas disposiciones y tuvimos que anotarnos en la casilla instalada al comienzo del sendero. No teníamos idea de cómo era la picada aunque advertían que era empinada, rocosa y resbaladiza, con dificultad media y alta. Pudimos comprobar que era tal cual la describían, subiendo en forma casi directa a la cumbre de poco más de 400 metros de altura. Por suerte se habían secado la mayoria de las rocas y se podía sortear aquellas que estaban húmedas. Nos encontramos con cantidad de gente bajando ya y otros subiendo, y en dos horas y cuarto llegamos a la cima con su imponente cruz de hormigón de treinta metros de altura toda pintarrajeada con graffiti. Hicimos un picnic al pie de la cruz y luego subimos por la escalera de caracol hasta las ramas, donde había lugar de sobra para entrar y era posible observar el magnífico paisaje por sus aberturas. También vimos que estaba bastante deteriorada, con hierros a la vista y oxidándose. Siendo tan rocosa la picada hubo que descender con mucho cuidado, y entendimos porqué se producían tantos accidentes. Una vez que llegamos al pie dimos una vuelta por la reserva antes de regresar a la casa. Faltando ya tan poco para nuestro regreso a Suecia dedicamos el domingo a terminar tareas pendientes en la casa y armar valijas. Hice un control de las tejas del techo, pegando algunas que estaban sueltas y dando una necesitada mano de protector a los listones de madera de los extremos. También dejamos el mando a distancia adicional de la alarma que habíamos pedido a Prosegur a nuestro vecino Juan para que se lo diera a Karin a su venida de fin de mes.
Lunes 16 de abril. Continuaba el tiempo magnifico en Piriápolis y leimos por suerte que también tendiamos buen clima en Malmö. Fuimos a la ciudad por la mañana pues Alicia tenía turno para cortarse el cabello, y yo tenía que consultar con algún chapista el costo que tendría reparar las misteriosas manchas negras que tenía el auto del lado delantero derecho. Habiendo confirmado ya el horario de partida de nuestro vuelo del martes compramos los pasajes de micro para las 12:05 y al regreso a la casa dejamos preparado todo nuestro equipaje para el viaje.