Julio 2005 a abril 2006
Después del regreso de Italia estuve en casa casi tres semanas más, y antes de embarcar alcanzamos a festejar el cumpleaños de Karin, con una buena cantidad de invitados que acomodamos sin inconvenientes en el enorme living. Embarqué una semana antes del viaje de Karin a la Argentina y fue una despedida triste al saber que iban a pasar muchos meses antes de volver a encontrarnos. Por una vez hubo más lágrimas de parte de Karin que de Viktoria, quien siempre se ponía triste ante mis partidas. Karin viajó como estaba previsto el 28 de agosto de ese año 2005 y llegó sin inconvenientes a Buenos Aires donde la estaba esperando Gabriel, quien la acomodó en su departamento de Palermo.
Mi último embarco del año fue en noviembre y duró solo un mes ya que tenía que regresar a casa a principios de diciembre para ultimar los preparativos de nuestro nuevo viaje a la Argentina. Durante mi embarco me enteré por Gabriel que la expedición planeada durante nuestra visita estaba en peligro ya que si bien su Ford Falcon estaba listo, el de Agustín no lo iba a estar a tiempo. Providencialmente se ofreció Mirta a prestarnos su auto. Desembarqué el 5 de diciembre por la tarde en Brofjorden, y al día siguiente vino Julio a visitarnos y a dejarnos un poco de dinero para entregar a su hija en Buenos Ares.
El miércoles 7 de diciembre salimos de viaje desde Copenhagen con Lufthansa. En Frankfurt no pudieron acomodarnos a los tres juntos, y con Viktoria me senté una fila atrás de Johanna. Tampoco teníamos acceso directo al pasillo, lo que no le causó gracia a Viktoria al sentirse encerrada. El avión estaba lleno y no podíamos cambiarnos, y finalmente aceptó la situación. El vuelo de Frankfurt a Buenos Aires hacía escala en Sao Paulo, de modo que el trayecto no se hizo tan largo, y con un poco de atraso llegamos el jueves por la mañana sin inconvenientes a Ezeiza donde nos estaban esperando Gabriel y Karin. Ambos estaban muy bien y Karin con unos cuantos kilos de menos desde su partida de Suecia. Del frío escandinavo pasamos al calor porteño, pero era soportable. Había un vehículo en Ezeiza, que era del suegro de Ruben, y con la ayuda adicional de un taxi nos trasladamos todos al departamento de Gabriel en Plaza Italia. Habían decorado el departamento con luces para crear una atmósfera navideña. Karin se había apropiado del dormitorio grande, con balcón a la calle, y había otro dormitorio minúsculo interno además de living y cocina integrados. Acomodamos a las tres chicas en el dormitorio grande mientras que yo ocupé el otro dormitorio y Gabriel el sofá. Francisco estaba en esos momentos en San Juan con Agustín. Hubo un poco de siesta para recuperarse del vuelo, y esa misma noche fuimos caminando hasta la plaza de los españoles en Palermo, donde había un concierto clásico al aire libre que culminó con fuegos artificiales. Comimos también nuestros primeros choripanes comprados en un precario puesto en la calle, y si bien eran de sospechosa calidad resultaron sabrosos.
Al día siguiente fuimos las chicas y yo a dejar el dinero a la hija de Julio, en la zona de Caballito, y se lo entregamos en el palier del edificio. Cumplida esa misión tomamos el colectivo al shopping del Abasto. Luego almorzamos en un boliche, por mi parte un buen bife de chorizo, y asombrado por lo barato que resultaba comer afuera. Caminamos un montón antes de regresar a la casa de Gabriel. Yo había decidido mandar por micro a Bariloche la valija que había traido con ropa usada para que repartiera Elsa y ese mismo día emprendimos la excursión a la terminal de ómnibus de Retiro donde no solo despachamos la valija sino que también sacamos pasajes para viajar a San Juan el miércoles siguiente. Gabriel no podía venir con nosotros porque tenía asuntos pendientes en Buenos Aires además de tener que rastrear a Carolina para conseguir el permiso de viaje al extranjero para Francisco al ser menor de edad. De la terminal de ómnibus fuimos a las oficinas de Lufthansa para reservar asientos adecuados para el regreso a Frankfurt pero llegamos tarde, ya habían cerrado. Continuamos caminando hasta la plaza Congreso y allí nos encontramos con Gabriel en el departamento de su socio José Bordón. El paso siguiente era ir al cine Gaumont, a una cuadra de allí, donde vimos un documental sobre tango argentino y la noche culminó con una cena en un restaurante peruano en las cercanías. Fue una novedad para mi, nunca había probado la cocina peruana. Al salir de allí nos encontramos con una noche muy fresca y con la escasa ropa que llevábamos nos alegramos de poder subir a un colectivo para regresar a casa.
Yo me había comunicado con mi amigo y ex compañero de la secundaria Miguel Schuldt y habíamos quedado en ir a visitarlo a su casa en Villa Elisa. El sábado, y contrario a sus recomendaciones, decidimos tomar el tren desde Constitución, una experiencia interesante. La zona sur es muy pobre y como parte del deterioro muchas estaciones carecían de carteles para identificarlas por lo que apelamos a los conocimientos de otros pasajeros. Fueron muy voluntariosos y no hubo manera de equivocarse. Nos bajamos en Villa Elisa donde nos estaba esperando Miguel para llevarnos en auto hasta su casa. Según él yo ya había estado allí muchos años antes, cosa de la que no tenía la más mínima memoria. Estaba convencido de que no nos habíamos visto los últimos cuarenta años. Era un hermoso día de verano y atacamos de inmediato un asado a la sombra del garage. También recordamos viejas épocas y continuamos con los planes para reunirnos con nuestros compañeros de la secundaria en Bariloche. Miguel tenía planeado viajar al sur con su esposa, Tamara. Hacia la tardecita emprendimos el regreso y esta vez nos decidimos por el ómnibus que volvía por la autopista. Era muy cómodo y rápido pero antes de entrar a la capital tuvo que detenerse a causa de una pelea entre dos hinchadas de futbol contrarias que se tiraban piedras en medio de la autopista. Después de observar un rato el espectáculo y esperando que ninguna piedra diera contra el micro logramos seguir viaje hasta el centro. Esa noche, por ser sábado, nos juntamos en lo de Rubén y su familia para la tradicional pizza. Ellos como siempre brindándose a pleno.
Siguiendo con las visitas, al día siguiente nos encontramos con Eduardo Rattner, mi ex compañero de trabajo en la Escuela de Náutica. Antes de eso habíamos ido caminando al Jumbo con el fin de hacer algunas compras necesarias para la fiesta de adviento que estábamos preparando para el lunes. Las chicas querían salir de compras y para desilusión de Eduardo y Cristina aparecimos solo Gabriel y yo. Melina estaba también allí con su novio y el hijo de él, y fue una larga y amena mateada. Por ser el día del tango habíamos planeado ir a ver un espectáculo en Puerto Madero, lo que le interesaba a Cristina pero no a Eduardo. Nos despedimos y después de encontrarnos con las chicas tomamos el subte a Plaza de Mayo. Al bajarnos nos encontramos sorpresivamente con Eduardo y Cristina: ella lo había convencido de ir a la avenida de Mayo, donde se iba a bailar tango en la calle. Nosotros continuamos a pie a Puerto Madero y después de un largo caminar llegamos al anfiteatro donde ya estaba tocando el conjunto Bajofondo. Había mucha gente pero logramos encontrar un buen lugar y gracias a la pantalla gigante de TV no nos perdimos mucho. Fue una excelente demostración de tango moderno, que produjo también mucho impacto entre la gente joven. Después del concierto encontramos un Burger King para comer algo antes de regresar a casa.
La fiesta de adviento debería haber sido el día anterior, domingo, pero la habíamos postergado a causa del concierto de tango. Karin preparó ensalada de pasta, Gabriel unas empanadas, y yo las masas de Lucía. Además había llevado una botella de glögg y masas de gengibre tanto como para hacer probar lo tradicional de la navidad sueca a nuestros invitados. Gabriel convenció a Laura Baslini de venir a la fiesta y también participaron Ruben y familia. Matias Propato apareció bastante tarde y nos brindó algunos de sus actos de magia. Fue todo un éxito.
El martes fue el turno de la comida china, en la zona de Barrancas de Belgrano. Detrás de la estación se han establecido una cantidad de restaurantes chinos y de hecho se conocía como el barrio chino. Hacia allí nos dirigimos a la noche, lo que hicimos con el micro 29 de ida, para luego volver caminando al departamento. La comida no estaba mal, aunque a Gabriel no le satisfizo. Bastante diferente de lo que ofrecen los restaurantes chinos en Suecia y más aun de lo que se come en la China.
Aun habíamos quedado en saludar a Lorena Propato en su departamento, y lo habíamos dejado para el miércoles. A la mañana fui con Viktoria nuevamente a las oficinas de Lufthansa y reservamos tres lugares juntos para el regreso. Luego comenzamos a caminar de regreso hacia Plaza Italia por la avenida Santa Fe hasta Azcuenaga y por casualidad nos encontramos con el resto de la familia justo frente al departamento de Lorena. Después de haber sido comprado y renovado por Antonio había quedado muy bien y Lorena lo había decorado con mucha calidez. Ella nos invitó a comer y luego miramos fotos, aunque el tiempo nos corría. Desde su departamento volvimos a pie a la casa de Gabriel con el tiempo justo de armar nuestras valijas y salir en micro para Retiro. Boca Juniors acababa de ganar el campeonato y tuvimos oportunidad de ver como un grupo de hinchas celebraba a bordo del colectivo. Se bajaron en 9 de Julio probablemente para unirse a la fiesta alrededor del obelisco.
Nuestro micro, de la empresa Mar del Plata – San Juan, salió con un poco de retraso de Retiro y con nosotros cuatro sentados en primera fila en el piso de arriba. La preocupación central era si teníamos pantalla de televisión y así fue. Hicimos un viaje cómodo y sin inconvenientes, aunque en medio dela noche Viktoria se despertó con mucho frío a causa del extremo aire acondicionado. El camarero distribuyó mantas y se solucionó el problema. Desde luego nos dieron cena y desayuno, y así llegamos el jueves antes del mediodía a la terminal de San Juan donde nos estaba esperando Agustín y Gemma. El Ford Falcon de propiedad de Gabriel estaba en San Juan y por primera vez lo vi en persona. Con el nos trasladamos al departamento de Agustín, departamento del que acababa de tomar posesión. Estaba estratégicamente ubicado frente a uno de los hospitales de San Juan, y también era fin de recorrido de algunas líneas de colectivos, algo muy familiar para Agustín por ser él mismo chofer de colectivo. Después de acomodarnos y refrescarnos del viaje nos pusimos a planear los detalles del viaje. Por un lado había que terminar de poner en condiciones los autos y completar la documentación necesaria. Por el otro había que conseguirle el permiso de viaje a Mariano. Iba a quedar demostrado que estos temas nos tendrían ocupados durante toda nuestra estadía en San Juan. El auto de Mirta, un Ford Escort, estaba bastante caido en muchos aspectos de modo que requirió una buena inversión de dinero ponerlo en condiciones. Nuestro propósito era salir de San Juan el 20 de diciembre a la mañana para llegar a Viña del Mar en Chile a la noche. Yo había hecho reservas para ese día en el hotel cuyos datos me había pasado Ignacio. Cuando fuimos con Mirta hacer un permiso a mi nombre para sacar el Escort del pais nos encontramos con que no se podía por ser yo ciudadano extranjero. Agustín era quien tenía permiso para sacar el auto de Gabriel, que aun no estaba a nombre suyo, por lo que no quedaba otra solución que esperar la llegada de Gabriel para que él tuviera el permiso de conducir el Escort.
Entre trámite y trámite alcanzamos también a hacer algunas salidas en San Juan, generalmente con la compañía de Gemma, la simpática y locuaz amiga de Agustín. Francisco estaba con nosotros, además de Juampi, el hijo de Mirta, quien estaba viviendo con Agustín. Fuimos un par de veces a Angaco, a la finca de Mirta, donde vimos la transformación de la casa en un instituto para personas con capacidades especiales, además de comer un asado y de ver una serie de diapositivas de tiempos pasados. Mirta me dio también algunos objetos personales de los cuales ya me había olvidado. En otra oportunidad fuimos hasta la Difunta Correa, segunda vez que la visitaba, y fue en parte para probar el Ford Falcon. No fue una idea muy buena pues hicimos el recorrido en plena tarde con mucho calor, y Viktoria sufrió mucho. Al día siguiente de este paseo se sentía mal, al punto que con la ayuda de Mirta la llevamos a la urgencia del hospital. Sospechaban una inflamación de apéndice pero después de hacerle análisis de sangre y orina descartaron este diagnóstico y solo le encontraron un principio de infección. El dolor abdominal era probablemente a causa de gases, algo que ya le había sucedido antes. Al ser Viktoria tan sensible al calor comencé a pensar en la posibilidad de que ella viajara directamente a Bariloche en micro y le pregunté a Juampi si él podía ayudarnos viajando con ella. El estaba excluido del cruce a Chile por carecer de documentos. Después de pensarlo aceptó mi idea, pero Viktoria decidió finalmente venir con nosotros. Más adelante me preguntó Juampi si todavía estaba vigente mi propuesta, aun sin Viktoria, y desde luego le dije que sí.
Otra salida que hicimos estando en San Juan fue al balneario del dique de Ullum, bien equipado para hacer picnic. Todos nos bañamos además de la obligada mateada. También fuimos una noche a escuchar música, y fue cuando manejé el Falcon por primera vez. Alcancé a hacer 100 m antes de que se plantara y muriera el motor, y hubo que dejarlo estacionado hasta el día siguiente para remolcarlo a un mecánico. El día que nos dimos cita con Alejandra para gestionar el permiso, fue la primera vez que nos encontramos con Mariano después de cuatro años. Se lo veía muy bien, aunque con unos cuantos kilos de más. Había hecho considerables progresos y con un poco de ayuda podía caminar solo.
Con el Escort remolcamos el Falcon hasta un taller donde descubrieron que se había roto el eje del distibuidor y el problema quedó resuelto. Gabriel apareció por San Juan el lunes 19, un día antes de lo planeado, y esa misma tarde tramitamos con Mirta el permiso del Escort. Aparentemente teníamos todo en orden para emprender la gira automovilística, en la que también se anotó Gemma, y decidimos que saldríamos al día siguiente a las siete de la mañana. Eramos una multitud en el departamento de Agustín pero logramos desparramamos para dormir, con la ayuda adicional de dos colchonetas inflables para pileta que acabábamos de comprar.
No salimos a las siete pero sí a las ocho de la mañana, lo que fue un logro para todos al estar acostumbrados a dormir hasta tarde. Bien aprovisionados de mate y facturas dejamos atrás la ciudad de San Juan en dirección a Mendoza, con el Ford Falcon a la cabeza y con la intención de no superar los ochenta kilómetros por hora teniendo en cuenta el alto consumo de combustible del Falcon. A nuestra derecha teníamos el majestuoso panorama de la cordillera de los Andes con sus cumbres nevadas. Cruzamos la ciudad de Mendoza sin inconvenientes e hicimos una pausa en una estación de servicio en las afueras de la ciudad, ya en camino hacia Uspallata. El camino iba en lento ascenso y el paisaje era cada vez más espectacular a medida que nos ibamos internando en la cordillera. Todo el tiempo nos encontrábamos con un intenso tráfico pesado de camiones y micros. De tanto en tanto veíamos el sinuoso trazado del ferrocarril, con el que mi padre y su familia habían hecho el cruce muchos decenios antes. En Uspallata hicimos una nueva parada antes de hacer el recorrido final del lado argentino hasta la frontera. En una oportunidad tuvimos que detenernos un rato por estar cortada media calzada, y alli vimos un grupo de majestuosos condores planeando en la quebrada a poca distancia de la ruta.
En la frontera nos estacionamos y comenzamos con los tediosos trámites de aduana y migratorios, un proceso bastante caótico que comenzó mal al no seguir los pasos en el orden indicado. Además se encontraban las autoridades argentinas y chilenas en el mismo recinto, lo que creaba aun mayor confusión a novatos como nosotros. En medio de esta sopa apareció un serio obstáculo: pese a todos los prepartivos y precauciones, el documento de identidad de Mariano estaba vencido. Este detalle puso punto final a la posibilidad de cruzar a Chile con Mariano y tuvimos que tomar una rápida decisión. Fueron momentos dramáticos, con Mariano llorando desconsoladamente. Si ibamos a continuar el viaje planeado tenía que regresar alguien con Mariano, y no podía ser Agustín ya que él respondía por el Falcon. Finalmente fue Gemma quien cargó con la responsabilidad de hacerlo, con la intención de que viajara con Mariano en micro a Bariloche. Le dimos dinero y luego esperamos que viniera algún ómnibus del lado chileno con destino a Mendoza. El micro demoraba y mientras esperábamos apareció un camión con destino a San Juan cuyo chofer era conocido de Agustín. El aceptó llevar a Gemma y Mariano hasta Mendoza, que le quedaba de paso. Así fue como la expedición perdió temporariamente a dos de sus integrantes. Agustín estaba naturalmente muy mortificado por este incidente pero no tenía sentido hacerse reproches por lo sucedido. Además si bien Gemma y Mariano se perdían la gira por Chile, estaba planeado que nos reencontraríamos todos dos días más tarde en Bariloche. Nuestra detención forzada de más de dos horas en la frontera nos había hecho casi famosos. Al quedarse Gemma y Mariano hubo que tramitar su reingreso al pais además de modificar la cantidad de pasajeros por vehículo, un detalle que parecería insignificante pero que era de suma importancia. También era importante el tema de los alimentos, al aparecer en el Falcon una manzana que no estaba declarada, lo que no le causó ninguna gracia a las autoridades chilenas.
Eliminadas las últimas trabas continuamos el viaje al atardecer con una imponente bajada de interminables curvas y contra curvas llamada Los Caracoles hasta llegar al llano chileno. El tráfico de camiones era muy intenso y era espectacular ver cómo trepaban hacia la frontera con Argentina. Con las últimas luces nos detuvimos a cenar en un restaurante a orilla de la ruta, la primera comida decente del día. También llamé por teléfono al hotel en Viña del Mar para avisarles que estábamos demorados. Aun nos faltaba recorrer algo así como 200 km antes de llegar a destino, con caminos angostos y algunos en bastante mal estado. Finalmente apareció Viña del Mar y con cierta ayuda encontramos el hotel donde pasaríamos la noche. Ya era más de medianoche, pero al menos habíamos cumplido con nuestro objetivo de llegar a Viña del Mar ese día. Ni bien llegamos nos informó el empleado que Gemma había llamado y esperaba que nos comunicáramos con ella. La llamamos de inmediato y nos contestó desde un hotel en Mendoza. Estaba muy mal, y preocupada porque no se conseguían pasajes a Bariloche. Agustín le instruyó que a la mañana regresara con Mariano a San Juan. Nos instalamos en nuestras habitaciones y no demoré mucho en quedarme dormido. A eso de las siete de la mañana del día siguiente me despertó una nueva llamada de Gemma, quien por cuenta propia había decidido tratar de seguir al sur pero solo encontraba pasajes a Neuquén. Ella quería que esa misma noche o a la mañana siguiente la pasáramos a pasar por Neuquén pero le expliqué que eso era imposible ya que Neuquén nos quedaba completamente a trasmano. Pero le sugerí que hablara con mi hermana porque en caso de que quedara trabada en Neuquen siempre la iba a poder ayudar gente conocida de Elsa. Además en Neuquén tendría muchas chances de conseguir pasaje a Bariloche. La tropa nuestra se fue despertando y a media mañana desayunamos en el hotel. Yo había hablado con la madre de Ignacio, quien quedó en venir al mediodía. Fuimos armando de nuevo las valijas y todo estaba listo para seguir viaje cuando apareció la madre de Ignacio con su hija y su nieta. Charlamos un buen rato y le entregamos los paquetes que habían mandado Ignacio e Isabel. También nos entregaron un paquete para llevar a Malmö, y Karin hizo una corta filmación de un mensaje a Ignacio. Así nos despedimos, saldamos la cuenta del hotel y nos preparamos para salir. Cuando estaba cargando valijas en el Falcon toqué accidentalmente a válvula de la rueda de auxilio y comenzó a perder aire. No lo pudimos parar y se desinfló por completo.
De Viña del Mar vimos apenas la zona del hotel, casi a la fuerza al equivocarnos con la salida. Allí comprobamos la impaciencia e irritación de los conductores chilenos, que no están acostumbrados a las infracciones consideradas normales en la Argentina. Finalmente encontramos la salida por la costanera hacia el sur y recorrimos el trayecto hasta el puerto de Valparaíso donde encontramos un lugar donde estacionar los autos. Era en la parte vieja de la ciudad y estábamos cerca de uno de los ascensores de modo que subimos el cerro con el y desde allí bajamos caminando por un barrio muy decaido pero extremadamente pintoresco. Todo a marcha lenta y con muchas fotos y filmaciones. Estábamos con apetito y encontramos un restaurante muy típico y acogedor, que según nos contó luego Ignacio resultó ser el lugar donde conoció a Isabel. Después de comer decidimos que era oportuno iniciar nuestro viaje hacia el sur, siendo ya las cinco de la tarde. Habíamos decidido que viajaríamos toda la noche con lo que evitaríamos los calores diurnos. Agustín y yo nos hicimos cargo del Escort mientras que Karin y Gabriel manejarían el Falcon. El resto de los viajeros saltaría de auto en auto.
Para salir hacia el sur comenzamos tomando la magnífica autopista hacia Santiago de Chile, o sea en dirección este. Ibamos delante del Falcon y a mitad de camino de pronto lo perdimos de vista. Tuvimos que regresar como un kilómetro marcha atrás por la banquina de la autopista antes de encontrarlo estacionado con una rueda desinflada. Al producirse la pinchadura Gabriel había sacado el auto a un costado y lo había acercado a uno de los teléfonos de emergencia. Ya lo habían atendido y lo instruyeron que esperara el auxilio. Ninguno de nosotros había pensado en arreglar la rueda de auxilio antes de partir de Valparaíso. La cubierta desinflada había quedado totalmente destruida. El auxilio no demoró mucho y también apareció un camión con plataforma que en pocos minutos subió el Falcon y a quienes quisieran viajar allí arriba. Por suerte estábamos muy cerca de un pueblo con gomería donde nos dejó el auxilio. Todo esto sin ningún cargo, o mejor dicho incluido en el peaje de la autopista. Nos hicimos de una cubierta usada de reemplazo e hicimos arreglar el auxilio con lo cual todo estaba listo para continuar viaje. A todo esto el Escort había comenzado a hacer un ruido inquietante que provenía de la rueda delantera izquierda y que en principio adjudicamos a la junta homocinética. Decidimos seguir de todos modos, y hacia el anochecer llegamos a las afueras de Santiago de Chile. Por suerte encontramos sin dificultades el desvío para tomar la autopista no. 5 hacia el sur y evitamos la pesadilla de entrar a la capital chilena. Durante la noche se produjo la segunda pinchadura del Falcon, e hicimos el cambio al lado de la ruta con los camiones levantando torbellinos de viento cada vez que pasaban al lado nuestro. Nos turnamos todos para manejar y paramos algunas veces para comer y cargar nafta en las bien equipadas estaciones de servicio a la vera de la autopista. Incluso hicimos arreglar la cubierta pinchada en una de las paradas. El Escort seguía haciendo ruido y a eso de las nueve de la mañana paramos en un pueblo a unos 50 km al norte de Temuco donde encontramos un taller mecánico. El dueño no había llegado aun y lo fuimos a buscar a la casa. Estaba desayunando y al rato apareció. Cuando levantó el auto hizo un rápido examen y diagnosticó que la rotula estaba muy gastada y debía ser cambiada. Sin embargo en ese pueblo no había repuestos y el mecánico dudaba que los hubiera en Temuco. Continuamos viaje y como Agustín y yo seguíamos convencidos de que el ruido tenía otro origen decidimos intentar llegar a Bariloche. Dimos por descontado que la rótula no se iba a desprender.
De a poco nos fuimos acercando a Osorno con un hermoso día de sol y la cordillera a la izquierda con sus volcanes nevados en todo su esplendor. En una de las estaciones de servicio comimos hamburguesas y como yo mantenía informada a mi hermana sobre nuestro progreso ya estábamos enterados que Gemma y Mariano habían llegado sanos y salvos ese mismo día a las cinco de la mañana a Bariloche. Fue fácil también encontrar el camino que nos llevaría desde las afueras de Osorno a la frontera argentina y fuimos subiendo de a poco hacia la cordillera. Hicimos una última parada corta en un restaurante en la zona del lago Rancagua ya que había necesidad de ir al baño y luego encaramos el tramo final hasta llegar a la aduana chilena. En ese cruce hay unos 15 kilómetros entre aduanas y los trámites son menos complicados. Así y todo cuando llegamos a la aduana argentina Agustín tenía algunos papeles de más que nadie sabía explicar. Resuelto este último inconveniente entramos a la Argentina con los últimos rayos de sol y bien fresquito a esas alturas. Llegamos a Villa La Angostura cuando ya estaban todas las luces encendidas, lo que causaba una impresión muy linda. Paramos en la estación de servicio del Automóvil Club, que a primera vista desentonaba con el resto del pueblo, al parecer más un potrero mal cuidado que una estación de servicio.
En el trayecto final a Bariloche y cuando estábamos pasando la península Huemul perdimos nuevamente de vista al Falcon. Regresamos un tramo y lo encontramos a Gabriel otra vez cambiando una rueda pinchada. Cuando inspeccioné la rueda de auxilio comprobé que estaba también desinflada, de modo que nos encontrábamos nuevamente en la misma situación que en Chile pero sin un poste telefónico de emergencias. Decidimos que Agustín, Karin y Johanna se quedaran en el Falcon mientras que el resto regresábamos a Villa La Angostura con las dos ruedas sin aire a ver que se podía hacer. En el ACA nos informaron que no había posibilidad de reparar las cubiertas y lo única solución era pedir auxilio a Bariloche. Finalmente logramos comunicarnos con el chofer del auxilio quien se comprometió a venir en cuanto se liberara de un remolque que lo tenía ocupado. Me comuniqué también con Gemma pues no quería que se preocuparan en Bariloche, siendo ya cerca de medianoche. Regresamos hasta donde estaba el Falcon con sus cuidadores sentados afuera filosofando al abrigo de una manta con una noche fantástica y el cielo tachonado de estrellas, y allí quedaron Gabriel y Agustín mientras que yo seguía con el resto de la tropa a Bariloche para hacer una entrada triunfal pasada la medianoche. Habíamos prometido llegar el 22 de diciembre y casi casi habíamos logrado cumplir. Cacho y Gemma se habían quedado dormidos esperándonos, lo mismo que Mariano. La entrada del Falcon a Bariloche no fue tan triunfal, y Gabriel y Agustín aparecieron al rato, muy disgustados con la actuación del encargado del auxilio quien entre otras cosas los había traido a Bariloche manejando a todo lo que daba el camión y en forma totalmente irresponsable. Gabriel decidiría más tarde iniciar una acción sobre este tema que desde luego terminó en la nada. Elsa había preparado un dormitorio para la tropa femenina, el garage para hombres y niños, y el living como dormitorio para mi. Finalmente nos fuimos todos a dormir y a descansar del largo viaje.
Al día siguiente, mientras la gente más joven dormía hasta bien entrada la mañana, con Cacho y Elsa nos pusimos a planear nuestra estadía y comenzamos con los temas más urgentes: las provisiones y la reparación del Escort. Después de una buena mateada mañanera con pan y mermeladas caseras hicimos una ronda de compras y luego fuimos a un taller mecánico que nos habían recomendado. El mecánico confirmó el diagnóstico de su colega chileno y allí mismo dejamos el auto para que le cambiara la rótula. Otro problema eran las cubiertas del Falcon y Gabriel tomó la prudente decisión de comprar cuatro cubiertas y cámaras nuevas. El auto había quedado estacionado la noche anterior frente al ACA y como había una gomería en la vecindad se completó rápidamente el operativo. Ese mismo día apareció Juampi, quien no tuvo problemas en conseguir pasaje de San Juan a Bariloche. A la tardecita nos avisó el mecánico que el auto estaba listo, con lo cual dimos por sentado que nuestro parque automotor estaba nuevamente en óptimas condiciones. Con respecto a la reunión de ex compañeros de la escuela secundaria, Miguel ya había hecho varios contactos y también había dejado a la tia Ellen como nexo telefónico para pasar información. La fecha propuesta del 27 la pasamos al 28 para no chocar con el cumpleaños de Johanna, y Norma Molina propuso como lugar el ahumadero de la familia Weiss, un pintoresco restaurante frente a la catedral. El clima nos venía favoreciendo y seguíamos teniendo días magníficos de sol. El 24 preparé la torta sándwich con salmón ahumado local (de la familia Weiss) y por la tarde fuimos todos a tomar mate a la orilla del lago Gutierrez, un picnic acompañado con las masitas navideñas de Elsa y facturas de azafrán. Los temidos tábanos estaban bastante tranquilos aun y no molestaban.
Antes de comenzar las celebraciónes fuimos a visitar a la tía Ellen y desearle feliz navidad ya que ella iba a quedarse en su casa con Andrés. Tuvimos una muy linda nochebuena, y no faltaron los regalos bajo el arbol. Además de la torta sándwich había arrollado de roquefort hecho por Elsa, abundante sidra, cerveza y vino, y de postre el café vienés tradicional además de helado que habíamos comprado en cantidades. Andrea y su familia vinieron también a compartir un rato con nosotros.
Con un glorioso día 25 nos sentamos a desayunar afuera en el prolijo jardín de la casa, y como comida de navidad hicimos el pollo al disco, es decir un guiso de pollo con papas y verduras rociado con vino blanco y todo preparado utilizando un disco de arado como cacerola. En lugar de hacer brasa nos habían prestado un quemador a gas. Fue una comida excelente, también en el jardín, y nuevamente nos acompañaron Andrea y familia además de Lucía, la hija de mi primo Chulengo. A ella la llevamos de regreso a su casa hacia la noche y de paso saludamos a Chulengo y Gladys. Cuando llegamos estaban a punto de sentarse a comer un chivito al asador y no resistimos la tentación de probarlo. Juampi y Francisco bajaron al cañadón con Lucía, mientras que los demás optamos prudentemente por quedarnos ya que conocíamos la excursión desde antes.
El picnic del lago Gutierrez había gustado y lo repetimos el 26 por la tarde otra vez con calor y sol radiante. Esta vez ibamos prevenidos y algunos valientes se bañaron en el lago. Continuando con los planes de paseos nos decidimos también por hacer una visita a Erica e Ivano en el Hoyo, y al tener compromisos en Bariloche hasta el 28, fijamos como fecha el 29 de diciembre para pernoctar allá y regresar el 30. Incluida en la excursión estaba la visita a la tía de Cacho que vivia a orillas del río Manso. A todo el mundo le pareció una excelente idea, aunque Cacho decidió que se quedaría en Bariloche. Así llegamos al 27 y comenzamos el día llevándole un desayuno a la cama a Johanna aunque primero tuvimos que obligarla a volver a acostarse por ser uno de los primeros en levantarse, justo ese día. Para la cena habíamos encargado empanadas en un lugar que nos habían recomendado y Elsa hizo una excelente torta. Habíamos invitado a la tía Ellen, quien vino muy temprano a la tarde y no se quedó a cenar. Mateando en la cocina nos contó muchas historias interesantes de su pasado. También vinieron Schnucky, Lucía y la familia Soto y fue una fiesta muy linda que le gustó mucho a Johanna además de estar contenta con sus regalos. Después de cenar improvisamos algunos juegos en el jardín y al hacerse tarde, Lucia se quedó a dormir con nosotros.
Algunos compañeros de la secundaria habían tomado contacto con la tía Ellen, pero calculaba que no seríamos más de seis esa noche. A la tarde del 28 llevamos a Lucia hasta la casa que estaban cuidando en el km 12 del camino a Llao Llao, en un lugar en el que en mi juventud no había ninguna vivienda y que ahora era todo un barrio, con una vista hermosa hacia la cordillera. También queríamos hablar con los padres de Lucia para que le permitieran venir con nosotros al Hoyo, pero no encontramos a nadie. Regresamos a Bariloche a matear y comencé a prepararme para la cena. Gabriel me prestó el Falcon y con el bajé al centro. Cuando llegué al restaurante ya había tres de mis compañeros esperando afuera: Marisa Vallmitjana, Miguel Schuldt y Reynaldo Meckbach. Comenzamos por asegurarnos mutuamente que no habíamos cambiado nada y cuando apareció Norma Molina nos ubicamos para cenar. Miguel había traído también a su esposa, Tamara, y al rato apareció Liliana Stephan con lo que se completaron los seis compañeros que había pronosticado. Fue un encuentro muy lindo y el restaurante tampoco nos defraudó. Pude comprobar que la memoria de mis ex-compañeros era muy superior a la mía ya que recordaban muchos episodios de nuestra vida de estudiantes que a mi se me habían borrado por completo. La velada se extendió hasta bien entrada la noche y fuimos de los últimos en dejar el local.
Continuado con nuestros planes, pero sin apuro, salimos al día siguiente hacia el Hoyo con los tres autos. Luciá había obtenido permiso y se unió a la expedición. A los pocos kilómetros comenzamos a escuchar nuevamente el mismo ruido sospechoso en el Escort, evidentemente la reparación no había eliminado el problema. Decidimos de todos modos continuar con el viaje, que no era muy largo. Después de pasar el puente sobre el río Villegas tomamos un camino de tierra hacia la frontera chilena y bordeando el río Manso por unos doce kilómetros nos detuvimos a la orilla del río donde había un puente peatonal colgante. La intención era visitar a una anciana tía de Cacho, cuya casa estaba a poca distancia del puente. Resultó que no se encontraba en esos momentos y luego nos enteramos que había ido al Bolsón, pero fue una experiencia inolvidable cruzar el puente en medio de un paisaje espectacular. Había una moderada cantidad de tábanos, el eterno problema. Regresamos por el mismo camino para continuar hacia el sur, con la intención de parar a hacer un pic-nic pasando el puente sobre el río Foyel. Allí armamos el almuerzo a la orilla del río, y esta vez sí los tábanos se pusieron pesados. Sin embargo disfrutamos de la comida y del paisaje. Elsa propuso visitar la cascada escondida, para lo que había que tomar un desvío antes de llegar al Bolsón. Yo iba a la delantera y por supuesto me pasé de largo y llegué hasta la ciudad. Regresamos, esta vez con mi hermana a la cabecera, y así llegamos a la cascada, que era un lugar encantador. No fue fácil para Mariano ya que era una picada con mucha pendiente, pero con ayuda de Agustín quien lo cargaba de a ratos salió adelante. No solo visitamos ese lugar sino que también seguimos hasta otra cascada en las cercanías donde mateamos y algunos tuvieron el coraje de bañarse en el agua helada. De allí regresamos a la ruta y proseguimos hasta la casa de Erica e Ivano, con una parada corta en el Bolsón. Los chicos armaron en tiempo record las dos carpas que habíamos llevado y todos nos sentamos a la mesa a comer pizzas preparadas por Erica. Mientras que algunos se acomodaron en las carpas, Viktoria y Lucia se decidieron por el Falcon para dormir. En la casa sobraban camas y elegí una de ellas.
Temprano a la mañana siguiente acompañé a Ivano cuesta arriba hasta la vertiente de donde obtenían el agua. El caudal había disminuido y él sospechaba que se había tapado en parte. Era nuevamente una hermosa mañana y durante la trepada por la ladera del cerro se pudo apreciar en todo su esplendor el paisaje del hoyo a medida que iba subiendo el sol. Comprobamos que parte del caño estaba obstruido e Ivano logró destaparlo. Más tarde hice nuevamente la caminata con los chicos pero no logré encontrar la vertiente, que estaba bien metida en el bosque. Fue un día de descanso con desayuno tardío y con Elsa hice una excursión de compras para hacernos de provisiones para la comida. Nos decidimos por chorizos que Erica hizo en la parrilla de la cocina. Antes de emprender el regreso a Bariloche hicimos una partida de carioca y mateamos también. Así llegó el momento de partir, aunque nos detuvimos en el Hoyo para retirar un tacho entero de frambuesas que Elsa había encargado. Después del Bolsón hicimos una parada en la cascada de la virgen, donde nuevamente salieron a relucir el mate y las masitas de Elsa. También quisimos hacer el desvío al mirador del lago Steffen, al principio del cañadón de la Mosca. Ver la laguna, el lago Steffen y el lago Martín con un bello atardecer nos trajo muchos recuerdos de nuestros campamentos. Llegamos de regreso a Bariloche bien entrada la noche del 30 de diciembre y Cacho nos estaba esperando. El Escort había hecho ruido todo el viaje pero no nos había dejado. A nuestra llegada Cacho nos informó que la tía Ellen estaba internada a raiz de problemas cardíacos, que fueron diagnosticados como arritmia emocional.
Comencé el último día del año 2005 con una nueva visita al mecánico para buscar una solución y después de probar el auto en la ruta diagnosticó que el problema era el rulemán de la rueda delantera izquierda. No tenía tiempo ese día, de modo que me dio una cita para el lunes 2 de enero a la mañana. Gemma y Agustín se habían comprometido a hacer lasaña y a la tarde se abocaron a la tarea en casa de mi hermana mientras poníamos en marcha los preparativos para recibir el nuevo año. Habíamos decidido cruzar a la orilla opuesta del lago Nahuel Huapi para ver desde allí los fuegos artificiales, aun sabiendo que teóricamente no los habría a raiz de la prohibición municipal. Después de cenar la excelente lasaña cargamos los autos con viandas, bebidas y mantas, y salimos a la ruta. La policía caminera en el puente sobre el río Limay no le prestaba ninguna atención a los vehículos que pasaban; todos los integrantes estaban de gran asado. Encontramos un buen lugar para armar el picnic de medianoche bajo un magnífico cielo estrellado y con una hermosa vista de la ciudad iluminada. Fue una idea exótica y excelente. Al llegar la medianoche brindamos ruidosamente y nos aprestamos a disfrutar del espectáculo de los fuegos ilegales. Si bien los hubo fueron sumamente modestos y minúsculos, en parte a causa de la distancia que nos separaba de Bariloche. Gabriel, Agustín y Juampi nos brindaron un espectáculo de baile a la luz de los faros. A nuestro regreso a Bariloche nos encontramos con un accidente en la ruta, una camioneta había atropellado a una moto con dos personas y más tarde nos enteramos que una chica que iba en la moto estaba gravemente herida, y que el conductor de la camioneta estaba bebido. Unos días más adelante falleció la chica a causa de sus heridas.
Nos habíamos propuesto como fecha de partida de Bariloche el 4 de enero, de modo que aun nos quedaban unos días. El domingo 1 de enero decidimos hacer el tradicional circuito chico, y salimos con el Falcon y el Escort hacia el punto panorámico. Por primera vez el cielo estaba amenazante y desde el punto panorámico vimos cómo llovía hacia la cordillera. Un poco de lluvia nos tocó a nosotros también. Cuando quise dar arranque al Escort no tuve ninguna reacción Sin poder encontrar la causa, aun con nuestro mecánico oficial Agustín. Decidimos probar empujando con lo que arrancó en seguida y continuamos el circuito por el camino de tierra que bordea el lago Moreno hasta encontrar el empalme al cerro Catedral. Se encontraba en algún lugar después de cruzar el puente sobre el río Casa de Piedra. Tomé hacia la derecha en el primer desvío que ví y me arrepentí enseguida ya que era más un zanjón que un camino. Pensando cómo se las arreglaría el Falcon llegué de todos modos al asfalto y al rato apareció el Falcon también, como prueba de su inmensa confiabilidad. Villa Catedral era un desierto, siendo domingo y 1 de enero. El cable carril tampoco estaba en funcionamiento. Paseamos un rato por la zona, nuevamente con un dia radiante, antes de regresar a comer a la casa de Elsa. Ese mismo atardecer teníamos la intención de ir a visitar a Jeannette, la hija de Schnucky, en el terreno en Dina Huapi donde estaba construyendo su casa. Schnucky estaba allí esperándonos, no así Jeannette quien estaba en otro lado, pero hicimos igual una linda mateada en ese lugar desolado y ventoso en vias de progreso. Cuando regresamos a Bariloche levantamos a un fulano bastante sospechoso en una estación de servicio, y después de hacerlo me arrepentí durante todo el trayecto. Por suerte no se produjo ningún incidente.
El 2 de enero dejé puntualmente el auto a las ocho de la mañana, ahora con el problema adicional de que había que empujarlo para que arrancara, pero al dejarlo estacionado en bajada no hubo mayores dificultades. Para ese día habíamos programado una excursión al cerro Otto, en la que también se anotó Schnucky, además de Lucía. Comenzamos subiendo con los autos hasta la confitería giratoria. Alli dejamos los vehículos estacionados y tomamos una picada por la parte de atrás del cerro. Mariano se empeñó en caminar e hizo una verdadera proeza. A mitad de camino del mirador que era nuestra meta hicimos una parada para merendar y luego continuamos siempre por un sendero encantador y con la inevitable compañía de los tábanos. Pero la excursión valía la pena, desde el mirador la vista era espectacular en todas direcciones y nunca había estado antes en ese lugar. Cuando regresamos Bariloche y mientras estábamos cenando en el jardín me llamó el mecánico para avisarme que el auto estaba listo. Había cambiado los dos rulemanes delanteros izquierdos y había hecho arreglar el motor de arranque. A partir de entonces no tendríamos más problemas con el Escort por el resto de nuestra gira.
Tia Ellen había superado su crisis y estaba nuevamente en casa con medicación. Finalmente había logrado comunicarme con Andi y él quedó en venir con su nueva familia a casa de Elsa al día siguiente a la noche. Ya nos quedaba poco tiempo antes de la partida. Habíamos planeado ir al tobogán gigante y hacia allí nos dirigimos el 3 por la tarde. Ya de lejos vimos que había una multitud haciendo cola y desistimos. En su lugar continuamos hasta Playa Bonita a disfrutar del lago y matear un rato. Regresamos a casa a esperar a Andi quien llegó acompañado de Verónica y de su hija Victoria. Cenamos todos en la cocina, una multitud de gente y lo pasamos muy bien como siempre. Para evitar los problemas del calor habíamos decidido salir de Bariloche a la tarde y viajar de noche. Nos llevó su tiempo preparar las valijas y hacer orden, pero teníamos todo el día a nuestra disposición ya que queríamos esperar a que Cacho regresara del trabajo antes de partir. También nos despedimos de la tia Ellen y el tio Andrés. EL día comenzó nublado y fresco y luego se largó a llover. Por lo que supe más tarde fue el comienzo de una temporada de agua y más agua en Bariloche. A la hora que llegó Cacho teníamos todo listo y tuvimos que enfrentarnos a la penosa despedida.
Antes de dejar la ciudad paramos a comprar los repuestos que faltaban, o sea tapa de tanque de nafta y de radiador para el Falcon y luego salimos definitivamente de Bariloche con una tarde nublada y algunas lloviznas. Nos detuvimos en Confluencia Traful donde Gabriel volvió a quedar descepcionado con el ACA que no podía aceptar tarjeta por no tener linea telefónica. Cargó nafta al contado y continuamos hasta Piedra del Aguila donde queríamos cenar. Después de averiguar por los alrededores encontramos un restaurante que nos pareció acceptable y nos sentamos a cenar. El servicio era lento y estuvimos casi dos horas antes de continuar viaje. Venía goteando y después de Piedra del Aguila comenzó a llover con más intensidad lo que hizo un poco más dificil el manejo nocturno al estar tan mal marcada la ruta. Cuando entramos finalmente a Plottier nos encontramos con innumerables semáforos totalmente inútiles de noche con la ruta casi desierta. Después de hacer caso a los primeros nos unimos a los demás autos que solo pasaban de largo. Antes de General Roca paramos en una estación de servicio de Petrobras donde le pasé el volante a Agustín y dormí hasta Choele-Choel, donde nuevamente continué manejando hasta el ACA de Rio Colorado. Eran ya las ocho de la mañana y allí paramos a desayunar. También aproveché para llamar a los Busachelli en Bahia Blanca, al encontrar su número en una guia telefónica. La familia Busachelli tenía parentezco con Maria, la madre postiza de Mirta, y yo los había visitado antes en varias oportunidades. Hasta Rio Colorado había estado fresco pero allí se dió vuelta y el resto del camino a Bahía Blanca tuvimos intenso calor.
Al llegar a Bahía Blanca, casi al mediodía, el día se había convertido en un horno y por suerte encontramos rápidamente la casa de Angélica y sus hermanos. Nos estaban esperando con un banquete: picada, pizzas, empanadas y cantidad de cerveza. También querían brindar con cidra por el nuevo año y lo único que no pudieron ofrecernos fueron camas porque la casa estaba dada vuelta con refacciones. El caos era total. Pero fue una linda reunión, y al rato decidimos buscar algún lugar fresco para descansar. Después de fracasar en el ACA, encontramos finalmente el balneario y yo pasé por alto la pileta que era más barro que otra cosa; puse una manta a la sombra en el pasto y me acosté a dormir. Al rato hicieron lo mismo Gabriel y Agustín. Con las últimas luces me desperté y sacamos lo que había sobrado del almuerzo y que Angélica había empaquetado para nosotros. Fue nuestra cena y ya de noche emprendimos viaje a Buenos Aires. Por supuesto nos perdimos de inmediato y fuimos a dar a Ingeniero White en medio de una gran fiesta de reyes, todo el mundo en la calle. Un agente nos pudo dar indicaciones y finalmente encontramos la salida cuando ya eran las diez de la noche. Se veían tormentas eléctricas en varios lugares del horizonte que de a poco se fueron acercando y temprano a la madrugada se descargó un diluvio. Tuvimos que continuar un buen rato a paso de hombre para no salirnos de la ruta, mientras que camiones y colectivos pasaban como llevados por el viento. Finalmente pasó el temporal y cuando llegamos a Las Flores, ya de día, se comenzó a despejar. Un rato antes habíamos tenido que parar cuando se le desprendió al Falcon el último tramo del caño de escape a causa de un mal trabajo de soldadura. Agustín lo desenganchó y después de enfriarlo en el pasto mojado lo guardó en el auto. En Las Flores desayunamos y ya contiuamos luego directo a Buenos Aires. Gracias a las nuevas autopistas en la zona de Ezeiza a las once llegamos salvos y sanos a la casa de Gabriel, donde se instaló la tropa completa. Los autos quedaron en un garage en las cercanías. Era el 6 de enero y según los cómputos de Agustín nuestra gira automovilística había cubierto más de 4000 km.
Mariano venía sufriendo de tos y algo de fiebre durante el viaje desde Bariloche y cuando llegamos a Buenos Aires lo llevaron al hospital donde le hicieron una radiografía. Por suerte no encontraron nada anormal en los pulmones y solo le recetaron un calmante. La fiebre se le pasó también y de a poco se fue recuperando. El día de nuestra llegada habíamos planeado visitar a Laura en San Isidro pero lo suspendimos, y al día siguiente fuimos al parque Norte a pasar la tarde, bien equipados con comida y bebida. Algunos se bañaron en la pileta y lo pasamos muy bien en el parque, al reparo del sol y el calor agobiante. A la noche fuimos a la casa de Ruben y su familia a comer los tacos que habíamos preparado nosotros. Juampi y Francisco se quedaron a dormir allí con lo que se redujo el apretujamiento en la casa de Gabriel. El domingo fuimos a Bella Vista donde nos esperaba Antonio con un asado. La idea era también bañarse en la pileta pero el clima había tenido un vuelco total y casi hacía frío. Hacia la noche se fue Gabriel con Karin a dejar a Francisco con su madre, a quien había logrado localizar después de mucha búsqueda. Fue para nosotros la despedida de Francisco por esta vez. Mientras ellos hacían ese viaje, nosotros paseamos por el barrio para ver nuestra ex casa y la escuela a la que habían asistido los chicos. Como siempre lo pasamos muy bien con Antonio y a la noche trajeron algunas pizzas para la cena. La Nona, madre de Antonieta, bastante perdida. No se acordaba más de nosotros. Lorena no había regresado aun de la costa, pero Romina y Martin se anotaron con el asado.
El lunes 9 hicimos nuestra excursión planeada al Tigre con un día de intenso calor. Fuimos con los autos y tomamos la primer lancha colectivo que ofrecía una vuelta de una hora; convencí a Gabriel de no quedarnos en un recreo a matear ya que no ibamos a poder cumplir con nuestros compromisos posteriores. La mateada la hicimos a la orilla del río Lujan al regresar del paseo en lancha. Viktoria había sufrido mucho del calor pero a la noche estaba mejor. De regreso de Tigre paramos en la ex-casa de los chicos en San Fernando, por pedido especial de Juampi. Luego seguimos a San Isidro, donde nos esperaba Laura a comer pizza. La novedad era que estaba por mudarse otra señora sola a vivir con ella, tanto como para aliviar la soledad y tener companía. Después de cenar tuve que apurarlos un poco para la visita siguiente en Florida, ya que le había prometido a un ex compañero de la escuela de nautica, Alberto Penello Rial, que lo iba a ir a saludar. Llegamos casi a horario y estuvimos un rato con el y su esposa, Norma. Resultó que la última semana de diciembre habían estado en Bariloche, en la hostería frente a Playa Bonita. Haber sabido... Alberto nos mostró un jeep Wyllis reciclado que tenía en el garage, en impecable estado, para envidia de Gabriel. Pero le admiró el Falcon también. Quedamos con Alberto que cuando volviera a Buenos Aires organizaríamos también una reunión de ex-compañeros.
Miguel me había propuesto un nuevo asado en Villa Elisa, pero decidí pasarlo por alto por falta de tiempo. El martes fuimos al jardin Japonés, previo almuerzo en un asador. Fieles a la tradición llegamos al jardín cuando ya faltaba poco para el cierre, pero pudimos entrar y tratamos de encontrar el lugar donde un niño había empujado a Gabriel al agua años atrás. No estuvimos seguros de haberlo encontrado. A la noche todavía alcancé a hacer una visita corta a Alicia Rybko, mi ex compañera de la secundaria. Vivía a unas 15 cuadras de la casa de Gabriel y las hicimos a pie Karin, Gabriel y yo. Alicia, dotada de una memoria prodigiosa, pudo contar anécdotas que yo tenía totalmente olvidadas. Gabriel estaba decidido a hacer empanadas para la cena del martes y las preparó después de la visita a Alicia. También había que jugar una última carioca y así fue como nos acostamos pasadas las dos de la mañana.
Me levanté a las seis de la mañana del miércoles 11 y de a poco fueron apareciendo todos. Karin salió a comprar facturas y con un poco de presión logramos salir para Ezeiza a las nueve. Había un control policial en J.B.Justo y General paz que paró a Gabriel pero por suerte estaban todos los papeles en orden y poco después de las diez estábamos en Ezeiza. La cola para el check in era interminable y puse en duda que el avión saliera a horario. Fuimos prácticamente los últimos en subir al avión después de un momento dramático cuando Viktoria se acordó que no le había devuelto la cámara de video a Karin y así terminó nuestra estadía en la Argentina. Me enteré en Malmö por Omar que Ana María viajaría el sábado siguiente, a Buenos Aires y de esa manera Karin podía recuperar su videocamara.
Durante el tramo de Buenos Aires a San Pablo Viktoria comenzó a sentirse descompuesta y cuando aterrizamos le dí una de las pastillas anti-mareo. Después de salir de San Pablo continuó mal pero al rato se durmió y fue mejorando. Cuando trajeron la cena caliente se sintió con apetito y comió todo. Las pantallas funcionaban esta vez pero no logré mantenerme despierto para ver las películas y el viaje pasó muy rápido. A las sies y media de la mañana aterrizamos a horario en Frankfurt y dos horas después continuamos a Copenhagen de modo que a las once estábamos en casa, donde encontramos todo bien y en orden. Anna había venido a la estación con su perro Elliot, quien estaba muy excitado y saltaba como loco. Después fuimos a almorzar afuera, para continuar desempacando a la tarde. Viktoria comenzó a sentirse muy triste y deprimida al extrañar a todos en Argentina. A la noche vinieron Isabel e Ignacio y les entregamos el paquete que nos habían dado en Chile. El viernes fue Viktoria a la escuela pero tuvo que regresar antes al sentirse todo el tiempo al borde de las lagrimas. Acompañamos a Johanna a la estación donde se encontró con sus compañeras y la profesora para iniciar el viaje a Madrid. Viktoria y yo nos cortamos el pelo, después de haber recibido la visita de Omar, y a la noche me comuniqué con Johanna quien había llegado bien a destino.
P-O Wiström ya me había propuesto embarcar en Brofjorden el sábado y le sugerí a Viktoria acompañarme hasta el buque. El sábado por la mañana salimos en auto de Malmö y resultó que el buque había tenido que fondear por lo que nos fueron a buscar en el pequeño bote de rescate. Había un poco de marejada y hacía frío, de modo que con mar en contra el cruce hasta el buque fue un poco mojado. Mal que mal llegamos y nos izaron a cubierta. Después de un par de horas regresó P-O con Viktoria a tierra por la misma vía, y él ayudó también a Viktoria a tomar el tren a casa desde Gotemburgo. Al día siguiente hablé con Viktoria un par de veces tratando de que se sintiera mejor pero seguía desconsolada. Traté de convencerla de que mirara al futuro, ya que estos viajes se repetirían con frecuencia. Demoró mucho tiempo en recuperarse, pero cuando regresé a casa después de siete semanas de embarco había superado el mal trance.
A principos de abril del año 2006, y durante mi licencia, concretamos la compra del pasaje para Johanna y su amiga Cornelia. La compañía más económica era Iberia y sacaron pasajes abiertos por un año con salida a fines de septiembre. También decidimos hacer un paseo corto a Estocolmo y salimos para allá Johanna, Viktoria y yo el 11 de abril por la mañana. Para Viktoria fue un viaje dramático porque el tren, especialmente el X-2000, le producía mucha nausea con el vaivén. Al no haber tomado pastillas tuvo un mareo muy fuerte con vómito antes de llegar a Estocolmo. Por suerte se le pasó en cuanto bajamos del tren y los dos días que pasamos en Estocolmo fueron muy lindos, con muchas caminatas que incluyeron la obligatoria recorrida de negocios de ropa de segunda mano. Johanna estaba a la búsqueda de un vestido para su graduación, pero no encontró ninguno de su agrado. Viktoria tomó sus pastillas antimareo antes del regreso a Malmö con lo que pudo tener sus nauseas bajo control y el viaje en tren fue menos dramático. A mediados de abril embarqué nuevamente.