Septiembre 2013
Este viaje que comenzó el 21 de septiembre lo había planeado con Alicia meses antes, pero por esas vueltas de la vida lo terminé haciendo solo. Habíamos armado el trayecto con Swiss hasta Sao Paulo y luego con TAM a Buenos Aires, y después de cruzar el estrecho con el colectivo 999 por una vez casi lleno de pasajeros llegué con buena anticipación al aeropuerto. Había olvidado mis auriculares en casa y resolví el problema comprando un par en Copenhagen, asi que pude estrenar mi flamante teléfono/walkman/dictáfono/etc y escuchar mi música favorita mientras esperaba la partida.
En Zurich tenía poco más de una hora de espera antes de iniciar el cruce a Sudamérica. Allí también hubo que tomar un tren subterráneo sin conductor para cambiar de terminal, tal como los hay en Madrid y otros aeropuertos. Entre la multitud que se fue juntando para embarcar vi un señor gordo, gordo, y me pregunté a quién le tocaría en suerte o mala suerte tenerlo de vecino en el avión. Pocos minutos después de sentarme en mi butaca apareció este mismo señor gordo, y se sentó a mi lado. Con una chance entre doscientas posible, gané esa lotería. Pero no fue tan grave, solo la sensación un poco opresiva de tener una mole al lado. La cena anticipada por Karin dias antes confirmó que tome la decisión acertada de elegir la pasta vegetariana ante la clásica pregunta “chicken or pasta?”, con una exquisita salsa de hongos. Entre cabezazo y cabezazo pasó esa noche también, y bien de madrugada aterrizamos en un Sao Paulo que recién despertaba a un día gris y nublado, lo que ayudaba a acentuar el carácter triste y sombrío de ese aeropuerto que poco honor le hacía al Brasil. Allí también tuve una corta espera de una hora, después de navegar el confuso laberinto que conectaba a la terminal 1. Tal vez a causa de la noche de poco sueño, al higienizarme en un baño comencé cepillándome los dientes con una crema de hidrocortisona hasta que descubrí que había manoteado el pomo equivocado. Se resolvió con una buena enjuagada, y no pasó de ser una anécdota más para los recuerdos. Nos trasladaron en colectivo hasta el avión, bajo una lluvia bastante intensa, y como se podía subir a la nave por ambos extremos que se elegían al azar, se produjeron algunos atascamientos en el pasillo del avión entre gente que iba en direcciones opuestas buscando sus asientos. Finalmente encontramos todos nuestros lugares y despegamos con destino al aeroparque en Buenos Aires. A diferencia de los dos tramos anteriores, este trayecto fue bastante turbulento, y en varias oportunidades vi peligrar mi sándwich al suspenderse el servicio cuando aun no me había tocado recibir mi ración. Pero finalmente me llegó el frugal desayuno, mientras leía en la revista oficial de TAM que habían echado a más de 800 empleados para reducir costos y capear la difícil situación económica atribuible a la crisis mundial. Poco prometedor para el futuro de la empresa, aunque confiaba en que todavía existiría tres semanas más adelante, cuando me tocaba regresar a Suecia. Nos acercamos a Aeroparque desde el norte y por mi ventanilla pude apreciar en todo su esplendor la cancha de River, desierta a esa hora de la mañana, pero que a la noche se llenaría para el partido contra Old Boys. La espera en la inmigración fue muy corta y mi valija fue una de las primeras que apareció por la cinta, después de superar un atascamiento producido por un enorme paquete que contenía un televisor y que trabó todo en la primer curva de la cinta. Allí se me acercó un señor imposible de reconocer para mi, quien se presentó como ex alumno mío en los ochenta, actualmente práctico del rio Paraná. Estaba de regreso de un paseo al Brasil junto con su esposa, y estuvimos charlando un rato mientras ibamos a los scanners de la aduana donde no había cola ninguna y solo le llamó la atención a la empleada el aspecto que mostraba en su pantalla el paquete con 100 velitas para Karin. Le expliqué de qué se trataba y fue suficiente trámite de modo que a los pocos minutos estaba afuera abrazando a Karin, Agustín y Mariano. Gabriel andaba aun dando vueltas con la Lolita tratando de estacionar por lo que lo llamamos, se acercó a recogernos a la terminal y así estaba nuevamente entre la familia en territorio argentino.
Gabriel nos llevó desde el Aeroparque hasta la casa de Karin donde me instalé y desempaqué todo lo que había traido para ella: cosas que no le habían entrado en su propia valija al regresar de Suecia. Después de sacar a Kubric salimos Karin y yo hacia SanTelmo en busca de una farmacia para equiparme de algunos artículos de higiene que me hacían falta, y la vuelta se extendió hasta el obelisco para luego regresar por el bajo. Cuando pasamos por el Luna Park nos cruzamos con una pareja y sentí enseguida una ducha de algún tipo de líquido desde la espalda. La mujer estaba ya con un pañuelo en la mano dispuesta a ayudar, y Karin captó de inmediato que podía tratarse de un intento de robo. Con la excusa de ayudarnos podían desvalijarnos, un truco ya bien conocido. Fue una sospecha, pero por las dudas no aceptamos la ayuda y continuamos rápidamente hacia Madero donde tratamos de limpiar la ropa al amparo de lo patrulleros de la prefectura. La substancia era bastante maloliente y me había alcanzado tanto a mi como a Karin. No era facil sacarla con las toallitas húmedas por lo que continuamos caminando hacia la Boca, y nos cruzamos casualmente con Eva y un amigo suyo que andaban caminando por los diques. Ya en la casa pudimos terminar de sacarnos de encima el producto y el olor, y lavar la ropa. Por suerte la substancia era soluble en agua y no dejaba marcas. Llamé a Antonio como le había prometido y quedamos en ir a visitarlo el sábado siguiente a la tarde. Ya había llegado la hora de ir al departamento de Agustín, donde ibamos a mirar el partido de River, y allí nos encontramos también con Mirta y Juan quienes habían venido de visita desde San Juan. El partido terminó muy tarde, por suerte con el triunfo de River por 1 a 0, y a esa hora yo estaba bien cansado por lo que ni bien regresamos a la casa me fui a dormir bien tapado con un acolchado. A pesar de haber comenzado la primavera hacía aun mucho frío de noche y se sentía a la mañana al despertarse.
Karín estaba libre el lunes y tenía que hacer unos estudios en su obra social de modo que por la mañana salimos para allá en colectivo. El trámite terminó cerca del mediodía, y con un lindo sol caminamos unas diez cuadras hasta el instituto de rehabilitación de la calle Carlos Calvo donde estaba Mariano haciendo su tratamiento. Habíamos quedado en ir a buscarlo al terminar su sesión, para continuar desde allí hacia el centro y almorzar en el restaurante del club danés. Decidimos ir en taxi, y siendo ya un caos el tránsito en el centro la habil taxista dió una vuelta más grande por el bajo, lo que nos evitó quedar atrancados. Supe luego que era una marcha del gremio de camioneros que había causado una gran congestión. El restaurante estaba sobre la avenida Leandro N. Alem, cerca de la avenida Cordoba, en un piso 13 con una magnífica vista hacia el río. Karin había reservado una mesa pegada al ventanal para que pudieramos tener ese telón de fondo durante el almuerzo. El local se veía menos pretensioso que el del restaurante sueco, había mucho mas bullicio y buena atmósfera. La comida era excelente y la charla mejor aún, sacando a la luz problemáticas de vida y de relaciones. Comimos en forma muy abundante y podríamos haber vuelto caminando a la Boca, pero al tener a Mariano con nosotros decidimos acompañarlo y tomamos el colectivo. Tanto Karin como yo hicimos una corta siesta antes de atacar los mates de la tarde, y hacia la noche salimos de compras en el chino del barrio. Fuí luego a la casa de Gabriel a buscar mi DNI y allí me encontré también con Juan y Mirta que estaban merendando en la cocina de la casa. Me uní un rato a ellos y Gabriel me dió también mi flamante documento de identidad argentino que había sido hecho con mi apellido equivocado, para poder ir a hacer el reclamo. Quedamos en ir al día siguiente por la mañana al registro de las personas a hacer el trámite. Cuando regresé a la casa de Karin preparamos una cena fría y al rato llegó su amiga Eva, quien iba a quedarse a pasar la noche.
Agustín me sorprendió el martes por la mañana con unas buenas medialunas y al rato llegó Gabriel tambén antes de que Karin y Eva se levantaran. Le dimos a algunos mates y luego salimos el padre y sus dos hijos caminando hacia el centro. Los muchachos se quedaron en un café de las cercanías mientras yo hacía el reclamo en el registro de las personas. Fue gratificante recibir una atención tan rápida y correcta, y después de la obligada foto e impresiones digitales terminé el trámite. El nuevo documento llegaría dentro de un tiempo a la dirección de Gabriel. Continuamos la caminata hacia el centro y en un momento dado nos separamos, Gabriel se fue a ver a algunos de sus clientes y Agustín y yo seguimos hacia Retiro. Mi intención era comprar pasajes en micro a Bariloche para Viktoria y para mí. Primero había pensado volar a Bariloche, pero resultó que las tarifas que no eran muy superiores a las del micro eran solo válidas para argentinos residentes. En caso contrario salían casi el doble. Cuando intenté comprar pasajes en el Via Bariloche no me aceptó la tarjeta y asi fue que tuve que ir a Retiro. No hubo problemas en conseguir pasajes para el lunes 30 a las 15:00, y además resultó que pagando al contado había una rebaja de casi 200 pesos por pasaje, una grata sorpresa. Era un hermoso día de sol y decidimos emprender el regreso a pie pasando por Puerto Madero y a medio camino entramos a un boliche a comer la “promo” que era una muzzarella con cerveza. Agustín campaneando todo el tiempo el tráfico para mostrarme los vehículos nuevos que había comprado. El estaba contratado por Gabriel para reparar la terraza de su casa y eliminar las filtraciones colocando una membrana nueva, para lo cual había que quitar primero la cobertura de plavicon y brea. Agustín quería utilizar una especie de espátula metálica con mango largo para levantar el impermeabilizante viejo y encontramos una herrería cercana donde un herrero/artista la construyó de acuerdo a las instrucciones, por la suma de 120 pesos y a entregar una hora más tarde. Cuando Agustín se puso a sacar la membrana vieja con la flamante herramienta me dí cuenta de la enormidad del trabajo por hacer. De todos modos suspendimos la tarea y quedamos en continuar al día siguiente, yo como peón para recoger y embolsar la basura que iria quedando. Nuestras actividades del día incluían ir por la noche a ver la película “Wakolda” en el recientemente renovado cine Gaumont, pero Eva nos pasó el dato que por razones desconocidas estaba suspendida. Entonces fuimos directamente a la actividad siguiente, que era cenar en el restaurante peruano “Status”, cercano a la plaza Congreso. Lo hicimos Karin y yo junto con Eva y Jorge, con un menú elegido por Karin que ya es experta en cocina peruana, y todo estaba excelente. Decidimos regresar a la Boca en taxi y nos tocó un fulano bastante particular en ese ramo de por si muy especial. Kubrik necesitaba su última salida del día y acompañé a Karin a dar la vuelta con una noche bastante fría para la época pero muy linda.
El miércoles encaramos entonces la tarea de la terraza de Gabriel, pero decidiendo no quitar toda la membrana existente. Un expero que conocía Agustín le había dicho que en realidad bastaba con quitar lo suelto solamente. Recién al mediodía aparecí por el departamento de Gabriel, cuando estaban por hacer un almuerzo con Mirta y Juan. Me anoté con las empanadas, y luego nos ayudó Juan a transportar una hidrolavadora de la casa de Agustín aprovechando que tenía un vehículo. También compramos bolsas de residuos y mientras Agustín limpiaba con agua a presión yo recogía basura que en total llenó seis bolsas. Habíamos acordado con Karin que ibamos a hacer falafel, y cuando vi que abria el chino suspendí mi tarea de peón y fui a hacer las compras de garbanzos y otros ingredientes. Pensaba hacer los falafel fritos, de acuerdo a la receta de Arla. El primer tropiezo fue que el mixer de Agustín no funcionaba bien y comenzó a dar olor. Se me ocurrió entonces pasar los garbanzos por la trituradora de ajo y dió muy bueno resultado, si bien llevó una enormidad de tiempo. Finalmente logré armar la pasta y decidí probar cómo resultaba la fritura. Sucedió algo notable, pues la bola que armé se fue disolviendo de a poco y terminó desapareciendo en el aceite. Para salir del paso agregué a la masa una buena cantidad de maizena y un huevo, y en lugar de freir los falafel sumergidos en aceite hice medallones y los hice en la sartén con poco aceite. De ese modo logré salvar la situación. Karin apareció a eso de las nueve y ya estaba todo listo para cenar. Mariano iba a venir, pero recién a las diez y media cuando terminaba su colegio, asi que comenzamos a comer sin él. Nos regalamos también con una botella de vino espumante, y luego le hicimos también compañía a Mariano. Los falafel estaban buenos. Sobre el filo de la medianoche lo acompañé a su casa junto con Kubrik.
Gabriel apareció temprano el jueves por la mañana con las clásicas facturas, después de haber ido a Avellaneda con la Lolita a buscar frutas y verduras para el restaurante sueco, y estuvimos mateando un rato. Prometió ir conmigo a la noche a Ezeiza a buscar a Viktoria, quien llegaba con la empresa aérea turca. Agustín me sorprendió proponiendome acompañarlo a una agencia Renault donde tenía que firmar papeles relacionados con la compra de su nueva camioneta. Nos juntamos y fuimos para allá, primero en colectivo a Retiro y luego en tren hasta la estación Belgrano R. Desde la estación tuvimos que caminar una buena cantidad de cuadras por un barrio muy pituco hasta la agencia, y luego de completar los trámites regresamos en micro a la Boca. Se suponía que dentro de los cinco días hábiles siguientes le entregarían el vehículo. En una ferreteria nos armamos de algunos elementos necesarios para continuar con la terraza del departamento de Gabriel y para allá fuimos. Gabriel tenia comida y almorzamos con él antes de atacar la terraza. El enorme deck de madera fue dividido en dos para facilitar el traslado, e hicimos una nueva limpiada general para poder aplicar la primer capa de alquitrán líquido con rodillos. No llegamos a completar esa tarea porque se nos vino encima la noche pero avanzamos bastante. El vuelo de Viktoria estaba un poco atrasado, y recién salimos Gabriel y yo para Ezeiza a las nueve y media de la noche. Su avión ya había aterrizado cuando llegamos allá, y no pasó demasiado tiempo antes de que apareciera Viktoria con su enorme valija, y el oido sano bien tapado. En la Boca nos estaba esperando Karin junto con Agustin y Mariano, la mesa puesta para una excelente picada con vino y cerveza. Viktoria nos contó en detalle el lujo de viajar con Turkish, además de la noche en el hotel cinco estrellas de Estambul también gentileza de la compañia. Ojalá se aun así cuando me toque viajar en diciembre.
Karin tenía que comenzar su día dando una clase privada de sueco a las ocho de la mañana, por lo que el viernes me levanté a las seis y media a controlar que no se quedara dormida y ya me quedé levantado mateando y trabajando en la computadora. Luego me dediqué a ordenar y limpiar los patios de la casa hasta que apareció Agustín a matear. Viktoria se levantó también después de un reparador sueño, un poco preocupada pues los alemanes que habían alquilado nuestro departamento no habían aparecido aún. La llave la tenía la peluquera del local de la planta baja y ella había tenido que ir al medico por lo que había dejado un cartel en la puerta. Con Agustín fuimos a la casa de Gabriel a continuar con la terraza, terminando de dar la primera mano de brea. Como aun no estaba disponible la garrafa con gas no pudimos continuar con la tarea de comenzar a colocar la membrana nueva, y entonces regresamos a Benito a hacer algunos de los muchos trabajos necesarios allí. Viktoria se había ido al centro y regresaría más tarde junto con Karin para planear alguna salida los tres juntos, cena incluida. Alcancé a hacer bastante limpieza antes que regresaran, y el plan final fue ir hasta San Telmo a cenar, y lo hicimos en el restaurante Maipu de la calle San Juan. Tenían buena comida, los platos tal vez un poco escasos, pero todo muy sabroso y bien preparado. La noche estaba linda y regresamos caminando a la Boca. Durante el transcurso del día había recibido confirmación Viktoria que los alemanes se habían hecho de las llaves y estaban instalados en nuestro departamento.
Todo el mundo se anotó para la visita a Antonio, y el plan era ir en tren, excepto Gabriel quien tenía una actividad a la mañana e iria después a Bella Vista en su vehículo. Finalmente no resultó así porque Gabriel había suspendido su actividad y propuso entonces que fueramos todos juntos en la Lolita. Asi fue como llegamos a Bella Vista una hora antes de lo previsto, lo que les había comunicado a la familia por teléfono. No solo nos encontramos con Antonio y Antonieta, sino con todos sus hijos con la excepción de Daniela. Matías estaba con su esposa y sus dos hijos, Lorena con su novio, y Romina con sus dos hijos, de modo que nos juntamos un montón de gente a comer el excelente asado de Antonio alrededor de la gigantesca mesa del living. Antonio estaba recuperandose aun de las complicaciones de una operación de rodilla y estaba bastante dolorido a causa de ello. La sobremesa se extendió por horas y aparecieron dos tortas caseras además de facturas que habíamos ido a comprar Lorena, Karin y yo. Ella nos llevó de paso a ver las casas donde habíamos vivido antes. A la tarde comenzó a llover tupido, y ya pasadas las ocho emprendimos el regreso a la Boca.
Durante la madrugada del domingo llovió intensamente y vimos peligrar el proyectado picnic en la reserva ecológica. Tal como habíamos quedado, temprano hice una torta de zanahorias. Luego comenzó a mejorar el tiempo y así se salvó el picnic, aunque sin la torta ya que era para comer con plato y tenedor. Cambiamos por facturas y sandwiches de miga, y bien aprovisionados salimos hacia la reserva para encontrarnos a la entrada con Eva y sus hijos además de una alumna del ISA que también se había anotado. La reserva ecológica estaba cerrada, probablemente a causa de la cantidad de lluvia caida, por lo que buscamos un parque cercano para armar el picnic que fue un éxito al haber cada vez más sol. Estuvimos un par de horas allí y luego regresamos a la Boca previa parada en el Hipopótamo, un simpático boliche de San Telmo, para tomar algo caliente. Con Karin y Vktoria habíamos decidido ir al cine y optamos por la película "Septimo" en el cine Lorca de la calle Corrientes. Fuimos para allá un poco a las apuradas para llegar a tiempo y minutos antes de que comenzara la película estabamos instalados en nuestras butacas. Quedamos satisfechos con la película a pesar de ciertos pasajes flojos; Darin con muy buena actuación como siempre. A la salida del cine había un mensaje de Gabriel recordandome el partido de River y cuando llegamos de regreso a la Boca fui directamente a la casa de Agustín a ver el segundo tiempo. El agónico gol de River hacia el final del partido salvó la noche. Agustín había hecho una pizza y me anoté. Luego probé también la torta de zanahoria cuando regresé al Benito. Hubo una última paseada con Kubrik y luego a dormir cuando ya había pasado la medianoche de un día muy disfrutado.
Llegó el día en que Viktoria y yo teníamos previsto partir para Bariloche. A la mañana quería ayudar aun a Agustín con el trabajo en la terraza de Gabriel, y fui junto con él para comenzar ya con la colocación de la membrana. Preparamos el primer tramo e intentamos soldarlo cuando aun no se había secado la segunda mano de brea, lo que no fue muy buena idea pues se prendió fuego de inmediato en cuanto Agustín le arrimó la llama de gas. Evidentemente contenía solventes que debían evaporarse primero. Tuve que dejar a Agustín deseandole buena suerte con el trabajo, pues ya era hora de terminar de armar la valija y comer algo antes de partir para Retiro. Karin nos acompañó en el colectivo y llegamos media hora antes de la partida del Via Bariloche, que salió puntualmente a las quince. Era una unidad muy nueva y bien equipada, y nuestras amplias butacas estaban en el piso de arriba al medio. El colectivo medio vacio, no había más de catorce pasajeros al salir de Buenos Aires. Como siempre perdimos bastante tiempo antes de dejar atrás el gran Buenos Aires. Nos entretuvimos con las películas que mostraban y nos sirvieron una merienda y una cena bastante frugales además del consabido café dulce. Los asientos eran muy cómodos y se reclinaban bastante, lo suficiente como para poder dormir con relativa comodidad. Después de una hermosa puesta de sol se hizo de noche cuando aun no habíamos dejado atrás la provincia de Buenos Aires.
Durante la noche pasamos por un tramo de ruta en pésimo estado que me despertó al sacudir mucho el vehículo. Una vez que pasamos el dique Casa de Piedra mejoró la ruta y continué durmiendo de a ratos. Entramos a Cipolletti ya de día, aunque noté que teníamos un cierto atraso. En Piedra del Aguila hice un llamado a Elsa para avisarles del atraso que teníamos, y al rato comenzamos a ver un poco de nieve acumulada al lado de la ruta. También caían fuertes chubascos de a ratos. Viktoria, atenta al kilometraje, no quería dejar de ver el lugar donde vivía nuestro eremita. Sabíamos exactamente donde era el lugar y vimos que todo estaba como siempre, quizas aun con más desorden. El día fue mejorando a medida que nos acercábamos a Bariloche, el cielo azul mostrándose de a ratos. Llegamos a la terminal con una hora y media de atraso, y allí estaban Cacho y Elsa esperandonos, cada uno con una campera en la mano para darnos. No hacía el frio que imaginabamos, y el auto estaba cerca. Fuimos directo a la casa a almorzar unos buenos canelones que había preparado Elsa, y al rato bajamos caminando al centro con ella. La primer parada fue en casa de la tía donde encontramos a Andres y ella tomando el te de la tarde. Apareció el Chule también ya que iba a llevar al tio a acupuntura. Entre otros temas hablamos de mi proyecto de escribir memorias de familia, y me encontré con que la tia había escrito un relato más para incorporar. De todos modos quedamos en ir el jueves por la tarde para que siguiera contando más de su vida. De allí continuamos al centro a comprar nuestros pasajes de regreso. En Aerolineas Argentinas nos ofrecieron pasajes que nos parecieron excesivos, además de la consabida discriminación entre argentinos y extranjeros, de modo que optamos por el Via Bariloche del lunes siguiente a las 17:30. Nos dieron el mismo precio que el de la venida y con la misma rebaja por pago contado. El paso siguiente era ir a la inmobiliaria Escobar a sumergirme en el mercado de la vivienda. No pasó mucho rato antes que saliéramos a ver un departamento en las cercanías que tenía opción de compra o alquiler, y que era bastante lindo. Por supuesto no fue más que para hacerse una idea de lo que estaba en oferta. Quedamos en que iria al dia siguiente a ver más viviendas. Terminando la ronda pasamos a ver a Jose Bonals y su esposa en su departamento céntrico. Ellos eran campamentistas permanentes en el lago Steffen en la época en que nosotros ibamos también, y hacia años que no los veía. Pasamos un rato muy lindo con ellos antes de volver a la casa de Elsa en colectivo para la cena y terminar el día. A Viktoria le habían preparado el dormitorio pequeño mientras que yo me instalé en una cama en un rincón del living con el carrillón de la familia manteniendome al tanto de la hora.
Después del desayuno del miércoles me comuniqué con Nicolás de la inmobiliaria y quedamos en encontrarnos en la oficina para continuar viendo propiedades. Nos llevó en su auto hasta el barrio Las Victorias donde nos mostró unos ph en construcción que no nos convencieron para nada. Ni el barrio, al este del centro, ni los departamentos de minúsculo tamaño. No dió para más la mañana, ya que queríamos hacer unas compras en el centro y sacar fotos antes de volver en colectivo a la casa de Elsa a almorzar junto con Miguel y Tamara que habían anunciado su visita. Ellos llegaron a la una y enseguida nos sentamos a disfrutar de las empanadas preparadas por Elsa. Hicimos una larga sobremesa tocando temas diversos y asi llegó la hora de partir hacia la casa de te Paila-Co que ellos no conocían. Todo excelente allí como siempre, aun no superado ni igualado por las otras casas de te conocidas, y antes de las siete estábamos de regreso en Bariloche para que Elsa pudiera ir a hacer su gimnasia.Eso duró una hora, luego de lo cual comimos la cena, que con sobremesa se extendió nuevamente hasta bien tarde.
A la mañana del jueves pasamos a saludar a Andrea y su familia. Faltaba Facundo solamente ya que estaba trabajando. La gran atracción fue la prole de cinco gatitos nacidos recientemente. Elsa vino también y con ella fuimos hasta el taller al que concurre para dejar algunos de los artículos que había traido de Panduro en Suecia. Asi llegó la hora del almuerzo y después de la sobremesa bajamos Viktoria y yo caminando al centro. Yo me quedé en casa de la tía Ellen mientras que Viktoria continuaba hacia una confitería. Mi intención era que la tía siguiera contando de su vida, pero finalmente se nos fue el tiempo analizando que hacer con el relato que ya tenía y que a ella no le parecía del todo correcto y organizado. Prometió entonces seguir escribiendo en el cuaderno que había iniciado, para pasarmelo más adelante. Nos pusimos también a ver fotografías con la intención de digitalizar algunas, pero en el interín apareció su sobrina Susi y se interrumpió todo. Tomamos el te acompañado de budínes y al rato apareció Viktoria. la casa se había llenado de un fuerte olor a azucar quemado al haber puesto el tio a calentar agua con azucar y olvidarse la cacerola en el fuego. Victoria y yo subimos a pie y a medio camino nos cruzamos con Margarita y Julia que bajaban en auto. En casa de Elsa nos encontramos con Lily, una amiga de ellos que había venido a saludarlos y que se quedó no solo a cenar sino que también jugó una carioca con nosotros. Estando en casa de Ellen me había llamado Nicolás de la inmobiliaria para acordar que nos encontraríamos a las nueve de la mañana del viernes. Me había comunicado también con Agustin para saber cómo iba el asunto de la camioneta y me contó que aun no se la habían entregado, aun cuando el plazo acordado con la agencia Renault ya se había agotado.
Como Elsa y Cacho bajaban al centro a hacer compras aprovechamos para ir con ellos a la cita con Nicolás y nos encontramos puntualmente con el a las nueve y media de la mañana del viernes. Fuimos primero a ver una casa en el kilómetro 12 de la ruta a Llao Llao, en bastante buen estado y con un terreno inmenso. Pudimos compararla al rato con unos departamentos en las cercanías, recien terminados y aun no estrenados, ya con serios problemas problemas de construcción. Costaba creer que se llegara a esos extremos. Luego continuamos hasta la entrada a la península San Pedro donde Nicolás nos mostró una casa muy atractiva, grande y casi terminada, fuera de mi presupuesto y de todas maneras no adecuada para mis necesidades. Al regreso a Bariloche entramos a ver una propiedad en el barrio Rancho Grande, que tenía un almacén ocupando parte del living. No estaba mal la propiedad, Viktoria planeando ya que cambios se le podían hacer. Fue lo último que vimos, y probablemente lo último que veriamos durante esta visita. Se reforzó también mi convicción de que lo más adecuado para mí era conseguir un departamento y que la mejor estrategia era enfocar hacia ese mercado en el futuro. Nicolás nos dejó en casa de Elsa y después de almorzar salimos Elsa, Viktoria y yo bajo una leve lluvia para ir caminando a hacer una visita a Eleonor en su casa pegada al rio Ñireco. Fue un lindo paseo por la costanera que nos llevó una hora y media, y nos sentamos luego a matear en la cocina de la casa. Viktoria se interesó en el tema del Reiki y Eleonor le hizo una introducción que finalmente terminó en una sesión de terapia también. Elsa volvió a la casa pues tenía que ir a gimnasia, y yo me entretuve navegando en internet hasta que terminó el tratamiento. Eleonor se ofreció luego a llevarnos a casa, previa pasada por lo de la tía Ellen a dejarle comida para pájaros. Ni bien entramos a la casa de Cacho y Elsa nos topamos con un muy buen aroma a panqueques, que estaban en plena producción. Nos sentamos a cenar ni bien Cacho regresó de sus actividades y así terminamos el día. El sábado estaba previsto ir a almorzar a la casa de una compañera de taller de Elsa en la zona de Llao Llao, y a quien yo le había traido algunos productos de Panduro.
El día sábado amaneció frío pero prometia ser hermoso. Al tener el compromiso del almuerzo nos quedamos en casa por la mañana y partimos a eso del mediodía. Pasando por la entrada a la península San Pedro propuse ver de afuera la casa que nos había mostrado Nicolás y de paso recorrimos varias calles del barrio viendo la cantidad de construcción nueva de la zona. Puntualmente a la una de la tarde estábamos frente al portón y cámara de la casa de Adolfo y Petty, quienes nos recibieron muy bien con la comida ya lista y la mesa muy bien puesta. Nos ofrecieron un excelente almuerzo de carne al horno hecho por Adolfo y lo rematamos con la tarta de manzana que había llevado Elsa, también exquisita. Adolfo nos mostró el enorme jardín de la casa, e incluso entré a curiosear al jardín de la casa de Eduardo Sulin, quien había sido profesor y luego colega mio en la escuela de Náutica. Su terreno lindaba con el de Adolfo y tenía un portón que los conectaba. También hablé por teléfono con Eduardo y su señora, en ese momento en su casa en Moreno. Como remate de la reunión abrieron la jaula de dos pajaritos que tenían en la cocina y que comenzaron a volar por la casa como estaban acostumbrados a hacerlo. Fue divertido verlos hacer sus piruetas. Como seguía siendo un día espectacular nos despedimos de la familia Gonzalez y continuamos el corto trecho hasta la capilla de Llao Llao desde donde se podía apreciar el paisaje cordillerano en todo su esplendor. A pesar del abundante almuerzo estábamos decididos a visitar el restaurante y casa de te Chiado, sobre la ruta y a escasa distancia de la aerosilla del cerro Campanario. El lugar era bastante pequeño, aunque contaba también con una terraza, y la vista sobre el lago era fantástica. Todo lo contrario a Paila-co, la decoración era muy informal, con muchos objetos antiguos, moblaje variado, sillas antiguas de diversos modelos y vajilla bien surtida también. Cacho pidió tostadas mientras que Elsa y yo preferimos lo dulce. Mi tarta de frutillas estaba muy buena, lo mismo que el café. Luego de esa parada regresamos al centro y después de dejar a Cacho en la casa fuimos a visitar a Betty, una anciana conocida de Elsa, en su departmento del edificio Catedral. Ella había sido en su tiempo la propietaria de la casa de té "La Maison Suisse" sobre la ruta 22 en Neuquén. Quedamos impactados por la hermosa vista al lago desde su living, ya con las úlimas luces del día. Nos divertimos un rato con las peculiaridades de la señora, y luego regresamos a la casa.
Continuó el buen tiempo el día domingo también. Hacia la noche teníamos previsto ir a un asado a la casa de la tía Ellen, y estando tan bonito el día dejamos a Cacho en la iglesia y partimos de excursión con rumbo al Llao Llao. Se veia mucha actividad en la zona del punto panorámico ya que nos enteramos que se iba a correr una media maratón. Cuando llegamos a Bahía Lopez comprobamos que la carrera se largaba y terminaba allí también, y había por lo tanto mucha gente y un enorme bullicio. Logramos no obstante estacionar el auto y de allí iniciamos la caminata hasta el mirador del brazo Tristeza, que ya habíamos hecho en una oportunidad anterior. Con un cielo sin nubes y una brisa insignificante el espectáculo era magnífico. Vimos también un par de andinistas trepando la ladera de piedra del cerro Lopez, y al regreso, dos pájaros carpintero muy parlanchines trabajando con todo entusiasmo a metros de la picada. Evitamos la maratón regresando por el hotel Llao Llao, y continuamos hasta Dina Huapi para visitar una feria artesanal y de paso comprar vino para el asado en un Todo de la zona. Poco después de las cinco de la tarde bajamos a la casa de la tía donde encontramos al Chule ya con el fuego en marcha. Más tarde se nos unieron Eleonor, Jeanette, Diderick con su novia, Susi y Andi, y comimos un excelente asado en companía de todos ellos. Se jugaba simultaneamente el partido River-Boca, llamado el superclásico, pero nadie estaba interesado en el por lo que Cacho lo había grabado. Cuando regresamos a la casa lo vimos en diferido. River salió derrotado en su propia cancha por uno a cero, contra un equipo sin hinchada propia por estar prohibido. Al día siguiente nos enteramos que hubo desmanes en el pueblo, con vandalismo incluido.
Así llegó el lunes 7, día previsto para nuestro regreso a Buenos Aires. Como recién partíamos a las cinco y media de la tarde, aprovechamos la mañana para bajar al centro y hacer las últimas compras, además de pasar por la casa de la tía Ellen a hacer una última sesión de copias de fotos de familia y despedirnos de ellos. Regresamos caminando al alto, justo a tiempo para sentarnos a almorzar las buenísimas pizzas que había preparado Elsa. Con todo el equipaje listo aun nos sobraba bastante tiempo, y como Cacho había comprado el día anterior un GPS que aparentemente no era el que correspondía, alcanzamos a bajar al negocio a solucionar el problema además de comprar yoghurt Humus para Karin. Llegamos con amplio tiempo a la terminal, e inexplicablemente el colectivo se presentó en plataforma con media hora de atraso. Eleonor había venido también a despedirnos y así dejamos atrás Bariloche por enésima vez. Viktoria tomó su pastilla y no tuvo trastornos. Los ravioles para la cena fueron cargados en un restaurante de Picún Leufú, y llegamos a medianoche a Neuquén. Al salir de allí nos anunciaron que en Cipolletti se tenía que bajar todo el mundo ya que el colectivo iba a algún lado probablemente a cargar combustible. Tuve que despertar a Viktoria y nos sentamos a esperar en una terminal totalmente desierta a esa hora, con una noche cálida y apacible. No demoró mucho en regresar nuestra unidad y continuamos viaje. No se les ocurrió nada mejor que poner una nueva película a esa hora, pero logré que la pararan para poder dormir. Amanecimos ya en la provincia de La Pampa, sin pasar por Santa Rosa, y completamos el magro desayuno con nuestras propias provisiones preparadas en casa de Elsa. A pesar de la demora en la salida, el colectivo ingresó al gran Buenos Aires a horario, y solo se comenzó a atrasar al ingresar a la ciudad al ponerse pesado el tránsito de vehículos. Costó bajar de la autopista y la avenida Huergo estaba totalmente "colapsada" a causa de un corte en la avenida Alem. Así y todo llegamos a la terminal con no más de una hora de atraso, y ya habíamos decidido regresar a la Boca con un remisse aprovechando el sistema de pago adelantado en una casilla de la terminal. Nos tocó un chofer muy correcto y amable, muy habil además para sortear el intenso tráfico. Karin no había regresado aun de su trabajo, y cuando vino acordamos ir a cenar al restaurante del centro okinawense, conocido por tener muy buen sushi. Gabriel nos acompañó y ya allí nos juntamos con Eva también. Por cierto era excelente la comida, rociada con abundante vino blanco.
Gabriel me había propuesto que lo acompañara a buscar autopartes para su Lolita en Avellaneda, y a las nueve de la mañana del miércoles nos juntamos fuera de la casa de Agustín quien vino con nosotros como asesor técnico. No fue facil encontrar el lugar pero finalmente dimos con él y llevó su buen tiempo acordar que partes de la carrocería se iban a comprar. Finalmente cargamos algunas piezas, mientras que otras quedaron encargadas al no estar en stock. De allí partimos al mecánico para que viera la camioneta y sus problemas, y Gabriel acordó con él que antes de fin de año le haría no solo la mecánica sino también el trabajo de chapa. De una de las combis abandonadas que había allí le iban a sacar incluso una puerta para reemplazar en la Lolita. Gabriel tenía que quedarse a trabajar en el centro por lo que lo dejamos allí y regresamos a la Boca para hacer algunos trabajos en la casa de Karin. Habíamos conseguido un perfil de aluminio en Avellaneda y con el hicimos un dique de contención de agua frente a la bañera del baño del fondo para tratar de evitar que se inundara cada vez que se usaba la ducha. También pusimos manijas y pasador a la puerta del baño de arriba, y compramos bulones para afirmar correctamente el piso de tablas que conectaba el dormitorio de Karin con su baño. Había comenzado a llover, y cuando llegó Viktoria del centro suspendimos nuestras tareas pues yo la iba a acompañar al Once para que comprara un colgador de ropa para su cuarto. Para ello tomamos el colectivo y comenzamos a recorrer la zona recomendada por Agustín. No encontramos el lugar indicado pero guiados por la información que nos dieron en el lugar en el que compramos perchas dimos con un negocio sobre Bartolomé Mitre donde nos hicimos de un perchero a gusto de Viktoria. Continuaba lloviendo levemente y salimos a la caza de un colectivo para regresar a la Boca. Asi tuve la oportunidad de tomarle el pulso a la zona del Once, incluida la plaza Miserere, cargados con las 25 perchas y el perchero. Finalmente llegamos sanos y salvos de regreso y esperamos que regresara Karin para volver a salir bajo la lluvia e ir en colectivo hasta San Telmo para cenar en La Poesia. Allí había un lindo ambiente, con pianista y todo, y ofrecían excelentes picadas. Creí que habíamos pedido demasiado pero practicamente no dejamos nada. Habia dejado de llover y volvimos caminando a la casa con una noche my linda y apacible.
Agustín había prometido venir temprano a seguir trabajando el jueves en el Benito, pero recién lo ví ya cerca del mediodía. Encaramos el cambio de tornillos por bulones en la plataforma de tablas frente al baño de arriba, lo que significaba agujerear las vigas de hierro. Hicimos un alto para almorzar con empanadas que preparó Agustín y que comimos junto con Mariano y Viktoria. Logramos terminar con el trabajo del piso y otros detalles menores a media tarde. Luego acompañé a Viktoria hasta Olavarría, la calle de "shopping" de la Boca, a hacer algunas compras. Ella estaba decorando su habitación y encontró algunas cosas que necesitaba. Para la cena habímos quedado en encontrarnos en el restaurante 1880 frente al parque Lezama y a las nueve en punto llegamos allí. Agustín nos llevó a Mariano, Viktoria y a mí en la Lolita, mientras que Karin y Gabriel fueron por su cuenta. Era también un lugar muy bonito y concurrido, con parrilla, y hubo bastante carne. Nuevamente hubo regreso a pie a la Boca y Mariano quiso acompañarnos también.
El viernes le tocaba a Mariano una nueva sesión de rehabilitación y lo acompañé a Agustín y él en la Lolita. Dejamos allí a Mariano y continuamos hasta el Easy de Barracas para hacer algunas compras de material eléctrico que necesitaba para hacer una extensión en el Benito, además de un barral más robusto para una de las cortinas de baño. Mariano no estaba aún listo cuando regresamos y nos sentamos en el bar de la esquina a tomar café y esperarlo. Ya de regreso en la Boca alcancé a sacar a Kubrik a hacer su caminata del mediodía antes de partir nuevamente al centro caminando. Agustín me acompañó un trecho hasta llegar al banco Galicia de Paseo Colón donde tenía que hacer un trámite, mientras que yo continué hacia el Falabella Home de la calle Florida donde me iba a encontrar con Viktoria. Ella había ido por primera vez a La Lucila a dar clases de sueco a un médico. Cuando crucé la plaza de Mayo me encontré con un acto organizado por agrupaciones nativas reivindicando sus derechos usurpados durante la conquista de America por los españoles. Todas las calles rodeando la plaza de Mayo estaban cortadas al tráfico, pero en la calle Florida había una multitud de gente. Nuestra intención era comprar una multiprocesadora y como tenía tiempo de sobra averigué precios en varios negocios antes de llegar a Falabella. Rodó era el más barato de todos pues tenía promoción por pago contado o tarjeta débito. Viktoria llegó con cierto atraso pero contenta con su primera lección de sueco además de haber recibido una botella de vino de su alumno. Fuimos directamente a Rodó y compramos la procesadora Atma con licuadora y todo. Despacio rumbeamos al club sueco para encontrarnos con Karin y al ser aun temprano nos sentamos en un bar sobre la avenida de Mayo a tomar algo. Karin estaba dando clases de sueco en el ISA y cuando llegamos estaba a punto de terminar. Ella quería comprar una sartén para provoleta y durante nuestro paso por San Telmo entramos a un local donde consiguió uno de hierro forjado. Yo aproveché para comprar una tablita a pedido de Agustín. Los tres teníamos bastante apetito y nos decidimos por el bar El Federal de San Telmo, al que fuimos caminando. Pedimos nuevamente una picada al estilo de La Poesía, acompañada con cerveza y luego regresamos a la Boca a prepararnos para la última actividad del día que era ir a escuchar música en la Playita, un local en Chacarita. Agustín se nos unió y combinando colectivo con subte llegamos allí a eso de las nueve para ponernos en la cola. Gabriel apareció al rato también. Esa noche tocaban tres conjuntos: Pequeña Orquesta de Trovadores, Julio y Agosto, y Las Fuleras. El local era bastante reducido, con algunos sofas y sillones. Había también una cocina y bar. Al rato se llenó de gente, la mayoría sentados en el piso y algunos parados, y se largó la musica. Los tres grupos tocaron muy bien, y Las Fuleras hicieron además su habitual show. Antes de regresar a la Boca entramos a compartir una pizza en El Imperial de Chacarita, toda una institución, y declarada de interés cultural. De allí logramos tomar un colectivo que después de un largo recorrido nos dejó en la Boca cerca de las tres de la mañana.
Por primera vez durante mi estadía ibamos a hacer un asado en el Benito. Gabriel se ocupaba de la carne mientras que Karin y yo comprabamos la verdura, bebidas y carbón. Aprovechamos para quemar algunas cosas en la parrilla antes de largar con el carbón y cuando llegó Gabriel con sus provisiones le pasé el mando. Sorprendentemente vino Francisco también. Estuvo muy bueno compartir el asado en el patio de atrás del Benito con una tarde cálida de primavera. Mientras Karin y Viktoria dormían una siesta me puse a armar la extensión en el dormitorio número dos, para que hubiera un enchufe al lado de la cabecera de la cama. Quedó todo listo exepto la conexión a la caja existente que le dejé a Agustín ya que se estaba haciendo tarde. teníamos planeado ir caminando al cine Lorca sobre la calle Corrientes a ver la última película de Woody Allen, Blue Jasmine. Como la función comenzaba a las nueve salimos antes de las ocho para llegar a tiempo. Nos encontramos ya con una buena cola, pero era un cine bien grande y no tuvimos problemas en encontrar ubicación. La película nos gustó mucho a los tres, digna de verse y valió la pena ir. La ciudad hormigueba de gente ese sábado por la noche, y el regreso a la Boca fue esta vez en colectivo.
El domingo se repitió la excursión de dos semanas antes, esta vez con la reserva ecológica abierta y Eva sin sus niños. Llegamos hasta la costa del río a un lugar con cesped y bancos, y allí hicimos el picnic con una tarde soleada. Eva y Merlina llegaron bastante tarde asi que al rato levantamos campamento y regresamos a la Boca. A las nueve de la noche había partido y fuimos a verlo al departamento de Agustín. Yo había hecho una tarta de limón por la mañana y la llevamos para compartirla con Agustín, Mariano y Gabriel. El partido se jugaba en Rosario, y River perdió una vez más, esta vez por uno a cero contra Newell´s Old Boys. El partido se suspendió un rato por corte de luz y se hizo bastante tarde. Aun así preparé la mayor parte de mi equipaje al regresar a casa, ya que Gabriel me pasaría a buscar al día siguiente antes de las ocho y media para llevarme al aeroparque.
Gabriel apareció puntualmente y las chicas se levantaron para despedirse. El lunes era día feriado a causa de la costumbre de pasar feriados de fin de semana, esta vez el 12 de octubre, antes llamado día de la raza. Las calles estaban casi desiertas y en veinte minutos llegamos al aeroparque. Hice rápidamente los tramites de embarco y logré asiento en el pasillo para todos los vuelos. Luego nos sentamos Gabriel y yo a charlar y tomar unos mates antes de despedirnos. Tenía un vuelo de TAM hasta Sao Paulo y allí una espera de cuatro horas antes del siguiente vuelo con Swiss a Zurich. Bien equipado con música y lectura pasó rápidamente el tiempo y antes de las siete de la tarde despegamos del Brasil para el cruce del Atlántico. Entre la cantidad de películas disponibles encontré "Song for Marion", una película inglesa que había querido ver en el cine con Alicia y que me gustó mucho y pude ver hasta el final. No se en que momento del vuelo me quedé dormido, después de todo era dificil decidirse por qué reloj utilizar.
Con la precisión de un reloj suizo aterrizamos en Zurich el martes antes del mediodía, y entre el control de seguridad, cambio de terminal y trámite migratorio llegué a la puerta para el vuelo final a Copenhagen en el momento en que comenzaba el embarque. En Copenhagen apareció mi valija, o mejor dicho mis dos valijas, una dentro de la otra, y llegué a Malmö con una clásica tarde otoñal gris y fresca. Encontré el departamento en buenas condiciones y pude comprobar que Cornelia había desenchufado todo lo que se podía desenchufar. Estaba el diario también y así me enteré que iba a jugar la selección sueca contra la de Alemania a la noche. Alcancé a desempacar, hacer algunos llamados, comer algo y revisar la correspondencia antes de hacer alto y mirar el partido que terminó 5 a 3 a favor de los alemanes, que dominaron todo el tiempo. Era inevitable la sensación de vacío en el departamento al saber que toda la familia estaba repartida por el mundo y era cuestión de acostumbrarse. Así terminó la nueva aventura argentina y me hacia sentir bien pensar que dos meses más adelante estaría por allá nuevamente.