17 de Enero 2020
Partimos entonces el viernes a media mañana con un día de mucho sol y calor, llegando a Santa Lucía poco después del mediodía. Dimos cuenta de parte de la tarta de atún que habíamos llevado y Mayarí invitó con sandía, antes de continuar viaje a Mercedes. Gracias a que el rio Negro habia vuelto a su cauce normal pudimos recorrer por primera vez la atractiva costanera y cruzar por un puente a la isla que estaba frente a la ciudad. Mucha gente disfrutaba del fresco que brindaba la arboleda frente al imponente río. El escenario principal del festival de jazz a la calle se encontraba nuevamente en la manzana 20, su lugar habitual cuando no había inundación. Las actuaciones comenzaban a las nueve de la noche y para allá fuimos llevando nuestras sillas de playa, juntándonos con cantidad de gente que ocupaba ya el parque. Había desde luego una feria gastronómica y en las pausas aprovechamos para comprar comida y bebida. Cerca de medianoche terminaron las actuaciones de las tres bandas y volvimos caminando al hotel, que estaba a no más de diez cuadras del lugar. En esta visita a Marcedes teníamos la intención de ir a Fray Bentos a conocer el ex frigorífico Anglo, declarado patrimonio de la humanidad en el año 2015. Elegimos el sábado para esa visita y salimos después del abundante desayuno del hotel, si bien llegamos tarde para la visita guiada de las diez de la mañana al frigorífico, que ahora era museo de la Revolución Industrial. Decidimos hacer la visita guiada de las tres de la tarde y como a las doce había también una una visita guiada a la llamada "Casa Grande", nos acercamos allí a esperar la hora. Esa casa estaba dentro del enorme complejo del frigorífico y era utilizada por los sucesivos gerentes del mismo hasta su cierre. El guía era una persona muy mayor, que había sido parte de la historia del lugar pues de niño había sido testigo y parte de las actividades del establecimiento, donde en su época de mayor esplendor habían trabajado hasta 4500 personas. Esa visita fue muy instructiva y entretenida pues el guia tenía una cantidad de anecdotas para contar y lo hacía con mucha gracia. Después del cierre del frigorífico comenzó un largo período de decaimiento y las casa sufrió también sus consecuencias. Estaba siendo puesta en valor pero alguna habitaciones no estaban aun habilitadas para el público. Era posible apreciar la magnificiencia del enorme parque que rodeaba la casa, y que había sido atendido por jardineros traidos por los ingleses. Aun nos dió tiempo para almorzar en la terraza de un restaurante del lugar, que había sido en su época la casa de bombas donde bombeaban agua del río, antes volver al edificio central del figorífico para la visita de las tres de la tarde. Allí nos juntamos con media docena de personas más para hacer una extensa recorrida drl fascinante lugar. La enorme sala de máquinas, todos los galpones donde se faenaban los animales y las oficinas de la administración eran mudos testigos de una época de gran prosperidad para la zona, irónicamente dependiente de que continuara el horror de las guerras mundiales. En su época se conocía el frigorífico como "la cocina del mundo", siendo los dos productos principales el corned beef y el extracto de carne aunque se fabricaban hasta 200 productos diferentes. Se decía que de las vacas quedaba solo el mugido, el resto se procesaba. De regreso en Marcedes aprovechamos la piscina del hotel esperando que cayera la noche para ir nuevamente a la manzana 20 a escuchar música. De los tres conjuntos de la noche, cada uno de los cuales interpretaba tres temas, el primero tocó un tema muy extenso de modo que las actuaciones terminaron bien pasada la medianoche y recién regresamos al hotel como a las dos de la mañana. El festival cerraba el domingo, que fue un día agobiante de calor. Salimos a la calle a caminar para conocer la casa más emblemática de Matosas, casas construidas entre 1934 y 1936 por el catalán Francisco Matosas i Amat, de estilo Art Nouveau. Estaba a pocas cuadras del hotel y del centro de la ciudad, y resultó muy interesante observar la compleja y muy ornamentada arquitectura con influencia de Gaudí. El calor nos corrió nuevamente al hotel, donde nos instalamos en la piscina el resto del día haciendo solo una pausa para almorzar en el restaurante del mismo hotel. Cuando estabamos saliendo al festival, equipados con las sillas playeras, nos enteramos en el lobby que las actuaciones de la noche se hacían en el teatro al esperarse la llegada de una tormenta. Dejamos las sillas y fuimos caminando al teatro donde por suerte había aun mucho lugar, y escuchamos a los dos conjuntos de la noche, uno brasilero y uno uruguayo, que hicieron una presentación brillante y muy ovacionada. En la manzana 20 seguía estando el patio de comidas y al no materializarse nunca la esperada tormenta tocaban también otros conjuntos de jazz. Nosotros comimos algo allí y luego regresamos al hotel pues era nuevamente bastante tarde y queríamos desayunar temprano al día siguiente.
Lunes 20 de enero. Nuestro último objetivo antes de emprender el regreso era visitar la bodega Mauá, en el castillo del mismo nombre, y una vez cargado el auto partimos el lunes para allá. Justo entonces se largó un diluvio, aunque no duró mucho, y de todos modos la visita guiada era bajo techo. Nos recibió una guía muy particular y al principio muy reservada, pero siendo nosotros los únicos visitantes fuimos estableciendo un buen contacto con ella. La bodega, propiedad del municipio, era muy antigua y seguía utilizando los métodos tradiciones y artesanales de elaboración, envasado y etiquetado del vino, que se almacenaba en piletones de hormigón. Las bordalesas originales estaban aún allí pero a causa de su antiguedad habían perdido estanqueidad y habían dejado de utilizarse. Fabricaban también aceite de oliva y al final de la visita hicimos una buena compra de vino y aceite. No hubo más lluvia en el trayecto de regreso, que incluía la parada en Santa Lucía, pues ibamos a pasar a recoger a Mayarí que venía con nosotros a pasar unos días en Piriápolis. No teniendo nada en casa paramos en el supermercado del balneario Las Flores para hacernos de provisiones y antes del anocher llegamos a la casa, con el pasto recién cortado por Nicolás.