Noviembre 2014
El martes 4 de noviembre amaneció soleado, y apenas pasamos Rio Cuarto nos sirvieron el desayuno. Luego fuimos entrando en cuanto pueblo pasábamos, y a las nueve de la mañana, con media hora de atraso, llegamos finalmente a Santa Rosa de Calamuchita. Había un remisse en la terminal de omnibus que nos llevó hasta las Cabañas del Bosque, donde el portón estaba cerrado con candado aún. Llamé por teléfono y al rato llegó un chico en su moto que nos abrió y nos dió acceso a la cabaña. Nos acomodamos con nuestras cosas antes de salir a dar una vuelta por el pueblo y almorzar en un restaurante de la calle principal. El rio Santa Rosa dividía el pueblo en dos y además de puentes para vehículos había un puente colgante un poco precario para peatones. Después del almuerzo regresamos a dormir una siesta recuperadora y poco después de las cuatro de la tarde llegaron Cacho y Elsa. Con ellos hicimos la primera excursión por la zona tomando la ruta hacia el sur hasta el embalse del rio Tercero, un paraje sumamente pintoresco a unos 30 km de Santa Rosa. A la puesta del sol regresamos a Santa Rosa y salimos a cenar a un restaurante del centro de los pocos que estaban abiertos.
Para el miércoles teníamos prevista una excursión un poco más larga aprovechando que nuevamente era un día soleado. El desayuno que nos ofrecían consistía de una canasta con facturas que nos trajeron a la cabaña a eso de las nueve cuando ya casi habíamos terminado nuestro propio desayuno con provisiones que habíamos comprado el día anterior. Arrancamos hacia el norte hasta el dique Los Molinos por un camino muy bonito y sinuoso. Rodeamos todo el embalse y paramos en Los Reartes para caminar un poco por el pueblo visitando la histórica capilla. Estando allí recibí un llamado de Viktoria que estaba en migraciones tramitando su pedido de residencia. Le reclamaban mi documento de identidad, cosa de la que no estaba informada. El documento lo tenía conmigo de modo que por segunda vez fracasaba el trámite. De Los Reartes continuamos hasta La Cumbrecita por otro camino también muy pintoresco. La Cumbrecita era un pueblo peatonal, o sea que había que estacionar el auto y caminar. La mayoría de las casas del pueblo era de tradicional estilo alemán muy bien cuidadas. Caminamos por una cantidad de callecitas y senderos todos muy bonitos, por suerte con pocos turistas, y almorzamos también unas buenas hamburguesas antes de regresar. El camino pasaba por la ciudad General Belgrano, otro pueblo bien alemán donde paramos para caminar un poco por el centro y por un parque por el que corría un arroyo. Ya anocheciendo llegamos de regreso a Santa Rosa de Calamuchita y esa noche hicimos una picada en la cabaña.
Habíamos decidido ir a nuestra vieja escuela el jueves, pero antes de eso fuimos hasta la ciudad de Alta Gracia a ver a Teté, primo de Norma Bettega, nuestra compañera de escuela y amiga de la niñez. Se suponía que Teté sabía de las actividades y horarios de la escuela. No lo encontramos en su casa pero si a su hijo que nos dijo que una hora más tarde estaría de regreso. Entonces fuimos al centro de la ciudad a tomar mates en el parque del tajamar, el antiguo dique construido por los jesuitas. En las ceranías estaba también el convento convertido en museo y la conocida iglesia. El convento estaba cerrando por lo que no pudimos entrar, y regresamos a la casa de Teté donde los encontramos y tuvimos una extensa charla sobre hechos del pasado con Elsa llevando la voz cantante. De allí partimos hacia la escuela, previa parada en Anisacate para almorzar al costado de la ruta. Yo no reconocí nada de mi primera escuela, y cuando llegamos ya no había nadie por lo que la vimos de afuera solamente. A poca distancia estaba nuestro antiguo campo y hacia allí fuimos. Solo había peones, pero pudimos observar nuestra antigua casa, lamentablemente deshabitada y en total estado de deterioro. Obviamente la ví además mucho más pequeña que lo que recordaba de ella. La siguiente parada fue en Villa del Rosario donde vivía Norma Bettega, pero nos llevó una buena hora llegar hasta allí. Nos encontramos con Norma, una hermana y un hermano, además de la anciana madre de ellos. Solo pudimos quedarnos un corto rato pues se estaba haciendo tarde y no queríamos llegar de noche a la cabaña. Asi y todo tuvimos un buen tramo de noche y con mucho tráfico de camiones. De todos modos fue bonito observar la pasada por el dique del rio Tercero con iluminación artificial.
Al haber fracasado la visita a la escuela del día anterior, decidimos hacer un nuevo intento el viernes por la mañana. El día había amanecido bien pero al rato se nubló y comenzaron a escucharse truenos. Fuimos directamente a Bajo Chico, el paraje donde se encontraba la escuelita y esta vez si estaba en pleno funcionamiento. La directora y el resto del personal nos dieron una cálida acogida y pasamos un rato largo charlando con ellos y viendo las instalaciones. Estando en la escuela cayó un chaparrón, y nos contaron que la escuela solía inundarse en caso de lluvia intensa. Ese día no pasó eso. Nos despedimos dee todos y tomamos la ruta hacia Alta Gracia y el camino de las altas cumbres hacia Mina Clavero. Antes de iniciar la subida almorzamos en un restaurante al costado de la ruta. Unos años antes había hecho ese camino en sentido inverso con los chicos y me había gustado mucho. La tormenta ya había pasado y todo el cruce a Mina Clavero fue espectacular. Allí alcanzamos a tomar unos mates y emprendimos el regreso utilizando una ruta alternativa por un camino muy pintoresco recientemente pavimentado que iba hacia la zona de Los Reartes y pasaba luego por la ciudad General Belgrano cuyo centro se veia muy hermoso de noche. En Santa Rosa Compramos algunas provisiones para una cena fria en la cabaña.
Sabíamos de la existencia de una cascada cercana y decidimos ir a visitarla el sábado por la mañana. Después del suculento desayuno de siempre con la infaltable canasta de facturas que nos traía la empleada fuimos con el auto hasta la salida del pueblo y subimos luego un corto tramo por un camino de tierra hasta un estacionamiento donde dejamos el coche e iniciamos una travesía a pie por una hermosa quebrada hasta llegar a la cascada que estaba a unos 1500 metros de distancia. La picada era bastante agreste, con partes rocosas, pero sin mayor dificultad. Nos quedamos un rato a la orilla de la lagunita que se había formado al pie de la cascada y en total nos llevó casi tres horas la excursión bajo el rayo de sol y con calor pero con bastante sombra también. Habíamos pensado hacer un asado pero al regresar al pueblo era la hora de la siesta y no encontramos carne por lo que cambiamos de planes y fuimos a comer un almuerzo tardío a la Villa General Belgrano. Tampoco fue facil encontrar allí un restaurante con la cocina aun abierta, pero en pleno centro logramos finalmente comer las clásicas salchichas con chucrut, que estaban deliciosas. Ya de regreso en nuestro pueblo conseguimos carne finalmente para hacer asado al día siguiente. Habíamos visto que se exhibía la película Relatos Salvajes en el cine del pueblo, y que Cacho y Elsa ya habían visto pero igual querían ver nuevamente por lo que a las nueve y media de la noche estábamos en el gigantesco salón del cine. La película estaba dividida en episodios, cada uno relatando situaciones de la vida diaria que comenzaban con un pequeño incidente y terminaban en catástrofe; algunos episodios me parecieron buenos, otros muy violentos y otros exagerados, pero con detalles bastante cómicos. En general una película aceptable y nada más. Como a la medianoche regresamos a la cabaña a dormir.
El domingo 9 amaneció muy lindo y por primera vez utilizamos las instalaciones del predio de la cabaña. Alicia y yo nos dimos un baño en la piscina que estaba bien limpia, y luego jugamos un rato al metegol con Cacho y Elsa, además de probar los aparatos de gimnasia y tirar algunas fichas en el juego del sapo. Ya era hora de comenzar con el asado y los chorizos que Cacho preparó con la meticulosidad de siempre, y luego partimos a hacer la última excursión planeada que era ir a la localidad de El Durazno, a poca distancia de nuestra cabaña. El lugar resultó ser muy pintoresco, con un arroyo que corría por una profunda quebrada y con una playa de arena donde nos sentamos a matear hasta la caida del sol. Al regreso a la cabaña comimos los restos del asado y empacamos nuestras cosas ya que al día siguiente planeábamos partir a las siete de la mañana.
No logramos salir a las siete pero si un ratito más tarde, y elegimos la ruta que iba a Alta Gracia y Córdoba ciudad. No entramos a la ciudad de Córdoba sino que utilizamos la circunvalación, que empalmaba con la ruta 19 hacia Santa Fe. El día era muy caluroso pero con el aire acondicionado del auto estábamos muy confortables. Solo notamos el calor al parar en una estación de servicio a hacer un almuerzo liviano antes de continuar. Cruzamos el rio Paraná por el tunel subfluvial y luego atravesamos toda la provincia de Entre Rios hasta Concordia. Aun de día llegamos a la casa de Laura y Luis que nos estaban esperando junto con Andrea y Camila, dos de sus hijas. La casa no estaba terminada aun pero si perfectamente habitable, con amplios espacios y una hermosa galería hacia el jardín de atrás. Tomamos unos mates y luego nos llevaron hasta el hotel La Posada del Sol donde nos ibamos a quedar Alicia y yo a pernoctar dos noches. También fuimos a la terminal de omnibus a averiguar por pasajes a Piriápolis pero no tomamos ninguna decisión. El tráfico en Concordia era infernal y muy desordenado, con motos y bicicletas haciendo de las suyas. Laura preparó una excelente cena y luego nos acompañaron caminando hasta el hotel. Allí notamos detalles de suciedad, dejadez y falta de mantenimiento que no habíamos visto antes pero estábamos tan cansados que no nos dió fuerzas para protestar y nos fuimos a dormir. La ropa de cama y de baño parecia limpia al menos.
A la mañana del martes decidimos dejar el hotel después de aclarar que nos ibamos desconformes, y cargando nuestras valijas en el auto fuimos con Cacho y Elsa a la terminal de omnibus donde reservamos pasajes desde Salto a Montevideo para esa misma noche. Era el día que cumplia años Laura y le dimos nuestro modesto regalo de dos paquetes con canela traida de Suecia. Ella estaba en pleno preparativo de una montaña de empanadas, que había que comer puntualmente a las 12:15 debido al horario de colegio de las hijas. Para postre Laura sacó del freezer una torta helada que estaba muy buena y le cantamos la tradicional canción de cumpleaños. Después del almuerzo hicimos una salida de paseo por Concordia, visitando el palacio San Carlos y la costanera donde armamos la mateada. Ambos lugares eran muy bonitos, el resto de Concordia parecia carecer de todo atractivo. Eso si, el rio Uruguay era imponente, y la ciudad uruguaya de Salto se veia en la orilla de enfrente. Cacho y Elsa habían prometido llevarnos a Salto y para ello había que dirigirse al norte unos pocos kilómetros hasta el embalse de Salto gGrande y cruzar el río. Laura vino también con nosotros y nos ayudó a encontrar la terminal de omnibus. Ellos regresaron de inmediato a Concordia y a nosotros nos quedaban tres horas para la salida del micro a Montevideo. En la terminal había un shopping y encontramos un restaurante donde pudimos cenar muy bien, ambos pidiendo pescado. A las 00:30 hora uruguaya partió nuestro omnibus hacia Montevideo.