Junio 2011
Nuestro día comenzó con un buen madrugón ya que nuestro vuelo a Madrid salía a las siete de la mañana del 17 de junio. Le había pedido a Johanna que nos llevara en el auto hasta el aeropuerto y partimos de casa a las cinco. Había mucha gente en el aeropuerto y si bien hicimos el check-in con mucha rapidez, Viktoria tuvo que hacer una cola bastante larga para dejar su valija, que no podia ir en la cabina. Nuestro vuelo era en dos etapas, con cambio de avión en Frankfurt. El atraso comenzó ya antes de la partida de Copenhagen, ya que según el piloto había demoras en Franfurt a causa de que habían inaugurado un nuevo sistema computarizado de control aereo. Tuvimos que esperar una hora en la pista hasta que nos autorizaron a levantar vuelo y luego estuvimos revoloteando también un buen rato sobre Frankfurt antes de aterrizar.
Los mismos problemas hicieron que se retrasara la salida del vuelo de Frankfurt a Madrid, y al tener tiempo de sobra y hambre también, compramos Karin y yo cada uno su buena salchicha alemana mientras que Viktoria se conformó con una ensalada. Nos iba dominando el cansancio, especialmente a Karin que no había logrado descansar lo suficiente después de su vuelo de Argentina del día anterior y además venía arrastrando un resfrío. A la una de la tarde continuamos finalmente viaje con un vuelo de Lufthansa en el que nos sirvieron una comida completa antes de llegar a Madrid. Mery había llegado una media hora antes de que aterrizaramos y nos encontramos en la terminal 2 después de haber recogido la valija de Viktoria. De los 15 grados y cielo nublado de Malmö pasamos a los 30 grados con sol de Madrid. Hicimos los trámites necesarios para retirar el auto, esta vez de Avis, y con el gps programado partimos hacia Cuenca. Karin pudo dormir buena parte del trayecto de dos horas y medio hasta el hotel La Cueva del Fraile que habíamos reservado en las sierras, a siete kilómetros de Cuenca.
Pasamos primero por el centro de Cuenca y luego tomamos un camino muy pintoresco hasta llegar al hotel. El hotel era muy grande y contaba además con un extenso parque y pileta de natación . Había también una carpa redonda gigantesca donde había mesas ya preparadas para un cena. Nos dimos cuenta más tarde que estaban preparando todo para celebrar una boda. Después de refrescarnos un poco decidimos salir a cenar a un restaurante en Palomera, una aldea a pocos kilómetros del hotel. Había leido que había allí un restaurante con buena recomendación por la comida y el precio, y lo encontramos de inmediato al ser tan pequeño el pueblo. Nos sentamos en el patio del lugar, que estaba ya bien concurrido, y la comida resultó realmente buena. Hasta tomé más vino de lo que hubiera hecho en Suecia. Sentados allí se hizo de noche y después de regresar al hotel dimos por terminado el primer día en España.
El Sábado nos despertamos con el trinar de los pájaros y bajamos a desayunar al restaurante donde nos encontramos con un buffet muy completo. Karin seguía arrastrando su resfrío desde Buenos Aires y combinado con el cansancio de sus viajes hizo que se agravara y amaneció bien tapada y con dolor de cabeza. Decidimos quedarnos en el parque del hotel al lado de la pileta antes de salir de exploración y Karin se fue sintiendo mejor a medida que pasaba el tiempo. A la una de la tarde se celebró la boda en el patio interno del hotel y pudimos ver a los novios antes de emprender viaje a Cuenca. Estacionamos el auto en un garage subterraneo a la entrada al pueblo y subimos caminando al barrio donde se encuentran las famosas casas colgantes. Se encontraba en la parte vieja de la ciudad y habían muchas callejuelas pintorescas para recorrer además de tener una vista magnífica desde su altura hacia los cañadones que la rodeaban. Para no cansarnos demasiado nos sentamos a la vereda de un bar a tomar cerveza acompañada de queso y jamón, y luego bajamos también caminando hacia el centro de la ciudad, donde encontramos todo cerrado al ser la hora de la siesta. Nos sentamos nuevamente en la vereda de otro bar por un rato antes de buscar el auto y salir hacia las afueras de la ciudad a hacer algunas compras en el supermercado, incluidas un par de botellas de vino espumante para celebrar. Para volver al hotel elegimos un camino diferente que bordeaba a uno de los cañadones, y a la llegada vimos que la fiesta de la boda continuaba, mientras que ya estaban preparando todo para una segunda boda que iba a tener lugar a la noche. Karin había llevado el equipo de mate y nos sentamos un rato a matear en el patio del hotel con una tarde magnífica de sol. Para cenar optamos por regresar a Cuenca por el mismo camino que habíamos elegido a la tarde y después de estacionar el auto buscamos un lugar adecuado para comer que encontramos finalmente en un restaurante en la ciudad vieja que tenía un patio con varias mesas. Allí sentados se fue haciendo también de noche y pudimos apreciar la iluminación de las fachadas de los edificios y también de las rocas de los cañadones cercanos. Al regreso al hotel abrimos una de las botellas de vino y brindamos por el encuentro y por el permiso de residencia que le habían otorgado a Mery.
Como era de esperar, el domingo amaneció también muy soleado y con promesa de calor. Después del desayuno fuimos todos a la zona de la pileta a disfrutar del lugar y nos quedamos un par de horas allí. Luego salimos de excursión con el auto, comenzando por la loma donde había un monumento de cristo y una mágnifica vista de la ciudad y los alrededores, Se llegaba hasta allí por un camino muy sinuoso y angosto, pero bien pavimentado. Mi idea era explorarlo de día para regresar nuevamente a la noche. A esa altura teníamos nuevamente apetito y entramos a Cuenca a buscar algún lugar abierto. Encontramos un bar de mala muerte donde nos sentamos a la sombra y pedimos sandwiches y bebidas. La siguiente excursion planeada era ir hasta la llamada ciudad encantada, para lo cual hubo que tomar otro camino hacia el noreste y hacer casi cuarenta kilómetros. La llamada ciudad encantada es en realidad un grupo de formaciones rocosas erosionadas en medio del bosque, consecuencia de que la zona había sido parte de un océano unos 90 millones de años atrás. Se tenía que dejar estacionado el auto y hacer un recorrido a pié de 1500 metros por un sendero muy bien marcado. A pesar del calor valía la pena el paseo, y nos encontramos copn buena cantidad de turistas. Desde allí completamos el circuito regresando al hotel por otro camino muy bonito en las sierras, y llegamos una hora antes de que cerraran la pileta por lo que fuimos de inmediato al parque de la piscina. Queríamos cenar nuevamente en el restaurante de Palomera y hacia allí fuimos, pero resultó que el domingo a la noche estaba cerrado por lo que tuvimos que continuar hacia Cuenca. No fue facil encontrar estacionamiento en el centro pero finalmente logré deshacerme del auto y caminamos unas cuadras hasta encontar una pizzeria y crepería con salón en el subsuelo donde pudimos comer bastante bien. A Mery la puso de mal humor toda esta movida, tal vez combinado con un poco de molestia de tener que compartir tiempo con las chicas. Luego subimos nuevamente al monumento de cristo ya de noche cerrada, y desde esa altura se podía ver la ciudad iluminada en todo su esplendor.
El lunes 20 era nuestro último día en Cuenca y eramos los únicos en el comedor para desayunar antes de emprender viaje. A eso de las diez y media de la mañana partimos del hotel en dirección de Madrid. Había que pasar por el centro de Cuenca antes de tomar la autopista. En poco más de dos horas llegamos a Barajas para alojarnos en el hotel que había reservado para esa noche y que era el mismo en el que había estado en dos oportunidades anteriores. El paso siguiente era devolver el auto en el aeropuerto, a cinco minutos de camino, antes de tomar el subte hacia el centro de Madrid. La temperatura era superior a los 36 grados pero así y todo caminamos kilómetros y entramos a numerosas tiendas. Karin pudo conocer la plaza del Sol, la plaza mayor, el palacio, y cantidades de calles laterales que le encantaron y a las que les sacó cantidades de fotos. Terminamos el día cenando en el restaurante Todo Pizza Todo Pasta, ya familiar para nosotros. Estando bien agotados, tomamos el subte de regreso a Barajas, donde aun tomamos la segunda botella de vino espumante. Era ya más de medianoche y nuestro avión partía el martes a las nueve de la mañana. Las chicas y yo tuvimos que madrugar nuevamente, mientras que Mery se pudo quedar más tiempo en el hotel. Nosotros no llegamos a tomar el desayuno, que comenzaba a las siete, a la misma hora en que el minibus del hotel nos llevó al aeropuerto. Allí nos enteramos que nuestro vuelo hasta Franfurt iba a ser operado por Spanair, y si bien completamos los trámites en forma rápida nos encontramos nuevamente con la noticia de que los problemas continuaban en Frankfurt por lo que finalmente partimos con dos horas de atraso. Desde luego que el vuelo de Frankfurt a Copenhagen ya había partido cuando llegamos, pero nos habían ubicado en el vuelo siguiente de Lufthansa que partía a las tres de la tarde. Llamé a Omar, quien había llevado a Ana María al aeropuerto de Copenhagen, y el prometió esperarnos. A las cuatro y media estábamos en Copenhagen e incluso llegó milagrosamente la valija de Viktoria. Cruzamos a Malmö con el auto de Omar y así completamos nuestra gira por España, que fue muy productiva aunque también me dejó un cierto dejo amargo y precupación por la actitud de Mery.