Llegados a Malmö nos instalamos en primera instancia en el departamento de Inés, mientras Gerd ponía en marcha la maquinaria social sueca. Mis conocimientos del idioma sueco eran casi nulos, lo que fue corroborado con un test que me hicieron, por lo que quedé anotado para iniciar un curso de idioma en la primera oportunidad que se presentara. En poco tiempo logramos encontrar un departamento de tres ambientes amplios en Bellevuegården, donde nos instalamos antes de navidad. De a poco fuimos comprando muebles y armando el departamento. Mi amigo Julio Heumann Bauer, quien vivía en Lund con Åsa, su pareja sueca, me prestó su auto ya que ellos se habían ausentado. Eso nos facilitó las cosas, ya que el 27 de diciembre nació Johanna en el hospital de Malmö.
El vice rector de la Universidad Marítima Mundial, quien también había sido mi profesor durante mis estudios, trató de conseguirme trabajo en la Universidad pero chocó con la negativa del rector ya que consideraba que yo había estado demasiado poco tiempo en mi país y no quería sentar un precedente de ese tipo. El objetivo de la universidad era obviamente preparar profesionales para que trabajaran en su pais de origen, un argumento irrefutable. A principios de enero de 1988 comencé a estudiar sueco, y lo hice en forma intensiva ya que formé parte de un grupo que tenía facilidad para los idiomas. De allí en más estudié el idioma durante tres años, ya que lo consideré como un factor clave para lograr avanzar como inmigrante en Suecia. En cuanto me sentí un poco seguro con el idioma comencé también a trabajar unas horas como empleado de limpieza en el banco PK del centro de Malmö, lo que me obligaba a levantarme bien temprano pues comenzaba a limpiar a las cinco de la mañana, antes de que llegaran los empleados. La empresa que me contrató me dió diversos trabajos de limpieza en oficinas y logré evitar la limpieza de locales de negocios, excepto en una sola oportunidad, ya que era un trabajo terrible.
En junio dejé el trabajo de limpieza ya que por intermedio de Karina, una amiga de Gerd, conseguí un trabajo de repartidor en una firma que vendía cables de acero y otros productos, donde ella trabajaba como secretaria. Un empleado se había accidentado y necesitaban a alguien que lo reemplazara por un mes. Además de salir a repartir con un camioncito, me tocaba preparar envíos y a veces hacía algún trabajo en la fábrica también. A pesar de mis limitaciones con el idioma y cierta intolerancia e incluso racismo por parte de algunos empleados, lo pasé bien allí. Después de todo no entendía lo que decían de mí, y varias horas del día me las pasaba dando vueltas con el camioncito. Era una época en que había una gran demanda de mano de obra, en parte por el elevado grado de ausentismo. Comencé a mirar los anuncios del diario y rápidamente conseguí trabajo de montador en una firma en Arlov que fabricaba equipamineto de cocina para grandes comedores. Me asignaron al sector de refrigeración y me tocó aprender a montar equipos refrigerados, lo que no había hecho nunca antes en mi vida. Éramos dos, y después de un tiempo renunció mi colega de modo que quedé como jefe del sector con un nuevo empleado a mi cargo: Julio Heumann Bauer. Él había estado repartiendo diarios pero decidió luego buscar trabajo en mi fábrica cuando se produjo la vacante y se lo dieron de inmediato. Julio, a quien yo conocía como alumno de mis tiempos como profesor en la Escuela de Náutica, había cursado también la Universidad Marítima Mundial en Malmö. Sin embargo él optó por quedarse en Suecia después de su graduación al haber hecho pareja con Åsa.
A través de contactos en Malmö de mi época de estudiante, me había anotado como experto náutico en una organización estatal (AMU) que proveía educación y que había formado un departamento internacional. Durante mi tiempo como montador de equipos frigoríficos me llamaron para preguntarme si tenía interés en trabajar como consultor en Somalia. Me pareció una buena idea y después de un tiempo me avisaron que había sido elegido por la UNESCO para la tarea, que iba a durar tres semanas. Pedí licencia en la fábrica y comencé esa aventura. Ya el viaje desde Roma con Somali Airlines, con un anticuado Boeing 707 me dio una pauta de lo que me esperaba. El avión no apareció cuando debía, se había demorado en Frankfurt, de modo que nos llevaron en omnibus a un hotel en las afueras de Roma para pasar la noche. Al día siguiente apareció el avión y salimos para el Cairo, escala de viaje. Por primera vez en mi vida vi las pirámides de Egipto, desde el aire. En el Cairo nos hicieron bajar y después de una interminable espera nos llevaron al hotel del aeropuerto, sin ninguna explicación. Hubo tumulto cuando nos dijeron que teníamos que compartir habitaciones, pero finalmente fui a dar a una habitación con otro pasajero. Nuestro avión estaba estacionado en la pista sin ninguna actividad visible, y mi compañero de habitación me dio una explicación: debido a la demora hubiéramos llegado de noche a Mogadishu, cosa imposible ya que las luces del aeropuerto no funcionaban.
Al día siguiente continuamos nuestro vuelo, y antes de aterrizar en Mogadishu pude ver desde el aire la miseria que me esperaba. También me esperaba un chofer de las Naciones Unidas, quien me ayudó a sortear el caos del aeropuerto, y me dejó en el hotel que me habían reservado. Más tarde me encontré con el grupo de expertos, un hindú, un filipino y un paquistaní que estaban a cargo del proyecto de reorganizar la enseñanza terciaria en Somalia. Mi misión era presentar un informe sobre la situación en el área de la enseñanza náutica y proponer los cambios necesarios. Después de ver la realidad somali, llegué a la conclusión de que era mejor para ellos olvidarse del tema, ya que carecían de los recursos humanos y económicos para encarar la enseñanza náutica. Por otra parte la flota mercante era prácticamente inexistente. Pero como ellos querían a toda costa su escuela preparé un informe con mis recomendaciones y además presenté una lista del material didáctico básico requerido, ya que no tenían nada de nada. En el ínterin me mudé también de hotel a uno más económico, ya que tenía planeado ahorrar parte de mis viáticos. Este plan estuvo a punto de fracasar cuando me encontré con que la oficina de las Naciones Unidas se empeñaba en pagar mi viático en moneda local sin valor ninguno. Finalmente logré convencerlos y me pagaron parte del viático en dólares. A mi regreso a Europa hice una parada de un día en Paris para entrevistarme con los responsables del proyecto en la UNESCO. Mi valija se había extraviado, de modo que tuve que salir a comprar al menos una camisa y corbata para la ocasión. La intención era que la UNESCO adquiriera el material sugerido y lo enviara a Somalia, lo que podía demorar un año, y entonces haría un nuevo viaje por dos meses a completar el proyecto. Así volví a Malmö y me reintegré a mi trabajo de montador.
Yo no tenía intenciones de viajar a la Argentina, pero para poder encontrarme con Gabriel y Agustín les pagué un viaje en avión y así vinieron solos a Suecia para estar con nosotros dos meses. Durante su estadía hicimos también un corto viaje a Hamburgo. Para entonces habíamos comprado un vehículo, una rural Datsun, para acomodar la familia y continuábamos viviendo en el departamento de Bellevuegården. Mi hermana Elsa me había manifestado su desilusión con la situación general en la Argentina y su deseo de emigrar. Dada la demanda de mano de obra en Suecia, averigüé en la fábrica si había posibilidades de dar trabajo a Cacho, y se manifestaron positivos. Con una carta de invitación iniciaron las gestiones en Argentina para emigrar a Suecia. Mientras tanto mi padre también viajó a Suecia y se instaló con nosotros mientras hacíamos los trámites para lograr su radicación. Su idea era que estando él aquí facilitaría los trámites de mi hermana. Sin embargo las cosas no se dieron de esa manera. Mi padre obtuvo la radicación por razones humanitarias, mientras que a mi hermana y su familia se la rechazaron por no haber razones suficientes. Fue una gran desilusión para mi hermana, quien incluso había comenzado a deshacerse de cosas planeando el traslado. Sin embargo creo que fue lo mejor para todos, porque en el ínterin se produjo una gran crisis económica en Suecia, creada por un calentamiento del mercado financiero y por el exagerado gasto causado por el abuso del generoso sistema social. Las quiebras comenzaron a apilarse, y la fábrica donde yo trabajaba fue una de las primeras en caer. Me preguntaba qué hubiera sido de Cacho en Suecia ante una situación de este tipo.
Julio y yo nos quedamos sin trabajo, y por mi parte cuando fui a la oficina de trabajo a buscar una solución, me conminaron a revalidar mi título de Oficial de la marina mercante mientras recibía mi fondo de desempleo. Nunca había sido mi intención volver a navegar, pero al no haber alternativa mandé una solicitud a la Escuela de Náutica de Kalmar, y me contestaron con lo que exigían, lo que fue sorprendentemente poco. Así pasé un año, parte estudiando en casa y parte atendiendo cursos cortos para obtener mi habilitación.
En el ínterin nos habíamos mudado a un departamento un poco más pequeño y barato en Bellevuegården, y más tarde se nos ocurrió la loca idea de comprar una casa. Después de una intensa búsqueda encontramos una en Tygelsjö, dentro de la comuna de Malmö y a diez kilómetros del centro, hacia el sur. Tygelsjö es un pueblo que en ese entonces tenía unos cinco mil habitantes y que consistia mayormente de chalets. Había también una escuela y negocio. Otros servicios como la biblioteca y el banco fueron desapareciendo con el tiempo. Una buena parte de los habitantes del pueblo trabajaban en Malmö, o sea que era un clásico ”pueblo dormitorio”.
La casa que compramos era un chalet de dos plantas, construido en la década del 70, con garaje, y se encontraba en una esquina con jardín alrededor de toda la casa. Había cuatro dormitorios y mucho espacio para nuestra familia. La compramos cuando los precios estaban muy altos, de modo que pagamos casi un millón de coronas. La mayor parte del importe era dinero prestado de instituciones de crédito, aunque había subsidios del estado para disminuir los costos de los intereses. Dado que contábamos con tener ingresos, tanto Gerd como yo, consideramos que estábamos en condiciones de afrontar la deuda.
Entramos a la casa en mayo del año 1991, y en ella viviríamos 5 años. Gerd estaba nuevamente embarazada y la fecha aproximada del parto coincidía con mi cumpleaños. Mi papá seguía viviendo en Suecia, pero Gerd le había conseguido un departamento de un ambiente en Limhamn. Hicimos también arreglos para que mi hermana hiciera una visita a Suecia y durante su estadía nació Viktoria. Gerd comenzó con dolores el 30 de junio y al día siguiente de madrugada fue el parto en el hospital de Malmö. Mi hermana y mi papá hicieron una gira por Europa paseando y visitando amigos y parientes, y mi papá decidió también que iba a regresar a la Argentina. Dado que había fallado el intento de radicación para Elsa y Cacho, y sabiendo que yo comenzaría pronto a navegar, indudablemente mi papá se sentía más cómodo estando con mi hermana en Bariloche. Él pensaba en su futuro, cuando ya no estaría en condiciones de arreglarse solo. Así fue como regresó para siempre a la Argentina.
Con mi flamante libreta de embarco conseguí trabajo de inmediato. Mi primer buque fue el “Redonia”, un pequeño transporte de asfalto líquido que estaba en un puerto en el fiordo de Oslo. Embarqué a principios de agosto del año 1991 por un solo viaje hasta el norte de Noruega y regreso a Gotemburgo, pero el mismo armador me ofreció embarcar de inmediato en un buque químico, el “Coppelia” donde hice un período de seis semanas. No era de mi agrado navegar en un buque químico con todos los riesgos para la salud, pero era solo una suplencia. A sugerencia de Gerd había mandado una carta de presentación a seis armadores diferentes ofreciendo mis servicios. Uno de ellos, Ektank AB, me contestó diciendo que había un puesto para mí, pero justo había firmado contrato para trabajar en un ferry entre Ystad y Ronne en Bornholm. Eso fue a fines de noviembre de 1991 y durante un mes crucé dos veces al día entre Suecia y Dinamarca, con una semana a bordo y una de licencia. Fue uno de los embarcos más aburridos que hice, debido a que siempre era exactamente la misma rutina. Por otra parte no es el mejor de los trabajos tener que llevar pasajeros. Este trabajo terminó abruptamente cuando la compañía quebró, echando a todo el personal. Alcancé a pasar la navidad en el buque, ya que estaba de guardia, y toda la familia estuvo a bordo conmigo para nochebuena. Habiendo recibido con anterioridad la propuesta de Ektank los llamé para explicar mi situación y el jefe de personal me informó que aún había vacantes. A fines de enero del año 1992 embarqué en el Ek-Sky y así comenzó una larga relación laboral con esa compañía.
Los años que vivimos en Tygelsjö fueron de mucho trabajo para mantener la casa y hacer las reformas necesarias. En verano se podía disfrutar del jardín y fue una experiencia con aspectos tanto positivos como negativos. También significó muchos gastos, que hicieron que nuestra economía fuera en muchas ocasiones bastante precaria. Yo navegaba, de modo que pasaba seis semanas a bordo y otras tantas en tierra. Para Gerd era una carga pesada estar a cargo de la casa y de las chicas con todos sus problemas durante mi ausencia. Una alternativa posible era tratar de conseguir un trabajo en tierra y comencé a buscar activamente un empleo de cualquier tipo. Finalmente logré encontrar un trabajo con MKB, la empresa propietaria de departamentos que buscaba encargados para sus edificios. Renuncié a mi empleo en Ektank y comencé en agosto de 1994.
Durante ese tiempo decidí también finalmente hacer un viaje a la Argentina y retomar contacto con los chicos, a quienes tenía del todo abandonados. Con dinero prestado de Julio para los pasajes viajamos Karin, Viktoria y yo el 7 de abril del año 1995 a Buenos Aires. Johanna acababa de comenzar la escuela y consideré que no era conveniente para ella perder un mes de clases. El último tramo del vuelo de ida fue bastante accidentado; una tormenta sobre Buenos Aires nos obligó a aterrizar en Montevideo y esperar allí más de una hora hasta que mejoraron las condiciones del tiempo y luego sí pudimos aterrizar en Ezeiza bajo una lluvia torrencial. Tuvimos una gran comitiva de recepción y salimos en caravana a Bella Vista, con inundación en todas partes. Nos instalamos en la casa de la familia Propato y fue allí donde tuvimos la mayoría de los encuentros con Gabriel, Carolina y Francisco.
<div class="imageright"><img src="fotos/capitulo 8/Federico Gabriel con Francisco.jpg"><br />Federico Gabriel con Francisco</div>
Antonio nos prestó su auto y así viajamos junto con Gabriel, Carolina y Francisco a San Juan para el fin de semana de pascua. Agustín vivía en la ciudad de San Juan junto a su esposa Alejandra, quien estaba embarazada. Pasamos con ellos el fin de semana y apenas regresamos a Buenos Aires nos enteramos que Alejandra había tenido un parto prematuro y así nació Mariano el 18 de abril. Con las chicas viajé a Bariloche en micro por una semana a visitar a mi hermana y el resto de la familia y a nuestro regreso a Buenos Aires dejé a las chicas en la casa de Antonio para hacer un corto viaje en ómnibus a San Juan y conocer a mi nieto Mariano. El estaba en incubadora y luchando por salir adelante. En la clínica me dejaron verlo y lo pude levantar también. Era tan minúsculo que cabía en la palma de mi mano. Durante esos días cayó enfermo Eduardo Rattner con apendicitis que se le convirtió en peritonitis. Lo visité en el hospital naval, donde también me encontré con Cristina, y allí pude comprobar lo grave que había estado. Tuvo un largo período de recuperación antes de restablecerse. El 6 de mayo emprendimos el regreso a Suecia con la promesa de volver a más tardar en dos años.
Nuestra economía estaba sufriendo mucho a causa de mis reducidos ingresos como empleado en tierra y los altos costos relacionados con la casa. Nuestro matrimonio estaba comenzando también en un camino de deterioro, y cuando Julio me preguntó si tenía interés en regresar a Ektank me decidí por renunciar a MKB y volver a mi vida de navegante como primer oficial a bordo del Ek-Cloud. Esto sucedió a mediados de junio de 1995, cuando el Ek-Cloud estaba en dique seco en Gotemburgo después de su varadura en el archipiélago. Más adelante ese mismo año se produjo una grieta muy seria en nuestro matrimonio. Después de un tiempo nos quedó en claro que había llegado a su fin y solicitamos el divorcio de común acuerdo hacia fines de año. Después del obligatorio período de reconsideración de seis meses nos otorgaron el divorcio en abril de 1996. Temporariamente seguíamos viviendo en la casa de Tygelsjö, aunque Gerd se mudaba a otro lado cuando yo estaba en tierra.
Del Ek-Cloud había pasado a servir de primer oficial al Ekfjord en diciembre de 1995 después de haberse producido un conflicto allí entre los primeros oficiales, quienes tuvieron que pasar a otros buques, y a mediados de abril del año 1996 me ofrecieron un puesto de capitán en el Ekfors. Superando mi aprehensión acepté la oferta, ya que después de todo era la continuación lógica de mi carrera de navegante y si otros tenían éxito supuse que yo también podía hacer el trabajo. A fines de ese mes tenía que embarcar, previa pasada por Göteborg y las oficinas de la compañía para recibir algunas instrucciones y también entrenamiento en el programa de liquidación de sueldos. Ese entrenamiento me lo dio Annica, quien trabajaba como secretaria para Ektank y con quien a partir de entonces tuve frecuente contacto de trabajo desde el buque.
A principios de julio de 1996 alquilé un departamento en el centro de Malmö, en Lilla Kvarng. 9, mientras que la casa se la alquilamos a su vez a una pareja por dos años. Me mudé con las chicas al departamento y Gerd también lo utilizó un tiempo mientras yo estaba ausente, a la espera de conseguir un departamento propio. En agosto de ese año hice un viaje de una semana a Vancouver para participar del congreso sobre simuladores de navegación, y en esa ocasión me encontré con Eduardo y Cristina. Pasamos una semana muy linda en Canadá. También logramos vender finalmente el mini-bus Mitusbishi que teníamos y que ya no cumplía ningún propósito. Con mi 50% le devolví el préstamo de viaje a Julio y decidí no comprar ningún vehículo propio.