29 de Junio 2022
Miércoles 29. Antes de las cinco y media de la mañana estuvo cargado el auto y nosotros listos para hacer el corto trayecto de 30 km a Trelleborg. El desayuno pensábamos hacerlo en el barco con nuestras provisiones y el infaltable mate. A las siete y media estaba prevista la partida pero por alguna demora recién soltaron amarras media hora más tarde para iniciar la travesía de seis horas hasta Rostock con una mañana apacible y soleada. Encontramos un buen lugar con asientos y mesa para ubicarnos durante el trayecto, y además de desayunar nos sumergimos en nuestros respectivos libros. Yo recuerdo haber dormitado un rato, al haber sido la anterior una noche extremadamente corta para nosotros. 250 km de excelente autopista separaban a Rostock de Berlín y como era habitual en Alemania nos encontramos con tramos en reparación o ampliación, pero el tráfico no dejaba de fluir. Quedamos sorprendidos ante la cantidad de gigantescos parques de celdas solares y de generadores eólicos que vimos a lo largo de la ruta. A eso de las cinco de la tarde hicimos nuestra entrada a la ciudad. El hotel Melarose Feng Shui se encontraba sobre una avenida al noreste del centro, en la zona que había pertenecido a Berlín oriental y como habíamos contratado estacionamiento también, entramos con el auto a un patio interno sin moverlo más hasta el día de regreso. Creo que incluso invadimos la zona verde, no permitida para nuestro auto. La habitación era un poco pequeña pero confortable y como los días en Berlín fueron calurosos extrañamos en algunas ocasiones el aire acondicionado. La avenida frente al hotel conducía hacia el conocido Alexanderplatz, que quedaba a unos dos kilómetros y decidimos ir a pie para comprar allí sendos boletos de 24 euros que servían para usar el transporte público en forma ilimitada por 48 horas. Luego descubrimos que había sido un error pues a raiz de la probable crisis energética que se avecinaba por el conflicto en Ucraina el gobierno había implementado boletos mensuales de 9 euros para estimular el uso del transporte público. O sea que esos boletos nos habrían costado 18 euros a cada uno. Buscando restaurantes para cenar en las cercanías del Alexanderplatz dimos con el Hofbräu Wirtshaus Berlín, un clásico restaurante de Baviera con un gigantesco salón con largas mesas y bancos además de música en vivo. Los mozos y mozas vestían desde luego los trajes tradicionales. Volvimos a pie hasta el hotel cuando ya había anochecido. Recordé que era el día del cumpleaños de mi prima Eleonor y le mandé un mensaje de felicitaciones.
Jueves 30. El hotel ofrecía un excelente desayuno y nosotros bajamos al comedor en cuanto lo abrieron a las siete de la mañana. Habíamos decidido anotarnos en los cada vez más populares "free tours", o sea con pago a voluntad, y para el día de mi cumpleaños teníamos previsto hacer el que tenía como tema misterios y leyendas de Berlín, para el cual estábamos citados en las cercanías de la puerta de Brandenburgo a las diez de la mañana. Significaba una caminata de cuatro kilómetros y medio pero valía la pena hacerla para conocer más de cerca la ciudad. El último tramo, entre la isla de los museos y la puerta de Brandenburgo lo hicimos por la imponente avenida Unter den Linden con sus majestuosos edificios que albergaban varios museos y universidades además de algunas embajadas. Nuestro guía era español y estaba muy bien preparado para su tarea. Junto con una docena más de participantes de habla hispana iniciamos la caminata visitando el cercano memorial en homenaje a la etnia gitana asesinada por el regimen nazi y un poco más adelante el memorial a los homosexuales que corrieron la misma suerte en ese período. Estos monumentos se encontraban en el gigantesco Tiergarten. Luego continuamos hasta el lugar donde había estado el bunker de Hitler del que no quedaba rastro alguno y allí se explayó nuestro guía sobre las diversas teorias sobre el final del dictador, sin excluir aquellas que sostenían que había huido a la Argentina. Al llegar a ese punto no tuvimos más remedio que interrumpir el tour porque Alicia había reservado una hora para hacer la visita a la famosa cúpula transparente del Reichstag, el parlamento alemán, que se encontraba en las cercanías de la puerta de Brandenburgo. La cúpula era obra del arquitecto Norman Foster, quien había competido con Calatrava y salido ganador con su proyecto. Después de pasar un estricto control de seguridad accedimos a la cúpula donde nos hicimos de una audioguía en español. La imponente construcción de vidrio proporcionaba una vista de 360 grados de la ciudad, al subir por una rampa en espiral hasta el extremo superior. En el centro de la cúpula habían construido un cono invertido con 360 espejos que reflejaban la luz solar hacia el interior del edificio, donde se encontraba la cámara de debates de los diputados. La construcción tenía una abertura circular en el centro que permitía la salida del aire de la sala de debates por el interior del cono recuperando de paso la energía térmica generada. La abertura permitía también la entrada del agua de lluvia que era recogida en el piso en declive de la plataforma superior y canalizada por una rejilla circular. Después de esta visita fuimos a almorzar a un restaurante chino cercano y luego caminamos hasta el famoso "check point Charlie" que en su tiempo comunicaba Berlin oriental con la zona americana del sector norteamericano de Berlin occidental. Era de imaginar que un lugar tan cargado de historia iba a convertirse en un lugar favorito para los turistas y vimos mucha gente en la zona además de fotografías y museos conmemorativos. Al día siguiente teníamos previsto hacer el tour con el tema del muro por lo que no visitamos ningún museo y regresamos al hotel combinando el subte con el tranvía. Alicia había detectado una peluqueria cercana al hotel y como quería recortar un poco su cabello fuimos allí, y mayormente con señas logró hacerse el corte que quería. Habíamos llevado una botella de espumante desde casa para hacer un brindis de cumpleaños pero como no teníamos heladera en el hotel quedó archivada y regresó sin abrir a Suecia. Habíamos visto que había bastante gastronomía en la plaza Hackescher Markt, adjacente a una de las tantas estaciones de tren y que quedaba al final del recorrido del tranvía que pasaba por el hotel por lo que fuimos hasta allí a cenar. Encontramos un restaurante español y llegamos justo a tiempo pues estaban por cerrar la cocina. Allí pedimos sendas copas de vino espumante para acompañar la comida y así hicimos el brindis.
Viernes 1 de julio. Dia del cumpleaños de Viktoria, que celebraba en Francia con Isabel. Nuevamente desayunamos temprano y partimos luego con el tranvía al siguiente tour. Sin haberlo controlado antes fuimos a la puerta de Brandenburgo y allí descubrimos que nos habíamos equivocado pues el tour del muro arrancaba desde la entrada al Tränenpalast, el palacio de las lágrimas. El guía del día anterior nos acompañó hasta ese lugar habiendo avisado a su compañero que estábamos un poco atrasados. Este museo se encontraba al pie de la estación de Friedrichstrasse, que era estación terminal durante la separación de Berlín, y el museo contenía dramáticos testimonios de la tragedia que significó la demoníaca idea del muro para tantas familias alemanas. Nuestro guía argentino nos dió tiempo para visitar el museo y luego tomamos el subte hasta la estación Nordbahnhof dentro de la zona este donde vimos un ejemplo de cómo habían sellado a cal y canto todas las estaciones de la red occidental que habían quedado en el sector oriental al construirse el muro. También vimos la forma en que se controlaba que nadie pudiera escapar por ese medio. Finalmente nos dirigimos a la calle Bernauer, donde se encontraba el memorial del muro. La calle habia sido la antigua linea fronteriza de un tramo del muro y se había conservado allí un sector del mismo completo con una torre de vigilancia, los rollos de alambre de puas y la minada tierra de nadie. El tour finalizó allí, justo en el momento en que comenzó a caer una llovizna, la única que tuvimos durante toda la estadía. Por suerte pasaba por allí un tranvía que nos dejaba a escasas cuadras del hotel. Teníamos previsto emprender el regreso a Malmö al día siguiente, pero nos quedaba en el tintero una visita infaltable que era el museo de Pérgamo por lo que decidimos extender la estadía quedándonos un día más en el hotel. Después de descansar un rato salimos nuevamente para ir al museo a comprar las entradas para el sábado a las diez de la mañana. Ya teníamos bastante apetito y después de curiosear por la feria callejera africana del Alexanderplatz fuimos nuevamente a cenar al restaurante alemán al que habimos ido dos noches antes.
Sábado 2. Teníamos por delante un nuevo día de mucha actividad, comenzando por el museo de Pérgamo que abría a las diez de la mañana. Este museo de historia tenía una enorme y fantástica colección de objetos de arte incluyendo antiguedades clásicas, la antigua mesopotamia y el arte islámico. Era imposible ver todo con detenimiento en unas pocas horas pero hicimos lo posible teniendo en cuenta que a las tres de la tarde ibamos a hacer el siguiente tour. Nuestro pase de 48 horas estaba por llegar a su fin por lo que compramos sendos boletos de 9 euros para poder seguir usando el transporte público. Desde la isla de los museos caminamos hasta la puerta de Brandenburgo, parando en el camino para hacer un breve almuerzo, y luego nos juntamos con el grupo que iba a guiar un español para hacer el tour de Berlin. Este paseo nos llevó a algunos lugares que ya conocíamos y otros nuevos, muy bien narrado también por nuestro guía, y siempre con el tema del nazismo y la consiguiente guerra fria flotando en el aire. La gira terminó en las cercanías del check point Charlie, y como el guía nos había recomendado el cercano restaurante aleman Maximilian, a él fuimos a comer. Era de estilo bavario también aunque no tenía la atmósfera de taberna del otro, estando en un barrio más elegante de la ciudad. Comimos muy bien allí también y siendo aun temprano decidimos ir a otro lugar famoso de Berlín, el East Side Gallery. Para ello hicimos una combinación de subterráneo y ómnibus y llegamos al lugar donde el muro corría por varias cuadras a lo largo del rio Spree y estaba pintado con variedad de graffiti y arte callejero. Había mucha gente joven sentada a la orilla del río y encontramos dos barcos amarrados que funcionaban a modo de hostel. Al final del muro llegamos al bello puente de dos pisos llamado Oberbaumbrücke cuyo origen se remontaba al siglo dieciocho aunque pasó por muchisimas modificaciones y reconstrucciones durante su larga vida. Por la parte superior pasaba la via del tren. Desde el puente vimos junto con una multitud la hermosa puesta del sol sobre el río. De allí regresamos en omnibus y tranvía al hotel.
Domingo 3. Finalizaba nuestra visita a Berlín pero antes de partir quisimos ir a ver la feria callejera más grande de la ciudad que se hacía en el Mauerpark. Abría a las diez y quedaba cerca en tranvia por lo que desayunamos, empacamos todo y lo guardamos en el auto entregando la habitación antes de ir a la feria. Alicia se compró un sombrero en la gigantesca feria y comió sandía en un puesto de comida antes de volver al hotel. A las doce partimos hacia Puttgarten pues la idea era regresar por ese camino que significaba más carretera pero solamente 45 minutos de cruce en ferry. Antes de subir al barco pasamos por el Bordershop a comprar algo de vino y licor para nosotros aprovechando que Johanna había hecho también un pedido grande de cerveza y vino. Allí se pagaba cerca del 50% del precio en Suecia. Luego conseguimos subir al primer ferry que zarpaba, con pocos vehículos que iban hacia el norte. Solo nos quedaban por hacer un poco menos de 200 kilómetros por Dinamarca hasta cruzar el puente y llegar a casa, lo que hicimos a las diez de la noche.