Diciembre 2006 a agosto 2007
Me tocaba pasar la navidad a bordo, pero el embarco se fue demorando y ello me dio tiempo a poner en orden el nuevo departamento. Viktoria y yo hicimos cambio de dormitorio y modificamos en varias oportunidades el amoblamiento hasta que quedamos satisfechos. Compré un arbol de navidad y decoramos el departamento, en el que cada vez me sentía más a gusto. También organizamos un par de fiestas pre-navideñas con las amistades de costumbre.
Finalmente llegó el momento de embarcar, lo que hice el 19 de diciembre y como fui con un auto alquilado a Simrishamn llevé conmigo un arbol de navidad comprado en Bauhaus la misma mañana de mi partida. A bordo solo teníamos ejemplares de plástico.
Antes de embarcar había comprado regalos varios de navidad para la tripulación y momentos antes de la cena de nochebuena repartimos los regalos por sorteo. Estábamos en el mar Báltico y llegamos a Gdansk el 25 de diciembre a la mañana para comenzar a cargar como de costumbre. Nuestro destino era Mongstad en Noruega y zarpamos de allí antes de la víspera de año nuevo. Por suerte conseguí prácticos para que pudieramos navegar protegidos por el archipiélago, porque soplaba mucho viento. Asi y todo tuvimos bastante baile en el último tramo cuando desembarcamos el práctico. Había contado con que pasaríamos frente a Malmö a medianoche pero por el atraso no llegamos a tiempo. Vimos en cambio los fuegos artificiales de fin de año en Helsingborg y Helsingör. Fue un buen espectáculo para toda la tripulación, que se reunió en el puente para hacer un brindis con sidra y así entramos al año 2007. La tormenta del día anterior no era más que un anticipo de la que nos tocaría dos semanas más tarde, cuando el 18 de enero nos encontramos en el canal de la Mancha haciendo frente a vientos huracanados de proa de hasta 40 m/s. Estábamos cargados y en viaje de Dunkerque a Le Havre, y en varias oportunidades retrocedimos en lugar de avanzar. Nunca había experimentado algo similar. La tormenta llegó hasta Suecia donde se la bautizó con el nombre "Per" y causó también muchos estragos. En la costa sur de Inglaterra sufrió averías un buque contenedor al que tuvieron que hacer encallar en la playa para que no se hundiera.
Johanna seguía aún en Argentina pero había decidido regresar a Suecia a mediados de marzo. Al mismo tiempo quería hacer el viaje que yo tenía planeado con Viktoria, de modo que le conseguí pasajes para volar conmigo el 10 de julio y regresar los tres juntos el 17 de agosto.
El siguiente embarco fue en Oulu a mediados de marzo, y aun había bastante hielo. Cuando zarpamos de Oulu seguimos a un rompehielos pero luego no tuvimos problemas en seguir solos hacia el sur. Después de ese viaje ya no tendría más contacto con el hielo por el resto de la temporada invernal. Mientras estaba embarcado se produjo el regreso de Johanna de Argentina. Llegó el 20 de marzo por lo que pasaría casi un més antes de encontrarme con ella a mi desembarco, que fue a mediados de abril. Johanna consiguió trabajo con un par de familias danesas radicadas en Malmö que necesitaban niñera. Al mismo tiempo comenzó a buscar trabajo como au-pair en EEUU, lo que finalmente consiguió para fines de septiembre y por una duración de un año.
El último embarco previo a nuestra partida a la Argentina comenzó en Gotemburgo con una entrada dique seco, la tercera que me tocaba con el Ek-Star. Entre otras cosas nos cambiaron el servidor y nos instalaron comunicación satelital e internet. El puente fue un caos durante los diez días en dique pero la nueva instalación terminó funcionando aun cuando se produjeron algunos problemas iniciales. Cualquiera que dispusiese de una computadora con red inalámbrica podía conectarse a internet en el futuro utilizando el Wi-Fi del buque.
Durante uno de los primeros viajes después de la salida de dique seco y mientras estábamos amarrados en San Petersburgo, un buque que estaba entrando se acercó demasiado y nos tocó en la proa dañandonos una parte de la borda en el castillo y el bulbo. Por suerte no se produjo ninguna abertura en el casco ni nos soltamos del muelle, pero pasé dos días de pesadilla haciendo informes y recibiendo inspectores a bordo. Los daños no eran suficientemente grandes como para justificar una detención y nos dejaron cargar y zarpar, con la condición de reparar los daños dentro de un plazo de 30 días. En el último puerto en que estuvimos antes de ir nuevamente a dique en Gotemburgo hicimos una transferencia a otro buque y durante la zarpada hice una mala maniobra al no considerar la acción del viento y terminé tocando el casco del otro buque. Los daños fueron menores pero con el auxilio de un remolcador tuve que mover el buque a otro muelle y repetir todo el proceso del primer incidente. Por suerte fue una demora de pocas horas y además solo le había dañado la pintura al otro buque, pero por supuesto fue una gran mortificación para mi amor propio. Esto fue en Rotterdam a principios de julio, y de allí partimos directamente a Gotemburgo donde alcancé a llevar el buque al muelle del dique seco antes de desembarcar.
Viktoria comenzó su aventura de volar sola a la Argentina el 10 de junio y el viaje no dejó de tener sus sobresaltos. La niebla que había obstaculizado durante varios días las operaciones en Ezeiza obligó a desviar su vuelo a Montevideo donde tuvieron que esperar un rato a que mejoraran las condiciones. Finalmente lograron aterrizar en Ezeiza, donde la estaban esperando los chicos. Ni yo a bordo ni Johanna en casa tuvimos noticias frescas de ella antes del día siguiente de su llegada. Pero al poco tiempo retomamos contacto y nos enteramos de que todo iba bien. Viktoria comenzó a moverse con mucha independencia y soltura en Buenos Aires y también comenzó a hacer uso de sus conocimientos de castellano que no había demostrado antes en Suecia.
Mi regreso a casa fue el sábado anterior a nuestra partida y tuve entonces un par de dias para completar los preparativos. Dejé un juego de llaves a Omar con el encargo de que mantuviera las plantas con vida y juntara el correo. El ya se había gastado todas las vaciones con un viaje a la Argentina. También me prestaron una valija ya que como era la costumbre llevaba ropa usada para dejar en Bariloche, además de una serie de encargos tanto de mi hermana como de Karin.
El 10 de julio partimos Johanna y yo con el colectivo 999 con todos nuestros bártulos a Copenhagen y desde allí volamos con Iberia a Madrid donde teníamos que esperar más de cinco horas antes de continuar viaje. Era impresionante el tamaño y diseño del nuevo aeropuerto. Tuvimos que cambiar de terminal y lo hicimos con un tren subterraneo sin conductor, un viaje de varios minutos. Nos entretuvimos paseando por la terminal y encontramos también un restaurante con excelentes hamburgesas. Al no haber servicio de comida en el vuelo de Copenhagen estábamos con buen apetito. Johanna durmió un rato en el único banco que encontramos sin apoyabrazos individuales, un detalle negativo del aeropuerto. La gente que tenía largas esperas se tiraba en cualquier lado a dormir. Nuestro vuelo salía pasada la medianoche y finalmente llegó la hora de embarcar. Hicimos un viaje sin incidentes a Ezeiza y llegamos con puntualidad, sin niebla ni otros contratiempos. Todo el equipaje llegó también y no nos obligaron a abrir nada. Nos estaban esperando los cuatro hijos restantes y Lolita, la combi Volkswagen de Gabriel. Agustín le había quitado la fila de asientos del medio ya que la estaba usando para un trabajo de reparto, por lo que había lugar de sobra para las valijas. Karin había tomado libre el día para poder venir a recibirnos. A la tarde fuimos al Jumbo de Palermo a comprar un colchón de doble plaza que necesitaba Agustín y que temporariamente ibamos a utilizar nosotros en el departamento de Gabriel. Planeando para el futuro decidimos que partiríamos el lunes hacia la costa con destino final Bariloche. A Karin le iban a dar cuatro semanas libres en su trabajo y Agustín había hecho arreglos para que otros se hicieran cargo del reparto durante su ausencia. Francisco estaba viviendo con Gabriel y lo fuimos a buscar a la escuela, que estaba a unas pocas cuadras de distancia en Palermo. Esa misma noche fuimos a cenar a un restaurante donde se podía ver el partido de la selección argentina, y al dia siguiente visitamos el restaurante sueco, donde trabajaba Karin. Nos encontramos con el personal antes de irnos, con la intención de regresar a la tarde. Johanna, Viktoria y yo fuimos al negocio donde estaba en reparación la cámara digital de Johanna, para activar el proceso. Luego caminamos por la ciudad antes de regresar al restaurante y comer con el personal cuando ya habían cerrado al público.
También alcanzamos a darnos una vuelta por San Isidro y saludar a Laura y Margarita, además de reunirnos con Rubén y su familia el domingo a ver otro partido de la selección argentina. Laura Larroca vino hasta la casa de Gabriel a dejar algunas cosas que llevaríamos a Bariloche, y Antonio también pasó a saludarnos, acompañado de Antonieta, Matias y su novia. El auto de Gabriel necesitaba unos ajustes finales antes del viaje y Agustín se ocupó de poner todo a punto. Un día lo acompañé tambén a Agustín en su reparto por el barrio, toda una aventura.
Así llegó el lunes 16 de julio, el día en que nos pusimos en marcha. Agustín había sacado el tubo de gas de la combi al decidir que solo utilizaríamos nafta. Así había más lugar, aunque así y todo logramos llenar la camioneta con nuestro equipaje, mantas, almohadas, guitarra y demás cosas. Nuestro objetivo era llegar ese día a Villa Gesell, donde habíamos reservado habitaciones por dos noches. Primera parada fue al dejar la autopista en Dolores para ir a la costa. Había una parrilla sobre la ruta y comimos un tardío almuerzo. La combi no iba a más de 80 km/h y nos faltaba aun bastante para llegar, pero finalmente hicimos nuestra entrada triunfal a Villa Gesell cuando ya había caido la noche y fuimos directamente a tomar contacto con el mar antes de instalarnos en el hotel Flor de Lis. A la mañana siguiente salimos a explorar la ciudad y caminamos una cantidad de cuadras por la calle principal hasta llegar al Rey de la Medialuna, un lugar que los chicos conocían bien de us viajes anteriores. Nos adueñamos del local y consumimos facturas en cantidades; valía la pena la caminata. Más tarde paseamos también por la inmensa playa e hicimos una excursión con la combi hasta Mar de las Pampas, un lugar exclusivo para gente de dinero. Habíamos decidido ir al cine y vimos la excelente película animada Ratatuille antes de ir a cenar a un restaurante.
Después de la segunda noche de hotel y un nuevo desayuno en el Rey de la Medialuna continuamos nuestro viaje al sur, teniendo como meta llegar a Claromecó donde podíamos pasar la noche en la cabaña de los padres de Bordón, el socio de Gabriel. La primer parada fue en Mar del Plata, estacionamos en el centro y caminamos hasta la rambla. Era un día de sol y la playa estaba practicamente vacía al ser invierno. No nos quedamos mucho tiempo, y seguimos viaje pr la costa pasando por Miramar y llegando a Necochea hacia el atardecer y con mucho hambre. Encontramos un restaurante de hamburguesas en el centro y después de comer continuamos hacia Claromecó donde llegamos ya de noche. En la estación de servicio pedimos orientación para llegar a la cabaña y un señor se subió a su vehículo y nos piloteó. El sabía la ubicación de la cabaña y así evitamos dar vueltas en la oscuridad. Resultó ser una casa muy amplia y cómoda, con muchas camas, ideal para pasar la noche. Después de instalarnos regresamos al centro y encontramos un restaurante para cenar. Pedimos una exagerada cantidad de comida y tuvimos que dejar algo. Cuando volvimos a la cabaña prendimos el hogar a leña, mientras que Gabriel y Agustín se daban una vuelta en la oscuridad por la playa que estaba a pocas cuadras.
Nuestra siguiente etapa era larga, de más de 700 km, ya que teníamos que llegar a Cipolletti donde habíamos reservado hotel. Nos levantamos relativamente temprano y después de poner en orden la casa, cargar la combi y esconder las llaves, fuimos al centro a buscar una confitería para desayunar. La encontramos enseguida y volvimos a llenarnos de facturas. También pasamos por un almacén y compramos pan y fiambre para evitar tener que parar a almorzar durante la travesía. Cuando salimos de Claromecó se había hecho casi el mediodía. Yo tenía intenciones de pasar por Bahía Blanca y saludar a los Busachelli, pero tuve que cancelar el proyecto por falta material de tiempo. En la ruta nos encontramos con un fuerte viento de costado que parecía estar barriendo toda la pampa. Dada la sequía se formaban también inmensas nubes de tierra. Así llegamos a Bahía Blanca, con la idea de circunvalarla, pero nos equivocamos en una de las rotondas y fuimos a parar al centro. Perdimos un poco de tiempo pero al rato estábamos nuevamente en la ruta en dirección oeste hacia el valle del Rio Negro. En Claromecó habíamos comprado manzanas y cuando llegamos a un control sanitario nos dieron la opción de comerlas o tirarlas. Optamos por lo primero y nos estacionamos un rato hasta terminarlas y dejar los restos a los inspectores. Cuando llegamos a Rio Colorado no habían abierto aun los restaurantes de modo que continuamos a Choele-Choel. Allí preguntamos por un buen lugar para comer y nos mandaron a donde solían parar los camioneros. Nos encontramos con una moza tan desagradable que no terminamos de pedir y nos fuimos del lugar. Ella no aceptaba que se pidieran platos a compartir entre dos. A pocas cuadras había otro restaurante en una estación de servicio y allí comimos de primera con una atención excelente. La selección juvenil argentina estaba jugando la semifinal contra Chile y se podía ver por televisión. Se había hecho bastante tarde y aun nos quedaba un largo trecho para hacer de noche. Llegamos al hotel Ludmann en Cipolletti a las tres de la mañana del 20 de julio. Mi hermana estaba en el Valle desde hacia unos días, parando en casa de la familia Alonso, y habíamos quedado en encontrarnos en el hotel a la mañana.
Después de unas pocas horas de sueño me levanté para encontrarme con mi hermana, y de a poco fue apareciendo el resto de la familia. Sobre la plaza había una confitería donde fuimos a desayunar y allí se presentó primero Cristina Schramm y luego su hermano Carlos. Eran mis amigos de los tiempos de la chacra y hacía facilmente 45 años que no nos habíamos visto. Después de charlar un rato con ellos y revivir recuerdos nos despedimos para continuar la gira de visitas, comenzando por la chacra. Primero saludamos a Cuevas y su señora, y luego cruzamos a lo que había sido la parte de la chacra heredada por la esposa de mi abuelo materno. Ahora la había comprado una pareja jubilada, la casa vieja donde yo había vivido mis primero años había sido derruida, y parte de los materiales fueron usados on mucho ingenio en la nueva casa que habían cosntruido. La siguiente parada fue en Cinco Saltos en la casa de Yoyi Marcolla, otra amiga de juventud, donde también volvieron a la luz los recuerdos. Finalmente pasamos por la casa de Annita Kummerle, separada de su marido, pero viviendo todos en el mismo lote en Cinco Saltos. Al regresar a Cipolletti Elsa volvió a la casa de los Alonso y prometió preparar viandas para el viaje a Bariloche del día siguiente, mientras que nosotros hicimos una pequeña reparación al tanque de nafta de la Lolita y luego fuimos a cenar a una pizzeria que nos habían recomendado.
El sábado por la mañana arrancamos relativamente temprano. Dejamos el hotel, cargamos todo en la Lolita, y equipados con bastantes facturas fuimos a desayunar a la casa de la familia Alonso. Nos quedamos un buen rato con ellos y luego cruzamos a Neuquen a hacer una última visita, esta vez a Aline Schieser para quien seguía siendo “Fritzie”. Ella viuda desde el año 2006. Cerca del mediodía partimos finalmente para Bariloche y aparte de las paradas para cargar nafta e ir al baño, entramos solamente en el Chocón a observar las huellas de dinosaurios a las orillas de la represa. Hacía bastante frío y había viento, por lo que fue una visita corta pero valió la pena. La Lolita no contaba con calefacción adecuada por lo que estábamos todos muy abrigados para protegernos del frío.
Ya de noche llegamos sin inconvenientes a la casa de los Barría, donde nos estaba esperando Cacho. Había aun mucha nieve en el jardín de ellos. Habíamos planeado que toda la gente joven hiciera uso de la pensión de la tía Ellen, ya que a ellos les gustaba dormir hasta tarde. Finalmente se decidió Francisco por pernoctar en casa de Elsa, junto conmigo. Durante los días siguientes hizo bastante frío pero en general con buen tiempo. Por las mañanas, después de desayunar con Elsa, acostumbraba bajar a la casa de la tía y compartir con los chicos el desayuno allí.
Tal como lo habíamos planeado con Eleonor, organizamos una fiesta de cumpleaños para la familia y amigos para el sábado 28 en el quincho del colegio italiano. Calculamos que seríamos unas cuarenta personas. Durante la semana se le ocurrió a Gabriel que quería hacer una excursión a Comodoro Rivadavia aprovechando que estábamos en Bariloche. Yo no me quise anotar pensando en el frío y las grandes distancias que significaba el viaje, pero Gabriel estaba decidido a hacerlo y fijó el lunes como día de partida, con la idea de estar de regreso en Bariloche hacia el fin de semana.
Durante la semana y aprovechando el buen tiempo y la Lolita, hicimos varios paseos locales. Fuimos al cerro Catedral, con nieve de sobra, hicimos el infaltable circuito chico, estuvimos en la orilla del lago Gutierrez, fuimos a villa La Angostura, y subimos al cerro Otto con el telesférico. También había tomado contacto con mi amigo Miguel en el Bolsón, quien prometió venir a la fiesta del sábado junto con Tamara. La mayoría de las noches jugamos a la carioca en la casa de Elsa y los chicos regresaron con frecuencia a pie a la casa de la tia Ellen. Estando en Bariloche nos enteramos del fallecimiento de la nona, la madre de Antonieta. Ella estaba muy mal de salud y el desenlace era previsible. Llamé por teléfono para expresar nuestras condolencias, y lamenté no haberla visto en Buenos Aires por última vez antes de partir de viaje.
La fiesta fue un éxito. Pocas horas antes había salido Agustín con Viktoria en la Lolita para que ella practicara un poco y en una calle de tierra del barrio de Elsa se fueron a la banquina. La combi quedó tan inclinada que Gabriel tuvo que llamar al ACA para que la sacaran y por suerte se solucionó todo a tiempo para que llegaran a tiempo al quincho. Había comida de sobra ya que encargamos cantidad de empanadas y además pusimos chorizos y lomo en la parrilla. La tía Ellen había hecho ensalada de papas. Tortas tampoco faltaron y la incansable Johanna organizó algunos juegos con lo que todo el mundo lo disfrutó mucho. Nos dejaron utilizar el quincho hasta la una de la mañana.
El domingo nos encontramos con Eleonor, Miguel y Tamara en casa de la tia para ir a visitar a Clarita Grossenbacher, otra de mis amistades juveniles, radicada ahora en Bariloche con su pareja después de haberse vendido la propiedad familiar en la confluencia en Neuquen. Después fuimos a almorzar a la casa de Elsa antes de que Tamara y Miguel partieran de regreso al Bolsón.
Gabriel comenzó el viaje al sur el lunes en compania de Agustín y Francisco. Las chicas fueron prudentes y optaron por quedarse en Bariloche y esperar su regreso. Por nuestra parte habíamos decidido viajar el martes 31 al Hoyo a visitar a Erica e Ivano. Habíamos invitado a la tia Ellen ya que Eleonor iba a ir también. Con un día radiante de sol y un magnífico paisaje nevado partimos a la mañana hacia el Bolsón. Pensamos darle una sorpresa a Tamara y aparecimos sin previo aviso. La encontramos en la casa y armamos rápidamente un pic-nic mientras esperábamos a Miguel. También los convencimos de venir con nosotros hasta la casa de Erica, quien nos esperaba a almorzar. Tamara había organizado en el interín una visita a una granja ecológica a la tarde. En casa de Erica e Ivano armamos un excelente almuerzo con sopa y restos varios y nos quedamos charlando hasta que llegó la hora de ir a la granja, ubicada en la ladera del cerro Piltriquitrón. Nos recibió una pareja mayor muy agradable frente a una casa espectacular y nos dividieron en dos grupos. La señora remolcó a las mujeres a un local a darles una charla sobre yerbas curativas que tenía a la venta, mientras que su esposo nos hizo a Miguel y a mi una visita guiada a la granja. Todo muy prolijo y bien organizado. Después nos reencontramos todos y pasamos al salón de la casa donde nos esperaba un te espectacular. Por las dudas lo consulté a Miguel sobre el pago, pero el me aseguró que todo estaba arreglado, el invitaba.
Al finalizar la visita nos separamos ya que Eleonor regresaba a Bariloche con Ellen, Karin y Viktoria, mientras que Elsa, Johanna y yo habíamos optado por quedarnos a pernoctar en la casa de Erica. Antes de regresar al Hoyo pasamos a saludar a una amiga de Elsa que se dedicaba a la equinoterapia. La encontramos muy triste ya que le acababan de robar y carnear uno de los caballos. También visitamos a una señora anciana y su hijo cerca de la casa de Erica. Ellos solían abastecer a Elsa de frambuesas. A la noche alcanzamos a hacer una partida de carioca antes de sacar y armar colchones en el living.
El primero de agosto amaneció soleado después de una noche fría con helada. Habíamos planeado ir hasta puerto Patriada, a 10 km de la casa de Erica. Ella se anotó también y yo era la primera vez que iba a ese lugar, a orillas del lago Epuyen. El camino era de tierra pero estaba en buen estado y no había tráfico. Llegamos a un lugar encantador, con muchos campings para el turismo de verano. Era un día espectacular, sin viento y con sol radiante. Regresamos a casa de Erica y al rato tuvimos que salir hacia el Bolsón ya que Tamara nos había invitado a almorzar. Nosotros colaboramos con helado que compramos en la ciudad y pasamos un rato muy agradable con ellos. Desde allí emprendimos el regreso a Bariloche para llegar antes de que se hiciera de noche. Paramos en el lago Guillelmo para juntar algunas piedras para colocar en la tumba de papá y la tia Gerogette en el cementerio de Bariloche.
De los viajeros supimos que habían llegado a la meta y que contaban con estar de regreso antes del fin de semana. Ya habíamos decidido partir de regreso a Buenos Aires el lunes 6, pasando por San Juan. De hecho habíamos hecho reservas para pasar la primer noche en el motel del ACA en 25 de mayo y la segunda noche en una hostería en San Rafael, con datos que me habia dado Eleonor. Por sugerencia de Elsa fuimos el jueves a tomar el te a orillas del lago Gutierrez en una confitería muy acogedora y con un servicio excelente. Elegimos el “te patagónico” y fue tan abundante que no nos resultó facil terminarlo. Antes de eso habíamos caminado hasta la cascada de los Duendes a poca distancia de allí. También pasamos a saludar a Norma Bataglini, quien había sido compañera mía de la secundaria. Elsa la había encontrado un tiempo antes y cuando le contó que yo iba a venir a Bariloche le pidió que la fueramos a ver. Estuvimos un rato en la casa donde vivia con su marido Fermín Telechea y quedamos en hacer un asado con ellos en la siguiente oportunidad que fueramos a Bariloche.
El viernes a la noche aparecieron los chicos después de completar con éxito su gira patagónica. Habían llegado hasta Caleta Olivia en el sur y Puerto Madryn en el norte. Al regreso alcanzaron a ver también el trencito turístico en Esquel. Las dos primeras noches pasaron mucho frío pero luego consiguieron alimentar los calefactores que habíamos llevado desde Buenos Aires. Llegaron de regreso justo a tiempo para participar del asado que se organizó el sábado en la casa de la tia. La idea original era hacerlo en el bosque, en la casa del Chule, pero el día amaneció frio y nublado por lo que se pasó a lo de Ellen. Nuevamente hubo chorizos y lomo de sobra, y vino también. Prometimos al Chule ir a visitarlo al día siguiente.
El domingo fue nuestro último día en Bariloche. Los Soto vinieron a comer fideos caseros a la casa de Elsa y a la tarde fuimos hasta la casa del Chule. Después continuamos hasta el km 15 del camino al Llao-Llao, para saludar a la señora Oyarzún, nuestra antigua vecina de la época del criadero de gallinas.
La combi había quedado en la casa de Elsa ya que habían dejado de funcionar las cerraduras y el lunes a la mañana bajé hasta la casa de la tia Ellen donde nuevamente cargamos todos nuestros bártulos. Después de despedirnos de todos arrancamos con un día gris, nublado y ventoso. Nos habíamos aprovisionado de facturas y sandwiches de miga para no tener que parar a almorzar. Con las últimas luces del día entramos a la ciudad de Neuquen, donde perdimos bastante tiempo a causa del intenso tráfico, y luego continuamos hacia el norte los ciento y tantos kilómetros que faltaban para llegar al motel. Fue una sensación particular encontrarse nuevamente con el lugar donde habíamos pernoctado muchas veces durante los viajes a Bariloche 30 años antes con Gabriel y Agustín de niños. El motel estaba en muy buenas condiciones, y la cena la hicimos en el restaurante del ACA. También desayunamos allí a la mañana siguiente ya que estaba incluido en el precio, y luego partimos hacia San Rafael. Todo fue bien hasta unos pocos kilómetros antes de llegar a General Alvear, cuando una piedra golpeó contra el parabrisas y lo fracturó en mil pedazos. Nadie se lastimó y al ir despacio Gabriel mantuvo el control del auto y lo estacionó en la banquina. Habíamos pasado poco antes por una estación de servicio y decidimos volver allí para comprar cinta transparente y asegurar el parabrisas para que no se desmoronara. Según Gabriel era posible ver algo y alcanzaba para poder manejar. Después de ese arreglo provisorio continuamos a marcha lenta hasta General Alvear con la esperanza de encontrar un repuesto. Entramos a la ciudad y dimos enseguida con una vidriería pero quedó demostrado que ni allí ni en ningún otro lado se podría conseguir un parabrisas de recambio. Había esperanzas de hacerlo en San Rafael, de modo que continuamos en las mismas condiciones y con Gabriel al volante, una verdadera proeza poder cubrir los más de cien kilómetros que nos quedaban por hacer.
Fue facil encontrar la hostería El Turista, a donde llegamos cuando ya había caido la noche. Descargamos todo lo necesario y dejamos la combi en el estacionamiento de la hostería. A dos cuadras había un negocio que vendía parabrisas y fuimos de inmediato a averiguar allí. Era cierto que podían conseguir un parabrisas pero lo tenían que encargar a Córdoba, un operativo que podía demorar un par de días. Decidimos seguir averiguando y aun alcanzamos a llegar a otro negocio donde la solución era similar. Ya era tarde para hacer más averiguaciones, de modo que dejamos el tema para el día siguiente y fuimos a cenar. Al día siguiente nos pusimos nuevamente en campaña Agustín y yo, arrancando bien temprano mientras los demás dormían. Caminamos kilómetros buscando diversas soluciones y terminamos convenciendonos de que no había más remedio que encargar un parabrisas, lo que hicimos en el mismo negocio en el que habíamos estado al llegar a la hostería la noche anterior. Era el miércoles 8 de agosto y nos prometieron un parabrisas nuevo para el dia siguiente, a más tardar a primera hora de la tarde. Luego nos juntamos todos a desayunar en una confitería céntrica y llegamos a la conclusión que ante la demora tendríamos que cancelar la pasada por San Juan, con lo que me quedaría sin ver a Mariano.
En la hostería no había problemas en quedarse una noche más, y aprovechamos el resto del día para pasear por la ciudad. A la noche, cuando fuimos a cenar, vimos que estaban cayendo algunos copos de nieve. A la mañana siguiente estaba toda la ciudad cubierta con una capa de nieve y seguía nevando. Al mediodía nos ubicamos nuevamente en la misma confitería a desayunar, y ante la noticia de que el parabrisas estaba un poco demorado y llegaría a última hora cambiamos nuevamente los planes y reservamos una noche más en la hostería, la tercera. Por la tarde averigüé si se podía visitar alguna bodega y en la dirección de turismo me dieron algunos informes interesantes. Las chicas, Agustín y yo fuimos caminando hasta la bodega La Abeja, fundada por Iselín, primer fabricante de vino de la zona. Tuvimos una visita guiada, probamos un par de vinos, y compré una botella para abrir en el cumpleaños de Karin. Tal como nos habían dicho, el parabrisas llegó a última hora y alcanzaron a colocarlo esa noche de modo que la combi quedó lista para arrancar al día siguiente hacia San Luis. Yo quería conocer Merlo, un pueblo en el extremo norte de la provincia de San Luis, antes de regresar por Córdoba a Buenos Aires.
Después de nuestra tercera noche en San Rafael partimos el viernes 10 en dirección a San Luis después de desayunar relativamente temprano en las cercanías de la hostería. Después de un rato de marcha descubrimos que habíamos olvidado devolver las llaves del portón del estacionamiento y volvimos a entregarlas. Cuando nos acercamos a la ciudad de San Luis decidimos circunvalarla y continuamos hacia el norte por una de las autopistas espectaculares que abundaban en toda la provincia. A la tardecita avistamos Merlo, situado a los pies de la sierra y nos desviamos de la autopista para entrar al pueblo. La ruta estaba cortada ya que estaban en plena inauguración de aun otra autopista y nos dirigieron por un desvío. Dimos unas vueltas por el centro y luego tomamos un sinuoso camino hacia la sierra hasta llegar a bastante altura y con una vista fantástica de la zona, ya con el sol a punto de ponerse. Al regreso paramos en un almacén comprar provisiones ya que aun no habíamos comido nada durante el viaje desde San Rafael. Ni bien dejamos atrás Merlo entramos en la provincia de Córdoba, con lo que la autopista llegó abruptamente a su fin. Nuestra intención era seguir a Alta Gracia por el camino de las altas cumbres, pero dada la hora propuse a la tropa que pernoctáramos en Villa Dolores, a poca distancia. En vista de lo que resultó ser el cruce del día siguiente fue una buena idea. En Villa Dolores encontramos un hotel decadente frente a la plaza central donde había lugar de sobra y también cochera, de modo que no buscamos más. Dejamos lo necesario en las habitaciones y salimos a cenar a un restaurant que también se encontraba frente a la misma plaza.
Nuestra meta era llegar de un tirón a Buenos Aires, un trayecto de más de 800 km, de modo que el sábado madrugamos bastante y desayunamos en el mismo hotel al estar incluido en el precio. El cruce hacia Alta Gracia por el camino de las altas cumbres fue digno de verse, con un camino muy sinuoso y curvas extremadamente cerradas. Fue una suerte que no lo hubieramos intentado la noche anterior, ya que además de perdernos el espectáculo podríamos haber encontrado hielo en la ruta. El día era frio pero soleado, y paramos en la cumbre en un lugar turístico con camping donde compramos los clásicos alfajores serranos. Tuvimos que pasar por el centro de Alta Gracia y demoramos un rato en salir de allí y encontrarr la ruta 9 hacia Rosario y Buenos Aires. A las dos de la mañana entramos a Buenos Aires y dejamos a Francisco en casa de su madre en San Telmo antes de ir a la costanera sur y comer unos exquisitos sandwiches de bondiola a la parrilla al calor de las brasas en uno de los carritos instalados en la zona. Así completamos nuestro viaje, que nos llevó casi cuatro semanas. Todavía quedaba el domingo por delante antes de que Karin tuviera que retornar a su trabajo y Agustín al suyo. El vuelo de regreso a Suecia para Johanna, Viktoria y yo estaba previsto para el viernes siguiente.
Los días siguientes en Buenos Aires fueron de intensa actividad y comenzamos el lunes con Iberia para confirmar el vuelo. También retiramos la cámara digital de Johanna, que finalmente había sido reparada. Obviamente las chicas querían salir de compras, por lo que caminamos mucho por el centro, el Once y el abasto. Habíamos quedado en almorzar el miércoles en el restaurante sueco junto con Daniela, recien llegada de Italia. Nos encontramos allí con ella y además de un excelente almuerzo pasamos un rato muy lindo junto con todos los chicos. Desde allí arrancamos para Bella Vista ya que habíamos quedado en llevar a Daniela y saludar a los Propato. Gabriel decidió quedarse trabajando y Karin aun tenía que hacer en el restaurante. Por primera vez vimos la nueva casa en el country donde se había mudado Antonio. Muy linda la casa y el lugar también. Disponíamos de tiempo limitado ya que teníamos que seguir a Pilar a saludar a Laura y dejar un paquete que había mandado Elsa con nosotros. Antonio apareció a último momento, pero alcanzamos de todos modos a charlar un rato sobre posibles proyectos en Bariloche ante la eventualidad de mi mudanza para allá. Quedamos en seguir hablandolo en el futuro.
Desde Bella Vista seguimos a Pilar y la encontramos a Laura con las niñas. Luis estaba ocupado en alguna actividad y no lo vimos. Antes de regresar al centro pasamos a ver el terreno que habían comprado a pocas cuadras con la intención de edificar su casa propia. Por suerte se podía regresar a la capital por autopista, ya que también habíamos quedado en pasar por lo de Eduardo y Cristina. Allí nos encontramos con Karin y Gabriel y compartimos pizzas encargadas por Eduardo. Fue un día record de actividades y visitas.
El jueves 16 fue el cumpleaños de Karin y mientras ella estaba en su trabajo nosotros trabajamos febrilmente preparando la fiesta. Habíamos comprado dias antes casi todo lo necesario y lo habíamos dejado en casa de Rubén. Resultó que la empleada estaba enferma y por lo tanto no había nadie en la casa para retirar las cosas. Recién pudimos hacerlo a la tarde, pero alcanzamos a terminar a tiempo antes del regreso de Karin. Fueron también a San Isidro a buscar a Laura y Margarita, y vino Ruben con toda la familia además de Marco y Bordón. A Karin le compramos una mochila especialmente hecha para transportar su guitarra. Gabriel le hizo un album de fotos y Karin quedó muy emocionada. Fue una linda fiesta y fue además la razón por la que habíamos decidido viajar de regreso a Suecia el 17 de agosto.
A pesar de ser el día de San Martín, el 17 de agosto fue un día laborable ya que el feriado se había postergado al lunes como era costumbre en Argentina. Karin tuvo que ir a su trabajo, de modo que nos despedimos a la mañana, antes de salir para Ezeiza. Nuestro vuelo partía a las 13:20 y estuvimos a punto de cambiar a otro vuelo a la noche al ofrecernos el cambio Iberia. Pero por la combinación a Copenhagen no era posible sin quedarse a pernoctar en Madrid, por lo que finalmente Iberia cambió de idea y salimos en el vuelo previsto. Llegamos sin incidentes a Madrid temprano por la mañana y allí tuvimos que esperar cinco horas antes de continuar a Copenhagen. Por suerte llegaron todas nuestras valijas y el sábado a la tarde pusimos pie en Malmö. Johanna contenta de encontrarse nuevamente con su novio Karl Fredrik y Viktoria triste por la despedida de sus hermanos y de la Argentina. Yo no tenía aun novedades sobre mi embarco, pero ya practicamente se habían cumplido mis seis semanas de licencia. Llegamos a Malmö al día siguiente de que comenzara el festival anual, y junto con Omar y Ana María fuimos una noche a escuchar a Ida, la pareja de Matías, que tocaba la guitarra en una carpa del parque. También comimos un choripan de los que todos los años hacian a la parrilla en el stand de la asociación Victor Jara.
El martes por la tarde retiré un auto alquilado para partir a la noche hacia Simrishamn y embarcar la a madrugada. Viktoria había decidido como siempre quedarse viviendo en mi departamento a pesar de las presiones de la madre para que se mudara a su casa. No se exactamente que fue lo que sucedió pero Anna me llamó enfurecida diciendo que cortaba todo contacto con Viktoria y acusandome a mi de ser el instigador de esta situación. Me colgó antes de que pudiera abrir la boca. Johanna estaba en Estocolmo con KF tramitando su visa a EEUU y la llamé para ponerla al tanto de la situación. También hablé con Isabel para que asistiera a Viktoria en caso necesario durante mi ausencia. Más adelante quedó demostrado que las amenazas de Anna no eran más que palabras vacías.