12 de Noviembre 2014
El viaje de Salto a Montevideo fue el miércoles 12 de noviembre. El omnibus demoraba unas cinco horas y media por lo que poco después de las seis estábamos en la terminal de Tres Cruces, y ya a las siete había un omnibus a Piriápolis lo que nos dió tiempo a cargar el termo y comprar unas medialunas rellenas para desayunar. Habíamos reservado un hotel en Piriápolis y desde la terminal tomamos un taxi que nos dejó en la puerta minutos antes de las nueve de la mañana. Se suponía que abrían a las nueve, pero como no había señales de vida llamamos por teléfono al dueño. Nos dijo que en pocos minutos llegaría el encargado, pero pasó una media hora antes que apareciera un muchacho en bicicleta, que resultó ser un argentino de La Plata ya radicado en Piriápolis. Nos dieron un departamentito con dormitorio y estar, y allí nos instalamos con nuestras cosas antes de partir hacia la companía de electricidad a averiguar los trámites para la instalación de suministro eléctrico en la cabaña de Alicia. Yo había sentido algunas molestias en la ingle derecha durante el viaje desde Calamuchita a Concordia y decidimos hacer un control para lo cual fuimos a dar al policlínico de la ciudad donde al rato nos atendió una doctora que palpó y recomendó ir a una clínica privada en el Cantegrill en Punta del Este. Hicimos el viaje en ómnibus, lo que nos llevó una hora, y en la clínica me derivaron a un urólogo que atendía en otra clínica en Maldonado, a poca distancia, pero que recién me podía atender al día siguiente. Ya de regreso en Piriápolis no encontramos ningún restaurante abierto por ser la siesta de modo que compramos un par de empanadas y fruta y emprendimos la caminata de unos tres kilómetros hasta Miramar donde se encontraba la casa de Alicia. Era un laberinto de calles y nos costó un poco llegar pero finalmente la encontramos. Sabíamos que el constructor no estaba, pero teníamos llaves de la puerta y pudimos inspeccionar la casa a gusto. El interior estaba bastante avanzado pero aun sin terminar, lo mismo que el exterior, y tomamos nota de todo lo que queríamos consultar con el constructor. En general estaba quedando muy bien, y la vista al mar era muy bonita. En todo el barrio se podían ver muy lindas viviendas de todo tipo y pocas casas precarias, aun con bastante monte. La tarde había refrescado apreciablemente y decidimos bajar hasta la ruta para tomar un colectivo de regreso y cenar en la ciudad.
El urólogo que me habían dado atendía a partir de las ocho, y tomamos un colectivo a Maldonado donde caminamos unas pocas cuadras desde la terminal hasta la clínica. El trámite fue rápido y al rato me atendió un médico que parecia muy competente y que diagnosticó un posible quiste pero que como sospechábamos, quiso confirmar el diagnóstico con una ecografía por lo que nos derivaron nuevamente a la clínica de Cantegrill donde se podían hacer ecografías de urgencia en el día. Antes de ir para allá visitamos la hermosa y antigua catedral de Maldonado, y entramos a una confitería a tomar un café. Desde allí hasta Cantegrill eran un par de kilómetros y los hicimos caminando, en su mayor parte por la avenida Roosevelt con sus torres de departamentos sembradas por todos lados, incluidos algunos mamotretos inconclusos. Me hicieron la ecografía en la clínica, y parecía confirmar el diagnóstico del urólogo aunque igual había quedado en llevarle el resultado el lunes siguiente. Estando allí nos llevamos la sorpresa de encontrarnos con Hilian, nuestro amigo uruguayo de Malmö, quien había ido a la clinica a causa de tener internado un familiar. Regresamos luego a Piriápolis en colectivo y fuimos al hotel a comer algo de nuestras provisiones, pues luego teníamos pensado ir nuevamente a la casa de Alicia a reunirnos con el constructor. Fuimos en un colectivo que pescamos en la terminal y tuvimos que esperar un buen rato en la casa antes que apareciera Carlos, el famoso e incumplidor constructor. Se suponía que iba a trabajar el viernes y sábado pero ya había tenido una nueva excusa y recién recomenzaría el lunes. De todos modos pudo aclararnos las dudas que teníamos y le pedimos que se dedicara a toda la terminación interior antes de hacer los detalles exteriores de manera de dejarla habitable para fin de mes. Así y todo lo veíamos dificil al no poder confiar en su palabra. La tarde estaba muy linda y soleada por lo que decidimos regresar a pie al centro de Piriápolis donde encontramos un restaurante totalmente vacio pero donde nos sirvieron una pasta excelente y nos dieron muy buena atención. Cuando nos fuimos aun no había entrado ningún otro comensal.
El viernes fue nuestro primer día tranquilo en Uruguay; nos quedamos toda la mañana en el hotel y por casualidad nos enteramos a través de Cristian, el encargado, que el dueño del hotel estaba también en el ramo de mejoramiento de terrenos por lo que Cristian se comunicó con el y quedó en encontrarse con nosotros el día siguiente por la mañana. Por la tarde salimos a caminar por Piriápolis y rumbeamos al puerto que era solo para embarcaciones menores. Desde allí salía también un funicular hasta la cumbre del cerro San Antonio y decidimos tomarlo para apreciar la vista de la ciudad y el mar desde esa altura. No nos defraudó ya que había una vista magnífica, y hasta Punta del Este se podía ver en el horizonte. Desde el cerro se podía bajar por un camino en espiral que terminaba en la ciudad. A medio camino descubrimos la estatua de la virgen de los pescadores, que enfrentaba el mar, y desde allí había también una escalinata de piedra muy bonita pero lamentablemente muy descuidada que desembocaba en la rambla de la costanera. Antes de volver al hotel entramos a cenar a un restaurante con parrilla y probamos la carne que estaba bastante buena y sabrosa.
Gustavo, el propietario del hotel, apareció el sábado pasadas las once con su camioneta y sus dos hijas, y con él fuimos hasta la casa de Alicia donde hizo una apreciación de los trabajos por hacer y llegamos a un acuerdo. El se encargaría de nivelar el terreno, quitando tierra de un lado y rellenando con ella el otro, haría las zanjas necesarias para desviar el agua de lluvia, y haría transitable la calle para el posible ingreso de vehículos, todo ello por un precio bastante razonable. Le comentamos también que buscábamos algun lugar para quedarnos y estar más cerca de la casa y resultó tener en alquiler una cabaña a unas siete cuadras que fuimos a ver de inmediato. Cerramos trato para quedarnos en esa vivienda a partir del martes siguiente por unos quince días, lo que facilitaría mucho la tarea de controlar al constructor. Además dijo que estaba preparando unas bicicletas para tener en el hotel y nos ofrecía dos para movernos nosotros. Estábamos ya bastante atrasados para ir a la Ciudad de la Costa donde nos esperaba Ines y su familia para almorzar, y llegamos a eso de las dos de la tarde después de tomar dos colectivos. Apenas nos saludamos antes de sentarnos a comer los excelentes canelones caseros que había preparado. Luego pude ver en detalle la casa, que entre jardín, quincho y garage ocupaba un terreno de calle a calle. Lamentablemente era una zona de mucha delincuencia por lo que tenía rejas y alarma. Teniendo calle de tierra había mucho polvo también. Pasamos un rato muy lindo con ellos, y Alicia que había vivido antes en esa casa, recogió algunas de sus cosas para traer a Piriápolis. La valija que tenía era enorme y muy pesada por lo que decidió dejarla, lo que fue una suerte pues tuvimos que tomar tres colectivos para el regreso, uno de ellos abarrotado de gente. Aun satisfechos del almuerzo pasamos por un supermercado para reforzar nuestras provisiones en camino al hotel, y antes de hacer nuestra cena dimos una vuelta por la playa ya oscureciendo con un anochecer hermoso.
El domingo amaneció también muy lindo, y Cristian apareció con el desayuno pasadas las diez, por lo que arrancamos bastante tarde. Durante el resto de la mañana lavamos nuestra ropa en un lavarropas que había en el jardín del fondo del hotel, y a la tarde salimos de caminata hacia la fuente de Venus, obra de Piria, el fundador de Piriapolis. La fuente tenía una estatua de Venus copia de una que se encuentra en Italia, segun decía el cartel explicativo. De allí arrancamos por un camino pavimentado que subía hacia el cerro del Toro y llegamos al estacionamiento donde nos encontramos con una fuente de tres niveles que se alimentaba de agua mineral que brotaba de las fauces de un toro de metal de tamaño natural que había sido importado de Paris. Todo estaba bastante descuidado pero valia la pena de visitar, y desde allí salía la picada para subir a la cumbre del cerro, bastante empinada y pedregosa. también valía la pena hacer esa subida pues desde la cumbre había una vista espectacular de toda la zona. Después del regreso al hotel dimos una vuelta por la playa cuando el sol ya se había puesto, y cenamos en un restaurante sobre la rambla.
A las 08:15 de la mañana del lunes 17 tomamos el colectivo local que iba a Maldonado, pues quería dejar los resultados de la ecografía al urólogo. El trámite fue rápido pues no nos cobraron esa consulta y el doctor me atendíó casi de inmediato. De acuerdo a la ecografía, se trataban de várices en un testiculo, sin posibilidad de tratamiento más que levantar las piernas si tenía molestias, por lo que aparentemente tendría que seguir conviviendo con el problema por el resto de mi vida. De todos modos no me causaba mayor molestia. Al regreso a Piriapolis fuimos a la municipalidad para dejar la solicitud de apertura de calle, y después de comer unos sandwiches nos encontramos con Carlos el constructor quien había venido a Piriapolis a comprar materiales con su minúscula y destartalada camioneta. Bien apretados nos llevó a la casa de Alicia al mismo tiempo que vino el electricista registrado que iba a colocar el nicho y poste del medidor. Carlos nos pidió si podíamos ir con su camioneta a un kiosco cercano a comprar provisiones para el almuerzo de los albañiles y asi conduje por primera vez en Uruguay, También tomamos conocimiento con la gente que tenía la casa mas cercana y que Alicia nunca había visto antes. El regreso a Piriapolis fue a pie bajo un sol muy fuerte, y hacia el atardecer hicimos una larga caminata por la orilla del mar que estaba muy sereno. Con la puesta del sol sobre el mar fuimos a cenar a un restaurante sobre la rambla. Sería nuestra última noche en Piriápolis ya que al día siguiente estaba previsto el traslado a la cabaña de Gustavo en Playa Grande.
Llegó el martes 18, dia de la partida del hotel y después del desayuno empacamos nuestras cosas. El electricista nos llamó para avisarnos que ese día no se podía hacer ningún trámite, las oficinas de la compania de electricidad sobre la rambla estaban cerradas debido a las reparaciones que estaban haciendo a la avenida. El siguiente paso fue hacernos de un modem de internet en la companía telefónica para poder conectarnos desde la cabaña y la casa de Alicia. Caminando por Piriapolis pasamos por una bicicletería donde encontré una bicicleta en precio que me gustó y allí mismo la compré. Luego nos aprovisionamos en un supermercado y le avisamos a Gustavo que estábamos listos para el traslado a su cabaña de Playa Grande. Al rato llegó al hotel y cargamos su camioneta con valijas, bicicleta y demás cosas para ir a la cabaña donde nos instalamos calculando que la tendríamos que ocupar por un par de semanas. Desde allí a la construcción no eran siete cuadras, más bien catorce, pero no dejaba de estar cerca. En el camino había ademås una pequeña pizzeria que tenía fama de ser la mejor de Piriapolis. Ya en el barrio de la construcción pudimos ver que Gustavo había había abierto un poco la calle y además había sacado un arbol que estaba en el medio. Inspeccionamos un poco la obra en construcción cuando ya se habían ido los albañiles, y luego fuimos a cenar a la pizzeria "Morales", que era realmente muy buena. Hasta nos dieron fainá sin cargo para que probáramos la calidad. Ya de noche regresamos a la cabaña, encontrando cantidad de luciérnagas, cosa que no había visto en años.
Tal como estaba planeado, el miércoles por la mañana fuimos caminando hasta el centro de Piriápolis para encontrarnos con el electricista en las oficinas de UTE, la companía de electricidad. Allí iniciamos el trámite de la instalación de suministro eléctrico a la casa y como el electricista iba a montar el poste y el nicho partimos con el en su destartalado vehículo. El auto tenía problemas con el caño de combustible que venía del tanque, y vimos que llevaba un bidón plástico con gasoil en el asiento delantero con dos mangueritas de plástico que salían por la ventanilla hacia el motor, una verdadera bomba de tiempo. Hacía bastante calor y a pleno sol instaló un poste con un nicho de plástico para la colocación del medidor. También enhebró el cable eléctrico en una manguera plástica que iría bajo tierra hasta la casa. Ahora quedaba todo en manos de la companía de electricidad, que tenía que inspeccionar el montaje antes de colocar un par de postes, tender el cable y conectar el medidor. Este procedimiento se completaría con suerte dentro de los treinta días. Por la tarde caminamos hasta la proveeduría cercana "Macaquitos" que estaba sobre la ruta costera a poca distancia de nuestra cabaña para hacernos de fruta y verdura. Alicia preparó esa noche unos excelentes tallarines con tuco que comimos afuera en la galería del frente de la casa.
El jueves tenía que ir Alicia a Montevideo, y salimos temprano de la cabaña a tomar el omnibus. Nos bajamos en una parada sobre la carretera interbalnearia unos cuarenta kilómetros antes de Montevideo ya que queríamos ver en una marmolería si tenía aún una cerámica que Alicia había comprado allí como guarda de decoración del baño y que se había roto. Por suerte tenían esa guarda y compramos tres para asegurarnos de tener repuesto. Con el siguiente colectivo llegamos al centro de Montevideo, y aprovechamos para almorzar en un antiguo mercado que también tenía una feria de artesanos. En la terminal de omnibus compré un pasaje para viajar a Buenos Aires el lunes 24 con el Colonia Express. Para ello tendría que salir de Piriápolis en colectivo a las 04:50 de la mañana, y la llegada a Buenos Aires estaba prevista para las once, hora argentina. Con nuestro constructor habíamos arreglado que el pasaría a buscar la bicicleta y valija de Alicia en la casa de Ines asi que volvimos hasta la Ciudad de la Costa. Ines no se iba a encontrar en su casa pero podíamos buscar las llaves en casa de su madre, lo que no fue facil pues Alicia no recordaba exactamente la ubicación de la vivienda. Finalmente la encontramos, y pudimos cargar las cosas en la camioneta de Carlos para que las trajera al día siguiente a la cabaña. También nos llevó en su camioneta bien apretujados hasta la ruta para que pudieramos regresar en colectivo a Piriápolis. Alcanzamos a dar una vuelta de inspección por la casa antes de cenar y mirar el lamentable partido y empate 0 - 0 en todo sentido entre River y Boca.
Habían prometido lluvia para el viernes y el día amaneció muy nublado. Después del desayuno fuimos a la construcción, donde ya habían comenzado a trabajar. Con la camioneta de Carlos trajimos las pertenencias de Alicia a la cabaña y luego le devolvimos el vehículo, que por primera vez había podido entrar a la calle de la casa. La bicicleta de Alicia estaba pinchada, de modo que fuimos caminando con ambas hasta una biciletería de Piriápolis. Para hacer tiempo dimos una vuelta por la ciudad justo cuando comenzó a llover. Entramos a un negocio de electrodomésticos donde nos asesoraron bien respecto a cocina, termotanque, heladera y lavarropas, y en el interin la llamaron a Alicia de la UTE para que firmara el contrato de suministro de energia eléctrica, el inspector había aprobado la instalación. Con la bicicleta de Alicia arreglada regresamos bajo la lluvia a Playa Grande y dimos una vuelta por la construcción también para ver el progreso del día. A causa de la lluvia estaba todo muy barroso y solo observamos como iba progresando el machimbre del techo, que estaba quedando muy bien. Al regreso entramos a la pizzeria del barrio donde esta vez pedimos la figazza, muy rica, y dos porciones de la excelente faina, fina, crocante y con buen sabor. Aun con lluvia regresamos a la cabaña e instalamos sobre la cama el mosquitero que tenía Alicia para liberarnos de los molestos bichos en forma ecológica.
El mosquitero fue una solución perfecta al problema de los mosquitos, y a la mañana del sábado había desaparecido también la tormenta. Quedaba el viento pero de a poco fue asomando el sol y terminó siendo un día magnífico. En el kiosko de enfrente reforzamos las provisiones para el desayuno, y luego partimos en bicicleta a Piriápolis donde pasamos por la feria de los sábados en la zona de la terminal de omnibus. Ya estaba terminando por lo que no había mucho para ver, y seguimos hasta el supermercado Devoto donde entre otras cosas compramos carne y chorizos para hacer un asado en el parrillero de la cabaña. También conseguimos finalmente una elegante canilla para la pileta de la cocina, y regresamos tomando la avenida costanera hasta Playa Grande, un hermoso paseo frente al mar que aun continuaba embravecido. En la cabaña quedaba un poco de leña y por suerte tenían más en el kiosko de enfrente para no quedarme sin brasa. El asado salió muy bien y lo comimos en el patio delantero con una tarde muy linda y observando el movimiento de gente en las casas vecinas ya que por ser sábado habían venido unas cuantas familias a pasar el fin de semana. Antes de que oscureciera dimos una vuelta en bicicleta por la casa para ver que todo estuviera en orden en la construcción, y también paseamos un poco por el barrio observando las distintas viviendas además del paisaje y la vista al mar que era cada vez más espectacular a medida que se iba subiendo por la loma.
El desayuno del domingo 23 de noviembre fue más bien almuerzo, nuevamente en el patio delantero aprovechando la mañana de sol. Alicia llamó a Daniel Branda, un amigo que vivía con su pareja y dos hijos en la ladera del cerro de los Burros a poca distancia de Playa Grande, y quedamos en ir a saludarlos. Antes de eso llevamos una bolsa de residuos grande a la construcción para juntar diversas botellas plásticas y otra basura plástica pensando que el lunes vendrían a remover tierra y aplanar el terreno con una máquina. De allí continuamos por calles interiores hasta dar con la que llevaba al cerro de los Burros. Por ser en subida tuvimos que bajarnos de las bicicletas en algunos tramos, y al rato llegamos a la casa de Daniel que estaba bien metida en el monte. Estaba también Andrea, su pareja y la hija de ambos, Gaia. Solo faltaba el varón, Inti. Ellos vivían de la manera más ecológica que se pudiera imaginar, y nos dieron mucha información sobre la manera de hacerlo en cuanto al uso racional del agua de lluvia, el tratamiento de aguas grises y negras, el cultivo, etc.. Hasta vimos un lavarropas a pedal, conectado a una bicicleta. Sabían mucho de plantas y de hecho se dedicaban entre otras cosas a la elaboración de pomadas con diversos efectos curativos. Descubrí una variedad de planta de frambuesa que daba unas frutas enormes, muy moradas, y nos trajimos una pequeña cosecha a casa. Pasamos un rato muy lindo con ellos mateando a la sombra de un arbol antes de regresar a la cabaña a preparar la cena. Tendría que haberme acostado temprano pero me quedé viendo el lamentable partido de River contra Racing, aunque apagué el televisor antes de la pitada final.
Lunes 24 de noviembre. Para cruzar a Buenos Aires tuve que levantarme muy temprano, a las cuatro de la mañana. Alicia me acompañó hasta la parada diez bajo un cielo estrellado y luego regresó a la cabaña con la bicicleta. Llegué a la terminal Tres Cruces de Montevideo una hora antes de la partida del siguiente micro a Colonia, y cuando arribamos a Colonia llovía en forma torrencial. Por alguna razón estaba atrasado el barquito de Colonia Express por lo que hubo que esperar bastante en la terminal, y durante el cruce me pareció que ibamos muy despacio. Agustín me estaba esperando con Camilo a la llegada a Buenos Aires y fuimos a su departamento donde yo me iba a instalar durante los días que me quedaría en Argentina. Era ya media tarde y había mucho hambre por lo que fuimos Agustín, Mariano y yo con Camilo en su cochecito a comer pizza en lo de Augusto. Allí pedimos también una porción de faina para corroborrar las afirmaciones del pizzero de Miramar sobre el tema. Justo esta vez era muy finita y solo se podía objetar que la masa era más compacta aunque el sabor era bueno. Gabriel apareció también por el restaurante y yo fui con el a su casa a charlar temas varios antes de reunirme con Karin para ir a cenar con ella al Obrero. Viktoria y Matias regresaban de San Antonio de Areco y se acercaron al restaurante cuando ya estábamos para los postres. Quedé con Viktoria en ir a su casa el miércoles a la mañana para acompañarla luego a migraciones. Agustín me había armado una cama en el piso del living y allí me acomodé confiando en que no hubiera mosquitos, pero comenzaron a acosarme al rato de acostarme.
Después de una mateada con medialunas, el martes a la mañana salimos caminando Agustín y yo hacia la fundación PROA ya que él tenía que transportar varios espejos y una alfombra. Su peon Fernando lo estaba esperando allí. Gabriel había pedido prestada la camioneta para ir a buscar a Verena a Ezeiza con la promesa de retornarla a las once y llegó apenas quince minutos tarde. No acompañé a Agustín con el transporte pues había quedado en encontrarme con Karin a las tres de la tarde a la salida de su trabajo. En el interín fui a una peluquería a cortarme el cabello y también hice un lavado de ropa en el departamento de Agustín. Con Karin fui al Hipopótamo a comer algo antes de que ella volviera a la iglesia a dar clases de sueco. Más tarde subimos a tomar unos mates a la terraza de Daniela y finalizamos el día con una buena pasta con estofado preparado por Agustín. Fue tarde la cena pues esperamos a que Mariano regresara del colegio. También tuve una charla con Alicia quien me puso al tanto de las novedades con la construcción. Ella había ido a un par de corralones a averiguar precios y había terminado comprando todo el material necesario para hacer la platea de la ampliación de la casa, material que se entregaría en el terreno al día siguiente.
El miércoles arranqué bien temprano para ir a matear con Gabriel antes que se fuera a Ramos Mejía y estuve charlando un buen rato con él hasta que llegó Daniel a buscarlo y de paso me dió el saldo del dinero que le correspondía a el por la instalación del gas en Benito. Luego me junté con Viktoria en su departamento e hicimos una nueva mateada, con arrollados de canela que había hecho ella y estaban muy buenos. Caminamos por Madero hasta Darsena Norte y pasamos primero a comprar mi pasaje del día siguiente a Montevideo con BuqueBus antes de ir a Migraciones para iniciar el trámite de residencia de Viktoria. Demoró unas dos horas en completar todo, pero aun no podían darle su DNI precario por problemas con el sistema por lo que la dejé allí y emprendí el regreso a la Boca pasando por el centro a ver si conseguía paneles solares para cargar celulares pero sin resultado. Ya en la casa de Agustín apareció el al rato y después de retirar a Camilo de la casa de la niñera fuimos a Easy a comprar una amoladora que Agustín necesitaba para su trabajo. Después me encontré con Karin, Viktoria y Matias para celebrar en el restaurante de pastas Il Matterello de la Boca el permiso de residencia de Viktoria.
El jueves 27 amanecimos en Buenos Aires con paro de transportes hasta la siete de la mañana. Me levanté poco antes de las seis, y a las siete menos cuarto me encontré con Gabriel y Agustín para que me llevaran con la camioneta hasta la terminal de Buquebus en darsena Norte. Yo cruzaba a Colonia con el Seacat que salía a las ocho, pero lo hizo con cierto atraso. Además quedó a la deriva en medio del rio por haberse obstruido un jet, pero al rato solucionaron el problema y continuamos. En Colonia hubo desperfectos con la cinta transportadora de equipaje, pero asi y todo llegué a la terminal Tres Cruces en Montevideo con no mas de quince minutos de atraso. Alicia no estaba pues por equivocación había hablado con el Colonia Express, quienes le dijeron que ese día no había servicio. la llamé y al rato apareció en la terminal pues se encontraba en Montevideo, y fuimos en colectivo al mercado agrícola recientemente restaurado tipo shopping. Se veía muy bien, y como había patio de comidas aprovechamos para hacer un almuerzo tardio. Luego caminamos hasta el departamento de su amiga Yolanda que estaba liquidando muchas cosas al planear mudarse, y nos hicimos de una buena cantidad de objetos para la cocina de la casa, muchas de ellas de Ikea. Yolanda tenía su casa de verano en Piriápolis, en la misma manzana donde construía Alicia, y ella quedó en llevar todo al día siguiente con su vehículo. Nosotros regresamos a tres Cruces a tomar el omnibus a Piriápolis, y llegamos a la cabaña ya de noche. Hicimos una picadita mientras mirábamos el partido Boca - River que River ganó por 1 a 0.
El viernes amaneció muy lindo y bien temprano nos llamó el constructor para que consiguiéramos la arena y el balastro que estaba necesitando para hacer la nueva platea. La arena la pedimos en el corralón del barrio, y el balastro se lo pedimos a Gustavo. Fuimos a ver la construcción, donde Gustavo ya había abierto muy bien la calle, y en la casa había removido tierra de lado alto y rellenado del lado bajo del terreno. Además estaba todo listo para hacer la nueva platea y la vereda que rodeaba la casa, pero se les había quemado el motor de la hormigonera y ese día no se avanzó nada. Nosotros fuimos de compras en bicicleta a Piriápolis, y entre otras cosas compramos un colchón inflable, además de encargar todos los electrodomésticos. En el supermercado Devoto compramos chorizos y pollo para hacer en la parrilla, ko que fue nuestra cena. Ya oscureciendo nos dimos una vuelta por la casa, y como estaba Yolanda en la suya pasamos a saludarla y tomar una cerveza. Tuvo la gentileza de dejarnos una llave de la casa para que pudiéramos ir allí a cargar las computadoras mientras esperábamos la electricidad. Se hizo casi medianoche antes de que regresáramos a la cabaña.
El sábado iba a venir Carlos con su gente a trabajar en el interior de la casa pues le habíamos advertido que pensábamos mudarnos el martes siguiente, cuando entregaban la cocina y el termotanque. Por la mañana nos llamó diciendo que no podía venir pues se esperaba lluvia para el domingo y tenía que terminar un techo; Vendría a las cinco de la tarde a hablar con nosotros. Fuimos a la casa a tomar medidas pues Yolanda nos ofrecía una mesa redonda que no sabíamos si entraría. Luego fuimos a verla a su casa y aceptamos la mesa como solución transitoria. También nos ofreció que utilizaramos una heladera en su casa en forma provisoria. Era un día de calor extremo y cuando fuimos a Pirapolis por la costanera lo primero que hicimos fue comprar helados en una heladería muy buena sobre la rambla. Luego compramos pasajes para ir el día siguiente a Montevideo ya que Alicia tenía que votar, y al regreso fuimos directamente a la casa a esperar a Carlos. Como no llegaba lo llamamos y nos dijo que no podía venir pues había chocado la camioneta, otro de los tantos contratiempos a los que ya estábamos acostumbrados. Alicia quería darse un baño en el mar asi que bajamos hasta la playa cuando el cielo ya se estaba poniendo cada vez más amenazador. A la noche comimos una pasta con los sobrantes del asado del dia anterior que preparó Alicia, que estaba muy buena y que acompañamos con una cerveza. Karin ya nos había avisado que vendría el sábado seis de diciembre y planeamos ir a buscarla a Montevideo.
Llegó el 30 de noviembre, dia de las elecciones en Uruguay; era la segunda vuelta, solo para elegir presidente entre los dos candidatos que más votos habían obtenido en la primer vuelta. El pronóstico de tiempo se cumplió al pie de la letra, con lluvia que comenzó bien temprano. Habíamos reservado pasajes para el colectivo que pasaba a eso de las ocho y media por la parada 9 y llegamos bastante mojados hasta allí después de la caminata desde la cabaña. Alicia votaba en un colegio de la Ciudad de la Costa que estaba a dos cuadras de la ruta, por una calle muy poceada y embarrada. Había poca gente en el local y el procedimiento fue muy rápido. Aprovechando que estábamos cerca de Montevideo continuamos en micro hasta el shopping Portones y en la Tienda Inglesa encontramos los faroles con panel solar y la ducha de camping que estábamos buscando. Haciendo tiempo para esperar el colectivo de regreso a Piriápolis almorzamos en un restaurante y nos seguimos cargando de equipamiento para la casa por lo que volvimos bien cargados y aun con lluvia. A la noche vimos el dramático partido que River le ganó a Banfield por tres a dos, y asi pudo mantener en vida sus chances de volver a ser puntero del campeonato. De nuestro constructor no sabíamos nada de modo que era una incognita saber si al día siguiente continuarían con la nueva platea de la casa o no.
El lunes 1 de diciembre amaneció nublado y con lluvia, pese a lo cual vimos que Carlos había venido con dos peones que estaban tratando de rellenar la base de la nueva platea con el balastro que había dejado Gustavo el sábado por la mañana. Era en su mayor parte tierra y les costaba un montón hacer el trabajo bajo la lluvia. Carlos estaba trabajando dentro de la casa y discutimos con el algunos cambios y algunos detalles que necesitaban corrección. Las bicicletas quedaron totalmente embarradas y tuve que manguerearlas al volver a la cabaña. Viendo ya que era imposible mudarse el martes le avisamos a Gustavo que nos quedaríamos una semana más en la cabaña, y fuimos al hotel Las Palmas a hacer recambio de sábanas y toallas. Allí nos encontramos con Christian, quien ahora andaba en una moto que le había prestado Gustavo. Al tenerla disponible, nos ofreció su bicicleta para el fin de semana cuando vendría Karin. También avisamos en la casa de artículos del hogar que solo queríamos que entregaran el termotanque y que esperaríamos con el resto de los electrodomésticos. Antes de volver a la cabaña hicimos algunas compras en El Dorado y Alicia preparó unas ricas milanesas de bondiola con verduras para la cena. Seguía lloviznando de a ratos pero igual dimos una vuelta más por la casa antes del anochecer para ver el progreso. A nuestro pedido, Carlos había colocado un enchufe alto en el baño para el termotanque, y había cambiado de lugar la lámpara para ubicarla sobre el futuro espejo. Por lo demás no se veía mucho avance y desde luego seguían en el medio de la habitación las sesenta bolsas de cemento que se utilizarian para la platea de la extensión de la casa.
Al acercarse el día de la mudanza se fueron acumulando las tareas preparatorias y quedé con escaso tiempo para escribir. Además se me cayó al piso el disco externo donde iba recopilando mis memorias y dejó de funcionar de modo que se perdió información y me vi obligado a interrumpír los relatos diarios. El jueves 4 de diciembre hicimos un nuevo viaje a Montevideo y finalmente pudimos conseguir un sofá cama a nuestro gusto que nos entregarían en un par de semanas, y el sábado volvimos a Montevideo para recibir a Karin que venía de Buenos Aires con el Seacat. Antes de regresar a Piríapolis almorzamos en el mercado de artesanos y paseamos por la ciudad con una tarde hermosa de sol. A la noche la invitamos a comer pizza y faina en la pizzeria Morales de nuestro barrio, después de haber ido a la playa. El domingo cumplia años Daniel y fuimos los tres en bicicleta a pasar un rato con el, su familia y amigos. Al hacerse de noche regresamos a la casa previa pasada por la playa. Karin se quedaba hasta el martes, e hicimos varias salidas más, una de ellas hasta San Francisco, que tenía una hermosa playa y se veia espectacular con el mar embravecido. También compramos un pino con raiz para la navidad en el vivero del barrio, ya que en Uruguay era casi obligatorio decorarlo el 8 de diciembre. A Karin no le tocó el mejor clima pero igual lo pasamos muy bien con ella, y prometió volver para navidad. Cuando se fue Karin devolvimos la bicicleta que nos había prestado Christian y volvimos a la cabaña de Playa Grande. El progreso con la casa era lento y decidimos hacer la mudanza el día miércoles 10 de diciembre ya en forma definitiva, con lo que habríamos pasado 22 días en la cabaña alquilada. El martes a la noche empacamos lo más posible y como Carlos vino al día siguiente a trabajar le pedimos prestado el vehículo para trasladar nuestros bártulos. Aprovechamos también para ir al supermercado Devoto y comprar las cuatro sillas. De ese modo tomamos posesión casi por la fuerza, ya que aun faltaban muchos detalles del interior pero parecia que no se terminaban nunca. Teníamos la cocina instalada con gas de garrafa, agua corriente, y la mesa redonda que nos había regalado Yolanda con las flamantes sillas. De a poco nos fuimos acomodando, y para no tener todo en las valijas compramos un pequeño ropero de madera rústica que más adelante iría a parar al dormitorio chico. Cuando vino la heladera y no teniendo aun electricidad la utilizamos como despensa, y también nos hicimos de una pequeña mesa de madera para poder comer afuera aprovechando los días lindos de sol. Nuestra vecina Yolanda nos ofreció utilizar su heladera y cargar las baterías de modo que hicimos diariamente el peregrinaje a su casa. El colchón inflable funcionó muy bien y desde luego colgamos el mosquitero porque no habia otra forma de sacarselos de encima. También entablamos la lucha contra las hormigas, que se estaban estableciendo bajo la casa. Otra compra importante fue un galpón metálico de tres metros por dos cincuenta y techo a dos aguas, que vino desarmado y que montamos provisoriamente con Carlos el constructor sobre la platea de la segunda parte de la casa, permitiendonos quitar muchas cosas de la vivienda. Yolanda y su Marido Osvaldo fueron nuestras primeras visitas cuando vinieron el lunes 15 a ver la casa. Karin nos aunció que venía el 23 de diciembre, mientras que Viktoria y Matias tenían pensado llegar el 31.
El martes no le vimos el humo al constructor, que ahora alegaba problemas de familia. Sentados en la vereda de la casa para desayunar observamos todos los restos de la construcción desparramados por el terreno de la casa y los lotes vecinos, y decidimos hacer limpieza. Juntamos todo en un lugar más discreto y repartimos también un poco más de tierra en el frente de la casa. Alicia descubrió dentro del monte un basural que seguramente había creado el constructor y sus obreros por lo que se puso a sacar todo y embolsarlo en bolsas negras. En total juntamos cinco bolsas negras con todo lo que encontramos. También improvisé unos tacos para levantar la cocina al nivel de la mesada hasta tanto se hiciera una plataforma definitiva. Después de almorzar tomamos las bicicletas y partimos hacia el centro donde encontramos un odontólogo que estaba disponible para un arreglo que necesitaba Alicia. En el supermercado compramos la clásica pava uruguaya con silbato, además de una almohada más para nosotros y una inflable para la carpa. También compramos granulado para atacar a las hormigas que nos estaban invadiendo. Antes de la cena puse en marcha un rato al grupo electrógeno que había dejado Carlos con lo que recargué la computadora y pasamos la aspiradora. Ya de noche cruzamos hasta la casa de nuestro vecino Juan a negociar que nos prestara electricidad a lo que accedió sin inconvenientes y quedamos en que compraríamos cien metros de cable para hacer el tendido y conectarnos el viernes. Así podríamos poner en marcha el termotanque y la heladera, ya bastante necesarios, sin necesidad de esperar que pusieran los postes de luz y nos dieran nuestra propia linea lo que podría demorar hasta enero.
Durante el desayuno del miércoles, siempre afuera, decidimos completar la limpieza del terreno moviendo todo el material y basura que se encontraba del lado del monte. Llenamos tres bolsas negras más y quedó muho más prolijo. También extendimos la zanja del fondo para drenaje de agua de lluvia, con lo que conseguimos llenar varias carretillas con tierra negra para repartir en el frente de la casa. Para el almuerzo nos hicimos una escapada a la fábrica de pastas del barrio y compramos tallarines, que con el tuco que hizo Alicia quedaron buenísimos. Más tarde dimos una vuelta por la ciudad, comprando pasajes a Montevideo para el día siguiente y haciendo otras compras necesarias en el Devoto. La tarde se prestaba para una excursión a la playa y para allá fuimos cuando ya el sol iba cayendo en el horizonte. Mientras preparábamos nuestra cena con los restos del almuerzo apareció el vecino que nos prestaría electricidad para invitarnos a comer filetes de pescadilla que había pescado por la tarde. Los hizo al disco y eran un manjar, sobre todo acompañados de un buen vino torrontés. Carlos no apareció como ya era de imaginar por lo que no hubo progreso con la construcción.
El jueves madrugamos para tomar el omnibus de 08:50 a Montevideo, y una vez allá tomamos un colectivo hasta el barrio donde abundaban los negocios de electricidad donde compramos los 100 metros de cables a un precio considerablemente menor que en Piriápolis. Habia llevado mi valija de cabina ya que era un rollo pesado e incómodo de transportar. también encontramos manijas a nuestro gusto para las puertas del mueble bajo mesada. Almorzamos en el mismo restaurante donde lo habíamos hecho el jueves anterior antes de regresar a Tres Cruces donde alcanzamos a comprar un juego de sábanas antes de tomar el omnibus de regreso a Piriápolis. La tarde estaba fantástica y bajamos a la playa luego de comprar empanadas para la noche en una provisión con la idea de recogerlas más tarde. Asi cenamos ya cuando había caido la noche bajo un fantástico cielo estrellado.
Viernes 18 y se hizo la luz!. Por la mañana tiré los cien metros de cable hasta la casa del vecino Juan pasando por dos terrenos baldíos y lo conecté al tablero de la casa con lo que en forma absolutamente ilegal tuvimos electricidad y entre otras cosas pudimos conectar la heladera por primera vez. Fue un día agobiente que había comenzado con mucho viento, y como estaba fresco en la casa nos quedamos hasta la tardecita antes de salir. Además esperábamos la llegada del sofá cama que trajo un transporte a media tarde desde Montevideo. Los chicos del transporte se perdieron en el laberinto de calles de los barrios de la zona pero finalmente los pudimos guiar por teléfono y en cuanto llegaron armaron rapidamente el sofa cama y asi pudimos desinflar el colchón que nos había prestado buen servicio por más de una semana. Al tener en marcha la heladera dejó de servir como alacena y en Piriápolis encargamos una estantería que nos entregarían al día siguiente. Después de dejar las compras en la casa fuimos con las bicicletas a comer a un restaurante del barrio que había abierto el día anterior. Comimos bien pero no tanto como para pensar en volver. Como siempre, se hizo bien tarde y ahora quedamos con la esperanza de que Carlos el constructor viniera el sábado como había prometido para instalar entre otras cosas la canilla del baño.
El sábado 19 fue un día de grandes logros. Cuando Alicia se fue a la feria con Yolanda y Osvaldo, y yo estaba lavando los platos del desayuno apareció milagrosamente Carlos con su ayudante Nahuel. Al tener electricidad estaba resuelto ese problema y pudieron conectar toda su maquinaria eléctrica para acelerar los trabajos. Carlos instaló finalmente la bacha y la canilla en el baño y conectó el lavarropas. Luego siguieron con la habitación, colocando zócalos y la pastina faltante en los cerámicos del piso además de otros detalles menores. Logré que Carlos fijara el galpón a la platea ya que pronosticaban fuerte viento para el domingo. Las bolsas de cemento que estaban a la intemperie se entraron al galpón para protegerlas mejor ya que estando en visperas de las fiestas no había esperanza de que se completara la vereda y la platea definitiva para el galpón en un futuro cercano. Mientras ellos trabajan en la casa cargamos en el camioncito las ocho bolsas de basura que habíamos juntado y las llevamos a un contenedor antes de seguir al centro de Piriápolis a buscar la estantería y una banqueta en la mueblería. En el supermercado Devoto compramos dos sillas más para completar seis, además de comida para almorzar con Carlos y Nahuel. En la barraca San Antonio compramos algunos artículos que nos había pedido Carlos y también una pala, una azada y un rastrillo. Aprovechando la camioneta, después de almorzar fuimos a la barraca del barrio a buscar una parrilla sobre patas que me había gustado, además de un espejo para el baño que quedó instalado. Carlos se quedó trabajando hasta que cayó la noche y sospechamos que sería lo último que veríamos de el por un buen tiempo. Después de ordenar un poco la casa y quitar polvo conectamos el termotanque y por primera vez salió agua caliente de las canillas. El lavarropas me dió un shock eléctrico por alguna razón desconocida y decidimos no utilizarlo por el momento. Habíamos pensado hacer cena en la casa pero se hizo tan tarde que decidimos ir a lo de Morales a comer pizza y faina con una cerveza helada.
A la madrugada del domingo comenzó a levantarse un fuerte viento y al rato comenzó a llover también. De cierto modo nos sirvió para controlar por donde entraba agua a la casa ya que sospechábamos que ni las ventanas ni la puerta estaban suficientemente selladas. Al galpón entró también un poco de agua pero eso ya lo sabíamos pues estaba un poco separado de la platea, y todo lo que teníamos adentro estaba por suerte montado sobre tacos. Al haberlo afirmado a la plateas el día anterior contábamos con que no se iba a volar. Cuando paró la lluvia por la tarde salimos a la rambla a observar el mar embravecido e hicimos también algunas compras para la cena en el Devoto más cercano. Pudimos comunicarnos con Johanna por skype, lo que fue muy lindo pues hacía rato que no teníamos contacto.
El lunes 22 de diciembre hicimos la gran compra de navidad en el Devoto, y por ser tanto pedimos que lo entregaran a domicilio. Compramos también una bicicleta nueva para Alicia que pedimos retirarla al día siguiente cuando llegara Karin. Hicimos dos viajes a la ciudad, y la segunda vez fuimos a una vidriería a encargar un espejo grande que iría del lado interno de una de las puertas del guardarropas. Encargamos tambíen una segunda garrafa para evitar el riesgo de quedarnos sin gas en un momento crucial, y cuando regresamos a la casa nos encontramos con la sorpresa de ver cinco flamantes postes de luz llegando el último hasta la casa. No pensamos que lo harían antes de navidad, y ahora solo quedaba esperar a que la compania de elecricidad instalara el medidor para quedar conectados a ellos y desconectar al vecino Juan. A la noche estrenamos el parrillero que había comprado el sábado y salió un excelente asado y chorizos, y Alicia hizo dos budines ingles que eran tradicionales para las fiestas de navidad, El arbol de navidad entró al living y lo acomodamos en un rincón antes de que Alicia lo volviera a decorar.
Al haber reservado turno en la peluqueria para ambos, salimos a media mañana del martes hacia el centro. Mi corte fue rápido pero Alicia iba a demorar mucho más por lo que aproveché para hacer algunas compras y retirar la bicicleta nueva de ella. Dejé la otra en la terminal de omnibus para que la pudiera usar Karin. Regresando a la casa compramos fruta de pasada en una frutería nueva sobre la calle Misiones. Al rato regresé al centro para esperar a Karin en la terminal y llegó con mucha puntualidad a las tres de la tarde. Alicia tenía turno con el dentista de modo que también tuvo que volver al centro mientras que Karin y yo nos quedamos armando la carpa para ella antes de bajar a la playa donde estuvimos hasta la puesta del sol. Alicia vino también después del dentista, y cuando regresamos a la casa preparó unos buenos filetes de brótola que había comprado en la feria el sábado anterior. Después de cenar le dimos a karin una buena colcha para que no tuviera frio durante la noche y se fue a su carpa con uno de los faroles solares.
24 de diciembre y primera vez que festejaba la nochebuena en Uruguay. El día estaba magnífico y por la mañana completamos todos los preparativos del día. Hicimos las albóndigas, las masas de azafrán, el glögg y el licor de whisky. Karin bajó un rato a la playa y Alicia precocinó el pollo para la noche. Hacia la tardecita salimos los tres nuevamente y mientras Karin se quedaba nuevamente en la playa nosotros continuamos hasta Playa verde en dirección a Montevideo para saludar a una parienta que estaba en su casa de verano con la familia. Al regreso pasamos por la playa donde estaba Karin y a la puesta del sol regresamos a la casa. Armamos la mesa sobre la platea con vista al crepúsculo y allí comimos a la luz de las velas con una plácida noche. Luego refrescó bastante y entramos a la casa a abrir los paquetitos y comer el postre de ensalada de frutas que había hecho Alicia. A medianoche se dispararon cantidad de fuegos artificiales y terminamos el día cerca de las dos de la mañana.
El 25 amaneció también muy lindo por lo que Karin rumbeó para la playa en cuanto terminamos de desayunar, al aire libre desde luego. El calor era muy intenso pero igual salimos a media tarde hacia el centro con la intención de hacer compras. Muchos estaban cerrados pero por suerte estaba abiero el supermercado El Dorado. Karin hizo una nueva excursión a la playa y Alicia y yo bajamos cuando ya estaba cerca la puesta del sol con un cielo espléndido. Luego armamos la cena detrás del galpón ya de noche y comimos pechuga de pollo rellena con verduras preparada por Alicia además de los restos de la cena de nochebuena.
La noche del jueves fue agobiante por el calor y además tuvimos que luchar bastante para deshacernos de los mosquitos que habían logrado meterse en el mosquitero. A la mañana del viernes vimos cómo se estaban formando nubes de tormenta pero en nuestra zona aun había sol. Alicia y yo partimos en bicicleta a comprar fruta en el puesto nuevo. Estando allí comenzó a llover y me empapé antes de llegar a la ferretería Heliopolis en camino a casa. Compramos algunas cosas pequeñas y también un taladro a batería que tenía en vista. La tormenta habia arreciado y además de lluvia era intenso el viento. Cuando llegamos a la casa vi que la carpa estaba media colapsada por lo que entramos el colchón y la ropa de cama de Karin y luego la desarmamos. Fue una buena movida pues luego se largó con todo, con mucha lluvia y fuertes ráfagas de viento. Probablemente fue eso lo que causó que de pronto comenzara a gotear el techo ya que Carlos no había terminado de sellar los costados y sospechamos que el agua había entrado por el entretecho. Por suerte paró el viento y a pesar de la lluvia no goteó más. Al rato nos quedamos tambien sin electricidad, pero el vecino que nos prestaba la luz no estaba en casa de modo que teníamos que esperar a que volviera para investigar la causa. Cuando amainó la lluvia salí a mejorar la zanja que rodeaba la casa ya que bajaba mucha agua del monte y no queríamos que llegara a la casa. Asi fue que nos hicimos de un arroyo propio pasando por el borde del terreno, siempre que hubiera lluvia. Al rato se hizo la luz al volver el vecino, quien comprobó que había saltado la térmica en su casa por alguna otra razón. En el interín comenzó a disminuir la presión de agua y al rato dejó de correr. Cuando bajamos a cenar a la pizzeria Morales nos enteramos que se había roto un caño maestro y todo Piriápolis se había quedado sin agua. Esa noche instalamos a Karin con el colchón inflable dentro de la casa y por suerte pasamos una noche tranquila, aun cuando continuábamos una lucha implacable con los mosquitos.
El sábado era el cumpleaños de Johanna y tratamos de comunicarnos con ella sin resultado. Amanecimos con un lindo día y todo comenzó a volver a la normalidad. Después del desayuno bajó Karin a la playa mientras que yo me dediqué a ordenar el galpón y a hacer lugar para armar la carpa adentro. Por suerte daba justo el espacio y decidimos que la dejaríamos adentro del galpón en el futuro. A media tarde salimos los tres en bicicleta a la terminal de omnibus para tomar un colectivo que iba a Pan de Azucar, un pueblo situado a pocos kilómetros de Piriápolis en las cercanías del cerro del mismo nombre. Nos bajamos antes de llegar al pueblo, en la reserva de animales autóctonos. Era un parque muy bonito y cuidado y digno de visitarse, justo al pie del imponente cerro. Había cantidad de senderos para caminar pasando por corrales y jaulas done estaban los animales en cautiverio. Rematamos la visita con una cerveza en el restaurante y luego salimos a la ruta para comenzar a caminar los seis kilómetros de regreso. Llegamos hasta el castillo de Piria, otro lugar para visitar en algún momento, y allí hicimos dedo para regresar a buscar las bicicletas y Una pareja de Montevideo paró al poco tiempo para llevarnos a la terminal de omnibus. Alcanzamos a ir al supermercado a comprar los ingredientes para hacer un pesto con la procesadora que nos había traido Karin y cenamos afuera en la futura galeria con sorrentinos que habíamos comprado en la casa de pastas caseras del barrio.
Finalmente pudimos comunicarnos con Johanna y felicitarla con atraso el domingo por la mañana. Hacia el mediodía apareció el electricista con su desvencijado auto y terminó de montar los caños plásticos en el palo de luz para que nos conectaran electricidad el lunes o martes siguiente. Ines, la amiga de Alicia, vino también de pasada con su hermana que había ido a ver los dos contenedores hechos vivienda para alquiler de temporada que tenía en las cercanías de Piriápolis. Para completar las visitas, vino Carlos el constructor para discutir el tema techo y quedó en dedicar el lunes a hacer todo lo necesario para evitar que entrara agua. De todos modos llegamos a la conclusión que cuando se hiciera la segunda parte de la casa habia que retechar lo hecho ya que estaba mal construido de entrada. Era parte de todos los problemas que habían surgido cuando se había comenzado a construir la casa. El dia estaba muy lindo pero hacía mucho calor asi que esperamos a la tardecita antes de salir los tres a Piriapolis a hacer compras. La intención era hacer un asado a la noche y arrancamos bien tarde con el fuego pues antes de eso quisimos ir a la playa a ver la puesta de sol. La reparación del caño había durado poco pues estábamos nuevamente sin agua y vimos cerca de la playa que se había instalado un camión cisterna para que la gente pudiera abastecerse de agua.
El agua regresó por suerte a la madrugada del lunes 29, y amanecimos nuevamente a una hermosa jornada. Llegaron a su fin los seis dias que Karin pasó con nosotros y que trascurrieron demasiado rápido. Antes del mediodía apareció un vehiculo de una compania contratista que montó los cables y un medidor con lo que quedamos con acceso a la electricidad. Me desconecté entonces del vecino Juan y recogi los cien metros de cable que habíamos tirado hasta su casa. A la tarde vino Carlos como había prometido y se puso a trabajar con el techo mientras nosotros aprovechábamos la camioneta para llevar a Karin hasta la terminal de omnibus. Nos despedimos con tristeza pero con la esperanza de que volviera pronto. Luego fuimos a una vidriería a buscar un espejo que habíamos encargado, antes de regresar a la casa. Alicia preparó unas buenas hamburguesas que comimos con Carlos a media tarde y él se quedó trabajando hasta que cayó la oscuridad, Con las terminaciones que hizo en el techo pensamos que no habría más problemas de filtraciones en el futuro aunque la prueba de fuego sería la próxima tormenta de verano.
La mañana del martes la dedicamos a pintar postigos con protector de madera para que no se deterioraran, También arreglé un poco el galpón para que tuviera más lugar la carpa, y temprano por la tarde salimos hacia el centro con un sol radiante y mucho calor. En la companía de electricidad hicimos el trámite para obtener la bonificación de mil pesos uruguayos que nos corrspondían con el eficiente termotanque que habíamos comprado, y en el Devoto completamos las compras de fin de año. Mientras Alicia terminaba de pintar postigones hice un contramarco provisorio a la puerta de entrada utilizando machimbre que sobraba, de modo que quedara un poco más prolija y presentable. Cuando eso quedó listo bajamos a la playa para disfrutar de otra magnífica puesta de sol. Alicia se dió un baño de mar también, y luego cenamos afuera los restos que habían quedado del asado del sábado. Antes habíamos pasado por lo de Yolanda a ver si tenían una escalera más alta que la nuestra, pues pensaba hacer el tratamiento protector a la madera que Carlos había montado en el techo. Quedamos en que la pasaría a buscar el miércoles por la mañana si es que no venía la lluvia anunciada.
El miércoles amanecimos con buen tiempo y busqué la escalera en lo de Yolanda para subirme al techo a pintar. Como estaba bastante nublado no hacía demasiado calor allá arriba. Alicia se dedicó a terminar de pintar postigos y a prolijar los contramarcos interiores de las tres ventanas. También limpió los vidrios y quedaron impecables. Por la tarde comenzó a armarse una tormenta y al rato comenzó el fuerte viento con algo de lluvia también. Tuvimos que cerrar todos los postigos y salí a afirmar bicicletas, mesas y parrillero para que no se volaran. Estando en eso cayó uno de los tirantes que Carlos había puesto en los costados del techo y poco faltó para que me diera en la cabeza. Por suerte duró poco el temporal y tuve tiempo de volver a colocar el tirante, que descubrí que se había olvidado de atornillar. Había un solo tornillo colocado y no resistió la fuerza del viento. Desde Buenos Aires nos avisó Karin que Viktoria y Matias venían atrasados y no llegarían a tiempo a Montevideo a tomar el omnibus del que tenían los pasajes comprados. Por suerte pudieron tomar otro omnibus que salía a las 17:45 de Montevideo. Al tercer intento logré encontrar en su casa al hombre que nos había alquilado la bicicleta y la pasé a retirar antes de bajar al camino de la costa a esperar a los chicos. Llegaron con bastante atraso, casi a la puesta del sol, cansados y con hambre. Alcanzaron a acomodarse y refrescarse un poco antes de ir todos a la casa de Yolanda y Osvaldo donde estaba en marcha la parrilla y estaba lista la picada para comenzar la cena. Nosotros llevamos algo de bebida, carne y chorizos, ensalada de frutas hecha por Alicia y una tarta de limón. Pasamos una muy linda velada con ellos, con una noche plácida y estrellada, y a medianoche subimos a su terraza a ver los fuegos artificiales de la zona, que eran bastante abundantes. Asi recibimos el año 2015 en Miramar.
Año 2015! El año comenzó medio tristón, fresco, con viento y amenaza de lluvia. Viktoria no se sentía muy bien pues tenía un principio de faringitis. Después de desayunar bajó a la playa con Matias y se quedaron allí hasta que los corrió el viento. Con Alicia fui a la provisión a comprar algunas empanadas y tartas para completar el almuerzo con sobras de la parrilla de la noche anterior. Luego salimos los cuatro en las bicicletas hacia Piriápolis, donde había congestión de gente y autos en la zona de la rambla. Caminamos un poco por allí curioseando en los negocios y luego tratamos de encontrar al Picasso, un boliche que nos había nombrado Daniel, pero siguiendo sus indicaciones no encontramos nada y terminamos comiendo faina y pizza en lo de Morales ya de noche. Viktoria se sintió un poco mejor durante el día pero a la noche volvió a recaer.
En algún momento de la noche del jueves al viernes comenzó a levantarse fuerte viento y no dejó de soplar. Los chicos lo pasaron muy mal en el galpón a causa de los ruidos, pero no se les ocurrió mudarse a la casa. Viktoria amaneció muy mal y le pedimos a Osvaldo si podía llevarnos al médico con su auto. Vino a los pocos minutos y fuimos a la Policlínica donde nos atendieron con mu poca demora. El médico le recetó antibióticos a Viktoria y los compramos en la farmacia que estaba pegada al supermercado Devoto. También aprovechamos para comprar ingredientes para el pesto que ibamos a hacer para la pasta de la noche. El desayuno lo hicimos al regreso a la casa y los chicos se fueron luego a dormir una siesta para recuperarse de la noche anterior mientras que yo aprovechaba para plantar el pino de navidad en la entrada de la casa. A la tarde fuimos a comprar pasta y cenamos aun de día. La tarde estaba muy linda y salimos nuevamente, esta vez hasta la rambla adonde llegamos justo para la puesta de sol que vimos frente a nuestra heladería favorita. Alli comimos helados y después fuimos a la terminal de omnibus para que los chicos compraran sus pasajes de regreso a Montevideo para el domingo. El regreso a la casa fue ya con noche cerrada, y para que Viktoria y Matias pudieran dormir bien hicimos un cambio y Alicia y yo nos instalamos en la carpa dentro dentro del galpón mientras que los chicos utilizaban el sofá cama de la casa.
Nuestra primera experiencia de carpa en el galpón fue muy buena; con una noche tranquila y sin viento dormimos muy bien y los chicos pudieron descansar también. Decidimos que la noche siguiente haríamos lo mismo. Viktoria se sentía mucho mejor de la garganta y pudo bajar nuevamente a la playa. Por ser sábado había feria en Piriápolis y fuimos para allá Alicia y yo. Entre todos los puestos había una pescadería donde compramos brótola para preparar para la cena. Nosotros hicimos también una pasada por la playa hacia la tardecita, y a la noche comimos afuera nuevamente. Era la última noche en la casa ya que el domingo regresaban los chicos a Buenos Aires mientras que nosotros ibamos a salir de viaje a 33.
La segunda noche en el galpón fue excelente también, y después de levantarnos desarmamos y guardamos la carpa para liberar espacio para guardar las bicicletas. Devolví la que habíamos alquilado y ordenamos toda la casa y el galpón pensando que con suerte vendría Carlos el jueves para terminar la vereda alrededor de la casa. Al mediodía nos despedimos de Viktoria y Matias y ellos bajaron caminando hasta la ruta para tomar el colectivo a Montevideo. Una hora más tarde nos llevó Osvaldo en el auto hasta la misma parada en la ruta para tomar el colectivo de Bruno hasta Minas. Era un viaje de una hora y media por una ruta muy pintoresca en la serranía. En Minas teníamos una hora y media de espera y aprovechamos para almorzar en un boliche frente a la terminal. El tramo siguiente hasta 33 lo hicimos con la empresa Nuñez y demoró unas dos horas y media que pasaron muy rápido ya que dormimos la mayor parte del trayecto. Brenda, la hermana de Alicia, estaba viniendo detrás nuestro con su marido Pedro y su hija Lucia en un auto alquilado, y llegaron exactamente en el momento en que llegamos nosotros al hotel La posada de la ciudad. Ni bien nos instalamos en el hotel, salimos para ver el balneario del rio Olimar antes que se hiciera de noche. Por ser domingo estaba muy concurrido y vimos allí una hermosa puesta de sol también. brenda y Alicia tenían un primo al que fuimos a saludar y nos quedamos un buen rato en su casa con la familia antes de buscar un restaurante del centro para cenar.
El plan para el día lunes 5 de enero era dejar el hotel y hacer una excursión a la Quebrada de los Cuervos a unos cuarenta kilómetros de 33. Desayunamos en el hotel y luego compramos algunas provisiones para el picnic. Luego tomamos una carretera pavimentada hacia el norte y a los pocos kilómetros tomamos un camino de tierra hacia la quebrada que en algunas partes estaba en bastante mal estado. Se levantaba también bastante polvo pero por suerte no había casi tráfico. A la entrada a la quebrada había que pagar un mínimo arencel y estacionar el auto para iniciar la caminata. La quebrada era realmente imponente, profunda y con un arroyo en el fondo al que llegamos después de caminar un par de kilómetros por un hermoso sendero en el monte que en algunos lugares era bastante empinado. En algunas partes había cuerdas para sostenerse también. El arroyo formaba una laguna natural bastante profunda y Lucia y Alicia aprovecharon para bañarse. El tramo final del sendero para regresar al estacionamiento era muy empinado y entre rocas, y lo tuvimos que hacer a pleno sol llegando a un magnífico mirador desde el que se veía el arroyo que serpenteaba por la quebrada. También se podían ver los cuervos revoloteando majestuosamente en la altura. Después del paseo hicimos picnic a la sombra de los eucaliptos en la entrada al parque antes de emprender el camino de regreso. A cien kilómetros de allí estaba La Charqueada, un pueblo a orillas del río Cebollati, donde habíamos reservado una cabaña para los cinco por una noche en el camping municipal. Aun era de día cuando llegamos allí, y después de instalarnos fuimos a la playa del rio que estaba en la orilla opuesta. Para llegar allí había que tomar una balsa que estaba cruzando incesantemente el rio llevando autos y gente. Estuvimos un rato en la playita hasta la puesta del sol, y regresamos a la casa a refrescarnos antes de ir a cenar a una fonda que atendía su dueña Mabel y que Brenda había encontrado como recomendada en internet. Alli comimos muy bien y barato, y con abundante cerveza. Habïa luna llena y la noche se veía magnífica en el corto trayecto hasta la cabaña.
Alicia y yo nos habíamos comprometido a ir a comprar bizcochos a la panadería para el desayuno del martes, y la encontramos en las cercanías de la plaza del pueblo. A las diez de la mañana teníamos que dejar la casa asi que cargamos el auto con todos nuestros petates y partimos del pueblo. Era día feriado por ser seis de enero, y la cola de vehículos para cruzar el rio con la balsa era bastante grande por lo que decidimos ir a buscar la otra balsa que estaba a poca distancia. Esa era paga, a diferencia de la otra que era gratuita, y no había nadie cuando llegamos allí. Después de cruzar el rio seguimos viaje hacia 18 de Julio, el pueblo donde vivía Tito, hermano de Brenda y Alicia. En el camino pasamos los palmares de Rocha, de los cuales había cantidades. 18 de Julio era un pueblo pequeño y bastante modesto, y ni bien entramos llegamos a la casa de Tito que nos estaba esperando. estaba nublado y amenzaba lluvia. Por la tarde fuimos con el auto a visitar el fuerte San Miguel que estaba a corta distancia del pueblo. El fuerte había sido reconstruido y estaba en excelente estado. Cerca del fuerte había también un museo criollo muy bien puesto con carruajes antiguos, la réplica de una pulpería y una muestra de pueblos autóctonos de la región. A la tardecita fuimos a visitar a Ada Mena, una señora mayor muy conocida en el ambito cultural que había sido declarada ciudadana ilustre y que quería tocar algunas piezas en el bandoneón para nosotros. El cordero previsto para la noche se canceló a causa del mal tiempo y en su lugar comimos muy buenos ñoquis.
El miércoles teníamos previsto continuar viaje y después del desayuno juntamos nuestras cosas, nos despedimos de Tito y salimos hacia Chui que quedaba a escasos 10 km de 18 de Julio. Chui era una localidad muy particular, con una calle principal que dejaba media ciudad en Brasil y media en Uruguay. Teníamos que comprar ropa de cama para la noche siguiente en Valizas, y la encontramos enseguida en uno de los innumerables negocios de todo tipo que llenaban el pueblo. Había una multitud de gente haciendo compras de todo tipo y a veces era dificultoso moverse entre la multitud. No me gustó para nada el lugar pero merecía ser conocido. Antes de seguir entramos a comer en un restaurante del lado brasilero, y Brenda compró provisiones ya que ellos iban a alojarse en un departamento que habían alquilado en Valizas. Habia una especie de aduana a la salida de Chui pero el control era muy superficial. No había que hacer trámites migratorios tampoco. La siguiente parada la hicimos en Punta del Diablo, sobre el Atlántico, y era evidente que era uno de los lugares preferidos de la gente joven. Dimos unas vueltas por el pueblo, que no tenía muchas pretensiones, y luego continuamos hasta nuestro destino final que era Valizas, también un balneario. Cuando llegamos le avisamos a Hilian, quien vino caminando a buscarnos a Alicia y a mi para llevarnos a su casa que estaba a pocas cuadras del centro y que solo estaba separada del mar por un médano. Era también otro favorito de la gente joven y estaba lleno de carpas, vendedores ambulantes, kioskos de todo tipo y caos general. La casa de Hilian e Isabel estaba casi terminada y era muy grande y atractiva. La falta de electricidad era aun un problema para ellos y no había aun miras de que la conectaran. A la tardecita fuimos a la magnífica playa y a la noche fuimos a cenar pescado a La Jarana, un simpático restaurante sobre la calle principal. Uno de los tantos músicos ambulantes nos apestó un rato con su actuación pero por suerte se fue después de hacer su show. También dimos una vuelta por el mercado de los artesanos donde había incluso un anfiteatro y un músico.
Como el jueves amaneció muy lindo fuimos a la playa despues del desayuno. Desde Valizas se podía ir a pie hasta Cabo Polonio, un recorrido de unos 8 kilómetros cruzando médanos, pero desistimos de hacerlo. Preferimos descansar y recuperarnos en Valizas. Por la tarde fuimos a comprar chorizos y carne para hacer en una original parrilla que tenía Hilian, colgando de un trípode metálico. Salió muy bien y se hizo casi de noche sentados en el jardín de la casa. Después de la cena salimos a dar una vuelta por la playa caminando hasta la barra del arroyo Valizas que era posible cruzar vadeando aunque había botes también. Desde allí partía la travesía a Polonio y decidimos que al día siguiente haríamos una corta caminata en esa dirección.
El viernes 9 nos levantamos temprano para desayunar y salir a hacer la excursión antes de que el sol no fuera muy fuerte. De todos modos estaba bastante nublado cuando partimos. El cruce del arroyo Valizas lo hicimos con el bote y emprendimos la subida del imponente medano que comenzaba del otro lado. Desde el tope teníamos una hermosa vista de los alrededores y a la distancia se veía el faro del cabo Polonio. Continuamos por el filo del médano y luego hicimos la travesía hasta una punta rocosa de las cercanías que era el cerro más alto de la zona. Cuando llegamos allí comenzó a llover y también hubo algunos truenos por lo que nos apresuramos en bajar para no estar en el medio de una tormenta eléctrica. Regresamos por la costa del mar, donde no era tan facil caminar por la inclinación de la playa, y en la punta rocosa nos mostró Hilian donde habia encontrado de casualidad una piedra que había sido puesta como mojón como límite de separación entre los imperios portugueses y españoles. hacia el año 1750. La tormenta pasó y en la casa juntamos todas nuestras pertenencias para ponerlas en el auto y partir de regreso al sur. Antes de dejar Valizas fuimos a almorzar a La jarana, donde ya habíamos estado el miércoles. Durante el viaje nos encontramos nuevamente con un frente de tormenta y por un rato llovió a cántaros. Cuando pasó quedó un magnífico cielo azul y comenzó nuevamente el calor. Hilian e Isabel estaban parando en las casas de sus respectivas madres en San Carlos, no muy lejos de Piriápolis, e Hilian quiso mostrarnos todo el pueblo, incluyendo una talabartería atendida por una señora que tenía poderes especiales y entre otras cosas le había curado un problema de la rodilla. Esta señora conversó un largo rato con Alicia ya que tenían en común el interés por el reiki. También fuimos a una carpintería donde le habían vendido buenos muebles a Hilian y allí mismo encargamos la mesa alta que queríamos para el rincón de desayuno, con cinco sillas. Desde San Carlos seguimos en un micro a Maldonado, a una media hora de viaje, y tuvimos una buena combinación para continuar con otro micro hasta Piriápolis donde llegamos a la puesta del sol.
10 de enero y día en que Cacho cumplía años. Logramos comunicarnos por Skype para saludarlo aunque la comunicación fue muy pobre y apenas nos entendímos. Me puse a barnizar los postigos para darles un poco más de vida y como era un lindo día de sol bajamos también un rato a la playa. Había sobrado pescado de una comida con Viktoria y Matias que descongelamos para la cena y festejamos el mes de haber entrado a la casa. Brenda tenía previsto llegar a Piriápolis el domingo al mediodía y desde la cabaña alquilada nos dijeron que se iba a desocupar a tiempo y todo estaría listo para ellos. Habíamos pensado invitarlos con pasta el domingo a la noche y antes que llegaran dimos una vuelta por el supermercado y la fábrica de pastas del barrio. Nos encontramos con ellos juesto en el momento en que estacionaban el auto en la cabaña, y al rato los guiamos con nuestras bicicletas para que conocieran el camino para llegar a la casa de Alicia. Asi pudimos mostrarles la vivienda y los proyectos de ampliación. A la tardecita nos encontramos todos en la playa y a la puesta del sol regresamos para preparar la cena. Nos sentamos afuera en la platea y con una noche hermosa y calma hicimos tertulia hasta pasada la medianoche.
Brenda y su familia se quedaban en la cabaña hasta el viernes 16, y el lunes 12 tenían prevista una excursión por la costa hacia Punta del Este. Nosotros los ibamos a acompañar pero también esperábamos la llegada de Carlos que iba a tratar de completar la parte de vereda que aun quedaba por hacer. El apareció bastante temprano asi que a eso de las diez de la mañana pudimos partir de Piriápolis después de comprar algunas provisiones para el picnic. Tomamos primero una ruta costera pasando por los balnearios de la zona, y luego empalmamos con la autopista interbalnearia para llegar hasta Punta Ballena desde donde se podía ver desde una buena altura el magnífico arco que hacía la costa. Era zona de viviendas muy lujosas, y allí encontramos también Casa Pueblo, un museo creado por el artista plástico Paez Vilaró, ya fallecido. Era un complejo de viviendas, todas pintadas de blanco y con una clara influencia . Solo recorrimos la zona por afuera, y bajamos luego con el auto hasta la playa contigua, donde había una enorme punta rocosa formando cavernas. Estuvimos buscando algún lugar para sentarnos entre las rocas y finalmente armamos el picnic al mismo tiempo que se bañaban en el mar. Cuando recogimos todo se dió cuenta Brenda que le faltaba un estuche con su máquina fotográfica y su celular. Lo buscaron infructuosamente y finalmente llegamos a la conclusión que lo había dejado en el primer lugar donde pensabamos hacer el picnic y parecía evidente que alguien s elo había llevado. Llamamos también a su celular y estaba desconectado. Cerca d ela playa había una comisaría y para allá fuimos a hacer la denuncia para su seguro, pero allí no le pudieron dar una copia porque la declaración se mandaba a la prefectura de Punta del Este donde labraban el acta. Seguimos viaje y pasamos Punta del Este para llegar hasta la playa del faro de Jose Ignacio. Allí pusimos la sombrilla e hicimos playa un rato bajo un sol tajante pero con bastante viento. La idea era seguir hasta la laguna Garzón pero ya se estaba haciendo tarde por lo que emprendimos el regreso pasando por la prefectura a retirar la copia de la denuncia, y llegamos a Miramara cuando ya se estaba poniendo el sol, El plan de comer pizza en lo de Morales falló también al acordarnos que estaba cerrado los lunes y la alternativa fue ir a la provisión a comprar empanadas que comimos en la cabaña de Brenda después de sacarnos de encima la transpiración y la arena.
El martes por la mañana nos despertamos sobresaltados al escuchar fuerte ruido frente a la casa, que resultó ser de la descarga de tosca que estaba haciendo un camión de la municipalidad. En total vinieron cinco camionadas de tosca para cubrir la futura calle y hacer posible la salida en caso de lluvia. Al rato vino una máquina gigantesca a repartir la tosca y también a desmalezar un par de metros de monte para ampliar la calle. Dió pena ver como arrancaba de cuajo arbolitos y arbustos del monte. Luego le pidió Alicia al maquinista si podía repartir el monticulo de tierra y piedra que aun teníamos en el terreno y quedó hecho en un santiamen. Lamentablemente lo repartió también sobre un resto de pedregullo que ibamos a usar para completar la vereda y que quedó tapado. Luego comenzó la lluvia, que fue bastante intensa, y Pedro se ofreció a llevarnos a Piriápolis pues Alicia tenía turno con el dentista. De paso hicimos algunas compras en el Devoto también. Ellos nos habían invitado con asado a la noche y después de hacer un poco de playa al haber mejorado el tiempo fuimos a su cabaña a comer un asado que preparó Brenda en su parrillero. Para el día siguiente estaba planeada una nueva excursión con ellos, esta vez hacia Minas, y quedamos en que nos pasarían a buscar a las nueve y media de la mañana.
Iniciamos el paseo del miércoles partiendo hacia Pan de Azucar y haciendo luego el muy pintoresco recorrido hasta Minas por la ruta panorámica. De Minas continuamos unos diez kilómetros hacia el este hasta el cerro Arequita, un imponente peñón de piedra y bosques. Estacionamos el auto frente a una cerca con tranquera que indicaba el camino al monte de ombues y tomamos caminando el sendero que efectivamente terminaba en el monte al pie del cerro y donde había cantidad de ombues. Habia un sendero en el bosque también, y explorandolo comenzamos a trepar por una picada pegada al peñón desde donde había una vista espléndida al valle y las copas de los ombues y de a poco fuimos subiendo entre piedras de todos tamaños y formas hasta llegar finalmente a la cumbre del cerro. La bajada la hicimos por otra picada mucho más facil y transitada. Al regreso al auto hicimos un picnic antes de regresar a Minas y de allí seguir unos kilómetros hacia el norte hasta llegar a un camino de tierra en bastante mal estado que nos llevó hasta el salto del penitente, en una quebrada por donde bajaba un arroyo que formaba una pintoresca cascada al pasar por un cañadón de piedra. El sol estaba muy fuerte y nos encontramos con gente que se bañaba en la cascada y los pozones que se habían formado. Desde allí regresamos a Piriápolis y aun pudimos aprovechar la tarde con un paseo a la playa. Al día siguiente nos tocaba ir a Montevideo.
Tomamos el colectivo a Montevideo que pasaba por Ciudad de la Costa y allí nos bajamos para ir a una casa de venta de carpintería de aluminio con la intención de ver tamaños y precios de aberturas de aluminio. Para la ampliación necesitabamos sendas ventanas para los dos dormitorios además de una puerta balcón hacia la futura galería. No quedamos muy conformes con lo que nos ofrecían allí pero nos dió algunas ideas. Luego continuamos hasta Montevideo con otro colectivo local y yo aproveché para conseguir algunos tornillos que necesitaba y que no había encontrado en Piriápolis. Almorzamos hamburguesas de garbanzos en el local que acostumbrabamos visitar frente a la municipalidad y estuvimos de regreso en Miramar bastante temprano esta vez. Viendo como crecia nuevamente el monte en el terreno contiguo a Alicia comencé a sacar plantas de raiz, lo que resultó bastante facil al estar suelta y humeda la tierra. La idea era dejar que solo creciera pasto en esa parte. Más tarde fuimos a la playa donde nos encontramos con Brenda y su familia, y a la puesta del sol regresamos a la casa a cambiarnos para encontrarnos luego con ellos a cenar en la pizzeria Morales, que aun no conocían.
A la mañana del viernes y con un día hermoso fuimos a despedirnos de Brenda y su familia ya que dejaban la cabaña para regresar a Montevideo y devolvian también el auto alquilado. Después continuamos al centro de Piriápolis a hacer compras en la ferretería y encargar pedregullo. El sol estaba bravo pero nos dedicamos a trabajos dentro de la casa. Alicia se puso a rellenar con pastina lo que aun faltaba poner en el piso cerámico mientras que yo pintaba los zócalos con protector de madera color nogal. También coloqué tela mosquitero sobre la ventana del baño ya que era lugar favorito de rejunte de mosquitos. Esos trabajos nos llevaron toda la tarde y cuando ya acuciaba el hambre bajamos en bicicleta a la provisión a comprar empanadas para la cena. La noche parecía anunciar tormenta pero aun no había signos de lluvia y no había una gota de viento.
El sábado fue un día de trabajo en la casa. Alicia fue a la feria por la mañana con Yolanda y Osvaldo mientras que yo esperaba los dos metros cúbicos de pedregullo que habíamos encargado del corralón. Más tarde comencé a pintar los contramarcos de las ventanas del lado de adentro. Eran blancos pero nos gustaban más con tono marrón, más a tono con la cabaña y haciendo contraste con las paredes blancas. Alicia se dedicó a completar la pastina que aun faltaba colocar en el piso cerámico sellando las juntas, y también acarreamos una cantidad de carretillas de tierra negra que había quedado al costado de la calle del lado del monte cuando había pasado la máquina para desmalezar. Asi ibamos rellenando de a poco el terreno con tierra buena. Antonio llegó a Punta del Este por la tarde y cuando lo llamé quedamos en ir a visitarlos el domingo por la tarde.
Alicia hizo scones el domingo por la mañana después del desayuno con la intención de llevarlos a Punta del Este. Continuamos con los trabajos del día anterior y también desmalezamos bastante más en el terreno contiguo. A eso de las dos y media de la tarde partimos en bici a la terminal y tuvimos la suerte de que saliera un micro a Punta del Este con muy poca demora. Siguiendo las instrucciones del Antonio nos bajamos cerca de la parada 10, pero resultó que no vivían cerca de esa para diez sino de la para diez del camino de la costa, de modo que tuvimos que caminar las ocho cuadras hasta llegar allí y encontrarnos finalmente con Anotnio y Antonieta además de la señora Forman que era la amiga de ellos y dueña del departamento. Nos sentamos a matear en el balcón con el intenso ruido de fondo de los vehículos que circulaban frente al departamento y pasamos un rato muy lindo con ellos. Como ya teníamos comprados los pasajes de regreso nos llevaron en auto hasta la parada y regresamos a la casa con tiempo aun de dar una vuelta por la playa ya oscureciendo. También averiaguamos por una cabaña en las cercanías de la casa ya que existía la posibilidad de que Isabel viniera a visitarnos junto con Stefan y su hija además de Karin y Viktoria. Después de cenar fuimos a ver un rato a Yolanda y Osvaldo, y aprovechamos para usar su conexión a internet ya que nuestro internet movil åparecía estar saturado y estaba extremadamente lento.
El lunes 19 esperábamos a Carlos para que continuara con los trabajos pendientes, pero temprano por la mañana avisó que vendría el martes. Nosotros fuimos a Piriápolis a hacer diversos trámites. Pagamos el impuesto anual por la casa, solicitamos que nos pusieran alumbrado y también pedimos una línea telefónica con la idea de tener internet por cable. Después seguimos limpiando el terreno contíguo, acarreando más tierra, y terminando de colocar pastina en las juntas del piso cerámico. Cuando hablé con Karin me dijo que aun estaba en veremos el posible viaje a Uruguay de Isabel. Para la cena hice falafel con los garbanzos de había comprado Alicia y después de cenar dimos una vuelta por la playa ya en la oscuridad.
Asi llegó el martes y nos cansamos de esperar a que viniera Carlos. Hacia el mediodía lo llamó Alicia bastante disgustada y su excusa fue que le había fallado el peón que lo iba a acompañar. El día era bastante ventoso y fresco pero con sol también. Terminamos de pintar los contramarcos de las ventanas y de la puerta del baño, que quedaron muy bien de color marrón veteado. También seguí atacando la maleza en el terreno contiguo, y hacia la noche cuando regresamos de un paseo a la playa lo fuimos a ver a nuestro vecino Andrés para ver si podía terminar de desmalezar en la parte de los dos terrenos contiguos cercanos a la casa para tener una buena protección contra incendios ademas de prolijar los terrenos alrededor de la casa. Quedó en que lo haría el miércoles. Desde la carpintería de San Carlos nos avisaron que la quinta silla alta estaba lista, y cuando tuvieran un viaje con otros muebles a Piriapolis la traerían.
A falta de constructor y siendo unn día lindo, el miércoles decidimos hacer un paseo por la zona y dejando las bicicletas en la terminal de omnibus y tomamos un colectivo suburbano a Maldonado que fue costeando por San Francisco, Punta Colorada y Punta negra. En Maldonado combinamos con otro que iba a San carlos y paseamos por el pueblo visitando la catedral de principios del siglo 18 que como detalle interesante tenía un campo santo con más de cincuenta tumbas cada una con una lápida muy original donde figuraban muchos detalles de la vida y muerte de cada persona. Estuvimos también en un negocio de carpintería de aluminio pero no sacamos nada en claro porque las ventanas y puertas estaban en otro lado y ni siquiera lista de precios tenían. Desde la terminal tomamos un omnibus de larga distancia de Rutas del Sol que nos dejó en Pan de Azucar y como justo perdimos la combinación aprovechamos para dar una vuelta por el pequeño y modesto pueblo hasta que una hora más tarde continuamos con un omnibus a Piriápolis. Queríamos hacer algo a la parrilla de modo que en camino a la casa compramos chorizos y bondiola en el Devoto. Al llegar a la casa pudimos comprobar que Andrés había desmalezado durante el día y ahora teníamos casi un prado hacia el lado del mar que se juntaba con el cesped de la casa más cercana. Cuando nos sentamos a comer vino Carlos y con el discutimos los planes para continuar la construcción. Le presentamos nuestras ideas e hizo algunos cambios en base a su experiencia y conocimientos. Se hizo la medianoche antes de que terminaramos con el tema.
El jueves nos tocaba la ida a Montevideo y comenzamos haciendo algunos trámites odontológicos para Alicia. Era el día en que Brenda y Pedro regresaban a España y fuimos a despedirnos de ellos en el departamento de Lucia. Estaban ya con las valijas preparadas esperando que los llevaran al aeropuerto. Yo quería tramitar también mis antecedentes policiales, que me pedían para solicitar la residencia en Uruguay por lo que fuimos al consulado argentino. Lamentablemente no me lo podían hacer porque por una razón inexplicable necesitaban ver un pasaporte mio expedido por la policia federal, cosa que ya no se hacía desde mucho tiempo atrás. La unica solución era tramitarlo en Buenos Aires. Entre una y otra cosa se nos fue la tarde y recién pudimos tomar el micro de regreso a las cinco de la tarde. Antes que cayera la noche adelanté un poco el emparejado el terreno donde iba a hacerse la platea para el galpón, previendo que al día siguiente vendría Carlos con dos jornaleros a hacer el trabajo.
No es cuestión de perder las esperanzas; a media mañana del viernes apareció Carlos con su camioneta y no menos de tres jornaleros que se pusieron de inmediato a preparar y encofrar lo que aun faltaba de la vereda de la casa y la platea para la ubicación definitiva del galpón. Trabajaron con celeridad y terminaron el trabajo antes de las cuatro de la tarde, usando lo último del pedregullo que habíamos comprado días antes. Nosotros encaramos la construcción del drenaje del lavarropas ya que no podíamos seguir dejando que el agua corriera al lote vecino. Hicimos una zanja profunda paralela a la casa que rellenamos con piedras, pedregullo, piedras y tierra en ese orden, con la intención de que el agua corriera a esa zanja y se filtrara al suelo. El primer lavado fue un exito total, y esperamos que siguiera funcionando bien en el futuro. Carlos se llevó su mezcladora y como se usó la mayor parte del cemento quedó mucho más espacio en el galpón y aprovechamos para hacer orden. Según los planes, el galpón se movería a su lugar final el miercoles de la semana siguiente. Mayari nos anunció que vendría al dia siguiente a visitarnos, y también planeamos que iríamos a la feria ecológica de los sábados en Playa Verde.
El sábado nos despertamos bastante tarde, pero Mayari estaba atrasada también asi que nos dió tiempo para ir con las bicicletas hasta Playa Verde, a unos tres kilómetros y después de preguntar dimos con la feria ecológica, que era muy pequeña con apenas cinco puestos. Daniel, el del cerro de los Burros, tenía un puesto con los productos medicinales que fabricaba, pero estaba a cargo de la persona del puesto vecino. Alicia se encontró allí con un conocido de años anteriores, que estaba trabajando con proyectos ecológicos. En su puesto compramos pulpa detomates y dulce de durazno hechos por una asociación de mujeres en base a productos orgánicos. También compramos plantitas de menta, oregano y otra especia para ir armando una huerta en la parte del terreno donde no interfería con la nueva construcción. Mayarí llegó casi a las tres de la tarde y después de dejar sus cosas armamos la carpa en el galpón para que pudiera pernoctar con tranquilidad. Luego se fue a la playa mientras nosotros hacíamos algunas compras, y a la noche comimos sobre la platea nueva el pescado que preparó Alicia. Teníamos invasión de hormigas microscópicas justo en la zona de la cocina y comenzaron a molestar a Alicia mientras freía el pescado, asi que hubo que hacer una limpieza general quitando todo lo que estaba bajo la mesada y hechar veneno en polvo.
Mayari se iba temprano el domingo, tomando el omnibus de Copsa de las 08:50. Nos levantamos a desayunar con ella y luego bajamos todos a la parada. Después que se fue hicimos un rato de playa con mate antes de que comenzara a apretar el sol y luego reanudamos el combate con las hormigas. Sacamos afuera la cocina para limpiar y colocar veneno allí también. Como habíamos comprado carne y chorizos el día anterior, fuimos a la frutería a hacernos de fruta y leña para hacer el asado a la noche, con cielo estrellado y casi sin viento. El día había sido bastante caluroso, con cerca de 30 grados.
Previendo la mudanza del galpón dedicamos un rato del lunes 26 de enero a poner una cantidad de tornillos de fijación de chapas que aun no se habían puesto después de armarlo. El sol apretaba tal como lo habían anunciado y recién salimos de tardecita con las bicicletas a hacer compras, entre otras cosas ravioles e ingredientes para el pesto. Por primera vez usamos también algunas hojas de nuestra propia huerta ya que teníamos una planta de albaca que estaba creciendo con gusto. A la noche fuimos un rato a lo de Yolanda y Osvaldo para usar su banda ancha, ya que a la mañana había venido la cuadrilla de Antel solo para verificar que aun no había postes para el tendido de cables telefónicos por lo que no nos podían dar una linea para tener internet y teníamos que seguir por un buen tiempo con la conexión lenta actual.
El martes fue un día de intenso calor y por la tarde se fue deteriorando con la llegada de una tormenta eléctrica y algo de lluvia. Alcanzamos a poner algunos tornillos más en el galpón y traer unas cuantas carretillas de tierra para poner frente a la casa antes de tener que suspender. Al rato pasó la tormenta y bajamos a caminar un rato por la playa. Yolanda nos había pasado el dato de que iba a haber una conferencia en el Argentino hotel sobre plantas medicinales, y después de la playa fuimos para allá con las bicicletas. Comenzaba a las ocho y llegamos un poco atrasados cuando el conferencista aun estaba en la introducción. Era el médico naturista uruguayo Octavio Meneghetti (sostemplanza.com) quien en forma muy amena y entretenida pasó revista a una cantidad de vegetales, sus propiedades terapéuticas y la forma de tratarse con ellos. Hubo infinidad de preguntas sobre el tema y nos trajimos una buena cosecha de datos gracias a las notas que tomó Alicia. La noche estaba linda y apacible y después de la conferencia caminamos un poco por la rambla pero había tanta gente y bullicio que al poco tiempo regresamos a la tranquilidad de la casa.
El tiempo nos jugó una mala pasada ya que a poco de amanecer comenzó a llover. Carlos estaba cargando su camioneta con la estructura metálica de la casa con la intención de venir igual, pero finalmente desistió y se postergó para el día siguiente. A la tarde amainó un poco y salimos aun con lluvia y con nuestra ropa de agua y botas a hacer compras en Piriápolis. Alicia se bañó en el mar, que estaba bastante embravecido, antes de preparar la cena. Aun nos quedaba un sobre con especias hindues traido de suecia por lo que lo preparamos con pechuga de pollo y arroz integral. Hacia la noche pasó finalmente el mal tiempo y comenzamos a ver nuevamente las estrellas.
29 de enero y memorable día de inicio de la construcción de la segunda etapa de la casa de Alicia. Nos levantamos temprano y antes de ir a Montevideo dejamos el galpón medio vacio al sacar nuestras pertenencias y dejarlas dentro de la casa. Cuando nos fuimos no había llegado aun Carlos con su ayudante Rubén, pero cuando regresamos a media tarde nos encontramos con que el galpón había sido trasladado a su posición definitiva mediante el ingenioso método de colocar pequeños rodillos hechos con caños plásticos de agua sobrantes, y que la estructura de perfiles de acero galvanizado estaba tomando forma. Carlos y su ayudante habían alcanzado a armar tres caras de la ampliación, y para no perder tiempo el viernes, se quedó Rubén a dormir en el galpón. Carlos había quedado en traerle comida por la noche pero no apareció. Nosotros fuimos a Piriapolis a cenar, y como por segunda vez fracasamos en encontrar el restaurante Picasso fuimos a probar a "Pepe Corvina", donde había mesas en la vereda pero ninguna señal de que fuera a abrir. Entonces terminamos en el pequeño local de "Como en casa" donde comimos pescado muy sabroso y rematamos con exquisitas peras al vino tinto con helado de crema.
El viernes tuvimos que madrugar nuevamente para que Alicia fuera a ver a un dentista en Maldonado. Rubén no había utilizado el colchón inflable que le habíamos ofrecido, y además comentó que lo habían molestado mucho los mosquitos. Le dimos agua para el mate y Carlos apareció justo cuando nos ibamos a ir a la terminal de omnibus con las bicis, con en una mañana bien fresca pero soleada. A las dos de la tarde estábamos de regreso en la casa y vimos la estructura de acero ya en pie. Antes de terminar el día alcanzaron a armar todo el esqueleto de la ampliación y levantarlo, mientras que nosotros nos dedicamos a rellenar la zanja de drenaje en la parte trasera del galpón que daba al monte para evitar que por erosión el agua de lluvia afectara a su platea. Mi idea era hacer un dique de contención del agua que bajaba del monte, pero eso requería una cantidad de carretillas de tierra y calculé que el trabajo nos llevaría varios días. De todos modos no había pronóstico inmediato de lluvia. Ese día no alcanzamos a ir a la playa ya que también llevamos nuestras cosas de regreso al galpón y la noche se nos vino encima. Alicia había preparado una excelente tarta de atún para la cena.
Dedicamos buena parte del sábado a continuar con la tarea de traer tierra y armar el dique de contención de agua detrás del galpón. Era un dia muy lindo de sol y recién de tardecita bajamos un rato a la playa. Al regreso compramos un poco de leña y ya de noche hice un asado con carne y chorizos que nos habían quedado de dias anteriores. Se había levantado un viento molesto para hacer fuego pero se hizo igual y cenamos afuera en lo que sería la futura galería.
El domingo tuvimos una serie de visitas, comenzando con Yolanda por la mañana que trajo a una amiga para ver la casa. Segúia el buen tiempo y nos propusimos tratar de encontrar un manantial que nos habían mencionado que estaba en el cerro de los Burros y del que se podía recoger agua. Justo estábamos por salir cuando vino el vendedor de Prosegur por tercera vez tratando de vendernos una alarma. Estábamos decididos a instalarla por lo que allí mismo llenamos la solicitud y aunque recién se ionstalaría durante la semana pusimos ya los carteles. Después de completar ese trámite salimos de exploración con las bicicletas y después de preguntar un par de veces a los pobladores dimos con el famoso "chorro", que no estaba nada lejos de la casa y que consistía en un caño en una pequeña quebrada del que salía el agua sin que supieramos bien de donde venía. Llenamos dos bidones que llevamos para la casa, previa pasada por la casa de pastas a comprar tallarines. Por ser domingo había una inmensa cola de gente, De regreso en la casa continuamos la tarea de acarrear tierra, y al rato vino Carlos, esta vez con su señora e hija. El había dicho que vendría a tomar bien las medidas para encargar la madera que sería el segundo esqueleto para poder armar el techo. Antes de bajar a la playa a caminar y ver la puesta de sol agrandé la zanja de drenaje para que el agua del monte pudiera bajar hacia la banquina de la calle, y tuve que profundizarla bastante también. Le pusimos agua con la manguera y vimos que quedaba drenando como correspondía, aunque la prueba de fuego era la primera lluvia fuerte que viniera.
No hubo ninguna actividad en el terreno el lunes 2 de febrero ya que contrario a lo anunciado fue un día de sol y calor. También se levantó fuerte viento hacia el mediodía lo que fue un alivio. A media tarde salimos en bicicleta hacia Piriápolis con la idea de llegar a las oficinas de la companía de electricidad antes de que cerraran, pero yendo por la costa nos tomó el fuerte viento de frente y llegamos minutos después del cierre. De todos modos teníamos que hacer compras también e hicimos la habitual pasada por el super Devoto y por la frutería de la calle Misiones en camino a la casa por ser por ahora nuestra favorita. Nuevamente bajamos a la playa poco antes de la puesta del sol y nos quedamos mateando hasta que desapareció en el horizonte, Era el 2 de febrero y por tradición el dia en que se rendía culto a la diosa del mar con ceremonias en la playa, pero no vimos nada por el estilo en la zona de Piriápolis.
El martes logramos hacer el trámite en las oficinas de la companía de electricidad ya que fuimos temprano a Piriápolis. Pudimos comprobar que en la factura de enero nos habían rebajado puntulamente los 1000 pesos de bonificación prometidos por el termotanque que habíamos comprado. Pensando en la excursióm planeada a Cabo Polonio con pernocte en carpa en Valizas compramos una bolsa de dormir para mi (Alicia tenía la suya), además de un inflador de pie para el colchón inflable. También nos decidimos finalmente por un equipo de música con radio y lo dejamos encargado para el día siguiente al no tenerlo disponible en el negocio Cabral. Seguía el calor fuerte por lo que no hubo mucho trabajo en la casa. Estuvimos un rato en la casa de Yolanda y preguntandole sobre el tema del corte de pasto produjo no solo una sino dos bordeadoras que no utilizaban.Opté por pedirle prestada la de motor eléctrico para ver si funcionaba para cortar el incipiente pasto que estaba creciendo con asombrosa rapidez alrededor de la casa. De los cien metros de cable que habíamos comprado en su oportunidad hice un alargador de más de veinte metros para poder alcanzar a todos los rincones del terreno y parte del vecino también. Nuevamente vimos la puesta de sol desde la playa, aunque el agua estaba demasiado fría como para que Alicia se diera un baño.
La noche del martes al miércoles la pasamos muy mal. Habiendo una hermosa luna llena optamos por dejar el postigo de la ventana abierta y cerrar el vidrio solamente con lo que tuvimos muchísimo calor. Para colmo por alguna razón se colaron algunos mosquitos dentro de mosquitero y nos costó un triunfo sacarlos no sin que antes nos picaran con saña. Uno de ellos explotó en sangre cuando lo aplastamos y tuvimos que lavar el mosquitero por la mañana. A la tarde hicimos una nueva excursión a Piriapolis a buscar el equipo de música, además de comprar los pasajes para el habitual viaje de los jueves a Montevideo. En El Dorado compramos carne picada para hacer empanadas y en la fabrica de pastas del barrio compramos los discos de empanadas, de paso hacia la casa. No faltó la habitual bajada a la playa ya que la tarde estaba muy linda aunque un poco ventosa, sobre todo a la altura de la casa de Alicia.
El viaje a Montevideo planeado para el jueves quedó suspendido ya que Alicia se despertó con nauseas y dolor de estómago. Yo tomé la bicicleta y fui a la farmacia de Artigas y Misiones a buscar buscapina para aliviarle los cólicos. Ella se quedó en la cama y de a poco fue sintiendose mejor aunque quedó muy debilitada y tuvo que hacer dieta todo el día. Por mi parte terminé de colocar los bulones a los postigos y comencé a lijar y barnizar el ropero que habíamos comprado hacia tiempo y que estaba destinado al dormitorio chico. También seguí rastrillando el terreno vecino donde Andrés había desmalezado para dejarlo más prolijo aprovechando que la tarde estaba muy linda, con sol pero con viento también. Hacia el atardecer hice una escapada a la provisión cercana a comprar Coca Cola, remedio universal, y postres de gelatina para Alicia ya que aparentemente eran buenos también. Viktoria me avisó que se habían terminado los pasajes de Seacat para el 14 de febrero, pero que verían al dia siguiente si conseguían algo. A la noche vimos el hermoso espectaculo de la luna saliendo atrás del monte, pues habia sido luna llena el día anterior.
El viernes se despertó mejor Alicia de sus malestares, aunque se sentía debil e inapetente. Después del desayuno hicimos una escapada a la casa de Rolando, un conocido de Alicia que había construido según el mismo principio. Fue una visita de estudio y sacamos datos interesantes, además de ver que sistema de califacción habían implementado para hacer frente al invierno. Solo tenían una estufa a leña además de una de gas con garrafa. La estufa a leña ya habíamos planeado instalarla pero aun no nos podíamos decidir por que sistema adicional pondríamos. Más tarde fuimos al corralón cercano a comprar tubos de silicona blanca para sellar bien todas las juntas del baño que estaban pesimamente hechas y me dediqué a ese trabajo que alcancé a terminar justo cuando vino a visitarnos Sergio, otro conocido de Alicia de tiempos pasados que vivía en Maldonado. Al atardecer dimos la tradicional vuelta por la playa donde encontramos a Yolanda y Osvaldo. A la noche hice un asado rápido con nuestro parrillero bajo un cielo estrellado.. Carlos había dedicado la semana a acopiar materiales y nos comunicó que el lunes vendría con un camión fletado para poder traer todo de un viaje. Para el día siguiente teníamos planeada una excursión a la sierra de las Animas.
Para hacer la excursión tuvimos que levantarnos el sábado bien temprano pues el micro de Guscapar tenía pocas frecuencias y teníamos que tomar el que pasaba 08:35 por la parada 10 de la ruta costera. El día prometía ser muy lindo, despejado y no demasiado caluroso. Con el micro hicimos el trayecto de media hora hasta la entrada a la Sierra de las Animas, que estaba sobre la ruta interbalnearia. Hubo que cruzar una tranquera ya que era propiedad privada y caminar unos 700 metros por un camino de autos en suave pendiente al comienzar la ladera de la sierra, hasta llegar a una cabaña donde nos recibió una chica para darnos las instrucciones para el paseo. Había una pareja de alemanes con un bebé que también querían hacer el paseo, y a estilo sargento y total falta de amabilidad la chica controló que tuvieramos la botella con litro y medio de agua, nada que fuera de vidrio, y buen calzado deportivo con medias. Nos conminó a no matar ninguna víbora o araña que apareciera, a que juntáramos hasta el más mínimo residuo en una bolsa, y a que no tiráramos semillas o carozos de frutas para preservar la flora autóctona. A continuación nos dió un pequeño mapa y a toda velocidad explicó cómo encontrar los senderos ya que a causa de los cazadores furtivos habían quitado todos los carteles indicadores y había que encontrarlos siguiendo las indicaciones del mapita. Después de pagar 60 pesos uruguayos (2,50 dolares) por persona y quedar anotados en una planilla nos liberamos de nuestra opresora y comenzamos la marcha. El primer tramo era un sendero único que comenzó a pleno sol pero al rato entramos en una galería de árboles con muy buena sombra. Después de algunos cientos de metros llegamos a una bifurcación donde era necesario elegir entre continuar subiendo hasta la cumbre de la sierra, de 500 metros de altura, o tomar un sendero a la derecha que llevaba al llamado Cañadón de los Espejos. Nosotros preferimos este último y después de algunas subidas y bajadas de poca dificultad llegamos al arroyo que corría por el fondo del cañadón. El arroyo se alimentaba mayormente de agua de lluvia y por no haber llovido los últimos días era apenas un hilo de agua aunque era suficiente para mantener con vida los pozones que se habían formado en la roca del cañadón y que le daban el nombre. En total había seis pozones muy pintorescos y para llegar al más alto había que tomar una picada bastante empinada y rocosa que bordeaba el arroyo. Encontramos otros paseantes haciendo pic-nic y bañandose, y nosotros hicimos nuestra propia merienda de galletas y fruta al final de la picada. Nos pareció demasiado hacer también la subida a la cumbre, que dejamos para otra ocasión, y emprendimos el regreso hasta la entrada. No había ningún colectivo disponible a esa hora y optamos por hacer la caminata de cinco kilómetros hasta la costa, primero un kilómetro por la banquina de la autopista y luego cuatro más por un camino recto flanquedo de palmeras que terminaba en Bella Vista sobre la costa del mar. Pasaron tres colectivos de COT que no quisieron parar ya que eran directos, y decidimos hacer dedo. A los pocos minutos paró un hombre con una camionetita que iba a Playa Grande en Piriápolis y medio apretujados nos llevó practicamente hasta la puerta de la casa. En lo de Yolanda y Osvaldo se encontraban de visita dos parejas conocidas de Alicia por lo que pasamos a saludarlos, y a la noche regresamos allí para comer con ellos unas buenas pizzas que habían hecho en el horno de barro, acompañadas de abundante cerveza. Esa noche jugaban la final del sub-veinte Argentina con Uruguay y nos quedamos mirando un rato pero con el cansancio que teníamos no llegamos a ver el final del partido.
Amanecimos a un domingo soleado y caluroso y arrancamos bien tarde. Aprovechando la sombra que aun teníamos del lado del mar sellé el marco de la ventana con silicona pues el trabajo de Carlos había sido muy pobre y aun quedaban resquicios sin sellar. Luego decidimos ir a comprar pasta y quedaban tallarines verdes hechos con albahaca que resultaron muy sabrosos. A la noche pensabamos ir a escuchar al conjunto Trelew que tocaba música celta, galesa e irlandesa antigua, pero aun alcanzamos a dar una vuelta por la playa antes de que se pusiera el sol. La esposa de Rolando llamó ofreciendo pasar a buscarnos con el auto ya que querían escuchar también al conjunto Trelew por lo que dejamos las bicicletas y nos llevaron en auto hasta el Paseo de La Pasiva sobre la rambla de Piriápolis donde iba a tocar el grupo. El nombre Trelew era en homenaje a la ciudad homónima y sus galeses. Nos gustó mucho el concierto y después de finalizado compramos los dos discos compactos que tenían a la venta.
La mala noticia del lunes 9 de febrero fue la llamada de Carlos postergando una vez más el proyecto de la construcción. Tenía que venir con todo el material acopiado pero quedó en traerlo el martes por la tarde. Por si fuera poco se le agregaron serios problemas de familia que podían causar aun más demoras y quedamos en reunirnos y discutir la situación cuando viniera al día siguiente. A causa del sol y el calor nos quedamos dentro de la casa, donde corría un aire fresco y agradable, y recién a media tarde salimos con las bicis a Piriapolis a hacer compras. Retiramos en el Devoto la tarjeta que habíamos solicitado por lo que quedamos también atrapados con el cebo de sus engañosos puntos. En el camino de regreso hicimos un nuevo intento para encontrar el esquivo restaurante Picasso, y con la información adicional que habíamos juntado dimos finalmente con el. Decidimos ir al día siguiente por la noche a ver cómo era. Hacia el anochecer bajamos a hacer una caminata por la playa y encontramos el mar bastante crecido pero también apacible por falta de viento.
Por una vez Carlos cumplió con lo dicho y apareció el martes a la tarde con casi todo el material para hacer el techo de la casa. Lo trajo con un destartalado camión que había fletado y con la ayuda de dos fulanos bajaron todo y lo acomodaron sobre la platea nueva. Algunas cosas fueron a dar al galpón en caso de que lloviera. Tuvimos luego una reunión con el y nos pidió tiempo hasta el lunes para solucionar sus problemas y "arrancar con todo". El lunes 16 vendría sin falta. El miércoles 11 teníamos que ir por la mañana al dentista de Alicia en Maldonado. Al levantarnos vimos que se había disparado la válvula de seguridad del termotanque, tal vez por un exceso de presión y por seguridad cerré la llave de paso antes de irnos. No me di cuenta que había un avispero en el gabinete del medidor y una avispa me picó en la mano derecha que se me hinchó un poco pero por suerte no pasó de eso y de un poco de dolor. Tomamos el Guscapar número 100 a las nueve de la mañana y llegamos a las diez en punto pero el dentista llegó media hora tarde. Al regreso a Piriápolis fuimos directamente a la policlínica donde tenía un turno Alicia. Le dijeron en la recepción que esperara ya que la iban a llamar. A las tres de la tarde y después de una hora y media de espera sin que pasara nada preguntamos y nos dijeron que el médico ya se había ido, aparentemente antes de nuestra llegada! Con toda la furia Alicia habló con el médico por teléfono y él vino a los pocos minutos desde su casa, ya que según el horario publicado atendía hasta las cuatro de la tarde. El jueves nos tocaba el habitual viaje a Montevideo y tomamos un COT un poco más temprano que lo acostumbrado para bajarnos en Marindia y ver puertas interiores para los dormitorios. Encotramos el negocio después de una buena caminata y nos interiorizamos de precios y calidades sin tomar una decisión aún. Con un colectivo suburbano fuimos luego a ver estufas a leña de combustión lenta en Montevideo. primero vimos estufas de origen chileno y la que nos pareció adecuada costaba alrededor de mil quinientos dólares, con caños, transporte e instalación incluidos. De todos modos fuimos luego a otro negocio donde había estufas de origen uruguayo con precio muy similar. De todos modos nos gustó más el modelo chileno. En una esquina cercana encontramos una casa que restauraba lámparas y vinos una de hierro bastante económica que nos gustó mucho y allí nomás la compramos antes de regresar a Miramar. El viernes compramos en Piriápolis el material eléctrico incluido cable para instalar la lámpara colgada sobre la mesa de la cocina. Quedó muy cálida y bonita. Desde Bariloche teníamos noticias un poco preocupantes sobre la salud de mi hermana pues estaba internada a causa de problemas pancreaticos aun no diagnosticados.
El sábado habíamos reservado dos lugares para participar en una excursión cuyo tema era "Piriápolis místico" y a las nueve en punto estuvimos fuera del hotel Colón en Piriápolis. Allí apareció el guía Carlos Rodriguez con una buena camioneta para once personas y cuando nos juntamos todos nos dió una breve introducción acerca de las creencias de los alquemistas, de los cuales Piria había sido un miembro. Con lujo de detalles nos explicó el simbolismo y las energías presentes en la virgen de los pescadores, la fuente de Venus, el monumento del Toro, el palacio de Pitamiglio, el palacio de Piria y finalmente el salón dorado del Argentino hotel. Fue interesante conocer Piriapolis desde otra perspectiva, independientemente de adherir o no a la creencia. Toda la excursión llevó casi cinco horas y quedamos un poco cortos de tiempo para regresar a la casa y retirar la bicicleta alquilada por lo que tomamos un taxi dejando dos bicis en la terminal de omnibus. Alicia habia quedado un poco cansada de modo que fui solo a la terminal de omnibus a esperar a Viktoria y Matias, que llegaron casi puntualmente con el buquebus. La mochila de Matias era gigante y costó un poco traerla en bicicleta pero finalmente logramos llegar sanos y salvos a la casa. Yolanda nos había prestado una carpa canadiense que pensé que podía ser más sólida y resistente que la nuestra para poner a la intemperie pero cuando la quisimos armar nos encontramos con que tenía manchas y mal olor a humedad por lo que optamos por armar nuestra pequeña carpa. Ibamos a hacer un asado pero a causa del viento preferimos comprar pasta para la cena.
Los chicos durnieron bien en la carpa, y como habían mencionado que querían subir a alguno de los cerros partimos el domingo después del desayuno en las bicicletas hacia el cerro del Toro. Dejamos las bicicletas en el estacionamiento y subimos por la picada hasta la cumbre en la que ya habíamos estado Alicia y yo unos meses antes. Alli mateamos sentados en las rocas con el magnífico paisaje de Piriapolis y los alrededores desde la altura. A la bajada pasamos por el Devoto y compramos lo necesario para el asado de la noche, que hicimos a pesar de que soplaba aun más viento que el día anterior. También hubo un rato de playa para todos. Yo recibí noticias más concretas de Andrea confirmando que mi hermana tenía una formación extraña en la cabeza del pancreas y que la iban a dar de alta a la espera de un nuevo estudio con resonancia magnética.
El lunes 16, dia feriado de carnaval bajaron los chicos a la playa después del desayuno mientras que nosotros nos quedabamos al fresco de la casa. El colchón inflable que usaron los chicos en la carpa se había roto e hicimos una escapada a Devoto a comprar otro. Alicia hizo una empanada gallega con atún muy sabrosa para el almuerzo de media tarde, y antes de la puesta de sol bajamos hasta la playa a ver como desaparecia en el horizonte. De allí fuimos a la pizzería Morales a cenar y ya de noche continuamos hasta el centro de Piriapolis a ver el desfile de carnaval. Se fue haciendo tarde y como estábamos ya cansados no nos quedamos hasta el final, que parecía interminable.
Los chicos tenían que regresar el martes a Buenos Aires, tomando el buquebus en la terminal de Piriapolis poco antes de la una de la tarde. Habían pasado nuevamente una buena noche en la carpa con el nuevo colchón. Carlos anunció que venía con material y tuvimos la esperanza de que llegara a tiempo para poder llevar a los chicos a la terminal de omnibus, pero venía muy despacio y decidimos pedir un taxi que prometió venir a la hora convenida pero que se atrasó mucho y llegó a último momento casi sin margen. Fueron tres días muy disfrutados los que pasamos con Viktoria y Matias, demasiado cortos en opinión de todos. Carlos llegó finalmente muy cargado de madera y equipo en su camioneta y acomodamos todo parte en la platea y parte en el galpón. A la tarde desarmamos y guardamos la carpa hasta la siguiente ocasión, y alcanzamos también a ir a matear a la playa a la puesta del sol. Mi hermana me mandó un mensaje confirmando todo lo que ya me había contado Andrea respecto a su estado de salud y los pasos a dar.
Alicia tenía nuevo turno con el dentista en Maldonado el miércoles a la mañana y dejamos la llave en un escondite ya que Carlos iba a venir a trabajar junto con otro constructor y un ayudante. Al regreso de Maldonado averiguamos horarios del buquebus a Buenos Aires y compramos pasajes para viajar el miércoles 25, con salida de Piriapolis a las cuatro de la tarde y llegada a Buenos Aires a las nueve y media de la noche. Tuvimos que esperar a que abriera el banco para hacer un depósito y por una vez almorzamos en un restaurante del centro de Piriapolis. Era un día de mucho calor y lo sentimos especialmente cuando regresamos en bicicleta a la casa con viento a favor. Al llegar nos encontramos con que Carlos había traido al otro constructor, Javier, que era su primo y que había venido con su propio vehículo y con su señora. Su intención era pernoctar en su auto frente a la casa para poder comenzar más temprano a trabajar. El coche estaba preparado con colchón para poder dormir adentro. Nos dió una dosis de optimismo en cuanto al progreso de la construcción pues trabajaría en equipo con Carlos. Se habían desperdiciado ya muchos días de buen clima y el pronóstico no era ya tan bueno respecto a los días venideros aunque se veía mejor para la semana siguiente. Mientras conversábamos sobre el tema, cayó un inoportuno y sorpresivo chaparrón. La señora de Javier había preparado una merienda atrás de la camioneta, y tuvo que guardar todo de prisa. A los pocos minutos se esfumaron nuestros constructores se decir ni pio.
En algún momento de la madrugada del jueves se cumplió el pronóstico y cayeron fuertes chaparrones acompañados de tormenta eléctrica. El primo de Carlos no regresó con su vehículo, tal vez a causa del mal tiempo, y en cuanto a la casa por suerte no detectamos ninguna entrada de agua. Era el día en que teníamos que ir a Montevideo y como nuestro vecino Osvaldo iba con su auto aprovechamos para hacer el viaje con él. Ya nos habíamos decidido por la estufa chilena y pasamos por el negocio a pagarla pero sin retirarla. Quedamos en avisar cuando queríamos que la trajeran e instalaran, lo que no podía ser antes de que se cerrara la parte nueva de la casa y se colocara piso cerámico donde la íbamos a ubicar. Recién alcanzamos a tomar el colectivo de regreso a las cuatro y media de la tarde, y cuando llegamos me dediqué a remover lo más grueso de la grasera de la cocina pues habíamos comprado un polvo que aparentemente contenía bacterias que podían hacer la limpieza final. El día había sido bastante gris y fresco, y a causa de la lluvia de la noche anterior no hubo ninguna actividad en la construcción.
El viernes teníamos que ir nuevamente al dentista en Maldonado, y otra vez cayó un fuerte chaparrón justo cuando salíamos con las bicicletas a la terminal. No ayudó mucho que fueramos con ropa de agua y botas ya que llegamos a la terminal de omnibus totalmente empapados. La calle Misiones se había convertido en un río que vadeamos con las bicicletas. En la terminal compramos un diario para poner papel en las botas, que hubo que vaciar de agua primero. Al llegar a Maldonado ya no llovía y caminamos las pocas cuadras de la terminal hasta el dentista bajo el sol. El dentista estaba atrasado y el tratamiento fue bastante largo de modo que recién pudimos tomar el omnibus de la una y cuarto para regresar a Piriapolis. Nos dimos nuevamente el gusto de almorzar en el centro antes de volver a la casa y arreglar el desbarajuste de toda la ropa mojada que lavamos y colgamos a secar. De los constructores no teníamos noticias, pero igual estaba demasiado embarrado para trabajar. Mi hermana me había escrito contando que habían logrado que le hicieran la resonancia magnética y que iba a tener los resultados el mismo día.
Ahora quedó instalada la alarma. Después de bastantes demoras y postergaciones, el sábado por la mañana apareció un muchacho de Prosegur con todo el equipo necesario para instalar la alarma, que incluía tres sensores de movimiento y un sensor magnético en la puerta. La mayoría de los componentes era inalámbricos por lo que no hubo cableado a la vista, y a la espera de que se terminara la segunda parte de la casa colocó los tres sensores en el monoambiente. Luego nos dió las instrucciones necesarias para saber cómo activar y desactivar la alarma, probó todo y quedó funcionando. Generalmente dejábamos ventanas abiertas al irnos si hacia calor, pero ahora pensamos que con tantos sensores se podía disparar la alarma si se levantaba mucho viento y comenzaba a oscilar la lámpara que colgaba del techo con una cadena, por lo que al salir dejamos solo rendijas abiertas. El día terminó felizmente sin ningun error por parte nuestra. Carlos, al que no habíamos podido ubicar el día anterior, llamó a la mañana con un nuevo plan de trabajo: el lunes vendría su primo Javier con un ayudante a seguir con el techo mientras que él vendría el martes. Era entonces el enésimo lunes del "le damos con todo". El pronóstico pintaba bien para la semana siguiente por lo que recuperamos también por enésima vez el optimismo. Alicia logró cambiar su pasaje de regreso a Suecia para el 27 de abril, mientras que yo tenía que averiguar en British Airways en Buenos Aires si era posible en mi caso también. El día estaba fresco y ventoso pero a pesar de ello bajamos a la playa llevando la sombrilla como protección. Nos encontramos allí con Yolanda y Osvaldo a quienes hicimos companía mientras mateábamos. Mi hermana había mandado un mensaje que no aportaba información adicional, esperando la decisión de los médicos que la atendían.
Uno de los días más hermosos desde que estamos en Piriapolis, pleno de sol, caluroso pero no sofocante, y apenas una brisa. Podría haber sido ideal para la construcción, pero por ser domingo no hubo actividad. Alicia sacó su ropa de invierno que estaba en cajas en el galpón y la colgó para ventilar. Luego hizo orden, dejó algo afuera para el viaje a Bariloche y guardó el resto en las cajas, todo bien cerrado. Yo coloqué un llamado "guardapolvo" a la puerta de entrada, pero con la intención de que no entrara agua cuando lloviera, cosa que había sucedido antes. La gomita del guardapolvo debería frenar el agua. Luego cuando aflojó el calor seguí acarreando tierra desde un montículo en el terreno vecino para desparramar alrededor de la platea, ya que a causa del declive del terreno pedía tierra a gritos. Se nos hizo tarde para ir a la playa pero quedamos ambos satisfechos con la tarea realizada.
Dia 3 de la construcción...A media mañana del lunes 23 de febrero aparecieron Carlos y su primo Javier en el auto de este último, la camioneta de Carlos estaba rota. Con un mágnifico día de sol se pusieron a trabajar con la rigidización de la estructura de acero galvanizado y también comenzaron a montar los parantes del techo, lo que les llevó todo el día ya que además hubo que corregir algunos errores debidos a falsas escuadras. Como había que colocar dos columnas de sostén del techo en la parte de la entrada de autos decidimos encarar la tarea Alicia y yo, y llegamos a hacer dos regios pozos a pura pala para el futuro rellenado con hormigón armado que sería la base de las columnas. De paso aprovechamos la tierra que sacamos para seguir rellenando el fondo del lote. Ya comenzó a tomar más forma. Nuestros constructores habían decidido no regresar a Montevideo para poder comenzar temprano al día siguiente, por lo que tenían intención de pernoctar en la camioneta en algún lugar de Piriapolis, tal vez frente a la casa. La noche anterior nos había despertado un ruido raro que a la mañana descubrimos había sido el control del sensor magnético de la alarma de la puerta de entrada, pegado con cinta adhesiva doble y que había aguantado menos de dos días. Llamé al servicio técnico y quedaron en contactarnos, pero no recibimos ningun llamado sobre el tema. El martes amanecimos nuevamente a un hermoso día de sol y Javier apareció relativamente temprano con su ayudante para continuar con el techo. Volví a llamar a Prosegur y me aseguraron que el técnico vendría hacia el mediodía lo que por suerte se cumplió. El problema quedó solucionado pero de todos modos habíamos decidido dejar desconectada la alarma durante nuestro viaje a la Argentina. La construcción siguió avanzando, ahora por suerte a cargo de Javier, que trabajaba despacio pero con prolijidad, corrigiendo además infinidad de errores anteriores.