Septiembre 2009
Como era de imaginar, el día antes de partir para pasar el fin de semana en Madrid se me soltó un diente que quedó bailando entre los dos que aun lo sostenían precariamente. Fue durante la cena del jueves a la noche y al día siguiente por la mañana traté de conseguir un odontólogo, pensando en mi aspecto con un diente faltante, pero solo me pudieron aconsejar que fuera después del mediodía en el horario en que atendían de urgencia. Como planeábamos tomar el omnibus al aeropuerto a las 13.30 resultaba casi imposible y por lo tanto decidí dejar todo como estaba y que se cayera cuando quisiera.
Viktoria regresó de la escuela poco después del mediodía y completamos los últimos preparativos para el viaje. Habíamos decidido llevar equipaje de mano solamente, pero el arsenal de cosmética de Viktoria no iba a pasar nunca con las reglas vigentes, de modo que pusimos esos artículos y ropa de relleno en una valija para despachar a la bodega del avión.
Como llegamos al aeropuerto con amplio margen hicimos primero el check-in y luego fuimos a hacer el tradicional almuerzo en el Burger King. A la hora de ir a la puerta de embarque de Brussels Airlines vi que mucha gente en la cola rebotaba por alguna razón, lo que me dió mala espina. Efectivamente, cuando fue nuestro turno y al comprobar que nosotros teníamos conexión a Madrid en Bruselas, nos informaron que había una huelga en el aeropuerto de Bruselas y que nuestro vuelo estaba demorado, por lo que iban a tratar de armar un nuevo itinerario para nosotros. Nos mandaron al mostrador de transferencias y allí nos pidieron paciencia ya que hasta sus propias terminales estaban fuera de servicio y estaban manejando todo por teléfono. Después de casi una hora de espera no encontraban aun una solución por lo que nos sugirieron finalmente que tomáramos de todos modos el vuelo previsto ya que el avión estaba aun en Copenhagen y una vez en Bruselas se vería qué podían hacer con nosotros. Mery estaba decidida a ir a encontrarnos al aeropuerto, de modo que la iba manteniendo informada por teléfono de la situación. Yo estaba casi convencido que ese día no llegaríamos a Madrid.
Finalmente partió nuestro vuelo con una hora y media de retraso y llegamos sin inconvenientes a Bruselas. En la puerta de desembarque había una multitud de pasajeros y descubrimos de inmediato que eran los que esperaban nuestro mismo vuelo a Madrid. No solo era así, sino que habían decidido que iban a usar el mismo avión, de modo que no fue más que esperar menos de una hora y volver a subir a la misma máquina para seguir viaje. Así le pude informar a Mery que ibamos a llegar pese a todo, con una sola hora de atraso. En cuanto a la valija tenía mis serias dudas, lo que se confirmó en el aeropuerto de Barajas cuando la cinta se paró sin que apareciera. Fuimos al mostrador de reclamos a dejar todos los datos y allí nos encontramos con otros pasajeros que habíamos visto en Copenhagen y que también reclamaban su equipaje perdido. Mery nos esperaba con toda la paciencia a la salida ya convencida de que habíamos quedado perdidos en algún lado, pero gracias al celular la pude poner al tanto de los trámites que estábamos haciendo, y poco después de medianoche se produjo finalmente el tan programado encuentro y los abrazos. Verla a ella allí fue como puentear el tiempo transcurrido desde nuestra última visita a Bariloche.
No solo es una maravilla el aeropuerto de Madrid sino que también es extremadamente eficiente el servicio de subterraneos. Con la guia experta de Mery tomamos el subte y después de dos combinaciones nos bajamos en la estación Gran Via, en pleno centro de Madrid y a dos cuadras del hotel Laris, nuestro alojamiento. Al ser viernes por la noche, el subterraneo estaba dominado por una multitud de gente joven en plan de festejo y la calle estaba igualmente poblada como si fuera pleno día.
Tal como lo había leido, la calle del hotel estaba habitada por prostitutas, travestis y vendedores de drogas, pero no molestaban. Parecían más bien parte de la atmósfera local. Una vez que llegamos al hotel hicimos los trámites de rigor y dada la hora que era ya no había transporte público para que Mery regresara a su casa por lo que la acompañamos a la avenida Gran Vía y caminamos un trecho en la dirección de su barrio hasta que tomó un taxi, quedando en que vendría nuevamente a encontrarse con nosotros al día siguiente a media mañana. Antes de eso entramos a un negocio que seguía abierto y compramos cepillos de dientes y pasta dentífrica al estar los nuestros en la valija extraviada. También compramos algo de comida y bebida para Viktoria y para Mery, ya que estaban desfallecientes. Ya eran las dos de la mañana y la calle seguía igualmente llena de gente. En el hotel le habían dado a Viktoria una habitación en el quinto piso y a mí en el segundo, pero al comparar piezas hicimos el cambio. Viktoria tomó el segundo piso, con ventana al patio, mientras que yo tanía vista a la calle. A pesar de las ventanas dobles de mi habitación se escuchaba mucho ruido, aunque no me molestó mayormente. Eran habitaciones pequeñas pero estaban limpias y tenían todo lo necesario.
El sábado por la mañana decidimos tomar el desayuno en el hotel, lo que se pagaba aparte. Tenían un gran surtido, y luchando con mi diente traté de comer lo más posible. Antes de encontrarnos con Mery fuimos a comprar desodorante al Vips, el negocio donde habíamos estado la noche anterior. Mery había dormido muy poco la noche anterior pero de todos modos vino heroicamente como estaba previsto y comenzamos nuestra recorrida de Madrid con un día magnífico de sol. Primero fuimos por la Gran Via y luego por la calle de Preciados hasta la plaza de la Puerta del Sol. Claro que entrábamos también a todas las tiendas de interés, que no eran pocas, de modo que a pesar de ser recorridos cortos llevaba su tiempo. El centro de Madrid me impresionó muy bien en todo aspecto; hermosa edificación antigua con fachadas muy bien cuidadas, tráfico ordenado y una linda atmósfera mundana. Había una enorme cantidad de gente en la calle.
Después de unas horas de caminar llegamos hasta la plaza de Cibeles, donde nos sentamos en un banco a descansar un rato a la sombra de los árboles y Mery nos mostró fotos, entre otras las de su reciente estadía en Marbella. Así conocimos también por fotos a Gonzalo, el bebé que tenía a su cargo. Yo ya tenía bastante apetito, pero Viktoria pensaba más en dormir una siesta por lo que la acompañamos al hotel y luego fuimos Mery y yo a comer al restaurante Pasta Nostra Pizza Nostra en la calle Carrera de San Jerónimo, a pocas cuadras del hotel. Nos sentamos a una mesa en el sótano de un acogedor local antiguo y atacamos una pasta excelente y un vino de primera. Estuvimos tan a gusto charlando allí que pasamos casi tres horas con una larga sobremesa. Viktoria me había mandado un mensaje diciendo que ya estaba lista para seguir paseando y nos encontramos con ella en la esquina del hotel. Era su turno de tener apetito por lo que fuimos de inmediato al restaurante del Vips ya conocido sobre la Gran Via. Mery y yo compartimos un postre ya que no dábamos para más y luego de haber cargado baterías emprendimos la aventura de ir al shopping Islazul, bastante alejado del centro pero donde había un Primark que era uno de los objetivos de interés para Viktoria. Haciendo nuevamente uso del eficiente subterraneo llegamos hasta la estación La Peseta, final de la linea 11, y desde allí tomamos el colectivo 35 para arribar a nuestro destino final, un shopping clasico con todos los ingredientes obligados además de la tienda de ropa Primark. Viktoria encontró prendas a su gusto e incluso Mery tuvo la gentileza de regalarle una.
Hicimos luego la misma ruta en sentido inverso hasta el hotel y tal como nos habían asegurado allí estaba esperandonos la valija extraviada. Aproveché para darle a Mery la caja de chocolates suecos que le habíamos llevado y luego la acompañamos hasta la terminal de omnibus de Moncloa, caminando por la Gran Via que luego de la Paza de España se convierte en la calle de la Princesa. Era una caminata bien larga, pero linda para charlar y disfrutar de la noche. En Moncloa se podía tomar el subte de regreso al hotel, lo que hicimos a pedido de Viktoria. Ya había llegado la medianoche del sábado, y aun seguia habiendo como siempre una multitud en la calle.
El domingo por la mañana decidimos desayunar en un Starbucks cercano sobre la Gran Vía mientras esperábamos a Mery. Nos sentamos en el primer piso con vista a la calle y chusmeamos todo lo que sucedía a esa hora de la mañana. Otra vez era un día radiante de sol, y a las once nos encontramos con Mery a la salida de la estación Callao del subte con la intención de combinar nuevamente turismo con shopping. Esta vez apuntamos hacia la Plaza Mayor donde para nuestra sorpresa nos encontramos con una exposición argentina en el medio de la plaza. Había muchos puestos con los articulos tradicionales argentinos, y curioseando en el puesto que tenía el establecimiento Las Marias se nos acercó una periodista de la televisión local quien nos entrevistó con la intención de que la mujer que atendía el puesto se explayara sobre las bondades de la yerba mate. De allí salimos con una bolsa conteniendo paquetes varios de yerba La Unión y una bombilla. Mery me compró un alfajor Havanna de chocolate y yo le compré uno de maizena en otro puesto donde también vendían empanadas.
Desde la plaza continuamos por una zona muy bonita con calles angostas y una feria donde era imposible estar ante la multitud de gente que había y Mery nos guió hacia la Catedral y el Palacio Real. Nos sentamos un rato en la escalinata de la catedral a recuperar energías y enganchamos como siempre con largas charlas. Luego decidimos ir a almorzar al restaurante De María sobre la Gran Via, propiedad del ex jugador de futbol argentino Redondo. Viktoria pidió pasta mientras que Mery y yo compartimos un asado de tira y un chorizo, de un sabor y calidad que no había experimentado desde mi último viaje a la Argentina. El vino era también de primera. Ya con nuevas energías continuamos hacia las tiendas a hacer las últimas compras de ropa, que pasamos a dejar en el hotel. Mientras estábamos allí cayó un chaparrón pero cuando salimos nuevamente a la calle había mejorado y volvimos caminando hasta la plaza de Cibeles donde había un concierto al aire libre promocionando a Madrid como sede de las olimpiadas del año 2016. Se había reunido una enorme multitud en todas las calles adyacentes al escenario y había una atmósfera muy festiva. Nos quedamos un rato y luego, ya con renovado apetito regresamos al restaurante Pasta Nostra Pizza Nostra que tanto nos había gustado y esta vez pedimos pizzas, que eran también excelentes. Esa fue nuestra comida de despedida, ya que se estaba haciendo tarde y solo nos quedaba acompañar nuevamente a Mery a Moncloa a tomar el colectivo siguiendo el mismo ritual que la noche anterior. Ese dia coincidí con gusto con Viktoria en regresar en subte desde Moncloa, y como ya era más de medianoche quedamos en armar las valijas a la mañana siguiente. Decidimos que lo mejor era poner además de los cosméticos la ropa más vieja en la valija que iría a la bodega, mientras que las nuevas adquisiciones irian en las valijas de la cabina. Entre ellas estaban una campera y dos pulóveres que había comprado para mi con la valiosa ayuda y consejos de Mery. La noche del domingo, cuando me estaba cepillando los dientes en el hotel se cayó finalmente el diente suelto.
El trayecto al aeropuerto lo hicimos nuevamente con el subte, o metro como le dicen en España, con suficiente margen como para desayunar en la terminal antes de embarcar para Bruselas. Esta vez no había ninguna huelga en vista, por lo que no experimentamos ningún retraso. Desde Bruselas nos tocaba seguir con un Avro, que a pesar de tener cuatro turbinas era un avión un poco más pequeño, y a Viktoria la puso un poco nerviosa después de observar el avión a la distancia. Almorzamos en el aeropuerto a la espera de la conexión, y ella estuvo a punto de descomponerse. Por suerte lo superó e hicimos sin inconvenientes el tramo final a Copenhagen. Curiosamente nos encontramos con las mismas familias que habían extraviado sus valijas como nosotros el viernes anterior. Había mal tiempo en Copenhagen, con lluvia y viento arrachado, pero el piloto hizo un aterrizaje perfecto. Volvimos a Malmö en tren y a causa de la lluvia tomamos el colectivo 35 en la estación.
El viaje a Madrid confirmó la buena onda que había entre Mery y yo, ya que lo pasamos tan bien juntos. A partir de ese encuentro se iba a intensificar el tráfico telefónico como sustituto del contacto directo. Viktoria se hizo también muy compinche con ella. Así y todo me enteré más adelante que Mery había sentido también que yo había tomado ese viaje como un paseo de "shopping" para Viktoria, lo cual no era el caso y era un llamado de atención.