19 de Diciembre 2018
Queríamos ver un poco de Mercedes de día, por lo que después del desayuno del hotel cargamos el auto dejándolo en la cochera mientras volvíamos a ver la costanera inundada y luego la iglesia catedral sobre la plaza principal. Alrededor de las once partimos de la ciudad hacia la frontera, que cruzamos sin mayores complicaciones ni trámites. No teníamos mucho dinero argentino y cometí el error de cargar nafta en una estación de servicio que no aceptaba tarjeta. Ante el temor de que no nos alcanzara para los peajes, buscamos infructuosamente un cajero que tuviera dinero. Finamente nos rendimos y resultó que nos sobró plata argantina para pagar todos los peajes hasta entrar en Buenos Aires donde tomamos la avenida 9 de Julio para llegar a la iglesia nórdica. Karin nos recibió en la puerta y nos indicó cual era el departamento previsto para la estadía, donde ubicamos todos nuestros bártulos. En el interín aparecieron Cacho y Elsa, que se alojaban en el otro departamento. Habían pasado un mal rato pues habian sido víctimas de un hurto en la calle Florida como resultado del cual había desaparecido la billetera de Elsa. Cuando Karin regresó a Monte Grande la acompañamos caminando hasta le estación Constitución, y al regreso cenamos muy bien en el restaurante Babieca, en la esquina de Bolivar y Brasil de San Telmo.
Llegó asi el día del casamiento por civil de Gabriel y Valeria, que iba a ser a la una de la tarde en el registro civil de Barracas. El clima no era de los mejores, con amenaza de lluvia, y efectivamente cayó un tremendo chaparrón justo cuando estábamos por tomar un taxi con Cacho y Elsa. Un poco mojados llegamos al registro civil y con cierto retraso a la espera de Rubén Reyna, el testigo, comenzó la ceremonia con un juez muy informal que tuvo un buen diálogo con los novios y varios de los presentes. Lucía tuvo bastante protagonismo también. Después del clásico arroz en la vereda y ya con una tarde de sol, regresamos a la iglesia donde estaba previsto el almuerzo del que participaron buena parte de los invitados a la boda. La sobremesa se prolongó hasta que nos vimos obligados a dejar el lugar, y con Alicia hicimos una escapada a la pinturería artística Rubens de San Telmo, a escasos metros del restaurante Babieca. Aun bastante satisfechos del almuerzo, nos juntamos a la noche con Cacho y Elsa para comer una picada en nuestro departamento, a la que vino Agustín también.
El viernes 21 ibamos a partir hacia Alberti a las tres de la tarde, hora en que Karin terminaba su horario de trabajo. Viktoria pidió también ir con nosotros y evaluamos que habría lugar en el auto. Teníamos aun la mañana a nuestra disposición y como Alicia no había encontrado algunos elementos de pintura decidimos ir caminando a a la casa central sobre la avenida Córdoba al 1500. La tuvimos frente a nuestras narices sin encontrarla, por lo que fuimos a un restaurante con wi-fi a almorzar y verificar la dirección. Nos tocó un mozo muy desagradable y pesado, que a la hora de pagar se me colgó preocupado por su propina al punto que me hizo perder la paciencia e hice un queja en la caja. Desde luego que no recibió propina alguna. En el segundo intento encontramos el negocio y Alicia consiguió lo que quería. A las dos y media de la tarde estábamos de regreso en la iglesia para juntar nuestro equipaje dejando algunos bultos para que los llevara Agustín al día siguiente. El auto quedó bastante atiborrado pero hicimos lugar para que Karin y Viktoria pudieran viajar con relativa comodidad. Siendo viernes la autopista estaba bastante congestionada y hasta cruzar la General Paz en Liniers avanzamos con relativa lentitud. Luego mejoró y ya no hubo problemas en la ruta, por lo que en menos de cuatro horas llegamos a la casa de Gabriel y Valeria en Alberti. Había una gran actividad con los preparativos para la fiesta del día siguiente asi que saludamos y luego fuimos hasta la quinta que habíamos alquilado en el extremo sur del pueblo. Era un hermoso lugar y una linda y amplia casa, aunque cuando comenzamos a mirar en detalle descubrimos la ausencia total de limpieza además de muchas otras deficiencias. No atinamos a llamar a Dardo, el dueño, sino que regresamos al pueblo a comprar artículos de limpieza. La cena la hicimos en el restaurante La Fusta, y al regreso, después de mucho limpiar y refregar quedó aceptablemente limpia la casa.
Nos estaban tocando días hermosos de sol y calor, y la única molestia era la impresionante cantidad de mosquitos y los infames barigüis. Era imposible estar afuera sin cubrirse de repelente. El sábado hicimos algo de pileta por la mañana, después de limpiarla. Matias estaba en Escobar con su familia pues habían alquilado una quinta para las fiestas, pero vino a Alberti por la tarde para participar de la fiesta de bodas y lo fuimos a buscar por la tarde a la casa de Gabriel. Hubo que hacer un segundo viaje ya que Agustín tenía nuestro equipaje y estaba muy ocupado armando el equipo de música. A las seis de la tarde nos hicimos presentes en la casa de Gabriel nuevamente para esperar a los novios, que en una forma muy original aparecieron en bicicleta con la infaltable Lucia en su asientito. Comenzamos por festejar el cumpleaños de Lucia, con torta y soplado de velita, todo en el jardín de la casa bellamente decorado. Había un bar con canilla libre, bancos y mesas, y un gecebo donde se servían picadas a la espera del asado que estuvo listo pasadas las diez de la noche. La fiesta fue muy linda y emotiva, con música, baile, juegos, y hasta fuegos artificales, todo bajo una luna llena espectacular, y recién pasada la medianoche emprendimos el regreso a la quinta. Asi y todo, nos perdimos el brindis y la torta de bodas preparada por mi consuegra Helena.
Matías tenía que volver a reunirse con su familia en Escobar y había conseguido transporte con una de las familias invitadas de modo que lo alcancé el domingo a la casa de Gabriel. También busqué a Cacho y Elsa pues ibamos a pasar todos la tarde en lo de Gabriel. Nosotros fuimos un poco más tarde y compartimos los restos de la comida y bebida de la fiesta de bodas con unos cuantos invitados que de a poco fueron regresando a sus domicilios. Antes de la puesta de sol estábamos de regreso en la quinta y aprovechamos la pileta desde la cual vimos cómo desaparecía el sol en el horizonte pampeano.
Lunes 24. Se había decidido que para comodidad de todos ibamos a celebrar la nochebuena en la casa de Gabriel. Por la mañana vino Gabriel trayendo a Cacho y Elsa desde su hotel "Petit". A falta de wi-fi en la quinta llevé a Karin y Viktoria al mediodía a un café de la esquina de la plaza y luego se unió Alicia también con lo que logramos comunicarnos con nuestras respectivas familias en Suecia. Yo había observado que la rueda delantera derecha estaba un poco baja, y terminamos en la estación YPF de la ruta donde comprobé que efectivamente estaba perdiendo aire. Mientras la inflaba apareció Agustín con su camioneta y Camilo de pasajero, a quien había ido a buscar a Buenos Aires. Regresamos con ambos vehículos a la quinta donde estaban Cacho y Elsa disfrutando de la pileta. Hicimos un almuerzo de fideos con tuco y ya hacia la noche nos trasladamos a la casa de Gabriel quien estaba a cargo de asar carne de vaca y cerdo para agregar a la abundante comida sobrante. Entre charla, brindis y comida se hicieron las tres de la mañana antes de regresar a la quinta. El día de navidad habíamos invitado a todos a la quinta. A la mañana fui a buscar a Cacho y Elsa y los encontré en la proveeduria de la misma cuadra haciendo compras, a las que agregué algunas más para el arroz con atún que estaba preparando Alicia. Hubo mucha pileta y cuando fui con Cacho a la gomería la encontramos cerrada por ser ya mediodía. Otra vez pasé por la YPF de la ruta a inflar la rueda, y de a poco fue llegando todo el mundo para compartir nuestro almuerzo. Fue una tarde relax y pileta, que rematamos con el juego navideño de sorteo de regalos. Entre medio regresamos a la gomería y finalmente se reparó la rueda, que tenía un tornillo clavado. Hacia el atardecer partió Viktoria de regreso a Buenos Aires con Agustín y Camilo, mientras Gabriel dejaba a Cacho y Elsa en su hotel.