12 de Noviembre 2020
Habíamos cursado una invitación a Ilian e Isabel a comer un asado y el sábado 14 se presentaba propicio para el evento de modo que el viernes compramos carne, chorizos y leña. Pasamos una linda tarde con ellos, con la mesa puesta en el jardín del lado del parrillero. El domingo salimos a dar una vuelta con el auto y pudimos comprobar que se estaban haciendo trabajos de pavimentación en la deteriorada ruta hacia el este que desde Piriápolis bordeaba la costa hasta Punta Negra. Era lamentable que un camino turístico tan atractivo estuviera al mismo tiempo en tan mal estado.
Lunes 16 de noviembre. La cantidad de contagios con corona virus iba en continuo ascenso en Uruguay, y la cifra diaria de nuevos casos superó por primera vez el mágico número de 100, generando bastante más preocupación en el gobierno. Nosotros estábamos pensando en regresar a la modalidad de entrega a domicilio de las compras, ya que se estaban dando cada vez más casos en nuestro departamento también aunque aun no en Piriápolis. La situación en Suecia era también compleja, y estábamos convencidos de haber tomado la decisión correcta cuando optamos por quedarnos aquí. Para sumar más calamidades, la sequía en el pais comenzaba a ser severa, y la bajante del río Uruguay en conjunción con el aumento de la temperatura dió pie a la proliferación de las cianobacterias que aparecieron en playas de Carmelo y Colonia. Aún no se detectaban en las playas locales, pero si aparecieron las llamadas "fragatas portuguesas", similares a las medusas y capaces de producir severas quemaduras. Como la temperatura del agua no era todavía suficientemente alta para bañarse, nosotros disfrutábamos del buen tiempo trabajando bastante en el jardín y haciendo las habituales caminatas por la orilla del mar. Los hijos de Alicia cumplían años en forma casi simultánea, Magela el 17 y Marcos el 19. Entre medio, el 18 festejamos nuestro día, aunque no logramos dar con un restaurante entre nuestros favoritos que estuviera abierto un miércoles. Siendo el cumpleaños de Hilian el sábado 21, decidimos invitarlos a cenar ese día en el restaurante La Corniche, que de paso tenía un espectáculo musical. El martes 17 por la tarde nos tocó ir al hospital de Maldonado ya que Alicia tenía finalmente turno con el reumatólogo para mostrarle las placas que le habían sacado hacia un tiempo en Pan de Azucar. No encontró ningún desgaste más allá del normal para su edad, y solo le recomendó tomar una medicación que ella ya había conseguido antes por recomendación de su hermana. El 19 tenía turno con su doctora en la policlínica local, a fin de que le diera la orden para un análisis de sangre rutinario. Yo aproveché para solicitar un nueva orden para hacerme una ecografía del aparato urinario, ya que el turno anterior había quedado cancelado a causa de la emergencia sanitaria y recién se había reanudado recientemente. Esto lo había solicitado mi doctora para controlar el estado de la próstata, y conseguí una nueva hora para el 10 de diciembre. Con Hilian e Isabel nos encontramos en la puerta del restaurante y nos acomodamos para cenar en la mesa que teníamos reservada. Nos alegró mucho ver al dueño, Orlando, plenamente recuperado del asalto de casi un año atrás en el que había quedado seriamente herido de bala. El show artístico comenzó cuando ya habíamos dado cuenta del postre, y escuchamos buen tango especialmente por la actuación del bandoneonista y el pianista. La cantante, Giovanna, tenía un estilo muy particular y para nuestro gusto exagerada y poco auténtica la parte histriónica. Cerca de medianoche nos despedimos de Hilian e Isabel, que regresaron a Punta del Este para partir al día siguiente a Valizas. Nosotros aprovechamos el buen tiempo del domingo cargando sillas playeras y sombrilla en el auto para ir a la playa de Solis, poco concurrida. El agua estaba aun un poco fría por lo que Alicia no hizo el debut aún, pero sí hicimos una buena mateada.
Lunes 23 de noviembre. Nos despertamos sin energía eléctrica, aunque este era un corte programado, y se lo informamos a nuestro nuevo vecino cuando vino a revisar las conexiones del cable que había tirado al no estar al tanto de la situación. Recién reconectaron la energía bien entrada la tarde, aunque no nos causó mayores problemas. Teníamos programado un asado para la noche y lo hicimos en medio de un fuerte viento del norte por lo que mucho no ayudaba la chimenea y quedé bien ahumado. Ese viento norte continuó el martes, día en que la temperatura en la comarca superó los 34 grados si bien cayó bruscamente a la tardecita al cambiar el viento al sur y acercarse un frente frío. La tan esperada lluvia llegó de madrugada, con algún trueno disperso. Ese martes 25 conmocionó al mundo el extraño y poco claro fallecimiento de Maradona, que incluso opacó la muerte cuatro años antes de Fidel Castro, hecho del que nadie parecía acordarse ya. Maradona logró crear aun más revuelo, si eso era posible, después de su deceso, con un improvisado y pesimamente organizado velatorio en la casa de gobierno que culminó con serios dsturbios dentro y fuera de la casa rosada. Los poco brillantes involucrados en la organización se seguirían tirando culpas unos a otros por un tiempo indefinido, y todo este circo daría pie a incontables intervenciones periodísticas de todo tipo. Hasta el propio presidente del Uruguay hizo comentarios disparatados y remató diciendo que como presidente no le correspondía opinar (!) como si fuera una cuestión de Estado. Dos años atrás habíamos hecho un lindo paseo nocturno por la sierra de las Ánimas y decidimos repetir la experiencia este año. Nos anotamos para participar de una salida que se hacía el lunes 30, día de luna llena, confiando en el pronóstico que preveía buen tiempo. Rita, hermana de la consuegra de Alicia, había regresado de Suecia trayendo nuestras nuevas tarjetas de crédito y aprovechando que ibamos el jueves al teatro en Montevideo decidimos pasar antes por su casa a retirarlas. Finalmente salimos el jueves a media mañana hacia Montevideo de modo que al mediodía estábamos ya en casa de Rita. Ella nos hizo un relato pormenorizado de las vicisitudes relacionadas con sus vuelos de ida y de vuelta, especialmente este último que le llevó dos días. Las restricciones que se aplicaban en Europa terminaban siendo una pesadilla para los viajeros. Ya con las tarjetas en mano, cruzamos nuevamente la ciudad para ir al shopping Montevideo, cerca de la rambla, donde Alicia quería explorar la tienda sueca H&M. No encontró nada a su gusto, salvo un pañuelo pero yo me hice de una camisa, y terminamos almorzando en el patio de comidas del lugar. Desde allí nos dirigimos a la estación de ómnibus de Tres Cruces para dejar estacionado el auto y hacer una corta caminata hasta la muy surtida tienda "La Casa del Artesano", donde Alicia compró pinturas y pinceles a un precio bastante más reducido que en Piriápolis. Ya se nos había pasado la tarde de modo que solo quedaba pendiente el teatro, cuya función comenzaba a las ocho de la noche. Asistimos a una impecable actuación del ballet del Sodre representando el estreno de una obra basada en el cuento "La Tregua" de Mario Benedetti, y también nos pareció brillante la escenografía, la coreografía, y la música de Luciano Supervielle. La idea y dirección general era del español Ygor Yebra, director artístico del ballet del teatro. Desafortunadamente, el actual gobierno había decidido no renovarle el contrato, por lo que dejaba el puesto el 31 de diciembre de este año. Fue monumental la ovación a todo el elenco. Después del teatro regresamos directamente a casa y aún calentamos unas empanadas que habían quedado del día anterior por lo que esa noche nos acostamos bien tarde. Ya bastante cortos de provisiones hicimos el viernes una escapada a El Dorado del balneario Solis y por la tarde bajó Alicia a la playa donde se encontró con los amigos Congo y Lena, a quienes terminó invitando a venir a compartir un asado el miércoles 2 de diciembre por la tarde. También reservamos mesa para el día siguiente en La Corniche. La actuación musical durante la cena nos gustó mucho, con un cuarteto que interpretó música de inspiración mayormente brasileña. Bajamos a la playa local la tarde del domingo, equipados de sillas, sombrilla y mate. Estaba ya bastante concurrida, lo que apuntaba a que en verano iba a estar abarrotada a pesar de todas las exhortaciones del gobierno. Al superarse ya los doscientos casos nuevos diarios, estábamos a la espera de que el gobierno anunciara medidas restrictivas pues íbamos en camino a la misma situación que el resto del mundo. Aparentemente iba a haber una conferencia de prensa el martes a la tarde con novedades al respecto.
Lunes 30 de noviembre. Semana movida con diversas actividades y salidas. El lunes teníamos previsto hacer el paseo nocturno a la sierra de las Ànimas y para ello nos hicimos presentes en la terminal de óminbus de Pan de Azúcar a las cinco de la tarde. El clima se presentaba ideal tanto para ver la puesta del sol como la salida de la luna. Para nuestra sorpresa, nos encontramos con que las personas que se habían anotado habían renunciado al paseo, aparentemente ante el incremento de la pandemia, por lo que los integrantes de la excursión seríamos nosotros dos y la guía. A ella la llevamos en nuestro auto hasta la base del cerro, estacionando cerca de la Casa Arrayana de Rina, quien la había levantado con técnicas de bioconstrucción. La guía le había llevado también algunas provisiones puesto que la señora Rina no tenía medios propios de locomoción. Armados de bastones de madera emprendimos el ascenso, comprobando desde el comienzo que nuestra guía era una incansable parlanchina con un interminable repertorio de los más diversos temas, aunque bien entretenida. La mayor parte del ascenso era por un sendero en el tupido monte, pero el último tramo hasta la elevación que era nuestro destino solo tenia vegetación baja y piedras, por lo que la guía dejó una prenda blanca como identificación para el regreso. Aun faltaba un buen rato para la puesta del sol y disfrutamos del hermoso paisaje de sierras, planicie y mar que nos rodeaba. Con la caida del sol vino el frío, acompañado de una brisa fuerte que empeoraba las cosas. Teníamos abrigo pero comprobamos que ese día no era suficiente, especialmente porque tuvimos que esperar más de media hora hasta que apareció la luna. Tratamos de quedarnos todo lo posible para observar el fantástico espectáculo, y efectivamente pudimos ver la luna, pero cuando ya no podíamos parar de tiritar emprendimos el regreso. A pesar de las linternas, a la guía le costó encontrar la marca blanca pero finalmente dió con ella y entramos por el sendero al monte, donde la temperatura era por suerte muy agradable. Con alguno que otro resbalón y varios cocazos con las ramas bajas, llegamos sin mayores inconvenientes a la Casa Arrayana donde Rina nos estaba esperando con la comida, siempre vegetariana. Nos sentamos en el ámplio salón y compartimos con ella y la guía un rato bien largo de amena conversación. Luego dejamos a nuestra guía en su casa en Pan de Azúcar y regresamos ya sobre el filo de la medianoche. Alicia tenía que pedir turno en la policlínica para un nuevo análisis de control y para allá fuimos el martes a la mañana pero nos encontramos con una larga cola, por lo que suspendimos el trámite y continuamos hasta el supermercado a comprar las vituallas necesarias para el asado del miércoles. Temprano por la tarde, y mientras Alicia regresaba en bicicleta a la policlínica, yo arranqué para Maldonado pues el auto indicaba nuevamente falla del sistema de "air bag". En el taller conectaron el scanner y detectaron que efectivamente estaba fallando el "flex", que ya habían cambiado una vez. En consecuencia estaba inactivo el "air bag" del volante que protegía al conductor, y para mi sorpresa me dijeron que probablemente no tenía ya garantía. De todos modos había que solucionar el problema y quedarn en llamarme cuando llegara el repuesto. En el interín, Alicia había conseguido un turno para el 18 de enero. Congo y Lena anunciaron que vendrían el miercoles a la una de la tarde asi que arrancamos con el fuego poco después del mediodía. Había mucho sol por lo que sacamos el auto de la cochera y armamos la mesa allí. Ellos trajeron una torta para el postre además de un vino muy rico, y el asado fue un éxito. A todo esto me avisaron del taller que había llegado el repuesto y que además lo iba a cubrir la garantía, buenas noticias. El jueves a la tarde volví a ir al taller en maldonado para cambiar el "flex", un dipositivo que estaba montado en la columna del volante. Dado que el auto estaba llegando a los 50000 km, aprovechamos para hacerle el service, puesto que aun no teníamos confirmación sobre la fecha de entrega del auto nuevo. La temperatura cayó abruptamente el viernes al levantarse un fuerte viento del sur, y además de ir al puesto de la rambla a comprar pescado continuamos hasta Punta Negra para ver cómo rompía el mar contra las rocas. Después de meses de bajo contagio con corona virus, en las recientes semanas cambió dramáticamente el panorama y diariamente se batían records de infecciónes. Desde el gobierno se anunciaron medidas de cierre de lugares de deporte cerrados, cierre de bares y restaurantes después de medianoche, y teletrabajo de los empleados públicos donde fuera posible. Quedaba por ver si esas medidas iban a dar el resultado deseado. A la madrugada del domingo falleció Tabaré Vazquez, el ex presidente del Uruguay, a consecuencia de las complicaciones de un cancer maligno de pulmón detectado el año anterior. Sería recordado como una figura transformadora del país, ya que sin sus reformas el Uruguay no hubiera tenido los avances socioeconómicos que lo destacaban en la región. Sin lluvia a la vista en la comarca y con tiempo soleado, ese día decidimos salir de excursión exploratoria para visitar algunos lugares que aún no conocíamos. Yendo hacia Pan de Azúcar y justo antes de entrar al pueblo, tomamos un camino vecinal pavimentado que iba a la localidad de Nueva Carrara. Este pueblo estaba ubicado adyacente a una cantera de marmol y piedra caliza y como atracción turística contaba con un mirador hacia la cantera. Estacionamos el auto y caminamos por el sendero de no más de 200 metros que llevaba al mirador, con una vista espectacular a un espejo de agua color turquesa rodeado por elevadas paredes de piedra que caían a pique a la antigua cantera. En el estacionamiento se había instalado una camioneta, y el dueño tenía en exhibición buena cantidad de plantas que había traido de su vivero en las cercanías. Los precios de las plantas eran muy baratos y terminamos comprandole tres ejemplares para continuar con la plantación contra el nuevo murito. Sin tener que regresar a Pan de Azúcar continuamos por un camino de ripio y pocos kilómetros más adelante empalmamos con la ruta 60, la ruta panorámica que conducía hacia el norte a Minas. Bastante antes de llegar a esa ciudad dejamos esa ruta para hacer un muy pintoresco y sinuoso recorrido hacia el oeste entre las sierras por la ruta 81, de tierra y en regular estado. De todos modos lo valía el hermoso paisaje serrano. Esta camino nos llevó hasta el pueblo Solís de Mataojo, ya sobre la ruta 8, e hicimos una parada en la plaza pues en las cercanías tenía lugar un remate general que fuimos a curiosear. También encontramos varios negocios de venta de productos regionales, artículos de cuero, mates, cuchillos, discos de arado adaptados para cocinar y mucho más. Terminamos comprando helado en la plaza antes de seguir viaje para regresar a la casa por la ruta 9. Fueron unos 140 km muy disfrutables, y como teníamos restos del día anterior en la casa fue cuestión de calentarlos y ya tuvimos la cena pronta. Aun dió para hacer una caminata al mar a la puesta del sol.
Lunes 7 de diciembre. El campo estaba reclamando ya la aplicación de la emergencia agropecuaria en Uruguay dada la casi falta total de precipitaciones. Día tras día nos levantábamos con tiempo radiante y temperaturas en ascenso, y también con alarmante aumento de casos de infección con corona virus. El martes 8 era el día oficial para colocar los adornos de navidad, por lo que bajamos las cajas del placard y se armó el arbolito. Alicia quería cambiar una prenda que había comprado en nuestra última ida a Montevideo, y como la tienda tenía también un local en el shopping Costa Urbana de la Ciudad de la Costa decidimos hacer el canje allí por estar mucho más cerca. Lo hicimos el miércoles al mediodía, aprovechando también para hacer comprar provisiones que incluían sidra, pan dules y turrón. Nicolás vino a la tarde a cortar el pasto y nosotros bajamos a la playa, donde nos encontramos con Congo y Lena. Nuevamente una puesta de sol sensacional. Para la ecografía de próstata del jueves comencé el día a las siete de la mañana tomando un litro de agua. A las nueve estaba en la policlínica de Piriápolis donde por suerte me atendieron casi de inmediato con el aparato portatil. El informe lo recibí enseguida, y me dieron turno para la semana siguiente con nuestra doctora para que diera su opinión. Esa consulta iba a ser telefónica pues a raiz del avance de la pandemia se iba a suspender la presencialidad en la policlínica. Del informe no se deducía nada raro, a excepción que la próstata estaba aumentada, lo que no era novedad. Desde el vivero de la estación Las Flores nos avisaron que tenían rosales trepadores del tipo que quería Alicia, con pequeñas flores blancas, y el viernes pasado pasamos a buscarlas trayendo tres plantas a la casa. Con bastante sorpresa, comprobamos que después de un mes escaso desde el último vaciado se nos había llenado nuevamente el pozo ciego. Por suerte la "Eco barométrica" trabajaba también el sábado y por la tarde apareció el camión para hacer un nuevo vaciado. Tal vez la tierra que rodeaba al pozo ya se había impermeabilizado y no absorbía más. Era un día de intenso calor, probablemente el de más alta temperatura de esta primavera, y ya cerca de la puesta del sol llevamos nuestras sillas y el mate a la playa eligiendo un lugar bien alejado del resto de la gente. Se esperaba lluvia para el domingo y notamos efectivamente que de madrugada cayó un poco de agua en cantidad muy insuficiente para lo que se necesitaba. Nuevamente escapó la comarca a los temporales que se concentraron en el oeste y el noroeste del país. El fin de semana estuvimos en frecuente contacto con Agustín ya que le había salido una mudanza a General Roca que implicaba el uso del camión y la camioneta. Siendo un viaje tan largo su preocupación era que no se produjera ningún percance mecánico y desde la partida del viernes nos mantuvo al tanto. Sin conocer aún los detalles, el domingo a la noche nos avisó que estaba ya de regreso en Buenos Aires y que todo había salido bien.
Lunes 14 de diciembre. Día del muy anunciado eclipse de sol, que en el Uruguay era solo parcial. Por suerte estaba soleado, y para desayunar armamos mesa y sombrilla en la galería del frente. A partir del mediodía comenzó el fenómeno astronómico, y aunque la luna llegó a cubrir tres cuartas partes del sol, la luminosidad disminuyó muy poco. Lo más notable era sentir que a pesar de ello el sol dejó de calentar por un buen rato. El avance de la pandemia en Uruguay parecía imparable, con brotes surgiendo por doquier. Las últimas medidas tomadas por el gobierno fueron muy tibias y no parecieron asustar a nadie. Ahora se esperaban nuevas medidas que se anunciarían el jueves, y que probablemente serían más severas. En el dificil balance entre la economía y la salud, aun se le daba prioridad a la primera. Por prudencia decidimos extremar las precauciones y disminuir al mínimo necesario el contacto social. Después de un día martes destemplado, nublado y ventoso pero sin lluvia, volvimos al tiempo soleado y cálido por lo que el miércoles bajamos bastante temprano a la playa para hacer una larga caminata. Fuimos por la orilla, esquivando la invasión de grandes y desagradables aguavivas diseminadas en la arena. El "gach" (grupo asesor científico honorario) del gobierno compuesto de figuras eminentes de la ciencia, dió ese día una sombría conferencia de prensa sobre la situación presente de la pandemia y las previsiones para el futuro, y el gobierno adelantó las medidas que iba a anunciar el jueves. Finalmente se divulgaron el miércoles a la noche, ante la urgencia de la situación. No fueron tan drásticas como se esperaba y tampoco quedamos muy convencidos de que dieran el resultado esperado, sobre todo por el poco tipo de ayudas de alivio económico para lograr que más gente se quedara en su casa. Nuevamente se daba prioridad al ahorro, una constante ya en este nuevo gobierno. Al mediodía del jueves me llamó mi doctora, tal como estaba previsto, y con el resultado de la ecografía a la vista me sugirió una consulta con el urólogo, por lo que solicitó un turno en el hospital de Maldonado. Era probable que iba a haber bastante demora ante la presente situación sanitaria. En una salida de compras que hicimos el viernes compramos salmón rosado traido de Alaska en el puesto de los pescadores, que pensábamos hacer para navidad. La racha de buen tiempo se cortaba el fin de semana, anunciándose la llegada de mucho viento en la costa. Ya el viernes a la noche tuvimos un poco de lluvia y estábamos atentos a lo que pasaría el sábado. Efectivamente, con un día radiante de sol a partir del mediodía comenzó a soplar el viento pampero afectando toda la costa del rio de la Plata con alerta color naranja. Bajamos a la costa al atardecer a ver el mar embravecido y la caminata contra el viento requirió un considerable esfuerzo. Cruzando la ruta por los Macaquitos observamos que los flamantes semáforos estaban ya listos para entrar en funciones. Era el segundo juego de semáforos que se instalaba en Pirapolis. Recordamos el domingo el segundo aniversario del casamiento de Valeria y Gabriel. Quién hubiera imaginado que dos años después estaríamos en esta situación sanitaria.
Lunes 21 de diciembre. Llegamos al día de más luz diurna del año, el comienzo del verano, y la tan mentada conjunción de Júpiter y Saturno. En la comarca no había una sola nube a la vista, y ni bien se puso el sol colocamos la escalera para subir al techo y observar el fenómento desde allí con el largavistas. Vimos claramente los dos planetas muy cerca el uno del otro en el momento de la mayor alineación, aunque desde luego no pudimos apreciar los anillos. Para el tercer cumpleaños de Lucía, habían organizado una fiesta al aire libre en el parque contiguo al departamento de Valeria en la Boca, y más tarde vimos una foto de la multitudinaria reunión. Nosotros tenímos ya organizadas las comidas de estos días navideños, pero el martes recibimos una inesperada y tentadora invitación de nuestros vecinos Congo y Lena para juntarnos el 24 a la noche y compartir un cordero asado, la que aceptamos. Eso sí, pusimos como condición que el día 25 los invitábamos nosotros. A fin de hacer algunas contribuciones culinarias a estos eventos, al día siguiente salimos de compras al Dorado cercano a casa, y a la noche miramos la gala de navidad transmitida desde el teatro nacional. Iba a ser presencial pero con las últimas medidas había sido suspendido. Hubo música de Vivaldi, de Saint-Saens, y finalmente villancicos. El último fue "Noche de paz", cantado en alemán y luego en español, pues la idea original había sido que la cantara el público también. El clima continuó siendo soleado y caluroso, sin pronóstico de lluvias en el corto plazo, pero si extremadamente ventoso. Era un alivio pues con todas las ventanas abiertas teníamos una muy buena circulación de aire por la casa. Propio de las festividades, durante el día 24 hubo mucho intercambio de llamadas y mensajes entre la familia y los amigos. Viktoria con Matías y Vida habían sido los únicos invitados para compartir la nochebuena en casa de Johanna y KF, mientras que Agustín y Coti participaron de la celebración de Gabriel y Valeria en el departamento de mi consuegra. Nosotros abrimos nuestros paquetitos antes de salir, y quedé más que contento con una remera, mocasines y libros. Alicia por su parte, recibió una cartera y un celular, de lo cual era ya consciente pues los habíamos comprado juntos no obstante lo cual estaban primorosamente empaquetados. Justo antes de la puesta del sol fuimos hasta la casa de los amigos, a escasas cuatro cuadras de la de Alicia, y desde su amplia terraza pudimos ver cómo se ocultaba el sol sobre el mar. Contiguo al parrillero, habían armado la mesa en esa terraza y el Congo recién encendió el fuego a nuestra llegada. Para entretener el estómago, teníamos a nuestra disposición la traicionera picada, que fuimos consumiendo durante el par de horas que demoró el cordero en estar listo. Como resultado terminamos comiendo por demás, aunque el cordero estaba realmente delicioso. Para comer un postre liviano, nosotros habíamos preparado una ensalada de frutas frescas acompañada de yoghurt de vainilla. La reunión resultó tan amena que se extendió pasada la medianoche y regresamos a la casa al filo de las dos de la mañana. Les habíamos dicho que nos podíamos juntar el 25 a la seis de la tarde, lo cual nos dió buen margen para preparar la cena que se nos ocurrió podía incluir parte de los tradicionales platos nórdicos. Incluimos el salmón, hecho al horno, albóndigas con papas y salchichas de copetín, con lo que quedaron gratamente sorprendidos. Todo el día había soplado un muy fuerte viento, pero igual armamos la mesa en la cochera retirando el auto lo suficiente como para que nos diera un poco de reparo. Como remate, Alicia había preparado una excelente tarta de ricota para el postre. Esta vez se retiraron un poco antes de la medianoche, cuando ya estábamos muy cerca del agotamiento. En ambas celebraciones habíamos estado afuera y con mucha circulación de aire, por lo que pensamos que el riesgo que habíamos corrido era mínimo. Teniendo en cuenta estas precauciones, Johanna había hecho al aire libre una acotada celebración de su cumpleaños el día anterior a la fecha, de lo cual nos enteramos al llamarla el domingo para felicitarla. Por las fotos pudimos comprobar que con buen abrigo eso era posible aún en pleno invierno sueco. Tanto el sábado como el domingo hicimos largas caminatas de varios kilómetros hacia el oeste por la costa, en ambas oportunidades con fuerte viento en contra al regreso. Puntualmente había bastante amontonamiento en ciertas playas, aunque no se tomaba ninguna medida al respecto.
Lunes 28 de diciembre. A la mañana hicimos una llamada a la agencia de San Carlos para ver si había alguna información sobre el auto nuevo. Aparentemente ya habían llegado los vehículos pero aun no habían sido liberados por la aduana, tal vez en los primeros dias de enero...Habíamos observado que estaba terminada la obra de remodelación del tramo de ruta que bordeaba la playa San Francisco, incluyendo una ciclovía, y el martes por la tarde arrancamos para allá con nuestras bicicletas. Fuimos por la costa, pasando la rambla de Piriápolis y el puerto, hasta llegar al inicio de la extensa playa San Francisco y de la nueva ciclovía. Como parte de la obra, habían hecho también varias robustas pasarelas de acceso a la playa en madera. Alicia se dió un chapuzón allí y luego continuamos recorriendo toda la bahía por el camino de bicicletas. Hubo un segundo chapuzón antes de emprender el regreso, y la magnífica puesta de sol la apreciamos desde la rambla de Piriápolis. A la madrugada del miércoles escuchamos un par de chaparrones y por suerte continuó la lluvia esporádica durante parte del día, aunque no fueron muchos milímetros los que cayeron, lejos de lo necesario para contrarrestar la seguía. Recibimos llamada de Marquez, el de la agencia de automotores de San Carlos, y nos confirmó que el vehículo nuevo estaba en Montevideo. Dado que había receso de fin de año en la administración pública, pensaba que iba a ser liberado después del 6 de enero. Así llegamos al final de este año tan peculiar, dominado por la pandemia y todas las consecuencias que estaba provocando en el mundo. Decidimos que haríamos la despedida solos y con un asado, acompañados de una tarde perfecta de sol y temperaturas moderadas. Retirando el auto armamos la mesa en la cochera y prendimos el fuego después de una caminata por la costa, cuando el parrillero ya estaba en la sombra. Con una carne de excelente calidad y con la parrilla bajo la dirección de Alicia disfrutamos de un asado delicioso, mientras que iban y venían los tradicionales buenos deseos de familia y amigos a través de las redes. Aún estando en contra de los ruidosos fuegos artificiales, no pensábamos perdernos el espectáculo y al filo de la medianoche subimos al techo con el espumante y sendas copas a brindar y observar cómo se dilapidaba el dinero en la comarca. La llamada perdida de Cacho a la mañana del viernes despertó nuestras alarmas, pero cuando se estableció la comunicación comprobamos que estaba todo bien en Bariloche y pude comer mi pan dulce con tranquilidad. Así pasamos también el resto del primer día del año, más fresco pero lindo. Hicimos un paseo a pie a la costa, Haciendo uso por primera vez del botón para el cruce de peatones del semáforo de los Macaquitos. La playa estaba bastante abarrotada por lo que preferimos evitar esa aglomeración. Por el noticioso del mediodía del sábado nos enteramos que en la madrugada del primero de enero del nuevo año se habían producido desmanes en Piriápolis al intervenir la policía para desactivar amontonamientos de gente. Se había producido también un incendio en el cerro Del Toro, pero fue rápidamente dominado por los bomberos y se limitó a 200 metros cuadrados de monte. A causa de la fuerte sequía, cualquier imprudencia con el fuego podía causar un desastre. Tanto el sábado como el domingo decidimos no bajar a nuestra playa habitual a causa del amontonamiento de gente y elegimos la playa San Francisco, un poco más alejada y sin duda la más linda de la comarca, que por su amplitud no era facil de llenar. Al ir con sillas y sombrilla esta vez utilizamos el auto. La pademia había llegado finalmente a nuestra familia cercana pues mi hermana nos contó que tanto Andrea como Facundo presentaban los clásicos síntomas de infección. Andrea nos dijo que David parecía estar contagiado también, pero ninguno de ellos presentaba síntomas graves.
Lunes 4 de enero. Fue un día muy ventoso y solo salimos a hacer compras necesarias en Piriápolis. Recibimos también la triste noticia del fallecimiento de Ester, la madre de Hilian, por complicaciones del cancer que venía sufriendo desde algún tiempo. Eramos todos conscientes de que se iba a producir este desenlace, pero no por eso dejaba de ser doloroso su deceso. A raiz de la situación actual de la pandemia, la participación en el velatorio y entierro se circunscribía a los familiares más cercanos. El bien tiempo hizo que continuaran los amontonamientos en la playa y en nuestras caminatas buscamos escapar de los lugares con más veraneantes. Tuvimos algunos problemas con el abastecimiento de agua potable, sin quedar en claro cual era la causa. Una posibilidad era el alto consumo que hacía descender la presión en las zonas altas. Observamos también que se había hecho popular montar gigantescas piletas desmontables que requerían un enorme volumen de agua. El miércoles, día de Reyes, se anunció desde presidencia la actualización de las medidas restrictivas que incluían la continuación del cierre de fronteras hasta fin de mes. Respecto a la vacuna, el gobierno mantenía el misterio respecto el cual y al cuando, alegando que por cuestiones de confidencialidad no se podía revelar con cual o con cuales laboratorios se estaba negociando asi que la cosa iba para largo mientras la cantidad de casos positivos y de fallecidos crecía en forma sostenida. El mismo miércoles fuimos testigos del intento final de Trump de no perder la presidencia, instigando una especie de golpe de estado con toma del Capitolio por parte de sus seguidores más fanáticos. Si bien estaba condenado al fracaso, evidenciaba hasta donde estaba dispuesto a llegar este despreciable esperpento. Fue una lamentable falta de institucionalidad que a los miembros del congreso les faltara el valor para declarar a Trump incompetente para gobernar en el mismo momento. Después de dos días con problemas recuperamos la presión de agua, incluso superior a la que teníamos antes, sin tener en claro las causas de este inconveniente pasajero. El domingo festejaban en Bariloche un nuevo cumpleaños de Cacho, ya al filo de los 80 que cumpliría el año siguiente. A través de una accidentada comunicación por Whatsapp pudimos saludarlo y supimos también que lo iban a celebrar con una reunión familiar muy restringida en la casa. Aquí en la comarca fue un día de mucho calor, con máxima superior a los 32 grados. Nuestro almuerzo fue un pollo al spiedo encargado a muestro vecino el pollero, y recién salimos a dar una vuelta a la tardecita. Con el mate y las sillas plegables fuimos hasta el balneario Solis, comprobando en el trayecto que se había juntado un enorme gentio a disfrutar de las playas, con autos estacionados en cuanto rincón disponible. Ya en la barra del arroyo Solis Grande buscamos la sombra de los árboles y nos sentamos a leer y matear hasta la puesta del sol. Sobre el horizonte era posible ver el humo proveniente de un incendio de campos en las cercanías de Gregorio Aznarez. Cuando ya había anochecido y antes de regresar hicimos algunas compras necesarias en El Dorado de Solis, donde se estaba aplicando la medida de autorizar el ingreso al local de una persona por grupo familiar. El tráfico era intenso, sobre todo en dirección a Montevideo, al regresar muchos turistas a sus casas. Ante la aglomeración que estábamos viendo, era dificil imaginar cómo se podría controlar la pandemia.
Lunes 11 de enero. Por suerte se produjo un cambio en el tiempo, pronosticandose lluvias y tormentas que llegaron a la noche y el martes de mañana. Un par de contundentes chaparrones aliviaron un poco a la castigada región afectada por la sequía, aun cuando hubieramos preferido más agua. El incendio en la sierra de las Ànimas había sido extinguido, pero el miércoles descubrieron que se había reiniciado en una zona de bosque de pinos. El 14 de enero, exactamente tres meses después de haber señado el nuevo auto, nos avisó Marquez que el vehiculo estaba listo para ser retirado de la agencia de Montevideo y nos sugirió hacerlo el viernes. El plan era que estuviéramos a las siete de la mañana en su agencia de San Carlos entregando allí el BYD, para ir luego a Montevideo en su auto. El jueves ya nos habíamos levantado temprano también pues Alicia tenía que dejar sangre para hacerse algunos análisis de rutina. A la tarde vacié el auto de todo lo que no le pertenecía y lo limpié por dentro y por fuera, quedando listo para la entrega. Chino y todo, durante sus cinco años de servicio el BYD había respondido noblemente a nuestros a veces muy exigentes viajes y paseos, y requirió mínimo service. El viernes nos levantamos a las cinco de la mañana para alcanzar a desayunar algo antes de partir hacia San Carlos. Con nuestro agente habíamos hecho la transferencia del seguro al Suzuki, y después del trámite administrativo en la agencia, de confirmar que estaba efectivamente asegurado, y de equiparlo con los elementos de seguridad obligatorios que habíamos sacado del BYD iniciamos el regreso. En poco rato me adapté al sistema de embrague automático del auto, que funcionaba de maravilla. Teníamos planeado pasar por el shopping Costa Urbana pues Alicia tenía un vale pendiente para comprar ropa, y aprovechamos para almorzar en uno de los puestos del patio de comidas. Alicia había juntado también una buena cantidad de ropa que no usaba más y la dejamos en el local de Emaus de la ruta interbalnearia en Salinas. Aún faltaba empadronar el auto y por eso no pudimos habilitar un nuevo sticker de telepeaje, y averiguamos que el lunes podíamos ir ya al municipio local a hacer el trámite de empadronamiento y recibir las patentes. Teníamos ganas de ir a visitar a Hilian e Isabel en Valizas, cosa que de todos modos era posible hacer con el papel provisorio pegado al parabrisas. Hilian estaba aún muy ocupado con los trámites relacionados con el fallecimiento de su madre, pero el domingo pensaban ir para allá. De paso, días atrás había nacido su segundo nieto, Felix, en Gotemburgo. Se pronosticaba nuevamente mal tiempo para la comarca, pero el sábado pudimos hacer aún una caminata costera hasta el balneario Las Flores y vuelta, esquivando a los numerosos turistas. La lluvia llegó durante la noche y no fue muy abundante, pero el domingo tuvimos aún algunos chubascos además de un muy fuerte viento pampero del sudoeste. Como solíamos hacer en estos casos, salimos a dar una vuelta con el auto hacia Punta Colorada y Punta Negra para observar la espectacular rompiente. Continuamos luego por la ruta hasta su empalme con la interbalnearia para que Alicia tomara el comando del auto haciendo el camino inverso a la casa y se acostumbrara al sistema. Ante la caravana de autos circulando lentamente por la rambla tuvo la oportunidad de comprobar la ventaja de dejar que el auto se ocupara solo de los cambios. A todo esto, en Burzaco estaban celebrando los 42 años de Mariano con una reunión de amigos en el jardín de la casa.
Lunes 18 de enero. Temprano por la mañana confirmamos a Hilian e Isabel que pensabamos visitarlos el martes en Valizas, y luego partimos hacia Piriápolis para empadronar el auto en la municipalidad. Teníamos toda la documentación necesaria para hacer el trámite pero resultó que se les había agotado el stock de chapas (!) por lo que llamamos al municipio de Pan de Azúcar donde nos confirmaron que ellos sí tenían patentes y fuimos para hacer el trámite allá. Después de la verificación quedó empadronado y le dieron a Alicia la tarjeta matrícula y las chapas. Así reuníamos también todos los requisitos para conseguir un nuevo sticker de telepeaje y nos acercamos a la estación de peaje del arroyo Solís Grande para hacer el trámite. Dieron de baja el sticker del BYD transfiriendo el saldo que teníamos al nuevo sticker y solo quedaba pegarlo al parabrisas, lo que hice cuando regresamos a la casa. Las patentes que nos dieron eran del tipo unificado del Mercosur, pero tenían además un cartel adicional que decía "Pan de Azúcar". Por suerte fue facil desprenderlo con una trincheta ya que lo habían pegado con una cinta autoadhesiva, y también tuve la suerte de encontrar en el galpón tornillos con el tamaño de rosca que coincidía con la rosca de los agujeros en los paragolpes por lo que eso quedó listo también. Habíamos quedado en llevar carne y chorizos a Valizas pero la compra la dejamos para el martes a la mañana cuando abría "El Viejo Tano". Camino a Valizas ibamos a pasar también por la agencia en San Carlos donde Alicia tenía que firmar un poder para la transferencia del BYD. Habíamos recuperado el buen tiempo, y teniendo un dia soleado pensamos dar una vuelta por la playa San Francisco a la tardecita. Nuestro meteorólogo favorito pronosticaba diez dias lindos de aquí en adelante. Aprovechando los dos días de ausencia de la casa, pusimos en marcha el operativo desinfección con las bombas de humo, para lo cual guardamos todo lo que se podía contaminar antes de encenderlas. Con el auto cargado y todo listo prendimos las cuatro bombas y cuando la casa se comenzó a llenar de humo me percaté que había olvidado sacar los tres detectores de humo, que comenzaron a sonar al unísono. Ya era tarde para quitarlos de modo que quedaron pitando quien sabe por cuánto tiempo. Pasamos por la carnicería a comprar la carne y chorizos, y luego por San Carlos para ir a la escribanía donde Alicia firmó el poder. Era un día magnífico de sol y la temperatura fue subiendo de modo que a la llegada a Valizas poco después del mediodía ya apretaba el calor. Hilian estaba esperando con el fuego listo y a los pocos minutos estaba todo en la parrilla. Tenían el jardín muy bien arreglado al poder estar más tiempo allí ocupándose del mismo y regando con frecuencia. Habían armado una sombra con cuatro palos y tela, y allí nos sentamos a almorzar y hacer la extensa sobremesa. Mientras Hilian dormía su siesta, Isabel se nos unió para hacer una caminata por la orilla del océano llegando casi hasta Aguas Dulces, que era el balneario siguiente hacia el norte. Entre la ida y la vuelta caminamos unos siete kilómetros, y entremedio Alicia se dió un chapuzón. Llegamos de regreso cuando ya se estaba poniendo el sol y para la cena alcanzó con los restos del asado. Después del desayuno del miércoles hicimos Alicia y yo una nueva caminata por la costa y esta vez salimos en dirección sur hasta la cercana barra del arroyo Valizas. Por primera vez desde nuestras idas a Valizas lo pudimos ver tan bajo que era posible cruzar a pie hasta la orilla opuesta, cosa que hicimos con el agua hasta las rodillas. Mucha gente hacía lo mismo, instalándose del otro lado con sus sillas y sombrillas. Alicia volvió a darse un baño un par de veces, y en el interín Isabel había armado un almuerzo. Se había producido un desperfecto con su heladera, que funcionaba con baterías alimentadas por paneles solares. Al dejar de funcionar, sacó los artículos perecederos para utilizarlos en la comida. A media tarde terminamos de empacar nuestra cosas, y como no queríamos irnos sin comer un helado en nuestra heladería favorita, fuimos los cuatro hasta allí y recién nos despedimos después de esa parada. Tal como lo hicimos a la ida, al regreso nos repartimos el manejo del auto y llegamos a la casa cuando ya había caído la noche. Al haber fumigado tuvimos que hacer un operativo de limpieza básico antes de recuperar el uso normal de la casa, dejando para el día siguiente la limpieza profunda. Como era de esperar, uno de los detectores de humo había agotado su batería a causa de mi olvido. El jueves terminamos de quitar el polvo, que no era solo de las bombas de humo, sacudimos colchas, manteles y alfombras, y Alicia pasó la aspiradora y lavó los pisos. Ella había bajado temprano por la mañana a la playa con la bicicleta, por lo que cerca de la puesta del sol preferimos poner sillas playeras en el auto para bajar nuevamente a sentarnos un rato a leer. Los esperados anuncios sobre la vacuna llegaron finalmente el sábado con una conferencia de prensa que dió el presidente. Comunicó que para marzo llegarían vacunas de Pfizer y de Sinovac además de otras del programa Covacs de la OMS. La vacunación comenzaría con el personal de salud, luego el de la educación y de la gente en hogares de ancianos, luego los mayores de 75 años. O sea que nuestro grupo tenía aún una larga espera para inmunizarse pues en la carrera mundial por conseguir vacunas el gobierno parecía haberse quedado dormido en los laureles del éxito inicial del año anterior en el control de la pandemia. Ante este panorama, probablemente viajaríamos a Suecia en abril antes de estar vacunados aquí y nos daríamos los pinchazos allá. La afluencia de turistas a nuestro departamento era muy grande y seguíamos viendo atestados los estacionamientos a lo largo de la costa. Ante la alta temperatura del agua comenzaron a hacerse presentes las medusas y en los paseos de playa que hicimos durante el fin de semana vimos que ya era una invasión, para entretenimiento de los niños y preocupación de los adultos. Aparentemente no eran del tipo peligroso, pero a nosotros no nos parecían muy atractivas.
Lunes 25 de enero. La curva de contagios en uruguay se había aplanado un poco y desde presidencia se anunció que volvía a permitirse el ingreso de uruguayos y extranjeros residentes. Un buen anuncio para Colonia fue que se reabriría pronto el puerto para la llegada de pasajeros después de alrededor de diez meses de inactividad. Pensando en alguna salida para el cumpleaños de Alicia del 19 de marzo nos decidimos por una nueva visita a las termas, esta vez a las de Daiman cerca de Salto, a 550 km de Piriápolis. Hicimos reservas para tres noches de hotel del 18 al 21. Y ante la desagradable presencia de las medusas hicimos el martes una salida hacia Punta del Este entrando al balneario Sauces del Portezuelo a la altura del aeropuerto de la laguna del Sauce. Alicia recordaba haber ido allí en su juventud y haber visto sauces cerca de la playa, pero no los pudimos encontrar. La playa era muy amplia y estaba casi desierta. Ya que estábamos en la zona entramos también al balneario naturista de Chihuahua, donde desembocaba el arroyo el Potrero. A causa de la sequía no salía al mar pero en la barra había una muy amplia y bonita laguna que corría paralela a la playa. Los médanos de la zona eran muy altos y la mayoría de las casas estaban construidas en lo alto de los mismos. El jueves nos volvimos a comunicar con Air France para actualizar la información de viajes, ya que Alicia quería regresar ahora a Suecia a fines de marzo. La única opción era salir de Ezeiza, pero a un costo muy alto, bastante superior al voucher que nos habían dado. Además había que agregar al costo el traslado a Buenos Aires. Decidimos por lo tanto buscar otras opciones y guardar nuestros vouchers para usarlos más adelante. Las dos aerolíneas que volaban desde Montevideo a Europa eran Iberia y Air Europa, y la que tenía mejores precios era la segunda por lo que reservó un vuelo a Copenhage para el 30 de marzo, con cambios de avión en Madrid y Amsterdam. Por mi parte quería esperar hasta fin de abril antes de viajar, con la esperanza de poder compartir este año los cumpleaños de Gabriel y Agustín. Tuvimos una desmejora del tiempo que venía muy bien pues vino acompañada de lluvia en todo el pais, en ciertos lugares ahora en exceso. Lucía, la sobrina de Alicia, nos había informado que había alquilado una cabaña a pocas cuadras de nuestra casa por tres semanas, con llegada el lunes. Le habíamos propuesto que viniera con su Federico y el perro a comer con nosotros ese día. Ellos acababan de comprar un auto nuevo que le habían entregado el viernes, justo a tiempo para venir a la comarca.
Lunes 1 de febrero. Día del primer cumpleaños de Ingrid. La celebración fue muy íntima a cuasa de la pandemia lo cual probablemente no impactó mayormente en la pequeña. Tal como estaba pronosticado el lunes fue un día lluvioso y ventoso. Para la comida con los chicos habíamos encargado un pollo al spiedo a nuestro pollero, que compartimos a media tarde. Estaban bastante cansados y regresaron temprano a su cabaña. El martes le tocaba a Karin hacer una nueva ecografía y nos comentó a la noche que todo iba muy bien pero que aun había sido imposible identificar el sexo del bebé de modo que continuaba siendo un interrogante. Continuaba el tiempo fresco y lluvioso, lo que favoreció el trabajo de pintura de Alicia al no ser aún atractiva la playa. Lucia y Federico nos hicieron una nueva visita el jueves a la tarde y se anotaron para hacer una partida del juego Catán que se extendió por horas hasta bien entrada la noche. El único que parecia aburrirse fue el perro, quien tenía aspecto de preguntar cuándo finalizaría la partida. Había una actividad musical gratuita al aire libre con Luciano Supervielle el día sábado en el parque de las esculturas de Atchugarry y los chicos aceptaron la propuesta, por lo que de inmediato hicimos las reservas pues el cupo era limitado a causa de la pandemia. Karín había tenido turno con el obstetra, quien encontró todo normal y que decidió hacer una nueva ecografía intentando dilucidar cual era el sexo del bebé y esta vez si se vió que era una niña, siguiendo con la tradición de la descendencia de Gerd. El sábado fue un día muy lindo y partimos temprano después de recoger a los chicos. llegamos al parque con amplio margen por lo que hicimos un paseo mirando las nuevas esculturas que habían aparecido además del nuevo y espectacular salón de exposiciones, aun en construcción. El recital al aire libre comenzó con casi una hora de atraso, cuando ya había caido la noche, y estuvo muy bueno con un Supervielle como siempre muy versatil al piano y otros instrumentos electrónicos. El domingo fue el último día de sol antes de regresar la lluvia, y Alicia bajó temprano a la playa donde se encontró con Lucia y Federico. Juntos volvimos a bajar a la tadecita con sillas y libros, y ya pudimos observar como cambiaba el tiempo.
Lunes 8 de febrero. El auto ya había rodado mil kilómetros desde la entrega y tenía turno el lunes a media mañana para hacer el service inicial. Por suerte contábamos con un taller autorizado en Pan de Azucar, el de Juan lemos, quien ya nos había arreglado el BYD después del choque pues era también taller autorizado del seguro. Este service era solo una revisación general y control de nivel de fluidos, de modo que fue muy rápido. Quedó pendiente un reclamo, pues la entrada "aux" de la radio no funcionaba. Para ello tenía que venir un especialista de Montevideo y quedó en avisarnos. La torrencial lluvia de la noche había cesado pero el pronóstico era bastante sombrío para el resto de la semana, al menos para los turistas. Como era de imaginar, Air Europa le informó el martes a Alicia que había un cambio en su vuelo. Se trataba solo de un corrimiento de horario, o sea que saldría el mismo día 30 de marzo pero alrededor de las ocho de la noche llegando también a la noche a Copenhague. De todos modos estábamos seguros de que no iba a ser el último cambio. La producción de pinturas de Alicia continuaba, ayudada por el mal tiempo que impedía ir a la playa. El miércoles hicimos una escapada a la carpintería para encargar un nuevo marco, y de paso cargamos el termotanque viejo en el auto para dejarlo en el vertedero, que estaba cerca. Hacía meses que estaba en la vereda de la casa esperando el traslado. También hicimos la primera entrega de recipientes plásticos que fuimos juntando para el reciclado a cambio de "plasticoins" canjeables por beneficios en ciertos negocios. Era una iniciativa que había surgido hacia algún tiempo y era mejor que dejar el plástico en un contenedor que solía ser un mugrero. Lucía y Federico pasaron por casa a la tarde y finalmente se armó una nueva partida de Catan, que esta vez no terminó tan tarde. Después de haberlo investigado un poco por internet, llegué finalmente a comunicarme con el representante de Suzuki en Montevideo y reservamos un turno para el viernes 19 a la mañana en su local cercano al aeropuerto para colocar algunos accesorios que nos interesaban: la cámara de marcha atrás, conectada a la pantalla del auto, sensores en el paragolpes trasero, y las llamadas baguetas, o sea las molduras negras horizontales pegadas a las puertas como protección. Al darnos una pausa la lluvia, Nicolás pasó por la tarde a cortar el pasto y le comentamos nuestro interés de que se ocupara de la casa a partir de mayo hasta nuestro regreso. Le pareció bien y como pensábamos incluir el cuidado del auto quedamos en sentarnos a negociar las condiciones económicas. Fiel al pronóstico el jueves fue un día de lluvia contínua, y de a ratos torrencial. Al no tener ya capacidad el pasto para absorber el agua, fue avanzando lentamente hacia la cochera. Por suerte funcionaba bien la canaleta de drenaje que había instalado tiempo atrás pegada al borde de la vereda y no pasó a mayores. Hacia el anochecer del viernes tuvimos una tregua y salimos a hacer una caminata por el barrio, cosa que no habíamos hecho los últimos cuatro días. Después de un chubasco matinal tuvimos el sábado una bonita tarde de sol, aunque con amenazantes nubes a la distancia. Karin nos contó que le había llegado desde Suecia una valija con ropa de bebé nueva y usada que le mandaban las hermanas por gentileza de una amiga nuestra que viajaba a la Argentina. Yo descubrí que nuestro pozo ciego estaba nuevamente practicamente lleno, tal vez le había entrado también un poco de agua de lluvia. Esto nos complicó ya que cuando pedí que vinieran a vaciarlo nos enteramos que no estaban trabajando. En parte fue un efecto dominó de la pandemia ya que el técnico argentino que tenía que venir a resolver problemas de funcionamiento de la planta potabilizadora no había podido acceder al Uruguay por lo que no aceptaba aguas servidas. En consecuencia se descargaban en la planta de Pan de Azúcar que se vió desbordada y agravado con las inundaciones provocadas por la lluvia tampoco recibía residuos cloacales. No sabíamos cuando se iba a resolver esto por lo que tuvimos que aplicar estrictas medidas de racionamiento descargando el mínimo posible en el pozo. Llegamos así al domingo de San Valentín y fue muy chistoso que ALicia y yo nos sorprendieramos mutuamente con el mismo libro, la última novela de Zafón. También recibí de ella un interesante libro de la historia de los orientales para profundizar mis conocimientos del pasado de este país. La oportunidad era buena para no cocinar y salir a comer afuera. La elección recayó en "Aquel Abrazo", un restaurante ubicado en el barrio Punta Negra que figuraba al tope de calidad de los restaurantes de la zona. Era una casa con jardín, construida con barro y piedra, muy rústica, y el ambiente era acogedor. En cuanto a la comida, mi plato de salmón estaba exquisito mientras que la bondiola de Alicia no era precisamente de las mejores. También probé el excelente flan casero con dulce de leche. Al regreso hicimos una parada en el extremo este de la playa San Francisco y caminamos ida y vuelta por la orilla, unos tres kilómetros.
Lunes 15 de febrero. Aún con clima amenazante, decidimos ver si nos acompañaba la fortuna y planeamos un asado para la tarde invitando a Lucía y Federico. Alicia quería estar a cargo del asunto mientras que yo hacía la ensalada. Era feriado de carnaval pero de todos modos llamé a la barometrica para averiguar cómo estaban las cosas y me dieron la buena noticia de que volvían a recibir efluentes en la planta de Pan de A>zucar. La mala era que se habían acumulado muchos pedidos de modo que nos agendaron con la promesa de venir lo antes posible. El asado salió muy bueno, después de superar algunos inconvenientes por la lentitud en lograr brasa ya que Las intensas lluvias habían humedecido bastante la leña. Luego del asado armamos nuevamente una partida de Catán y esta vez le tocó ganar a Lucía. Quedamos en que haríamos aun una partida más antes de que regresaran a Montevideo el domingo siguiente. A última hora del martes apareció el camión cisterna de la barométrica y se solucionó así nuestro problema sin que pasara a mayores. Esa noche cayó un verdadero diluvio y notamos que el agua se acumulaba en la vereda del lado norte al estar el pasto totalmente saturado, por lo que comencé a armar una zanja allí también desembocando en la rejilla de la esquina con lo que el agua comenzó a drenar bien. Llovió en forma intermitente el miércoles también pero hacia la noche pudimos salir a caminar y pasamos por la cabaña de Lucia y Federico a charlar un rato con ellos. Desde el techo de la cocina comenzamos a escuchar nuevamente el conocido e inquietante ruido de un gusano horadando madera, esta vez en otro sector, y el jueves comencé con la tarea de desarmar el machimbre para localizar y eliminar el bicho y la madera contaminada. Lo suspendí cuando se comunicaron Hilian e Isabel y los invitamos a una merienda. Ellos habían tenido también problemas con la lluvia ya que si bien la casa de Valizas estaba rodeada de una zanja absorbente, caía tanta agua que rebalsaba con peligro de entrar a la casa. Dijeron que estuvieron horas juntando agua con baldes que tiraban a la calle. La merienda la hicimos en el jardín al haber regresado el buen tiempo y el sol. El viernes nos levantamos temprano pues había que ir a Montevideo a instalar los accesorios del auto. Alicia decidió quedarse ya que podía ser tedioso pasar horas en la agencia de Ayax esperando que terminaran el trabajo cuando le podía ser más util seguir con sus pinturas. A medio camino de Montevideo recibí una llamada de la agencia informando que había habido una confusión: por ser la semana de carnaval no trabajaban los técnicos y se les había pasado por alto ese detalle. No quedaba otra que regresar a Piriápolis, ya que nos iban a agendar para la semana siguiente, pero reclamé que nos compensaran por el gasto inutil en nafta y peajes. Al menos recibí la promesa. Para la noche invitamos a Lucía y Federico a cenar en el restaurante La Caracola sobre la playa de Flores y aceptaron, si bien insistieron en que ellos nos querían invitar a nosotros. Se acercaba el final de sus vacaciones y acordamos juntarnos el sábado para una última partida de Catán. Pese al regular clima tuvieron aun oportunidad de bajar a la playa y vinieron a casa hacia la noche. Mucha gente regresaba a Montevideo el fin de semana y querían partir el domingo temprano por la tarde tratando de evitar el tránsito. Cuando pasaron a despedirse dejaron también un poco de leña que les había sobrado, y quedamos en que vendrían a visitarnos antes de la partida de Alicia.
Lunes 22 de febrero. El lunes fue un día memorable para la familia ya que se produjo el nacimiento de Olivia, según Gabriel un parto rápido y sin complicaciones. Recibimos algunas lindas fotos de la niña y de sus orgullosos padres. Temprano por la mañana apareció una cuadrilla de Obras Sanitarias para prolongar la tubería de agua potable que terminaba en la casa de ALicia a fin de proveer agua a nuestro vecino Adrián que estaba construyendo su casa cien metros más arriba. Hicieron una profunda zanja y colocaron las tuberías de plástico, pero recién el miércoles quedaría terminada la obra.
Llegó Olivia!El día comenzó nublado y con un poco de lluvia pero fue mejorando por la tarde y terminamos haciendo un asado de celebración con la mesa en el jardín. Mi cédula de identidad uruguaya vencía en abril por lo que había iniciado el trámite de renovación en el ministerio de relaciones exteriores. Ya estaba aprobado, pero ahora tenía que pedir turno en la oficina de identificación civil de la ciudad de Maldonado, turnos que aun no estaban dando probablemente a causa de los atrasos causados por el cierre de oficinas del año anterior. El martes continuó el trabajo de tendido de tuberías y terminaron quitando la caja de inspección que estaba en la esquina del terreno de Alicia. Hicieron el trabajo con una pequeña excavadora que dejó sus huellas profundas en el pasto las que rellené con tierra cuando se retiraron. A la noche recibimos una llamada de Isabel proponiendo un asado al día siguiente en la casa de Daniel en Pueblo Edén. Daniel era un amigo común de ellos y de Alicia que se dedicaba al cultivo de una huerta orgánica en ese pueblo, y en un encuentro ya un par de años atrás habíamos acordado reunirnos para un asado, lo cual se dió finalmente el miércoles. Fue un día espectacular de sol, y después de la compra de chorizos en Piriápolis fuimos para allá llegando poco antes del mediodía casi simultáneamente con Hilian e Isabel. Tenía un terreno muy grande y una casa que pedía un urgente lavado de cara. La huerta tenía todo tipo de plantas y estaba bastante invadida de maleza como era de esperar al cultivar en forma orgánica. Además parecía ser demasiado grande para que la pudiera atender una sola persona. Daniel iba dos veces por semana a sendas ferias a vender sus productos y una de ellas se realizaba los sábados en Playa Verde cerca de casa. Hilian e Isabel habían traído un excelente asado y pasamos una muy amena tarde sentados en su jardín. Había muchos tópicos de conversación, sobre todo teniendo en cuenta su posición radicalmente negacionista en cuanto a la pandemia y las vacunas, y sus teorías conspirativas. Mucho para debatir. Quedamos en reunirnos nuevamente el día 14 de marzo, en ocasión de su cumpleaños. El sol ya se estaba ocultando detrás de los cerros cercanos cuando emprendimos el regreso con Alicia al volante, pero alcanzamos a hacer los malos 10 km hasta el cruce con la ruta 9 antes de que oscureciera. La ruta 9 estaba muy bien marcada y era buena para la práctica de manejo nocturno. A Alicia le había llegado un nuevo cambio en su itinerario de viaje, éste un poco más complicado pues no solo se había postergado un día sino que se había cancelado el último tramo, de Amsterdam a Copenhague, sin mayores explicaciones. El jueves logramos comunicarnos con Air Europa y recibimos otra sorpresa pues descubrimos que inadvertidamente no habíamos hecho la compra del pasaje por internet con ellos sino con una agencia de viajes peruana para nosotros desconocida y por lo tanto la gestión de la reserva no estaba en manos de Air Europa. Quedaron en investigar en el asunto y llamarnos. De todos modos entramos más tarde a controlar el itinerario con el código de reserva en internet y comprobamos que de pronto el tramo Amsterdam - Copenhague volvía a estar confirmado aunque esta vez con una espera más larga en Amsterdam. Y ese jueves 25 de febrero fue el día en que el Uruguay recibió las primeras vacunas contra el corona virus. Era una partida de cerca de 200.000 vacunas chinas que formaban parte de un contingente mucho mayor que venía a Chile. El avión de Latam aterrizó primero en Santiago de Chile para descargar las suyas y luego siguió a Montevideo. El presidente uruguayo había ordenado que no fuera ninguna comitiva de alto nivel al aeropuerto para evitar un show mediático al rimbombante estilo "Victor Hugo Morales". Dijo el gobierno que al ser estas vacunas chinas menos efectivas que otras, se había decidido administrarlas a bomberos, militares, policías y maestros, todos menores de 60 años, comenzando el lunes 1 de marzo. Se confiaba en que a la brevedad llegarían vacunas de Pfizer, Astra Zeneca y otras, con las que se vacunaría al personal de la salud, gente en geriátricos y finalmente el resto de la población que la quisiera, pues no era obligatoria. Ojalá no se armara aquí ningún vacunatorio de privilegio como en el país vecino. Para el segundo intento de colocación de los accesorios del auto del viernes decidí hacerme presente en el taller a las nueve de la mañana, hora de apertura, por lo que salí de casa a las siete y media de la mañana. Sospechando que la espera sería considerable, me equipé de bastante lectura, terminando el libro Aquitania que me había prestado el Fede de Lucía y comenzando el libro de cuentos cortos de Zafón que me había regalado Alicia. En un salón grande con mullidos sillones y vista a lo que hacían en el taller pasé el resto de la mañana y parte de la tarde pues recién terminaron de colocar cámara, sensores y baguetas a las tres de la tarde. Todo quedó muy bien y además nos hicieron una buena rebaja tal como lo habían prometido. Se había vuelto a instalar el buen tiempo y además de comenzar a tratar las maderas exteriores y el siding con protector de madera hicimos una caminata de playa antes de la puesta del sol. Vimos además la salida de una espectacular luna llena. Habíamos llegado a la conclusión que no era tan conveniente hacer el relativamente largo viaje a las termas de Daiman para el cumpleaños de Alicia estando ya tan cercano su viaje a Suecia por lo que el domingo nos pusimos a evaluar alternativas. Nos decidimos por un paseo a la costa oceánica en las mismas fechas, del 18 al 21 de marzo, reservando en un hotel de Punta del Diablo muy recomendado por huéspedes anteriores. La distancia desde casa era menor a la mitad que a Salto, y de paso podíamos saludar a Tito, el hermano de Alicia, cuyo pueblo 18 de Julio estaba a pocos kilómetros de Punta del Diablo. Aun estábamos a tiempo de cancelar las reservas en las termas por lo que no hubo problemas con eso.
Lunes 1 de marzo. Se habían vuelto a habilitar los turnos para renovar la cédula de identidad y el lunes por la mañana fuí a la oficina de pagos en Piriápolis donde conseguí una hora para el 8 de abril, pero al momento de abonar el arancel se trabó todo al no aceptar mi tarjeta extranjera. Efectivo suficiente no tenía de modo que regresé raudamente a la casa a pedirle a ALicia que me prestara su tarjeta uruguaya, pero cuando volví a la oficina se había vencido mi turno y me dieron uno nuevo para el 9 de abril al mediodía. Comenzó también la vacunación en Uruguay, después de haber vacunado a los vacunadores durante el fin de semana anterior. Alicia quería tramitar el registro internacional de conducir, de lo que se ocupaba el Automóvil Club Uruguayo, y la sede más próxima se encontraba en la ciudad de Maldonado. El martes a la mañana fuimos para allá y después de sacarse las fotos necesarias rápidamente le hicieron a Alicia su registro. Siendo ya mediodía fuimos luego a almorzar hasta nuestro conocido restaurante "Volver" que estaba en las cercanías. Antes de regresar pasamos también por un negocio de venta de material artístico muy bien surtido donde Alicia reforzó su surtido de pinturas acrílicas y pinceles. Con buen tiempo, al día siguiente continué avanzando con el mantenimiento exterior y terminé de pasar protector a toda la fachada sudoeste de la casa. Faltaba aún el fondo y el lado noreste para completar la vuelta. Después de mucho insistir nos avisaron de la agencia de San Carlos que estaba listo para la firma el compromiso de compra venta del auto nuevo y el anterior y después del desayuno del miércoles partimos para allá a firmar y recoger el documento. El regreso fue pasando por Maldonado ya que Alicia quería comprar algunos artículos artísticos más y como tomamos la ruta costera para volver a Piriápolis paramos en Punta Fría a almorzar en la "Trattoría de Piero", un restaurante con linda vista al mar y con buena comida. Estaba entre los recomendados en la comarca. Estábamos a poca distancia de donde vivía el arquitecto contratado por Alicia para regularizar su casa y después de una corta búsqueda encontramos su vivienda pero no había nadie. Alicia había tratado de comunicarse muchas veces por teléfono sin éxito y habíamos decidido tratar de contactar personalmente a este hombre. Como el trámite llevaba más de un año en la municipalidad pensamos que ya debía haberse completado. La respuesta del primer grupo habilitado para vacunarse no había sido la esperada por lo que sobraban vacunas chinas y se había decidido comenzar a vacunar a otros grupos, pero siempre por debajo de los 60 años. Ahora se anunciaba la llegada de la primer partida de la vacuna Pfizer para el miércoles 10 a la noche, priorizando al personal de la salud y los geriátricos. Mientras Alicia continuaba dedicada principalmente a la pintura artística, yo seguí dedicándome a aplicar protector al exterior de la casa. La parte más ingrata era el techo de machimbre de la cochera al tener que pintar hacia arriba. No faltaron tampoco las caminatas casi diarias por la playa, ya mucho menos poblada pues habían comenzado las clases presenciales en las escuelas. Johanna se comunicó el sábado con nosotros y nos contó entre otras cosas que su madre se había caído mal en su trabajo, quebrándose un tobillo. Había requerido una operación y además una recuperación complicada que hacía que alguien tuviera que asistirla durante el primer tiempo, cosa aún no resuelta. Por lo demás estaba todo bien con ellos. El domingo fue el día más propicio para usar la parrilla y temprano por la tarde asamos una colita de cuadril además de los infaltables chorizos.
Lunes 8 de marzo. Día internacional de los derechos de la mujer, aquí con algunas huelgas alusivas al día, marchas y actos diversos, y considerable exposición en los medios. Nosotros le dimos el día libre a la cocina y antes del anochecer fuimos a cenar al restaurante Meridiano 58 en la cima del cerro San Antonio. Elegimos sentarnos en una de las mesas que rodeaban la piscina de la terraza abierta y además de la buena comida disfrutamos del panorama y de la puesta del sol. Bajando del cerro estacionamos en el puerto para hacer una caminata por el largo espigón. Habíamos recibido nuevos cambios en el vuelo de Alicia, que implicaban una espera de doce horas en Amsterdam. Nos pareció que se habían pasado de la raya con esta modificación y después de muchos intentos Alicia logró comunicarse con Air Europa y finalmente aceptó un nuevo itinerario que le significaba solo cuatro horas de espera, aunque con cambio de fecha. Su viaje comenzaba ahora el 11 de abril con salida del aeropuerto de Montevideo poco después de las ocho de la noche. Alicia avisó en Suecia este cambio y también se comunicó con su sobrina Lucia quien confirmó que de todos modos vendría con Federico a despedirse y pasar este próximo fin de semana con nosotros. Ante este plan cancelamos del 14 al cumpleaños de Daniel en Pueblo Edén. Aun continuaba el buen tiempo, propicio para playa. En la semana avancé mucho con la pintura y terminé de aplicar protector al techo de la cochera por lo que me estaba acercando mucho a la meta. Antes de la venida de los chicos guardamos todos los elementos de pintura del dormitorio chico y armamos las camas. Ellos partieron el viernes de Montevideo después de completar su jornada laboral por lo que llegaron pasadas las nueve de la noche. Habíamos preparado empanadas de carne para la cena y nos sentamos de inmediato a comer ya que venían bastante cansados y no queríamos que se demorara mucho la hora de acostarse. El sábado se cumplió el primer aniversario de la declaración de la emergencia sanitaria, en un momento en que la situación en Uruguay era preocupante ya que todas las cifras iban por mal camino especialmente en los departamentos de frontera con Brasil y en Montevideo. En paralelo continuaba la vacunación, esperando para el lunes la llegada de una partida muy grande de vacunas chinas y se había informado que a partir del martes 16 se habilitaban los turnos para la franja de edad hasta 70 años. Significaba que Alicia ya podría anotarse, y como la segunda dosis se aplicaba a los 28 días de la primera todo apuntaba a que tendría que postergar nuevamente su vuelo. En el caso de mi edad continuaba el plan de aplicar la vacuna Pfizer, que venía en partidas pequeñas, de modo que aun no había fechas previstas. Al margen, el fin de semana fue perfecto desde el punto de vista climático. Los chicos aprovecharon la estadía tanto para dormir hasta tarde como para disfrutar de la playa, siempre en compañía de su simpático y manso perro. El sábado hicimos un asado al anochecer, armando la mesa en la cochera al abrigo del rocío. No tenían muchas ganas de regresar al caos de Montevideo por lo que recién partieron de regreso cuando ya había caído la noche del domingo.
Lunes 15 de marzo. Era el día previo a la habilitación de los turnos de vacunación para el grupo de edad al que pertenecía Alicia y esperamos levantados hasta la medianoche con la idea de poder anotarse. La táctica no dió resultado pues no hubo manera de entrar en el sistema y nos fuimos a dormir. Daba la impresión que se había saturado el sistema por la avalancha de solicitudes aunque después informaron que el problema era de índole técnica, vaya a saber. Sin embargo Alicia continuó insistiendo por otros medios y de madrugada logró conseguir un turno via Whatsapp para el viernes 19 a las 21:45 en el hospital de Pan de Azúcar. Chocaba con nuestro viaje a Punta del Diablo por lo que solicitamos un cambio en la reserva del hotel y las nuevas fechas eran del lunes 22 al jueves 25 de marzo. Dias atrás habíamos hecho reservas para ir al teatro nacional a ver el ballet "Un Tranvía Llamado Deseo", que a causa de la emergencia sanitaria se había cancelado un año antes. Era también el jueves 25, pero regresaríamos a tiempo de Punta del Diablo. En el caso de Alicia, el turno para la segunda dosis de la vacuna era el 16 de abril, de modo que también tuvo que comunicarse con Air Europa para modificar su viaje que quedaba postergado al 25 de abril. Como ahora íbamos a festejar el cumpleaños de Alicia sin movernos de la comarca reservé una mesa para cenar en el restaurante armenio "Garni" del balneario Solis. Luego tuve que cambiar la cena a almuerzo pues me había olvidado del tema de la vacunación a la noche. Ante la disparada de la pandemia el gobierno anunció el martes nuevas medidas de contención que de acuerdo a muchas opiniones no parecían estar a la altura de la crisis, especialmente según la oposición y sobre todo según el personal de la salud. Los casos de contagio y de ocupación de camas de cuidados intensivos iba en continuo ascenso llevando a situaciones críticas en departamentos del interior, especialmente en la frontera con Brasil. Los problemas con el sistema de reservas automáticas para la vacunación no se habían resuelto aún y mucha gente no había podido anotarse aún. El jueves tuvimos un día muy ventoso, con un fuerte pampero y lluvia intermitente, pero el viernes 19 amaneció radiante. Alicia comenzó a recibir mensajes desde muy temprano y a media mañana hizo una escapada a Piriapolis con el auto para cortarse el cabello con Mariana, nuestra peluquera del barrio de tiempo atrás que se había mudado y tenía ahora su salón en la terminal de ómnibus. Regresó cuando ya casi era hora de partir de nuevo a almorzar en Solís. Como la vez anterior, nos sirvieron platos deliciosos, y en vez de entrada pedimos sendos postres. Continuaba el buen tiempo por lo que estacionamos luego cerca de nuestra playa para hacer una caminata por la casi desierta costa. A las nueva de la noche emprendimos viaje al hospital de Pan de Azúcar donde le aplicaron con toda puntualidad la primer dosis de la vacuna a Alicia. Era la última persona pues después de esperar los quince minutos establecidos para controlar eventuales complicaciones dejó el hospital y cerraron el vacunatorio. No tuvo ninguna reacción y ni siquiera le dolía el brazo, buena señal. En realidad no sabíamos de nadie que hubiera reaccionado adversamente a la vacuna Coronavax de los chinos. El sabado a la mañana recibimos un llamado de Lena invitandonos a almorzar con ellos. Alicia armó rapidamente una ensalada de fruta para colaborar y salimos para su casa en bicicleta con el postre y una botella de vino. Congo estaba preparando el almuerzo de filetes de pescado con verdura salteada usando un disco que había colocado en la parrilla. Cuando estaba todo listo para sentarse a comer vimos desde su terraza como se acercaba un frente amenazador y alcanzamos a meter todo en su living antes que comenzara la lluvia. La terraza era cubierta pero la lluvia venía acompañada de fuerte viento de modo que el techo no daba protección. La comida salió muy rica y la sobremesa continuó por horas. Emprendimos el regreso a casa a la puesta del sol, que no se vió pero si el espectaculo de los colores de las nubes. El domingo fue un día seminublado y un poco ventoso. No salimos de la casa y mientras Alicia pintaba me decidí a plantar las dos paltas más crecidas en un espacio que sería en un lejano futuro la vereda del frente.
lunes 22 de marzo. Sin mayor apuro y después de cargar nafta y hacernos por las dudas de algo más de efectivo partimos poco antes del mediodía hacia Punta del Diablo con un lindo día de sol. Compartimos el volante y Alicia manejó a partir de la parada obligada a medio camino en la estación de servicio de Rocha para ir al baño. El alojamiento que habíamos reservado llevaba el pomposo nombre de "Unique Hotel & Suites" y estaba ubicado a poca distancia de la sinuosa calle turística cercana a la costa. Nos estaba esperando la señora Beatriz, a cargo del establecimiento, junto con una empleada cubana. El hotel tenía en total cinco departamentos en planta baja y tres en el primer piso al que se accedía por una escalera exterior. Éramos los únicos huéspedes y nos dieron una cómoda habitación en planta baja con puerta balcón a una galería cubierta con vista hacia el océano. A raíz de la pandemia se había suspendido el desayuno buffet, que ahora entregaban a la habitación, y acordamos que lo traerían a las ocho y media de la mañana. Tanto Beatriz como su empleada resultaron muy amables y atentas en todo momento. Nos quedaban aún unas horas para la caída del sol y después de acomodarnos bajamos por un sendero hasta la playa del Rivero, del lado norte el norte del balneario caminando por la orilla hasta la primera punta rocosa, más o menos a un kilómetro de distancia. Al regreso llegamos hasta la playa de los pescadores, bien céntrica, donde había varias embarcaciones de pesca varadas en la arena. Mientras andábamos por allí intenté agendarme para la vacuna pues habían abierto la inscripción para mí franja de edad y lo logré. Después de los problemas de saturación habían modificado el sistema por lo que uno se anotaba y más adelante vendría el aviso de fecha y hora. En la carpeta del hotel habíamos visto varios avisos de restaurantes y encontramos uno que parecía muy atractivo que se llamaba "Il Tano". No nos acobardó que estuviera a 1,5 km del hotel y para allá partimos a pie llegando a un barrio muy residencial del balneario en el medio del cual encontramos el restaurante, que también disponía de cabañas en alquiler. Éramos nuevamente los únicos comensales en el acogedor lugar y nuestros platos y el postre resultaron deliciosos. En la carta de vinos aparecía la marca "Cerro del Toro", o sea de nuestra bodega local y no pudimos dejar de pedir una botella, que después nos acompañó en la caminata de regreso al no consumirla toda. A las ocho y media en punto del martes golpearon nuestra puerta y nos trajeron un abundante y variado desayuno con el que nos acomodamos en la galería ya que contaba con una mesa baja y un sofá. El clima ayudaba pues continuaba soleado y cálido. Teníamos varios planes de excursión para nuestra breve estadía, y ese día salimos nuevamente a la ruta 9 tomándola hacia el norte en dirección al conocido parque nacional de Santa Teresa. No eran más de cinco kilómetros, pero a la entrada al parque nos encontramos con que estaba cerrado pues nos enteramos que abría de jueves a domingo. Siguiendo hacia el norte y a apenas un par de kilómetros llegamos al camino que conducía a la Fortaleza de Santa Teresa. Estaba a poca distancia, pero el camino asfaltado parecía haber sido bombardeado de tantos pozos que había que sortear, una gran contradicción cuando se quería impulsar el turismo local. La fortaleza estaba abierta al público y por nuestra edad no tuvimos que pagar entrada. Era una imponente construcción con forma de pentágono irregular, aunque nos enteramos que la mayor parte era una reconstrucción, después de haber quedado reducida a ruinas por mucho tiempo. Los portugueses habían comenzado a construirla en 1762 previendo conflictos con los españoles, pero rápidamente cambió de manos y según leimos así lo hizo varias veces durante las guerras de la independencia. Recorrimos rápidamente los diversos lugares habilitados y apreciamos también el bello paisaje desde las elevadas murallas. Regresando a la ruta 9 y continuando diez kilómetros más llegamos al siguiente balneario, La Coronilla. Nuestro plan era caminar por la costa hacia el sur para encontrarnos con el Cerro Verde, y una manera de hacerlo era partiendo desde ese balneario de modo que estacionamos el auto cerca de la costa y a metros del canal Andreoni, una construcción artificial que databa de un siglo atrás. Nos llamó la atención que el agua fuera tan turbia, casi negra, en contraste con las cristalinas aguas del Atlántico en las que desembocaba. Leímos más tarde que este curso de agua había nacido como un proyecto de drenaje de un bañado cercano, sin mayor impacto ambiental, pero en la década del ochenta y por presión de intereses privados se había decidido extenderlo unos 70 km para drenar una gran superficie de bañados y aprovecharlos para la explotación agrícola y ganadera. Las consecuencias fueron funestas tanto para el ambiente como para el balneario, que de ser el más floreciente de la costa oceánica de Rocha pasó a caer en decadencia al perder sus playas el atractivo turístico. Había ahora planes para canalizar el agua hacia la laguna Merín pero todavía no habían visto la luz. Se había construido un puente colgante peatonal para cruzar el canal y cruzamos por él para llegar a la costa e iniciar la caminata por una playa de arena muy firme hacia el sur. En el camino nos encontramos con los restos del naufragio del vapor "Porteña" que tenía su historia curiosa. Había prestado servicios como buque de pasajeros entre Montevideo y Buenos Aires siendo secuestrado en el año 1873 por un grupo de revolucionarios argentinos. Después de desembarcar a los pasajeros habían huido hacia Brasil perseguidos por naves de guerra por lo que decidieron varar el barco y escapar. Poco quedaba ya de la embarcación de hierro, carcomida por el agua de mar. Luego de una punta rocosa continuamos por una segunda playa llegando finalmente al cerro después de unos cinco kilómetros de caminata. El cerro en sí era solamente una elevación de unos quince metros y además de ofrecer una vista magnífica sobre el entorno era posible avistar diversas especies de fauna marina cuando era época. Según la leyenda había también una conexión ancestral con África y de hecho existía una cadena montañosa submarina que conectaba con Sudáfrica y terminaba en Angola. Era notable el tupido manto verde de vegetación diversa que lo cubría. Hicimos en la cumbre un picnic frutal y descansamos un rato antes de iniciar la caminata de regreso a La Coronilla. Alicia se dio también su infaltable baño de mar. Entre tanta belleza se distinguía también la presencia humana, lamentablemente en forma de recipientes plásticos vacíos en abundancia. Sospechaba que muchos tenían también su origen en desperdicios arrojados por los buques. A la noche nos acercamos a los pocos restaurantes abiertos de la costa en Punta del Diablo y un venezolano nos convenció de las bondades del restaurante "Cero Stress" en el que trabajaba. No estaba mal la comida pero tampoco daba como para volver. Había una gran expectativa por nuevos anuncios que haría el presidente ese día ante el implacable avance de la pandemia, y si bien anunció la suspensión de las clases y hubo otras medidas, continuaban teniendo gusto a poco, como si al gobierno le costara soltar la billetera para apoyar a sectores que podrían sufrir consecuencias económicas. Eso sí, se suspendían los espectáculos públicos por lo que no teníamos apuro en regresar el jueves para ir al teatro en Montevideo. Llegamos así a nuestro último día de estadía en Punta del Diablo y comenzamos el día haciendo una excursión a la Laguna Negra o Laguna de los Difuntos, una enorme extensión de agua de 187 km cuadrados que se encontraba en las cercanías. El segundo nombre provenía del hecho que los indígenas enterraban sus difuntos en cuevas de los cerros cercanos. Había que tomar un camino vecinal de tierra en aceptable estado donde además nos encontramos con varias máquinas haciendo mejoras. Eran unos pocos kilómetros de pintoresco camino, sinuoso y ondulado, que terminaba en una rotonda y luego se podía descender hasta la rocosa orilla para explorar un poco la zona. Luego regresamos a Punta del Diablo dejando el auto en las proximidades de la Playa Grande, la mejor de la zona y que respondía a las expectativas. Era muy extensa pues tenía más de tres kilómetros y la caminamos de punta a punta, lo que nos llevó buena parte de la tarde pues Alicia aprovechó también para bañarse allí. A la noche quisimos repetir la experiencia del restaurante "Il Tano" e hicimos nuevamente esa caminata. Para nuestra sorpresa lo encontramos cerrado, cuando no debería estarlo y al llamar por teléfono nos explicaron que habían decidido tomarse un día de descanso. Frustrados, regresamos al centro y dimos con el restaurante "La Casa Rosada" donde por suerte nos sirvieron excelente pescado con papas rústicas. Habíamos evaluado la posibilidad de quedarnos un día más en ese hermoso lugar al no tener obligaciones en Montevideo y con la idea de visitar el parque Santa Teresa pero nos enteramos que había un cambio en el clima. Ya no continuaría el buen tiempo pues se esperaba lluvia en todo el país. Además se había decidido cerrar el parque a causa del Covid. Efectivamente amanecimos el jueves con cielo nublado y amenazador, aunque pudimos tomar nuestro desayuno en la galería. Así no daba tanta pena dejar ese hermoso lugar. Luego juntamos nuestras cosas, cargamos el auto y nos despedimos de nuestras anfitrionas partiendo ya con lluvia, que nos acompañó todo el camino hasta la casa cayendo de a ratos en forma torrencial. Siendo ya temporada baja, en todos nuestros recorridos encontramos las playas casi desiertas, sin mayor riesgo de contagio. El pronóstico indicaba mal tiempo para el resto de la semana y con chaparrones intermitentes el viernes hicimos una corta escapada con paraguas hasta Los Macaquitos a comprar algunas provisiones. El sábado fue el día en que el tren llegó al balneario, en realidad un solo vagón muy pequeño y deteriorado que un vecino instaló como vivienda en su terreno. Si lo ponía en valor iba a quedar muy pintoresco, mucho mejor que un contenedor. La lluvia hizo una pausa y nos permitió bajar con las bicicletas a la playa para recorrer dos veces nuestra playa de un kilómetro de extensión con lo que computamdos 4 kilómetros de caminata. Alicia aprovechó el buen sol para darse un baño también. El domingo volvió el mal tiempo a la comarca y por lo tanto no hubo playa. Ese día cumplía años mi hermana, que lo festejaba con Cacho haciendo vacaciones en Las Grutas.
Lunes 29 de marzo. Ya antes del viaje a Punta del Diablo habíamos comprobado que el pozo ciego estaba llegando al tope de su capacidad y el lunes llamé pidiendo que vinieran a vaciarlo, lo que nos prometieron para el día siguiente. En lugar de hacer los ñoquis el día que tradicionalmente correspondía lo dejamos para el martes al tener ya dispuesta la comida del lunes. El menú era de ñoquis con pesto esta vez, y la masa dio como para comer dos días seguidos y aun sobró. Habiendo ubicado la casa donde pensábamos que vivía el arquitecto, hicimos una escapada a la noche del martes para verlo con respecto a los trámites de regularización de la casa pues era imposible contactarse por teléfono. Resultó que en esa casa vivía su hermano, también arquitecto, y nos indicó donde estaba la de su hermano en Punta Fría. Dimos con la casa pero no pasamos de alli pues no había nadie, de modo que había que seguir intentando. Pasando con el auto por la rambla de Piriápolis vimos algo de movimiento pero no el habitual de ésta que era la llamada semana de turismo. Tal vez habían surtido efecto las noticias sobre el imparable avance de la pandemia y la gente tomaba más precauciones. Con respecto a la vacunación, se estaba llegando a 50000 pinchazos por día, aunque mi grupo etario -llamado de los "setentones"- seguía a la espera de más dosis de Pfizer. Tal vez la semana siguiente...El otoño ya se había establecido en el hemisferio sur y algunos árboles comenzaban a tomar color amarillo pero las temperaturas seguían siendo buenas y el miércoles hicimos una larga caminata costera después del desayuno. A la tarde terminé la tarea comenzada el día anterior, completando la aplicación de protector a la pared norte de la casa. El viernes por la mañana pasó Lena caminando fuera de la casa y conversando con ella nos enteramos que era el cumpleaños número 70 del Congo. No iba a haber festejo, pero le dijimos que pasaríamos a la tarde a saludar. Rescatamos de la alacena una premezcla sin gluten para hacer brownies que llevaríamos para celebrar. El clima daba para sentarse en su terraza y allí tuvimos una reunión muy entretenida. El Congo quedó contento con esta mini celebración. Mientras estábamos planeando donde salir a caminar el sábado, recibimos una llamada de Isabel y propuesta de juntarnos. Sugerimos ir al parque Lussich en Maldonado, que según su página estaba abierto. Ellos llegaron primero, mientras aun estábamos en camino, y nos informaron que estaba cerrado. Después de deliberarlo nos pusimos de acuerdo para ir al parque El Jaguel en Punta del Este, lugar que no conocíamos aun. Dadas las restricciones impuestas por la pandemia no se permitían más de 400 personas en el parque por lo que nos unimos a una cola de autos que avanzaba lentamente hacia el control de entrada. El Jaguel había sido concebido como un parque infantil y cumplía con su función pues en el amplio y muy cuidado predio había juegos para niños en abundancia, pero también daba para hacer una buena caminata. Ya con bastante apetito decidimos luego regresar al centro de Punta del Este, eligiendo para almorzar el restaurante 481 Gourmet, aquel al que habíamos ido cuando nos visitaron Elsa, Cacho y Laura, e invitados por Hilian e Isabel. Como siempre, la carne fue excelente. Estábamos a poca distancia del departamento de Hilian y dejando los autos allí, salimos a caminar a la costa por la extensa pasarela de madera que bordeaba la playa Mansa hasta el puerto. Entrando a la zona comercial nos detuvimos a comer helado en la conocida heladería "Arlecchino", que hacía honor a su fama y que tenía precios accesibles. Curiosamente, a pesar de ser Punta del Este un lugar de encuentro internacional, no aceptaban el pago con tarjeta extranjera. Regresamos al departamento cuando se estaba poniendo el sol y el retorno a Piriapolis fue ya de noche, con tráfico bastante intenso que Alicia sorteó muy bien. Con un muy soleado domingo de pascua decidimos no hacer de comer, optando por un buen pollo al spiedo con papas fritas que pedimos a nuestro pollero del barrio y pasé a buscar a la una de la tarde. Cuando aflojó un poco la temperatura hicimos la caminata costera hasta Punta Fría, con muy poca gente en la playa.
Lunes 5 de abril. Ante la rotura de una muela y sin haber podido comunicarme con mi dentista habitual busqué otros odontólogos en Piriapolis y logré un turno para la tarde del lunes con una que tenía consultorio en un local de la galería del centro. La muela problemática, que por ahora no me causaba dolor, ya tenía varios arreglos anteriores y después de inspeccionarla la dentista me sugirió quitarlos todos y colocar un nuevo relleno de cerámica para lo cual hizo una impresión y me despachó con un relleno provisorio. En diez días estaría listo el implante definitivo y quedó en llamarme para colocarlo. Después de la caminata habitual y la cena fuimos nuevamente a Punta Fría y esta vez si dimos con el arquitecto, quien no nos pudo dar ninguna información sobre el trámite de regularización alegando que todo estaba parado a causa de la pandemia. Además nos contó que estaba saliendo de un período complicado a causa de la separación de su pareja. El 12 de abril ta vez se volvía nuevamente a la presencialidad y quedó en averiguar, aunque sus promesas no nos dieron mucha confianza. El cierre de las oficinas me podía complicar también la renovación de la cedula de identidad uruguaya pues mi turno era para el viernes 9 y no tenía idea de como se iban a reprogramar los turnos. En cuanto a la vacunación, aun no me habían llamado para hacerlo, tal vez a la espera de la partida de Pfizer que se esperaba para la semana. El 6 de abril cumplía años Gabriel, 49 en esta ocasión, y solo tuve éxito en enviarle un mensaje pues no logré que me contestara las llamadas que hice. Recién nos pudimos comunicar el viernes. Teníamos nuevamente días muy lindos y con buen sol de modo que se pudo aprovechar bien la playa durante la semana. En el freezer nos quedaba carne y chorizos como para un asado y lo hicimos el jueves por la tarde. El presidente uruguayo había vuelto a dar una conferencia de prensa de la que no surgió ninguna medida nueva salvo la prolongación hasta fin de mes de la no presencialidad escolar. Habia ya muchas voces clamando medidas más estrictas de contención de la movilidad ya que Uruguay había pasado a ser uno de los paises con más decesos por habitante y el contagio etaba fuera de control. Al no haber podido averiguar nada, el viernes al mediodía fuimos a la ciudad de Maldonado ante la posibilidad de que la oficina de identificación civil estuviera abierta y afortunadamente era así. Puntualmente y con mucha celeridad logré renovar mi cédula por tres años más y para festejar este acontecimiento nos trasladamos al restaurante "Volver" a almorzar. Estaba practicamente vacío, solo apareció una pareja mayor de argentinos y la mujer comentó que había contraido el virus con anterioridad en forma muy severa pero ya estaba curada. Se había anunciado un cambio en el tiempo y ya comenzó una lluvia intermitente el viernes que continuó el sábado. Para el domingo el pronóstico indicaba viento muy fuerte y efectivamente comenzó un pampero a media mañana que iba a continuar con furia todo la tarde esperando que amainara a la noche. Era el día que cumplía nueve años Andrés, el hijo del Mariano de Karin, al que pensaban agasajar con una fiesta familiar en el jardín.
Lunes 12 de abril. El temporal del domingo anterior dió paso a un hermoso día lunes, con buenas temperaturas, y parecía que el clima iba a continuar así al menos el resto de la semana. Alicia tenía que retirar un libro encargado a la librería contigua al supermercado Devoto y aprovechamos para pasar también por el supermercado El Depósito a aprovisionarnos. Hicimos a la tarde nuestra habitual caminata costera y nos encontramos con nuestros vecinos "Manzanita" y su esposa, a quienes no veíamos hacía tiempo. Nos despedimos con la promesa de reunirnos a comer un asado cuando pasara la pandemia. Había comenzado el martes un nuevo taller literario a distancia con las mismas características del año anterior, por lo que Alicia iba a poder seguir haciéndolo desde Suecia por la plataforma Zoom. Caminamos por la tarde también y cuando lo íbamos a hacer el miércoles bajando a la costa con las bicicletas se le agudizó a Alicia un dolor muscular en la pierna derecha que ya se venía gestando desde hacía unos días y cancelamos la salida. El dolor era muy fuerte e hice una escapada a la farmacia a comprar un antiinflamatorio mientras ella le dejaba un mensaje a una quiropráctica que había encontrado en internet y no contestaba al teléfono. Bien tarde recibimos una llamada suya, y como estaba en Montevideo y recién regresaba el domingo concertaron una cita en su casa en el cercano pueblo de Bella Vista para el lunes. Nicolás había anunciado que pasaría a cortar el pasto el jueves a la mañana y efectivamente apareció cerca del mediodía. Cuando completó el trabajo nos sentamos en la galería a negociar un acuerdo para que además de mantener el pasto a raya volviera a ocuparse de la casa en nuestra ausencia tal como lo había hecho dos años atrás. Esta vez agregaríamos al paquete el cuidado del auto pues iba a quedar estacionado en la cochera, y le hicimos una oferta que le pareció adecuada. Un poco más adelante saldríamos a dar una vuelta con el auto para que se familiarizara con la operación del embrague automático. Aprovechando el buen tiempo hice la limpieza de la chimenea, que soltó una buena cantidad de hollín. Una noticia que nos dió pena fue que Lucía, la sobrina de Alicia, se había separado de Federico. Nos tomó de sorpresa porque no sabíamos que las cosas iban mal entre ellos. Y llegamos finalmente al viernes, día D-2, o sea la fecha en que Alicia se vacunaba con la segunda dosis de Sinovac. Le tocaba casi a las diez de la noche, pero sobre el mediodía la llamaron del hospital de Pan de Azucar pidiendole que fuera en cualquier momento, sin turno y antes de las seis de la tarde. Llegamos allá justo cuando se había interrumpido la vacunación para hacer limpieza, y también nos encontramos con buena cantidad de gente que había recibido el mismo aviso que Alicia. Ante estas circunstancias nos dispusimos a esperar lo necesario, y finalmente quedó vacunada. A todo esto, yo había controlado el estado de mi agenda por la mañana y sorpresivamente había desaparecido. Alicia escuchó en el vacunatorio que le había pasado lo mismo a otros "setentones", sin que hubiera una explicación en ningún lado. Finalmente reapareció mi agenda a la noche, aunque continuaba en lista de espera por lo que supuse que de las 80000 dosis de Pfizer que habían llegado el miércoles ninguna estaba destinada a mí. Tal vez con la partida de vacunas del miércoles siguiente...Alicia consiguió reservar un turno para isoparse en el aeropuerto el domingo 25 a la tarde, con tiempo suficiente para recibir el resultado antes de hacer el check-in. Este servicio de una empresa privada tenía un costo de 100 dólares. Una hora antes de la puesta del sol, fuimos con el auto hasta Punta Negra y ubicamos nuestras sillas de playa cerca de la costa para matear y leer un rato. Para no estresarse, Alicia comenzó el sábado a seleccionar lo que llevaría a Suecia, iniciando así la estiba de su valija. Hizo una interrupción a la tardecita para repetir la salida del viernes, aunque esta vez fuimos a nuestra playa, siempre con el auto y las sillas pues aunque se sentía mejor aun tenía molestias en la pierna. Vimos una hermosa puesta de sol antes de regresar a la casa y repetimos la experiencia el domingo. Ese día cumplía Mariano sus 26 años años de vida, haciendome recordar mi viaje a San Juan para verlo recién nacido y en cuidados intensivos. Nos comunicamos con él y tuvimos una larga charla. Afortunadamente tanto él como Lourdes se encontraban bien. La quiropráctica llamó para concertar una cita y se puso de acuerdo con Alicia para atenderla el martes a las tres de la tarde en su casa de Bella Vista.
Lunes 19 de abril. Iniciamos una nueva semana con muy lindo clima de principios de otoño pero con muy malas cifras en cuanto al avance de la pandemia en Uruguay. Desde el ministerio de salud informaron ahora que todos los "setentones" iban a recibir la primera dosis de Pfizer a más tardar el 6 de mayo. No tenía aun noticias de mi dentista sobre el arreglo de la muela, pero como se me estaba soltando el relleno provisorio llamé el martes para avisarle y me dió un turno para el viernes a la tarde. Notaba también que uno de los puentes pegado aquí un año atrás se estaba moviendo y confiaba en que esta dentista lo pegaría mejor. En punto a las tres de la tarde estábamos en Bella Vista frente a la casa de la quiropráctica y durante la hora en que Alicia quedó en manos de ella la esperé leyendo en el auto. Esperábamos a Hilian e Isabel el miércoles a la tarde pues querían despedirse de Alicia, pero previamente fuimos al centro de Piriápolis a hacer algunas compras e ir al cajero. Estando allá me llamó la dentista para avisarme que había llegado el implante y tenía un turno libre por lo que fuí de inmediato y ese tema quedó solucionado. En cuanto al puente suelto vió que la encía se había inflamado mucho debido al movimiento de modo que me hizo limpieza y me recomendó un enjuage bucal manteniendo el turno del viernes para pegar el puente si es que se había desinflamado lo suficiente. El encuentro con Hilian e Isabel se prolongó bastante y terminaron yendose cuando ya había caido la noche. Ellos tenían ahora vuelos de regreso a Suecia para mediados de junio. A última hora apareció en mi teléfono el aviso del ministerio de salud asignándome los turnos para la vacunación, que serían el 30 de abril y el 18 de junio en el hospital de Pan de Azucar, se suponía que con la vacuna de Pfizer. Se me presentaba así un dilema pues si bien estaba decidido a darme la primera dosis aquí, el intervalo de espera de siete semanas me parecía excesivo. Tuve varias consultas con Viktoria, quien inquirió en Malmö si era posible aplicarse la segunda dosis allá, pero no le dieron garantias de que fuera de Pfizer, de modo que aún me auedaba pendiente una decisión al respecto. El jueves a la mañana fuimos nuevamente a la quiropráctica de Bella Vista pues Alicia quería hacerse también un masaje en la zona de los hombros. Durante la hora que demoró la sesión hice una escapada a la pescadería del puerto a comprar lo necesario para hacer un chupín de pescado que pensábamos compartir a la con Lena y el Congo, pues ellos querían despedirse también. Había bastante viento ese día y a causa de ello habíamos decidido no hacer un asado, pero el día era soleado y nos sentamos a comer al reparo en la galería del lado del mar. Al día siguiente por la mañana vino Jorge, el ex marido de Alicia, desde Montevideo con su auto para dejarle una cantidad de artículos que quería mandarle a sus hijos comunes Magela y Marcos además de los nietos. Luego partió Alicia al centro con el auto a cortarse el cabello y encontrarse con una amiga, y como yo tenía turno con mi dentista hice la caminata de casi cinco kilómetros hasta su consultorio. La encía se había desinflamado y me volvió a colocar el puente caido. Ojalá me durara más esta vez. Antes de volver a la casa subimos hasta la cumbre del cerro San Antonio a ver la puesta del sol, para Alicia como una forma de despedida por este año. Siendo el día del cumpleaños de Agustín nos comunicamos con él a la noche, cuando ya había comenzado el toque de queda en Buenos Aires. Era el segundo año consecutivo en que se había frustrado mi intención de celebrarlo junto con él. Se suponía que Alicia podía hacer el check-in en línea 48 horas antes de la partida, pero cuando lo intentó apareció un aviso inquietante anunciando que le faltaba la "validación de residencia", que vaya a saber que significaba. Al día siguiente logró comunicarse por teléfono con Air Europa y se resolvió sin inconvenientes. El sábado fue un día lluvioso y ventoso, muy apto para que Alicia se concentrara en el armado de su equipaje, y resolvimos el tema de la comida encargando un pollo al spiedo de nuestro pollero, muy sabroso como siempre. Así llegamos finalmente al día del inicio del tan postergado viaje de Alicia, planeando salir hacia el aeropuerto a la una de la tarde. Hice una escapada al supermercado para comprar pan sin gluten, queso y fiambre con la idea de que llevara sandwiches para compensar la muy pobre oferta actual en los aviones. Nuestra balanza electrónica estaba funcionando mal y no sabíamos cual era el peso de la valija, pero teníamos la impresión de que superaba ampliamente los 23 kg permitidos, por lo que llevamos bolsas ante la eventualidad de tener que prescindir de algunos artículos. Llegamos al aeropuerto a las dos y media de la tarde, un rato antes de la hora reservada por Alicia para testearse. De puro atolondrados nos pusimos en una cola de autos que en realidad era para vacunarse, pero luego dimos con el lugar correcto de testeo, que era dentro de la terminal. Mientras ella estaba en eso me puse a conversar con el empleado de la companía que envolvía equipaje en plástico y como tenía balanza pesamos la valija, que efectivamente confirmó nuestras sospechas al terminar pesando casi 30 kilos. Dado que teníamos por delante un período de unas cuatro horas en una especia de purgatorio esperando el resultado del hisopado, nos ubicamos en un rincón tranquilo del casi desierto aeropuerto a reacomodar la valija y terminamos aligerandola de 7 kg de artículos prescindibles que regresarían a la casa y eventualmente llevaría yo. Alicia quería envolver la valija en plástico y después de hacerlo la despachó. Hizo el check-in hasta Copenhaguen pero de todos modos le retuvieron las tarjetas de embarque a la espera del resultado del test. Mi plan de almorzar en el Mcdonalds del aeropuerto se frustró al estar cerrado, de modo que voló uno de los sandwiches preparados para el viaje, con un té de la única cafetería abierta. Llegó finalmente el resultado negativo del test y con eso estaba todo listo para que iniciara su viaje. Nos despedimos a eso de las siete y después de pagar el estacionamiento partí de regreso a Piriápolis cuando ya había caido la noche. Cuando ya había recorrido poco más de la mitad de camino me asaltó de pronto la duda de si había retirado mi tarjeta de crédito de la diabólica terminal en la que se abonaba el estacionamiento. Tenía que salir de esa duda por lo que me aparté de la ruta para estacionar y verificar que efectivamente mi tarjeta no estaba en ningún lado. No me quedaba otra alternativa que retornar al aeropuerto a investigar y así lo hice llegando casualmente en el momento en que salía el vuelo de Alicia. Para mi gran alivio, fuí al mostrador de informaciones y allí me estaba esperando mi tarjeta que alguien había tenido la honradez y buena actitud de dejarla. Así tuvo final feliz este percance y a las diez de la noche estaba de regreso en la casa, donde hice una tardía cena con restos del día anterior antes de irme a dormir.
Lunes 26 de abril. Comenzó la primera semana de ausencia de Alicia e inevitablemente se iba a sentir que faltaba. Fui manteniéndome al día con su viaje y tal como lo había planeado llegó cansada pero sin inconvenientes al departamento alrededor de la medianoche del lunes, hora sueca. A la llegada a Copenhague le hicieron hisopado a todos los pasajeros, y el suyo dió nuevamente negativo. Había una buena cantidad de tareas para hacer en la casa y en primer término terminé de poner en orden el cuarto pequeño para ir juntando allí lo que me tocaba llevar a Suecia, que incluía lo que no había podido cargar Alicia. Con muy lindo tiempo, tanto el lunes como el martes le dediqué algunas horas al jardín sacando yuyos y prolijando canteros. Estaba necesitando abastecerme de provisiones y el miércoles, con una hermosa tarde de sol, fui de compras en bicicleta hasta el supermercado El Depósito en Piriapolis. Compré más que nada una buena cantidad de fruta y verdura, lo justo para poder acomodarla en la canasta, y así hice también el ejercicio del día. Una de las tareas pendientes era dar una nueva mano de pintura al lado exterior de la puerta de entrada. Pintura tenía pero faltaban pinceles por lo que el jueves de mañana saqué nuevamente la bicicleta para ir a la ferretería del barrio. De pasada vi un terreno donde tenían leña a la venta, y aunque estaba cerrado había un teléfono para llamar. Resultó que era justamente en la ferretería donde se hacía el encargue. Además de pinceles compré tejido mosquitero para reemplazar el existente en la puerta balcón pues ya se estaba rompiendo. También encargué 300 kg de leña, que era la cantidad mínima que entregaban y regresé a la casa. La leña iba a llegar a la tarde. Después encaré el trabajo con la puerta, dándole una lijada antes de aplicar la pintura. Quedé un poco preocupado pues tardaba en secar y en el interín no era posible cerrarla. Como lo habían prometido, apareció la leña a las cuatro y media de la tarde, y logré acomodarla abajo de la parrilla y de la pileta adyacente. Llegó finalmente el día D-1 para mi ya que el viernes a la mañana me tocaba darme la primera dosis de la vacuna Pfizer. Me levanté bien temprano y mientras mateaba charlé un rato con Alicia viendo un hermoso amanecer en la comarca. Al llegar al hospital de Pan de Azúcar encontré bastante gente esperando afuera del vacunatorio, la mayoría "setentones". Iban llamando de acuerdo a los turnos y con quince minutos de retraso me tocó entrar a mi para firmar primero un papel donde aceptaba que un eventual juicio solo se lo podía hacer al gobierno uruguayo en jurisdicción del Uruguay. Luego me ingresaron en el sistema y finalmente me dieron el pinchazo. Posteriormente había que esperar quince minutos en una salita por eventuales reacciones adversas y como no sucedió nada de eso partí de regreso. En el camino entré al aserradero Las Victorias a encargar listones de pino curado para reemplazar los del borde del techo que se estaban pudriendo y para mi sorpresa me los quisieron entregar de inmediato después de cortarlos en tramos de dos metros para que entraran en el auto. No estaba preparado para ello ya que quería colocar trapos de protección, de modo que fui hasta la casa a buscarlos y luego regresé a retirar la madera. Por Alicia me enteré que Congo y Leena querían invitarme al tradicional asado del primero de mayo pero no tenían mi número de teléfono. Me pareció muy tentador y les comuniqué que iría con gusto a la una de la tarde. Había comprado en total 20 metros lineales de madera y antes de encarar la tarea de ponerles protector lijé concienzudamente los listones, lo que me llevó el resto de la tarde. Hilian llamó también desde Valizas para saber cómo me había ido con la vacuna pues el lunes le tocaba a él la primera dosis también. Al anochecer me sentía cansado solamente pero tal vez era a causa del madrugón. Nuevamente fue un 1 de mayo particular, sin concentraciones ni marchas, solamente se habían organizado diversas caravanas de autos. El día era muy lindo y aproveché la mañana para aplicar protector a todos los listones antes de cerrar la casa e ir con la bicicleta a lo del Congo y Leena. Pasé por el pollero también, quien estaba de gran reunión con su extensa y bulliciosa familia, y le encargué un pollo al spiedo para el día siguiente. Nuevamente pasé una tarde muy linda con los amigos, compartiendo con ellos asado y cordero, que comimos como siempre sentados en la galería. Sobraron temas de conversación, y recién regresé después de la estupenda puesta de sol, cuando los mosquitos comenzaron a atacarnos. Con un buen domingo de sol encaré el trabajo de cambiar los listones del techo y en lugar de reemplazarlos todos decidí sacar solamente los que estaban podridos dejando el resto para cuando se deterioraran en el futuro. Alicia había recibido la visita de Viktoria, Matías y Vida el día anterior, juntándose para una merienda en el jardín, y el domingo iban a venir a comer su hija Magela con Leo y los niños. Casualmente, ella también había comprado pollos hechos en el supermercado. Siguendo las recomendaciones suecas, el sábado había buscado Magela en la farmacia el kit para hacerse el test covid y se lo llevó a Alicia. Magela lo devolvió a la misma farmacia y el domingo le confirmaron que era negativo. Tercer test negativo...
Lunes 3 de mayo. Los listones nuevos del techo quedaron colocados, cuando ya se venía un cambio en el clima. Soplaba mucho viento del norte que traía temperaturas excepcionalmente altas y que seguramente no iban a durar. El lunes pedí una recarga de garrafa para tener de reserva en el galpón pues había tenido que cambiar de garrafa la semana anterior. No demoró mucho en venir la camioneta. A la tarde hice una larga caminata por el barrio, bajando a la costa también y recorriendo la playa casi desierta. Se veía en el horizonte cómo se acercaba la tormenta y a la noche llegó la lluvia y algo de tormenta eléctrica. Llamé a Hilian para interiorizarme de su vacunación ya que había recibido la primer dosis de Pfizer por la mañana. Me contó que no había tenido ninguna reacción adversa, y para la segunda dosis tenía que esperar hasta el 21 de junio. Luego de la tormenta quedó un fuerte viento pampero que sopló todo el día martes. Como la tela mosquitero de la puerta de entrada a la cocina ya se comenzaba a romper de nada decidí quitarla y reemplazarla por una tela de mejor calidad. Me llevó su tiempo quitar todas las grampas, pero tiempo era lo que me sobraba. Luego de lijar la madera le dí una mano de protector y la dejé secando al sol de la tarde hasta que tuve que salir de apuro a entrarla pues aparecieron algunos chaparrones. Esa lluvia y la caida de temperatura me quitaron las ganas de salir a caminar ese día. Fue la primer señal clara de la llegada del otoño, pues se sintió bien fresca la mañana del miércoles. Era inminente la puesta en marcha de la estufa, pero como me estaba quedando sin provisiones salí con el auto por la mañana a hacer compras comenzando con la pescadería "El camarón" de los pescadores artesanales del puerto. En el supermercado Devoto encontré la balanza de baño que estabamos necesitando tanto para controlar nuestro peso aquí como para pesar valijas y no llevarse sorpresas en el aeropuerto. Finamente rematé el resto de las compras en El Depósito y ya quedé aprovisionado por unos cuantos días. Alicia había pedido un turno en Malmö con la quiropráctica para continuar con los masajes, y ese día le tocaba una sesión. Por mi parte retiré el mosquitero de la puerta balcón para quitarle la tela, que ya se había roto en los bordes. La lavé para quitarle el polvo pegado y tras comprobar que alcanzaba la reciclé colocandola en la puerta de la cocina. Solo faltaba colocar una tela nueva para dar por terminado ese asunto, pero como había comprado una nueva "a ojo", descubrí que no daba el ancho asi que tendría que ir a hacer una nueva compra. Nuevamente caminé una hora por el barrio el día miércoles antes de la temprana puesta del sol, decidido a continuar regularmente con esa costumbre. Nicolás avisó que vendría el jueves a la tarde para hacer un corte de pasto, que ya estaba haciendo falta, y cumplió como siempre. Ese día encendí por primera vez la estufa después de la puesta del sol. Alicia recibió el viernes la visita de Viktoria y pude ver por video de whatsapp a la vivaracha Vida haciendo de las suyas. Hice también una caminata por la costa hasta el extremo de nuestra playa regresando por calles internas de barrio. Ya decidido a regresar a Suecia después de la segunda dosis de la vacuna, intenté comprar un pasaje en linea con Air Europa para el domingo 20 de junio pero no lo logré porque misteriosamente no me aceptaba mi número telefónico, fueta cual fuera la forma en que lo escribía. Por lo tanto tendría que llamar el lunes para averiguar cuál era el problema. Al día siguiente, y aprovechando el día soleado y templado, saqué nuevamente la bicicleta para ir al centro de Piriápolis. Alicia había hecho encargues a la farmacia La Sierra y yo necesitaba también algunos remedios. Se celebraba el domingo 9 el día de la madre en Uruguay y era dificil escapar al bombardeo comercial de los medios de comunicación, incluso de autos con parlantes. Se esperaba una gran movilidad, otra causa de preocupación por la pandemia. Continuaba el buen tiempo y decidí dar una segunda mano de pintura a la puerta de entrada, Confié en que a la noche estaría suficientemente seca como para que no se pegara mucho al marco al cerrarla. También lavé el auto, que de solo estar estacionado se iba cubriendo de polvo.
Lunes 10 de mayo. Ya listo para hacer las llamadas, hice antes un nuevo intento de compra del pasaje desde la computadora y esta vez el sistema no puso objeciones a mi número de teléfono por lo que logré seguir adelante y concretar la compra. Como ya lo había decidido con anterioridad, elegí Estocolmo como destino final para no tener que hacer trámites engorrosos en Copenhague, y además compré un pasaje un poco más caro pero con posibilidad ilimitada de cambios en esta época de tantas incertidumbres. Alicia me esperaría en Estocolmo y luego nos quedaríamos un par de días allá visitando a su hijo Marcos con su novia Sanna. Ese era al menos el plan. Para terminar con el asunto de los mosquiteros fuí caminando hasta la ferretería a buscar tela, con lo que de paso hice el ejercicio del día. No fue nada facil colocar la tela mosquitero en el marco, y aun cuando no quedó perfectamente estirada me dí por satisfecho y volví a colocar la puerta en su riel. Hecho esto pasé a la fase siguiente, que era pintar las paredes de la cocina. Para hacer un buen trabajo retiré todos los zócalos, a los que de paso les dí una mano de protector. La pared que daba hacia el baño quedaba mayormente oculta por el aparador alto y dado su peso antes de retirarlo tuve que vaciarlo de modo que llené la mesa del living y una adicional con el contenido del aparador. Como se me había terminado la pintura blanca hice el miércoles una escapada al centro a comprar más. llevé el auto para moverlo un poco y de paso me hice de provisiones en el supermercado El Depósito. El pueblo estaba casi desierto a la mañana, con mínimo riesgo de contagio. Ya completado el pintado de paredes de la cocina, al día siguiente comencé la tarea de aplicar protector al aparador, ya que le faltaba en muchas partes y además queríamos darle luego una mano de barniz. El clima me era favorable pues a pesar de las noches frías, de día habia mucho sol y buenas temperaturas. Paré temprano y salí a caminar una hora por la costa regresando a la casa con la puesta del sol. No había calculado con que quedaría un fuerte olor al protector en la casa, y como no era posible ventilarlo, esa noche tuve que dormir con la puerta del dormitorio cerrada, la ventana entreabierta y el radiador en marcha y asi y todo sentía los vapores. Tal era el olor que pensé en una alternativa para no intoxicarme, y el viernes decidí sacar el mueble a la galería. Sin puertas, cajones ni estantes no era tan pesado y logré sacarlo arrastrándolo sobre una alfombra. Fue un alivio deshacerme de ese fuerte olor y como el pronóstico del tiempo anunciaba un fin de semana soleado tenía la oportunidad de dejar que secara afuera. Hilian me había llamado para invitarme a comer con ellos el sábado en el restaurante armenio "Garni" de Las Flores, lo que acepté con gusto, pero al rato me llamó para avisarme que cuando se comunicó para reservar se enteró de que estaba cerrado. Tal vez abrirían en una semana o dos, asi que quedó postergada la invitación. Ellos tenían pasajes para regresar a Malmö el 22 de junio, un día después de la segunda dosis de vacuna de Hilian. Isabel tenía ya las dos dosis de la vacuna china. Mientras tanto el virus seguía haciendo de las suyas, manteniendo al Uruguay al tope de la lista de contagios y fallecidos. Los remedios que había encargado Alicia en la farmacia La Sierra habían llegado y me propuse ir a buscarlos el sábado por la mañana. Amanecimos en la comarca con temperaturas bajas, 8 grados, hasta ahora la menor de este año. En el dormitorio tenía casi 17, nada mal después de una noche sin calefacción con lo que comprobaba la buena aislación de la casa. Siendo un día soleado y sin viento le dí un rato al sol para que calentara un poco y luego salí con la bicicleta a recoger esos pedidos en el centro. Se notaba mayor movimiento de gente, probablemente por la combinación de buen tiempo y de un fin de semana largo pues el lunes se conmemoraba un nuevo aniversario de la batalla de Las Piedras, aunque en realidad la fecha de la misma había sido el día 18. Dediqué el resto del día a aplicar la primer mano de barníz al aparador ya que la comida estaba lista desde el día anterior en que había hecho empanadas de carne. El relleno a su vez lo había sacado del freezer, sobrante de la última ocasión en que habíamos preparado empanadas. Todo muy práctico. De hecho fue mi menu del domingo también, día en que apliqué la segunda mano de barniz al mueble.
Lunes 17 de mayo. Una parte sustancial del olor a protector había desaparecido de manera que por la mañana le dí la tercera y última mano de barniz al aparador y antes de la puesta del sol lo metí de nuevo en la casa aplicando el método de arrastre, mientras que los cajones y puertas seguían secando afuera bajo el abrigo de la cochera. Así pude volver a poner orden en la casa al día siguiente, después de colocar los cajones y montar las puertas del aparador. El olor remanente a barniz era aceptable, y aprovechando el buen clima mantuve una buena circulación de aire durante el día. El plan de vacunación contra la gripe le había dado prioridad a otros grupos de riesgo y recién me tocaría agendarme el 25 de mayo, pero al ser muy reducida la cantidad de gente interesada en esa vacuna se cambió el cronograma y ya podía vacunarse cualquiera, de modo que el miércoles llamé al hospital de Pan de Azucar logrando un turno para el viernes a las 12:45. Bastaba con que hubiera un lapso de al menos dos semanas entre esa vacuna y las dosis de covid, un requisito que yo cumplía. El jueves hice una escapada en bicicleta a la ferretería a comprar más protector de madera y ataqué el pequeño mueble al lado de la puerta de entrada, que era el último que me quedaba por tratar para terminar con ese proyecto. A la tarde llamé al Congo para proponerles a él y Leena que vinieran a comer empanadas, lo que aceptaron con gusto y quedamos en hacerlo el domingo a las dos de la tarde. Ya me estaba convirtiendo en un ermitaño, de modo que una reunión con ellos me volvería a conectar con el mundo. Lamentablemente se anunciaba un desmejoramiento del tiempo para el fin de semana, con lluvia y viento, aunque lluvia era lo que se estaba necesitando. Desde la partida de Alicia, hacía ya casi un mes, solo recordaba un día o dos con precipitaciones. Ella esperaba la llegada de su hijo Marcos desde Estocolmo, quien iba a pasar el fin de semana en Malmö. El viernes partí para Pan de Azucar con amplio margen y además tomé un camino más largo por el castillo Pitamiglio pues el peligroso cruce de la ruta 37 con la interbalnearia estaba en proceso de remodelación haciendo un muy necesario puente evitando el cruce a nivel. Entré además al supermercado El Dorado de Pan de Azucar, que tenía un bazar bien surtido y allí encontré el molde de pizza de Tramontina de buena calidad, pensando llevar dos a Suecia. En un decrépito edificio anexo al hospital que no era facil de encontrar me dí la vacuna contra la gripe sin colas ni esperas, con lo que se solucionó eso también. Para reforzar mis provisiones y comprar además lo necesario para el almuerzo del domingo, al regreso pasé a hacer un buen surtido en el supermercado El Depósito. También dí una vuelta hasta la pescadería del puerto, y ya de tarde le dí una nueva mano de barníz al mueble pequeño, que luego guardé en el galpón. El mueble volvió a su lugar de origen al día siguiente, pero esperé hasta el domingo antes de volver a llenarlo con su contenido. Había ya muchos anuncios sobre el temporal de viento que tendríamos ese día, aunque hasta media mañana no sopló casi nada. Me desperté con la penosa noticia del fallecimiento del ministro del interior a causa de un ataque cardíaco fulminante. Triste pues era un hombre aun joven, de 64 años de edad. La preparación de las empanadas de carne y de jamón con queso y cebolla, la ensalada y un bizcochuelo con manzanas me llevó toda la mañana y al mediodía ya se había desatado el temporal con toda furia. Alcancé a encender la estufa antes de que llegaran Congo y Leena a las dos de la tarde, y lamentablemente tuve que cerrar los postigos de la puerta balcón a causa del viento y la lluvia por lo que comimos con luz artificial. Por suerte no se cortó la electricidad, que era mi temor. En un momento dado se sintió olor a gas que parecía originarse detrás de la cocina, y Congo lo sintió también. Ya no necesitábamos la cocina de modo que corté la llave de paso de la garrafa dejando la investigación para el lunes. Pasamos muy bien y se fueron al caer de la noche pues tenían que atender a dos cachorros que estaban criando en su casa.
Lunes 24 de mayo. Después del temporal, el buen tiempo, eso no fallaba nunca. Aún había un remanente de viento pero no era fuerte, y el día se presentó soleado. Finalizado el desayuno encaré la tarea de revisar la cocina, retirandola de su lugar. Con la manguera de gas a la vista, y aunque no fuera la causa del problema, comprobé que figuraba sobre la misma una fecha de vencimiento que era en agosto del año anterior. Se veía en buen estado pero por algo tendría cierta vida util, de modo que decidí reemplazarla. También detecté un poco de olor a gas en la conexión a la cocina. En su recorrido desde el gabinete de gas exterior, la manguera pasaba por detrás del revestimiento de machimbre que le había hecho al interior del mueble bajo mesada, de modo que fue necesario quitar primero todo lo util e inutil que había adentro, incluido el lavavajillas. Luego desarmé el machimbre y así pude quitar la manguera. Saqué también los dos tubos plásticos corrugados que conectaban las piletas al desague ya que se veían muy sucios. Temprano por la tarde fui hasta Piriápolis con el auto para comprar la manguera y los desagues para la pileta, de modo que la nueva manguera quedó instalada antes de terminar el día. Esta vez el recorrido era dentro del mueble pero delante del revestimiento de machimbre. Después de conectarla a la cocina controlé el acople y esta vez no detecté ninguna pérdida de gas. Igualmente, por precaución corté la llave de gas sobre la garrafa a la noche. Habiendo sacado todo el machimbre aproveché para darle una nueva mano de protector, y quedó secando hasta el día siguiente. Luego comenzó la tarea de volver a acomodar todo, a lo que le dediqué los dos días siguientes, aunque el miércoles me ocupé también del jardín ya que algunas plantas habían sufrido los efectos del temporal del domingo y requerían atención. Era una semana de buen sol que invitaba a trabajar afuera y también a lavar ropa y sábanas. Nicolás avisó que vendría el jueves a cortar el pasto, y aunque poca falta hacía, a él no le venía mal tener ese ingreso. Quedamos con él que la siguiente vez le explicaría las particularides especiales del funcionamiento del auto ya que iba a quedar a su cuidado también. De solo estar estacionado en la cochera acumulaba polvo por lo que el viernes le dí una lavada. El sábado se presentó nuboso, con lloviznas, y con un helado viento pampero. Hice una escapada al pueblo a hacerme de provisiones en El Depósito y también miré la oferta de cocinas, aunque no encontré ninguna que cumpliera el requisito de tener 55 cm de ancho. Eran o más angostas o más anchas. De todos modos ya no había pérdida de gas de modo que el proyecto de cambiar de cocina podía quedar postergado hasta nuestro regreso. En cuanto a los trabajos en la casa dediqué el fin de semana a hacer orden y limpieza en el galpón, que ya daba verguenza y tenía hacía rato en la mira. Había buen sol y reparo de ese lado de la casa para hacer el trabajo. Quedé satisfecho con el resultado y fueron varias idas al contenedor de la otra calle a tirar basura. Para facilitarme las cosas el domingo le encargué un pollo a nuestro vecino, y que si bien ya no era al spiedo fue igual de sabroso hecho al horno por él. Ambos días encendí la estufa por la tarde para contrarrestar el frío, pues con cielo despejado ni bien se ponía el sol la tempertura caía drásticamente. El domingo se celebraba el día de la madre en Suecia y Alicia se iba a juntar con su hija y familia en el parque a hacer un picnic de homenaje. Aparentemente sus respectivos les habían regalado el día libre a Viktoria y Johanna, que se habían instalado sin niños en el departamento de mis consuegros.
Lunes 31 de mayo. llegamos al final de este més, desastroso en cuanto a la situación sanitaria, con una "meseta" excesivamente alta de contagios y fallecidos en Uruguay a causa de la pandemia y con casi total pasividad del gobierno, que apostaba todo a la vacunación. Como todo balneario, Piriápolis había entrado en estado de hibernación con mínimo movimiento. Con lo que me quedaba de pintura blanca alcancé a pintar el lunes una pared del dormitorio grande. No tenía ganas de ir ese día a buscar más pintura por lo que quedó pendiente avanzar con ese proyecto. Dado que era necesario hacerse un test PCR (Siglas en inglés de la Reacción en Cadena de Polimerasa, que tal!) antes de tener luz verde para tomar el avión, el martes me agendé en línea para hacerlo en el aeropuerto y después de abonar el equivalente a 100 dólares recibí un turno para las 14:30 del domingo 20 de junio. Teoricamente (y esperando que fuera negativo!) tendría el resultado dentro de las cuatro horas siguientes, con buen margen para la partida de las 20:30. Solo me faltaba comprar el billete de ómnibus de Piriápolis al aeropuerto, y ya había acordado con Nicolás que estaría disponible para entregarle las llaves y el control remoto de la alarma. Siguiendo con trabajos pendientes, vacié el mueble bajo la pileta del baño para limpiarlo a fondo además de reubicar las patas traseras para que pudiera entrar bien en ese espacio la balanza de baño que había comprado recientemente. Me estaba quedando corto con los remedios para la próstata y las gotas oftálmicas de modo que a la mañana siguiente hice una nueva escapada a la farmacia y de paso compré más pintura blanca y barniz en la ferretería. Era un día de sol pero fresco y con bastante viento, de modo que prefería trabajar dentro de la casa. El jueves terminé de pintar el dormitorio grande y vacié luego la biblioteca del living para poder correrla y pintar la pared dentrás de ella. Era también una buena oportunidad para desempolvar libros. El buen tiempo continuó hasta el viernes, pero ese día comenzó a complicarse a la tarde, cuando se nubló y comenzó a lloviznar. A la noche se desató la tormenta con todos sus ingredientes y llovió en forma continua toda la noche. Uno de los tantos rayos hizo saltar el disyuntor diferencial y desde luego por prudencia había desconectado el modem de wi-fi. De madrugada se alejó la tormenta eléctrica y reconecté el disyuntor, y a la mañana dejó de llover. El cesped del lado norte de la casa era una laguna, pero estaba funcionando bien el sistema de drenaje que había instalado hacia tiempo y el agua discurrió lentamente todo el día hacia la calle. Siendo sábado era el día en que podía dejar restos plásticos en un centro de acopio de Piriápolis y cargué seis bolsas en el auto. Para mi sorpresa no encontré a nadie y haciendo una llamada telefónica me enteré que por la lluvia lo habían postergado para el día siguiente. De todos modos aproveché para comprar provisiones en El Depósito, pero cuando quise comprar mi pasaje de ómnibus al aeropuerto en la terminal me dijeron que con tanta anticipación no vendían. Tal vez estaba ya demasiado ansioso. El domingo era un día radiante y esta vez sí estaba la gente en el centro de acopio de modo que me pude deshacer de las bolas con plástico. A media mañana me llamó el Congo para invitarme a comer con ellos y rápidamente hice una tarta con manzanas como contribución. Con buen sol y sin viento, La tarde daba como para sentarse en la galería de su casa, y esta vez prepararon camarones rehogados con cebollas, morrones y otras verduras, pulpa de tomates y crema de leche en una fuente sobre la parrilla. Lo sirvieron con arroz y quedó exquisito. Cerca de la caida del sol acompañamos mi tarta con helado, ya dentro de la casa al caer rápidamente la temperatura y por supuesto no faltó el buen vino y como siempre la amena conversación. Las dos perritas que estaban criando como nietas correteaban alrededor nuestro y no dejaban de jugar. Siendo 6 de junio se celebraba el día nacional en Suecia y hablando con Alicia me enteré que Viktoria, Matias y Vida habían ido hasta nuestro departamento para hacer un asado en la parrilla del jardín aprovechando el magnífico tiempo. La que se salteó esa importante fecha fue Laia, quien decidió esperar un poco más. Con todas estas actividades, los libros continuaban aún apilados sobre la mesa del living esperando retornar a su lugar en los estantes de la biblioteca.
Lunes 7 de junio. Ya a menos de dos semanas del proyectado inicio del viaje a Suecia comencé con el operativo poda en el jardín. El manzano estaba perdiendo hojas con rapidez pero aun no estaba pelado de modo que comencé con el pitanguero del frente, que era perenne y se había ido bastante en altura. Al día siguiente le tocó al cedrón, que había quedado bastante maltrecho con buena parte del follaje quemado por el salitre del último temporal.
Karin y LaiaLo dejé bien bajo y pelado pues tendía también a crecer mucho en altura. Hasta el miércoles no había tenido novedades acerca del embarazo de Karin, que ya estaba llegando a término, pero a las siete de la mañana del jueves me llegó un mensaje de voz de Mariano avisando que ella ya estaba internada en la clínica. Yo había recibido un encargue de medicamentos de Alicia, más fáciles de conseguir aquí que allá y después del desayuno fuí hasta la farmacia del centro a comprarlos. Faltan dos productos que me prometieron para el día siguiente. Pocos minutos después de estar de regreso en la casa me llegó la foto de Karín con Laia en brazos. Nació a las 09:26, con 3480 gr y 51 cm, después d emenos de siete horas de trabajo de parto. Con Laia había llegado a la decena de nietos, cuatro en Suecia y seis en Argentina, siendo Karin la última de mis cinco hijos en darnos un nieto. Esta nieta sería la tercera que no conocería aun en persona, en gran parte debido a las restricciones que nos imponía la pandemia. Aun faltaban por pintar las paredes del dormitorio chico y a esa tarea me aboqué el viernes a la tarde. Antes había hecho una escapada al centro a buscar los medicamentos faltantes que ya habían llegado a la farmacia y nuevamente fracasé en mi intento de comprar el pasaje al aeropuerto. Recién podría hacerlo el lunes. En un chat me contó Karin que todo estaba bien con ella y Laia y que dejarían la clínica al día siguiente. Había vuelto el sol y el viento y aproveché para lavar ropa y sábanas que se secaron lo más bien. Antes del anochecer prendí la estufa a leña pues se pronosticaba una noche bien fría (para el Uruguay al menos...) y efectivamente se sintió el domingo por la mañana, con menos de diez grados. El sol levantó rápidamente la temperatura y tuvimos un sábado magnífico con cerca de veinte grados. Terminé de pintar el dormitorio chico y luego quise aprovechar la linda tarde haciendo un poco de jardinería. Vi también que convendría hacer vaciar el pozo negro para evitar problemas en nuestra ausencia. A la noche me llamó Karin, ya instalada en su casa y con Laia durmiendo en su regazo. Del esfuerzo que había hecho se le habían producido derrames en el blanco del ojo. Impresionnte. Todo marchaba bien y sería su primer noche en casa con su hija. El domingo fue un día aún mejor, apacible y soleado, y con temperaturas que superaron la marca de los veinte grados. Tenía pensado inspeccionar el techo y la chimenea, lo que hice después del desayuno, y encontré todo bien, estimando que no aparecerían problemas durante nuestra ausencia. Continué también con la poda de plantas y ya poco quedaba para terminar ese trabajo.
Lunes 14 de junio. Se pronosticaba la llegada de una ola de frío que vendría al Uruguay al Uruguay pero el lunes pasado disfrutamos aún de tiempo primaveral. Como aún no había podido comprar el pasaje de omnibus al aeropuerto volví a hacer una salida a Piriapolis y esta vez no hubo problemas para hacerme de un boleto con salida el domingo a las 12:05. La idea era subir en la parada 10 pues Nicolás podría alcanzarme con nuestro auto. También conseguí en un negocio el plástico con burbujas para envolver objetos frágiles que irían en la valija a despachar. El martes sucedió una complicación totalmente inesperada pues temprano por la mañana recibí un mensaje de voz de Alicia contándome que había ido a la peluquería y al salir de allí se había caído de la bicicleta con la mala suerte de quebrarse la muñeca del brazo derecho. Tal vez desgracia con suerte pues podría haber tenido consecuencias mucho peores. Cuando me mandó el mensaje ya estaba enyesada en la clínica ortopédica después de haber pasado por la emergencia del hospital. Aún estaba a la espera de una nueva radiografía para controlar si era necesaria una operación correctora. Más tarde, y ya en el departamento adonde había regresado caminando, me contó que efectivamente era necesaria una intervención que se haría en Lund a más tardar dentro de las 96 horas de modo que tenía que estar atenta a que la llamaran. Por suerte tenía buena contención con amigas y con Magela, dispuestas a ayudarla con las compras y con aquello que tuviera dificultades en hacer, y también con el eventual transporte a Lund. Luego hubo un cambio pues el miércoles la llamaron de ese hospital para decirle que su caso no tenía tanta urgencia y como estaban atorados de trabajo tal vez tendría que esperar una semana o dos. Ante esta situación decidimos que no tenía sentido que ella fuera a Estocolmo a esperarme por lo que intenté cambiar mi itinerario para llegar a Copenhagen en lugar de Estocolmo. Resultó imposible comunicarse telefónicamente con Air Europa, y como tenían una oficina en el aeropuerto decidí ir para allá a hacer la averiguación en persona. Se podía cambiar el último tramo desde Amsterdam con KLM pero a un costo muy alto así que decidí dejar todo como estaba. Ya había tomado contacto con Marcos quien se había ofrecido a esperarme a la llegada para que pudiera pernoctar allá el lunes a la noche y tomar el tren a Malmö el martes a la tarde. Un punto a favor de la ida al aeropuerto fue enterarme que el Mc.Donalds, único lugar de comida, estaba abierto hasta las tres de la tarde. Me daba un buen margen de tiempo para solucionar el tema del almuerzo durante la larga espera del resultado del test covid antes de la partida del domingo. Regresé a casa sin problemas y me volví a comunicar con Alicia, que había recibido numerosas visitas durante todo el día. Con Nicolás habíamos quedado en que le daría una breve instrucción sobre el funcionamiento del auto y lo hicimos el jueves al mediodía. Entendió rapidamente el procedimiento mientras daba una vuelta al volante por el barrio. Mas tarde llevé la compostera a la casa de Congo y Leena tal como habíamos acordado. Ella iba a pasar julio con sus ancianos padres en Finlandia mientras que él se quedaba en Uruguay. Ante la fuerte caida de la temperatura puse en marcha la estufa y la mantuve hasta bastante tarde, no obstante y con una mínima de 5 grados se sintió el frio en la casa a la mañana del viernes. Me levanté temprano para desayunar y llegar con tiempo al hospital de Pan de Azucar donde me tenía que dar la segunda dosis de Pfizer, y de hecho entré al vacunatorio quince minutos antes de lo previsto. Al regreso pasé por El Depósito a comprar un poco de verdura para ese día y el sábado. Con suerte ya no tendría que ir más al centro por esta vez. A pesar del frío había mucho sol y poca humedad por lo que hice un último lavado de ropa. Sin ningún tipo de sintomas secundarios pasé una buena noche y el sábado armé provisoriamente la maleta de cabina tratando de no superar el límite de los 10 kilos. Hice también una limpieza general de la heladera, separando aquellos artículos perecederos que hacia el atardecer llevé a la casa de Congo y Leena. Asi y todo quedarían algunas cosas más que pensaba dejar a Nicolás. Como era habitual, tuvimos una larga tertulia y regresé a la casa cuando ya había oscurecido y con una tenue llovizna. Así llegó finalmente el domingo 20 de junio, último día de mi estadía en Uruguay por esta vez. Me puse en marcha bien temprano pues había dejado la limpieza de la casa para ese día y lista en mano completé también todas las rutinas de cierre justo antes que llegara Nicolás para llevarme con el auto hasta la parada diez. Llegué al aeropuerto una hora antes del turno que me habían asignado para el hisopado, pero pude hacerlo ni bien abrieron la ventana de horarios para mi vuelo. Sacaron muestras bien profundas de ambas fosas nasales al punto que pensé que me tocarían el cerebro. Nuevamente pesé la valija en la balanza del kiosko que envolvía con plástico verde y marcó 22 kilos, exactamente lo mismo que había indicado nuestra balanza de baño. Los trámites de embarco los hice antes que llegara el malón grande ya que me había enterado que el vuelo iría lleno. De todos modos no me entregaron la tarjeta de embarco aún, a la espera del resultado negativo del PCR. Sin eso no habría viaje. Curiosamente la balanza del mostrador indicó 19 kilos y le dije al empleado que su aparato debía funcionar mal. Efectivamente, la pesó en el mostrador siguiente y allí indicó lo correcto. Antes de que cerrara, pedí una magra hamburguesa en el McDonalds, muy pobre y que realmente servia solamente para casos de emergencia. Cuatro horas más tarde me llegó el esperado resultado negativo del análisis al teléfono, y por las dudas hice hacer una copia en papel. Así me dieron la tarjeta de embarque y ya no hubo obstáculos para embarcar y partir de viaje a las 20:30 con un avión que efectivamente estaba lleno. Más tarde nos dieron una cena y tal como me lo había anticipado Alicia, nos tuvieron literalmente a dieta de harina y agua. Un plato caliente único para todos de fideos con salsa de hongos, que no voy a decir que no me gustaron, un pan, un muffin y una botellita de agua. La excusa de minimizar el manipuleo de comida a causa del Covid no parecía muy convincente, pues parecía más bien que se trataba de ahorrar. Teniendo en cuenta el desastre que había sido la pandemia para los operadores de vuelos calculé que sus balances financieros no debían ser de los mejores. Pero bueno, había que agradecer que se pudiera volar, y había otras soluciones a mano. Yo había llevado también fruta al aeropuerto que había liquidado durante la larga espera.