24 de Abril 2017
Lunes 24 de abril. Nos levantamos a eso de las seis de la mañana para ultimar los preparativos de viaje. Estaba lloviendo por lo que pedimos un taxi par que nos llevara a la estación de tren del Triángulo. Con buen margen llegamos al check in, donde no vimos aun ningún pasajero. Esta era mi primera experiencia con una empresa de bajo costo, y no quedaban dudas de que lo era, tanto en la terminal como en el avión. Nos recibió un viento helado mientras hacíamos la caminata por la pista hasta la escalerilla, y durante las tres horas y pico de vuelo nos bombardearon con ofertas de compra de todo tipo, casi como los clásicos vendedores ambulantes de los trenes porteños. La vista a los Alpes y Pirineos nevados era por suerte sin costo, y llegamos sin sobresaltos al aeropuerto de Málaga donde retiramos el auto de alquiler. Alicia R., la amiga de Ali, vivía en un pueblo llamado Pizarra, a unos 35 Km de Málaga. Gracias al gps llegamos sin problemas a su casa en el centro del pueblo después de pasar cantidad de campos plantados de citrus con las naranjas y limones ya maduros. Alicia R. nos acogió muy bien cediéndonos incluso su dormitorio para mayor comodidad. Dada la hora, ese día nos limitamos a dar una vuelta por el pueblo, ubicado al pie de la sierra de Gibralmora, una mole imponente de casi 500 metros de altura con una cruz en la punta a la que podía accederse por una picada. Durante la cena armamos el plan del día siguiente, siendo el objetivo principal visitar la cueva de Nerja.
Para llegar a la cueva había que tomar el camino a Málaga, y luego de pasar por la ciudad continuar hacia el este no muy lejos de la costa hasta llegar a la ciudad de Nerja sobre el mar. Eran en total casi 100 km por excelentes rutas que se internaban en las serranías de la zona. La entrada a la cueva estaba a muy poca distancia de la ciudad, en la ladera de la montaña. La había descubierto un grupo de cinco muchachos en el año 1959, y la entrada actual era diferente para tener mejor acceso. La visita era guiada y en grupos, pero la espera fue corta y durante casi una hora paseamos por la cueva más extraordinaria que había visto en mi vida con enormes espacios donde hasta se hacían espectáculos de ballet. La cueva había sido habitada en epocas prehistóricas y los sectores con pinturas rupestres no eran accesibles al público por razones de conservación. A continuación de esta visita bajamos con el auto a la ciudad y paseamos un rato por sus pintorescas calles hasta llegar al mar, al llamado balcón de Europa que era una hermosa explanada sobre una punta rocosa que daba al mar. Desde la altura se podía ver una caleta con playa de arena y aguas cristalinas donde había buena cantidad de gente tomando sol. Continuando por las callejuelas dimos con un restaurante de un argentino españolizado que conservaba los choripanes en el menu, aunque preferimos pedir un plato de pescado. A solo ocho kilómetros hacia el norte estaba el pueblo de Frigiliana, imposible de dejar de visitar y hacia allá fuimos después del almuerzo. No por nada estaba catalogado como uno de los pueblos más bonitos de España, con sus calles limpias, las casas blanqueadas y macetas con plantas y flores a granel. Recorrimos maravillados los callejones y escaleras del casco antiguo del pueblo donde convivía en cada rincón la tradición y cultura cristiana, arabe y judía. Para regresar a Pizarra tomamos primero por el camino costero que pasaba por los balnearios pero al comenzar a hacerse tarde nos desviamos hacia la autopista. Quería llegar antes del oscurecer a la casa, pues justo antes de Pizarra había un tramo de ruta muy sinuoso y angosto, sin marcas. Asi fue nuestra excursión del día martes.
Carlos Percovich, el consuegro de Alicia, estaba de paseo por Málaga haciendo diversas excursiones a pie. Êl nos llamó por teléfono y quedó en venir el miércoles a vernos en Pizarra. Tomó el tren desde Málaga y lo esperé en la estación mientras ambas Alicias hacían compras en el supermercado. Carlos quería hacer la excursión por el llamado Caminito del Rey, una caminata espeluznante por una angosta pasarela montada en las paredes verticales de una profunda garganta en la montaña en las cercanías de Pizarra, pero se encontró con que no había cupos disponibles. Como alternativa se unió a nosotros para visitar la ciudad de Ronda, a casi 70 km por un sinuoso camino de montaña con vistas espectaculares. Dejamos el auto en un estacionamiento y fuimos caminando hasta el centro histórico, ubicado sobre una meseta con un profundo corte excavado por el rio Guadelevin. La ciudad tenía una larga historia que se remontaba al imperio romano y a la invasión musulmana, y llamaba la atención el llamado "puente nuevo", una maciza construcción del siglo XVIII que cruzaba la garganta del rio. Ya a media tarde almorzamos tapas y luego emprendimos el regreso cancelando la visita al pintoresco pueblo Setenil de las Bodegas sugerido por Alicia R. ya que yo no quería que oscureciera antes de llegar a Pizarra. Carlos cenó con nosotros y luego se fue a su hostel en las cercanías prometiendo regresar al día siguiente a desayunar.
Después del desayuno partió Carlos de regreso a Málaga para seguir desde allí a la ciudad de Córdoba donde iba a visitar a unos amigos. Nosotros teníamos previsto ir a Granada, que quedaba a 150 km hacia el noreste. Cruzamos la ciudad para dejar el auto en el estacionamiento de la Alhambra, que era uno de sus mayores atractivos. Era imposible ver toda la ciudad en el día y nos limitamos a conocer el antiguo barrio del Albayzin bajando por la llamada Cuesta del Rey Chico y cruzando el rio Darro para volver a subir por callejuelas laberínticas hasta el mirador de la plaza de San Nicolás desde donde se apreciaba bien la zona de la Alhambra. Luego tomamos el camino inverso, haciendo un alto en una pequeña fonda para almorzar. Más tarde recorrimos los hermosos jardines de la Alhambra y visitamos el castillo de Carlos V. En el camino de regreso a Pizarra hicimos un desvío para pasar por el pueblo de Antequera y conocer la Alcazaba, la fortificación islámica que se encontraba en el tope del cerro. Desde allí se apreciaba también una gigantesca formación rocosa en las cercanías que se asemejaba mucho a la silueta de una cabeza de un indio acostado. El resto del camino a Pizarra por las serranías era muy bonito y también muy sinuoso, y llegamos a la casa cuando ya había oscurecido.
Mientras el norte y centro de España se veían afectado por heladas, intensas lluvias y nevadas, el jueves nos llegó a nosotros mal tiempo desde el Atlántico, con nubes bajas, algunos chubascos y bastante viento. Alicia aprovechó la mañana para hacerse un corte de cabello y después de almorzar salimos nuevamente de excursión, siguiendo la costa mediterránea hacia el oeste pasando Torremolinos y llegando a Benalmádena. Allí estacionamos el auto frente al hermoso Parque de la Paloma y entramos a recorrerlo. Había muchas especies de árboles y hasta vimos algunos ceibos florecidos. El mar estaba embravecido y lo apreciamos cuando fuimos al puerto de embarcaciones menores con su complejo de viviendas y shopping. A la noche invitamos a Alicia R. a cenar afuera y lo hicimos en el restaurante de su pueblo, que ofrecía bastante buena comida.
El tiempo no mejoró mucho el sábado. Teníamos previsto ir a conocer a Tamara, la hija de Alicia R., que vivía a poca distancia en el pueblo Estación de Cártima junto con su esposo y sus dos hijitas. Con ellos quedamos en hacer por la tarde una excursión a Mijas, también sobre la costa, y después de hacer compras en un supermercado y almorzar en Pizarra nos juntamos con ellos para salir en ambos vehículos. Pasamos Torremolinos y Fuenjirola por la autopista y después de estacionar en Mijas bajamos a la playa para caminar por el llamado "sendero litoral", que era una pasarela muy bien construida entre la linea de edificación y la playa. Tenía en total seis kilómetros, pero solo hicimos un tercio dada la hora que era. Así y todo llegamos de regreso a Pizarra ya de noche.
Tal como estaba pronosticado, el buen tiempo regresó el domingo con un día de mucho sol. El plan era ir a conocer la ciudad de Málaga y como siempre dejamos el auto en un estacionamiento para salir a caminar. Estábamos cerca de la imponente catedral, a la que entramos a ver, junto con una multitud mas de turistas. A poca distancia estaba el museo de Picasso y después de hacer una pequeña cola logramos entrar y apreciar las doscientas y tantas obras expuestas. Nos vinieron bien unos audífonos que prestaban para entender algunos de los surrealistas cuadros. Ya había llegado la hora de almorzar y fuimos a hacerlo a un restaurante que ofrecía paella. En mi imaginación el arroz de la paella era siempre amarillo, coloreado por el azafrán, pero en esta ocasión no fue asi. A pesar de ello, no dejó de ser sabrosa aún conteniendo algunos productos de mar un poco sospechosos. A continuación visitamos la Alcazaba, la fortificación palaciega que habían construido los musulmanes en el siglo XI sobre una anterior fortificación fenicia. Ya comenzabamos a estar cansados de tanto subir y bajar, pero aun nos dieron las piernas para hacer un paseo por la bonita rambla de la ciudad antes de emprender el regreso. Nos habían quedado ganas de ver el castillo árabe de Àlora, una población situada a poca distancia de Pizarra y como aun era el atardecer fuimos hasta allá. Confiando en las indicaciones del GPS nos adentramos en el pueblo y tomamos una calle muy empinada y angosta que nos llevó hasta la cumbre, frente al castillo. Estaba cerrado, pero pudimos disfrutar de la vista extraordinaria del valle del río Guadalhorce desde la altura. El regreso era por suerte por otra calle, aun más angosta, y con escasos centímetros libres a cada lado del auto pudimos completar el descenso y llegar a la ruta. Ya en la casa adelantamos todo lo posible el empaque antes de cenar.
Lunes 1 de mayo y día esplendoroso. A la mañana me acerqué a la estación de servicio del pueblo a aspirar el interior del coche pues días anteriores se había caido el mate y había mucha yerba desparramada. Luego terminamos de armar el equipaje y a las doce y media nos despedimos y partimos al aeropuerto. Fue muy sencilla y rápida la devolución del auto, con el que habiamos llegado a hacer unos 800 kilómetros y antes de pasar la seguridad del aeropuerto comimos unas viandas que habiamos llevado. El regreso a Copenhagen era con Vueling, con bastante menos circo en el avión que en Ryanair. De la templada Málaga pasamos al inhóspito clima nórdico, para colmo con una espera de media hora en la helada estación de tren bajo el aeropuerto a causa de retrasos. Por suerte nos acogió el departamento con una agradable temperatura, pero con la sorpresa de que no funcionaba el servicio de internet. De todos modos era bastante tarde y estábamos cansados, de modo que no tardamos en irnos a dormir.