Marzo a abril 2014
Pocos incidentes hubo durante mi embarco al regreso de la Argentina en enero, aunque si tuve oportunidad de conocer un nuevo puerto, esta vez ruso. Se llamaba Ust Luga y no estaba lejos de San Petersburgo. Era muy moderno y en realidad estaba construido para recibir buques tanque de gran porte por lo que no era adecuado para nosotros. Por suerte tuvimos buen tiempo y no hubo viento, pues el muelle estaba totalmente abierto al mar, sin escolleras de protección contra la marejada. Desembarqué hacia fines de febrero fuera de Skillinge y me aboqué de inmediato a resolver cuestiones urgentes, tales como renovar mi libreta de embarco, hacer la revisación médica anual, reparar el auto y llevarlo a la verificación técnica, y además comenzar a negociar con Cornelia y Nils un posible enroque de departamentos. También compré los pasajes de Karin, Viktoria y míos a Tanzania, además de mi pasaje a Argentina para el 17 de marzo. Por otra parte habíamos encontrado finalmente un lugar donde podía hacer mi curso de cartas electrónicas, que sería en Hamburgo entre el 10 y el 14 de marzo. Pasé una semana de primera en una zona periférica de Hamburgo, donde me alojaron en un excelente hotel a poca distancia del centro de entrenamiento. Con el flamante certificado regresé el 15 de marzo en tren a casa para una segunda ronda de negociaciones sobre el departamento y para organizar mi inminente partida a Buenos Aires.
El lunes 17 a las diez en punto estaba en la puerta del centro de vacunación para darme la primera inyección de la vacuna contra la hepatitis A y B, requisito indispensable para el viaje de junio a Africa. Contra la fiebre amarilla no iba a tener protección, me informaron que no hacia efecto a mi edad, otra indicación clara de los años que llevaba a cuesta. A continuación una ronda de compras de golosinas reclamadas por las hijas suecas desde Buenos Aires, y a dejar el departamento lo más arreglado posible. Entre las temas que habíamos tocado con Cornelia y Nils figuraba la posibilidad de que pernoctaran en mi departamento para que Nils tuviera un "feeling" de los ruidos que podría haber durante la noche. Una especie de prueba sin compromiso. Quedamos también en que harían las averiguaciones del caso con sus bancos para ver si podían hacerse cargo de mi deuda. Crucé relativamente temprano a Copenhagen con la valija al tope, llena de encargos, para tomar el vuelo de Iberia de las 15:50 a Madrid y aterricé allí a horario después de un plácido vuelo y de saborear un capuccino a 2,20 €. El vuelo a Buenos Aires partía cinco horas más tarde, lo que me dió tiempo de sobra en Barajas para calmar el apetito con unos sandwiches a la espera de la cena que recibiría con toda seguridad en el vuelo siguiente, y a deambular por la terminal observando gente que corría, gente que esperaba, gente que buscaba un enchufe para sus aparatos, gente que gastaba su plata en el tax free, gente como yo observando a otra gente, empleados que ibande un lado a otro con vaya a saber qué propósito. Todo un universo.
Esta vez fue muy organizado el ingreso al avión, gracias a un señor muy firme, tal vez con pasado militar, que insistía en dividirnos en grupos de acuerdo a lo que figuraba en nuestras tarjeta de embarco, para acomodarnos ordenadamente en la lata de sardinas comenzando por el fondo. Eso si, primero los VIP con su categoría business, con sus tarjetas platino, oro o plata, con niños, en sillas de ruedas, etc... y luego si por grupos, yo casi VIP al pertenecer al grupo 1 o sea al fondo. No sé porque ultimamente me solía tocar el fondo de los aviones, lo que no estaba mal dada la cercanía al baño, aunque también tenía la desventaja de ser último a la hora de los servicios y en una de esas ya no había elección entre "chicken" o "pasta" y había que conformarse con lo que quedeara en el carrito. Iberia me llevó a Ezeiza sin mayores contratiempos y casi a horario. Seguramente luchando aun por su supervivencia seguían utilizando aviones veteranos y dando un servicio acorde pese a pregonar el nacimiento de una nueva companía y comenzar a pintar sus aviones con un diseño más moderno. Eran aún más palabras que hechos, pero trece horas pasan rápido y con solo veinte minutos de atraso aterrizamos después de sobrevolar la Boca, brindando una vista espectacular desde el aire de la majestuosa ciudad. Esta vez hubo colas mínimas tanto en la inmigración y en la aduana, y salí al hall de llegada sin encontrar a ningún miembro de mi familia. Tampoco funcionaba el teléfono de Agustín por lo que me dispuse a esperar confiando en que llegaría, escapando a todos los que me ofrecían taxi insistentemente. Finalmente apareció con Daniela y su creciente panza y me llevó al Benito. Allí estaba Viktoria y una huesped holandesa muy simpática llamada Liselotte que ya se había incorporado casi como un miembro más de la familia, y nos sentamos todos en la cocina a armar una mateada. Para no perder tiempo y después de hablar con mi hermana entré en la página de Aerolíneas Argentinas buscando pasajes a Bariloche, y viendo que estaban prácticamente a nivel de precio con los de colectivo compré un pasaje para el 21 de marzo al mediodía con regreso el 27 por la tarde. Viendo también que Karin iba a hacer pizzas caseras a la noche, que era una promesa que me había hecho la navidad anterior, salí a comprar los ingredientes para un postre de manzanas, que quedó preparado al momento que ella regresó del trabajo. Para la cena se anotaron también Liselotte, Eva, Gabriel, Agustín y Mariano, y comimos unas excelentes pizzas que empujamos para abajo con el contenido de tres botellas de vino tinto. Fue un comienzo de primera de mi nueva estadía en la Argentina.
Guiados por nuestra huesped Liselotte comenzamos el día miércoles con una sesión de meditación en el living de Benito, yo tratando de enfocar mi atención y tratando de no divagar en mil pensamientos simultáneos. Había quedado con Gabriel en ir a tomar unos mates pero se hizo tarde y lo postergamos. Como era habitual, esta vez tambien hice de correo trayendo encargos diversos desde Suecia y llamé entonces por teléfono a Oscar, al hermano de Carlos Mendez, para avisarle que había llegado y que queria entregarle el envío de Carlos. El tiene un almacén en la zona de Constitución y para allá fuí acompañado por Karin que tenía que ir a su trabajo. Fue una linda caminata por la avenida Juan de Garay hasta Tacuari, donde estaba ubicado el almacén. Poca oportunidad tuve para charlar con Oscar quien estaba muy ocupado atendiendo clientes, preparando sandwiches y recibiendo llamadas, por lo que casi enseguida emprendí el regreso caminando hasta la Boca. Como en toda gran ciudad, es muy lindo caminar por sus calles y observar el intenso y continuo movimiento. Al rato de regresar a la casa hubo un corte de luz que duró varias horas, por lo que quedé incomunicado con el mundo. Apareció Viktoria con la intención de reamueblar su habitación y la ayudé en ese operativo para luego atacar los patios que estaban pidiendo una buena barrida. Kubrik necesitaba hacer también sus salidas, y cuando volvimos a tener electricidad vi mensajes de Gabriel anunciando que estaba de regreso en su casa. Para allá fui previa pasada por un negocio a comprar un abono para mi celular argentino, número 1536231939, que instalamos en casa de Gabriel y cargamos con crédito. El me convidó con unos mates y estuvimos un buen rato charlando de temas varios en uno de sus balcones. Cuando cayó la noche regresé a Benito y armamos una cena de restos con las chicas y con Liselotte. Ella hizo un humus y yo preparé un pesto con algunas hojas de la planta de albhaca del patio de atrás que había crecido enormemente después de plantarla en enero.
A la mañana del jueves me comuniqué con Agustin para saber de su paradero y como me dijo que estaba yendo a su casa a tomar unos mates fui para allá. Mariano iba a ir a la casita con su triciclo y me anoté para ayudar a llevarlo a la vereda y dejarlo listo para esa aventura. Agustín tenía que hacer algunos trámites y también un transporte de muebles y entonces me ofrecí a acompañarlo en ese proyecto por lo que partimos hacia la carpintería de Colegiales. Los muebles para laquear llenaron casi la camioneta y con ellos partimos hacia San Justo, un trayecto de una hora y media. El teléfono de Agustín dejó de funcionar y por lo tanto no teníamos GPS tampoco, pero el conocía el lugar y después de algunas vueltas llegamos sin problemas. Frente a esa carpintería en un triste barrio de San Justo había un comedor improvisado donde una señora ofrecía hamburguesas a la parrilla, a 16 pesos por unidad, y en el momento nos preparó una a cada uno mientras se descargaban los muebles y se cargaban otros ya laqueados que tenían que volver a Colegiales. Este operativo nos llevó entonces casi todo el día pues estuve de regreso en Benito cuando ya eran más de las cuatro de la tarde. Por alguna razón misteriosa seguía sin tener señal el teléfono de Agustín y se fue a su casa a ver si podía resolver el problema llamando a su operador. Yo había encontrado una nota avisando que nos ibamos a juntar Viktoria, Karin y yo en el restaurante japonés de la avenida San Juan a las ocho y media para cenar, y calculando que me llevaría al menos una hora caminar hasta allá salí de la casa a las siete de la tarde. En el restaurante comimos sushi hasta hartarnos, y pedimos un vino blanco patagónico de Latitud 33 que estaba muy bueno, y durante la cena hablamos entre otras cosas de proyectos, rupturas, casamientos, vacunas y de Tanzania. El regreso a la Boca fue en un colectivo kamikaze de la línea 53 con mi tarjeta Sube al descubierto con saldo negativo de 5 pesos. Mi valija estaba ya a medio armar para el vuelo a Bariloche del día siguiente, y me quedaba tiempo de sobra para terminar de armarla el viernes a la mañana por lo que me fui a la cama de inmediato.
El viernes amaneció nublado y amenazante; Karin tenía que irse temprano a trabajar y yo me levanté a tiempo para saludarla y despedirme. También se mostraron Viktoria y Liselotte mientras se largaba la lluvia, que por suerte paró hacia las nueve cuando me encontré con Gabriel para partir juntos a Aeroparque con el colectivo 33. Decidimos tomar un amplio margen por las dudas que hubiera complicaciones de tránsito, y llegamos bien temprano a hacer mi embarque, lo que nos dió tiempo a sentarnos en una confitería a tomar café con medialunas y charlar. Una hora más tarde nos despedimos y con cierto atraso y a medio llenar partió mi vuelo a Bariloche. Ya se había despejado y nuevamente tuve una vista espectacular de la ciudad antes de internarnos hacia las pampas. Fue un vuelo de dos horas muy plácido, casi sin turbulencia, y Bariloche me recibió a pleno sol. Cacho y Elsa me estaban esperando y luego de hacer compras algunas compras subimos hasta su casa a matear. Elsa sacó de la galera un guiso de pollo para la cena que ya estaba preparado de antes y que estaba muy bueno. Logré comunicarme con Miguel y quedamos en ir a visitarlo al Bolsón al día siguiente. Mientras Cacho y Elsa miraban sus programas grabados por televisión yo me sentí cansado y con ganas de acostarme por lo que me fui a la cama bien temprano.
Nuevamente un día magnífico y mientras Cacho decidía que tenia mucho por hacer en la casa, partimos Elsa y yo corridos por Rosita, que había venido a hacer la limpieza. Nuestro plan era hacer un desvío hacia el paraje del rio Manso superior a saludar a la tia Oudolia y después de cruzar la primer pasarela la encontramos en la cocina de su casa arrimada a su magnífica cocina económica. Allí compartimos unos mates para luego cruzar nuevamente a la ruta y continuar unos kilómetros más hacia la frontera de Chile a comprar tres kilos de frambuesas congeladas en una quinta cercana. Cuando regresamos a la ruta para seguir hacia el Bolsón decidimos hacer el último tramo por el desvío de tierra de Mallín Ahogado, zona muy pintoresca de quintas y chacras. Nos encontramos con una chica con su bebé en brazos y una mochila gigantesca que hacía dedo para ir a vender a la feria de Bolsón y para allá la llevamos. Habiamos planeado almorzar en el Bolsón y probamos en el restaurante que estaba en la galería del estudio de Christian. Yo me decidí por una trucha de la zona con salsa de limón que estaba excelente lo mismo que el vino blanco de la casa, tipo torrontés. En lugar de llegar a las dos de la tarde a la casa de Miguel se hicieron casi las tres, y ni bien nos recibieron nos sorprendieron con un flan casero con dulce de leche y crema. Yo estaba curioso por ver la casa que se están construyendo Christian y Carolina, y si bien ellos se habían ido de excursión a Chile, Miguel tenía llave y nos llevó en su auto hasta Puelo a ver la construcción. De paso paseamos un poco por la zona incluyendo una entrada a una granja a comprar frutas y verduras. Con las últimas horas de un atardecer hermoso regresamos a Bariloche. Me jugué y armé un pequeño album de fotos de la excursión para adjuntar aquí.
Domingo, y la propuesta era hacer un paseo a Llao Llao a saludar a Petty y Adolfo en su casa, y dejarle un sobre con canela que había encargado de Suecia. De paso aprovechábamos el hermoso dia soleado y compraba alguna botella de cerveza en un negocio de la zona. Los encontramos esperándonos después del almuerzo, y nos invitaron a tomar café en el Bellevue, un B & B muy conocido ubicado en las cercanías. La vista desde el lugar era espectacular, comparable con Paila-Có, aun cuando la atención no tenía el mismo nivel. Solo tomamos café, de modo que no podía dar una opinión sobre las tortas que ofrecían. Eso si, estaba como mandado a hacer para sacar fotos, sobre todo siendo una tarde tan bella y con la vegetación vistiendose de los colores del otoño. Teníamos Cacho y yo un compromiso muy serio que era ver el partido River - Lanus, al punto que dejamos la compra de cerveza para otra ocasión. Llegamos de regreso justo a tiempo y tuvimos además la satisfacción de ver como ganábamos 2-0.
El lunes era día feriado en la Argentina, al conmemorarse el golpe de estado del año 1976 cuando se derrocó a la presidente Maria Estela Martinez de Perón e iniciarse una era de represión sin precedentes. Nosotros tuvimos una extensa actividad social, comenzando por la visita de mi prima Eleonor quien vino a media mañana y luego se quedó a almorzar con nosotros. También cumplía años David y para allá fuimos después del almuerzo llevando una torta de ricota que había hecho Elsa. Esa torta se agregó a una tarta de guindas y otra de frambuesas elaborada por Andrea además de alfajores de dulce de leche. David quería salir de paseo con su familia por lo que nos quedamos un rato solamente, y luego bajé a saludar a los tíos pues aun no los había ido a ver. Con ellos tomé el te con pan casero y dulces y al rato me vino a buscar Elsa para ir a llao Llao a buscar cerveza. Paramos en la ruta a saludar a Amelia Oyarzun, una anciana a quien conocíamos desde la epoca en que vivíamos con papá en el criadero de Wesley del kilómetro 15 a Llao Lleo. A pesar de sus más de 90 años estaba muy lúcida y llena de alegría. En Llao Llao nos llevamos un chasco pues se había terminado la producción, pero compré algunas botellas al regreso cuando pasamos por la cervecería Blest. Antes de regresar a la casa pasamos a saludar a Julia y Bernardo en su casa. Hacía varios años que no veía a Bernardo, no recuerdo cuantos. Así se hizo de noche y terminó este día lunes de la memoria.
El pais volvió a la normalidad el martes y decidí hacer una primer incursión de compras, en parte para tratar de encontrar alpargatas para Johanna. No fue tarea facil, pero en la calle Onelli volvimos al negocio donde en una oportunidad fuimos a buscar zapatillas con las chicas y juramos no volver más a causa de la forma en que trataban a los clientes. Resultó que había alpargatas, pero quería 240 pesos por un par, lo que me pareció un precio escandaloso y no le compré. El tiempo seguía siendo magnífico y a la tarde me senté a leer en el jardín de la casa hasta que cayeron de visita Nacho & Irene, y más tarde mi prima Eleonor con el cucarachicida muy original que me había prometido y que no era más que agua de lavanda. Mi intención era probar su efectividad en Benito a mi regreso a Buenos Aires, ya que Tamara lo había recomendado como alternativa a los aerosoles químicos. La noche fue de cine, pues habíamos decidido Elsa y yo ir a ver la película "The monuments men" en una de las salas del cine del shopping Patagonia sobre la calle Onelli. La película, basada en hechos reales, cuenta las peripecias de un grupo de expertos tratando de recuperar objetos de arte robados por los nazis durante la segunda guerra mundial. Tenía un poco de exceso de elementos típicos de las películas americanas pero fue aceptable. La función fue tarde y estuvimos de regreso en la casa poco antes de medianoche.
Nueva cita con una inmobiliaria, esta vez a través de un contacto que tenía Adolfo. Cacho bajaba a la iglesia el miércoles por la mañana y con el fui hasta el templo para continuar luego hacia el centro. Me encontré con Maria Magdalena, la martillera, y la puse al tanto de mis proyectos. A pesar de que mi intención seguía siendo encontrar un alquiler en el futuro, acepté su propuesta de ir con ella a ver un edificio en construcción sobre la calle Albarracín al que le faltaba un año para la entrega. Recorrimos todos los pisos del edificio, solo para comprobar que estaba en linea con el concepto que ya había visto en otras edificaciones, minimizando hasta el absurdo los espacios. Tal vez no era problema para alquiler turístico, pero una cueva como vivienda permanente y sin hablar de los precios de venta en dólares. Qedamos en retomar contacto cuando yo regresara a Bariloche ya para alquilar algo, y desde el centro subí a la casa de los tíos a charlas un rato antes de encarar la subida a la casa de Elsa para almorzar. La tía me dió la noticia del nacimiento de Tamara, la hija de Lucia, ese día a las cuatro de la mañana. La hermosa tarde otoñal se prestaba para sentarse en el jardín a leer y matear hasta la puesta del sol, aprovechando el último día de mi estadía en Bariloche pro esta vez.
La mañana del jueves nos dió tiempo suficiente para despedirme de Andrea y David, y de la tía Ellen. Cacho y Elsa habían aceptado mi invitación de ir a almorzar afuera para festejar anticipadamente el cumpleaños de Elsa, y con auto cargado con mis valijas y paquetes bajamos al centro a comer a "Las pastas de Gabriel". Eramos los únicos comensales, y comimos muy buena pasta en ese lugar. Hasta fueron tan generosos que cobraron solo dos platos, pero nos dimos cuenta del error y lo corregimos. De allí salimos directamente al aeropuerto y como se me había llenado la valija sin que entrara toda la cerveza, miel y dulces, me tiré el lance de pasarlo como equipaje de mano y para mi sorpresa no hubo ninguna objeción en cuanto a cantidad de líquidos que llevaría en cabina. El vuelo a Buenos Aires fue muy sereno y desde mi ventanilla seguí al detalle el recorrido del rio Limay con todos sus embalses. Previo a eso, después de despegar hicimos un giro sobre la ciudad de Bariloche prácticamente sobre la casa de Elsa y Cacho. Espectacular ver la ciudad desde el aire. Llegando a Buenos Aires se nubló, y en aeroparque me esperaban Gabriel y Viktoria. En lugar de tomar el colectivo 33 directo a la Boca dimos una vuelta grande, primero con un colectivo a Plaza Italia, luego hacinados en el subte hasta Plaza Constitución y finalmente en otro colectivo hasta la casa. La vuelta fue debido a que según los chicos estaba "colapsado" el centro de la ciudad, Gabriel se fue a su casa, y Viktoria y yo salimos hacia el restaurante "Agarrate Catalina" a esperar a Karin cuando comenzó una tormenta eléctrica acompañada de intensa lluvia. Viktoria y yo compartimos un bife de chorizo aceptable, con una provoleta, y el plato de Karin no llegó nunca al haberse olvidado la moza de traerlo. Me fastidió bastante ese olvido absurdo ya que Karin no comió practicamente nada aunque se desquitó con un postre. A Agustín no lo ví pues el estaba muy ocupado haciendo transportes.
Hoy cumple 68 años mi hermana, que festeja de paseo con Cacho por la cordillera. Comencé mi día de madrugada acompañando a Viktoria a Migraciones ya que estaba a punto de vencer por enésima vez su visa turística. Salimos poco después de las seis de la mañana, aun de noche, y con un colectivo 33 repleto de gente fuimos a Retiro para cruzar caminando al viejo hotel de inmigrantes a hacer cola. Nos encontramos con bastante gente para hacer trámites y como solo daban 80 números había que ir con buen margen de tiempo. Además de ese trámite Viktoria tenía que dar clases de sueco por lo que logró negociar un número que le permitió dar su clase y regresar antes que le tocara el turno. Yo había regresado ya a la Boca pues había prometido ir a desayunar con Gabriel. A pedido de Karin hice mi pan de nueces para la cena, y a las tres de la tarde me encontré con ella en Independencia y Defensa donde se iba a hacer un nuevo tatuaje, esta vez un faro bastante grande en el brazo izquierdo que habíamos diseñado juntos. Me senté a leer mi libro al lado de la camilla donde la tatuaron escuchando a la vez los diversos ruidos de tatuaje y piercing alrededor mío. Karin sufrió en silencio y quedó encantada con su faro. Luego regresé también caminando a la Boca previo paso por un deli y por el supermercado Tang a comprar lo necesario para la picada que planeabamos hacer como cena. Llamé también por teléfono a mi hermana a través del celular de Cacho y los ubiqué en Junin de los Andes donde habían llegado después de un disfrutado paseo por la ruta de los 7 lagos. El camino estaba ya asfaltado casi en su totalidad, después de una eternidad de años en construcción. Gabriel se anotó en nuestra exquisita picada con degustación de algunas de las recientemente adquiridas cervezas de la zona sur, y le dí también el pan con nueces que había hecho para el.
El verano parecía insistir en quedarse, con pronóstico de 30 grados y sol. Karin tenía que dar clases de sueco este sábado por la mañana y quedamos en encontrarnos a la una de la tarde para hacer un picnic en la reserva ecológica. Compré unos sandwiches de miga y medialunas en la panadería favorita del barrio antes de partir caminando para la costanera con los elementos del picnic. Karin llegó puntualmente y buscamos un lugar a la sombra en la playita para extender la manta y armar la merienda. Algunos mosquitos comenzaron a ponerse pesados pero teníamos repelente y pudimos disfrutar un buen rato de los mates y de la linda tarde. En el camino de regreso capturé algunas vistas interesantes del contraste entre la reserva ecológica y el perfil del barrio de Puerto Madero. Gabriel me había comentado que iba a habe una velada musical en su terraza bajo la batuta de su amigo Joe y su banjo, y cuando regresamos a la Boca fui para allá a escucharlo un rato. Había varios músicos, con violín, guitarra y contrabajo, aun más grande la orquesta que el público cuando llegué yo. Acompañé a Gabriel a comprar carne, pan y bebidas pues iban a armar un asado también, pero yo volví a Benito pues nuestro propio plan era ir a escuchar y ver milonga en el bar "Los Laureles" de Barracas. Eva y Viktoria venían también, y los cuatro tomamos un taxi hasta allá. Es una casona muy antigua e histórica sobre la avenida Iriarte 2290, casi pegada al viaducto del ferrocarril Roca. Karin había reservado mesa y nos ubicaron muy bien para observar a la gente que quería bailar tango y milonga. El ruido era infernal, y solo era posible conversar a los gritos, más aún cuando apareció una cantante apodada "Mosquito" e igual de irritante, acompañada de un guitarrista, que dió su recital con una voz terriblemente estridente y cansadora. En medio de esta cacofonía tuvimos la mala idea de incursionar en delicados temas familiares relacionados con planes futuros de vida que culminó con el enojo de Vikoria quien hizo abandono del local antes de que yo pudiera captar en su totalidad la razón del conflicto. Nosotros nos quedamos un rato más escuchando música y luego regresamos también en taxi a la Boca.
Día del superclásico River-Boca, que se jugaba en la cancha de Boca. La lluvia torrencial de la mañana puso en peligro el partido pero dejó de llover a la tarde y finalmente se pudo jugar en una cancha muy mojada. Como es habitual en estos casos, el barrio se fue llenando de hinchas de Boca con sus banderas, y los "trapitos" se pusieron en acción para estacionar y cuidar autos. En nuestra calle colocaron una gigantesca bandera con sus colores cruzando de vereda a vereda, y luego pude ver que esperaban que pasara el micro trayendo a los jugadores de Boca. Poco más tarde apareció el colectivo con los jugadores de River, precedido por una cantidad de motocicletas con policias armados de bastones y gas lacrimógeno para evitar que sujetos desaforados pudieran detener la marcha del vehículo y tirar objetos diversos. Quedamos en juntarnos en la casa de Agustín a ver el match por televisión, y Gabriel trajo incluso a un gringo americano. El sufrimiento de Mariano era una parte importante del show, y por suerte ganó River 2 a 1, cosa que no hacía en cancha de Boca desde hacía diez años. Como ya era también habitual, no se había permitido que hubiera hinchas de River para evitar desmanes y peleas. Casualmente me enteré que en Helsingborg un hincha había sido atacado en la calle y había fallecido, o sea que no solo sucedían estas cosas en Argentina. Pedimos unas pizzas para comer durante el partido, Gabriel trajo cerveza también, y cuando terminó regresamos Karin y yo a la casa rodeados de hinchas de Boca entristecidos por la derrota sufrida en su cancha pero sin desmanes. Me sentía cansado y ese día me acosté bastante temprano.
Día de albañilería y falafel. Explico: con un día esplendoroso, el lunes puse en marcha el demorado proyecto de mejorar el patio trasero de Benito, mientras que había quedado en preparar falafel para la noche. Mezcla para revocar y pintura ya había comprado durante mi estadía anterior, de modo que después de una rápida pasada de desayuno por la casa de Gabriel fue solo cuestión de comenzar a trabajar rellenando huecos y reemplazando revoque caido, además de lavar paredes para quitar suciedad acumulada. Ese trabajo me tuvo ocupado hasta media tarde y cuando abrieron los supermercados salí de compras para preparar la masa de garbanzos y el hummus. Esta vez se hicieron muy bien los falafel fritos en aceite neutro, y con el vino tinto Latitud 33 que trajo Karin tuvimos nuestra cena árabe. La agenda del martes incluía un comienzo muy temprano para acompañar a Agustín en un transporte.
A las seis y media de la mañana pasó Agustín a buscarme con su camioneta para ir a la ya conocida carpintería de Colegiales. Allí nos esperaba una pesada mesa para llevar a un country del Rincón de Milberg en la zona de Tigre. Yendo por el acceso Norte no nos llevó mucho tiempo llegar allá, aunque tuvimos que preguntar un par de veces cómo llegar al country, que además formaba parte de un grupo de countries, todos pegados unos a otros. Era un surrealista despliegue de cercos, murallas, cámaras y guardias a la par de los barrios pobres de la zona. Después del habitual control de documentos nos dejaron pasar y bajamos la mesa en una casa del country. Agustín quería invitar a desayunar y lo hicimos sentados a la orilla del rio Luján en una estación de servicio YPF. Había que ir luego a un aserradero cercano a cargar madera para llevar a la carpintería y volviendo a la capital el tránsito por la autopista era por suerte ya mucho más fluido. Ya en la Boca almorzamos en el restaurante que tenía el rimbombante nombre de Altos de La Boca pero que no era más que una fonda del barrio con la moza más triste e insulsa del mundo. A la noche iba a ir al cine con Karin y Viktoria pero tuve aun tiempo de seguir haciendo mejoras en el patio del fondo y el baño, que quedaron practicamente listos para comenzar a pintar. Con Viktoria fui caminando hasta el cine de Puerto Madero donde nos encontramos con Karin, y pagando la módica suma de 35 pesos por persona vimos una película genial: "El Gran Hotel Budapest", dirigida por Wes Anderson. Tanto el guión como la fotografía y efectos, además de la actuación, eran fuera de serie. Una película memorable y digna de verse nuevamente para poder atrapar todos sus detalles. Después del cine subimos a la calle Balcarce a comer a un lugar muy antiguo y acogedor, llamado Pasaje Solar. La pasta era excelente y la picada muy buena también. El postre de manzana nada de otro mundo, pero aceptable.
El 2 de abril se conmemora en la Argentina el día del intento de recuperación de las islas Malvinas y por lo tanto era feriado. A la tarde ibamos a ir Karin y yo a la casa de Alberto en Caballito a participar de un asado. Me había comprometido a hacer una torta de chocolate con dulce de leche por lo que horneé temprano la base para que se enfriara y la pudiera rellenar a tiempo. A las doce salimos para tomar el colectivo 25 haciendo equilibrio con la torta, y luego caminamos unas diez cuadras hasta llegar a la casa. El asado estaba ya en marcha y me encontré con muchos de los ya conocidos de antes en los encuentros del ISA además de algunas caras nuevas. Fue interesante ver la casa de Alberto, construida en la década del 30 y conservada como la tenían cuando aun vivían sus padres, aunque estaba pidiendo mantenimiento a gritos. A tal punto era el deterioro que ya no valía la pena renovarla y Alberto tenía planeado venderla por el valor del terreno. Fue también fascinante recorrer la casa bajo su guía contándonos su historia de familia. El asado estaba bien hecho y la carne bastante buena, y además hubo un poco de música reunidos en el jardín. Nos retiramos a tiempo para regresar a la Boca y concurrir al teatro Verdi sobre la avenida Almirante Brown 736, donde el primer miércoles de cada mes tocaba la orquesta tipica Esquina Sur además de otra orquesta invitada. En este caso, y después de que tocaran solo tres tangos, se presentó una cantante apodada Lulú. Con mucho profesionalismo y elegancia cantó algunos temas y atrapó al público. Nosotros ocupamos una mesa cercana a la escena y pedimos una cerveza, y nos entretuvimos mucho observando las parejas que bailaban con mucho entusiasmo en la pista. También era interesante observar el local, donde aun quedaban restos de lo que en su época dorada había sido un teatro con dos pisos de balcones.
Con buen tiempo continué el jueves con la etapa siguiente del proyecto de mejora del patio trasero, que era comenzar con la pintura. Con pincel pinté los sectores donde no podía llegar con el rodillo, lo que me llevó la mañana y parte de la tarde. Por suerte se llegó a secar la pintura antes de que comenzara a llover, y me aboqué a preparar una salsa de pesto para acompañar los fideos que pensabamos cocinar y comer Agustín, Gabriel y yo en Aristóbulo. Esa fue mi velada y quedamos en que Agustín me pasaría a buscar al día siguiente a las seis de la mañana para que lo ayudaramos tanto Gabriel como yo con un transporte.
A las seis de la mañana del viernes estuve en la puerta y casi de inmediato aparecieron Gabriel y Agustín con la camioneta para partir hacia Ramos Mejía, aun con poco tránsito a esa hora. Comenzamos cargando un freezer "box" en la casa de una señora mayor que no estaba muy al tanto de la cosa y que por lo tanto hubo que convencer antes que abriera sus rejas y nos permitiera pasar a buscar el freezer. A continuación fuimos a dar a otra casa en la zona donde había que cargar bebidas y cosas varias destinadas a un club en Polvorines donde ese día iba a celebrarse un casamiento con participación de 180 invitados. Nuevamente hubo que hacer una serie de llamados para que se avinieran a abrirnos una vez que se convencieron que no eramos malvivientes. Nos llevó un buen rato cargar las cajas y el botellerio, y como Gabriel tenía que trabajar poco más tarde en Ramos Mejía lo dejamos allí y continuamos por el acceso Oeste, camino del Buen Aire y acceso Norte hasta la ruta 197. Encontramos facilmente el club alemán en Polvorines donde nos estaban esperando, y descargamos la camioneta sin incidentes. Luego repetimos el ritual del martes anterior con café y facturas en la YPF de la zona. Antes del mediodía estábamos de regreso en la Boca y fuimos directamente a la pinturería del barrio a comprar Plavicon para impermeabilizar el techo del dormitorio de Karin que tenía una gotera. Agustín tenía tiempo para ayudarme y los dos trepamos al techo a quitar toda la basura, limpiarlo, y aplicar el impermeabilizante. Luego combié de rodillo y comencé a pintar de blanco las paredes del patio trasero tratando de avanzar todo lo posible pues según el pronóstico nos esperaba un fin de semana lluvioso. Para la cena compré queso y fiambres para armar una picada y también hice unos scones salados con tal fin. Karin y Viktoria tenían ganas de salir, pero teniendo en cuenta lo temprano que había comenzado mi dia yo apunté a la cama.
Prometieron lluvia para el sábado y la hubo en cantidades, tormenta eléctrica incluida. Karin daba clases de sueco y quedamos en encontrarnos en San telmo en la esquina del bar "La Poesía". Allí tomamos café y luego fuimos a una librería del barrio donde encontramos dos de los libros de Henning Mankell que Gabriel había pedido para su cumpleaños. También compramos un dulce de frutillas de buena calidad en un deli, que pensaba ofrecer como salsa para acompañar el cheesecake, que era otro de los pedidos de Gabriel, y que iba a hacer por la tarde. Ya a la mañana había preparado y embotellado una nueva tanda de licor de whisky casero para regalar a Gabriel. El cheesecake fue facil de hacer, y también preparé un guacamole para llevar a la fiesta que había organizado el ISA en la iglesia para festejar sus once años de vida. Para allá fuimos a eso de las ocho de la noche y nos encontramos con buena cantidad de gente entre conocidos y desconocidos, que quería participar de la reunión. Johanna, que junto con Eva es la directora del instituto, tomó la batuta para organizar cantos y juegos diversos que nos tuvieron muy entretenidos. La gente había llevado bebidas y comida para picar, y nos quedamos alli hasta bien tarde. Luego se fueron Eva y Karin a tomar algo en un boliche del barrio mientras que yo volvía al Benito. Pasadas las dos de la mañana escuché que tocaban el timbre con insistencia y finalmente me levante a atender. Resultó que Karin había dejado sus llaves con Viktoria y no tenía cómo entrar.
Así llegó el 6 de abril y con el el cumpleaños de Gabriel. Por la mañana ataqué el baño del fondo y di una primer mano de pintura a todo el sector blanco, techo incluido. Era un día muy húmedo pero lo hice igual para tratar de terminar el trabajo antes de tener que regresar al barco. Estaba lejos de ser un trabajo bien hecho pero al menos mejoraba mucho el aspecto del baño. Siguiendo una estricta agenda que había propuesto Gabriel nos juntamos todos a la tarde en casa de Agustín a comer pasta y lo pasamos muy bien. El cheesecake tuvo éxito también por lo que incorporé la receta a mi página para el futuro. Le entregamos los dos libros que habíamos comprado además del licor de whisky casero, justo antes de que se fuera a jugar su habitual futbol de los domingos. Más tarde regresamos a la casa de Agustín pues ibamos a ver el partido de River a la noche, partido que lamentablemente perdimos 2 a 1 por un gol polémico que aparentemente no fue. La pelota entró al arco pero parece que no curzó enteramente la linea. Asi fue que River perdió la oportunidad de quedar como único puntero. De todos modos su juego no fue muy brillante. Mariano quedó furioso. Luego del partido acompañé a Gabriel a su casa ayudandolo a llevar dos sillas que había prestado y regresé a Benito.
Para el lunes había planeado ir a compartir nuevamente un desayuno con Gabriel en su casa. Agustín se anotó también pero luego se borró. Amenazaba lluvia y a poco de salir a la calle con gabriel para acompañarlo a que se vacunara contra la fiebre amarilla se largó con todo. Sin paraguas llegué hasta el hospital Argerich y dije basta al estar ya empapado. El siguió hacia puerto Madero y yo regresé a casa donde me puse a repintar el sector azul del baño del fondo. Agustín me propuso ir a almorzar restos de la pasta del día anterior de modo que me junté con él y Mariano en en su departamento. Por la tarde había quedado con Karin en encontrarnos a la salida de su trabajo para ir a la calle Florida a comprar algo de ropa para mí, y después de las compras nos sentamos a tomar café en el Starbucks al principio de esa calle. Me había hecho de un paraguas y como ya no llovía tanto regresé caminando a la Boca donde igualmente llegué con los pies empapados. Para la noche nos ibamos a volver a encontrar en San Telmo a cenar, esta vez en el restaurant japonés San Telmo Shokudo en Defensa 910 y la esperamos a que llegara Viktoria de su clase de teatro antes de pedir la comida. El lugar era muy atractivo, probablemente una casa particular antigua reformada, y la comida excelente. Cuando salimos de regreso a la Boca era una noche estrellada.
Dias antes había hablado con Antonio y habíamos quedado en encontrarnos el martes fuera del hospital Italiano. El tenía que hacer un control de su rodilla operada a las dos de la tarde, y yo salí para allá una hora antes con el colectivo 168. llevé una mochila con alguna ropa pues la idea era pasar la noche en Balla Vista. Frente al hospital, sobre la calle Perón, está el café Martinez y allí me senté a esperarlos. llevaba un libro conmigo que me vino muy bien pues la espera fue bastante larga y finalmente aparecieron Antonio y Antonieta. Tenían el auto en un garage cercano y salimos hacia un restaurante italiano para almorzar, pero a la hora que era estaba ya cerrada la cocina por lo que partimos hacia su casa y en una panadería de Bella Vista compramos pan para armar unos sandwiches en su casa. Mientras estábamos merendando apareció Romina con sus dos hijos Isabella y Celedonio y al rato vino Martín a saludar también. Ellos viven a tiro de piedra en el barrio Los Berros y nos cruzamos Antonio y yo para conocer su casa. Mientras tanto Antonieta preparaba un risotto para la cena que disfrutamos como era habitual con un vino casero de la colección de Antonio. Tuvimos una linda velada, pero por alguna razón desconocida mi estómago estaba un poco revuelto y de vez en cuanto me dolía también; supuse que pronto pasaría y me dejaría dormir en paz pero no fue asi, ya que pasé una noche muy intranquila.
Después de las náuseas y calambres estomacales de la noche me levanté a acompañar a Antonio y Antonieta con su desayuno pero apenas probé una tostada con dulce y unos mates. Dado que Antonio iba a ir al negocio, junté mis cosas y él me llevó a la estación del ferrocarril San Martín donde tomé el tren a Retiro. Después de haberlo visto años anteriores muy deteriorado y con mal servicio pude ver ahora que había vuelto a lo que era cuando yo vivía en Bella Vista. En una hora llegamos a Retiro, aunque tuve que viajar parado todo el trayecto. Las condiciones en el centro eran caóticas y el colectivo 152 demoró muchísimo en llegar a la Boca. Para la noche teníamos previsto comer salmón y lo primero que hice en el barrio fue ir caminando hasta la pescadería de Suarez y Montes de Oca a comprar el pescado. Había como siempre una gran multitud de gente en el negocio y demoraron un buen rato en atenderme. Ya con mi filet de salmón de más de un kilo en la bolsa regresé caminando con una tarde espléndida y completé las compras para la cena dejando el tema pintura para el día siguiente. Propusimos a Gabriel y Agustín que nos acompañaran a comer y se unieron a nosotros. Esa noche desaparecieron misteriosamente mis anteojos progresivos.
Tuve una noche mejor que la anterior pues habían desaparecido mis malestares, y amanecimos a un día especial ya que el jueves 10 fue el día en que agrupaciones sindicales opuestas al gobierno realizaron un paro nacional. La base de la protesta era la inflación, la inseguridad y otros males que están afectando al pais, como ya ha sucedido en muchas ocasiones anteriores. El barrio amaneció desierto al no haber transportes, pero por suerte estaba abierta la panadería Las Familias y compré algunas facturas antes de dirigirme a la casa de Gabriel. Habíamos quedado la noche anterior en que iría a tomar café y ayudarlo a reparar una cama que necesitaría pronto en su hostel. Tuvimos que sacar los enganches de los respaldos que estaban deteriorados y cambiarlos por nuevos que había comprado Gabriel. Se hizo el mediodía antes de que regresara a Benito, donde estaban por desayunar Viktoria y Matías. Luego de un segundo café encaré la cuestión del pintado y logré terminar de pintar todo el fondo antes que se hiciera de noche. Tanía un palo largo que me había prestado Gabriel y colocando el rodillo en la punta alcancé justo las partes más altas sin necesidad de usar escalera. A la mañana ya había recibido noticias del buque anunciando que iba a Eastham, cerca de Liverpool, y tenía un pasaje para el sábado 12 a las cinco de la tarde con Air France via Paris y Manchester. Karin regresó temprano y fuimos a comprar lo necesario para la picada de la noche que preparó ella y que estuvo excelente.
El viernes volvió la Argentina a la normalidad y nuevamente pasé por casa de Gabriel a tomar un café con facturas antes de ir a pie al centro para encontrarme con Viktoria y asistirla en la compra de un celular y un abono. Ella no podía al carecer de documento argentino por lo que quedé a cargo del abono. Yo quería cortarme el pelo antes de embarcar y de paso hacia el club sueco encontramos una peluquería donde habia lugar. Una peluquera muy locuaz me cortó el cabello por 110 pesos, casi el costo en Suecia y continuamos hasta el club donde imprimí mi pasaje en la oficina de Karin. Nos encontramos también con Lotta y su marido, ellos de vacaciones en el pais y se habían anotado para participar en el almuerzo mensual del club. El almuerzo estuvo muy bueno y fue una reunión amena con la gente que estaba en nuestra mesa. Con un colectivo 64 abarrotado regresé a la Boca para continuar hasta donde pudiera con el operativo pintura además de dar la última mano de plavicon al techo del dormitorio de karin. Era sorprendente ver toda la basura que ya se había acumulado en el techo, incluidos restos de comida. A la noche ibamos a hacer un asado y Agustín, ya de regreso y descansado de su viaje a Mar del Plata, me acompañó a comprar la carne, verduras y carbón. Aproveché para hacer orden y cazar cucarachas bajo la parrilla y puse en marcha las brasas. Habíamos comprado chorizos parrilleros y cantidad de vacio. Los chorizos eran de bastante pobre calidad pero muy sabrosos, y al vacio le tenía mucha desconfianza porlo finito y la cantidad de grasa y cuero, pero salió muy tierno. Lo acompañamos con berenjenas, zapallo y batatas al horno y no quedó practicamente nada, pues vinieron Agustín, Daniela y Mariano, además de Gabriel. Fue muy lindo comer el asado en el patio de atrás, con una noche apenas fresca y con el nuevo "look" de las paredes pintadas de blanco. A medianoche nos fuimos a dormir y dejé la tarea de empacar para el día siguiente.
Sin cambios avisados, el sábado era el día planeado para tomar mi vuelo a Manchester. No había llegado a tiempo a preparar la tarta de limón prometida el día anterior por lo que me puse a hacerla temprano por la mañana y luego comencé a armar mis valijas. Me sobraba lugar asi que fui al chino a comprar un par de paquetes de yerba además de cantidad de papel higiénico que serviría de relleno sin pesar mucho. También tenía ropa para lavar. y cuando la colgué se largó un chaparrón, pero igual se secó porque había bastante viento. La mañana pasó muy rápido y entre una y otra cosa se hizo la una de la tarde, cuando vino Agustín para llevarme al aeropuerto. Karin regresó de su trabajo a tiempo para despedirse, mientras que Gabriel no apareció, y luego partimos Agustín, Viktoria y yo para Ezeiza con amplio margen para hacer el embarco. la autopista estaba un poco cargada al haberse producido dos choques en distintos lugares de la ruta. Había poca gente aun para mi vuelo de modo que hice el trámite con rapidez y me despedí de los chicos. Lamentablemente no vino Gabriel a tiempo. A Viktoria la vería en menos de dos meses en Africa, mientras que a Agustín recién lo vería ya con un segundo hijo a mi regreso a la Argentina planeado para la primavera. A falta de mejores lugares quedé aprisionado entre dos pasajeros en una hilera de tres en el avión de AF, que partió a horario de Ezeiza y apenas pude vislumbrar la ciudad antes de que nos perdiéramos entre las nubes. No demoró mucho en llegar la cena, en la que aposté por la pasta y no me defraudó. Vi que en la selección de películas estaba 12 de años de esclavo y me puse a verla. Me defraudó pues esperaba otra cosa y sobre todo un contenido más profundo en cuanto al drama de la esclavitud más allá de la violencia y el maltrato gratuito. La mala noticia fue que en algún momento de la noche perdí un pedazo de una muela envejecida que seguramente estaba deteriorada. Significaba una vísita al dentista en el primer puerto adecuado durante mi embarco.
Creo que dormité bastante pues la noche pasó muy rápido para mi y pronto llegó el abundante desayuno. Mi vecina de asiento me ofreció incluso su ración de omelette pero lo rechacé, era demasiada comida. Puntualmente aterrizamos en Paris poco antes de las once de la mañana, con un día nublado, y allí tenía dos horas de espera antes de hacer el último tramo también con AF a Manchester. Después de poco más de una hora de vuelo y un aterrizaje impecable llegué finalmente a destino. Mi taxi no estaba cuando salí de la terminal pero llegó al rato solo para llevarme a un hotel cerca de Eastman y casi en el campo, que llevaba el imponente nombre de "Chester North Woodhey House". El buque estaba fondeado esperando que se desocupara el muelle y no entraría antes del lunes alrededor del mediodía. No tenía ganas de salir y como habia restaurante en el hotel opté por cenar allí, fish & ships claro.
El lunes por la mañana bajé sin apuro a desayunar a un restaurante casi vacio, donde con mucha ceremonia me trajeron seis tostadas de pan negro prolijamente paradas en fila en un soporte y una jarra con café. El resto del desayuno lo busqué en la mesa del buffet, no tan surtido como del lado continental pero con lo suficiente para quedar bien satisfecho. Recibí un llamado telefónico avisando que el taxi me pasaría a buscar a las dos de la tarde, y después de un corto recorrido por el pintoresco centro de Eastham llegamos a la terminal donde recién estaban colocando la planchada. Así comencé lo que probablemente sería mi último embarco programado, que tendría una duración de unas cinco semanas antes de que volviera Thomas Claesson al haber sido vendido su buque, el Ek-River. También significaba que Lenny perdía su trabajo, aunque aun le iban a dar un par de relevos en otro de los buques.