10 de Marzo 2016
El jueves 10 de marzo llegaron Ilian e Isabel a la cabaña con toda puntualidad a las seis de la mañana, hasta diez minutos adelantados. Era un día gris y destemplado, y ni bien partimos comenzó a llover, primero suavemente y luego torrencialmente. Pasamos por Atlántida, Canelones, Santa Lucía, Mal Abrigo (!), Soler (con picnic en una plaza ventosa), Fray Bentos, Gualeguaychu y Zarate, para llegar finalmente a la meta del día que era San Antonio de Areco y el hotel Los Abuelos, por cierto bastante venido a menos y además bastante caro pues pedían 900 pesos por habitación. El cruce de frontera fue muy sencillo, sin colas y sin siquiera tener que bajarse del auto. Dejamos los coches en el estacionamiento del hotel y salimos a pasear por la ciudad haciendo tiempo para la cena. La anunciada venida de Agustín parecía frustrarse, pero Gabriel si dijo que estaba en camino. A la noche fuimos a cenar a La Pulpería en una esquina de la plaza y cuando ya estábamos terminando de comer los deliciosos churrascos apareció Gabriel en la puerta. La linda sorpresa fue que a los pocos segundos fueron entrando por turno Agustín, Mariano, Francisco, Karin, Viktoria y el amigo Marcos. Estaba todo arreglado con Alicia y me tomó completamente desprevenido. Los chicos cenaron allí también y la velada se prolongó hasta la medianoche, hora en que ellos regresaron a Buenos Aires y nosotros al hotel.
El desayuno estaba incluido, por lo que el viernes por la mañana nos trajeron las clásicas medialunas para acompañar el café con leche y el mate. Salimos a eso de las nueve para enganchar la ruta 5 al sur en Mercedes pasando por San Andres de Giles. En Pehuajó no pudimos dejar de parar en la ruta para fotografiar la tortuga Manuelita, que luego nos enteramos que era trucha ya que la verdadera estaba en el centro de la ciudad. Años atrás habia pernoctado en el hotel Traful de General Acha y como había resultado bueno nos quedamos nuevamente para pasar la noche al razonable precio de 560 pesos por habitación. No solo repetí esa experiencia sino que por casualidad fuimos al restaurante El Corral de Comidas a cenar tal como lo había hecho anteriormente con Viktoria, Agustín y Mariano.
Para sacarle más jugo al viaje decidimos continuar el sábado hasta Piedra del Aguila, quedarnos allí a pasar la noche y hacer la entrada triunfal a Bariloche el domingo previa pasada por San Martin de los Andes. Salimos de General Acha con un hermoso día de sol y paramos en Chacharramendi a comprar algunas provisiones antes de tomar la ruta de la conquista del desierto. El picnic lo hicimos al lado de la estación de servicio del automovil club cerca de 25 de mayo, a orillas del rio Colorado. Era lamentable ver la cantidad de basura acumulada y el abandono del lugar sin que nadie se ocupara de limpiar. En Neuquen dimos con la autopista de circunvalación que permitía evitar la ciudad y sus innumerables semáforos, saliendo rápidamente a la ruta 22. Siempre había querido visitar el dique del Chocón y por primera vez entramos a verlo. Antes de cruzar el embalse nos pidieron cantidad de documentos nuestros y del vehículo. Solo fuimos hasta el final del embalse y regresamos, previa sacada de fotos del imponente dique. No teníamos ninguna reserva en Piedra del Aguila, pero encontramos rápidamente la hostería El Ciervo, a pasos de la ruta y del monumento al águila, buena y barata pues solo cobraban 500 pesos por habitación.
Hacia años que no había pasado por Junín de los Andes de modo que el paseo del domingo fue como un descubrimiento. Junín de los Andes se veía muy bonito y cuidado y San Martín de los Andes lo mismo. Estacionamos cerca del muelle sobre el lago Lacar para sacar algunas fotos ya que seguía el buen tiempo. Paramos innumerables veces por la ruta de los siete lagos para sacar fotos y asi y todo llegamos a Bariloche a las cuatro y media de la tarde. Cacho y Elsa nos recibieron como siempre con los brazos abiertos y nos acomodamos según lo habíamos acordado, Hilian e Isabel en el dormitorio chico, y Alicia y yo en el garage que habían amoblado como un dormitorio más. Esa noche los invitamos a cenar en un restaurante del centro donde comimos muy bien. Solamente nos resultó un poco cargoso y metido el mozo que nos había tocado.
Lunes 14 de enero. La propuesta era hacer el circuito chico, y como Erica e Ivano, los amigos de Elsa, llegaron bastante atrasados para almorzar salimos los cuatro viajeros a media tarde a hacer la clásica recorrida. En la bahía Lopez estacionamos el auto e hicimos la caminata hasta el mirador del brazo Tristeza con una tarde hermosa. Tuve que apurarlos un poco ya que se hacía tarde, y alcanzamos aún a llegar a la capilla de Llao Llao a sacar fotos antes de la puesta del sol. Al regreso a Bariloche pasamos a saludar a mis tios antes de subir a cenar con Elsa y Cacho. Al día siguiente ibamos a ir al Bolsón y el Hoyo del Epuyen invitados por Erica e Ivano.
Elsa se anotó para venir con nosotros al Bolsón, y como pensábamos entrar al Manso a visitar a la tía de Cacho salimos con los dos autitos, Elsa en el auto de Hilian e Isabel. Yo temía que el desvío de ripio al Manso iba a ser bravo para los autos pero por suerte encontramos el camino mejor que nunca. Cruzamos el puente peatonal colgante sobre el rio Manso y nos quedamos un rato a matear con la tía y su hija. Hilian e Isabel quedaron encantados con el paisaje, especialmente siendo un espectacular día de sol. Continuamos luego hacia El Bolsón y como había feria dimos una vuelta por la misma antes de seguir al hoyo del Epuyen. Llegamos cuando las milanesas de pollo estaban por salir, asi que fuimos directamente a la mesa. No hubo mucho tiempo para sobremesa pues nos faltaba dar una vuelta por el muelle del lago Puelo y luego hacer una corta visita a Miguel y Tamara. Asi y todo emprendimos el regreso cuando el sol se estaba poniendo detrás de los cerros, y llegamos a Bariloche en plena noche. Cacho nos estaba esperando con excelentes empanadas de jamón y queso, y antes de acostarnos preparamos nuestro equipaje pues queríamos continuar viaje a Chile al día siguiente de madrugada.
Salimos de Bariloche tal como lo habíamos planeado el miércoles a las cinco y media de la mañana, sin desayunar. La idea era llegar a la frontera bien temprano dados los rumores de que podían haber largas colas, y desayunar allí con nuestras provisiones. Efectivamente nos tuvimos que detener cuando ya había una buena cantidad de vehículos, pero logramos completar todos los trámites y recibir el sello final para poder seguir en una hora y media. Hicimos desde luego la obligada parada fotográfica en el límite geográfico entre Argentina y Chile, y luego continuamos hasta Entre Lagos, a orillas del lago Puyehue, donde buscamos una estación de servicio para ir al baño. Una vez resuelto ese tema tomamos la pintoresca ruta que iba al sur en dirección de Puerto Montt pasando cerca de los saltos de Petrohue. Sobre la ruta que bordeaba el lago LLanquihue dimos con el restaurante Aleman donde almorzamos muy bien y luego nos desviamos hacia el lago de Todos los Santos para visitar los saltos. Habían construido una magnífica entrada que había que pasar para tomar los senderos que llevaban a los saltos. A pesar de que corría poca agua era un espectáculo magnífico, lo mismo que la vista del volcán Osorno. La mañana había sido gris, con nubes bajas, pero tal como había comentado la moza del restaurante, se despejó cuando llegamos a los saltos. De allí continuamos a Puerto Montt, tomando en el último tramo el camino de los baqueanos para evitar la autopista. El tráfico de Puerto Montt era infernal, y como mi gps estaba en cierto desacuerdo con las calles, avenidas, puentes y rotondas de la ciudad, cometí varios errores antes de encontrar el hotel Departamentos del Sur. Por suerte había lugar ya que no quería dar más vueltas por la ciudad. Asi y todo tuvimos que salir nuevamente con un vehículo para cenar al no haber nada en las inmediaciones. Dejamos el auto en un estacionamiento subterráneo y encontramos un restaurante de mala muerte donde nos dieron una cena bastante pobre pero cena al fin.
El jueves nos quedaba solo la etapa final para llegar a la casa de René en la isla Chiloé. El desayuno del hotel era muy bueno y me sorprendió que el buffet incluyera tantas tortas. De madrugada había llovido torrencialmente pero luego calmó, y Alicia y yo fuimos a hacer algunas compras a un Jumbo y un Easy cercanos. Entre otras cosas conseguimos en el Easy el cepillo en espiral para limpiar la chimenea de la estufa. Solo quedaba cargar el equipaje en el auto y rumbear hacia Parguá por la autopista. llegamos allí en el momento en que estaba por partir un trasbordador de modo que no tuvimos ninguna espera, y en menos de media hora completamos el cruce a la isla grande de Chiloé. René nos había instruido ir hasta Quemchi y esperarlo allí para que nos escoltara a su casa. Yo había visto en el mapa que me había prestado Elsa que la ruta costera era de ripio por lo que decidimos ir por la 5 pasando por Ancud. poco antes de llegar a Ancud nos tentó una salida pavimentada hacia Quemchi y la tomamos, pero después de una larga recta con fuertes subidas y bajadas terminó la diversión cuando se acabó el pavimento faltando aun 30 kilómetros. Desde allí hasta Quemchi tuvimos que hacer lo que yo había querido evitar, o sea ir por un muy deteriorado camino de ripio y además con poca nafta. Era la ruta de las iglesias, y a marcha lenta llegamos finalmente a Quemchi y justo cuando estábamos por llamar a René desde un teléfono público apareció con la camioneta. Había descubierto los dos vehículos con patente uruguaya en el pequeño pueblo y lo estaba recorriendo en nuestra búsqueda. El nos escoltó hasta Tenaún, la aldea costera donde vivía con su pareja Jeanette, lo que incluía otros cinco kilómetros de pesimo camino de ripio. Al pueblito se llegaba después de una fuerte bajada al mar, y desde allí había una fuerte subida de tierra hasta su casa que a duras penas superaron los autitos. La vivienda era espectacular, recientemente terminada, muy cerca del acantilado, con ventanas gigantescas hacia el mar y una vista magnífica. Jeanette había preparado unas excelente empanadas para la cena que comimos con mucho apetito. Después de una larga sobremesa, nosotros los invitados subimos las escaleras para instalarnos en sendos dormitorios.
La propuesta del viernes era ir a conocer la ciudad de Castro y por suerte decidimos ir todos en la camioneta doble cabina de René ya que Jeanette no quería ir. Había que pasar por Dalcahue, lo que incluía ocho kilómetros de ripio que iban a ser pavimentados en breve. En Castro logramos sacar dinero de un cajero, conocimos los famosos palafitos, o casas montadas sobre palos en el agua, paseamos por la feria artesanal, y almorzamos salmon exquisito en un restaurante del centro. René quiso llevarnos a conocer Chonchi, otra aldea pesquera un poco más al sur, y desde allí regresamos a la casa. Con tantas vueltas llegamos cuando ya era hora de cenar, aunque aun lo llamaran la once. Desde la casa vimos una fantástica puesta de sol, y asi terminó nuestro segundo día en Tenaún.
Sábado 19 de marzo y cumpleaños de Alicia. Jeanette puso sobre la mesa del desayuno un "kuchen" que era una dulcísima torta mil hojas para acompañar los tradicionales cantos. Iban a hacer un cordero al palo y como soplaba bastante viento del mar tuvimos que correr entre cuatro el gigantesco chulengo para colocarlo al reparo de la casa antes de prender el fuego. Luego de ensartar el cordero ya trozado en el palo nos fuimos turnando para mantenerlo girando a modo de spiedo. Pocas vueltas le dí yo pues me puse a hacer dos tortas de zanahorias para la tarde. Después de un par de horas al fuego quedó listo el cordero al que le hicimos buen honor. Era un bicho bastante gordo, de modo que quedamos bien engrasados al terminar el almuerzo. La tarde estaba muy linda y tanto como para hacer un poco de ejercicio subimos a una loma cercana donde habían plantado una cruz y desde donde se veían a la distancia unos cuantos cerros nevados de la cordillera. También paseamos un poco por el minúsculo pueblo y vimos desde afuera la renovada iglesia, declarada como muchas otras de la isla patrimonio de la humanidad.
El domingo se repetía el menú, esta vez cordero al palo en la casa del vecino que vivía a unos doscientos metros subiendo la loma, y quien era el que le había vendido parte de sus tierras a René para que se construyera su vivienda. Siguiendo aparentemente la tradición local, el vecino retribuía con un asado a quienes le habían ayudado a pintar las ventanas de su casa y aunque nosotros no teníamos nada que ver igual nos invitaron. Hubo que mover nuevamente el chulengo, esta vez subiéndolo a la camioneta de René y ya en su lugar le colocaron tres palos con corderos descuartizados, que era la capacidad máxima del aterfacto. Esta vez hubo muchos voluntarios para hacer girar los palos, y una vez listo lo comimos afuera a pleno sol acompañado con abundante vino. Estos corderos eran más flacos y mucho menos grasientos. Quisimos aprovechar lo que quedaba de la tarde, y los viajeros fuimos caminando por la costa, pasando el pueblo y continuando por un camino bordeado de arbustos de moras, o "murras" como lo llaman aquí. Habíamos llevado un recipiente que llenamos en muy poco tiempo con no menos de tres kilos de moras bien maduras. Cuando regresamos a la casa encontramos a Jeanette amasando pan, y con parte de la misma masa hzo unas exquisitas y livianas tortas fritas. El día anterior nos habíamos olvidado de brindar por Alicia con dos botellas de vino espumante que habíamos comprado en Dalcahue, por lo que las abrimos después de la cena. Luego sacó Jeanette su guitarra y nos demostró otra de sus cualidades tocando algunas canciones tradicionales chilenas y locales de Chiloe que tenía en su repertorio.
Lunes 21 de marzo y fin del verano en el hemisferio sur. Habíamos decidido ir a ver las pinguineras en la cercanía de Ancud y logramos convencer a Jeanette de que fuera también. Al ser seis necesitamos dos autos por lo que salimos con la camioneta de René y el auto nuestro. Había un tramo de 5 kilómetros de ripio entre Tenaun y Quemchi por lo que nosotros salimos antes en el autito para ir lo más despacio posible. Pasamos luego por Ancud y seguimos hasta un restaurante conocido por René que servía curanto. Llegamos justo en el momento en que lo estaban por destapar y lo observamos junto con un grupo grande alemanes que habían venido en dos camionetas y estaban cámara en mano para fotografiar y filmar el evento. Isabel fue la única que comió el curanto pues el resto queríamos comer salmón, que estaba muy bueno. Me pareció por otra parte que era una exageración de comida que servían en el curanto. De allí a las pinguineras era un trayecto muy corto y pintoresco. Los autos se bajaban a la playa de arena firme y despues de estacionarlos caminamos hasta la orilla del mar equipados con chalecos salvavidas para subirnos a unos carritos que empujaron hasta la lancha. Embarcamos y nos llevaron a ver los simpáticos pinguinos de Magallanicos y Humbold en varias islas cercanas. Luego regresamos a Tenaún y aun alcanzó René a hacer un tiernísimo asado antes de terminar el día. De pronto eramos doce personas sentadas a la mesa al haber venido los vecinos y otros invitados.
El martes nos levantamos bien temprano para empacar nuestras pertenencias con la idea de emprender el regreso a primera hora. Al no habernos despedido la noche anterior tuvimos que esperar de todos modos a que se levantaran René y Jeanette, quienes no eran nada madrugadores, y terminamos saliendo pasadas las nueve, después del desayuno. Asi dejamos a los dueños de casa y al simpático e inteligente Scutter (su fox terrier), y emprendimos la vuelta con un día nublado y bastante niebla. Esta vez no cometimos el mismo error y dimos una vuelta más grande pasando por Ancud pero con rutas pavimentadas hasta llegar hasta Chacao que era el pueblo desde donde salía el trasbordador hacia Parguá. Tuvimos la suerte de llegar al trasbordador cuando estaba a punto de zarpar y fuimos los últimos vehículos que subieron. Vimos algunas toninas durante el corto cruce, y cuando llegamos a Parguá tomamos la autopista 5 en dirección al norte cuando ya no había rastros de la niebla. Nuestra meta era El Frutillar y al llegar al pueblo a orillas del lago Llanquigue vimos el magnífico espectáculo del volcán Osorno como fondo. En la costanera encontramos un restaurante para almorzar y decidimos continuar hacia Osorno para hacer algunas compras. Tenía programado un shopping en el gps y todo parecía facil hasta que encontramos una avenida cerrada pero después de unas cuantas vueltas dimos finalmente con el centro comercial. Poco antes de la puesta del sol partimos hacia la frontera con Argentina y se hizo de noche cuando pasamos Entre Lagos. Queríamos pasar la noche en Aguas Calientes, aunque yo no tenía en claro si había algún tipo de alojamiento. Por suerte nos encontramos con un complejo de cabañas y había lugar. En cuanto nos instalamos en una cabaña para cuatro personas nos apresuramos a ir al restaurante a cenar pues faltaba poco para que cerrara la cocina.
El costo de la cabaña incluía el ingreso a la piscina de aguas termales, por lo que Alicia y yo pasamos por alto el desayuno del día miércoles, nos colocamos los brazaletes correspondientes y fuimos a la pileta. El agua estaba muy caliente y recomendaban no quedarse más de diez a quince minutos por vez. Disfrutamos mucho con ese baño, y después de un rato retornamos a la cabaña bajo una persistente llovizna para empacar nuevamente y continuar a la frontera, que no estaba a más de 30 kilómetros de distancia. Hicimos todos los trámites con mucha rapidez pues muy poca gente cruzaba a la Argentina mientras que muchos vehículos querían ir en dirección inversa. No hubo tampoco problemas con la aduana, convencidos los aduaneros de que continuábamos directo al Uruguay, aunque tampoco traíamos nada que excediera la franquicia. El mal tiempo quedó en Chile ya que se abrieron las nubes y la Argentina nos recibió con sol. Almorzamos en Villa La Angostura antes de continuar a Bariloche y llegamos a la casa de Elsa y Cacho como a las cinco de la tarde. Alicia y yo nos instalamos nuevamente en el garage que continuaba listo para recibirnos. Poco antes de nuestra llegada el auto de Cacho había sido chocado por otro vehículo que no había respetado la prioridad en una rotonda. A causa de ese incidente tenían que suspender su proyectado viaje a Chile de la semana siguiente.
24 de marzo, día en que se recordaba el 40 aniversario del golpe de estado que derrocó a la presidente argentina María Estela Martinez de Perón. También era el día en que el presidente norteamericano Obama hacía una breve pasada por Bariloche. Después del desayuno bajamos los cuatro al centro a pasear y hacer compras. En la calle Mitre nos encontramos con una manifestación con bombos y todo que marchaba hacia el centro cívico que había congregado a buena cantidad de gente. Regresamos a almorzar los deliciosos ñoquis alemanes con salsa de hongos que habia preparado Elsa. A la tarde queríamos ir a tomar el te a Paila-Co y para allá fuimos en los dos autos uruguayos. La ruta estaba sembrada de uniformados vigilando el tráfico e incluso había horarios en que la iban a cortar ya que Obama estaba en el hotel Llao-Llao. El te estuvo excelente como siempre, y dejamos el lugar cuando estaban por cerrar. También cortaban la ruta a las ocho de la noche pero antes de esa hora estábamos de regreso en la casa. Esa noche vimos el partido de futbol entre Argentina y Chile por las clasificatorias del campeonato mundial del 2018 en Rusia, que dominó Chile pero ganó Argentina por 2 a 1.
Hilian e Isabel habían decidido partir de regreso a Uruguay el viernes por la mañana y nos levantamos bien temprano para despedirlos. Después del desayuno nos mudamos al dormitorio chico con nuestras cosas y luego desarmamos y guardamos las camas del garage bajo la batuta de Cacho. Hablé con Karin, que estaba en la cabaña de Alicia desde el miércoles, y que me contó que todos estaba bien y que estaba disfrutando junto con Eva de su estadía en Miramar. Yo había propuesto hacer una excursión al cerro Otto, subiendo con el telesférico y continuando luego desde la confitería hasta la piedra de Hausburgo por la picada de la ladera sur del cerro. El día estaba nublado, con viento del este y con mucha ceniza en suspensión. A causa del viento era condicional el funcionamiento del telesférico, pero pudimos subir sin problemas. Cuando salimos del complejo para hacer la caminata nos encontramos con que estaba cerrada la picada aparentemente a causa de las condiciones meteorológicas, aunque no nos quedó muy en claro todo el asunto. Nos consolamos dando una vuelta por el lugar admirando el paisaje, y sentándonos luego en la confitería giratoria a merendar. La confitería alcanzó a dar dos vueltas antes de que dejáramos la mesa e iniciáramos el descenso con la góndola. A la noche queríamos ver el partido de Uruguay con Brasil por lo que regresamos a la casa. Hilian nos mandó un mensaje diciendo que habían llegado a Chacharramendi y que se habían alojado en el hotel que habíamos visto a la venida. Solo lo encontraron aceptable por el precio de 500 pesos por habitación. El partido que vimos antes de acostarnos terminó empatado 2 a 2 a pesar del amplio dominio brasileño.
El sábado de pascua era también el día en que culminaba la fiesta del chocolate, que esta vez consistió en armar una larga mesa de 150 metros cubierta con chocolate en el centro de la calle Mitre, con vallas a ambos lados, y con miles de personas apretujadas en las dos veredas esperando el momento en que iban a repartir chocolate a la multitud. Allí estuvimos también con Elsa y nos plantamos cerca de una de las entradas. El reparto fue bastante ordenado pues dejaron entrar a la gente en fila y una cantidad de voluntarios entregaron dos tabletas de chocolate en mano a cada persona. Luego regresamos a la casa a buscar a Cacho y nosotros los invitamos a almorzar por lo que fuimos hasta pasar el puente del rio Ñireco al restaurante La Cruceta. Al regreso paramos fuera de la heladería Grido y para nuestra sorpresa descubrimos que la placita que estaba cruzando la calle y en la que nos sentamos a comer el helado era la plaza Republica del Uruguay, con busto de Artigas y todo. Compramos también un kilo de helado para llevar a la casa de Lucia dado que festejaban el cumpleaños número 2 de Tamara, su hija menor. Alicia había tenido problemas con una muela cuando estábamos en el restaurante y tuvimos la suerte de que la dentista de Elsa se encontraba en Bariloche y pudiera atenderla en el momento. Después de resolver ese problema fuimos a la casa de Lucia y allí nos encontramos también con la tia Ellen y Andrés, y mis primos Eleonor y el Chule. A la noche queríamos ir al cine con Elsa y para allá fuimos para encontrarnos con que no había ya entradas para la película que queríamos ver, por lo que volvimos a la casa con la cola entre las piernas.
Domingo de pascua. Al estar roto el auto de Cacho lo llevamos temprano al templo con el nuestro y luego de cargar nafta buscamos una panadería abierta en un Bariloche desierto para llevar facturas a la casa y compartirlas con Elsa. El auto estaba cubierto con mucha tierra por lo que dediqué luego la mañana a lavarlo, y recuperó bastante el aspecto que tenía en el momento de comprarlo. Elsa nos preparó un muy buen almuerzo de salchichas y chucrut, y después partimos hacia Llao Llao para hacer una caminata por un muy lindo sendero en el bosque donde entre otras especies había muchos arrayanes, algunos de ellos con troncos de formas muy especiales. Llegamos a la orilla del lago Moreno donde mateamos un rato y luego dimos una vuelta por la orilla del lago disfrutando del magnífico paisaje. Era hora de volver pues le había dado una media promesa al Chule de saludarlo en su casa. Dejamos el auto al pie de la muy empinada última subida y compartimos un rato con el Chule. Ya casi de noche regresamos a la casa a cenar.
Lunes 28 de marzo y cumpleaños número 70 de mi hermana. Alicia le regaló una pulsera al levantarlos y a Elsa le encantó. Llevamos luego a Cacho a las oficinas de la companía de seguros para que iniciara el trámite de reparación del auto y después fuimos nosotros hasta la librería Cultura para comprar un vale de regalo para regalarle a Elsa. De pasada saludamos a los tíos, y luego subimos hasta la casa para ultimar los preparativos de viaje pues teníamos planeado salir hacia Esquel. Cacho había regresado y tenía que pasar por un taller a sacar turno por lo que cargamos el equipaje en el auto y fuimos todos para allá. El turno que consiguió era recién para el 9 de mayo por lo que tendrían inmobilizado el vehículo por un buen tiempo. Arrancamos hacia el sur por el camino de circunvalación, y cuando pasamos por el lago Gutierrez lo vimos hecho un espejo perfecto, como no recordaba haberlo visto antes. Hubo muchas fotos del espectáculo desde un mirador antes de continuar viaje. A la entrada al Bolsón paramos para almorzar en la cervecería del mismo nombre y allí se nos unieron Tamara y Miguel. Ya habían almorzado, pero Tamara se empeñó en que quería comer flan casero. Como no había allí fuimos a un restaurante del centro donde tampoco había por lo que continuamos a Jauja, donde tampoco tenían por lo que terminó comiendo otro postre. Queríamos seguir viaje a Esquel de modo que nos despedimos y continuamos hacia el sur. La ruta pasaba por Epuyén, una zona muy pintoresca, para salir luego a la precordillera donde recorrimos kilómetros de tierras de Benetton, con enormes extensiones de pinos plantados, antes de internarnos nuevamente entre cerros al acercarnos a Esquel. Elsa tenía la dirección de la casa de la hermana de Ivano, donde él estaba parando junto con su esposa Erica y pasamos a saludarlos. Nos dieron datos de una hostería pero estaba completa, de modo que seguimos buscando en el pueblo y dimos rápidamente con el hotel Plaza Esquel (www.plazaesquel.com.ar) en el centro, donde había lugar para quedarse dos noches. Después de alojarnos salimos a caminar buscando un restaurante en las cercanías y dimos con uno que entre otras cosas ofrecía pescado que pedimos Alicia y yo. A esa altura estábamos bastante cansados por lo que volvimos al hotel a dormir.
La primer salida del martes después del desayuno fue caminar a la dirección de turismo de Esquel a recabar información. Luego continuamos hasta la estación de tren de donde partía "La Trochita", el tren de trocha angosta que antiguamente unía Ingeniero Jacobacci con Esquel con un recorrido de 400 kilómetros y abasteciendo a innumerables poblados a lo largo de su traza. Ahora era un tren turístico que salía dos veces por semana de Esquel y llegaba a la estación nahuel Pan, a poca distancia. No vimos el tren pues ya había partido, pero si pudimos apreciar la estación original y una nueva muy elegante y vistosa al lado de la anterior. Ya de regreso al hotel partimos los cuatro hacia Trevelin, a 25 kilómetros, donde la primer parada fue nuevamente la dirección de turismo donde nos dieron buena información sobre paseos en la zona. Nos hicimos de empanadas en un negocio del pueblo y luego continuamos hasta el complejo hidroelectrico Futaleufu, que abastecía de energía eléctrica a la planta de aluminio de Aluar sobre la costa atlántica. Después de llegar a la entrada al complejo había que tomar un camino de tierra que comenzaba recorriendo el río Futaleufú hasta encontrar un imponente paredón de más de 100 metros de altura que era el dique. Desde allí continuaba un zig-zag en ascenso muy bien hecho que llegaba hasta el tope del paredón y allí se abria un magnífico paisaje con el lago artificial rodeado de cerros. Cruzando el paredón iniciamos el descenso hasta la planta generadora donde cada hora había visitas guiadas, y una muy eficiente guia nos monstró en detalle la construcción de la represa y la sala de máquinas. Queríamos ver también el lago Futalaufquen, en dirección a Cholila y asfaltado hasta encontrarse con el lago. Un enorme incendio había hecho estragos en los bosques de la zona, pero habían logrado salvar las viviendas de la villa Futalaufquen incluida la intendencia de Parques Nacionales. No muy lejos estaba el Molino Nant Fach, convertido en museo, que exhibía elementos utilizados por los colonos galeses, incluido un molino a vapor original que habían logrado poner en marcha. Queríamos visitarlo pero como implicaba exponer el auto a un recorrido largo por caminos de tierra en dudoso estado, decidimos dejarlo para otra ocasión y regresar a Travelín donde ibamos a probar el té galés en la casa de té Nain (abuela) Maggie (www.casadetenainmaggie.com). No nos pareció nada espectacular, incluso un poco sobreactuda la presentación, además de caro, pero nos gustó mucho la torta galesa que estaba incluida entre las tartas que ofrecían. Como detalle curioso, la tal Maggie había sido en vida la partera de la zona y había traido al mundo a la hermana de Ivano. Esa noche había partidos de futbol por las eliminatorias del campeonato mundial, y llegamos al hotel a tiempo de ver el partido de Argentina contra Bolivia. Uruguay jugaba también pero no lo pasaban.
El miércoles por la mañana desayunamos en el hotel y luego partimos de regreso a Bariloche. La lluvia comenzó cuando pasamos por Epuyen, pero solo tuvimos agua de a ratos. Habíamos decidido no parar en el Bolsón a saludar a Miguel y tamara, pero paramos para cargar nafta e ir al baño. Cuando llegamos a Bariloche nos llamó Tamara contando que ellos estaban al mismo tiempo en la estación de servicio y vieron a Elsa de lejos. Cuando quisieron encontrarse con ella la perdieron de vista en el caos de vehículos y no nos viron a nosotros tampoco. Después del almuerzo tardío en bariloche bajamos Alicia y yo al centro para despedirnos de Ellen y Andrés además de hacer algunas compras de provisiones para el viaje de regreso al Uruguay. También dijimos adiós a Andrea y David, y mi prima Eleonor vino a despedirse a la casa de Elsa. La cena fue muy frugal y Cacho comenzó a sentirse mal, tal vez a consecuencia de todos los excesos que no eran buenos para él. Por suerte no pasó de ser una descompostura fuerte y la promesa de cuidarse nuevamente de allí en adelante. Nosotros dejamos el equipaje casi listo para la partida antes de irnos a dormir.
Al día siguiente nos levantamos bastante temprano y desayunamos con Elsa y Cacho antes de partir de Bariloche con las primeras luces del día. El sol salió cuando llegamos al anfiteatro, y durante todo el trayecto hasta confluencia Traful tuvimos el pintoresco espectáculo del rio Limay envuelto en vapor a causa del frío mañanero. Las únicas paradas fueron para cargar nafta e ir al baño, y en Neuquén tomamos la circunvalación sin problemas. Aun no estaba terminado el empalme con la ruta a Centenario pero había una calle asfaltada en regular estado que terminaba en esa ruta. No era posible girar a la izquierda pero a pocos metros hacia la derecha había un giro con semáforos para retomar hacia Centenario. Pasado el pueblo paramos en la ruta para comprar fruta en un puesto bastante miserable, que tenía un baño aun más pobretón. Cuando llegamos a Chacharramendi era aun de día y faltando cien kilómetros para llegar a General Acha decidimos seguir. Por suerte había aun lugar en el conocido hotel Traful, donde nos dieron una habitación que tenía una gigantesca cama doble, bastante más ancha que larga. También fuimos a cenar al ya bien visitado restaurante El Corral, a pocas cuadras del hotel. Esa noche tuvimos una fuerte tormenta eléctrica y un diluvio, con algo de granizo. El auto estaba en la cochera, con una media sombra sobre su cabeza, por lo que no pasó de mojarse.
la mañana del viernes era bastante gris en General Acha pero la lluvia había parado. Desayunamos en el hotel y al igual que la mayoría de los huéspedes partimos ni bien terminamos el desayuno. La lluvia volvió después de pasar Santa Rosa y nos acompañó el resto del viaje. Entramos en Pehuajó para ver la estatua de homenaje a Maria Helena Walsh, que resultó ser una tortuga mucho más pequeña que la de la ruta pero de bronce, muy bien hecha y ubicada en un hermoso parque del centro. Sabiendo por Hilian que había un hotel bueno en Suipacha decidimos entrar allí cuando ya había llegado la noche. Estaba sobre la calle que salía a la ruta pero no lo vimos de entrada al estar escondido en el primer piso de una galería comercial. El hotel Alto Suipacha (www.altosuipacha.com) era ciertamente bueno y la empleada recordaba a Hilian pues el había quedado bastante disgustado al no poder utilizar su tarjeta. La muchacha nos recomendó un restaurante llamado "La Gringa" sobre la plaza central. Caminando hacia allá nos encontramos con una hermosa iglesia, también sobre la plaza. Tuvimos que hacer un poco de tiempo pues era aun temprano y la cocina del restaurante no había abierto aun. Valió la pena la espera pues la comida era excelente. En el hotel en cambio, hubo que esperar una eternidad a que el agua saliera caliente y la temperatura dejaba mucho que desear.
Otro problema del hotel fue que a la mañana del sábado no estaba lista la factura e inexplicablemente tuvimos que esperar bastante a que saliera. Respecto al agua nos aclararon que tenían problemas con uno de los termotanques. Sea como fuera, dormimos bien esa noche y partimos descansados para hacer el último tramo del viaje. Sin pensarlo dos veces programé el gps para ir a Piriápolis y no me dí cuenta que no tenía en cuenta la cortada por San Andrés de Giles. Asi fue que pasamos de largo la salida, y terminamos en Luján donde tomamos el acceso oeste y en cuanto pudimos subimos a la autopista que iba a Zárate. Esa autopista estaba en bastante mal estado pero por suerte había muy poco tráfico ya que continuaba la lluvia, a veces bien copiosa. A la una de la tarde cruzamos la frontera en Fray Bentos, sin otros autos delante, y haciendo los trámites migratorios sin siquiera bajarnos del auto. La aduana uruguaya se mostró bastante indiferente con nuestro equipaje y asi entramos al territorio uruguayo. Queríamos pasar a saludar a Mayari en Santa Lucia y nos quedamos un buen rato mateando con ella antes de seguir viaje. No teníamos inconvenientes en continuar de noche pues la ruta desde Santa Lucía hasta Atlántida estaba muy bien marcada y la autopista desde Atlántida hasta Piriápolis estaba mejor marcada aun. A las nueve de la noche llegamos a la cabaña, habiendo hecho un hermoso viaje de 24 días y recorrido más de 7000 kilómetros en tres paises que el auto hizo sin un estornudo.