27 de Diciembre 2015
El domingo era el día de nuestro retorno al Uruguay, y yo había prometido a Gabriel ir a verlo temprano a su departamento. Justo cuando me iba a ir vió Alicia que no estaba su billetera y la ayudé en la búsqueda. Se suponía que estaba aun en la mochila de Ikea que habíamos utilizado el día anterior y al revisarla me di cuenta que habíamos sido víctimas de un hurto pues la mochila tenía un tajo que seguramente le había hecho un hábil carterista sin que me percatara la noche anterior en la calle Corrientes. Tuve que cancelar mi visita a Gabriel y fuimos caminando a la comisaría de la avenida Juan de Garay a hacer la denuncia. El agente de la garita de entrada nos dijo que correspondía ir a la comisaría de Reconquista y Lavalle ya que el hurto había sido aparentemente en el area de cobertura de esa dependencia. Con un taxi fuimos hasta allí y en la guardia nos atendió un agente bastante prepotente y muy poco amable que nos salió con que la denuncia había que hacerla en la otra comisaría ya que era el área donde habíamos descubierto que nos habían robado. Quedamos sorprendidos ante la contradicción de la información entre comisarias y este agente nos aclaró que el de la garita no sabía nada y podía decir cualquier cosa. Finalmente aceptó que hiciéramos una denuncia por extravío después de abonar 10 pesos y regresamos nuevamente en taxi a San Telmo a armar las valijas pues Agustín vendría a las diez y media a buscarnos. Apareció con Daniela y Camilo, y en el camino se nos unió Gabriel que venía en la bicicleta. Al hacer el check-in para embarcar el empleado se negó a darnos tarjetas de embarque alegando que Alicia había entrado con cédula de identidad y solo podía salir con ese mismo documento, a pesar de tener su pasaporte sueco. Fuimos al mostrador de migraciones a asesorarnos y nos dijeron que Alicia podia perfectamente salir con el pasaporte pues teníamos sellado en un papel su ingreso al pais el 23 de diciembre. Vuelta al mismo empleado que esta vez no puso objeciones y nos dió las tarjetas de embarco. El trámite de migraciones fue también sencillo, simplemente anotaron en el pasaporte de Alicia que había ingresado con cédula de identidad. Cuando llegamos a Colonia nos subieron a un destartalado ómnibus para seguir a Montevideo y encontramos asientos al fondo, sobre el motor y al lado del baño. Pese al aire acondicionado hacia bastante calor allí. Nos quedamos en Tres Cruces el menor tiempo posible y continuamos con un ómnibus de Copsa hasta la cabaña donde llegamos poco antes de la puesta del sol. La casa era un horno pero estaba en perfectas condiciones y despues de ventilarla mejoró mucho la temperatura. Nos sentamos a cenar en la galeria protegidos por un par de espirales
Lunes 28 de diciembre. Nos despertamos sin agua, aparentemente a causa de que se habían tapado los filtros en las tomas de la laguna El Sauce por no haber sido limpiados como correspondía. Al rato comenzó a venir y por las dudas llené la fuente azul grande además de regar nuestra huerta lo que fue una medida acertada pues al rato se cortó de nuevo y no volvió a haber agua ese día. Era nuevamente un día muy caluroso, y aunque teníamos varias cosas que hacer en Piriapolis nos acobardaba el sol y recién salimos a media tarde. Alicia tenía que solicitar una nueva tarjeta de crédito y para ello fuimos al banco, pero como no llevaba ningún documento no pudo iniciar el trámite en ese momento. También pidió turno en un Habitab para hacerse una nueva cédula de identidad y solo logró encontrar uno con fecha cercana en el registro civil de San Carlos, el miércoles a las nueve de la mañana. Luego fuimos hasta el supermercado Devoto y compramos todo lo que necesitábamos para los dias en que tendríamos a Viktoria y Matias de visita, además de un ventilador para su habitación. Pedimos entrega a domicilio y de allí nos dirigimos a la comisaría para que hacer la denuncia de extravio modelo uruguayo. Ya se estaba haciendo de noche, y como Morales estaba abierto pasamos a comer pizza. Al no haber agua no servían allí pero nos llevamos las pizzas y una cerveza a la cabaña. Armamos la cena en la galería y nuevamente con la ayuda de un par de espirales los mosquitos nos dejaron tranquilos. Al día siguiente por la tarde iban a llegar los chicos desde Buenos Aires.
La buena noticia del martes por la mañana fue que habíamos recuperado el agua, especialmente teniendo en cuenta que esperábamos a Viktoria y Matias. Alicia tenía que ir al banco a tramitar una tarjeta nueva y fue para allá en bicicleta mientras que yo fui caminando hasta la terminal de ómnibus. Los chicos llegaron con cierto atraso y volvimos a la cabaña con el taxi del Vasco. Hicimos una picada con cerveza en la galería y luego fui hasta la casa de Vicente a buscar la bicicleta que me había prometido en alquiler. Se hizo tarde para bajar a la playa, pero desde la casa vimos una espectacular puesta de sol con un cielo nublado que tomó un magnífico color rojo. Cenamos nuevamente en la galería y cuando nos comenzaron a correr los bichos nocturnos entramos al living para hacer honor a una sandía que habíamos comprado el día anterior.
Tal como estaba anunciado, el miércoles a la mañana comenzó la lluvia. Alicia y yo nos levantamos a las cinco y media pues ella tenía que estar en San Carlos a las nueve para hacerse una nueva cédula de identidad. Salió en bicicleta a la terminal de ómnibus para tomar un Guscapar a Maldonado y combinar con otro micro a San Carlos. Por momentos tuvimos lluvia bastante intensa pero los chicos y yo pudimos desayunar en la galería. Alicia regresó bien empapada con su flamante cédula de identidad con chip incorporado y todo. A la tarde mejoró el tiempo y los chicos bajaron a la playa. Nosotros fuimos también para hacer una caminata por la costa, y luego me aboqué a preparar los falafel para la cena. Con el medio kilo de garbanzos secos que habíamos comprado salieron sesenta falafel que esta vez quedaron muy bien y además no se deshacían al freirlos. Los acompañamos con rapiditas, tomate, lechuga y una salsa alioli.
Jueves 31 de diciembre del año 2015. La mañana estaba fresca y desayunamos en la cocina. Viktoria quería dar una vuelta por el hipermercado Devoto y teníamos que hacer algunas compras también por lo que salí con ella en bicicleta para allá. El Devoto estaba abarrotado de gente y pese a ser grande había congestión de carritos. Demoramos un buen rato en salir de allí y nos dirigimos a la heladería El Faro, nuestra favorita, que sorprendentemente estaba cerrada. Por suerte pude conseguir helado en el Devoto más cercano a la casa, la sucursal que solo abría en verano. Los chicos fueron luego a la playa y nosotros continuamos con los preparativos de la cena de año nuevo. El pavo fue temprano al horno pues requería más de tres horas. Todo estuvo listo para cenar pasadas las nueve. Alicia había hecho unos huevos rellenos muy sabrosos y el pavo salió exquisito, tierno y jugoso. Lo acompañamos con puré de manzanas, una combinación perfecta. De postre atacamos el helado de Conaprole que había comprado ese día. A la tarde había ido a pedirle la escalera a Osvaldo y cerca de la medianoche subimos los cuatro al techo con copas y vino espumante para recibir el año allí observando el espectáculo de los fuegos artificiales. La luna nos premió también con su salida poco después de medianoche.
Comenzó el año 2016 con un lindo día de sol. Como es habitual en esta fecha fue un día de descanso y para la tarde invitamos a Osvaldo y Yolanda para que vinieran a compartir un asado tempranero con nosotros. Armamos la mesa del lado de la cochera para estar al fresco y escapar del sol. Los chicos habían ido antes a pasar un rato a la playa, y cuando regresaron comenzamos con el asado. Yolanda trajo una bondiola para la parrilla y también una excelente torta de zanahorias. Alicia hizo ensalada de fruta para el postre y no faltó el vino espumante para un nuevo brindis. Cerca de la medianoche me llamó la señora Nidia para confirmarme que podía retirar el auto alquilado al día siguiente a las diez de la mañana.
A las diez en punto del sábado estuve en la agencia en Piriápolis para retirar el auto alquilado y cuando regresé a la cabaña juntamos sillas playeras, la conservadora y la matera y partimos hacia el este por la costa. Ya había congestión en la rambla de Piriápolis a raiz de la invasión de turistas por lo que demoramos en pasarla, y luego continuamos hacia Punta Colorada y Punta Negra bordeando el agua. Después salimos a la ruta interbalnearia y poco antes de Maldonado dejamos la autopista para internarnos por un camino interior buscando la chacra turística Lapataia que nos habían recomendado Osvaldo y Yolanda. Cuando la encontramos pudimos constatar que estaba cerrada aun pues abría recién a las tres de la tarde, Entonces regresamos al mar e hicimos un rato de playa en Punta Ballena. Había un sol muy fuerte pero el agua estaba muy fría. Ya teníamos mucho apetito y decidimos ir a almorzar al restaurante Volver en Maldonado que ya habíamos visitado anteriormente Alicia y yo. Comimos muy bien allí y luego continuamos hacia la barra de Maldonado salteando Punta del Este. Asi y todo encontramos congestión y avanzamos muy lentamente hacia Jose Ignacio. Nuestra intención era llegar hasta la laguna Garzón y conocer el puente recién estrenado. Era una construcción muy original pues cada uno de los dos carriles tenía forma de semicírculo completando entre ambos un círculo perfecto. Dada la hora decidimos emprender el regreso desde allí y nuevamente bajamos a una playa para aprovechar un poco más del sol poniente. En la ruta en dirección a Piriapolis era infernal la cola de autos y como avanzábamos a paso de tortuga la dejamos en cuanto vimos un desvío hacia el interior hasta la ruta 9 por lo que completamos el paseo con un hermoso paseo por la campiña pasando por San Carlos y Pan de Azucar. Llegamos a Piriápolis justo a la puesta del sol y después de refrescarnos un poco fuimos a cenar a la pizzeria Morales. Alicia se había enterado que había un circo en el parque del castillo de Piria que tenía función a las nueve y media de la noche y para allá fuimos. Llegamos justo para el comienzo de la función y vimos un excelente espectáculo de acrobacia combinado con mucha comicidad. Con muy pocos recursos los cuatro artistas nos atraparon a todos. El pago era voluntario al final de la función cuando pasarpon la gorra. Antes de regresar a la cabaña subimos con el auto al cerro San Antonio para ver el espectáculo de la ciudad iluminada desde la altura.
El domingo 3 era el último dia de la estadía de los chicos y nos sorprendieron armando el desayuno en la galería. Luego devolví el auto en Piriápolis y regresé con la bicicleta que había dejado depositada en el local. Los cuatro bajamos un rato a la playa y volvimos a la casa a comer un almuerzo con restos de comidas de de los días anteriores. Antes de almorzar le llevé la bicicleta alquilada a Vicente y como no lo encontré en su rancho quedé debiendole el importe del alquiler. Habíamos pedido al Vasco que viniera con su taxi a buscar a los chicos a las dos y media de la tarde y apareció diez minutos adelantado. Los chicos no estaban aun listos y el vasco tuvo el descaro de amenazar con que se iba a ir pues tenía otros clientes que lo esperaban. Lo convencimos de que esperara y asi nos despedimos a la apurada de los chicos. A raiz de la prepotencia del vasco decidimos que prescindiríamos de sus servicios en el futuro. A la tarde bajamos Alicia y yo nuevamente a la playa con nuestras sillas playeras y el mate, y nos encontramos con Osvaldo y Yolanda. El cielo se habia encapotado y soplaba viento por lo que se puso bastante fresco y antes de la puesta del sol regresamos a la cabaña. A la noche cenamos algo en la galería, sintiendo la ausencia de los chicos.
Lunes 4 de enero. Evidentemente necesitamos descansar pues nos despertamos cerca de las diez con el ruido que hacían Andrés y su ayudante preparando sus cortadoras de pasto. El día se presentaba pesado y lo sentí cuando fui hasta la casa de Vicente a pagarle el alquiler de la bicicleta. Al regreso cargué dos bidones de agua en mi bicicleta y llegué bien transpirado. Pasamos el resto del día haciendo diversas tareas en la cabaña y esperando la tormenta eléctrica y la lluvia que nunca llegó.
El ruido del martes por la mañana no fue el de las cortadoras de pasto sino de una topadora y un camión que aparecieron en nuestra calle. Vimos que habían comenzado a desmalezar lo que sería en el futuro la vereda opuesta a la cabaña y le pregunté al maquinista cuál era el plan. Me dijo que lo habían mandado a desmalezar esa parte hasta la cabaña, donde terminaba la calle, pues después de enero iban a venir a abrir la calle. Por suerte se salvaron por ahora dos arbolitos cercanos a la cabaña. Nosotros fuimos a Piriápolis de compras bajo un sol muy pesado, y nos encontramos con supermercados abarrotados a raiz de que al día siguiente se celebraría reyes. Las colas para sacar dinero de los cajeros eran infernales pero por suerte se podía pagar con tarjeta. Las compras en El Dorado fueron grandes y pedimos entrega a domicilio que llegó justo cuando regresamos a la casa. Había amenaza de tormenta pero se disipó y cayó notablemente la temperatura cuando comenzó a soplar fuerte del sudeste. Bajamos a la playa a caminar y observar el fuerte oleaje, y Alicia se dió un chapuzón también. Al regreso pasamos por la casa de Osvaldo y Yolanda a retirar aceite de oliva y queso que habían comprado el sábado anterior en la feria. Yolanda nos obsequió también dos paltas gigantescas pues tenía una cantidad que le había regalado una señora amiga que tenía un arbol muy productivo en su casa de Montevideo.
6 de enero, día de Reyes y feriado en Uruguay. A iniciativa de Alicia nos regalamos un libro, Tango del Viejo Marinero, de Mario Delgado Aparain. Yolanda y Osvaldo nos habían invitado a compartir la cena con ellos, y nos propusimos hacer una torta de zanahorias para llevar como contribución. Nos costó encontrar ingredientes para la crema de cobertura pero finalmente logramos armar algo y quedó presentable. Yolanda hizo rollos de primavera vegetarianos que estaban excelentes, nos quedamos de sobremesa hasta la una de la mañana. Al día siguiente por la tarde iba a llegar Lucia, la sobrina de Alicia, con su novio Federico para pasar el fin de semana con nosotros.
El jueves se ofreció Yolanda a llevar a Alicia con el auto hasta la municipalidad para pagar la contribución anual y vino a buscarla a media mañana para hacer el trámite que demoró lo suyo debido a las cola con que se encontraron. La tarde estaba linda y bajamos a la playa con las sillas donde nuevamente nos encontramos con Yolanda y Osvaldo. También hicimos una caminata costera bordeando el mar y estando muy cerca de la parada diez nos quedamos hasta que aparecieron Lucia y Federico con el colectivo. Habían traido una bicicleta con la rueda delantera desarmada para que entrara en la bodega y después de armarla volvimos a la cabaña. Cenamos con tallarines de albahaca que Alicia había comprado en lo de Uriel.
El anochecer del día anterior había sido muy lindo pero el viernes comenzó nublado con amenaza de lluvia. Tuvimos un chubasco breve pero luego fue mejorando y los chicos salieron a hacer algunas compras en una proveeduria del barrio, con pasada por la playa incluida. Lucia había traido una tarta de jamon y queso que fue nuestro tente en pie del día y ya con una tarde soleada bajamos todos nuevamente a la playa. Nuestro plan culinario era hacer falafel para la cena, a lo cual me aboqué cuando regresamos a la cabaña a la puesta del sol. Tuve exito nuevamente con los falafel, que no se desarmaron durante la fritanga, y a nuestros invitados les gustaron mucho.
Alicia habia pedido a Yolanda ir con ellos en el auto a la tradicional feria de los sábados, y allí aprovechó para comprar fruta, verdura, queso y pescado, además de unas tartas para el almuerzo. Lucia y Federico bajaron a la playa en cuanto se levantaron ya que era un hermoso día de sol, y a la tarde hubo otra sesión de playa de la que participamos nosotros también. Había mar de fondo que hacía romper olas muy grandes para regocijo de Alicia. Cuando regresamos a la cabaña comencé con el asado mientras que los chicos iban a la terminal de Piriapolis a comprar sus pasajes de regreso para el día siguiente a la noche. El asado lo comimos en la semioscuridad de la galería sin que nos molestaran mayormente los bichos nocturnos.
10 de enero y cumpleaños de Cacho, festejado seguramente por Elsa en algún lugar del sur de Chile. Lucia y federico tenían previsto su regreso a Montevideo a las ocho de la noche. Temprano por la mañana bajaron a la playa y regresaron para almorzar. El sol se fue cubriendo no obstante lo cual fueron nuevamente a la tarde y nosotros nos unimos a ellos a matear un rato ya con un cielo cubierto y amenazante. Alicia se dió nuevamente un baño en el mar antes de regresar a la cabaña cuando comenzaron a caer las primeras gotas. El plan era ir todos caminando a la terminal de ómnibus y equipados con capas de lluvia salimos a eso de las seis y media de la tarde. La terminal estaba abarrotada como nunca de gente y de micros. Los chicos tuvieron que sacar nuevamente la rueda delantera de su bicicleta para acomodarla en la bodega del micro. Nos despedimos y partimos de regreso en nuestras bicicletas pasando por el Devoto de la rambla a comprar trampas para cucarachas además de un par de alpargatas para mi que estaba necesitando con urgencia. El frente había pasado y teníamos una muy linda puesta de sol. Johanna contestó finalmente mi mensaje y quedamos en hablar por skype al día siguiente. Karin nos confirmó que trataría de venir con Eva el 30 de enero.
Lunes 11 de enero y primer día en que bajamos temprano a la playa, después que Alicia hiciera su sesión de yoga. Además de las sillas llevé la sombrilla y un libro para tener sombra pues no había una sola nube. Antes del mediodía volvimos a la cabaña donde hice un poco de jardinería mientras Alicia hacía lavado de la ropa de cama que usaron nuestras visitas. Confiaba en tener contacto con Johanna por Skype pero no apareció...A las cinco de la tarde volvimos a la playa con el mismo equipamiento y nos encontramos con Yolanda y osvaldo que estaban con unos amigos. Por segunda vez en el día hicimos la caminata de punta a punta de la playa, y dimos con Juan y su señora. Prometieron traernos pescadilla y efectivamente apareció Helena a la noche con un plato de pescadilla recién frita. Con el pescado acompañamos a los zucchini rellenos de nuestra quinta que preparó Alicia para la cena.
La planeada excursión de compras a Piriapolis del martes no pasó de hacer la lista pues nos acobardó el calor al trepar el termómetro con rapidez a los 32 grados. No había nada urgente por lo que nos quedamos en la cabaña todo el día con los ventiladores en marcha. Logramos comunicarnos también con Johanna que estaba en Torekov y nos mostró a Ellen muy activa, ya con siete kilos y dos dientes listos para salir. A la tarde se levantó mucho viento del oeste y se nubló, pero antes de la puesta de sol vimos una franja de cielo en el horizonte por lo que bajamos a la playa para admirar una de las más espectaculares puestas de sol que habíamos visto. Para la cena teníamos aun una buena cantidad de tallarines de albahca e hicimos un pesto también con albahca de la quinta y almendras tostadas a falta de nueces.
El miércoles tuvimos un día mucho más fresco y con nuestras bicicletas fuimos antes del mediodía a Piriapolis. Comenzamos con Las Victorias donde compramos un barral para colocar cortinas a la puerta balcón, y una mesa baja para el sofá. Pedimos que entregaran lo comprado a domicilio, y luego hicimos lo mismo con las provisiones que adquirimos en El Dorado. El viento era bastante fuerte, ahora del este, pero igual bajamos a media tarde al mar a matear y hacer la habitual caminata de punta a punta en la playa. Volvimos a la cabaña antes de la puesta del sol, que vimos desde la galería de la casa.
Jueves y primer día de este nuevo año en que fuimos a Montevideo. Teníamos una larga lista de cosas por hacer, y la primera de ellas fue cambiar los pantalones cortos que me había regalado Alicia para navidad por un tamaño más grande. Por suerte tenían el mismo modelo y color en la tienda. Luego traté de conseguir mi partida de nacimiento uruguayo, pero resultó qur tenía que haber llevado un papelito que me habían dado en diciembre y no lo tenía conmigo. Quedaría para el jueves siguiente. Más exito tuve en el Palacio del Café y en La Molienda. En la tienda Montevideo conseguimos cortinas para la puerta balcón, completas con argollas. Después de almorzar una excelente pescadilla en Verde acompañada de una cerveza artesanal muy buena fuimos a un negocio donde vendían esa misma cervez y compramos dos botellas. Ya bastante cargados con las compras caminamos hasta Tres Cruces y emprendimos el regreso a Piriápolis a las cinco de la tarde. Alcanzamos a bajar al mar un rato antes de la puesta del sol y Alicia hasta se dió un baño tardío ya con el sol detrás del horizonte. Había sido un día muy caluroso y mientras enfriábamos un poco la casa cenamos en la galería rodeados de espirales que mantuvieron a los mosquitos a prudente distancia.
El viernes a la mañana vino el camión de Las Victorias y nos trajo el barral de la cortina y la mesa baja que habíamos comprado el miércoles anterior. También recibimos un mensaje de Cuiti y Eden, pareja amiga de Alicia, que querían venir a visitarnos a la tarde. Para ofrecerles una torta de zanahorias salí a comprar los ingredientes a una proveeduria del barrio mientras Alicia hacía una limpieza a fondo de la cabaña. La visita llegó a las tres de la tarde y compartimos mate y la torta con ellos. Querían regresar temprano a su casa en Atlántida para evitar el intenso tráfico de la interbalnearia al atardecer, y nosotros bajamos un rato a la playa. Allí encontramos a Osvaldo y Yolanda, y quedaron en llevar a Alicia a la feria al día siguiente a la mañana.
Alcanzamos a desayunar en la galería antes de que Alicia se arrimara a la casa de Yolanda para ir a la feria de los sábados que yo prefería evitar. Me dediqué a lijar y pasar protector al barral de madera que quería montar sobre la puerta balcón para colgar las cortinas. Por suerte habíamos comprado un barral bien largo pues como tenía que atornillar los soportes donde había columnas de galvanizado alcanzó justo. Nos dimos cuenta que ibamos a tener que colocar un soporte adicional en el medio para evitar que se combara el barral, lo que significaba una nueva excursión a Las Victorias la semana siguiente. Me llamó también el carpintero de San Carlos avisando que estaban listos los caballetes, y la tabla con la que queríamos cubrir el lavarropas. Faltaba ver cómo nos ibamos a arreglar para traerlo a la cabaña. A la tarde terminé de colocar el barral y las cortinas en la puerta balcón, que quedaron muy bien. Más luego dimos la habitual vuelta por la playa, a pesar de que se había nublado considerablemente. La playa estaba abarrotada de gente como nunca la habiamos visto antes y los autos estaban estacionados donde quiera que encontraban un lugar.
Pensaba dedicar el domingo a armar los mosquiteros para las tres ventanas que aun no tenían y después de hacer los marcos de madera me ayudó Alicia a colocar la tela mosquitero, tarea bastante dificil para lograr que quedara liso. La tarea llevó buena parte del día, que se presentó bien pesado con un viento bastante caliente. Después de que quedara montado el último mosquitero partimos hacia la playa, que estaba nuevamente abarrotada, aun cuando siempre había lugar para ubicarse. Fue otro día en que la amenaza de tormentas quedara en la nada.
Lunes 18 de enero. Decidimos ir a la carpintería de San Carlos a buscar los caballetes y la tabla que habíamos encargado como tapa del lavarropas. Al no haber colectivo directo a San Carlos dejamos las bicicletas en la terminal de Piriápolis y fuimos a Maldonado donde aprovechamos para ir a una agencia Peugeot con miras a comprar un autito BYD fabricado en China. Lo estuvimos mirando y quedamos en contestar. Luego continuamos con un ómnibus a San Carlos y en la carpintería nos embalaron nuestras compras de la mejor manera posible para el transporte en colectivo. Nos dimos cuenta que no podríamos llevarlas a la casa en bicicleta por lo que después de regresar a Maldonado con los bultos tomamos un omnibus de COT hasta la parada 10 de nuestro barrio, a pocas cuadras de la cabaña. A las cinco y media de la tarde pasaba un micro de Guscapar hacia Piriápolis que pensamos tomar para recoger nuestras bicicletas, pero al salir nos encontramos con Osvaldo y Yolanda que iban a la playa con su auto y nos arrimaron a la terminal. Ya con las bicicletas recuperadas hicimos algunas compras en la ferretería antes de regresar a la cabaña, pasando primero por un vivero donde Alicia compró algunas plantas, una de las cuales tuvo que esperar por no tener cómo llevarla.
Alicia tenía un turno con la dentista de Playa Hermosa el martes a la mañana y justo al salir con las bicicletas llegó Andrés con su ayudante para hacer el corte del pasto que había crecido notablemente. Después de la dentista tomamos calles diversas para regresar a la cabaña, comenzando por el sendero que pasaba cerca del "chorro" al que teníamos como culpable de la colitis del año anterior. Justo en ese momento apareció un auto y los ocupantes sacaron bidones para cargarlos con el agua del chorro. Según ellos estaban utilizando esa agua desde hacia tiempo sin ningún malestar. Decidimos entonces que le daríamos una segunda oportunidad, ante la posibilidad de que no fuera responsable de nuestra enfermedad, aunque en ese momento no teníamos recipientes para cargar agua. Hacia el mediodía escuchamos sirenas en las cercanías y vimos un humo denso que venía de la zona de Playa Grande. Por las dudas fui con la bicicleta a investigar y resultó que el humo era a causa del incendio de una casa precaria de madera que se quemó en su totalidad. Aparentemente estaban usando un soplete para impermeabilizar el techo. Habiendo decidido comprar el auto chino nos encontramos con el vendedor en la heladería El Faro del centro de Piriápolis a firmar el contrato de compra y pagar la seña. El vehículo lo recibiríamos a fines de la semana siguiente o principios de la otra. La tarde estaba hermosa y después de buscar la planta del vivero fuimos nuevamente a la playa donde nos encontramos con Yolanda y Osvaldo.
Después de un frugal desayuno de miércoles fui en bicicleta con dos bidones de 6 litros cada uno a cargar agua del chorro. Por la sequía salía muy poca agua por lo que demoraron un rato en cargarse. Tomé dos vasos de esa agua para ver si me provocaba algún malestar mientras que Alicia no tomó a la espera de los resultados de este rudimentario test. De regreso en la cabaña estuvimos estudiando como hacer una entrada de auto a la cochera pues teníamos una profunda zanja para drenar el agua de lluvia. Finalmente decidimos rellenar la zanja con tierra, que había que encargar, y ver luego si el agua se desviaba por otro lado. El día estaba nublado y era apto para trabajar en el jardín, y recién hacia el atardecer bajamos un rato a la playa. El sol había salido pero hacia el oeste se veía muy nublado y amenazador. Esa tormenta no llegó a nuestra zona. La noche anterior me había olvidado de guardar los restos de una salsa con hongos en la heladera, por lo que tuvimos que tirarla y encontrar una alternativa para la cena. Decidimos ir a cenar a la pizzería de Morales, y luego hicimos una caminata nocturna por las calles de nuestro barrio con una hermosa noche de luna.
Jueves 21 y finalmente conseguí mi partida de nacimiento uruguaya. Esta vez bajamos con las bicicletas a la ruta y las dejamos estacionadas fuera de Los Macaquitos, que también era la parada 9 del colectivo a Montevideo. Era un dia de calor agobiante por lo que tomamos un colectivo urbano en lugar de caminar hasta el registro civil. Había mucha gente haciendo trámites pero el mio se hizo relativamente rápido y obtuve la partida que necesitaba para completar la radicación. No teníamos ganas de quedarnos mucho tiempo en Montevideo por lo que compramos algo de comida para llevar y poco después de las dos de la tarde emprendimos el regreso a Piriápolis. Nuestras bicicletas continuaban sanas y salvas fuera de Los Macaquitos, donde compramos algo de fruta y fiambre. En la cabaña nos encontramos con que habíamos perdido la conexión de internet por lo que hicimos el reclamo antes de ir a la playa. Alli estaban Osvaldo y Yolanda, y nos quedamos hasta la puesta del sol con un horizonte sin nubes. A la mañana habiamos recibido un mensaje de Brenda, la hermana de Alicia, diciendo que había comprado pasaje para venir de visita al Uruguay a mediados de febrero.
El viernes seguíamos sin internet y también sin respuesta a nuestro reclamo telefónico por lo que partimos en las bicis a Piriápolis y fuimos a las oficinas de Ancel donde nos enteramos que se había producido una averia en un cable primario que había afectado a más de cien usuarios entre ellos nosotros, y que la reparación podía llevar varios días de trabajo. Entonces decidimos reactivar nuestra conexión de internet movil para lo cual compramos el chip y una recarga mínima. Luego fuimos a un Habitab donde conseguí un turno para tramitar mi cedula de identidad definitiva en Maldonado para el 10 de febrero y después de unas compras en el Devoto regresamos a la cabaña bajo un sol rajante con una temperatura que andaba por los 34 grados. Fue bastante complicada la reactivación del internet movil y requirió asistencia técnica telefónica, pero finalmemte logramos ponerlo en marcha. Bajamos también a la playa, Alicia decidida a darse un chapuzón en el mar pero nos encontramos con la sorpresa de que la costa estaba invadida por aguas vivas. En el horizonte se avizoraba una tormenta, aunque pudimos ver la puesta de sol este día también.
Algo de lluvia tuvimos durante la noche, suficiente como para no tener que regar al jardín y nada más. A la mañana del sábado fui con la bicicleta y dos bidones de seis litros a cargar agua al chorro y luego comenzamos a preparar la casa y la comida para recibir a Isabel e Illian que venían desde Punta del Este a las dos de la tarde. Habíamos comprado dos arrollados de cerdo en el Devoto para hacer en el horno que resultaron muy sabrosos, acompañados de ensalada rusa y puré de manzanas. La ya clásica torta de zanahorias fue el postre del día. Nuestros invitados se quedaron toda la tarde y justo antes de partir nos propusimos hacer planes para realizar un viaje con los respectivos vehículos a Bariloche con cruce a Chile incluido. Ellos tenían un amigo con casa en la isla de Chiloe que podiamos visitar durante la gira. Eso sería a principios de marzo, después del regreso de los hijos de Alicia a Suecia y de su hermana a España, Significaba que cancelaríamos nuestras reservas de semana santa en San Gregorio de Polanco. Ya de noche hicimos una caminata Alicia y yo por el barrio.
El domingo teníamos planeado ir a la reunión mensual de un grupo de amigos y conocidos de Alicia, que esta vez se hacía en la casa de verano de una de las parejas, en el balneario Jaureguiberry, que quedaba a diez kilómetros de Piriápolis hacia Montevideo. Con un día de mucho sol, que resultó ser el más caluroso del año partimos con las bicicletas antes del mediodía para dejarlas estacionadas en Los Macaquitos y tomar un omnibus de COT hasta una de las entradas al balneario. Luego tuvimos que caminar unas cuantas cuadras hacia la costa a pleno rayo de sol para llegar a la casa, donde ya estaban todos reunidos y el asado en marcha. Comimos un buen almuerzo y pasamos un lindo rato con ellos, y antes de las cinco de la tarde emprendimos el camino inverso para regresar a la cabaña donde nos sentamos a la sombra para protegernos del intenso calor, que había llegado a los 34 grados. Después de cenar en la galeria notó Alicia que había un incendio a la distancia y cuando subimos al techo a observar mejor vimos que toda la ladera norte del cerro del Toro estaba en llamas, avivadas por un fuerte viento del norte que impulsaba el incendio hacia arriba. La intensa sequía también ayudaba a que el incendio fuera aun más grande. Nos quedamos un buen rato en el techo, escuchando también las noticias que daba la radio local. Según esta, estaban evacuando un camping de la ladera sur además de las viviendas que se encontraban en peligro. Otra mala noticia era que había aparecido un pez tipo bagre que se camuflaba en el fondo y que al pisarlo mordía a la víctima inyectando un veneno que no era peligroso pero si muy doloroso. Otra razón para no bañarme en el mar.
Lunes 25 de enero. Durante la noche del domingo al lunes cayó una breve lluvia, que fue de suficiente intensidad como para ayudar a los bomberos a controlar el incendio del cerro del Toro, donde a la mañana solo quedaban focos aislados. No pudimos apreciar aun la magnitud del area destruida, que parecía muy grande. También informaron que aparentemente era un incendio intencional pues habían detectado cuatro focos casi simultáneos, y separados por unos quinientos metros, Mi primer tarea de la mañana fue ir al "chorro" y cargar dos bidones de agua de la vertiende, con lo que acumulé seis bidones, o 36 litros. Luego fuimos a la barraca Heliopolis y encargamos tres caños de hormigón y un metro cúbico de balastro para poder hacer un puente y que el auto pudiera entrar a la cochera. A la tarde nos dedicamos a preparar la zanja para colocar los caños. En el interin apareció un camión con los pesados cilindros y después de ampliar la zanja logramos colocar dos antes de suspender la tarea y bajar un rato a la playa, Antes de ello pasamos por uan casa donde Brenda quería quedarse mientras estuviera aquí y dejamos la seña.
El martes amaneció bastante fresco, no obstante lo cual desayunamos en la galería, antes de continuar con la tarea de colocar el tercer y último caño de hormigón. Finalmente quedaron colocados y durante el día los cubrimos con el balastro. A la tarde vino a visitarnos Sergio, el amigo de Alicia, con su auto desde Maldonado. Aprovechamos para probar el flamante puente y comprobamos que podía pasar, pero casi tocando. Evidentemente el "lomo de burro" era demasiado alto y no quedaba más remedio que comprar un metro más de balastro y suavizar las pendientes, sobre todo del lado de la cochera. Sergio se quedó a cenar con nosotros y por suerte pudo retirar su auto de la cochera.
Ambos teníamos turno con la peluquera del barrio para el miércoles a la mañana, pero antes de ir allá hice una escapada con la bicicleta a buscar agua al chorro. Esta vez tuve mala suerte pues me encontré con una familia que estaba cargando para toda la semana y tenía siete bidones. El chorro era cada vez más debil de modo que la operación llevó su tiempo. Después de cortarme el pelo fui a la barraca a encargar un metro cúbico más de balastro y el camión llegó cerca del mediodía, A esa hora notamos que había humo y pudimos comprobar que venía de la zona del incendio del domingo. Pusimos la radio y efectivamente era un nuevo incendio en la ladera del cerro del Toro, pero esta vez el viento era del noreste y había riesgo de que llegara a la ciudad. de hecho lograron frenarlo cuando llegó a la avenida Piria y no se quemó ninguna vivienda por la acción combinada de los bomberos y gente voluntaria. Vinieron dos helicópteros hidrantes para ayudar con la extinción, aunque a la noche todvía podíamos ver focos en llamas. Aun no se sabia si había sido intencional o si había sido una reignición del incendio anterior. Durante la tarde reparti el balastro para que el puente quedara más suave mientras Alicia renovaba el macetero de madera con plantas que había comprado en el vivero. A la noche vino una pareja amiga de Alicia a conocer la casa, y recién cenamos después de una larga charla con ellos. Hoy tuve mi encuentro con un peque¨no ofidio, que podía ser una víbora o una culebra, aunque lo más probable era que fuera lo segundo. Era muy verde y con la ayuda de la escoba la despaché al monte.
La ida a Montevideo del jueves tuvo un contratiempo inicial cuando el omnibus de Copsa se descompuso en la autopista después de un rato de sentir olor a quemado en incremento. Nos pasaron a otro omnibus y por suerte encontramos lugar para continuar sentados. El atraso no fue grande, y llegamos a hacer todos los trámites a tiempo para tomar el omnibus de regreso a las dos y cuarto de la tarde. Como la vez anterior, compramos viandas para almorzar durante el viaje. Asi pudimos bajar a la playa y hacer una caminata por la orilla antes de que llegara la puesta del sol. Encontramos a Yolanda y Osvaldo en su lugar habitual de la playa. Estando allí vimos pasar los tres helicópteros hidrantes que habían ayudado a combatir el incendio del cerro El Toro y que regresaban a su base.
El viernes se presentó fresco y ventoso, aunque luego fue aumentando la temperatura siempre con amenaza de lluvia que finalmente fueron solo unas gotas. En nuestra lucha implacable contra las pequeñas cucarachas que rondaban la casa retiré todos los zócalos de la cocina para espolvorear un talco compuesto de algas diatomeas que se suponía les perforaba las caparazones y asi morían deshidratadas. Era exterminio mecánico, muy superior al químico para no crear resistencia, si es que el método funcionaba. De todos modos continuábamos con el aerosol también. Hacia la tarde salimos con las bicicletas a aprovisionarnos ante la inminente llegada de Karin y Eva el sábado por la tarde. Al regreso pasamos por la bicicletería del Negro, donde pensabamos alquilar una bicicleta por cuatro días y confirmamos el negocio. Luego hice una escapada al chorro con dos bidones pero me encontré con que el agua estaba turbia. Tal vez alguien había tratado de destapar el caño al ver que salia tan poca agua, aunque en realidad el problema era la sequía. No había más remedio que seguir comprando agua hasta que volviera a salir cristalina de la vertiente.
Sábado y día de feria. Alicia fue con Osvaldo y Yolanda en su auto mientras que yo iba al taller del Negro en Playa Grande a buscar la bicicleta alquilada, El Negro no estaba pero lo llamaron por teléfono y me permitió elegir una bici y llevarmela. Después que Alicia regresara con las compras fui caminando a Piriápolis a esperar a Karin y Eva que por horario tenían que llegar a las dos y media de la tarde. Alicia vino en la bicicleta y por una vez el omnibus del buquebus llegó puntualmente. Volvimos en taxi a la cabaña y después de que se acomodaron comimos un tardío almuerzo de ensalada y huevos rellenos. Para la noche habíamos reservado mesa en el restaurante Picasso, y alcanzamos a hacer un poco de playa antes de salir con las bicicletas al restaurante. Los cuatro pedimos pescado, la especialidad del local, que esa noche era corvina y que estaba excelente. Siendo ya de noche decidimos tomar el camino de la costa para regresar, evitando el peligroso tránsito de la calle Misiones.
La mañana del domingo era bastante fresca y ventosa, pero en la cochera estaba lindo y allí armamos el tardío desayuno. Luego partieron Eva y Karin a la playa mientras que Alicia y yo ibamos a la fabrica de pastas de Uriel a buscar los sorrentinos que habíamos encargado el viernes. Los preparamos a la tardecita y comimos en el living pero corriendo la mesa redonda para tener vista al mar por la puerta balcón de la galería. Cuando ya no faltaba demasiado para la puesta del sol salimos con las bicicletas hacia Piriapolis y llegamos hasta la fuente de Venus que queríamos hacer conocer a Eva. Después bajamos a la rambla y comimos helados en El Faro, nuestra heladería favorita. También caminamos un poco por la concurrida rambla visitando de paso la feria artesanal de La Pasiva antes de regresar a la cabaña.
Lunes 1 de febrero y nuevamente un lindo dia. Karin y Eva bajaron a la playa, con la intención de quedarse un rato y luego ir a dar una vuelta por Piriápolis. Alicia y yo nos quedamos en la cabaña y solo hicimos una escapada a comprar leña para el asado que planeabamos hacer a la noche. Comenzamos con el fuego a la puesta del sol, cuando las visitas regresaron de su gira, y como estaba fresco cenamos esa noche en el living.
El martes era el día en que Eva tenía que regresar a Buenos Aires. Quiso ir una vez más a la playa y bajamos todos un rato después del desayuno. Para ir a la terminal de omnibus pedimos un taxi y decidimos ir todos con ella a despedirla, para volver luego a pie por la rambla. Karin aprovechó para cambiar su pasaje y extender su estadía hasta el viernes de la semana siguiente, Antes de iniciar la caminata entramos al Argentino Hotel para que Karin viera su imponente interior. Al rato de caminar por la vereda de la rambla se le rompió una sandalia en forma irreparable a Karin, por lo que continuamos caminando por la orilla de la playa. Al pasar por la escalinata de piedra de uno de los paredones de la playa perdió pie Alicia en un escalón resbaloso y se torció el pie derecho. Logramos llegar hasta la sucursal del supermercado Devoto de la costa, donde Karin compró un par de alpargatas, y como Alicia estaba muy dolorida pedimos un taxi para regresar a la casa. Karin fue nuevamente en bicicleta a la playa a ver la puesta de sol, mientras que yo iba con la bicicleta alquilada a devolversela al Negro. Después que Karin regresara de la playa fuimos a la pizzeria Morales con las bicicletas a cenar.
Alicia continuó con su tratamiento de hielo para desinflamar el pie y el miércoles no salió de la cabaña. Después de un extendido desayuno fuimos Karin y yo al Dorado a hacer compras y de paso nos hicimos de una venda elástica en una farmacia. Fue un día muy traquilo y de poca actividad. Karin fue a la playa a ver una muy linda puesta de sol mientras que yo ayudaba a Alicia con la preparación de la cena. habiamos planeado hacer pescado pero yo me había equivocado y había descongelado milanesas la noche anterior, lo que de todos modos resultó ser una muy buena cena.
El jueves nos levantamos bien temprano y acompañé a Alicia a la parada nueve donde tomó el ómnibus a Montevideo. Alcancé a desayunar algo, pero al regreso a la casa lo completé en companía de Karin. Luego fuimos en excursión de exploración al chorro y comprobé que el agua era nuevamente cristalina por lo que llené dos bidones de seis litros. Karin se fue después a la playa y yo me dediqué a preparar el pesto con albahca de la quinta para los tallarines de la cena. Alicia me llamó desde Montevideo pues le habían avisado que el auto iba a estar disponible al día siguiente por la mañana. Entonces me encontré con ella en la parada nueve a su regreso y fuimos en bici al banco a transferir el resto del importe de la compra. Llevé conmigo todo lo necesario para la playa y después del trámite del banco fuimos derecho al mar donde encontramos a Osvaldo y Yolanda en el lugar de siempre. Karin vino más tarde también y nos quedamos hasta la puesta del sol. La cena la hicimos en la terraza, rodeados de espirales y sin que nos molestaran los mosquitos.
Llegó el auto! Por una vez fuimos en taxi a la terminal de omnibus ya que se suponía que ibamos a regresar en auto a la cabaña. Efectivamente, encontramos al auto esperandonos en la agencia, con un empleado dandole lustre. El papelerío demoró un poco pues no aparecía las llaves y hasta dimos una vuelta por Maldonado esperando que se solucionara la cuestión. Finalmente nos entregaron el coche e hicimos unas pocas cuadras hasta la municipalidad para verificarlo y empadronarlo. Eso llevó su tiempo también, pero llegó el momento de recibir el título y las patentes con números a elección de Alicia. El auto pasó sin problemas por el puente de la entrada a la cochera de la cabaña, aunque me dí cuenta que hubiera sido conveniente hacerlo un poco más ancho. Esa noche cenamos nuevamente en el restaurante Picasso festejando la flamante compra.
Sábado, y nos confirmó Viktoria que a la tarde saldría para acá junto con Matias aprovechando el viaje en auto a Montevideo de un tío de Matías. Nosotros estrenamos la vida util del auto con una visita a la feria y tuve que resignarme a caer en manos de la mafia de los trapitos, tan activos aquí como en la Argentina. Viktoria nos fue dando partes de su viaje, que sufrió una demora de cuatro horas en el cruce de Gualeguaychu a Fray Bentos, y que hizo que recién pudieran tomar un omnibus en Montevideo a las once y media de la noche. Alicia y yo bajamos con el auto a la parada diez cerca de la una de la mañana a esperarlos, y cuando paró el omnibus solo bajó una persona desconocida. Mientras evaluabamos la proxima movida nos llamó Viktoria, bien dormida, avisando que iban a la terminal. Venían durmiendo y no habían escuchado al guarda anunciando la parada. Los recogimos allí, y en la cabaña teníamos ya preparado el sofa cama por lo que los pocos minutos nos fuimos todos a dormir.
Después de la trasnochada del día anterior nos levantamos todos bastante tarde. Nosotros habíamos planeado hacer una visita a Hillian e Isabel en Valizas y los chicos se anotaron también. Recién salimos pasada la una de la tarde, los tres pasajeros de atrás un poco apretados pero en forma aceptable para una distancia de 180 kilómetros. Puesto al máximo, el aire acondicionado del auto cumplió su cometido y llegamos sin problemas a Valizas donde nos recibieron muy bien como siempre. La tarde estaba nublaada, fresca y ventosa, pero igual caminamos hasta la playa y Alicia no pudo resistir darse un chapuzón en las olas del Atlántico. Hillian tenía previsto hacer choripanes, que fue la cena de ese día y a la noche salimos a caminar por el bullicioso centro del pueblo, invadido por juventud y mercachifles. Encontramos una heladería que tenía helados deliciosos y muy abundantes por el precio, y pasada la medianoche regresamos a dormir. Habíamos llevado un colchón inflable y con los dos colchones que tenían los dueños de casa armamos un domitorio en el amplio ambiente del primer piso.
Lunes 8 de febrero. Hicimos un buen desayuno de mate y facturas que obviamente llevó su tiempo, y si bien proponían los dueños de casa que nos quedáramos a almorzar preferimos continuar viaje pues queríamos llegar a Punta del Diablo, cincuenta kilómetros hacia el norte, para que lo conocieran los chicos. Ese pueblo estaba también saturado de gente y autos, pero encontramos donde estacionar frente a una playa. Hubo dos friolentos que no se bañaron, o sea Viktoria y yo. Luego vino el apetito y encontramos el restaurante Don Quijote, un poco en las afueras y no muy lleno, que nos pareció adecuado para almorzar. Lamentablemente resultó ser un fracaso en atención y calidad, al punto que tuvimos que mandar de vuelta las papas fritas para que se terminaran de hacer. Desde Punta del Diablo regresamos a Miramar donde llegamos justo a tiempo para ver una espectacular puesta de sol frente a la rambla.
Finalmente llegó el martes 9, día del arribo desde Malmö de Marcos, Magela, Leo y Elisa. Por la página del aeropuerto vimos que su vuelo llegaba con media hora de adelanto asi que nos apuramos para salir y llegamos al aeropuerto de Carrasco poco después de las once y media justo en el momento en que aterrizaban. Conocí así el magnífico aeropuerto, muy moderno y funcional. Estaba también el padre de Marcos y Magela, que iba a llevar a todos a su casa a pasar los primeros días de su estadía. Elisa venía un poco clueca y todos estaban cansados del viaje de modo que estuvimos un corto rato con ellos y luego emprendimoe el regreso a Miramar. Hubo playa pues seguíamos teniendo hermosos días de sol, y a la noche invitamos a cenar a Osvaldo y Yolanda, lo que hicimos en la terraza a la luz de las estrellas y con espirales a modo de bastiones contra los mosquitos.
También llegó el día de mi cita con el registro civil de Maldonado para tramitar mi cedula de identidad con residencia permanente y para allá fuimos Alicia y yo el miércoles por la mañana. Era también el día que regresaban Viktoria y Matias a Buenos Aires con el Colonia Express, con salida a las dos y media de la tarde desde Piriapolis. Alcancé a hacerme de mi flamante cédula con chip incorporado y todo, válida por dos años, y regresar a la cabaña para llevar a los chicos a la terminal de omnibus, y de todos su omnibus apareció de Punta del Este con cuarenta minutos de atraso. Esa noche fuimos Alicia, Karin y yo a comer pizza y faina en lo de Morales.
El jueves por la mañana tenía turno Alicia con la dentista del barrio Paya Hermosa y resistimos la tentación de ir con el auto por lo que hicimos el ejercicio de tomar la cuesta hacia el cerro Los Burros con las bicicletas. Karin hizo su habitual paseo a la playa por la mañana y siendo su último día completo con nosotros quería preparar la cena por lo que compramos una bondiola en el Devoto que se hizo al horno. Yo contribuí con una torta de zanahorias para el postre y tuvimos una excelente cena los tres. Para el viernes se anunciaba muy alta temperatura en la zona, y la sequía seguía implacable.
Karin regresó el viernes a Buenos Aires, con un día sofocante en el que la temperatura llegó a rondar los 36 grados. A la mañana pudo dar una última vuelta por la playa, y su deseo era probar un helado de El Faro antes de irse por lo que partimos con buen margen al centro. Su omnibus llegó como siempre con un poco de atraso desde Punta del Este y con tristeza la vimos partir. Ahora teníamos que mirar haca adelante y preparar la casa para el nuevo contingente que vendría, comenzando con Elisa el sábado por la noche y con sus padres y Marcos el domingo. Alicia limpió la casa con furia antes de bajar a la playa justo a tiempo para darse un baño y conversar un rato con Osvaldo y Yolanda. El cielo se oscureció y desapareció el sol, presagiando la llegada de la lluvia y las tormentas eléctricas pronosticadas.
La tan ansiada lluvia llegó al fin durante la noche, aunque tal vez no en la cantidad deseada. A la mañana del sábado ya había cesado y nos dejó un día pesado y húmedo. Era también día de feria y fuimos a hacer compras allí además de hacer una pasada por los supermercados Devoto y El Dorado. Estaba todo listo para recibir a Elisa, y a media tarde salimos para la Ciudad de la Costa, pegada a Montevideo, donde se había armado la fiesta de bienvenida para los hijos y la nieta de Alicia. Nosotros llevamos empanadas ante la eventualidad de que el asado no estuviera listo antes de tener que regresar. Fue infundado, pues llegamos a probar lo que ofrecía la parrilla también. A las nueve parecía que Elisa estaba cansada por lo que montamos su silla en el auto y partimos de regreso ya de noche. Elisa se encontró asi con un mundo nuevo y extraño, sin la presencia de sus padres. Pensamos que podíamos acostarla de inmediato pero no fue tan facil, y recién a eso de la una de la mañana la venció el sueño.
Pasamos una noche tranquila, con Elisa durmiendo hasta tarde. Sus padres y Marcos iban a venir bastante tarde desoués de haber trasnochado en Montevideo. Yo salí el domingo a la mañana a buscar otro ventilador más previendo que las jornadas serían de mucho calor. También pasé a buscar los sorrentinos que habíamos encargado para la comida de la tarde. Los chicos llegaron con mucho apetito por lo que pasamos por alto la bajada a la playa y nos abocamos de inmediato a la cena. Para facilitar el pernocte cedimos nuestro dormitorio, donde habíamos armado la cuna, a Magela y Leandro. Marcos tomó el dormitorio chico y nosotros volvimos al fiel sofa cama del living.
Lunes 15 de febrero y jornada de mucho calor, pero con un viento refrescante. Después del desayuno bajamos un rato a la playa llevando la sombrilla. Elisa se animó esta vez a entrar al agua con un flotador que habíamos comprado para ella. A la vuelta rallamos los Zucchini de la quinta, que mezclados con huevo, harina cebolla y algunos condimentos fueron a dar a la sartén y quedaron deliciosos como almuerzo. Leo iba a regresar a Montevideo para estar con sus hermanas antes de que regresaran a Suecia, y nosotros bajamos nuevamente a la playa cuando el sol ya estaba bajando. Nos encontramos con Yolanda y Osvaldo, y los invitamos a venir a la cabaña a cenar con nosotros, lo que aceptaron con gusto. Para la cena teníamos la merluza comprada en la feria y verduras diversas. La anécdota de la noche fue la presencia tres hermosos caballos mansos escapados de algún lado que se pusieron a comer pasto en el terreno. Apenas cedió el calor a la noche, pero con ayuda de los ventiladores pudimos dormir sin problemas.
Al haberse ido Leo a Montevideo había lugar para todos en nuestro pequeño auto y el martes después del desayuno propusimos ir a la reserva de fauna autóctona situada al pie del cerro Pan de Azucar. Logré meter el cochecito de Elisa en el mínimo baul y para allá partimos con un nuevo día de sol e intenso calor. En la reserva hicimos una recorrida por un laberinto donde había jaulas grandes con pájaros, y también gatos monteses. Luego continuamos por los senderos donde se podían apreciar felinos diversos, algunos ya extintos en Uruguay. El reptilario estaba cerrado por lo que no tuve ocasión de estudiar las viboras y culebras del lugar, pero el restaurante si estaba disponible para hacer un ligero almuerzo. Al regreso a Piriápolis mostramos a los chicos el cerro del Toro y la fuente de Venus antes de volver a la casa. Al rato apareció Leo de regreso de Montevideo, y cuando el sol estaba ya bastante bajo hicimos una nueva visita a la playa, que estaba poco concurrida. A la noche haníamos propuesto ir a comer a la pizzería ex-Morales de la que tanto habíamos hablado, y a continuación había interés en ir a la heladeria El faro de Piriápolis que también habíamos recomendado. Tal vez creamos demasiadas expectativas pues las pizzas no les parecieron nada extraordinarias, y los helados tampoco. Decidimos que en el futuro evitaríamos ese tipo de propaganda. Después de caminar un poco por la rambla de Piriápolis, muy concurrida a esa hora, regresamos a la cabaña.
Llegó la lluvia!. Temprano por la mañana del miércoles comenzamos a escuchar truenos y me levanté a desconectar el modem de internet ya que esos dispositivos tenían la molesta tendencia a quemarse cuando había actividad eléctrica. . Al rato comenzó a llover con fuerza acompañada de fuerte viento, de modo que el dasayuno de ese día fue en el living. Los chicos juntaron luego sus cosas y partieron de regreso a Montevideo por unos días. Después de una limpieza general de la casa fuimos al Argentino hotel a encontrarnos con Angela y Milton, una pareja mayor amiga de Alicia, que estaba de visita. Improvisamos una gira turística con el auto al cerro del Toro y al cerro San Antonio antes de regresar a Miramar para que conocieran la cabaña. Ya de noche fuimos con ellos a cenar a La Corniche, un restaurante sobre la rambla de Piriápolis que regenteaba un uruguayo que había pasado por Suecia. Cuando pedimos el salero lo reconocimos de inmediato como un producto de Ikea....
El jueves fue Alicia sola a Montevideo pues planeaba encontrarse con Magela para hacer shopping. Finalmente resultó que se encontró con toda la familia y no hubo posibilidad de shopping esta vez. Yo me quedé en la casa y me aboqué a quitar los zocalos del living para colocar el polvo de algas diatomeas alrededor de las paredes como parte de nuestra implacable lucha contra las cucarachas aun a sabiendas de que era imposible exterminarlas por completo. La idea era al menos tenerlas bajo control a sabiendas que eliminarlas era casi imposible. También me comuniqué con Johanna por skype como lo habíamos acordado. El jueves era también el día de películas en el cine club de Piriápolis y al rato de que volviera Alicia partimos a la casa de la cultura con el auto para ver el film italiano "La Familia" del año 1987, dirigida por el famoso Ettore Scola. De a ratos me pareció un poco lenta y tediosa pero aun asi nos gustó mucho. Esta era una de las ventajas de tener auto pues ir a la noche en bicicleta hasta Piriápolis no era nuestro deporte favorito.
Parecía que el viernes teníamos en la puerta el primer día otoñal, fresco, nublado y con amenaza de lluvia. Me había cruzado con Andres el día anterior y había interpretado que vendría a cortar el pasto, pero no apareció. Entonces saqué la tijera de cortar y con paciencia corté buena parte del pasto que rodeaba la cabaña. A la tarde apareció el electricista sugerido por nuestro vecino Osvaldo, al que había llamado el miércoles, y nos cambió el disyuntor chino por uno aparentemente mucho mejor fabricado por ABB en Argentina. El problema que teníamos era que cada vez que había tormenta eléctrica saltaba el disyuntor. AHora esperabamos que desaparecería ese inconveniente. A la noche decidimos alimentarnos con más cultura y fuimos con el auto hasta el castillo de Pitamiglio a escuchar al conjunto barroco Art Cantorum. Cuando llegamos había una cola apreciable frente a la puerta de entrada y recordando el tamaño de la sala nos preguntamos cómo ibamos a entrar todos. Había más gente que sillas y lo solucionaron dejando que algunos se instalaran en la escalera, pero todo el espacio quedo abarrotado. Al rato de comenzar el espectáculo tuvimos que salir afuera al faltarnos el aire y nos sentamos en la entrada donde igualmente podíamos oir al conjunto, que era excelente. Tocaron con instrumentos antiguos y el violinista era un virtuoso. Al terminar el concierto regresamos a Piriapolis ya que sabíamos que en el Argentino hotel tocaba la orquesta sinfónica de Maldonado, pero llegamos con los acordes finales. Después de una caminata nocturna por la Rambla y de comprar el nuevo libro de Yaravi Roig, "Piriápolis Magico, un Viaje Esotérico", regesamos a la cabaña. Tal vez ese libro podía proporcionarnos cantidad de información adicional para hacer más interesantes nuestras visitas guiadas que hacíamos con gusto. La primera escuela autosustentable de Amércia Latina estaba en construccón en el balneario Jaureguiberry, a poca distancia de Piriápolis y el sábado nos propusimos ir a verla. El constructor de la escuela era el reconocido arquitecto norteamericano Michael Reynolds (Earthship Biotecture). Ironicamente fue lo único que no llegamos a hacer ese día. Admito que salimos de la cabaña un poco tarde, para hacer primero algunas compras en la Tienda Inglesa de Atlántida. En el camino tropezamos con la fábrica de cerveza Volcánica sobre la ruta interbalnearia y entramos a preguntar si vendían al público. No era sí nos dijo un empleado, pero paradojicamente dijo que igual nos podía vender a nosotros. En el depósito armó una caja de 12 botellas de diversos tipos, más dos de yapa. Luego nos propuso ir al galpón contiguo a ver el proceso de fabricación de esta cerveza artesanal y orgánica, sin proceso de pasteurización y nos dió una explicación detallada mientras deambulábamos entre los gigantescos recipientes de acero inoxidable, los cañerías y los filtros, todo controlado por computadoras, incluida una sofisticada máquina de embotellar y tapar. Muy empapados de todos los conocimientos adquiridos continuamos hasta la Tienda Inglesa a hacer compras, en preparación de la pronta venida de la familia de Alicia, y con el autito bien cargado tomamos la autopista de regreso hacia el este. Teníamos curiosidad por conocer el Paraiso Suizo, del que hasta ahora solo habíamos visto un cartel de entrada en el kilómetro 77.5 de la ruta interbalnearia. Hicimos unas pocas cuadras hacia el rio por un camino de tosca y nos encontramos con un simpático barrio de casas muy cuidadas, con hermosos jardines verdes, calles con nombres de ciudades suizas y un par de restaurantes. Decidimos probar el que se llamaba Pueblo Suizo con el lema "Tan bueno como en Suiza y tan cerca" y nos sentamos en una galería cubierta con vista al prolijo jardín. Queríamos comer algo liviano y pedimos hamburguesas, que estaban muy buenas. Había también una cerveza sin alcohol para mi, pasable, y única alternativa disponible en ese terreno al tener que conducir. Mirando la carta vimos que también ofrecían un te completo y pensamos que podia ser algo para probar cuando viniera Elsa. En el interín recibimos confirmación que Hillian e Isabel iban a venir a la seis de la tarde para hablar del viaje al sur, y asi fue que la visita a la escuela rural quedó para mejor oportunidad por falta de tiempo. Alicia alcanzó a preparar una tarta de atún y cenamos los cuatro mientras analizábamos los detalles del viaje. Quedamos asi de acuerdo en no hacer reservas previas para los pernoctes, y tentativamente pasar la primer noche en San Antonio de Areco y la segunda en General Acha. De General Acha a Bariloche era una distancia considerable, que tal vez iba a requerir un pernocte más. También quedó finalmente en claro que el amigo de ellos vivía en las cercanías de Castro en la isla Chiloe, y que allí nos ibamos a encontrar con el.
Domingo y otro día de sol de este extraordinario mes de febrero. Ibamos a salir nuevamente con el auto pero cambiamos de idea y decidimos pasar un día tranquilo haciendo tareas diversas en la cabaña. Solo salimos un rato hacia la tardecita para ir a la playa donde nos quedamos hasta la puesta del sol, caminata por la orilla incluida. Osvaldo y Yolanda estaban allí también, en el lugar de costumbre. Aproveché para preguntarles si no tenían un walkie-talkie para prestarnos en el planeado viaje al sur y resultó que efectivamente tenían uno que iban a buscar entre sus cajas.
Lunes 23 de febrero. Brenda, la hermana de Alicia, venía con su hija Lucia a ocupar la cabaña que había alquilado en Piriápolis el lunes al mediodía. Para facilitarle el traslado la fuimos a esperar a la parada de Los macaquitos y llevamos a ambas con su equipaje a la misma cabaña que había alquilado el año anterior. los hijos de Alicia, mientras tanto, anunciaron su llegada para media tarde, por lo que yo me quedé en la casa mientras que Alicia se encontraba con su hermana y su sobrina en la playa. Pensamos ofrecer una cena con tacos para todos, de modo que nos juntamos los och, Elisa incluida, alrededor de la mesa redonda del living. En un momento dado se comenzó a inclinar peligrosamente y nos dimos cuentas que se estaba saliendo una de las patas. Los tacos estaban muy ricos y a los postres sacamos helado de Conaprole. Luego acompañamos a Brenda y su hija Lucia a la cabaña, con una bella noche de luna llena. Brenda se llevó una de nuestras bicicletas, que había pedido prestada para su estadía aqui.
Durante la noche del lunes al martes notamos que Leo se había descompuesto, y a la mañana nos mensajeó Brenda que Lucia estaba descompuesta también, lo que era muy preocupante. El resto de los comensales de la cena de la noche anterior no sentía molestia ninguna, y quedó envuelta en el misterio la razón de este incidente. Yolanda apareció a la hora del desayuno con los walkie-talkies prometidos, pero con uno roto a causa de que se habían olvidado de sacar las baterias. Por suerte pude resolver ese inconveniente y faltaba probarlos con baterías nuevas. Con un día de mucho sol y calor hice una escapada a la barraca en la bicicleta a comprar ángulos metalicos para reforzar las patas de la mesa, y baterías para los transceptores. Quedaron funcionando pero hacían un ruido molesto cuando estaban en escucha por lo que dudaba que nos sirvieran durante el viaje. Cuando aflojó un poco el sol bajamos a la playa donde nos encontramos con Brenda y Lucía ademas de Federico, su novio, que acababa de llegar de Montevideo. Por suerte los dos afectados por descomposturas estaban ya totalmente recuperados a la noche.
El miércoles hubo una propuesta de bajar al mar a la mañana y logramos que todo el mundo estuviera listo antes de las diez de la mañana. En la playa encontramos también a Brenda y Lucía ya instaladas con su sombrilla roja. Acordamos con ellas que pasaríamos a buscarlas después del mediodía para ir a almorzar todos juntos al centro de Piriápolis y lo hicimos en el restaurante La Corniche donde habíamos estado cenando nosotros la semana anterior. Yo repetí el menú de aquella vez, con sopa, pescado y crepes de postre pues me había gustado mucho. El restaurante estaba ubicado frente a la heladería El Faro y rematamos el almuerzo con helados antes de que los hijos y la nieta de Alicia partieran de regreso a Montevideo con su auto alquilado. Nosotros estábamos con nuestro autito y como nunca habían visto el monumento del toro en el cerro del mismo nombre, invitamos a Brenda, Lucia y su novio Federico a conocerlo. Aun hubo tiempo para una nueva bajada en bicicleta a la playa, aunque el cielo se fue nublando y pudimos apreciar una fuerte tormenta eléctrica en el horizonte.
Llegó el jueves, dia de ir a Montevideo y por primera vez experimentamos con ir en el auto hasta el shopping Portones de la avenida italia, dejar allí el auto a buen resguardo y seguir en micro al caótico centro de Montevideo. Asi lo hicimos y al regresar al shopping aprovechamos para comprar asado de tira y chorizos en la Tienda Inglesa a pedido de Brenda, que quería invitar con asado a la noche. Completamos con otras compritas y emprendimos el regreso haciendo una parada en la autopista para ver de cerca la escuela rural autosustentable, ya casi terminada. Lamentablemente nos perdimos el proceso de construcción y solo vimos el resultado final. Tal vez tendríamos oportunidad de verla por dentro en el futuro cuando ya estuviera en funcionamiento. A la noche disfrutamos del sabroso asado hecho por Brenda en su cabaña alquilada, donde fuimos en bicicleta para poder tomar un poco de vino. El día siguiente prometía ser feo por lo que quedamos en que en ese caso haríamos alguna excursión por la zona en el auto.
Durante la noche tuvimos un breve chubasco, pero la mañana del viernes se presentó bastante nubosa, por lo que poco antes del mediodía nos acomodamos los cinco en el autito y partimos costeando todo lo posible hacia el oeste. Pasamos por maldonado, Punta del Este, la Barra y José Ignacio para llegar finalmente al puente circular de la laguna Garzón, a unos 90 kilómetros de Miramar. Se podía pasar por debajo del puente en sus extremos, y como estaba goteando estacionamos allí al reparo del agua para hacer una merienda. Al regreso nos desviamos casi de inmediato hacia la ruta 9 y después de pasar San Carlos tomamos un desvío haci Minas. A diez kilómetros por este camino nos encontramos con la Villa Eden, un pequeño pueblo de pocos habitantes, extremadamente prolijo y tranquilo. Descubrimos allí a la Casita de Chocolate, un rancho mejorado que funcionaba como casa de te, atendido por su dueña. Había mucho lugar para sentarse en el jardín, pero como llovía optamos por la única mesa dentro del minúsculo local. Pedimos café, te y porciones de torta que estaban excelentes y salimos encantados de allí. La Villa Eden era definitivamente una joyita digna de ser visitada nuevamente. llegando a Piriápolis mejoró mucho el tiempo y hasta salió el sol antes de su ocaso. Brenda, su hija y Federico se quedaron un rato en la cabaña de Alicia, y luego saludaron a Osvaldo y Yolanda antes de que los dejaramos en su cabaña. Al día siguiente tenían previsto el regreso a Montevideo.
A las once de la mañana del sábado pasamos a buscar a Brenda y Lucia y las llevamos con su equipaje hasta la parada 9, donde tomaron el colectivo de regreso a Montevideo. Poco después nos avisó Mayari que vendría a visitarnos y que llegaría a las dos y media de la tarde también en colectivo. Bajamos otra vez a la ruta y mientras la esperábamos fuimos a mirar el espectáculo de las olas rompiendo en la playa ya que soplaba un fuerte viento del sudoeste. Hicimos un almuerzo tardío con Mayari y luego me puse a prerparar una torta de zanahoria pues a la noche estábamos invitados a cenar en casa de Osvaldo y Yolanda. Antes de ir para allá vino el agente de seguros a dejarnos la póliza del auto, pero como allí figuraba que la patente estaba aun en trámite le pedimos que la rehiciera temiendo que pudieramos tener problemas con la documentación al cruzar la frontera. La cena en casa de Yolanda se prolongó hasta bien tarde ya que regresamos a la cabaña pasada la medianoche.
Domingo nuevamente ventoso pero soleado y caluroso. Mayarí tenía que regresar por la tarde al balneario Santa Ana, donde estaba pasando el fin de semana una familia amiga que la había traido a ella el día anterior desde Santa Lucia. Le propusimos llevarla hasta allá, previo paseo por Solis y la barra del rio con ese mismo nombre donde desemboca en el mar. No habíamos ido antes por no tener vehículo, y descubrimos un lugar muy bonito, con barrancas y todo. Dejamos estacionado el auto y caminamos hasta la costa donde Alicia aprovechó a darse un baño enfrentando olas bien embravecidas. Luego retomamos la ruta a Montevideo y dejamos a Mayari en el balneario Santa Ana a pocos kilómetros de Piriápolis. Sabíamos que era el día en que había visitas guiadas a la escuela sustentable y regresando a Piriápolis paramos allí para integrarnos a la ya apreciable cola de gente que quería conocer la escuela. Después de una buena espera nos tocó a nosotros y formando un grupo de veinte personas, dos guiás nos mostraron la escuela por fuera y por dentro y nos explicaron en detalle cómo se estaba construyendo para que fuera autosustentable, haciendo uso de energía solar, agua de lluvia, y reciclado de las aguas grises y negras. De vuelta en la cabaña cenamos unos sorrentinos con pesto que habíamos congelado y ya de noche salimos a caminar bajando a la playa que estaba en total oscuridad exceptuando la fosforecencia de la espuma de las olas.
Lunes 29 de febrero. Sabíamos que los hijos de Alicia iban a ir a Santa Lucia a visitar a su amiga Mayari, por lo que decidimos ir para allá también para verlos antes de su partida de regreso a Suecia del jueves. Salimos poco después de las diez de la mañana y antes de la una de la tarde llegamos al pueblo de Santa Lucia casi simultaneamente con Magela, su padre y Elisa. Marcos no había podido ir y Leo no había querido ir. Nos quedamos un rato. almorzando las milanesas preparadas por Mayari y luego continuamos viaje a Colonia del Sacramento para que lo conociera Alicia. Luego de dar un par de vueltas por el pintoresco casco viejo de la ciudad dimos con La Posada del Virrey que nos pareció muy apropiada para pasar la noche y más cuando nos alojaron en la habitación que llevaba el nombre de La Infanta. Aun era de día y aprovechamos para caminar por el barrio. Más tarde cenamos muy bien en la Pulpería de los Faroles.
La noche fue lluviosa y el martes a la mañana estaba bien fresco. En la Posada del Virrey había un regio desayuno incluido y le hicimos honor antes de salir a pasear. Habíamos visto la tarde anterior que había visitas guiadas a las doce que arrancaban en una esquina de la ciudad pero cuando fuimos allí no había ni noticias de tal visita. Frustrado ese paseo dimos de casualidad con la dirección de turismo, que también ofrecia visitas guiadas pero ya era tarde para la de la mañana. Ya se acercaba también la hora de partir de regreso, asi que juntamos nuestras cosas y antes de dejar Colonia fuimos a ver la antigua e imponente Plaza de Toros. Nos pareció absurdo que siendo declarada monumento nacional estuviera rodeada con un cerco prohibiendo la entrada a causa del riesgo de derrumbe, que era evidente iba a ocurrir tarde o temprano si no se tomaban medidas. El camino de regreso pasaba también por Santa Lucia y nos encontramos nuevamente con Mayari. Alicia había reservado también un turno con un acupuntor pues estaba sintiendo molestias en el pie izquierdo producto de su resbalón en la rambla de Piriapolis el 5 de febrero. El acupuntor le aconsejó hacer una rediografía y consultar un especialista. Con las últimas luces continuamos viaje y llegamos a la cabaña cerca de las diez de la noche.
El autito había cubierto ya casi dos mil quinientos kilómetros y yo había reservado un turno en un taller autorizado en maldonado para hacer el service de garantía. A las diez de la mañana llegamos al impecable taller y además de cambiar aceite y filtro hicieron algunos controles de funcionamiento que dieron todos bien. De paso me enteré que el taller tenía también un servicio de guardería para dejar autos. Incluía poner en marcha y mover el vehículo semanalmente, lo que nos pareció muy apropiado y decidimos que allí quedaría el auto durante los meses que esaríamos en Suecia. De Maldonado continuamos a San Carlos para ir allí al hospital donde le revisaron el pie a Alicia y le dieron una orden para una placa, que lamentablemente no se podía hacer ese día. Había que regresar al día siguiente a la mañana. Cuando llegamos a la cabaña vino el corredor de seguros a dejarnos la póliza corregida del auto. De paso decidimos hacer un seguro contra incendio y hurto para la casa. Como recuerdo de Colonia del Sacramento nos pescamos sendos resfríos, especialmente Alicia, y tuvimos que comprar analgésicos para bajar la congestión. Había pensado hablar con Johanna por skype pero nos encontramos con un mensaje de ella diciendo que no podía y sugería hacerlo el día siguente.
Poco después del amanecer del jueves salimos para San Carlos con un bonito día de sol y a las ocho nos sumamos a la cola de gente que necesitaba hacerse radiografías. El trámite fue bastante rápido y placa en mano fuimos a la emergencia para que las observara la doctora de turno. Ella no estaba muy segura de que todo estuviera normal por lo que prefirió que la viera un traumatólogo, que no estaba presente pero que era esperado "en el día". Así comenzó una larga espera que se prolongó hasta las cuatro de la tarde cuando finalmente vino un especialista a atender pacientes en el consultorio externo. Al estar avisado desde la emergencia, logramos colarnos entre dos pacientes y después de revisar el pie dañado y ver la radiografía llegó a la conclusión de que era probablemente un tendón inflamado. Por lo tanto le recomendó a Alicia que evitara sobrecargar ese pie pero que podía hacer vida normal. Mientras Alicia esperaba, yo aproveché para ir a un negocio cercano que tenía acccesorios para automotores y compré una cuarta de remolque además de las balizas triangulares. Después de más de ocho horas en el hospital partimos de regreso a Miramar, y lo hicimos explorando el camino de los Ceibos, que teníamos curiosidad por conocer. Era de tosca y muy sinuoso y pintoresco, pasando entre los cerros que separaban a San Carlos de Pan de Azucar. Teníamos unos bifes en la cabaña y cuando llegamos prendí la parrilla para evitar hacerlos en la sartén en la cocina. Nuestros respectivos resfríos no habían pasado aun, de modo que ambos seguíamos bien congestionados.
El viernes no teníamos muchas ganas de salir de modo que postergamos las compras y nos quedamos en la cabaña organizando un poco la ya inminente partida del jueves a la Argentina. También preparé instrucciones para dejar a Karin y Eva que venían a pasar unos días en semana santa. Al día siguiente partía Yolanda hacia Suecia y después de cenar en la pizzería ex Morales fuimos a verla a su casa para despedirnos. Osvaldo se quedaba un tiempo más y lo ibamos a dejar a cargo de las llaves de la casa.
Mi prima Eleonor dió señales de vida el sábado a la mañana y nos contó por teléfono que la familia con la que se alojaba en Las Toscas la iba a traer a Piriápolis por la tarde. Le expliqué la forma de llegar a la cabaña y le propusimos que se quedara a la noche con nosotros. Antes de que llegaran alcanzamos a hacer algunas compras en el centro y a las cinco de la tarde la recibimos con una comida ya preparada. Ella había comido antes de salir por lo que se abstuvo. Casi al anochecer salimos a dar una vuelta por Piriápolis, mostrándole la rambla, y la ciudad desde la altura del cerro San Antonio. De regreso a la cabaña compartimos la cena y nos quedamos de tertulia hasta bien entrada la noche.
Domingo, ventoso y fresco. Desayunamos relativamente temprano y luego decidimos salir de excursión con el auto, arrancando hacia el castillo de Piria en camino a Pan de Azucar. El castillo estaba en parte abierto al público y esta vez pudimos ver el salón del primer piso. El resto estaba aun en refacción. De allí continuamos por la ruta 9 y nos desviamos luego hacia Pueblo Eden. Por ese mismo camino seguimos por las serranías en dirección a Minas y llegamos al predio vacacional de la UTE y Antel. Entramos para conocerlo y después de dar unas vueltas por el parque estacionamos frente al hotel para almorzar en su enorme y ruidoso comedor, lleno de comensales. Terminado el almuerzo tomamos la ruta de regreso que iba en forma directa a Pan de Azucar, también atravesando un bello paisaje serrano. Teníamos que dejar a Eleonor en Las Toscas, cerca de Atlántida y aprovechamos la oportunidad para ir a casa de Cuiti y Eden, quienes tenían un cuadro pintado por Cuiti que le habían obsequiado a Alicia. Estando allí comenzó una fuerte lluvia por lo que consideraron imprudente sacar el cuadro y volvimos a Miramar con las manos vacías. Ya en casa, vino Osvaldo a visitarnos y a hablar de detalles relacionados con el cuidado de la casa y la visita de Karin y Eva para pascua. Preparamos detalladas instrucciones que iba a imprimir Osvaldo.
Lunes 7 de marzo. Hoy logramos avanzar con detalles importantes en la casa. De mañana me aboqué a instalar el termostado para el calefactor del dormitorio grande, y luego retiramos también todos los zócalos para colocar el cucarachicida ecológico en polvo. Quedaba para el miércoles hacer lo mismo en el dormitorio chico. Con una linda tardecita de sol hicimos una escapada a Piriápolis donde retiramos el radiador de aceite de siete elementos sobre ruedas para utilizar principalmente en el pequeño dormitorio de huéspedes. Ayudé también a Karin con la compra de su pasaje a Suecia con salida el 28 de junio. Se iba a quedar dos meses allá.
Martes 8 de marzo, dia internacional de la mujer. Ese día teníamos turno en un taller de Maldonado para colocar la chapa protectora al auto. Nos costó arrancar a la mañana, pero finalmente salimos de la cabaña después de activar cuatro bombas de humo insecticidas. En el taller nos estaban esperando y como iban a demorar unas horas dejamos el auto y fuimos caminando hasta la casa de Sergio, un amigo de Alicia. Era de buen dormir y lo sacamos de la cama aunque ya eran las diez y media de la mañana. A eso de la una de la tarde me llamaron del taller avisando que estaba listo y cuando lo observé quedé sorprendido por el espesor de la chapa que habían colocado, que además debía pesar bastante. Era cortada a medida y por suerte hicieron un agujero donde estaba el tapón para el cambio de aceite. El día era muy soleado y agradable por lo que al regreso nos detuvimos en la playa San Francisco en las afueras de Piriápolis y nos quedamos un buen rato allí, en parte haciendo tiempo ya que la desinfección de la cabaña requería que estuviera cerrada por ocho horas como mínimo. Luego nos tocó eliminar el polvillo acumulado antes de poder volver a usar la casa.
Habíamos reservado turno en lo de nuestra peluquera Mariana para el miércoles a la mañana. Mi sesión era mucho más breve que la de Alicia de modo que me corté primero y volví a la cabaña a solucionar un problema eléctrico que nos había dejado sin luz la noche anterior. El resto del día, que estaba nublado, fresco y ventoso, lo dedicamos a preparar todo para el viaje. Hillian e Isabel habían prometido venir a la cabaña al día siguiente a las seis de la mañana y solían ser cumplidores. Me comuniqué también con el hotel Los Abuelos de San Antonio de Areco para reservar dos habitaciones para pasar la noche. Aun estaba en duda si Agustín podía venir a vernos de pasada. Las peripecias del viaje que comenzaría al día siguiente están relatadas en el siguiente capítulo.