Diciembre 2013 a Enero 2014
La nueva gira por Argentina tenía como ingrediente novedoso hacer el viaje con Turkish Airlines, lo que ya había hecho Viktoria a fines de septiembre con comentarios muy positivos de su parte. El martes 10 a la tarde me llevó Johanna a la estación del Triángulo y me ayudó a cargar las valijas en el tren ya que tenía dos con más de 20 kilos cada una además del equipaje de mano. En Copenhagen había abundancia de carritos desparramados por el andén de modo que no tuve mayor problema para llegar al mostrador con todos los bártulos. El vuelo estaba previsto para las 18:00 y con cierto retraso comenzamos a embarcar. El concepto de sevicio de la companía turca incluida un chef de uniforme completo dandonos la bienvenida al subir al avión. La demora fue atribuida por el piloto a las malas condiciones meteorológicas en Estambul, y luego hubo que esperar a que cargaran más combustible por lo que comencé a sospechar que este viaje iba a tener sus complicaciones. Despegamos finalmente, e hicimos un vuelo sereno a Estambul donde nos estaba esperando un tormenta de nieve. En consecuencia había congestión y tuvimos que circunvalar el aeropuerto una media hora antes de aterrizar, en forma bastante violenta. Hubo bastantes aplausos por parte de los pasajeros despues de semejante aterrizaje. Dado que el vuelo a Buenos Aires partía al día siguiente a las nueve y media, pasé los controles migratorios y salí a buscar el mostrador de hoteles de Turkish Airlines siguiendo las indicaciones de Viktoria. Lo encontré facilmente y allí nos fuimos congregando unos cuantos pasajeros con diversos destinos y en mi misma situación. Después de un rato quedó todo organizado y salimos a la calle a enfrentar la tormenta y subir a un ómnibus que nos llevó a un hotel no muy alejado del aeropuerto. Allí nos estaban esperando con las habitaciones ya asignadas, por lo que el trámite fue rápido y a eso de la una y media de la mañana pude meterme finalmente entre las sábanas. El transporte de regreso al aeropuerto estaba previsto para las seis de la mañana.
Alcancé a dormir poco más de tres horas antes de darme una ducha y bajar a desayunar. Vi por la ventana que se había formado un respetable manto blanco y que seguía nevando, lo que no presagiaba un buen comienzo para el siguiente vuelo. El hotel ofrecía un generoso y variado desayuno, y bien comido subí nuevamente a un colectivo que tras cierta espera salió finalmente hacia el aeropuerto a paso lento para no sufrir accidentes. A la llegada vi que había movimiento de aviones, lo que me dió cierta tranquilidad. Nuevamente embarcamos con retraso y con la ceremoniosa presencia de un chef en la cabina. Como era de imaginar nos tuvieron más de una hora esperando en el avión a causa de la congestión causada por la nieve, y cuando finalmente comenzamos a movernos hubo que hacer el proceso de limpieza de las alas que además no fue satisfactorio según el piloto y requirió retornar para repetir el procedimiento. Todo esto hizo que despegaramos con tres horas de atraso, que no se pudieron recuperar. Fue la pimera vez que hice el cruce a Sudamerica de día, aunque después de darnos un excelente almuerzo apagaron las luces y nos hicieron bajar las persianas por lo que dormité de a ratos y cuando apareció la siguiente comida pensé por un momento en mi confusión que era el desayuno. Había una escala técnica y de recambio de pasajeros en Sao Paulo antes del tramo final a Ezeiza y en lugar de llegar a las diez de la noche aterrizamos a la una de la mañana. La espera de migraciones fue larga y la de la aduana insignificante, por suerte sin tener que abrir mi equipaje lo que hubiera dado lugar a muchas explicaciones con tantos productos diversos que traía para la familia. Agustín, Karin y Viktoria estaban esperando pacientemente y regresamos a la ciudad con la recientemente adquirida camioneta de Agustín. El nos dejó en el Benito y después de la apertura de valijas y reparto de paquetes nos fuimos a dormir cerca de las cuatro de la mañana.
Karin estaba teniendo problemas con su conexión de internet y había hecho un reclamo. De Telecentro le habían prometido venir el jueves entre ocho y once, y por las dudas me levanté temprano a matear y esperar el técnico. AL rato vino un chico a revisar la instalación y comprobó que el problema estaba en la calle lo cual no podía solucionar él. Se fue, con la promesa que dentro de los quince días se resolvería el problema. Mientras Karin y Viktoria iban a sus respectivos trabajos yo me quedé en el Benito terminando de acomodar mis cosas y viendo si podía hacer el curso de cartas electrónicas la semana sigiente o no. Después del mediodía apareció Agustín al haber finalizado un transporte, y luego de comer las empanadas que había comprado Karin el dia anterior lo acompañé a hacer unas compras en el Easy. Aproveché también para hacerme de algunos artículos para el Benito. Como sentía cierto cansancio dormí una corta siesta y luego me puse a trabajar con el depósito de agua del baño principal, que perdía en forma constante pero mucho éxito no tuve y me vi obligado a dejar el trabajo a medio hacer para ir a saludar a Gabriel en su departamento. Allí estaba Julia de visita también además de una gringa que había venido de Austria. Para rematar el día fuimos Viktoria y yo a encontrarnos con Karin en la asociación japonesa para comer el excelente sushi que ofrecía el restaurante. Luego regresamos en taxi a la Boca
El viernes por la mañana recibí la noticia de que el curso de cartas electrónicas que comenzaba el lunes estaba completo, no había vacantes. Pensé que había aun esperanzas, si es que alguien se borraba. De todos modos decidí no viajar a Bariloche la semana siguiente ya que vi que iba a ser una estadía damasiado corta al viajar en colectivo. Pensé que era mejor postergarlo al 2 de enero. Al mediodía hice una escapada a la casa de Agustín quien me convidó con una milanesa de pollo preparada por su novia Daniela. Mariano estaba de regreso de Rosario y aprovechamos para hablar del tema viaje a Tanzanía. Agustín había decidido ya que no iba a ir a la boda, y en consequencia no iría Mariano tampoco. Dediqué parte de la tarde para hacer orden y limpiar el patio trasero de Benito además de hacer la instalación eléctrica para colocar un enchufe adicional en el dormitorio número tres. Al rato de que llegara Viktoria arrancamos caminando hacia San Telmo para encontrarnos con Karin en el bar y almacén El Refuerzo sobre la calle Chacabuco 872, donde pedimos una picada con cerveza antes de continuar al siguiente boliche que era la cervecería Untertürkheim también en San Telmo, sobre Humberto Primo 899. Allí nos estaban esperando un grupo de alumnos de ISA, e hicimos una linda tertulia con ellos acompañados de abundante cerveza.
La navidad se estaba acercando rápidamente y el sábado decidimos comenzar la repostería haciendo las masas de azafrán. Hicimos una tanda de casi cuarenta masas y aun quedaba azafrán que había traido de Suecia en caso de querer hacer una segunda tanda más adelante. También comenzamos a decorar la casa y hacer algunas compras. La temperatura continuaba en aumento, y ya estaba pasando diariamente los 30 grados, con buen tiempo. Comimos una ensalada liviana mientras planéabamos ir hacia la noche a un lugar en San Telmo llamado La Pulpería en Defensa 1344, en una casona del siglo XVIII aún en refacción. Atendían en un patio grande, con sidra canilla libre. Karin y yo llegamos un poco más tarde que Viktoria y la encontramos sentada a una mesa con un grupo de gente que la habían invitado a juntarse al verla sola. Estuvimos charlando un rato con esta gente y descubrimos que una señora del grupo era gestora de jubilaciones. Me quedé con su número de teléfono para contactarla en el futuro. Luego nos pasamos a otra mesa y comimos una picada mientras nos reponían sidra sin interrupción. Karin quería mostrarme un lugar de tango, por lo que continuamos hasta el club La Independencia sobre Independencia 572. En una casa antigua y subiendo al primer piso, nos encontramos en un enorme salón con mesas y con pista de baile donde habían varias parejas bailando tango. Pedimos un vino blanco y disfrutamos del espectáculo, algunas parejas bailando de una manera fantástica. Apareció incluso un cantor de tango que dió un excelente recital además de algunos números de baile. Cuando terminó decidimos emprender la retirada y regresamos a la Boca.
El viernes 13 había sido el día de Santa Lucía, y la tradicional procesión en la iglesia se había organizado para el domingo. Este año iba a ser Viktoria la figura principal al tomar el rol de Lucía. Con un poco de reluctancia, Karin decidió participar también. Ellas se fueron a la iglesia a las tres de la tarde para ultimar los preparativos. Por mi parte fuí a ver a Gabriel e hicimos un picnic en su terraza recientemente reparada con una nueva membrana impermeable. Allí charlamos sobre la boda de Johanna y él si decidió que iba a participar. Antes de las cinco fuí caminando lentamente a la iglesia bajo un sol agobiante. Cuando llegué me topé de inmediato con la embajadora sueca nueva, en funciones desde hacía unos cuatro meses. A las cinco fue la misa, conducida por una sacerdote sueca ambulante y al final ingresó la procesión para colocarse frente al altar y cantar los tradicionales cantos. Luego ofrecían café con masas y había también rifa y puestos de venta de productos suecos. Una señora había hecho un glögg muy bueno. Dado el calor que hacía no habían habilitado el jardín en esta ocasión. Notamos que se estaba armando una tormenta que luego quedó en la nada, y después de ayudar a hacer orden en el salón de la iglesia fuimos caminando hasta el restaurante Lezama sobre la plaza homónima a comer carne. Tanto el lomo como el vacio estaban bastante buenos. Regresamos caminando al Benito sin señales de tormenta excepto algunos rayos a la distancia, pero durante la noche hubo algunos truenos y chaparrones.
Asi llegamos al lunes y un nuevo día de trabajo. Del curso no recibí ninguna noticia por lo que lo dí por perdido. Recibí un mensaje de Agustín pidiendo si podía ayudar a Mariano a ir a rehabilitación a las diez de la mañana, y partimos a esa hora para tomar el colectivo 168. Estaba complicado subir al colectivo al haber un camión impidiendo que se acercara a la vereda, por lo que decidí tomar un taxi en cuanto vi aparecer uno. Dejé a Mariano en el instituto de rehabilitación y continué caminando unas diez cuadras hasta el lugar donde Agustín estaba trabajando en la refacción de un local en el que se iba a habilitar un lavadero industrial. Me mostró el proyecto y al rato hubo un corte general de luz por lo que dejó el trabajo con la idea de ir a esperar a Mariano en un bar cercano al instituto. Mientras yo esperaba en la calle, resultó que Agustín había sacudido el pantalón que se iba a poner sin percatarse que tenía un cuchillo, lo que terminó con un profundo corte en la muñeca derecha y una buena hemorragia. Mientras él se apretaba la herida para contener la hemorragia, fuimos caminando hasta el hospital Ramos Mejia que estaba a dos cuadras, pero nos encontramos allí con una situación caótica sin atención y con oscuridad a causa de la falta de energía eléctrica. La hemorragia se había detenido por lo que deidimos cruzar la calle y comprar vendas y desinfectande en una farmacia. Le hice la cura y así fuimos luego a buscar a Mariano. Agustín iba a ver cómo se podía continuar con el trabajo sin causar problemas a su herida. Por mi parte había quedado en ir al centro con Viktoria y encontrarnos con Karin en el tradicional restaurante Los 36 Billares sobre la avenida de Mayo 1265 donde también nos juntamos con Eva y algunos alumnos y ex alumnos del ISA. Era un lugar con más de 100 años de historia que aparentemente iba a cambiar de ramo. Aproveché para dejarle a Eva las cosas que le había mandado su amiga Anna. Al rato de estar allí comenzaron a anunciar un show de tango que era pago, por lo que abandonamos el local y fuimos a dar a una pizzería sobre 9 de julio. La velada fue muy linda, con muchas historias de vida para compartir.
Me había comprometido a hacer pan y preparar falafel para la noche, por lo que armé una larga lista de compras para hacer el martes por la mañana. Conseguí practicamente todo en el chino del barrio y comencé por el pan de frutas y nueces que salió muy bien. Los garbanzos para el falafel eran los que me había dado mi hermana meses atrás y que habían estado toda la noche en remojo. La clave para freirlos sin que se desarmaran era no cocinarlos previamente, Había que molerlos crudos en el momento de la preparación. Con Viktoria fuimos por la tarde hasta el Abasto a hacer algunas compras navideñas, y regresé a la Boca justo a tiempo para terminar de preparar y freir los falafel poco antes que llegara Karin y luego Karolina, una chica sueca que ella había conocido poco antes y que nos iba a acompañar a cenar. Lo hicimos en el patio de atrás con una noche en calma y cuando recién comenzaba a aflojar el calor del día. Fue nuevamente una reunión muy linda, que finalizó pasada la una de la mañana. Los falafel salieron muy bien, aunque el último que quedaba lo comió Kubrik y al dia siguiente lo devolvió.
Se cumplia una semana de mi llegada a Buenos Aires aunque con la intensa actividad que tenía parecía mucho más. Agustín apareció por casa el miércoles por la mañana a buscar algunas herramientas y me propuso acompañarlo en sus actividades por lo que saqué a Kubrik a dar su vueltita y luego partimos hacia la obra que estaba haciendo en la Boca donde montamos una lona gigante para proteger el resto de un local de la parte donde dos bolivianos estaban demoliendo unos baños para renovarlos. El calor era intenso y se levantaba mucho polvo también. Luego fuimos a Retiro para comprar mi pasaje a Bariloche. Ya no había descuento por pago contado asi que usé la tarjeta y compré un pasaje para el 2 de enero a las 14:00. El paso siguiente era ir a cobrar un cheque al microcentro y para eso dejamos la camioneta en puerto Madero y subimos caminando hasta el banco. Finalmente me llevó al lavadero que se iba a mudar al nuevo local que Agustín estaba renovando también. Era evidente que tenían que mudarse de ese local que estaba abarrotado de pesadas máquinas de lavar y secar, funcionando con gas que generaba un calor infernal. Se había comenzado a formar una tormenta y cuando regresé al Benito alcancé a sacar a Kubrik antes de que comenzaran los truenos y la lluvia, que fue bastante escasa. Iba a encontrarme con Karin a las cinco a la salida de su trabajo y ya no llovía casi nada cuando salí a tomar el colectivo. La idea era hacer shopping navideño y caminar un poco. Incluso pasamos por el Gato Negro donde tomamos algo y conseguí el cardamomo entero que necesitaba para hacer glogg casero. Karin iba a encontrarse con unas amigas en la zona de Congreso y allí nos separamos. Regresé a la Boca y me junté con Agustín, Mariano y Viktoria para ir a comer unas pizzas a Augusto. Agustín había avanzado por la tarde con un quincho en la terraza, otra obra para un vecino del edificio de la que estaba encargado. El quincho se veía muy bien pero el propietario lo había arruinado al colocar dos intensas lámparas blancas que medio mundo se empeñaba en usar aquí. Las pizzas de Augusto como siempre muy buenas y la charla también.
Ya se iba achicando rapidamente la cantidad de dias disponibles antes de la nochebuena y pensé que era conveniente hacerse ya de un arbolito por lo que el jueves por la mañana salí a explorar los comercios de la calle Olavarría en la Boca. Allí encontré un chino con mucho surtido y elejí un arbolito de metro y medio que me pareció aceptable además de diversos adornos para decorarlo. Las luces las había traido de Suecia por lo que no hacían falta. También quería hacer glogg casero de vino blanco según la receta que había traido y aun me faltaban ingredientes como la canela en rama y el vino. El pan se había terminado y prometí hacer otro pero para ello necesitaba harina integral, un ingrediente muy poco utilizado por aquí. A la hora de la siesta de los negocios fui caminando hasta el centro cultural Torquato Tasso, un local en San Telmo donde el conjunto La Chicana iba a actuar al día siguiente. Queríamos ir Karin, Viktoria y yo, y las entradas eran un 20 por ciento más baratas si se compraban con anticipación. A la vuelta conseguí la canela en rama en un supermercado cercano y preparé el glogg. En el chino de la vuelta de la casa de Gabriel tenían harina integral y entonces pude elaborar el pan también entre salida y salida con Kubrik. Gabriel me había propuesto ir a comer pizza a la parrilla en su terraza asi que fui para allá cuando caia la noche. El día habia sido muy caluroso pero al oscurecer estaba bien fresco en la terraza, donde también corria un buen viento. Las pizzas que preparó Gabriel eran angostas y largas para que quedaran bien sustentadas por la parrilla, un método bastante original, y estaban muy sabrosas. En la terraza nos juntamos con Marcos, Julia, Francisco y una chica que años atrás frecuentaba la casa de Antonio. Fue una linda sorpresa encontrarla allí. Agustín vino también al final de una intensa jornada de trabajo, mientras que Mariano andaba dando vueltas con su barra de amigos. Quedé con Gabriel en ir a matear temprano por la mañana del día siguiente. También prometí a Agustin acompañar a Mariano a su sesión de rehabilitación del viernes. Cuando llegué al Benito las chicas ya estaban acostadas al ser cerca de las once de la noche.
El viernes me levanté a eso de las seis y media de la mañana para ducharme antes de salir, y después de un breve encuentro con Karin fui a comprar facturas antes de golpearle la puerta a Gabriel a las siete y media. Alcanzamos a matear y charlar un rato, pero él tenía que ir a trabajar a Ramos Mejia contando con dos horas de viaje como mínimo en transporte público asi que la reunión fue breve. Lo acompañé al colectivo y regresé a Benito para pagar varias cuentas de diciembre que me había mandado Johanna antes de encontrarme con Mariano en la puerta de su casa. Esta vez fuimos a una parada del colectivo 168 anterior a la habitual, donde era mucho más facil subir. Lo dejé a Mariano en el instituto y regresé a la Boca a dormir una siesta pensando que el día iba a ser largo. Con una agujereadora que me había prestado Gabriel hice algunos trabajos menores en la casa de Karin y también terminé de preparar y embotellar el glogg a base de vino blanco, que quedó excelente. Decidí entonces hacer una producción de glogg de vino tinto también, que quedó macerando cuando Vikctoria y yo partimos al centro a unirnos al festejo de fin de año del ISA. Había algún tipo de concentración en la plaza de Mayo de modo que la zona estaba cortada y el colectivo tuvo que tomar un recorrido distinto al habitual junto con otros miles de vehículos, pero llegamos finalmente a la calle Tacuari donde estaba en plena marcha la fiesta de navidad organizada por Eva y Johanna. Abundaba el glogg y las masas de gengibre, y se cantaron canciones navideñas tradicionales bajo la habil dirección de Johanna. Al rato tuvimos que dejar la fiesta para ir caminando al Tasso, que abria sus puertas a las nueve de la noche. Habia ya una multitud de gente pero encontramos una buena ubicación y alcanzamos justo a comer una picada antes de que comenzara a tocar La Chicana. Dieron un excelente recital, con Dolores Solá como solista, lo que compensó la deficiente acústica del local, y lograron enganchar al público. Con un poco más de vino encima que lo necesario y una noche cálida y linda regresamos caminando al Benito.
La "ola de calor" continuaba sin dar tregua en Buenos Aires y buena parte del pais. Mientras desayunaba con Karin en el patio de atrás se me ocurrió que podía ser una buena idea tener una manguera con regador, entre otras cosas para refrescarse. Asi fue como el sábado al mediodía fuimos a la ferretería del barrio a comprar la manguera. Karin vió una bañadera para bebés que le podía ser util y también la compramos. Fue una idea genial para hacer frente al calor. A la tarde se fueron Viktoria y Karin a la caza de regalos de navidad, y nos habíamos decidido también por ir al cine, a la función que comenzaba a las 22:00 en Puerto Madero. Antes de salir comimos una picada con imgredientes varios que encontramos en la heladera. La noche era muy linda y soplaba un viento refrescante cuando fuimos caminando a Puerto Madero. A las chicas les gustó mucho la película y lloraron bastante. Vimos al regreso que se había armado una fiesta con música en la vereda de la casa de Martín y Karin y yo decidimos quedarnos un rato allí. Nos encontramos con Agustín y Gabriel también, y al quedarnos a escuchar la música se hicieron como las tres de la mañana cuando llegamos de regreso a la casa.
El domingo era el dia en que ibamos a armar el arbolito, hacer más masas de azafrán y preparar las masitas de jenjibre, todo esto con un calor infernal. Pero contábamos con la manguera para refrescarnos. Con Karin fui a una carnicería del barrio donde compramos una bondiola de dos kilos. De allí corté seis bifes para hacer a la noche y los dejamos macerando. El resto iba a reemplazar al tradicional jamón de navidad sueco de nochebuena. Me di luego una vuelta por la casa de Agustín a buscar algunas herramientas y también un timer que nos prestó un vecino para solucionar temporariamente el problema de la heladera de Karin que no paraba nunca. A la tardecita dimos una vuelta por la fundación Proa y en la terraza tomamos algo sentados en un cómodo sillón lleno de almohadas. Cuando regresamos a Benito comencé con el fuego porque ibamos a cocinar también unas verduras envueltas en aluminio. La carne resultó muy tierna y las verduras estuvieron también muy buenas. Era una bendición poder comer al fresco en el patio de atrás. Karin había participado hacia un tiempo en un programa de televisión sobre extranjeros en la Argentina y nos pusimos a verlo. Comenzaron a caer cantidad de mensajes al celular de Karin comentando lo bien que se veía, evidentemente TN era un canal muy visto. En el interín recibí la sorpresa de un mensaje de Alicia y estuvimos chateando un buen rato, Ella estaba en Uruguay y el 29 iban a llegar sus hijos de visita.
Vísperas de nochebuena y por la mañana hice planes con Gabriel y Agustín; primero unos mates con Gabriel, cuya casa se había llenado de gringos, y de allí con Agustín al Easy a hacer compras para Benito antes de que él fuera a su obra de la lavandería. Nos hicimos de tierra y de material de pintura en el Easy de Barracas, que dejé en su camioneta para regresar caminando a la Boca. Ni bien nos separamos cai en la cuenta que las llaves de Benito habían quedado en manos de Agustín pero confié en que había alguien en casa, lo que resultó ser una suposición equivocada. Sin acceso al Benito tuve que pensar cual era la mejor opción, esperar o ir a buscar las llaves, y me decidí por la segunda. Con el 168 fuí hasta Boedo y por suerte encontré allí a Agustín en plena obra. Solucionado el problema regresé con el mismo colectivo a la Boca, nuevamente con un día de intenso calor sin miras de aflojar. Mientras hacia cosas en Benito llegó un mensaje de socorro de Agustín ya que le pedían de la Fundación Proa que fuera a retirar una caja con donaciones que iria a un paraje en Chaco. Para no cortar su trabajo me pidió que fuera a buscar la caja y allí fui. No era extremadamente pesada pero si bastante grande. Con Soledad, la empleada, le pusimos unas sogas y asi la pude bajar y casi arrastrandola la llevé una cuadra hasta donde un personaje coordinaba los taxis que pasaban por Pedro de Mandoza. Al rato enganchamos uno y me llevó a Benito con la caja. El taxista, paraguayo, alcanzó a contarme la historia de la Boca y de la época dorada de las cantinas durante el corto trayecto. Había quedado con Agustín que el pasaría por la noche a dejar las compras del Easy y a comer pasta con pesto. Las chicas se iban a reunir en el centro con amigas de modo que estaba solo. Como Agustín tenía un transporte muy tarde, recién vino pasadas las once junto con Mariano y Daniela. Yo había preparado todo en el patio de atrás y allí comimos los cuatro. Luego aparecieron Karin y Viktoria cuando ya todos queríamos irnos a dormir.
Así llegamos al 24 de diciembre, que nuevamente prometía ser un día agobiante con temperaturas rondando los 36 grados. Comencé llenando de tierra la pileta de lavar que ibamos a usar como macetero y transplantando algunas plantas incluido lo que quedaba de la planta de albahca que había utilizado para el pesto, confiando en que iba a salvarse. Karin me acompañó luego a la calle Olavarría donde finalmente compré unas zapatillas tipo alpargatas para reemplazar a las que tenía y que se estaban cayendo a pedazos. Las que conseguí tenían suela de goma, que no era mi favorita, pero no había otras, y al menos no había que preocuparse más por los charcos de agua y los regalos de los perros. También hicimos el resto de las compras necesarias para la cena de navidad y comenzamos a preparar todo en el patio trasero. Karin puso al horno la bondiola que habiamos reservado para la ocasión y quedó muy bien. Por la tarde fui un rato a matear con Gabriel y dejarle el regalo de navidad. El tenía planeado un asado a la noche con los gringos que andaban por allí. Tuve también mi primer encuentro con la vecina Mirta, quien había comenzado a quejarse de la ampliación que habíamos hecho un año atrás. El baño que se había agregado había reducido un poco la vista desde su jardín y era lo que más le molestaba. Además habían quedado escombros que quería que quitáramos. La mujer dijo ser arquitecta, y primero quería que demoliéramos la construcción para luego decir que nos iba a proponer una solución menos drástica. No quedamos en nada, excepto mi conclusión que algo fallaba en su personalidad. Le dije que iba a hablar con nuestro director de obra, o sea Agustín. Hacia el anochecer apareció Eva con sus dos hijos y arrancamos con una picada navideña hasta que llegaron Agustín, Mariano y Daniela. Ibamos a comer en el patio y todo era frío, incluidas las albóndigas que había traido Eva. La cena estuvo muy linda, y rodeada de la música que llegaba de varias fuentes, los frecuentes ladridos de los perros de la casa contigua, y el estruendo creciente de los fuegos artificiales. A Kubrik lo pusieron muy nervioso, como era de esperar. Ya a medianoche abrimos finalmente los paquetes y repartimos los regalos de navidad. Por mi parte quedé muy contento con mis anteojos de sol, Ray Ban "auténticos", mi agenga 2014, y un libro de poemas con traducción al sueco por Eva. Ya a mi llegada a Buenos Aires me había encontrado con dos botellas de vino y dos turrones como regalos anticipados de navidad. Eva y sus hijos se quedaban a dormir por lo que cedí mi dormitorio y fui a dormir a la casa de Agustín.
La noche del 24 estuvo poblada de ruidos diversos, música y fuegos artificiales, y no fue facil dormir en el departamento de Agustín. Mariano había estado en la calle con sus amigos y apareció como a las seis de la mañana. Regresé al Benito ya con un sol ardiente y saqué a Kubrik a dar una vuelta antes de ponerme a matear en el patio trasero. Al estar planeado el viaje al Uruguay para el dia siguiente teníamos que llevar a Kubrik a Banfield donde vivía María, la amiga de Karin que se iba a encargar del perro. Para ello habíamos contratado a Agustín, aunque no sabiamos bien cuando pasaría a buscarnos. La salvación para hacer frente al calor fue tener el regador con la ducha en forma continua para poder refrescarse. Eva y sus hijos se habían quedado a dormir y partieron hacia el mediodia. A media tarde vino Agustín con su camioneta para el operativo traslado, que no era solo llevar a Kubrik sino también un guardarropas que Karin no quería tener y que a María le venía muy bien. Logramos meterlo justo en la camioneta y partimos hacia Banfield, por suerte con aire acondicionado. Kubrik no puso objeciones e hizo el viaje en forma tranquila. Cuando llegamos allá la temperatura era de 39 grados. La casa tenía un jardín grande, excelente para Kubrik. María nos dió sendos regalitos y yo recibí un queso casero. También nos convidaron con helado antes de partir de regreso. Agustín y yo fuimos a estar un rato con Gabriel, a quien se le habían ido todos los gringos. Tenían planeado un asado en la casa de su amigo Adrian para la noche pero yo me había borrado ya que siempre se hacía muy tarde y teníamos que partir al dia siguiente temprano. En casa de Karin armamos una cena con los restos de la comida de nochebuena y abundante vino espumante. Traté de juntar todo lo posible para el viaje antes de irme a dormir, y puse el despertador para las 04:30.
Habiamos acordado tratar de salir de Benito a las cinco y media de la mañana y asi lo hicimos. En lugar de tomar taxi fuimos con el 168 a Constitución cuando despuntaba el día. Desde allí salía un cómodo micro de la Cacciola para llevar pasajeros a Tigre, y apareció con cierto atraso. Había algunos pasajeros más esperando, y durante el trayecto a Tigre hizo varias paradas para recoger más gente. Mientras hacíamos la cola para pasar por migraciónes y aduana apareció Eduardo Rattner a saludarnos, ya que vivía a pocas cuadras del embarcadero. El catamarán salió completo a las ocho y media. Tenía cómodos asientos y aire acondicionado lo que realmente hacía falta con el sol y calor que prometía el dia. Había una cantina también y un pequeño tax free. El cruce a Carmelo demoró unas tres horas, pasando primero por el delta y hacia el final por rio bastante abierto. De a ratos iba rápido, de a ratos despacio. Pasamos cerca de la isla Martín García, aunque no la pude ubicar. En Carmelo había que pasar la migración y aduana uruguayas, un trámite bastante largo de modo que significó más espera y cola. Finalmente pisamos tierra uruguaya y fuimos caminando lentamente a nuestro alojamiento. El arroyo Las Vacas dividía al pueblo y después de hacer un par de cuadras por la costanera cruzamos el puente de hierro para continuar por la calle que llevaba a la playa Seré, Unas pocas cuadras más y llegamos a la Posada del Navegante donde nos recibieron muy bien y nos dieron nuestras habitaciones en el primer piso. El lugar era modesto pero aceptable. Las habitaciones eran cómodas y tenían aire acondicionado, casi imprescindible. Un detalle interesante es que tenían celdas solares para calentar el agua. Había interés por ir a la playa por lo que ni bien quedamos acomodados caminamos las cinco cuadras que nos separaban del rio. Allí había un par de restaurantes y lo primero que hicimos fue sentamos a comer algo y tomar cerveza helada en la veranda de uno de ellos, con una linda brisa que venía del rio. Pagamos en pesos argentinos, al no disponer aun de dinero uruguayo. Luego buscamos la sombra de un arbol donde hice campamento mientras las chicas tomaban sol y se bañaban en el rio. Finalmente me di un chapuzón también en el agua caliente del rio. El agua era poco profunda y con muchos menos sedimentos que del lado argentino. Se podía entrar una buena distancia y aun hacer pie, con suave fondo de arena. Repentinamente se levantó un buen ventarrón que trajo un poco de alivio, y se fue nublando. Regresamos al hospedaje a descansar un rato antes de salir hacia el centro del pueblo a explorarlo y encontrar un lugar para cenar. En la plaza central había cajeros automáticos y nos hicimos de un poco de dinero uruguayo. Había un tráfico bastante intenso, que incluia cantidad de motos y motonetas que parecían ser el medio de transporte preferido. Poca atención parecian prestarse al uso del casco y luces. Después de buscar bastante encontramos finalmente un restaurante en una esquina de la calle principal. Se llamaba "El Horno" y alli tenían chivitos, el tradicional plato de carne uruguayo, pizzas y ensaladas. Compartí un chivito con Karin mientras que Viktoria se conformaba con una ensalada. Esa noche consumimos dos botellas de cerveza helada. La esquina era muy transitada con tráfico cruzado, y en un momento dado escuché una fuerte frenada e instantes más tarde vi una moto con dos chicos volcando en la calle después de haber impactado en una camioneta. La camioneta se fue del lugar y el conductor de la moto quedó tirado tapandose la cara. Junto con otras personas me acerqué a ver su estado y por suerte no parecía tener lesiones graves. Se levantó por su cuenta y salió rengueando. El acompañante estaba sentado en el cordón en estado de shock pero parecía ileso. Antes de que llegara la ambulancia desaparecieron del lugar ya que la moto seguía funcionando. Ya había observado antes que había extrema imprudencia en el tráfico, asi que era previsible que se produjeran accidentes de este tipo. Seguía nublado y comenzaron a caer unas gotas también. Nosotros queríamos un buen chaparrón pero no se dió. Regresamos ya en plena noche a la posada y asi terminó nuestro primer día en Carmelo.
Continuando con la rutina del día anterior, comenzamos con un desayuno en el hotel antes de partir para la playa. Era un buffet bastante modesto, pero así y todo comí un par de medialunas añejas, cereales con yoghurt, y una naranja además de tomar una cantidad de café. Una empleada bastante parlanchina nos dió abundante charla, girando mayormente alrededor del clima pues ya hacía mucho calor por la mañana. Como era el cumpleaños de Johanna traté de localizarla por Skype pero no fue posible. Cuando estuvimos todos listos partimos hacia la playa Seré donde buscamos la sombra de un arbol para instalarnos. Cuando se despertó el apetito nos instalamos en la veranda del mismo restaurante del día anterior y nuevamente atacamos una ensalada. Ese día no me bañé, me quedé a la sombra leyendo mis revistas hasta que fue hora de regresar al hotel. Allí encontré una nota para nosotros; era un aviso que había un llamado de Alicia, por lo que la llamé y me encontré con la sorpresa que estaba en camino y a una hora de llegar. Habíamos planeado ir al centro a hacer compras en un supermercado por lo partimos para allá y después de haber hecho las compras, que incluian alpargatas blancas para mi, me quedé en la plaza central a esperar el arribo del colectivo. Llegó puntualmente y allí me encontré con Alicia después de siete meses de no verla. Volvimos caminando al hotel poniendonos al dia de nuestras respectivas vidas. Se la veia muy bien y de buen ánimo. Ella no podía quedarse más que hasta el día siguiente por la tarde ya que el 29 llegaban Magela, Marcos y Leo de Suecia a visitarla. Hice las presentaciones con Karin pues no se conocían de antes, y después de refrescarnos nos juntamos con las chicas en el restaurante Don Gatto para cenar. Estaba cerca del hotel y parecía prometedor después de haberlo visto de pasada la noche anterior. Nos sentamos en la veranda y pasamos una velada muy linda los cuatro. El lugar era realmente muy lindo y acogedor, pero la comida una calamidad. Cometí el error de pedir un vacio de la parrilla a compartir con Alicia, que resultó ser una suela practicamente incomible. Pero probamos dos variedades de vino de la bodega local Irurtia que resultó ser muy bueno. Ya pasada la medianoche regresamos al hotel con una noche cálida y cielo estrellado.
El sábado arrancamos bastante tarde con el desayuno y apenas pude mostrarle la playa a Alicia, con bañ0 incluido, antes de tener que regresar al hotel a buscar sus cosas e ir a la terminal de omnibus para que ella partiera de regreso a Montevideo. Fue realmente una visita muy fugaz. Por mi parte volví a la playa a hacer companía a las chicas, y luego nos sentamos en la veranda del hotel a comer una picada con lo que habíamos comprado el día anterior. También tomamos un vino blanco uruguayo que queríamos probar para lo que tuve que recurrir a un vecino del hotel para que nos prestara un sacacorchos. Sabíamos que esa noche iba a haber un concierto de tango en un teatro del centro, con entrada libre, por lo que para allá partimos después de haber dado una vuelta por la playa a ver la espectacular puesta de sol y regresando por el casino. Llegamos al teatro en el momento en que comenzaba el espectáculo, en una sala refrigerada con exageración. La orquesta era la de espectáculos de la municipalidad de Colonia, e interpretaron muy bien una serie de tangos conocidos de ambas orillas. Habia algunos cantantes también. Se hizo bastante tarde, pero igual fuimos a buscar un restaurante en una esquina de la plaza principal para comer una picada con cerveza.
Así llegamos al último día de nuestra estadía en Carmelo. Armamos nuestro equipaje antes de partir para la playa y no hubo problemas en dejarlo en las habitaciones. Seguimos el mismo ritual y esta vez las chicas compartieron un chivito en la veranda del restaurante. El tiempo seguía igual, caluroso y soleado, y a las cuatro de la tarde fue el último chapuzón antes de regresar al hotel a buscar las cosas. A marcha lenta fuimos al centro y entramos al muy bien provisto supermercado donde compramos algunos vinos, cerveza y agua. Estábamos bastante cargados y por suerte encontramos en el pueblo casi desierto una heladería donde nos sentamos un rato antes de encarar el tramo final hasta el embarcadero. El catamarán salía a las 19:30 hora uruguaya y esta vez nos sentamos abajo en primera fila por lo que pudimos ver un nuevo atardecer hermoso y luego las luces de la costa y de las numerosas embarcaciones pululando en el delta. Había nuevamente un colectivo esperándonos y ni bien salió quedo trabado en una esquina al no poder girar por haber un vehículo mal estacionado. Se produjo un gran atascamiento pues la calle estaba llena de vehículos siendo un domingo. Finalmente apareció el propietario y corrió el auto por lo que pudimos seguir y haciendo un recorrido por Puente Savedra, el centro y Once dejando gente llegamos finalmente a Constitución pasadas las once de la noche. Queríamos tomar un taxi y apareció uno casi enseguida. Nuevamente nos tocó un personaje, escandalizado porque estábamos en Constitución en una zona peligrosa. Nos llevó a todo trapo hasta la Boca, despotricando de todo y contra todo. Ya habíamos escuchado por Agustín el día anterior que habían visto unos sujetos caminando por los techos en nuestra manzana, e incluso había estado la prefectura en casa buscando si se habían refugiado allí. Eva les había pedido que lo hicieran. Por suerte encontramos la casa en orden, y después de dejar las cosas fuimos a comer algo a Augusto. El calor seguía siendo muy intenso y hubo que tener los ventiladores en marcha para poder dormir.
Había invitado a Antonio y Antonieta para el 30 de diciembre y por la mañana confirmamos que vendrían hacia la noche. Quería ofrecerles una paella y por la mañana fui con Karin hasta Barracas donde había una pescadería de primera para comprar camarones y langostinos. También nos sentamos a tomar un café en la vereda de un lindo bar y restaurante de estilo alemán en las cercanías de la pescadería. Había mucha gente comprando y después de una buena espera conseguimos lo que queríamos. Luego completamos las compras para la cena en el chino de la zona, y también nos hicimos de lo necesario para la cena del 31 que sería en el Benito reuniendo a algunos amigos. A la tarde apareció Karolina, la sueca que había estado en nuestra cena de falafel. Le había prometido un glogg de vino tinto y venía a buscarlo. Luego comencé con los preparativos para la paella y quedó lista cuando me llamó Antonieta contandome que estaban en camino. Habíamos notado en la Boca que se habían formado piquetes varios cortando calles, avenidas y autopistas en reclamo por la falta de electricidad, de modo que les recomendé no usar la autopista que llegaba a Retiro. Almirante Brown estaba "colapsada" en las cercanías de la subida al puente, pero asi y todo pudieron llegar sin problemas acompañados de su nieta Isabella. El dia había sido muy caluroso y nos sentamos a cenar en el patio de atrás, acompañando la paella con el vino casero de Antonio. Lo pasamos muy bien con ellos y cuando Isabella se quedó dormida decidieron partir de regreso. La calle Banito Perez Galdós estaba totalmente taponada de vehículos al continuar los cortes. Salí a dar una vuelta con Karin a ver el caos antes de irme a dormir con el ventilador en marcha. Para complementar la heladera habíamos puesto una heladerita extra en mi habitación por lo que tenía acceso a agua fria al lado de mi cama. Como en un hotel de muchas estrellas.
31 de diciembre y dia de decirle adios al año 2013. El clima nos había dado un respiro pues estaba nublado y la temperatura por debajo de los 30 grados. Los cortes de luz seguían y también las protestas, aunque casi milagrosamente continuabamos con electricidad en el Benito. Karin tenía que traer de regreso a Kubrik desde Banfield y no contábamos con la ayuda de Agustín. Aun antes de que yo me despertara partió karin en tren y ya en Banfield consiguió un remise que aceptó traer a Kubrik en su auto por lo que a media mañana estaban de regreso. Para Kubrik no parecía ser mayor problema andar en un vehículo. En el interín había cambiado la canilla del baño del fondo que alimentaba la manguera pues perdía mucho. La reemplacé por una de plástico que habíamos comprado en Easy y quedó funcionando bien. Habíamos hecho el día anterior las compras para la cena del 31 pero así y todo tuvimos que completar los preparativos con una escapada al chino y luego fue cuestión de ponerse a armar los 50 brochettes de carne y vegetales. Karin hizo también un budin de harina de algarrobo y una torta de chocolate. Agregado a lo que traerían los invitados pensamos que comida y bebida no iba a faltar. Poco antes de la medianoche en Suecia logramos comunicarnos con Johanna que estaba de pleno festejo en la casa de los padres de KF. Hasta me mandó una fotografía donde ambos estaban muy elegantes, ella con vestido de fiesta y él de smoking. Nosotros armamos nuestra mesa en el patio y Karin decoró con luces y velas ya bajo un cielo estrellado. Además de nosotros tres vinieron Eva, Mirna y Jorge, y Merlina. Tal como lo habíamos pensado, había abundancia de comida y con todas las entradas no quedó mucho margen para los brochettes y las verduras que hice en la parrilla por lo que la mitad volvió a la heladera. Como era de rigor se habló mucho de experiencias, planes y expectativas, envueltos en la música que provenía de lugares diversos y el estruendo de los fuegos artificiales. Kubrik buscaba protección trepandose a nosotros. Asi recibimos el nuevo año y nos quedamos de tertulia hasta eso de las tres de la mañana. Salí a dar una vuelta con Kubrik evitando los grupos que continuaban tirando fuegos de artificio, y nos encontramos con mucha gente sentada afuera de sus casas escapando al calor.
Habíamos decidido pasar el primer dia del nuevo año en forma tranquila y cumplimos nuestro propósito sentados en el patio con la manguera a full ya que el año nos recibía con calor y sol radiante. Recién por la tarde salimos a dar una vuelta por puerto Madero después de haber pasado por la iglesia con Eva. Había fallecido una persona mayor de la congregación y al día siguiente iba a haber una ceremonia en la iglesia. A la noche prendí nuevamente un fuego en la parrilla del fondo y terminamos de hacer los brochettes que habían sobrado de la noche del 31, acompañados de un vino rosado que había traido Eva. Hice una escapada al departamento de Gabriel a buscar un cargador que me había pedido pues nos ibamos a encontrar en Bariloche el dia 3, aunque luego me di cuenta que no era el que necesitaba. A Elsa le confirmé que participaria del almuerzo que iban a tener Erica e Ivano el día 4 en Puelo, celebrando su aniversario de bodas.
El esperado alivio se produjo durante la noche del miércoles al jueves y se anunció con bombos y platillos cuando comenzaron los truenos y relámpagos acompañados de fuertes chaparrones y marcada caida de la temperatura. A la mañana seguía lloviendo bastante fuerte y me mojé bastante cuando saqué a pasear a Kubrik. Me despedí de Karin, quien se fue a su trabajo y me puse a armar el equipaje que llevaría a Bariloche. Entre una y otra cosa me llevó el resto de la mañana y por suerte dejó de llover. Con el colectivo 130 y la nueva tarifa de 2,50 pesos llegué a Retiro una hora antes de la partida del Via Bariloche. Previendo que la merienda y el desayuno iban a ser magros compré una caja de seis alfajores Havanna, para agregar a las galletitas de salvado uruguayas que había llevado de casa. Como siempre, había mucha gente en la terminal y también corte de luz en muchos sectores. El colectivo se llenó y partió puntualmente a las dos de la tarde, esta vez saliendo hacia el norte y tomando la avenida General Paz sin entrar a Liniers. La tormenta había pasado y por la tarde estaba totalmente despejado, de modo que el sol iluminaba a pleno la explosiva exhuberancia del campo. La merienda del Via Bariloche había mejorado unos puntos al incorporar un alfajor, y la cena que fue servida antes de pasar por Santa Rosa estuvo muy buena. El baño en cambio podía estar en mejores condiciones ya que estaba sucio, no tenía jabón y era dificil obtener agua de la canilla. Era notable que el display anunciara en forma casi constante que el colectivo iba a exceso de velocidad, parecía que el conductor no le prestaba mucha atención a ese detalle. Las películas eran las mismas que ya habíamos visto en octubre, pero de todos modos me quedé dormido y cuando desperté estábamos llegando ya a General Roca. Entramos a Cipolletti pero pasamos de largo la terminal de Neuquén. Nuevamente me quedé dormido y desperté cuando estábamos llegando a Piedra del Aguila. Eran poco más de las seis de la mañana y nos iban a servir el desayuno. Había quedado en llamar a Cacho y Elsa pero no había señal, la que recién conseguí cuando ya estábamos por llegar a Bariloche, para colmo con una hora de adelanto. Sorprendí a la familia con mi llamado y esperé algunos minutos en la terminal a que vinieran a buscarme. El día estaba fresco y ventoso, pero con lindo sol. Recibí un mensaje de Gabriel en el que anunciaba que recién llegaría el 4, a confirmar. Después de unos mates bajé con Elsa a saludar a la tía y luego a consultar a la agencia Tonon sobre posibles departamentos en venta. Había un par de ellos que podríamos ver la semana siguiente. El de los conocidos de Elsa se podía ver el lunes. Luego almorzamos unos excelentes ravioles de ricota y dormí a continuación una corta siesta hasta que escuché la voz de Andrea, quien a pesar de un intenso dolor de muelas había venido a saludar. Hacia la tardecita logré comunicarme con Johanna, ella ya preparandose para el regreso a Africa.
El sábado 4 ibamos a ir a Puelo a encontrarnos con Erica e Ivano en un restaurante para celebrar su aniversario de bodas con un almuerzo. Con una mañana fresca pero linda partimos de Bariloche con la idea de entrar de pasada al lago Steffen. Recientemente habían terminado de ampliar el camino y teníamos curiosidad por verlo. Incluso el mirador que estaba antes de la bajada había sido renovado con mucha prolijidad y se veía muy lindo. El camino mantenía la traza original pero había sido ensanchado lo suficiente para que se convirtiera en doble mano, eliminando el problema del horario de entrada y salida. Al ser flamante, el camino de tierra estaba en muy buen estado, y el puente construido sobre el antiguo y tan temido vado era extremadamente robusto. Llegamos hasta la entrada del camping pago y allí dimos la vuelta para regresar a la ruta y continuar hacia el Bolsón pasando por la casa de Miguel y Tamara a dejarles un regalo. Ellos no estaban en ese momento por lo que lo dejamos colgado en la verja de entrada y seguimos hasta Puelo para llegar puntualmente a la una y media de la tarde al restaurante Luz de Luna Bistro. Nos esperaban los festejados y también Monica, la amiga de ellos, quien festejaba su cumpleaños y tenía sus propios invitados. El almuerzo ya había sido pedido, con entrada, plato principal y postre lo que era casi demasiado pues luego vino la torta también que era un cheese cake buenísimo. La reunión estuvo muy buena y la rociamos además con un vino tinto neuquino Picada 15 Cabernet Sauvignon excelente más un espumante para los brindis. Después del almuerzo continuamos hasta la casa de Erica en el Hoyo para matear un rato con ellos y vimos también la casa de su hijo Freddy, en construcción. Estando allí me informé por Tamara que Gabriel se encontraría con Christian en el estudio del Bolsón a las ocho de la noche por lo que a esa hora estuvimos también allí y a los pocos minutos apareció Gabriel proveniente de Mendoza. Llegó con frio al tener poca ropa, pero yo le había llevado un buzo mio que aceptó con gusto. El se iba a quedar con Christian y Carolina para venir el día siguiente a Bariloche, y nosotros partimos cuando ya estaba cayendo el sol. Llegamos ya de noche pero sin inconvenientes, con Cacho manejando bastante rápido por la traficada ruta al Bolsón que era utilizada regularmente por grandes camiones chilenos.
Llegamos al domingo y aprovechando que Cacho iba a la iglesia por la mañana, bajé con él hasta la casa de la tía a mostrarle en la computadora lo que había subido a mi página. De paso corregimos algunos errores. Regresé también con Cacho a almorzar y luego planeamos Elsa y yo ir caminando hasta la casa de Eleonor quien estaba media clueca al haberse torcido un tobillo. Bajando por el centro cívico vimos el arbol de navidad de chapa construido tapando el monumento al general Roca, un buen trabajo. Continuamos por la costanera, y al llegar a la casa de Eleonor nos encontramos allí con Gabriel junto a Tamara, Christian y Carolina. Ellos habían ido a dejar a Miguel al aeropuerto y se habían enterado que ibamos a ir a la casa de Eleonor. Al rato llegó Cacho en el auto y nos sentamos a matear en el jardín hasta la hora eb que querían volver al Bolsón. Nosotros fuimos por el camino viejo hasta el antiguo puente sobre el río Ñirihuau donde había cantidad de gente bañandose y haciendo picnic. Parecía un verdadero balneario. Continuando por el camino llegamos nuevamente al asfalto y llegamos a la costa del lago donde nace el río Limay. Había un fuerte viento y mateamos dentro del auto casi a la orilla del lago mientras el sol seguía descendiendo detrás de las montañas. Al regreso a la casa cenamos junto con Gabriel y más tarde vino la familia Soto entera a saludarnos. El dolor de muelas de Andrea había cedido bastante por suerte. Facundo había venido con su recientemente adquirido Peugeot 405, aun cuando no contaba todavía con su carnet de conducir. Gabriel ayudó a Cacho a resolver algunos problemas en su computadora y luego se quedó trabajando hasta tarde con sus cosas antes de irse a dormir.
Gabriel regresaba a Buenos Aires el día lunes por la tarde, de modo que había aun tiempo para una excursión. Habíamos planeado subir los dos al cerro Otto y salimos poco después de las nueve de la mañana. Queríamos arrancar por la picada pero no la encontré por lo que tomamos el camino de autos que era bastante más largo y sinuoso. Al llegar al refugio Berghof recién reconstruido después del incendio nos encontramos con que no estaba el encargado, quien había salido a correr según el cartel que había en la puerta. Nos sentamos a disfrutar del paisaje en la amplia terraza y luego continuamos hacia arriba hasta llegar a la cumbre donde estaba la confitería giratoria. Cobraban 90 pesos por persona para tener acceso de modo que solo la rodeamos antes de emprender el regreso. A la vuelta había regresado el encargado del refugio y pedimos una pizza con sendas cervezas caseras que comimos nuevamente sentados afuera en la terraza a pleno sol. Luego continuamos hacia la ciudad y esta vez si enganchamos la picada en una de las curvas del camino y bajamos con mucha rapidez. Gabriel quería darse una ducha y terminar de preparar sus cosas, y Cacho y Elsa tuvieron la gentileza de llevarnos a la terminal de omnibus previo paso por un supermercado Todo para comprar unas cervezas locales. El omnibus salió a las 17:30 y nosotros regresamos a la casa donde nos estaba esperando Liliana, una amiga de Cacho y Elsa. Era también el día de su cumpleaños y estuvimos mateando un buen rato antes de cenar. Yo estaba bastante cansado después de la caminata y me fui a dormir bastante temprano.
Siendo ya martes me quedaban solamente tres dias más en Bariloche antes de regresar a Buenos Aires. Decidí entonces continuar con mi proyecto de búsqueda de vivienda y aproveché que Elsa y Cacho bajaban a hacer compras para ir con ellos al centro. Fui hasta la inmobiliaria Escobar, con la que ya había tratado en octubre y prometieron armar un programa para el día siguiente. Luego pasé por una peluquería en las cercanias y aproveché para cortarme el cabello pensando en mi próximo embarco. Incluia lavado de cabello en forma automática, y durante el corte me enteré de una cantidad de chismes locales. tenía una media hora disponible antes del almuerzo por lo que regresé caminando al alto y llegué poco antes de que se sirviera el almuerzo de salchichas con chucrut muy sabroso. Estaba en nuestros planes también ir a llao Llao a la casa de Adolfo Gonzalez y su señora, cuya hija había hecho una lechuza para mi. Cacho se quedó en la casa mientras que Elsa y yo fuimos para allá previa pasada a saludar una familia que vivía en una hermosa casa del barrio Los Cohiues sobre el lago Gutierrez. Adolfo y su señora nos recibieron muy bien, y mientras Elsa y la esposa tomaban té nosotros atacamos una botella de vino espumante. La lechuza de madera era muy pequeña y bonita como adorno. Adolfo me dió también el teléfono de una inmobiliaria conocida. Teníamos además intención de hacernos de cerveza regional que se estaba poniendo cada vez más popular en Bariloche y en el camino de regreso paramos en dos cervecerias para comprar sendas botellas.
Cacho me acercó a la inmobiliaria Escobar donde me tenía que encontrar con Nicolás y comenzamos por mirar un edificio en construcción sobre la calle Morales en la misma manzana de la tía Ellen. Eran cuatro monoambientes por piso con la posibilidad de modificarlos para hacer departamentos más amplios, pero no me convenció para nada. Luego vimos un departamento usado de tres ambientes muy compacto en el centro, que requería cierto reciclado, y finalmente visitamos un edificio nuevo, aun no totalmente terminado donde había un departamento bastante amplio y luminoso. Lamentablemente descubrí muchas fallas de construcción imposibles de aceptar. Entre otras cosas se me clavó una astilla de una puerta mal terminada y fui a la casa de la tia Ellen a quitarla. Cacho estaba preparando un asado de modo que con tiempo comencé a caminar hacia arriba, pero a poco de andar me encontré con Lucia, su marido y la pequeña y simpática Aldana. Ellos regresaban a su casa y me acercaron con el auto. Era un día soleado pero ventoso, por lo que habían armado la mesa en el "bulín" del fondo de la casa. Se nos unió la familia Soto, con la excepción de Facundo que estaba en su trabajo, y comimos un muy buen asado expertamente preparado por Cacho. Le había prometido a Eleonor ir a visitarla, y para ello tomé el colectivo que tenía parada fuera de la casa de mi hermana. Después de unas cuantas vueltas por la ciudad llegué finalmente a la otra punta y estuve charlando un rato largo con Eleonor hasta que llegó Elsa a buscarme. Ibamos a ir a ver un departamento en el centro que pertenecía a unos conocidos de Elsa y que estaba ocupado pero en venta. Tenía muchas expectativas pero quedé defraudado ya que era muy pequeño, oscuro, y con bastantes defectos. Aprovechando que estábamos en el centro completé la clásica compra de chocolates y cerveza antes de regresar a la casa, y luego comencé con el empaque también. Como nos habíamos enterado que Miguel volvía de Buenos Aires fuimos a encontrarnos con el a su llegada al aeropuerto, pasadas las diez. Habían venido Tamara y Christian a buscar a Miguel por lo que pudimos charlar un rato en la terminal.
Llegó el día de la partida a Buenos Aires pero como era a las 17:30 teníamos margen de sobra. El día jueves había amanecido frio, ventoso, y con lloviznas. Terminé de armar mi equipaje por la mañana e invité a Cacho y Elsa a almorzar afuera. De paso celebrábamos el cumpleaños de Cacho que era al día siguiente. Les dí a elegir restaurante y fuimos al Boliche de Alberto que servía pastas. Estaba muy concurrido pero llegamos temprano y había lugar aun para nosotros. Las pastas se hacían allí mismo a la vista y estaban excelentes lo mismo que el vino de la bodega del Fin del Mundo que compartimos Cacho y yo. El local era bastante céntrico y bajamos a pie a buscar una inmobiliaria cuyos datos nos había pasado Adolfo. Hubo una confusión y fuimos a dar a otra de la que me llevé la tarjeta de visita para la próxima ocasión. Quería despedirme de los tíos también asi que bajamos con tiempo para estar un rato con ellos antes de ir a la terminal. Mi colectivo salió con cierto retraso de Bariloche y si bien tenía un asiento doble, mi compañero se mudó a otro individual que estaba libre por lo que me quedó mucho lugar. Al igual que la vez anterior cargamos la comida en Picún Leufú cuando ya era de noche, pero esta vez era un plato insipido de carne y papas digno del olvido. En Cipolletti no hubo necesidad de bajarse esta vez cuando hizo la carga de combustible. Durmiendo de a ratos y con un turista extranjero que roncaba a todo vapor, me desperté cuando estábamos pasando General Acha. Era un poco molesta la alarma de exceso de velocidad que sonaba de tanto en tanto. Por los cálculos que hacía deduje que llegaríamos a Retiro en horario y así se lo avisé a Karin cuando pasamos Luján. Ella me pidió que fuera lo antes posible a Benito a recibir a un gringo que se había demorado y recién venía a la tarde, y como también tenía media promesa de Agustín que estaría en la terminal lo llamé al llegar, lo que hicimos con media hora de adelanto según el horario. El vino acompañado de Daniela y nos encontramos en la calle. Dando una vuelta bien grande para evitar el tráfico más pesado me dejaron en Benito donde comencé a acomodarme. Del gringo ni rastros, y recién mucho más tarde cuando apareció Viktoria me enteré que otro gringo, un frances que ya estaba alojado, le había abierto la puerta. Karin pasaría la noche en Del Viso en la casa de su amiga Lucilla y yo copé su dormitorio. Buenos Aires estaba calurosa y con amenaza de lluvias. A la noche me junté con Agustín y Mariano en su casa a comer pizzas y se nos unieron Daniela y Gabriel también. Yo seguía atento a las novedades del buque, pero aun no me había llegado ningún aviso.
Nuevamente había arreglado con Gabriel ir a matear a su casa la mañana del sábado y allá fui con algunas facturas. El me ayudó con la jungla de números telefónicos y finalmente pude comunicarme con el celular de Eduardo Rattner y combinar un encuentro en Tigre. Era un lindo día de sol y propuso que los acompañara a hacer picnic en su club. Antes de partir para allá saqué a Kubrik a dar una vuelta y luego tomé el colectivo a Retiro. El tren a Tigre no salió en el horario previsto, y se juntó una buena cantidad de pasajeros. Finalmente llegó y se produjo bastante forcejeo entre los que querían bajar y los que se desesperaban por entrar y conseguir asiento. El viaje fue en forma lenta con vagones muy deteriorados y otro tanto las vías. Me hizo recordar inevitablemente la epoca de mi juventud cuando era la linea elite para viajar en tren. Muy lamentable que la desidia y mal manejo de los ferrocarriles hubiera llevado a esta situación. Finalmente llegamos a la hermosa y renovada estación de Tigre, que era también el final del recorrido y fui caminando hasta la casa de Eduardo. Llegué una hora más tarde de lo previsto de modo que hacia rato que estaban esperando con todo listo para salir en el auto. El recorrido fue corto pues el club del centro naval estaba sobre la orilla del rio Lujan donde se encuentra el museo naval también. Era un predio muy bonito, con mucho parque, quinchos y parrillas, y una pequeña pileta. Estaba prácticamente desierto y elegimos un quincho para armar el picnic. Charlamos un largo rato del pasado y del presente, y luego recorrimos lads instalaciones saliendo incluso hasta la orilla del rio Lujan que estaba cruzando la calle. Allí pudimos comprobar que el nivel del rio estaba muy alto, y al rato comenzó a inundarse el parque por lo que levantamos campamento y me dejaron en la estación. Había quedado con Karin que nos encontraríamos en Retiro con ella y Viktoria para ir a Palermo a comer a un restaurante árabe muy popular. Tan popular era que hubo que esperar una media hora larga antes de conseguir mesa, pero había sillas en la vereda para esa contingencia. Tenían platos muy sabrosos, y desde luego pedimos unos falafel como parte de la comida. Volvimos a la Boca con el 168, y con los restos del plato de arroz con pollo que no pudimos comer.
Eva había planeado hacia rato un asado en su casa de Monte Grande para el domingo e incluso me había pedido ayuda para ocuparme de la parrilla. En Benito había un huesped francés que se iba a la tarde y que me vendió su celular con número argentino, algo que estaba necesitando hacia tiempo. El quedó en tirar al patio la llave de la casa y dejar en el buzón de la puerta de entrada la otra llave. Había también un huesped norteamericano, Sean, y a el le propuso Karin si quería venir con nosotros lo que aceptó con gusto. Compramos bebidas y una torta y nuevamente con el 168 fuimos hasta Constitución a tomar el tren. Este iba bastante más rápido que el Mitre y poco después del mediodía llegamos a la casa de Eva donde encendí el fuego de inmediato. Ibamos a ser unas veinte personas y Eva había comprado una enormidad de carne, chorizos y morcillas. Los invitados trajeron también diversas cosa para picar de modo que no se comió ni la mitad de lo que había para la parrilla. Por suerte salió bien el asado y luego de los postres hubo guitarreada en el jardín. Salimos de regreso con luz de dia aun pero oscureció rapidamente y era ya de noche a la llegada a Constitución. Viktoria fue con Sean en colectivo mientras que Karin y yo decidimos caminar hasta Benito, que estaba más cerca de lo que yo pensaba.
Yo seguía sin noticias de mi embarco y comencé el día lunes acompañando a Gabriel en su desayuno que él quería hacer más sano con fruta y menos facturas. De regreso en el Benito bajé mis cosas del cuarto de Karin y comencé a organizar mis valijas. Había también mucha ropa de cama para lavar y aproveché el día caluroso y soleado para la tarea ya que todo se secaba en instantes. A la tardecita, cuando Karin regresó de su trabajo, fuimos ambos hasta la orilla del riachuelo con sendas cervezas negras que había traido de Bariloche y nos sentamos a filosofar y disfrutar de las cervezas en un banco frente al río. A la noche queríamos cenar en el centro y hacia allá fuimos caminando. Por ser lunes, muchos locales estaban cerrados y no fue facil encontrar un lugar pero finalmente dimos con el restaurante "En lo de Alberto" donde comimos muy bien además de liquidar una botella de vino blanco. Nuevamente caminamos hasta la Boca para regresar a la casa.
Sean, nuestro huesped norteamericano, había llegado sin su valija que había quedado retenida en Santiago de Chile. Lo encontré muy disgustado el martes por la mañana haciendo el reclamo por teléfono. Bien temprano había ido yo al departamento de Gabriel a desayunar, y luego acompañé a Agustín a ver un posible trabajo en la zona de Boedo. Llegamos al lugar y detrás de la puerta de entrada me encontré con un pavoroso espectáculo de hacinamiento con cantidad de viviendas pegadas a un largo pasillo. Una de ellas la estaban renovando y allí querían que Agustín hiciera dos escaleras para poder subir al primer piso y luego a una terraza. Mientras el estudiaba la factibilidad yo seguía impresionado por las condiciones en las que podía vivir la gente en pleno centro de la ciudad. No era solo en la Boca que había conventillos. Cuando regresé al Benito lo encontré muy contento a nuestro huesped pues la valija iba a llegar el mismo día y efectivamente, temprano por la tarde la recuperó. Comimos restos de comida él, Agustín y yo antes de que yo saliera hacia el centro a encontrarme con Karin y Viktoria para comer en un restaurante nuevo de la esquina de Alsina y Chacabuco llamado Ramón. Karin tenia una pausa antes de dar clases de sueco a un alumno pero él la llamó para cancelar. Mientras estábamos comiendo llamamos a Johanna por Skype y la pescamos antes de que se fuera a dormir. Karin y yo regresamos a pie a la Boca, yo aun sin novedades por lo que me puse a hacer dos panes con nueces, uno para Agustín y uno para nosotros. Al tener un solo molde demoré 3 horas en hornear los panes y fuí con uno a la casa de Agustín. Mariano no estaba pero se nos unió Gabriel trayendo unas tartas de su fabricación. Antes de comer tuvimos que salir a buscar una farmacia en Barracas a comprar un remedio contra la acidez para Daniela. Viktoria vino a la casa de Agustín pero tuvo que irse a causa de su alergia a los gatos de los cuales había dos en el departamento de Agustín. Después de hacernos de un poco de jamón y queso en un almacén del barrio comimos los tres. Yo me sentía bastante cansado por lo que regresé a Benito antes de medianoche, aun sin noticias del buque.
La mañana del miércoles me borré del habitual desayuno con Gabriel para no levantarme tan temprano. Vi que el buque se había movido del fondeadero de Skagen a Kalundborg, y poco más tarde que el capitán me mandaba un pasaje para embarcar en Tallinn el 18 de enero. No pasó mucho tiempo antes que cancelara esa opción y me informara que haríamos el cambio en Kalundborg al tener previsto entrar a descargar el 18. No era más que uno de los habituales cambios de planes a los que estábamos acostumbrados durante nuestros relevos. Al saber que ya no iria durante el dia contacté a Agustín y nos juntamos en el local de "Los Pibes" donde estaba a cargo de la renovación de los baños y cuando subimos a la terraza para inspeccionar el tanque de agua pudimos ver las ruinas del banco de la esquina, tomado y quemado en su momento y testigo mudo de otra época en la vida de esta extraordinaria ciudad. Continuamos la gira yendo a su casa a tomar fotos del departamento de su vecina Natalia, quien quería alquilarlo por un mes, y almorzando luego juntos en Augusto. Karin y Viktoria tenían previsto ir a la casa de Eva en Monte Grande por lo que yo hice planes con Gabriel para juntarme con el a la noche. Agustín pasó nuevamente por la tarde a tomar unos mates y charlar lo que hicimos sentados en el oasis del patio trasero de Benito. Gabriel llegó a su casa a las ocho de la noche y fui para allá a preparar con él una salsa de camarones para comer con tallarines que salió muy buena. Antes de medianoche regresé a dormir previo control de mi buzón y cero información del buque.
Al levantarme a primera hora del jueves para controlar mi buzón me encontré con un mensaje confirmando mi vuelo el mismo día a las 17:45. Tal como lo habïamos acordado, Agustín pasó a buscarme poco después de la siete y con relativamente poco tráfico fuimos hasta la zona de Colegiales a buscar un pesado mueble que había que llevar desde una carpintería hasta un departamento de Puerto Madero. Gracias al genial carrito construido por Agustín fue relativamente facil y de poco esfuerzo subir el mueble a la camioneta. En puerto Madero nos ayudó mucho también tener el carrito para trasladar el mueble una cuadra entera y luego meterlo en el vericueto de pasillos y ascensores del edificio donde había que dejarlo. Además había otro mueble para retirar allí mismo y llevar a la carpintería pues se trataba de un canje. El mueble quedó en la camioneta y Agustín me dejó en el Benito para que yo terminara de empacar. Como las chicas habían pasado la noche en Monte Grande con Eva nos despedimos telefónicamente, lo mismo que con Gabriel y poco después de las doce pasó nuevamente Agustín pues lo había contratado para llevarme al aeropuerto. Primero ibamos a llevar a Daniela a su trabajo y luego dejar el mueble en la carpintería. Al ser aun temprano almorzamos algo liviano en un restaurante en alguna parte desconocida de la ciudad y asi llegamos a Ezeiza más de dos horas antes de la partida. El tramite con Lufthansa fue rápido y por suerte conseguí un asiento al pasillo. Allí me despedí de Agustín y comenzó mi viaje de regreso. El jumbo de Lufthansa hacía el vuelo a Franfurt sin escalas y me resultó muy rápido de modo que debo haber dormido bastante. Allí tenía seis horas de espera pero también pilas de lectura, y cuando se me despertó el apetito comí una deliciosa ciabatta tostada con ensalada de pollo. El siguiente y último tramo era con SAS y llegamos a Copenhagen con viento, frio y aguanieve. El taxista que me esperaba me informó que habían reservado un hotel para mi, a la espera de la llegada de dos filipinos la mañana siguiente. Podría haber cruzado a Malmö a dejar la valija grande pero en vista del clima decidí quedarme en Copenhagen. Parecía surrealista estar tan cerca de casa y no ir, una experiencia nueva. A pocos minutos del aeropuerto, el taxi me dejó en el Park Inn y una confortable habitación. Había un restaurante bastante paquete en planta baja y allí pedí un "fish & ships" que vino con una monstruosa cantidad de papas fritas imposible de liquidar por más voluntad que pusiera.
El sábado por la mañana no tuve apuro en levantarme pues mi transporte no pasaría antes de las diez. El desayuno del hotel era muy completo, abundante y variado y lo aproveché al máximo. Luego vino el viaje de dos horas a Kalundborg, pasando por Roskilde para sellar la salida de los dos filipinos en la policía. Todo el trayecto lo hicimos con mezcla de lluvia y nieve, y en ciertos lugares había bastante nieve acumulada. El Ekfors continuaba fondeado en la rada, de modo que nos acercó una lancha con mar bastante picado y fuerte viento. Apenas alcancé a cruzar dos palabras con mi relevo antes de que desembarcara dejandome a mi al mando, un poco confundido como era habitual antes de entrar nuevamente en el ritmo. Por suerte era sábado, libre de llamadas telefónicas y mensajes. De esta manera terminó mi enésimo viaje a la Argentina, como siempre con cantidad de experiencias nuevas y valiosas.