Noviembre 2010 a diciembre 2010
El viaje comenzó el miércoles 10 de una manera accidentada, después que Johanna me llevara en su auto a Malmö Syd a tomar el tren al aeropuerto. Al tener dos valijas pesadas para despachar además de mi equipaje de mano le había pedido ayuda para llevarlas hasta el tren. Nos habíamos encontrado primero en casa para ir a almorzar al restaurante hindu de la esquina antes de ir a la estación. Nos despedimos y a poco de pasar el puente nos detuvimos a causa de un tren de carga que iba delante del nuestro en forma lenta. Después de un buen rato de estar parados nos anunciaron que el tren de carga se había averiado y había quedado detenido a la altura de la estación del aeropuerto. La solución para poder seguir era dar marcha atrás un trecho para poder cambiar de vía, pero recién podíamos hacerlo después que pasaran cuatro trenes por esa vía. Después de tres cuartos de hora de espera pudimos hacer finalmente esa maniobra, pero cuando nos pusimos en marcha nos anunciaron que el tren no podía detenerse en el aeropuerto por haber tomado un desvío. Aquellos que ibamos al aeropuerto nos bajamos por lo tanto en la estación siguiente y esperamos un rato hasta que llegó un tren hacia Malmö que finalmente nos dejó en el aeropuerto después de una hora de atraso. Por suerte había tomado mis márgenes y aun faltaba una hora para la partida de mi vuelo, porque muchos de los que viajaban en el tren perdieron sus vuelos. Alcancé a comprar un perfume que me había pedido Viktoria, aunque era solo parecido, y salí a horario de Copenhagen hacia Frankfurt con la incertidumbre de no saber si las valijas se encontraban a bordo. La incognita se iba a aclarar al llegar a Ezeiza.
Llegamos con lluvia a Frankfurt y después de hacer el check-in con TAM no tuve que esperar demasiado antes de embarcar para el tramo siguiente a Sao Paulo. La partida se demoró más de una hora y finalmente explicaron que se debía a que un pasajero se había indispuesto y tenía que desembarcar. Resuelto ese problema partimos finalmente hacia Sao Paulo y tuve oportunidad de admirar el espectáculo que era Paris visto de noche con cielo claro, desde diez kilómetros de altura.
Como es habitual durante los vuelos nocturnos largos, pude dormir de a ratos hasta que nos comenzaron a servir el desayuno bien temprano antes de la llegada a Sao Paulo. Debido a la demora en Franfurt tuve menos de una hora de espera en Sao Paulo antes del tramo final a Buenos Aires. Después de un segundo desayuno y un vuelo muy sereno llegué finalmente a Ezeiza a las 08:40. La cola en migraciones era enorme y demoré más de una hora en pasar el control de pasaportes. Milgrosamente me encontré con las dos valijas y salí contando con encontrarme con la familia, pero ellos habían ido a la terminal nueva de modo que los llamé por telefono y asi nos reunimos finalmente. Además de Viktoria y Agustín había venido Gabriel también a raiz de que la camioneta de Agustín se había averiado en la autopista y el había ido a socorrerlos con la lolita. Ya regresando al centro dejamos a Agustín donde había estacionado el vehículo para que pudiera ocuparse de remolcarlo al taller, y luego dejamos las valijas en la Boca antes de tomar el micro e ir a ver a Karin en su trabajo. Con ella bajamos a la calle a almorzar y después regresamos Gabriel, Viktoria y yo caminando al departamento. Me dí una ducha y luego pensé en dormir una siesta pero quedó en la nada. En cambio, preparamos una lista de compras y bajamos al chino y a la verdulería a hacer compras. También me communiqué con Antonieta y con Eduardo, para ver si podíamos arreglar algún encuentro. Probablemente sería a nuestro regreso de Bariloche y quedé en llamarlos. Gabriel preparó unas pizzas muy buenas y cenamos bien tarde todos juntos cuando llegó Cristina. Habíamos puesto un colchón en el living y allí me acosté cuando ya era alrededor de la medianoche.
El viernes 12 escuché a Francisco levantarse muy temprano para ir al colegio y yo salí también de la cama antes de las siete de la mañana. Aproveché para llamar a Mery antes que se hiciera muy tarde en Madrid y también apareció Agustín, con quien había quedado en ir a ver el departamento que habían comprado en la calle Ministro Brin, también en la Boca. Después del desayuno fuimos caminado hasta allí, ya que quedaba a pocas cuadras de distancia. La fachada del edificio se veía muy bien, y en el interior había vrios departamentos en renovación además de un par ya terminados. Subimos por la escalera hasta el de Agustín, muy amplio y luminoso, pero aun con mucho para hacer. El baño y la cocina estaban medio terminados, y todas las paredes y el techo necesitaban aun masillado y pintado. Algunos de los cerramientos los había llevado Agustín a su departamento para arreglarlos y pintarlos. Calculé que se iban a necesitar unos seis meses de trabajo para dejarlo terminado, mientras que Agustín opinaba que podia mudarse mucho antes, aunque aun con muchos detalles pendientes.
Cuando regresamos a casa recién se levantaba Viktoria, y una vez que estuvo lista partí con ella hacia un negocio sobre Gurruchaga casi esquina Córdoba para comprar un par de zapatos a Johanna. Fuimos en subte hasta Malabia y luego continuamos a pie. Luego tomamos el mismo camino de regreso y nos sentamos a comer algo en una confitería sobre la 9 de Julio antes de ir a encontrarnos con Karin en su oficina. Nos quedamos allí una hora hasta que le tocaba cerrar y luego fuimos a pie hasta San Telmo a una peluquería donde nos cortamos el pelo Karin y yo, ella también muy cortito. Ya en el departamento comencé a hacer una tarta de limón y luego acompañamos a Karin hasta su escuela de fotografía sobre el Riachuelo. Nos mostró las instalaciones y luego la dejamos allí y regresamos al departamento donde terminé de hornear la tarta. Gabriel y Agustín habían estado ocupados comprando cerámica para el departamento. Cuando regresó Karin comimos comida china encargada a un restaurante de las cercanías.
Agustín había quedado en pasar a las ocho de la mañana del sábado para ir al departamento de Ministro Brin, por lo que me levanté temprano y lo esperé para ir juntos. La mañana estaba soleada pero fresca aun. Nos encontramos con el albañil para dejarle algo de dinero y discutir algunos temas relacionados con la instalación de cerámicos en el baño antes de regresar a la casa previo paso por la panadería a comprar facturas. Estuvimos charlando un buen rato Agustín y yo antes de que se levantara el resto de la gente. Esa tarde ibamos a ir a la iglesia sueca a participar de las actividades preparatorias de la navidad que se habían organizado, por lo que salimos con Karin a comprar algunos artículos de cotillón como colaboración. También fuimos a ver el pequeño departamento de un ambiente que había alquilado como atelier sobre la avenida Almirante Brown. Mientras tanto había salido Gabriel a buscar a su tía Laura, quien desde hacia una semana estaba instalada en un hogar de ancianos en Barracas. El la trajo en el auto y después de charlar un rato partimos caminando hasta el restaurante "Concierto de cuchillos" en la Boca a almorzar. Lo pasamos muy bien allí con Laura, quien a pesar de su edad y sus bajones se mostó de buen humor y con chispa. Quedó demasiado agotada como para hacer más actividades, por lo que Gabriel y Viktoria fueron a buscar el auto para llevarla de regreso al hogar. Como habíamos tomado vino tuvo que manejar Viktoria con Gabriel de copiloto. Luego de dejarla era ya la hora de ir a la iglesia, adonde nos dirijimos a pie. Allí me encontré con mucha gente conocida de los chicos y antes de dedicarnos a las actividades programadas comimos torta de frutillas con café. Miramos también el departamento que la iglesia alquilaba en forma temporaria y que estaba ocupado por dos chicas suecas de visita. Luego se armaron tres grupos de trabajo para hacer figures de mazapán, galletas de gengibre, y adornos para el arbol de navidad. Para muchos fue una introducción a las tradiciones navideñas suecas, e incluso probaron un glögg casero que habian preparado. Se cerró la reunión comiendo lo que se había preparado y luego regresamos al departamento para prepararnos para la siguiente actividad, que era asistir a la presentación del grupo musical “Julio y Agosto” conocido de los chicos que tocaba en el interior del museo de ciencias naturales como parte de las actividades de la noche de los museos. Dentro del museo se mezclaba la gente que iba para escuchar la música con aquellos que querían visitar el lugar de modo que era una multitud. Nosotros eramos también multitud ya que además de los chicos estaba Cristina, Martin y otros amigos que querían asistir y que vinieron con nosotros en la lolita. Cuando econtramos finalmente el lugar donde estaban tocando eran ya más de las doce y media de la noche y llegamos minutos después de que comenzaran a tocar. Cuando completaron su recital salimos a la calle a buscar un bar para tomar algo, y después de caminar un buen rato encontramos uno abierto, nada facil al ser ya alrededor de las dos de la mañana. Tomamos cerveza en la vereda, junto con la mayoría del grupo que había venido con nosotros, y cuando llegamos de regreso a la Boca después de repartir gente eran las cuatro y media de la mañana del domingo. Descontando las noches de trabajo en el buque, hacía mucho tiempo que no me había quedado levantado hasta tan tarde.
Después de la corta noche anterior, el domingo dormí hasta un poco mas tarde que en días anteriores. Karin y yo hicimos el postre de manzana y más tarde sali con Gabriel a hacer las compras para el asado que habíamos programado preparar en la terraza. Iba a ser temprano ya que Gabriel tenía que ir a jugar el habitual futbol de los domingos con sus amigos. Para el asado vinieron Agustín con Cristina y Frida también. Hicimos una sobremesa en la terraza y luego bajamos al departamento para comer el postre antes de que Gabriel saliera con su bicicleta al parque Las Heras. Yo fui para allá en colectivo con Viktoria pues ella se había comprometido a cuidar a Ramón, el hijo de Martin, mientras el también jugaba al futbol. Fue una hora, durante la cual paseamos por el parque entreteniendo a Ramón. Viktoria dió incluso una vuelta en la calesita con él. Cuando regresamos al departamento pensamos que Agustín y Cristina iban a juntarse con nosotros pero no vinieron, por lo que miramos nosotros algunos de nuestros videos caseros antes de irnos a dormir.
El lunes 15 era el primer día de vacaciones de Karin y con ella y Viktoria fuimos caminando al outlet de Alpargatas sobre la avenida Patricios a comprar zapatillas para mí. Encontramos un par que me gustaron y luego tomamos el colectivo hasta las cercanías del Congreso. Karin compró dos rollos de fotos blanco y negro y continuamos luego hasta otro lugar cercano donde tenía que hacer un trámite para Gabriel antes de regresar en subte al centro e ir a almorzar al restaurante sueco. Aproveché también para dejarle a Martin el dulce de lingon que le había traido de Suecia. De allí volvimos caminando a la Boca ya para terminar de preparar las valijas para emprender el viaje a Bariloche. Agustín y Cristina vinieron al departamento y de allì se fueron en colectivo a Retiro, Gabriel iba a ir por su cuenta después de hacer algunos tramites en la ciudad y el resto fuimos en taxi hasta la terminal de ómnibus. Llegamos con buen margen y Cristina se despidió de nosotros bastante antes de la partida del Via Bariloche que era a las 19:40.
Con micro completo, que incluía un equipo de futbol de adolescentes que iban a Cipolletti partimos a horario y con tráfico liviano hacia la ruta 5. No había azafata a bordo por lo que los choferes eran los encargados de hacer ese servicio lo que hicieron con capacidad bastante limitada, pero recibimos comida caliente de cena y pusieron una película. A pesar de nuestros temores los chicos del equipo de futbol no causaron ningún problema ya que prácticamente no se los escuchó durante el viaje.
A la mañana del martes, antes de llegar a Cipolletti, hubo un pequeño intercambio de opiniones con uno de los choferes al haber desaparecido la almohada que tenía Agustín. El chofer explicó que si faltaban objetos la empresa se los cobraba a ellos, lo cual era un buen argumento, pero nos molestó la manera en que insistieron en que teníamos que encontrar la almohada. Finalmente apareció cuando hicieron el conteo total. En la parada de Neuquén subió personal de gendarmería a controlar a los pasajeros y sus pertenencias y también me llamó la atención que le hicieran un interrogatorio tan extenso a Gabriel sobre las intenciones de su viaje y otras preguntas muy personales, además de la revisación de su mochila. Luego pasaron con un perro que enseguida marcó el bolso de un pasajero al que hicieron bajar con todas sus pertenencias. Después de un buen rato de espera se resolvió de alguna manera su situación y regresó al micro de modo que pudimos seguir viaje, y llegamos con un poco de atraso a Bariloche. Elsa había averiguado y le habían informado que el micro iba a llegar antes de lo previsto, por lo que ella, Cacho y Andrea esperaron un buen rato extra en la terminal. Con los dos vehículos subimos a la casa de Elsa y después de un rato y unos buenos mates bajamos hasta la cabaña a dejar el equipaje de los chicos. Lego continuamos hacia el centro a saludar a la tia Ellen y dejarle el te que le había traido, y también lo fuimos a ver a Rodrigo en el quiosco en el que trabajaba en las cercanías del edificio de Parques Nacionales. Quedamos con él en que iríamos a ver la casa de Mery alguna mañana a confirmar. Después de dar una vuelta más por el centro cívico subimos caminando a cenar en casa de Elsa.
Comenzamos el día miércoles con un buen desayuno mientras venían los chicos y también comenzamos a hacer planes para nuestra estadía en Bariloche y regreso a Buenos Aires. Nuevamente bajamos al centro, a averiguar por coches de alquiler y pasajes de micro. Elsa tenía una conocida que alquilaba autos, con oficinas en el Bariloche Center, pero la encontramos cerrada. Cuando regresamos a la casa llamamos a la encargada y nos pusimos de acuerdo por teléfono en alquilar un vehículo hasta el martes, que ella traería a la noche. También decidimos comprar pasajes de regreso con el Crucero del Norte, más económico que Via Bariloche, con el que de todos modos yo no tenía muchas ganas de regresar después de la experiencia de la venida. En un nuevo paseo por el centro compramos los pasajes, además de unos chocolates. Viktoria y yo decidimos volver a la casa de Elsa en colectivo, pero lo tomamos en la dirección equivocada de modo que dimos una vuelta larga por el barrio El Condor y otros de la zona. Llamé a Cacho para avisar que estábamos atrasados, y nos bajamos en la estación de tren donde el nos vino a buscar con el auto, por lo que llegamos de regreso pocos minutos después que llegara Ruth para hacer los trámites del vehículo alquilado. Luego nos llevó al centro a buscarlo y cuando regresamos a la casa nos juntamos todos a cenar y luego a jugar una carioca.
Después del desayuno fuimos Elsa y yo hasta el taller de su profesora a entregarle los encargos de Panduro que había traido de Suecia. Mientras tanto subieron los chicos y cuando estuvimos todos listos fuimos en los dos autos hasta el km. 7 del faldeo a visitar a Rodrigo y ver la casa de Mery. Tommy estaba también allí y tomamos unos mates con ellos. Nos mostraron la casa, que yo no había visto por dentro la vez anterior que habíamos venido a Bariloche. Luego volvimos a la casa de Elsa a hacer un almuerzo liviano antes de partir nuevamente hacia el Llao-Llao. Hicimos una primer parada en Puerto Moreno adonde saludamos a Andy y Eleonor en el almacén que tenían al lado del rìo y nos quedamos charlando un rato con ellos. Luego continuamos hasta el km. 15 y paramos en la casa de la señora Oyarzún, quien nos recibió con los brazos abiertos y nos convidó con mates y tortas fritas. Después proseguimos hasta Llao Llao ya que Karin llevaba saludos de su jefe en la Asociación Sueca a una señora que trabaja en el hotel. La guardia de la entrada al estacionamiento nos dejó pasar con los dos vehículos y en la recepción ubicaron a la señora. Ella había estado casada con un sueco y se las arreglaba bien con el idioma. También aprovechamos para mirar las instalaciones de la planta baja del hotel, que estaba en muy buenas condiciones, como nunca lo había visto antes.
Nuestra última etapa de ese día iba a ser la casa de te Paila-Có de la península San Pedro, donde llegamos a eso de las seis de la tarde. Fuimos los únicos comensales a esa hora y nos quedamos hasta la hora de cerrar comiendo los scones, tortas y otras delicadezas, todo excelente. Tuvimos una interesante discusión acerca de las diversas impresiones e interpretaciones de la visita al hotel Llao-Llao. El tiempo había ido desmejorando y ya había una lluvia continua. En el camino de regreso a Bariloche Elsa y Agustín compraron los ingredientes para hacer el estofado que había prometido Agustín y que le salió muy bien. Con tantas actividades se hizo la medianoche antes de que nos fueramos a dormir.
El viernes 19 amaneció con lluvia intermitente, pero de todos modos nos preparamos para la excursión planeada a San Martin de los Andes. Después de desayunar y juntar las cosas para hacer picnic partimos todos en los dos autos hacia Villa La Angostura y de allí continuamos por el camino de los 7 lagos, aun de tierra, hacia San Martin de los Andes. El pavimento estaba en construcción desde hace muchos años y faltaba aún bastante para terminarlo. El camino estaba en general en buen estado y gracias a la llovizna que caía no se levantaba tierra. A poco de comenzar el pavimento nuevamente, a la altura del lago Villarino, paramos en el mirador de una hermosa cascada y luego continuamos hasta San Martín de los Andes donde estacionamos en las cercanías de una multitud de restaurantes. La ciudad se veía muy prolija y cuidada, tal como nos habían dicho, y por ser aun temporada baja había bastante poco movimiento. Era ya la una de la tarde y estábamos con mucho apetito, por lo que entramos a unos de los restaurantes a almorzar y comimos en forma excelente. Casi todos pedimos trucha, que estaba muy bien preparada. Yo quería invitar pero Cacho me ganó de mano a la hora de pagar. Caminamos luego un par de cuadras hasta la plaza del centro donde buscamos información en la dirección de turismo, y nos decidimos por subir hacia la base de las pistas de esquí del cerro Chapelco. Antes de llegar allí encontramos también un lindo mirador desde el que se podía apreciar toda la ciudad y los alrededores desde una buena altura. Aun hicimos otra parada al bajar del cerro ya en camino de regreso a Bariloche, a tomar unos mates y comer masas caseras que había hecho Elsa. Le pasé el volante a Viktoria quien luego manejó todo el viaje de retorno. Al ser aun relativamente temprano nos desviamos hacia Villa Traful y paramos en la famosa piedra del viento casi al fondo del lago cerca de Confluencia Traful. Llegamos de regreso a Bariloche con las últimas luces del día e hicimos una picada de cena que rematamos con las primeras vueltas de una carioca ya cerca de la medianoche. A pesar del clima gris y lluvioso disfrutamos todos del día y de los espectaculares paisajes de la zona.
El sábado me desperté escuchando la lluvia que era muy intensa, cumpliendo con el pronóstico. Cuando llegaron Viktoria y Karin y después de tomar el desayuno, bajamos al barrio Belgrano a una feria americana que armaba una conocida de Elsa. Tanto ella como las chicas encontraron prendas que les gustaron e incluso compraron zapatos. Al regresar a la casa comenzamos a preparar las masas de azafrán para que fueran levando. Andrea y Facundo pasaron temprano por la tarde y Viktoria, Karin y yo bajamos luego al centro con el auto pasando por la casa de la tia Ellen a saludarla y charlar un rato. Dejamos el auto allí y fuimos caminando hasta nuestra confiteria habitual Cocodrilo´s sobre la calle Mitre para conectarnos a Internet. Al regreso a la casa terminamos de hacer las masas de azafrán y a las ocho salimos todos en los dos autos hasta lo de Fermín Telechea quien nos había invitado a un asado. Tienen un quincho muy lindo atrás de la casa donde nos sentamos todos a comer protegidos del frio y la lluvia. Estaba el hijo Pablo también. El asado estaba muy bueno y la sobremesa se extendió hasta medianoche. Elsa había hecho la torta de manzana como postre, acompañado de crema.
El domingo amaneció muy lindo y soleado, y a media mañana partimos todos excepto Cacho con los dos autos hacia el Bolsón. De pasada entramos al Manso a saludar a Eudolia, la tía de Cacho, quien vivia a la orilla del río cruzando el puente colgante para peatones. Eran unos 15 kilómetros desde la ruta pavimentada en dirección hacia la cordillera. Tomamos unos mates y charlamos con los miembros de la familia que se encontraban en la casa, y después de buscar unos huevos en la casa de una hija de Eudolia retornamos al pavimento y continuamos hacia el sur. Paramos a almorzar en la cervecería que se encontraba a la entrada del Bolsón y con la guía de mi hermana llegamos fácilmente al lugar donde estaba construyendo su casa Miguel. Tamara y él se encontraban allí y acababan de comer un asado estrenado el chulengo que había estado antes en la casa de Elsa. La casa no estaba terminada aun pero ya no le faltaba mucho. Diseño especial creado por el hijo arquitecto con muy buen gusto. Miguel contaba con poder mudarse allí en marzo del 2011. Luego pasamos todos por la casa que alquilaban y después de una visita al baño continuamos en caravana hasta una bodega en el Hoyo con intención de hacer una visita. La encontramos cerrada asi que seguimos hasta la casa de Erica, quien nos estaba esperando. Vivian ahora en la casa que previamente había sido taller cuando Ivano daba clases de industrial. Alli vimos a la Oma y también a Mónica, una amiga de ellos que trabajaba en Anses y a quien le hice algunas preguntas sobre mi posible jubilación futura en la Argentina. No llegamos a ninguna conclusión definida pero fue una charla muy entretenida. Ya se iba haciendo tarde y Elsa prefería no regresar de noche de modo que nos despedimos y emprendimos el retorno previa cargada de nafta, que en esa zona costaba un peso menos por litro que en Bariloche. Se había despejado totalmente y era un anochecer hermoso. Al oscurecer rápidamente hicimos de todos modos el último tramo de noche prestando mucha atención a algunos conductores que iban con mucho apuro y que se arriesgaban bastante para pasar otros vehículos. También descubrimos que el farol delantero izquierdo del auto alquilado estaba quemado. Poco antes de llegar a Bariloche pudimos apreciar la luna llena en todo su esplendor. Ya en la casa comimos una cena fría y probamos el licor de guinda casero que estaba muy bueno. Como de costumbre se hizo la medianoche antes de que nos fueramos a dormir. De alguna manera logré darme un buen golpe en la nariz al abrir la puerta del auto para controlar las luces , pero por suerte quedó mi nariz intacta.
El lunes 22 era feriado en la Argentina, a raiz de un reciente decreto que lo había declarado dia de la soberanía, graciosamente rebautizado por Karin como dìa de la soberbia. Amaneció muy lindo y por lo tanto decidimos concretar la subida al cerro Ventana. Viktoria no quiso venir y después de desayunar y dejar semi preparada la tarta de limón para la noche partimos hacia la base del cerro. A la altura de la estancia del Carmen ingresamos a un loteo nuevo y dejamos el auto al pie del cerro. Con las instrucciones que nos habían dado Andi y el tio Andres comenzamos a subir por el faldeo del cerro dejando la parte rocosa a nuestra derecha y tratando de encontrar los sectores más fáciles para el ascenso. Llegamos a un pequeño cañadón donde bajaba un arroyo donde hicimos un breve descanso antes de cruzar hacia la derecha por encima de las rocas. Pensamos que íbamos a ver la ventana del cerro pero no fue así. Desde el lugar en que nos encontrábamos veíamos cantidad de formaciones rocosas pero no el agujero y tampoco exploramos mucho en su búsqueda ya que habíamos cumplido la meta de llegar al lugar. Hicimos el picnic con mate, fruta y masas antes de emprender el regreso. Desde ese lugar había también una vista fantástica hacia el lago Gutierrez y hacia la cordillera al seguir siendo un día casi despejado. A la vuelta bajamos por el lecho de un arroyo seco, ruta muy directa pero complicada en ciertos tramos. En un momento dado comenzó una vertiente de modo que fuimos bordeando el arroyo y finalmente llegamos a la base del cerro y el auto. Además de quemarnos bastante con el sol quedamos bastante llenos de tierra. El auto estaba también muy sucio de modo que lo lavé en el jardín de Cacho con su ayuda. Terminé de preparar la tarta de limón y luego bajamos hasta la casa de la tia Ellen, donde se había organizado una gran reunión familiar con hijos, nietos y bisnietos. Además de algunas ensaladas caseras comimos empanadas encargadas, que estaban muy ricas. De diversas fuentes recibí paquetes para llevar a Europa y entregar a Mery. La reunión estuvo muy buena y como siempre se hizo medianoche antes de que emprendiéramos la retirada.
El martes amaneció lindo también y como excursión del día elegimos ir al lago Steffen a ver el lugar donde acampamos tantos veranos cuando los chicos eran chicos. Llevamos un picnic liviano y llegamos sin problemas al lugar, convertido ahora en un camping con instalaciones manejado por el hijo de la señora Montero. Estacionamos los autos en el lugar donde solíamos poner las carpas y luego caminamos por la zona subiendo incluso hasta la cascada que llevaba mucha agua. El vado famoso que siempre era tema de preocupación había sido reemplazado por un puente. El camino de tierra estaba en bastante buen estado y no nos causó problemas. Esperamos hasta las tres de la tarde para subir con el horario y de allí fuimos hasta la bahía Lopez para hacer una corta excursión por una picada rodeando el cerro Lopez hasta avistar el brazo Tristeza del lago Nahuel Huapi. Se había levantado bastante viento, pero la mayor parte de la caminata era adentro del bosque. En camino a Bariloche nos aprovisionamos en un supermercado para que los chicos pudieran hacer una cena y luego jugamos una carioca de despedida por ser el día anterior a nuestra partida a Buenos Aires.
Por la mañana del miércoles hicimos las últimas compras en el centro. Bajamos con el auto y lo estacionamos en casa de la tía Ellen para evitar el caos de las calles céntricas, y al regreso nos quedamos un rato en casa de la tía para despedirnos. Ya de subida llenamos el tanque del auto y terminamos de armar las valijas. En caravana con Elsa y Cacho y con Andrea y David bajamos nuevamente al centro a almorzar en una fonda al final de la calle Mitre. Cacho fue a buscar a Sofía al negocio donde trabajaba y se unió a nosotros. Tuvimos que ocupar dos mesas separadas dada la cantidad de gente que había en el restaurante, que era muy popular. Comimos muy bien y en abundancia, y de allí nos dirigimos directamente a la terminal de ómnibus. Yo tenía que entregar el auto allí a las dos y media de la tarde y me encontré con una empleada de One Way a quien le devolví el vehículo sin problemas. También nos encontramos con Miguel Schuldt, quien viajaba a Buenos Aires con el Via Bariloche veinte minutos más tarde que nosotros. El ómnibus de Crucero del Norte era bastante nuevo y tenía el confort habitual. Nuevamente habíamos elegido los primeros asientos del piso superior. Partimos puntualmente de Bariloche y uno de los choferes hizo la presentación con una tonada norteña y con mucho humor. Esta vez pudimos ver y fotografiar el lugar en la subida del Collón Curá donde se había instalado el tan comentado individuo que tuvo hace tiempo un accidente trágico en el que falleció su familia. Hicimos una parada bastante larga en Neuquen para cargar combustible, justo a la hora de la puesta del sol que fue espectacular. En la terminal de Cipolletti estaba Yoyi esperándonos con su marido y tuvimos oportunidad de charlar unos minutos antes de que continuara nuestro viaje. El recorrido de este micro nos llevó por la ruta 22 hasta General Roca y de allí subió por la ruta 6 bordeando el dique Casa de Piedra, continuando luego a Santa Rosa y por la ruta 5 a Buenos Aires.
Durante la noche llovió torrencialmente, pero a la mañana había nuevamente sol en la provincia de Buenos Aires llegamos con buen tiempo a Buenos Aires. Gabriel y Agustín tomaron el colectivo mientras que las chicas y yo tomamos un taxi que inmediatamente quedó trabado en un nudo de tráfico a la salida de Retiro. Encontramos el departamento de la Boca en buenas condiciones y después de desempacar un poco y acomodarnos fui con Agustín a ver el departamento de la calle Brin donde gané una apuesta de 5 pesos al comprobar que pese a las promesas del albañil el baño estaba aún en veremos. Luego de esa visita fuimos las chicas y yo a la terminal de Buquebus en el puerto a comprar pasajes para el proyectado viaje al Uruguay. Decidimos viajar con el ferry Eladia Isabel a Colonia que partía al dia siguiente a las 09:30 y demoraba 3 horas en hacer el cruce. Para el retorno compramos pasajes desde Montevideo saliendo el domingo en micro de Buquebus a las 16:45 hora uruguaya hacia Colonia y luego el mismo ferry a Buenos Aires que llegaba a las 22:00 hora argentina. Regresamos caminando a la Boca, comiendo algo en el camino y dejando a Viktoria en la iglesia Sueca donde se encontró con su amiga Karin para practicar para el coro de la fiesta de Lucia. Ambas fueron luego a la residencia de la embajada sueca a continuar con la práctica y pasamos a buscar a Viktoria a las 21:30 con la Lolita para proseguir a Vicente Lopez a la casa de Cristina. Allí nos esperaba ella y Agustín con ricas empanadas compradas y cerveza. Era más de medianoche cuando emprendimos el regreso a la Boca por la avenida Santa Fe y a la altura de Belgrano se paró la Lolita. La empujamos al cordón para investigar la falla y encontramos que por suerte solo se había salido el cable de la bobina al distribuidor asi que lo colocamos nuevamente y seguimos viaje.
Para cumplir con todos los márgenes necesarios salimos de la Boca a las siete y media de la mañana del viernes, apenas despiertos. Los trámites migratorios eran bastante prolongados y había también mucha gente para el check-in por lo que exigian que los pasajeros estuvieran en la terminal una hora antes de la partida. Agustín vino a despedirnos y partimos puntualmente con una hermosa mañana de verano. Al rato había tanto sol en cubierta que decidí entrar a sentarme en las cómodas butacas que tenía el buque. Hasta dormité un poco a raiz de la corta noche anterior. Cuando llegamos a Colonia compramos pasajes de micro a Montevideo antes de partir a recorrer la ciudad. Llegamos pronto a la pintoresca parte vieja, también muy preparada para el turismo. Ya teníamos mucho hambre y encontramos un lindo restaurante donde probé los famosos chivitos, o sea los clásicos sándwiches de lomo uruguayos. Luego continuamos hacia la costanera y dimos más vueltas por la ciudad haciendo tiempo para esperar la salida del micro. A las 18:00 partimos hacia Montevideo, que quedaba a unos 200 km y que por lo tanto fue un viaje de casi dos horas y medio. Por lo que se apreciaba del campo se veía todo muy humilde. Entramos a Montevideo ya hacia la noche y con la guía de Karin y Gabriel tomamos un colectivo urbano que nos llevó al centro hasta el hotel Ideal que ellos ya conocían de antes. Era bastante modesto también pero económico y alcanzaba para dormir. Después de dejar las cosas caminamos hacia la ciudad vieja y encontramos pronto un restaurante donde nos sentamos a la vereda. Mientras estábamos pidiendo la cena comenzó a levantarse viento y antes que llegara la comida nos mudamos adentro ante la posibilidad de que viniera lluvia. Así fue, ya que al rato comenzó a llover torrencialmente, pero cuando salimos a la calle ya caían gotas solamente. No estábamos muy abrigados por lo que se sentía la caida de temperatura, pero por suerte teníamos el hotel muy cerca.
El sábado 27 amaneció nublado y fresco por lo que me puse el pullover para ir hasta la esquina del hotel, donde había una confitería antigua llamada el Oro del Rhin. Allí se podía tomar un buen desayuno y nos juntamos todos para tomar café con medialunas. Puse mi pullover detrás mio sobre el respaldo de la silla y por supuesto me lo olvidé, de lo que me apercibí mucho más tarde. Desde allí regresamos en colectivo a la terminal para tomar un ómnibus a Punta del Este, a unos 150 km al este de Montevideo. La ruta se apartaba bastante del río de la Plata por lo que casi todo el trayecto fue campo adentro. Al acercarnos a Punta del Este pudimos ver countries y mansiones fastuosas. La terminal de ómnibus estaba bien céntrica y fue cuestión de ponerse a caminar hacia la playa, muy amplia y con linda arena. Había poca gente y tampoco hacía tanto calor como para tomar sol y bañarse. Fuimos bordeando la costa hasta el extremo de la punta y regresamos por la calle comercial donde las chicas se interesaron en ropa y calzado. También encontramos un buen restaurante para almorzar antes de continuar un trecho más a pie hacia el este en dirección al pueblo La Barra. Para llegar allí tomamos un micro ya que era un poco lejos para llegar caminando. La Barra tenía playa también, pero estaba bastante destemplado por lo que caminamos por el pueblo y luego nos sentamos a tomar algo en una confitería también conocida por los chicos. No habíamos previsto que iba a hacer tanto frio así que nos congelamos esperando el micro de regreso a la terminal de Punta del Este y luego a Montevideo. Allí fue cuando me di cuenta que me faltaba el pullover. Llegamos de noche a Montevideo, ya con ganas de cenar, lo que hicimos en un restaurante próximo al hotel.
Al tener mucho tiempo disponible antes de partir para Colonia dejamos nuestras cosas en custodia en el hotel y nos dedicamos a recorrer Montevideo el domingo por la mañana comenzando por la ciudad vieja, muy pintoresca y testigo de una epoca gloriosa ya pasada, estando en decadencia como el resto de la ciudad. Había un antiguo mercado convertido en patio de comidas que estaba lleno de restaurantes bien puestos a la espera de clientes, especialmente turistas. Había parrillas en plena marcha donde uno mirara. El resto de la ciudad estaba desierto. Encontramos un bar abierto donde había un café excelente y allí desayunamos. Luego seguimos hacia la costanera y regresamos hacia el centro. Ya había más gente en la calle, pero la ciudad se veía muy descuidada, sucia y abandonada. Otra vez nos sentamos a comer antes de buscar los bártulos en el hotel y tomar el colectivo a la terminal. Había allí un shopping grande y al tener tiempo anduvimos un rato por allí hasta que se hizo la hora de hacer el check-in para el micro de buquebus. Estaba calculado que llegaba a Colonia una hora antes de la partida del ferry, y allí hubo que hacer algunos trámites migratorios más sencillos que en Buenos Aires antes de subir al ferry. Viktoria consiguió asi poder extender su estadía en Argentina por tres meses más. La tarde era muy bonita y a poco de salir de Colonia se pudo apreciar la puesta de sol. En el tax free compramos dos mazos de cartas y nos pusimos a jugar una carioca. Luego se pudo ver la ciudad de Buenos Aires desde el río con todo su esplendor nocturno. El ferry atracó a las diez de la noche y Agustín nos estaba esperando con Cristina y la camioneta arreglada. Con ellos fuimos a la pizzería Augusto de la Boca a cenar para rematar el día.
El lunes volvía Karin al trabajo de modo que se tuvo que levantar temprano nuevamente. La acompañé con unos mates antes de que se fuera al centro en colectivo. Viktoria y yo tomamos el colectivo hasta Retiro para averiguar si yo podía cambiar mi pasaje de regreso a Suecia. En las oficinas de TAM de la calle Cerrito me informaron que no había problemas, pero recién podía viajar el martes 14 y mediante un pago de 100 €. Acepté el cambio ya que estaba muy interesado en quedarme en Buenos Aires el domingo 12 para la fiesta de Lucia en la iglesia sueca. Con el nuevo pasaje tenía que salir de Ezeiza el 14 a las 09:45 a Sao Paulo y de allí continuar con un vuelo directo a Paris. La combinación a Copenhagen no era buena ya que tenia que esperar 11 horas en Paris pero tuve que aceptarlo. Tal vez me alcanzaría el tiempo para pasear por Paris. De las oficinas de TAM fuimos a comer algo en una confitería Habana y luego caminamos hasta la calle Paraná 220 para dejar un transformador roto a pedido de Gabriel. También saludamos a Karin en su oficina antes de regresar en colectivo a la Boca. Después de un rato fuimos juntos a la calle Olavarria a comprar ingredientes para hacer mi pan casero y Karin continuó hasta su escuela de fotografía mientras que yo regresé a casa a hacer el pan y algunas compras también para la cena. A la hora de cenar vino Agustín también. Decidimos que viajaríamos todos excepto Karin a San Juan el viernes a la noche.
El martes vino Agustín a desayunar y luego salimos juntos en su camioneta a dejar arena y cemento en el departamento de Ministro Brin. Luego fuimos hasta las oficinas de la empresa que lo contrataba para hacer transporte de sofas. No había necesidad de ningún transporte aun por lo que decidimos pasar a buscar a Viktoria e ir a Retiro a comprar los pasajes a San Juan. Nos decidimos por la empresa 20 de junio, con asientos semi-cama, a las 21:15 del viernes. Cristina iba a venir también con nosotros. Luego subimos al centro a almorzar y mientras Viktoria volvía en micro, Agustín y yo caminamos hasta la Boca. Con Gabriel nos pusimos a hacer una instalación electrica para tener un enchufe en el pasillo en la zona de la biblioteca. Hicimos la mayor parte pero paramos al oscurecer ya que había que cortar la luz para la conexión final. Fuimos al restaurante de suchi Meshi, rodeando la cancha de Boca, y allí se nos unió Viktoria quien vino en taxi de su ensayo en la residencia de la embajada. Comimos un suchi muy bueno con cerveza japonesa y luego regresamos a la casa.
Había quedado en ayudar a Karin a armar el árbol de navidad en la entrada al restaurante sueco y fui el miércoles con ella al trabajo. Todo lo necesario nos estaba esperando de modo que lo armamos rápidamente. Nos encontramos también con Martín y algunos empleados del restaurante. Tenía que esperar a Gabriel de modo que me puse a leer la Nación hasta que Viktoria avisó que venían en la Lolita con Laura Baslini. Me recogieron en la avenida 9 de Julio y continuamos hacia Martunez con intenso tráfico. Al rato se paró el motor a raiz del mismo problema de la semana anterior y tuvimos que volver a colocar el cable de la bobina al distribuidor en varias oportunidades hasta que logramos sujetarlo. Asi llegamos a Martinez donde el marido de Nelida Baslini nos dio algunos documentos y luego continuamos a San Isidro donde fuimos de inmediato a almorzar en un restaurante cercano a la plaza del mastil. Gabriel hizo algunos trámites en el banco y después fuimos al departamento de Laura a buscar algunas cosas que ella necesitaba en su nueva residencia y otras cosas de las que se quería deshacer. Aun quedaron muchos objetos pero quedaron para ser recogidos más adelante. Regresamos sin inconvenientes al centro pero con mucho calor y bastante congestionamiento de tránsito. Terminé la instalación electrica y luego hicimos algunas compras para que Gabriel pudiera hacer noquis. También preparé la masa para las facturas de azafrán para que fuera levando. Gabriel hizo también un pesto para los ñoquis que le salió muy rico. Al preparar todo en casa cenamos bastante tarde ese día.
Al día siguiente a la mañana vino Agustín y después de unos mates salimos con su camioneta hacia el departamento de Brin. El albañil necesitaba más cemento que buscamos en un corralón cercano, y luego de dejarlo allí regresé a buscar a Viktoria para ir con ella al centro. Karin necesitaba guirnaldas para el arbol de navidad del restaurante sueco, que compramos en Falabella sobre la calle Florida. Viktoria necesitaba también algunas cosas en la farmacia y después nos sentamos a comer sandwiches en Bonafide antes de pasar por el trabajo de Karin a dejarle las guirnaldas. Cuando ella regresó a la Boca con una amiga que también hacia fotografía las acompañé hasta la calle Olavaria y compré pechugas de pollo para hacer hacer a la noche con una ensalada con guacamole que estuvo lista para la hora que regresó Karin del curso de fotografía y Viktoria del ensayo del coro. Para Karin era el último dia de clases y volvió muy conmovida por la evaluación que le había hecho su profesor. Como siempre nos acostamos nuevamente muy tarde.
Comenzamos el día viernes preparando lo necesario para el viaje a San Juan antes de salir hacia el restaurante sueco a participar del almuerzo de navidad. Cuando llegamos allí poco antes de la una ya se estaba juntando gente en el bar, con una buena proporción de suecos. En total vinieron más de cincuenta personas y el restaurante estaba abierto solamente para nosotros. Gabriel, Viktoria, Karin y yo nos ubicamos al extremo de una de las mesas largas. El almuerzo comenzó con una entrada fría de salmón y arenques, y luego vino el plato principal con jamón, albóndigas, pastel de papas con anchoas, y paté, todo muy rico. Durante el almuerzo hubo que cantar con frecuencia y levantar las copas de aguardiente. También presentaron a todas las caras nuevas, incluida la mía. De postre sirvieron helado de vainilla en un baño de punch. Fue un lindo almuerzo que terminó como a las tres de la tarde. Viktoria regresó a casa en micro mientras que Gabriel y yo fuimos al pasaje subterráneo de la 9 de Julio a comprar un cuchillo como regalo para llevar al mecánico del Falcon en San Juan. Luego la pasamos a buscar a Karin ya que terminaba de trabajar a las cuatro y regresamos caminando a la Boca. Terminamos de armar nuestro equipaje y partimos en micro a Ratiro para encontrarnos allí con Agustín y Cristina en la terminal de ómnibus. Nuestro servicio partió puntualmente a las 21:15 y después de una parada en Liniers continuó por la ruta 7. Nos dieron de cenar y al no tener a nadie en el asiento contiguo al mio me pude acomodar bien para dormir. Los asientos semi-cama no eran tan anchos ni se reclinaban tanto como los llamados cama, pero era igualmente confortables.
Cuando me desperté estábamos ya cerca de San Luis, y allí cargaron medialunas al paso después de una corta parada en la terminal. Poco antes del mediodía llegamos a San Juan, donde estaba Mirta esperándonos con su auto en la terminal. También vino Juan en una camioneta que habían comprado recientemente. Era un día muy lindo y hacía ya bastante calor. Los hombres fuimos hasta la casa de Mariano con Juan y le dejamos un traje que había comprado Agustín en Buenos Aires y que necesitaba para la obra de teatro. Su abuelo nos entretuvo un buen rato mostrándonos las motos que tenía en su taller de reparaciones. Luego fuimos hasta el taller a retirar el Falcon antes de regresar a la finca en Angaco donde Mirta estaba ultimando los preparativos para un almuerzo con presas de pollo y ensalada que luego comimos afuera sentados a la sombra de los árboles. Vi que el Falcon estaba en condiciones de rodar pero no me pareció que fuera apto para que Viktoria regresara en el por lo que le sugerí que volviera con Cristina el lunes en micro. Las chicas aprovecharon la pileta al seguir siendo un día caluroso y soleado. Después de limpiar un poco el Falcon por dentro y por fuera salí con Gabriel y Agustín al centro de San Juan probando el coche, y además de aprovisionarnos para hacer empanadas para la cena, pasamos por la terminal de ómnibus donde conseguimos pasajes para las chicas con la empresa Transportes San Juan para el lunes a las 17:30. Regresamos después a la finca y Mirta preparó unas excelentes empanadas tras lo cual nos fuimos a dormir. Agustín se instaló con Cristina en la antigua casa de adobe mientras que a Gabriel, Viktoria y a mi nos asignaron el estudio recientemente terminado por Mirta al lado de su casa.
Mirta salió el domingo con el auto a comprar pan casero en las cercanías y luego estuvimos mateando largo rato a la espera de que aparecieran todos. Durante la noche había llovido, algo poco frecuente en San Juan, pero a la mañana se fue despejando y nuevamente se hizo sentir el calor. Juan sacó todos los elementos sueltos del Falcon que estaban guardados y nos pusimos a instalar manijas para abrir ventanillas y puertas, además del cinturón de seguridad delantero del acompañante. Mientras tanto Mirta comenzó a preparar tallarines para el almuerzo y Gabriel hizo nuevamente pesto como alternativa a las salsas de mariscos y de carne que ofrecía Mirta. Almorzamos a la sombra del arbol, con las chicas recién salidas de la pileta, y para el postre salieron Mirta y Gabriel a comprar helado. Luego nos pusimos a planear el traslado al teatro, con diversas alternativas. Había que llevar a Mariano desde su casa al teatro un par de horas antes de la función, de modo que finalmente le pidió Agustín a Mirta que los arrimara a el y Cristina a Albardón para seguir ellos al centro y ocuparse del asunto. Como teníamos que comprar herramientas para el Falcon y Gabriel quería ver además el terreno que habían adquirido en la zona de Pocitos salimos él, Viktoria y yo en el Falcon bastante temprano hacia la ciudad dado que Mirta dijo que no iba a ir al teatro. En el Easy nos hicimos de algunas herramientas, un gato, llave cruz para las ruedas y una cuarta antes de seguir hacia Pocitos, sobre el camino a Mendoza. Nos encontramos con una caravana de ciclistas con su escolta policial que corrían una carrera de modo que hubo que estacionarse al costado de la ruta por un rato. Luego seguimos a Pocitos y observamos un baldío en las cercanías al nuevo hospital en construcción, que supusimos era el terreno donde estaba el lote. Regresamos con bastante margen al centro por lo que pude instalar el trípode que nos había prestado Juan y la filmadora en un lugar adecuado del salón del teatro. Allí lo encontramos a Mariano muy elegante con su traje. Un ratito antes de la función nos juntamos con Cristina y Agustín, y sorpresivamente aparecieron Mirta y Juan también, además de la familia de Mariano por parte de su madre. Con bastante atraso y con salón lleno comenzó la obra “Casa de Huéspedes”, una comedia que nos hizo reir mucho, con muy buena actuación de todo el elenco. Mariano estuvo muy bien en su carácter de huésped con sordera. Al final de la función, que duró media hora y que filmamos entera, hubo muchos aplausos y elogios de todos los presentes. Mariano ya había traido su equipaje ya que iba a volver con nosotros a Buenos Aires, y después de despedirnos de su familia partimos hacia un restaurante de lomitos a cenar y celebrar. Cuando regresamos a la finca era pasada la medianoche y nos fuimos derecho a dormir.
El lunes 6 era el día planeado para partir de regreso a Buenos Aires con el Falcon. Nos levantamos relativamente temprano a desayunar y partimos de la finca con una hermosa mañana de sol a las ocho y media de la mañana. Desde Angaco tomamos un camino hacia Caucete rodeando la ciudad y en un cruce famoso por su peligrosidad vimos un camión en la banquina metido entre árboles, que luego supimos habia estado involucrado en un accidente con cuatro muertos. Paramos en un puesto en la ruta a comprar la damajuana de vino patero pedida por Cristina y luego salimos hacia San Luis ya con bastante calor y con una velocidad promedio de poco más de 60 km por hora. En Encon cargamos nafta y la policía caminera observó de inmediato que nos faltaban los limpiaparabrisas. Gabriel dio las explicaciones del caso, o sea que el motor no se conseguía en San Juan y que el auto iba derecho al taller en Buenos Aires, con lo que el policia se dio por satisfecho y nos dejó seguir. Al rato cruzamos a la provincia de San Luis y en ese control policial milagrosamente no nos hicieron objeciones, más que hacernos notar que salía agua del radiador. Eso ya lo habíamos observado el día anterior, por alguna razón se iba yendo el agua por la tapa del radiador cuando el motor estaba caliente, así que era cuestión de controlar el agua con frecuencia y completarla. También hicimos control de consumo y vimos que llegábamos a hacer 9 km por litro, lo que era más de lo que pensábamos inicialmente.
Con poco tráfico en la ruta hicimos el cruce a San Luis sin inconvenientes y al ser ya las dos de la tarde al entrar a la ciudad compramos pan y fiambre en el supermercado y después de dar unas cuantas vueltas buscando un lugar adecuado nos sentamos a la sobra de un árbol en las cercanías del río a comer. Habíamos decidido regresar por la ruta 7 con la idea de llegar hasta Laboulage y quedarnos a dormir en un hotel recomendado por Juan y Mirta. A la marcha lenta que ibamos llegamos a Laboulage después de la puesta del sol y allí nos paró nuevamente la policía caminera, que esta vez notó la ausencia de cinturones de seguridad en el asiento trasero, donde ibamos sentados Mariano y yo. Gabriel tuvo que ir a la casilla donde le hicieron el acta de infracción y la multa de 233 pesos, que de todos modos era la mitad del importe al hacer pago voluntario. El hotel Colonial estaba a menos de un kilómetro más adelante, sobre el lado izquierdo de la ruta, y llamaba la atención por su tamaño y buen estado. Gabriel y yo entramos a un lobby enorme y averiguando precios nos enteramos que había un departamento para cuatro que costaba 340 pesos, desayuno incluido, lo que nos pareció muy razonable en vista de la calidad del hotel. La chica de la recepción se llevó una sorpresa cuando vinieron Agustín y Mariano con sus cosas ya que resultó que para llegar al departamento había que subir bastantes escaleras, y de inmediato habló con el encargado y nos llevó a dos habitaciones unidas en la planta baja, cada una de ellas con su baño y televisor, y todo muy amplio y limpio, sin cargo extra. El hotel tenía también un comedor muy grande y bien puesto, casi vacío, donde fuimos a cenar. Tenía precios también muy razonables y buena comida, de modo que ibamos de sorpresa en sorpresa.
Cuando me desperté a la mañana siguiente y miré afuera vi que había llovido durante la noche y el cielo se veía amenazador, por lo cual pensé que se podía complicar el viaje al no tener limpiaparabrisas. Fuimos a tomar el desayuno, que estaba incluido, con una mesa para servirse donde había una montaña de facturas, pan, manteca, dulces, jugo de naranjas y un tacho grande con café. Después de comer en abundancia juntamos nuestras cosas, pagamos, y decidimos continuar la marcha al ver que no llovía y que venía aclarando del oeste. Nuevamente eran las ocho y media, y teníamos por delante casi 500 kilómetros de ruta. Al estar nublado no se sentía aun el calor, y aparte de una pocas gotas que cayeron en algún momento nos salvamos de la lluvia, que por lo que se veía habia caido con bastante intensidad horas antes. Había como siempre un tráfico infernal de camiones por la ruta y se veía constantemente con qué márgenes milimétricos se pasaban unos a otros. Desde luego todo el mundo nos iba pasando continuamente a nosotros. Yo no quise manejar más para evitar tener que pasar por el trance de que alguna policía caminera me hiciera observaciones sobre las falencias del auto y tener que dar un montón de explicaciones, y como Gabriel se sentía fresco para manejar continuó el al volante. Agustín no había llevado su registro. Tal vez funcionó mi negativa como cábala porque no nos pararon más. Cuando llegamos a Junin paramos en una YPF a comer algo y al comenzar a despejarse se hizo sentir nuevamente el calor, que en Buenos Aires era agobiante. Aparte del problema del agua, el Falcon no daba ningún problema. La intención era dejar a Agustín en el departamento de Cristina en Vicente Lopez, donde el había dejado estacionada su camioneta. El tenía pendiente un viaje con muebles a Rosario, y si había tiempo podía llegar a retirar los muebles del depósito esa misma tarde si llegaba antes de las siete. Cuando nos acercamos a la avenida general Paz vimos que el tránsito era muy pesado y nos dimos cuenta que Agustín no llegaría a tiempo por lo que continuamos por la autopista hacia el centro y dejamos a Agustín y Mariano en Barracas. Agustín pensaba ir más tarde a buscar su camioneta. Luego seguimos a la Boca y así terminó el traslado del Falcon a Buenos Aires poco antes de las siete de la tarde. Nos encontramos con Viktoria en el departamento y ella estaba justo por salir para el ensayo del coro en la residencia en Palermo. Karin estaba aun trabajando dando clases de sueco y apareció al rato. Durante nuestra ausencia había armado el arbolito de navidad en el living y estaba muy bonito. Había puesto al pie los regalos que había mandado Johanna conmigo. Esa noche comimos canelones de ricota que prepararon Gabriel y Karin. Viktoria regresó muy tarde de su ensayo y también comió canelones antes de que nos fueramos a dormir. Ella y Cristina habían tenido un viaje de regreso sin inconvenientes, aunque llegaron con bastante retraso a Retiro a raiz del tráfico.
El miércoles 8 era día feriado en la Argentina y todos se levantaron bastante tarde. Después del desayuno llamé a Eduardo Rattner y le propuse que fueran a la tarde al bazar de la iglesia sueca. Luego bajé a la computadora la filmación del teatro de Mariano antes de que nosotros partiéramos hacia la iglesia. Había mucha gente ya pues estaba abierta desde la mañana y los choripanes ya se habían terminado. Logramos comer unos panes con salmón, lo que hicimos sentados a una mesa del jardín. Al rato apareció Frida y luego vinieron Eduardo y Cristina además de Melina con su esposo y sus dos chicos. Era una hermosa tarde de sol y nos quedamos casi hasta el cierre. Luego ibamos a ir Karin, Viktoria y yo a escuchar jazz en un escenario abierto en la Recoleta y Eduardo se ofreció a llevarnos con su auto hasta allí al quedarle de pasada. Como llegamos una hora antes del concierto dimos unas vueltas y compramos frappés de Havanna que tomamos sentados en un banco de la plaza. Escuchamos luego una hora de jazz antes de regresar a la Boca donde finalmente pudimos probar el restaurante italiano Il Matterello a media cuadra del departamento. No era tan caro como creíamos y las pastas eran excelentes.
Al ir acercándose la fecha de mi regreso salimos Viktoria y yo al día siguiente a la caza de regalos, previo paso por la peluquería del barrio a cortarme el pelo y luego hacer cola en el banco para conseguir monedas para el micro. Con el 130 fuimos hasta el Carrefour de Palermo donde encontramos algunas cosas y con el mismo micro regresamos al centro a almorzar con Karin para lo cual compramos ensaladas en un local cercano que llevamos hasta su oficina. Luego hubo que volver a la Boca para que Viktoria pudiera comenzar a prepararse para la actuación de la noche. Gabriel y yo partimos más tarde hacia el trabajo de Karin y cuando ella cerró la oficina salimos a caminar por el centro a hacer algunas compras, entre ellas hawaianas para Johanna. Con el colectivo de la linea 59 continuamos hasta las cercanías de la residencia de la embajada para encontrarnos con Cristina. Agustín estaba en camino de regreso de Rosario después de haber entregado muebles y había avisado que no llegaría a tiempo. Cuando entramos a la residencia había ya bastante gente reunida y vimos fugazmente a Viktoria antes de la actuación. La embajadora hizo primero un relato breve de las tradiciones suecas y de la fiesta de Lucia, y luego bajó el cortejo por la escalera al segundo piso. Todo salió sin tropiezos y el coro cantó muy bien. Fue más breve que el año anterior, y nos quedamos un rato más esperando a Viktoria antes de ir caminando al restaurante vietnamita donde ya habíamos ido a cenar el año anterior. Estaba la misma moza de siempre, y como ya habíamos comido unos cuantos bocados en la residencia pedimos poca comida y compartimos. Cristina regresó a Vicente Lopez en colectivo mientras que nosotros tomamos un taxi. Poco antes de llegar a Retiro notamos que había olvidado las compras en el restaurante de modo que regresamos con un segundo taxi a buscar la bolsita y finalmente tomamos un tercero para llegar a la casa poco antes de medianoche.
Agustín vino temprano por la mañana del viernes 10 e hicimos una escapada hasta el departamento de Brin a ver como había quedado el trabajo terminado por el albañil en el baño y la cocina. De a poco iba avanzando el reciclado y el paso siguiente tenía que ser arreglar techo y paredes de una de las habitaciones además de volver a colocar los cerramientos, para poder hacerlo ya habitable. Luego continuamos con la camioneta hasta la oficina de los muebles donde lo estaban esperando para hacer varias entregas. Armados de los papeles necesarios fuimos al depósito de las cercanías a cargar y llenamos la camioneta con sofas de 2 y 3 cuerpos, puffs y mesitas para llevar a tres direcciones diferentes. Comenzamos por un lugar en Dean Funes y Av. San Juan y de allí proseguimos hasta dos lugares en Palermo. Ya se había nublado y comenzó a llover con cierta intensidad. Trasladarse de un lugar a otro era lo más pesado a causa del tráfico, por lo que ya eran casi las dos de la tarde cuando Agustín me dejó nuevamente en la Boca. Alcancé a ducharme y salimos Viktoria y yo hacia el centro para encontrarnos con Karin en su trabajo. Había dejado de llover pero a la hora de salir había comenzado nuevamente. La zona de plaza de Mayo estaba cerrada a causa de la celebración del día de los Derechos Humanos, de modo que había bastante congestión y el colectivo demoró un buen rato. Nuevamente comimos ensaladas compradas en el negocio cercano al club sueco. Nos decidimos por tomar el subte hasta Palermo y luego el colectivo hasta la ciudad universitaria como método más rápido para llegar a tiempo a la ceremonia de graduación de Cristina como diseñadora textil, y entramos al aula magna en el momento en que cantaban el himno. Agustín había ido con Mariano hasta Maschwitz a entregar muebles y llegó sobre el final del acto. Al terminar la ceremonia nos reunimos todos con Cristina y su familia a sacar fotos, con una tarde ya despejada y linda. Se había hecho una reserva en una parrilla en las cercanías de la casa del padre de Cristina y allí fuimos todos a comer y celebrar. Ya bien cansados regresamos Karin, Viktoria y yo a la Boca en colectivo. Gabriel no había podido ir a causa de su trabajo.
Volví a ver a Agustín el sábado por la mañana ya que vino de pasada con Mariano antes de ir a encontrarse con el albañil en Brin. Fuimos los tres hasta allá y cuando llegamos vimos al americano Collins, que vivia en el último piso, investigando con el albañil la razón por la que se vaciaba el tanque de agua. No se pudo descubrir ninguna pérdida, pero había varios departamentos vacios a los que no se podía acceder. Agustín pactó con el albañil la continuación de la obra, es decir arreglar los techos y también las paredes de una de las habitaciones, lo que podría estar listo a principios de enero. Luego se quedó Mariano con nosotros mientras que Agustín iba a cargar muebles para llevar a Palermo y a José C. Paz. Le venía perfecto pues a la tarde ibamos a reunirnos todos en la casa de Antonio. Karin había ido a dar clases de sueco y cuando nosotros estuvimos listos partimos a buscarla con la combi. Después de apenas dos cuadras tuvimos que parar por tener desinflada una rueda delantera y mientras Gabriel hacía el cambio yo luchaba para mantener bajo control al gato de Karin que ibamos a dejar de pasada en la casa de una amiga de ella en Villa Pueyrredón. Con poco retraso llegamos al trabajo de Karin y seguimos viaje. A las dos y media de la tarde estábamos en la entrada al barrio donde vivía Antonio y detrás nuestro aparecieron Agustín y Cristina en la camioneta. En casa de Antonio estaba también Lorena con su novio además de Isabella, la hija de Romina, y Matias. El asado estaba listo, pero las chicas alcanzaron a bañarse en la pileta antes de que nos sentáramos a comer. Fue como siempre muy lindo y divertido juntarse con los Propato, cosa que solo sucedía cuando yo venía de visita. Todos estaban muy bien y solo faltaba la esposa de Matias a causa de su avanzado estado de embarazo, y Romina, que estaba ocupada. El tiempo estaba inestable y a los postres se largó un diluvio que por suerte pasó al rato y pudimos caminar un poco por el barrio. Así cayó la noche y emprendimos el regreso a la capital, llegando a la Boca sin inconvenientes. Antes de irnos a dormir vimos un documental que había comprado Karin.
Gabriel había arreglado con Laura ir a a buscarla el domingo al hogar para que pasara un rato con nosotros. Antes de eso fuimos a comprar ravioles de ricota y carne para el tuco que luego iba a preparar Agustín. El llegó con Cristina y Mariano y se puso a hacer la salsa mientras Gabriel buscaba a Laura. Comimos todos juntos en la Boca y Laura quiso regresar luego al hogar. Viktoria partió temprano a la iglesia para prepararse para el coro de Lucia y mientras Gabriel iba a jugar su fútbol habitual de los domingos en el parque Las Heras, fuimos Karin y yo junto con Cristina y Agustín a la iglesia donde llegamos justo a tiempo para el comienzo de la misa. Al final entró el coro de Lucia y repitieron la actuación de la residencia. Había mucha gente y se ocuparon enseguida las mesas del salón donde habían puesto masas navideñas. El día estaba fresco pero lindo y volvimos a sentarnos un rato en el jardín. Compramos loterías pero no ganamos nada. Agustín consiguió una lámpara muy barata y en buen estado en el mercado de pulgas. Al ser aun temprano cuando salimos de la iglesia caminamos Karin, Viktoria y yo hasta puerto Madero y entramos a un cine a ver la película “papá por accidente”, una comedia sin mayores pretensiones pero entretenida. Volvimos también caminando hasta la Boca y Gabriel se nos unió para jugar una carioca antes de irnos a dormir.
La cubierta de la combi que estaba pinchada no había sido arreglada aun, y Gabriel y yo fuimos el lunes hasta una gomería cercana a repararla. Allí vimos que tenía un tajo lateral, probablemente causado por un vándalo en el estacionamiento. También hicimos el cambio de aceite, y luego de unos lavados de ropa y de comenzar a preparar la paella para la noche partimos Viktoria y yo al centro a hacer las últimas compras. Ella había logrado anteriormente postergar su regreso a Copenhagen con British Airways por teléfono para el 17 de abril. Después de comer algo en una confitería fuimos a la oficina de Karin y esperamos allí hasta que ella terminó su horario de trabajo. Hicimos algunas compras más con ella y volvimos a la Boca donde terminé de armar la paella de pollo y Viktoria preparó el postre. La noche estaba linda por lo que pusieron mesa y sillas en la terraza para cenar. Agustín, Mariano y Cristina vinieron también a cenar, y como Mariano iba a ir con nosotros al aeropuerto al día siguiente a la mañana se quedó en la Boca a dormir. Mis valijas estaban casi listas para el viaje de regreso.
Había llegado finalmente el día de mi partida y nos levantamos todos muy temprano para partir antes de las siete a Ezeiza. Pasamos a buscar a Agustín por su departamento y con poco tráfico por la autopista llegamos sin problemas al aeropuerto. Tuvimos tiempo para tomar un café antes de despedirnos, y después de una larga cola en migraciones embarqué en el vuelo de TAM a Sao Paulo. Allí me tocaba esperar casi seis horas antes del vuelo siguiente a Paris, pero pasaron rápidamente. El vuelo fue tranquilo y llegamos a Paris a horario, poco después de las diez de la mañana. El vuelo final a Copenhagen con SAS era recién a las 21, por lo que me tuve que armar de infinita paciencia esperando en el aeropuerto. Estaba nublado y hacía frío, por lo que decidí no ir a pasear por la ciudad. Con tanta espera terminé conociendo de memoria la isla de la terminal donde tenía que tomar mi vuelo, y cuando faltaba una hora y media anunció la pantalla que el vuelo estaba cancelado. Tuve que ir al mostrador de SAS donde me dijeron que podían ponerme en un vuelo de Lufthansa a Frankfurt y de allí otro a Copenhagen, pero como faltaba poco para la salida no alcanzaron a emitir la tarjeta de embarco a tiempo y no llegué a ese vuelo. Entonces me dieron la opción de pasar la noche y salir al dia siguiente a la mañana, o tomar otro vuelo de SAS que salía al rato para Oslo, dormir allí y volar al día suigiente a Copenhagen. Opté por lo último y junto con otros pasajeros en la misma situación partimos para Oslo poco antes de las nueve de la noche. A la llegada me encontré con nieve y varios grados bajo cero. Nos dieron vales para el hotel Radisson, que estaba a unas tres cuadras de la terminal, y a medianoche estaba instalado en mi habitación. También hice el reclamo por la valija, que a causa de estos trastornos seguía aun en Paris.
El vuelo a Copenhagen partía a las seis y diez de la mañana del miércoles 15 por lo que la noche fue muy corta y no alcancé a desayunar en el hotel. Me sorprendió encontrar tanta gente en el aeropuerto a las cinco de la mañana y tuve que hacer una buena cola antes de conseguir mi tarjeta de embarco. El vuelo a Copenhagen era de una hora escasa y aterrizamos antes de las siete y media. Volví al mostrador de SAS para informarme de la valija y les preocupó un poco que habíamos hecho el reclamo en Oslo. Había un cierto riesgo de que se produjera una confusión y mandaran la valija para allá. Tuve la suerte de que pasara un tren a Malmö al momento de bajar a la plataforma de la estación, y al estar ya inaugurado el túnel pude apreciar lo imponente de la obra y bajarme en la flamante estación del triángulo, un poco más cerca de casa que la estación central. Hice la corta caminata en la nieve hasta la casa, y Johanna estaba en el departamento esperándome. Cornelia había decorado a full para la navidad y estaba todo muy lindo. Tomamos un desayuno y luego partimos de compras con el auto, primero a conseguir una computadora para reemplazar a la que le había dejado a Karin y luego para aprovisionarnos para la cena de navidad que íbamos a tener en casa. A media tarde confirmé con Christian que mi vuelo a Tallinn sería al dia siguiente a las 15. Omar apareció de casualidad y mientras estábamos tomando unos mates me llamaron por teléfono para avisarme que milagrosamente la valija estaba en camino a casa. Más tarde vino Cornelia y comimos los tres, ya que KF no podía venir. La valija fue entregada sin problemas y parecía estar todo en orden y entero. Le dí a Johanna todos los regalos que habíamos comprado, para que ella también se ocupara de repartir lo que había para su madre, Sara e Isabel. Sorpresivamente recibí mis regalos de navidad, un libro de Cornelia, además de la agenda del 2011 y una divertida espátula de Johanna. Luego acompañé a Johanna a que tomara el colectivo a Lund y nos fuimos a dormir.
Sería la primera y la única noche en mi cama desde la partida de Argentina, y dormí muy bien. Me levanté temprano para juntar lo que necesitaba llevar a bordo y hacer orden con todo lo que venía de Argentina además de pagar algunas cuentas y revisar el correo que había llegado en mi ausencia. El día viernes amaneció nublado y frío, con varios grados bajo cero. Decidí tomar el ómnibus al aeropuerto, lo que fue afortunado ya que luego me enteré que los trenes estaban parados a causa de algún problema técnico. Llegué al aeropuerto dos horas y media antes de la partida del vuelo de Estonian Air y llegué a Tallinn sin problemas después de una hora en el aire. Como era de imaginar se había atrasado la llegada del buque y un chofer de la agencia me llevó a un hotel con restaurante a iniciar una nueva espera, de las tantas que tuve esa semana. Entré al restaurante a cenar y pedí un filet de salmón que estaba muy bien preparado. En el hotel había varias fiestas en marcha en sendos locales y había un movimiento constante de gente. Me senté en la recepción a esperar hasta que ya cerca de las once de la noche me llamó el agente para avisarme que venía a buscarme al haber llegado el buque a muelle. Había mucha nieve y la temperatura era cercana a los diez grados bajo cero. Cuando subí a bordo me encontré con Christian, que estaba desconsolado ya que durante la maniobra de amarre habían tocado el muelle y se habían producido algunos daños menores al casco y al muelle también. De todos modos no le complicó la partida ya que inspeccionamos juntos los daños y le dije que me haría cargo de toda la parte administrativa. Me fui a dormir y me levanté nuevamente a las cinco de hoy para despedir a Christian quien salía muy temprano para el aeropuerto.
Así comencé el día haciendo llamadas al seguro y a la compañía para que vinieran inspectores a ver los daños. Poco después del mediodía comenzó a levantarse viento y al rato era tan fuerte que tuvimos que suspender la descarga y desconectar la manguera. Llamé al agente para que mandara práctico y remolcadores ya que comenzamos a bailar mucho al ser un puerto muy abierto y haber olas cada vez más grandes. La inspección de daños terminó justo a tiempo antes de que dejaramos el muelle. Incluso se rompieron los cabos de remolque durante la maniobra de zarpada pero por suerte pudimos salvar la situación y salimos hacia el mar. Como resultado de la inspección nos dieron tres meses de plazo para arreglar los daños que sufrió el casco.