Noviembre 1986 a noviembre 1987
El departamento que había alquilado en Vicente Lopez sobre la avenida del Libertador no tenía ningún detalle de categoría, era como otros miles en Buenos Aires con una entrada fastuosa al edificio pero terminación bastante mediocre en los departamentos. Para Gerd fue un shock, ya que carecía de las comodidades y amplitud a la que estaba acostumbrada en sueca. Pero algo mejor no podía ofrecerle, y aun así tuve que tomar un trabajo de medio día en Bella Vista, en el negocio de artículos del hogar de Antonio, mi salvador. A poco de llegar a la Argentina compramos un vehículo usado y con él tenía que salir temprano por la mañana hacia Bella Vista, regresar al mediodía, dejar el auto en Vicente López,y continuar en tren a la Escuela de Náutica y trabajar allí toda la tarde dando los cursos de simulador radar, para regresar tarde a casa. Los sábados tenía que trabajar por la mañana en Bella Vista. Una vida de perros, pero la única manera de mantener mi nueva familia, pagar el alquiler y mi parte de la manutención de Federico Gabriel y Alejandro Agustín.
A fin de año se me ocurrió otra locura; pensé que sería lindo ir todos de campamento a Bariloche, como lo habíamos hecho por tantos años los chicos y yo. Incluso invité a nuestros amigos Eduardo y Cristina con sus dos hijas, quienes aceptaron. Así salimos en caravana, nosotros seis apretujados en nuestro Ford Taunus con todo el equipo de campamento. Viajamos todo el primer día pasando por las sierras de Tandil para cubrir la mitad de camino (900 km) y parar en un hotel del Automóvil Club Argentino que habíamos reservado en Río Colorado. Al día siguiente y después de viajar nuevamente todo el día, llegamos a Bariloche y nos instalamos en el departamento de mi hermana para pasar la noche. Ella ya estaba acampando con su familia a orillas del lago Steffen, 70 km al sur en camino al Bolsón. Al tercer día de nuestra partida de Buenos Aires llegamos finalmente al lago Steffen y armamos campamento. A Gerd no le causó mucha gracia pernoctar en carpa, teniendo que amamantar a Karin en mitad de la noche con el frío que hacía, y combatiendo tábanos durante el día. Para nosotros formaba parte de la gracia y el encanto del lugar. Además éramos toda una tropa, por lo que el trabajo era continuo. Eduardo y Cristina regresaron a Buenos Aires unos días antes que nosotros, y cuando decidimos emprender nuestro propio regreso nos tocó un calor infernal antes de llegar a Neuquén. El auto no tenía aire acondicionado, y estábamos al borde del colapso cuando entramos a la chacra de la familia Flade en Plottier para refrescarnos. No tengo recuerdos de cómo fue el resto del viaje a Buenos Aires. Llegué a la conclusión que este tipo de aventuras tenía que ser descartado. De todos modos los acontecimientos tomaron un rumbo que no lo hubiera hecho posible.
Después de las vacaciones de verano continué con mi doble trabajo, Isabel comenzó en un preescolar a la vuelta del departamento, los chicos venían a visitarnos los fines de semana, Gerd comenzó a hacer amistades en el barrio, y los domingos acostumbrábamos ir a la iglesia sueca en el barrio de San Telmo, donde también conocimos mucha gente nueva. Karin fue bautizada allí por el pastor Simonsson, quien estaba de recorrida por el continente. No teníamos teléfono, por lo que había que ir a los teléfonos públicos para comunicarse y a locutorios, de los que no había muchos en esa época, para poder hablar con Inez, la madre de Gerd. El año era 1987 y Gerd quedó nuevamente embarazada en abril. A pesar de mis trabajos nuestra situación económica era siempre precaria, y comenzó a deteriorarse en forma preocupante. Tuvimos que comenzar a vender cosas de nuestro departamento y objetos traidos por Gerd de Suecia para mantenernos a flote. Hasta las medallas que me habían entregado al recibirme en la Escuela de Náutica fueron a la venta. Gerd no se sentía tampoco muy segura ante un parto en la Argentina, y cuando ya vi que íbamos a la ruina tomé una decisión heroica: volver a Suecia para reiniciar nuestra vida allí.
Era consciente de que era injusto para con mis hijos, pero me sentía ahogado y al no encontrar una solución mejor les impuse esa separación. Nunca podré saber si esa decisión fue correcta o si tendría que haber luchado más para no tener que emigrar. Hicimos los trámites para obtener mi permiso de residencia en Suecia e incluso tuvimos que detener los planes de Inés, quien ya había reservado un pasaje para venir a visitarnos. Nosotros compramos pasajes para fines de noviembre, y dado el avanzado estado de embarazo de Gerd tuvimos que obtener un certificado médico para que la dejaran volar. También hubo que vender una buena cantidad de cosas al deshacernos de todos nuestros bienes, operativo que ya había hecho Gerd en Suecia antes de venir a la Argentina. Días antes de viajar nos robaron el auto, una nueva complicación, y apareció abandonado en las afueras de Buenos Aires, más complicaciones. Finalmente quedó todo arreglado y partimos después de una de las más tristes despedidas de mi vida cerrando una nueva etapa de mi vida.