Octubre 2014
Al regreso de Africa ya no tenía que pensar más en embarcos, ese ciclo había llegado a su fín al haber decidido jubilarme. La dramática caida en mis ingresos asociada al retiro me hizo pensar también en reducir mis egresos y por esa razón dejé el departamento de Bergsgatan y me mudé a uno substancialmente mas chico en Ronnebygatan. Fue un canje con Cornelia y Nils, y en el proceso cancelé la deuda hipotecaria que tenía, además de pasar a tener un gasto mensual mucho menor. La mudanza la hicimos los primeros días de julio y luego dediqué dos intensivas semanas a acomodar el nuevo departamento a mi gusto, tratando de adaptarme también a un espacio más reducido, lo que fue más dificil de lo que creía. Otra medida fue vender el auto, con lo que me deshice del garage también. En mi nueva vida como jubilado la intención era esquivarle al invierno sueco, de modo que hice reserva de pasajes para volar el 9 de octubre a Buenos Aires con regreso a Suecia el 28 de Marzo.
En una de sus tantas giras por Europa recibí a Gabriel en Malmö el 27 de Agosto. El se quedaría unos días en mi departamento antes de proseguir viaje a Noruega a visitar aun amigo noruego que había conocido recientemente. A todo esto estaba llegando a su fin el embarazo de Daniela y el día 29 de Agosto vino al mundo Camilo. Gabriel se quedó hasta el 1 de Septiembre, día en que siguió viaje en tren y el día 8 regresó a la Argentina.
Como Mimmi quería mudarse a Malmö y aun no encontraba vivienda le ofreci mi departamento para que lo habitara durante mi ausencia y aceptó encantada. Viktoria hizo una corta visita a Malmö a principios de octubre y se instaló en mi departamento. Logré que entre ella y Johanna revisaran más de 20 cajas de mudanza con sus pertenencias, y la mayoría dejaron el altillo para siempre. Llevamos ocho bolsas con ropa a la estación de reciclado donde aceptaban recibir ropa usada. Asi pude descomprimir apreciablemente el altillo también. El vuelo de Viktoria partía a las seis de la mañana, mientras que el mío salía a la noche. La acompañé en taxi a la estación del triángulo donde tomó el tren al aeropuerto a las tres y media.
Después de la partida de Viktoria dormí un rato más, pero a las siete de la mañana bajé con sus sábanas y otra ropa al lavadero, para comenzar a preparar todo para Mimmi. La ayuda de Alicia fue invalorable ese día para limpiar la casa y ayudarme a guardar pertenencias mias en el altillo. Entre otras cosas había que dejar un guardarropas libre. A las cinco de la tarde nos despedimos en la estación y salí con buen margen hacia el aeropuerto. El primer tramo de mi vuelo con British era a Londres, y cuando vi que demoraban mucho en anunciar la puerta de embarque comencé a sospechar que algún problema había. La hora de salida programada era las 19:50 y cuando ya faltaba poco para esa hora recién publicaron la puerta de embarque, con partida prevista para las 21:30. Mirando mi itinerario dí practicamente por perdida la conexión con el vuelo siguiente a Buenos Aires. En la puerta de embarque nos explicaron que el retraso se debía a las malas condiciones climáticas en Londres, que había causado innumerables demoras en los vuelos de corta distancia. Al rato nos anunciaron también que pensaban retener en Copenhagen a todos los pasajeros que teníamos conexiones con vuelos de larga distancia en Londres ya que era un hecho que no ibamos a llegar a tiempo y la capacidad hotelera estaba colmada allá. Asi fue que nos proveyeron de vales para el taxi y nos mandaron al Radison Escandinavia a pasar la noche. La valija había sido bajada del avión de modo que la recuperé antes de partir al hotel. Después de unos sandwiches y de informar del cambio a los chicos en Buenos Aires me acosté en mi habitación del hotel con la intención de levantarme temprano a desayunar al día siguiente, antes que eventualmente nos reclamaran nuevamente en el aeropuerto.
Recién a las nueve de la mañana del día siguiente apareció un mensaje en el pantalla del televisor de mi habitación, informandome que me reclamaban en el aeropuerto lo antes posible, asi que junté rápidamente mis petates y cupón en mano tomé nuevamente un taxi al aeropuerto. Después de cierta espera me dieron un itinerario alternativo, volando con Air France vía Paris. Desde Copenhagen partiria a las 20:20 por lo que me tocaban unas cuantas horas de espera, a lo cual estaba ya bastante acostumbrado. Después del check-in fui a reclamar vales de comida y me dieron dos de ellos con lo que me aseguré la supervivencia en el aeropuerto a costa de British. Una novela que había rescatado durante la limpieza de cajas en mi departamento me atrapó de tal manera que las horas pasaron muy rápido. Se llamaba "La llave de Sara", escrita por Tatiana de Rosnay. Esta vez no hubo inconvenientes, el vuelo de Air France salió a horario, y en Paris fue corto el trayecto hasta la puerta de embarque del vuelo a Buenos Aires. Llegué allí en el momento en que comenzaban a embarcar los pasajeros, y bien ubicado con asiento al pasillo y cerca de los baños hice un plácido viaje aterrizando a las ocho de la mañana del día siguiente en Ezeiza.
Agustín vino solo a buscarme al estar resfriado Mariano y con una hermosa mañana de sol me trasladó hasta el Benito antes de tener que irse a hacer un transporte. Allí pude ver personalmente el nuevo caño de ventilación de la cámara de gas, un monstruo absurdo que bloqueaba en parte la entrada al departamento, unicamente para satisfacer las demandas de Metrogas. Karin había dejado una nota diciendo que estaba dando clases hasta las doce y treinta, y después de acomodar mis cosas en mi habitación de siempre fui caminando a la iglesia donde asistí a la última parte de la clase de sueco de Karin. Me mostró luego todas las nuevas instalaciones del ISA y también su coqueta oficina en la torre de la iglesia. Antes de volver a la Boca fuimos a comer sandwiches en un local de San Telmo mientras nos abocabamos al tema Benito y también a las posibilidades de nueva vivienda para ella, pues había encontrado un departamento para alquilar pero le faltaba la garantía. El martes 14 teníamos una reunión con Daniel y allí se trataría nuevamente el tema para encontrar soluciones. Hacia la tardecita fuimos Karin y yo al departamento de Agustín para mi primer encuentro con mi nieto Camilo, que en esos momentos estaba a su cuidado. Como buen bebé lloró, tomo su mamadera, vomitó, durmió de a ratos y se le hizo el cambio de pañales. Fue pasando de mano en mano y finalmente lo dejamos medio dormido y regresamos a Benito, donde yo también me fui a dormir al rato.
El domingo amaneció lindo y después de una buena ducha saqué a Kubrik a hacer su paseo matinal. Nos encontramos con la maratón porteña en pleno desarrollo y pasando por nuestra avenida. Era interminable la caravana de participantes de ambos sexos y de todas las edades. Ese día había una misa en la iglesia sueca que iba a celebrar un pastor también sueco que estaba de gira por Sudamerica y para allá fuimos Karin y yo. Nos encontramos con apenas una docena de participantes, y un pastor muy simpático, quien después de la misa propuso hablar de Evert Taube mientras nos sentábamos a almorzar. El resumió la historia del gran trovador sueco y acompañados del talentoso pianista Sergio cantamos algunas de las canciones más populares compuestas por Taube. Había también una chica china entre los participantes, quien con excelente voz cantó un solo para nosotros. La reunión estuvo muy entretenida y se extendió hasta bastante tarde. Karin y yo subimos luego al corazón de San Telmo a tomar un café y un vinito, y cuando regresamos a la Boca nos encontramos con multitud de hinchas de Boca que iban a ver el partido. Karin iba a ir más tarde a Lanús a una reunión de amigas mientras que yo me dirigí al departamento de Agustín a compartir la velada con él y Mariano, y de paso ver el partido de River. Por suerte ganó River uno a cero, con lo que se mantuvo puntero y dejó también contento a Mariano. Agustín preparó unas buenas pizzas para la ocasión. Al día siguiente tenía que transportar unos globos por la mañana y prometí acompañarlo. Karin me avisó que se quedaba a dormir en la casa de Eva en Monte Grande por lo que pasé la noche solo en Benito.
Antes de ir a buscar los globos tomamos unos mates con medialunas en Benito y luego fuimos al barrio Catalinas de las cercanías a cargar los globos. Eran construcciones muy sofisticadas representando muñecos de diverso tipo, y algunos estaban inflados en parte con helio, por lo que no fue muy facil acomodarlos en la camioneta. Sobre todo habia que tener cuidado al estibarlos para que no se pincharan, de modo que llevó su tiempo ubicarlos bien. A pesar de que eran construcciones bien hechas, no eran precisamente de mi gusto. Me pareció un poco absurdo que se gastara un montón de dinero en ese tipo de adornos para un cumpleaños. Finalmente partimos para Pacheco, con tráfico liviano por ser día feriado, y fuimos a dar a un barrio cerrado con verdaderas mansiones. El control en la entrada era extremadamente riguroso, y hasta nos tomaron fotografías. La casa donde dejamos los globos transpiraba dinero por todos lados y los vehículos estacionados también. Tuvimos que pasar por el gigantesco living para llevar los globos al patio trasero enfrentado a una enorme pileta, Por suerte no hubo mayores percances durante el transporte, más que un globo pinchado que pasaba desapercibido. Regresamos a la Boca con la idea de salir a caminar con Mariano y Camilo. Fuimos con la camioneta hasta las cercanías de la costanera sur y luego paseamos por los parques además de comer unas bondiolas hechas en una parrilla ambulante y probablemente totalmente ilegal. Más tarde hubo un breve encuentro de bebes pues fuimos hasta la casa de Poti donde había un bebé de no más de una semana y otro de cerca de la edad de Camilo, hijo de Martín del restaurante sueco. Poti era su hermano. Con Karin había arreglado que nos encontraríamos en San Telmo poco más de las ocho de la noche para ir juntos al departamento de Viktoria y Matias, quienes estaban volviendo de haber pasado el fin de semana en una cabaña en las afueras de San Antonio de Areco. En el camino nos cruzamos con un amigo de Karin y charlando con el resultó que podía salir de garante para el alquiler del departamento que había señado Karin. Fue una feliz coincidencia pues hasta entonces no había logrado encontrar garante y se estaban agotando los plazos. Poco después pude conocer el bonito departamento de Viktoria en un quinto piso sobre la calle Bolivar, con un amplio balcón a la calle y espectacular vista nocturna de la ciudad. Pidieron un par de pizzas para la cena y las acompañamos con unos buenos vinos.
El martes volvió el pais a la normalidad después del largo feriado, y a la mañana fui a la inmobiliaria para informarles que habíamos conseguido garante y para averiguar los pasos subsiguientes. De paso pedí que tasaran el departamento de Benito para lo cual vino al rato el martillero a inspeccionarlo. También fui a ver el departamento que había encontrado Karin, y que era de un ambiente pero dividido con un mueble. Tenía un buen baño, cocina relativamente amplia, y vista a la cancha de Boca. Todo eso en una superficie de 36 metros cuadrados, que me parecieron un poco escasos, pero Karin no tenía objeción en mudarse a ese lugar con Kubrik. Más tarde me dediqué a limpiar y ordenar el patio del fondo de Benito pues planeábamos un asado para el viernes. En la inmobiliaria me habían recomendado un gasista que podría resolver nuestro problema para recuperar el gas, que continuaba inhabilitado a la espera de presentar planos de la modificación de nuestra instalación. Tal vez había una solución por ese lado. A la tarde vino Karin con su garante y presentaron los papeles. Luego fuimos a una zapatería sobre Olavarria pues yo necesitaba un par de alpargatas con suela de goma. Había traido un solo calzado de Suecia para mi. Fuimos también a la administración del Benito para reclamar que modificaran el absurdo caño de ventilación de la cámara de medidores que obstruía el ingreso a nuestro departamento. Ese día habíamos planeado ir al cine Gaumont en plaza Congreso a ver la película Relatos Salvajes, y cuando llegamos solo pudimos comprobar que se había cancelado la función, como había pasado ya en otras ocasiones. Entonces fuimos directamente al restaurante peruano donde teníamos previsto cenar después del cine y se nos unieron Eva y Eba, esta última una sueca de paso por Argentina que estaba dando clases en el ISA.
El miércoles esperaba al gasista, pero como había prometido llamar antes de venir salí a encontrar a Agustín quien iba a hacer unos trabajos para la fundación Proa. Un mueble gigante que tenía que transportar desde un galpón fue imposible meter en la camioneta de modo que no se movió del galpón, y luego regresamos a la fundación donde tenía que remover una cantidad de materiales de un patio, con la ayuda de un peón. Tuve que dejarlos en la tarea y regresar, pues había quedado en encontrarme a las 13:30 con Karin en su trabajo para ir al banco a pagar el anticipo de la cabaña que había reservado en Santa Rosa de Calamuchita en Córdoba para el 4 de noviembre. Viktoria nos acompañó también y no hubo problemas en hacer el depósito. En el interín había recibido mensaje de Alicia desde Copenhagen de modo que ya había arrancado su viaje a Montevideo. Hacia la tardecita fui a encontrarme con Agustin en casa de Daniela y de paso ver cómo estaba arreglando el departamento contiguo que finalmente habían logrado alquilar y que estaba quedando muy bien. Mateamos un rato allí antes de trasladarnos al departamento de Brin donde se armó una cena con la companía de Juan y Mirta. Juan quería conocer a Camilo y allí estuvo mi nieto junto con su madre. Boca jugaba un partido internacional y me quedé mirando hasta el final antes de regresar a Benito. Fue un papelón para Boca perder el partido frente a un rival supuestamente mucho más debil y para colmo jugando de local. Nos encontramos con una hinchada bastante decaida cuando regresamos caminando a Benito.
Nuestro socio Daniel estaba de pasada por Buenos Aires y concertamos con el una cita en el centro para tratar el tema Benito. Karin y yo caminamos hasta allí y nos sentamos en un bar para estudiar los pasos a seguir. Estuvimos de acuerdo en que la primer opción era tratar de vender la propiedad y quedamos en que yo me pondría en contacto con nuestra inmobiliaria conocida para poner en marcha el proceso. A la mañana había llamado al gasista, que no había aparecido el dia anterior, y prometió venir a la tarde de modo que regresé a Benito a esperarlo sin hacerme muchas ilusiones. También me pude comunicar finalmente con Alberto Penello, mi ex compañero de estudios de la Escuela de Náutica, quien trabajaba para la prefectura en una oficina cercana al Benito. Quedamos en que yo pasaría al día siguiente a saludarlo. A la tarde hice guardia en casa hasta que finalmente vino el gasista y le pude explicar nuestro problema. Desde luego expresó una cantidad de críticas a la reforma del cuarto de medidores y la ventilación y le preocupó también que Metrogas nos pedía ahora un plano de la modificación que habíamos hecho al cambiar el calefón de la cocina al termotanque del lavadero. Hasta podía ser necesario picar la pared para rastrear el caño de gas. No obstante me dijo que iba a averiguar que se podía hacer y me pidió que lo llamara el martes siguiente. Ya liberado del gasista pude salir a hacer las compras necesarias para preparar los falafel que ibamos a comer a la noche, y luego me puse en marcha con la preparación. A la noche nos juntamos en Benito con Viktoria y Matias, además de Eba que vino bien tarde, y los falafel tuvieron mucho éxito. Viktoria estaba con un fuerte catarro y dolor de oido que le molestaba bastante. No quedó un solo falafel de la gran tanda que había preparado para la ocasión. Eba se quedó a dormir, para irse al día siguiente junto con Karin a dar clases de sueco.
Viernes 17, día de la puesta en venta de Benito. A la mañana fui con la escritura hasta la inmobiliaria y nos pusimos de acuerdo con el procedimiento, todo verbal. Al rato vino un empleado a tomar medidas de los ambientes y sacar fotos, mientras yo estaba en comunicación con Alicia que había llegado el día anterior a Montevideo. Estaba bien pero aun bastante cansada y recién el lunes iria a ver su construcción en las cercanías de Piriapolis. Propuse a Agustín almorzar juntos y fuimos a una fonda cercana a comer mientras el hacía una pausa en su trabajo de modificación del tanque de agua en la terraza de su edificio. Lo acompañé un rato en esa tarea, hasta que llegó la hora de partir hacia el departamento de Viktoria ya que le había prometido ir con una sierra a cortar unos estantes que querían montar en la cocina. Fui caminando hacia allá con la sierra eléctrica que me había prestado Agustín, y encontré a Viktoria en peores condiciones que la noche anterior al haberse agravado su catarro con dolor de garganta y de cabeza. Corté los estantes y luego nos sentamos a tomar café hasta que vino Matias. El hizo algunas consultas médicas y quedaron en ir a la guardia del hospital para hacer un control y eventualmente recibir una medicación. Al regreso a la Boca estaba cayendo ya la noche y Agustín continuaba en la terraza dando los últimos toques a la modificación. Propuse una cena y salí a comprar los ingredientes para que el preparara empanadas de jamón y queso. Daniela y Camilo estuvieron también allí durante la cena. Cuando volvía a Benito, ya bastante tarde, había llegado Karin de regreso y nos quedamos charlando un rato antes de irnos a dormir. Yo había planeado hacer mi pan con nueces pero no me dió el tiempo, y lo dejé para el día siguiente.
Karin tenía clases como siempre los días sábado por la mañana y quedamos en que a su regreso iríamos caminando hasta el Easy de barracas a ver precios de cocinas pues ese artefacto faltaba en el departamento que iba a alquilar. Había muchas marcas y modelos, los más baratos de pésima calidad pero sirvió para darnos una idea. Al lado del Easy había un supermercado Vea y aprovechamos para comprar los ingredientes del pan de frutas y nueces que pensaba hornear probando el hornito eléctrico. Las nueces eran escandalosamente caras pero estaba decidido a hacer el pan. En camino de regreso a Benito paramos en un restaurante tradicional alemán para almorzar y pedimos una picada que además incluía una salchicha bien gorda y chucrut, que se me había antojado. Eso y una cerveza negra fue un excelente almuerzo. Ya de regreso me puse a hacer el pan mientras Karin llevaba a reparar la bicicleta de Guadalupe que había estado meses estacionada en el patio mientras ella hacia una una recorrida por Sudamérica con su novio. Aparecieron al rato a buscar la bici y se quedaron a matear con nosotros. Esa noche se hacía una fiesta de inauguración del ISA, que recién comenzaba a las nueve y para allá fuimos llevando unos sandwiches de miga y una botella de espumante. Había una multitud de gente, entre conocidos y desconocidos para mi. Viktoria y Matias estaban allí también, y Viktoria se sentía un poco mejor de salud. De paso, yo también tenía un persistente dolor de oidos y congestión. Bien pasada la medianoche decidí regresar a la casa a dormir, mientras Karin se quedaba un poco más antes de ir a otra reunión y regresar como a las cinco de la mañana. Eva vino a dormir también a Benito pero no la escuché llegar.
El día domingo 20 se festejaba el dia de la madre en la Argentina. Temprano por la mañana recibí un mensaje de Mimmi, mi inquilina en Malmö, contando que había logrado conseguir un contrato de alquiler y me pedía liberarla de tener que pagar febrero y marzo. Desde luego que era razonable aceptar su pedido. Ibamos a hacer un asado en el patio trasero de Benito y le pedí ayuda a Agustín para hacer las compras de modo que por la mañana fuimos a la carnicería y luego al supermercado chino. La tarde era hermosa en Buenos Aires y nuestro asado tuvo mucho éxito, con la participación de Agustín, Daniela, Mariano y Camilo, Eva y más tarde Eba también. Hicimos matambre, bondiola y tapa de asado, además de morrones, batatas y zapallos. Como de costumbre, se jugaba una nueva fecha de futbol y ví el partido que River ganó 3 a 0 en la casa de Agustín. A la noche llamé a Antonio y quedamos en vernos después de la llegada de Alicia.
Comenzó asi una nueva semana y me junté con Agustín a las once de la mañana para acompañarlo en su trabajo. Comenzamos yendo a la carpintería para dejar una mesa que tenía en la camioneta y luego nos dirigimos a Hurlinghamn donde teníamos que recoger otra mesa que habían laqueado de blanco. Era muy grande y pesadísima, y bien protegida la trajimos al centro para entregarla al comprador. En el camino paramos en una fonda miserable sobre el camino de cintura para almorzar matambre a la pizza que estaba bastante buena. Cuando llegamos a destino era ya media tarde a causa de la congestión de tránsito. Agustín subió la mesa por la escalera junto con el comprador mientras que yo me quedaba en la camioneta estacionada en doble fila, y luego me contó Agustín que no pudieron entrar la base al living por haber un pasillo muy angosto. Luego volvimos a la carpintería a buscar unos estantes también pesadísimos, y como a mi se me estaba haciendo tarde Agustín me dejo en el bajo en la avenida Independencia mientras el continuaba a Flores para hacer la entrega. Yo había quedado con Karin que la buscaría en su trabajo a las ocho y media. En el interín me avisó Viktoria que estaba esperando un médico pues había tosido un poco de sangre, y luego me dijo que le había diagnosticado faringitis y le había recetado antibióticos. Poco después de regresar a Benito me fui a dormir.
El martes tenía una jornada bastante ocupada, comenzando por la mañana con una pasada con Karin por la inmobiliaria donde le confirmaron que todo estaba en regla para el alquiler de su departamento y se podría firmar el contrato a la brevedad. Luego pasé por la ferretería a comprar soga para el tendedero antes de que la soga existente se viniera abajo, y al mediodía me encontré con Alberto, mi ex compañero de estudios de la escuela, en su oficina de la Prefectura. Juntos fuimos a almorzar al restaurante El Obrero en la Boca, mientras nos poníamos al día con nuestras vidas pues hacia ya varios años que no nos veíamos. Allí me confirmó también que el martes siguiente a la noche se hacía una reunión de ex compañeros en la mismísima Escuela de Náutica. Alberto tuvo la gentileza de llevarme en su auto hasta Retiro en camino a su casa en Puente Savedra, ya que yo quería comprar ya los pasajes para viajar a Santa Rosa de Calamuchita. No hubo inconvenientes en conseguir pasajes para el 3 de noviembre a las 22:00 con la empresa San Juan Mar del Plata, con llegada prevista para el 4 a las 08:35. Ya con los pasajes comprados tomé el 152 para ir al departamento de Viktoria a tomar un café. Ella estaba tomando un antibiótico muy potente porque ya no sentía dolor de garganta después de menos de un día de tratamiento. Nos sentamos en el balcón y estuvimos entretenidos también espantando una pareja de palomas que se empecinaban en armar nido sobre la marquesina. Ella se iba a trabajar por lo que regresé caminando a la Boca a abocarme a la tarea de hormear un nuevo pan y comprar lo necesario para una picada que sería nuestra cena. Mis intentos de comunicarme con el gasista habían sido infructuosos, de modo que sería cuestión de continuar al día siguiente, Bastante tarde aparecieron Eva y Karin y comimos la picada variada acompañada de vino y cerveza. Agustín me llamó también para preguntarme si lo podía acompañar a la mañana siguiente.
Después de una extensa charla con Alicia que me llamó a la mañana del miércoles y me contó especialmente del progreso con su vivienda, me reuní con Agustín en la casa de Daniela. Tomamos unos mates antes de partir a hacer un transporte que consistía en buscar una cama y otras cosas menores en la zona de parque Centenario y llevarlas a la casa donde días anteriores habíamos dejado la mesa laqueada de blanco. Hicimos el translado sin mayores problemas y pude comprobar que habían logrado meter la mesa en el living después de haber requerido la ayuda de un carpintero. En el camino de regreso paramos a almorzar empanadas cerca de Retiro y me quedé luego en el Benito. Hice compras como de costumbre y decidí preparar una ensalada con atún para la cena que compartí con Karin. Otra vez había futbol, esta vez era River contra un equipo paraguayo y a la noche fui a verlo a la casa de Agustín. Nuevamente fue triunfo de River, dos a cero.
El jueves por la mañana pude comunicarme finalmente con el gasista, quien prometió venir el viernes a la tarde para decidir el plan de acción. Le pedí a Agustín que pasara por Benito para asesorarme pues aparentemente había que picar paredes y sacar a la vista el caño de gas desde la cocina al termotanque del fondo. Luego lo acompañé a pie hasta la fundación Proa donde tenía que dejar unos papeles y regresé a casa pues había prometido a Karin ir con ella al centro para ver si se podía arreglar su computadora. Antes de partir guardé una cosa en el escondrijo donde tenía guardados mis pesos y me sorprendió ver que allí no estaban. Pensé que tal vez los había guardado en otro lado, pero cuando me encontré con Karin le pregunté por las dudas si ella había hecho algo, y asi resultó que ella había ordenado y tirado cosas y mis reservas habían ido casi seguramente a dar al basurero sobre ruedas fuera del departamento. En un santiamén regresamos a Benito, ella más rápido que yo, y efectivamente encontró entre los residuos la bolsa de basura que habíamos tirado horas antes. Por suerte no había pasado el basurero ni tampoco había revisado el contenido ningún cartonero, y el dinero estaba aun intacto. Asi fue como hubo trece mil pesos tirados en un tacho de basura en la calle durante cinco horas sin que nadie se percatara. Más tarde fuimos hasta un centro de reparación de computadoras sobre la calle Florida donde comprobaron que era el teclado de su computadora el que funcionaba mal, pero al haber traido esa máquina de Suecia era practicamente imposible conseguir un tablero de reemplazo, encima con el alfabeto sueco, y decidimos que yo llevaría la computadora de regreso a Suecia para repararla. A la noche nos juntamos con Viktoria en el restaurante japonés del centro Okinawense en San Juan 2651 para comer sushi. Matias no vino pues aparentemente se había contagiado de Viktoria, mientras que ella se mostraba totalmente recuperada.
Por primera vez desde mi llegada a Buenos Aires casi dos semanas antes me encontré con Karin en el tradicional bar Roma de la Boca a tomar un café mañanero de viernes para ir luego a la inmobiliaria donde le confirmaron que podía ir el martes siguiente a firmar el contrato de alquiler y recibir las llaves. De paso pedimos que la propietaria del departamento colocara una cocina. Karin regresó luego a su trabajo y yo fui a ver a Agustín quien estaba demoliendo los dos tanques de agua de la terraza de su edificio, que él había reemplazado por uno nuevo. Se juntó una montaña de escombros que le ayudé a colocar en bolsas de consorcio para poder bajarlas en algún momento a la calle. Karin tenía una cantidad de cajas de cartón en su trabajo que podía utilizar para su mudanza y para allá fui a buscar algunas. Luego hice algunas compras para preparar una ensalada liviana para la noche y cuando regresó Karin comenzamos con la movida de muebles. Yo me mudé a la primer habitación mientras que ella vaciaba su dormitorio sobre la cocina preparandolo para Eba que ya vendría al día siguiente a instalarse. A todo esto apareció el gasita Martín y nos pusimos a discutir un plan de acción. Quedamos finalmente en que él vendría el lunes o martes a hacer una prueba de hermeticidad de la instalación existente para ver si había pérdidas o no. En base al resultado tomaríamos decisiones. También recibí un llamado de la inmobiliaria preguntando si podían venir interesados en comprar al día siguiente a las once de la mañana. Le había prometido a Agustín ayudarlo con un transporte pero sería bien temprano.
El sábado amaneció muy lindo y con promesa de mucho calor, y me levanté bien temprano para reunirme con Agustín antes de las ocho. Con tráfico muy liviano fuimos hasta la carpintería a cargar una cuna y un sillón para llevar a Puerto Madero. También teníamos que hacer el traslado de otros objetos a una dirección del centro pero resultó que no los habían hecho como quería el comprador y allí quedaron. Estas cosas pasaban con mucha frecuencia con la carpintería. Cuando llegamos a Puerto Madero nos encontramos con que la cuna era demasiado grande y no entraba al departamento. No hubo más remedio que desarmarla usando las pocas herramientas que tenían y volver a armarla en la habitación del bebé. Esto era también bastante común que pasara pues la carpintería fabricaba muebles gigantescos y a pocos se le ocurría controlar si pasaban por las puertas. Ni hablar de lo que pesaban los muebles. Con todos estos inconvenientes llegué de regreso a Benito minutos antes de las once y los interesados estaban ya esperando en la puerta. Era una pareja mayor, y la mujer quedó encantada con los patios y la luminosidad de la propiedad, No quedó tan contenta con los rastros de humedad habituales en practicamente todas las viviendas. Habíamos hablado con Agustín de hacer un asado en el patio de Benito y salimos a comprar lo necesario. Eba estaba ya con nosotros y luego vinieron Mariano, Daniela con mi nieto, y Viktoria que terminaba de dar una clase de sueco. Más tarde continuó Karin con los preparativos de su mudanza y con lavado de ropa antes de irse a ver a Viktoria en su departamento y por mi parte me puse a mirar un partido de futbol de los que siempre había alguno para ver en vivo gracias al programa futbol para todos.
Al mudarme al primer cuarto la noche del jueves, usé un colchón que había dejado Anita y que era demasiado duro por lo que no fue una noche cómoda. El viernes lo cambié por uno más blando que había estado usando antes, pensando que tendría una noche mejor, pera esta vez tuvimos el tormento de una estruendosa fiesta de cumpleaños en el restaurante Boca a Boca de la esquina que continuó hasta pasadas las cuatro de la mañana. Cuando salí a hacer compras por la mañana entré al restaurante y les comenté el caso sugiriendo que en el futuro bajaran un poco el volumen. Me pidieron disculpas prometiendo que no iba a suceder nuevamente. El día se presentó caluroso, con anuncio de posibles temperaturas de más de 30 grados y durante la tarde no me moví del patio trasero, donde estaba fresco a la sombra. Lavamos alfombras y una cantidad de ropa de Karin quien continuaba empacando. La mudanza sería el miércoles por la tarde. Hice también una tarta de cebolla que comimos Karin y yo sentados a la sobra del patio trasero. Para la noche teníamos planeando ir al cine y fuimos al complejo de Puerto Madero donde vimos Magia a la Luz de la Luna dirigida por Woody Allen. Yo ya la había visto en Suecia con Alicia pero podía verla nuevamente pues me había gustado mucho a pesar de las críticas negativas. La noche era bien calurosa y al regreso del cine nos sentamos en el patio a tomar una cerveza bien fría acompañada de mani y pochoclo. River había logrado ganar nuevamente su partido del domingo, lo mismo que Boca, que al jugar de local nos había llenado el barrio de autos algunos mal estacionados por los infaltables trapitos.
El lunes por la mañana apareció casi puntualmente el gasista Martín a hacer la prueba de hermeticidad de nuestra instalación. Desde luego quedó demostrado que había pérdidas, se veía en su instrumento, y por lo tanto decidimos que haría una nueva instalación completa para lo cual había ya calculado un presupuesto de 23000 pesos. Mi ex compañero Arturo Terrizzano de la Escuela de Nautica me llamó para arreglar una cita para almorzar en San Telmo a la una de la tarde. Pasé anyes por el trabajo de Karin para que me diera el teléfono de Daniel pues él como propietario mayoritario tenía que dar el visto bueno para el gasto del gas. Lo ubiqué enseguida y me dió luz verde para poder comenzar el miércoles por la mañana. Luego continué hasta México y Paseo Colón donde me encontré con Arturo después de más de cuarenta años sin vernos. Fuimos hasta un restaurante cercano y durante el largo almuerzo compartido nos actualizamos con nuestras respectivas andanzas. Arturo había tenido también una vida muy movida recorriendo mucho mundo. Al día siguiente nos ibamos a encontrar nuevamente pues se había organizado una reunión para la noche con la participación de dieciocho ex compañeros. La tarde era extremadamente calurosa y cuando regresé a la Boca parecía que se iba a desatar una tormenta fenomenal pero finalmente quedó en la nada. Agustín me propuso acompañarlo al día siguiente a buscar muebles a la carpintería, saliendo de la Boca a las siete de la mañana.
El madrugón del martes fue productivo ya que hicimos dos transportes y al mediodía estábamos de regreso en la Boca. Fuimos a almorzar juntos en una cantina del barrio y luego fui caminando hasta el departamento de Viktoria para ayudarla a colocar los estantes de cocina que había terminado de pintar de rosa. Karin había firmado el contrato de alquiler por la mañana y quedé en ir a encontrarme con ella en su nuevo departamento donde estaba haciendo limpieza. Mientras estábamos allí se largó a llover y quedé totalmente empapado con solo caminar las tres cuadras que había hasta el Benito. Por suerte paró un rato hacia la noche y bajo un cielo cubierto con espectáculo de rayos y truenos caminé toda la avenida 9 de julio hasta Carlos Pellegrini 1535 donde estaba el restaurante Juana M., el lugar elegido para la cena de ex compañeros. Fue una muy linda reunión, con 15 participantes. Me costó reconocer algunos de mis compañeros pero finalmente se me despejaron las telarañas de la memoria. Quedamos en hacer una reunión similar en marzo del año siguiente. Mientras estábamos cenando llovió a raudales, pero cuando dejamos el lugar a eso de la medianoche había parado y pude tomar el 152 sin mojarme hasta la Boca.
Durante la noche del martes al miércoles continuó la tormenta y las intensas lluvias, que causaron destrozos, cortes de electricidad e inundaciones. Por suerte no paso nada de eso en el Benito pero el gasista llamó avisando que las condiciones no estaban dadas para comenzar el trebajo y lo postergó para el día siguiente jueves. Bajo la lluvia fuimos Karin y yo a su departamento llevando algunas de sus pertenencias y luego de unas compras me aboqué a la tarea de hacer una tarta de limón para llevar a la noche a la casa de Viktoria. Habíamos arreglado con Agustín y su peón que se haría la mudanza de Karin a las cuatro de la tarde y por milagro dejó de llover a esa hora. En menos de dos horas hicimos la movida, notandose claramente la experiencia que tenía Agustín en hacer mudanzas, y quedó Karin en su nueva vivienda. El Benito se sintió totalmente vacio, al llegar el final de una época corta pero llena de vivencias, y ya no me quedaron muchas ganas de seguir viviendo allí. Antes de partir hacia la casa de Viktoria hablé un rato con Alicia y me puso al tanto de los progresos en su casa. Además me dijo que probablemente cruzaria recién el sábado al tener que estar encima del constructor lo más posible. Habiendo parado de llover fuimos a pie Karin y yo a San Telmo, una caminata de media hora, y en el departamento de los chicos conocimos a la madre y al hermano de Matias, él con su pareja también. Habían preparado una excelente y muy completa picada y había abundancia de vino. Luego compartimos la tarta de limón y al hacerse la medianoche regresamos a la Boca en colectivo. Karin se quedó a dormir por primera vez en su departamento y yo fui al Benito esperando que el gasista apareciera al día siguiente como había prometido.
Nuestro gasista y su ayudante aparecieron por la mañana y siguieron avanzando con la nueva instalación. Por mi parte fui en colectivo al centro a encontrarme con Daniel en el mismo bar donde nos habíamos visto la semana anterior, pues me iba a dar parte del dinero que le correspondía por los trabajos del gas. Regresé luego caminando a la Boca previa pasada por la iglesia sueca donde tomé un café con Karin y Viktoria. A la noche me iba a encontrar con Arturo Terrizzano para cenar nuevamente en el restaurante Juana M. Nos juntamos a las 20.30 cuando el local estaba aun vacio, y pedí un medio bife de chorizo que estaba muy tierno y jugoso, además de servirnos abundantemente del buffet de ensaladas. Tuvimos largas discusiones sobre temas varios, entre ellos el de la situación de nuestro pais, y también me contó en detalle su situación familiar. Dejamos el restaurante cerca de medianoche y regresé con el 152 que terminó haciendo un recorrido distinto al habitual a causa del partido que se jugaba en la cancha de Boca. Alicia me había informado que llegaría el sábado a las 07.45 con el buquebus. Karin había pedido habilitación de servicio de internet que al final hubo que hacerlo a mi nombre, y recibí un llamado de Telefónica diciendo que vendrían al día siguiente entre 9 y 12.
El viernes recibí al gasista, le dejé la llave y fui al departamento de Karin provisto de facturas que compartimos con Eva también. Al rato comenzó a llover por lo que sospeché que no vendría la gente de Telefónica. Karin y Eva se fueron al trabajo y me quedé de guardia hasta el mediodía cuando emprendí el regreso a Benito. En el camino me avisó Karin que estaban yendo por lo que giré en redondo y regresé a recibir al técnico. Con bastante rapidez conectó internet y una linea de teléfono fijo y volví otra vez a Benito donde los gasistas estaban ocupados de lleno instalando las cañerías de gas. Había comenzado a llover pero luego paró y salió el sol por lo que aproveché para lavar sábanas y colgarlas a secar. Luego di una vuelta por lo de Agustín que estaba trabajando en la azotea de su casa con la questión del tanque de agua y quedamos en reunirnos para comer pasta con pesto a la noche. La salsa la hice en casa con la procesadora y comimos luego el, Mariano y yo en su casa.
El sábado amaneció con amenaza de lluvia y con bastante viento. Me levanté a las seis de la mañana pues Alicia tenía previsto llegar con el buquebus a las ocho menos cuarto. Como aun no llovía fui caminando por puerto Madero hasta la terminal de Darsena Norte. Apenas llegue escuché una conversación telefónica que me dio a entender que el ferry estaba atrasado y llegaría alrededor de las diez. Luego me contó Alicia que el barco había sufrido algún tipo de desperfecto relacionado con el mal tiempo y que habían enviado otro ferry para reemplazarlo, de allí el retraso. Me quedé entonces en la terminal y un par de horas más tarde llegó Alicia, quien practicamente no había dormido en toda la noche. Logramos tomar un taxi en las cercanías de la terminal y regresamos al Benito donde después de dejar sus cosas sacamos a Kubrik y fuimos a la panadería a comprar medialunas para los mates. Después hubo una reparadora siesta para recuperarse de la noche y caminamos por San Telmo hasta la casa de Viktoria que nos esperaba con más mate. Vinieron Karin, Agustín y Camilo también. De regreso a la Boca fuimos Alicia y yo a cenar al restaurante Agarrate Catalina a dos cuadras de Benito y pedimos unos bifes de chorizo que estaban muy tiernos y sabrosos. Estando allí comenzó la lluvia que nos terminaría acompañando todo el fin de semana.
La noche del sábado al domingo fue de intensa lluvia y viento por ser una sudestada, con las clásicas inundaciones. Hubo un respiro hacia el mediodía cuando salimos a almorzar al restaurante Boca a Boca de la esquina de casa, y entonces decidimos ir caminando hacia Caminito. llegamos hasta el puente Avellaneda y lo cruzamos a la isla Maciel, y no pudimos regresar con el bote al no haber botero por lo que cruzamos nuevamente el puente y allí comenzó a llover intensamente. La zona turística de Caminito estaba desierta y entramos en algunos de los negocios que también estaban desiertos. Regresando a casa entramos al bar Roma para que Alicia lo conociera y para tomar un café caliente, y ya totalmente empapados fuimos luego al Benito a secarnos. A la noche nos esperaba Karin en su nuevo departamento y para la ocasión compramos unos sándwiches de miga y una botella de vino. Vinieron Viktoria y Matias además de Eba y tuvimos una muy linda velada en el departamento que había arreglado muy bien y que estaba muy acogedor. El regreso a Benito lo pudimos hacer sin lluvia y cuando llegué me di cuenta que había dejado el celular en lo de Karin, pero no me dió animo de ir a buscarlo. Mi calzado estaba totalmente empapado también y el viento estaba muy fuerte, de modo que nos quedamos en el Benito.
La lluvia continuó toda la noche y por la mañana llamó el gasista diciendo que no vendría a trabajar. Por supuesto su llamada llegó a lo de Karin, pero luego vino él personalmente a buscar las llaves, que quedarían en su poder hasta terminar los trabajos. A media mañana me encontré con Karin bajo la lluvia para que me dejara mi celular antes de que ella fuera a su trabajo. Con Alicia fuimos a almorzar al restaurante El Obrero, asi de paso podía conocer este tradicional restaurante de la Boca. Desde allí tomamos directamente el colectivo 152 para ir a encontrarnos con Marcela, la madre de Matias, que necesitaba unos dólares. La cita fue en su oficina de la facultad de ciencias económicas, y luego de ese encuentro tomamos un café sobre la avenida Santa Fe antes de continuar hacia el centro por esa avenida. Alicia encontró una linda cartera de cuero y un par de sandalias también de cuero a buen precio. Luego y ya sobre la calle Florida encontramos también un par de zapatillas para mi, que me aseguraron que eran impermeables. A esa altura comenzó a llover nuevamente y decidimos tomar el colectivo a la Boca ya que además yo tenía que empacar mis cosas. A las nueve de la noche pasó Agustín con la camioneta y nos llevó con nuestro equipaje a Retiro donde llegamos con amplio margen para tomar el colectivo de la companía San Juan Mar del Plata que partía a las 22 para Santa Rosa de Calamuchita. Salió con toda puntualidad y al poco rato nos sirvieron la cena asi que no demoramos mucho en quedarnos dormidos.