22 de Octubre 2018
lunes 22 de octubre. Puntualmente se presentó el taxi y cargamos en el las seis valijas para hacer el corto trayecto hasta la estación de tren del Trángulo. Ya cancheros en hacer rodar el abultado equipaje nos subimos al tren sin problemas y ya en el aeropuerto pudimos despacharlas casi de inmediato. Con mucha puntualidad y en un moderno avión partió nuestro vuelo de Air Canada a Toronto tropezando al poco tiempo con fuerte turbulencia. Más tarde se calmó y solo de tanto en tanto sentimos sacudones. Después de ocho horas de vuelo aterrizamos en Toronto apenas dos horas después de la partida. Teníamos unas cinco horas de espera antes del siguiente vuelo a Buenos Aires. Comimos algo en uno de los tantos restaurantes del aeropuerto y paseamos por las tiendas hasta que nos vino el cansancio y nos sentamos en cómodas butacas a esperar el embarco. El segundo avión era igualmente moderno y como detalle anecdótico estaba piloteado por padre e hija. El piloto era extremadamente prudente y nos hacía quedar sentados a la menor turbulencia. Teníamos en total unas diez horas de vuelo a Ezeiza y aterrizamos poco después de las siete con una linda mañana de sol. Con el nuevo sistema a botón nos tocó luz verde y por suerte pasamos la aduana sin tener que escanear las valijas. Agustín había prometido venir a buscarnos y después de una corta espera nos encontramos con él. Al ser tan temprano fuimos a matear a su nueva vivienda, el departamento de Mirta que él ocupaba después de su separación de Daniela. Ella vino al rato a dejar a Camilo para que Agustín lo alcanzara a la guardería mientras aparecía Gabriel con la simpática Lucía. Con Agustín fuimos a almorzar a Augusto en la Boca antes de que nos alcanzara al hotel cercano al Congreso. Gabriel había invitado a una picada como cena en el departamento de Valeria y después de un buen descanso en el hotel partimos a pie para allá, donde nos encontramos también con Agustín, Karin, Viktoria y Matías. Se habló mucho de la boda en ciernes y Gabriel nos pidió a Alicia y a mi que lo vistiéramos para la ocasión. Matias y Viktoria regresaron a su departamento en taxi y nosotros nos unimos a ellos para que de pasada nos dejaran en el hotel.
Nuestro hotel estaba en una zona donde abundaban los restaurantes y confiterías con mucha historia y como no había desayuno en el hotel comenzamos por ir a la confitería Iberia sobre la avenida de Mayo. Desde allí vimos cómo se iban concentrando los manifestantes que protestaban contra el presupuesto en discusión en el palacio del Congreso. Frente a la confitería montaron un puesto de venta de choripanes con la esperanza de hacer un buen negocio, y pronto se llenaron todas las calles del barrio con columnas de manifestantes provenientes de los más diversas zonas del conurbano. Como teníamos previsto ir al día siguiente miércoles al concierto de Silvio Rodriguez en el Luna Park fuimos caminando hacia allí después del desayuno a retirar nuestras entradas. Ya en el trayecto de regreso vimos pantallas de televisión mostrando desmanes y corridas fuera del congreso y efectivamente al acercarnos, ya con la avenida de Mayo y calles adyacentes vacías, pudimos apreciar el triste espectáculo de los destrozos producidos durante el desbande. Del puesto de choripanes solo quedaba una cantidad de pan desparramado por la calle, y la confitería Iberia había sufrido el destrozo de uno de sus ventanales. Habíamos quedado con Karin que vendría a cenar con nosotros y elegimos el tradicional restaurante Los 36 Billares sobre la avenida de Mayo donde comimos muy buena carne asada.
El jueves volvimos a desayunar en la confitería Iberia donde Alicia pidió un revuelto gramajo que resultó ser muy poco apetitoso y para colmo descubrió un pelo en el plato. El mozo solo nos pudo explicar que no podía ser del cocinero ya que era pelado. Demás decir que no regresamos más a esa confitería. Alicia salió de excursión al museo de arte moderno de la ciudad de Buenos Aires sobre la calle San Juan, mientras que yo me quedaba en el hotel en companía de Gabriel que vino con Lucia a visitarnos. Luego fuimos hasta el restaurante peruano cercano al Congreso a almorzar y dimos también una vuelta grande a pie por la ciudad como él acostumbraba hacer con Lucia. El Luna Park estaba colmado de público y nuestra ubicación nos permitía ver muy bien la orquesta. Además había cuatro pantallas gigantes distribuidas alrededor del escenario. Silvio Rodriguez dió un magnífico recital con una orquesta muy profesional. La nota discordante la dió el público con alusiones insultantes al gobierno actual, totalmente fuera de contexto. Silvio Rodrigez se mantuvo totalmente al margen. Pasadas las once de la noche regresamos caminando a nuestro barrio y cenamos en el antiguo restaurante Asturiano, también sobre la avenida de Mayo.
Como queríamos hacer una visita guidada al teatro Colón fuimos para allá el viernes después de desayunar en el restaurante Casas Viejas justo debajo de nuestra habitación del hotel. En el teatro nos enteramos que todas las entradas para el día estaban agotadas, pero había posibilidad de hacer la visita el día siguiente a las nueve por lo que compramos las entradas. Habíamos quedado con Gabriel en encontrarnos en la calle Florida para buscar la ropa de casamiento y desde el teatro Colón fuimos caminando hasta la plaza San Martín para recorrer la calle Florida desde su comienzo. Vimos varias tiendas de ropa y a la espera de Gabriel entramos a almorzar sushi al restaurante Green Eat donde lo esperamos. Apareció como siempre con Lucia observando el mundo desde su arnés. El trámite de la ropa fue rápido pues en la primer sastrería encontramos todo lo que necesitaba, saco, pantalón, camisa, tiradores y un pañuelo. Agustín invitaba a cenar en su departamento y allí nos encontramos todos a la noche, excepto Viktoria y Matias que tenían un compromiso de cumpleaños. Regresamos luego en taxi al hotel.
El sábado era día de reunión en el departamento de Viktoria y Matías. Valeria estaba ocupada con un curso, de modo que vinieron Gabriel con Lucía y Agustín con Camilo al hotel para seguir en omnibus a Belgrano. El departamento de dos ambientes era muy bonito y luminoso, y lo tenían bien arreglado. Las empanadas que prepararon estaban muy apetitosas. A la noche había un recital en la iglesia y allí nos volvimos a encontrar todos, incluida Valeria. Era un coro sueco de Sundsvall junto con el cantante y compositor uruguayo Yamandú Pontvik emigrado a Suecia. Era novedoso escuchar una misa con ritmo de tango, además de ver una pareja de bailarines exhibiendo pasos muy acrobáticos. El salón de la iglesia estaba colmado de público y después del recital invitaron con vino. Nuevamente regresamos al hotel compartiendo un taxi con Viktoria y Matias.