Septiembre 2010
El sábado 11 de septiembre partimos en forma casi simultánea Mery y yo para Barcelona. Ella tomó el ómnibus desde Madrid mientras que yo comencé mi viaje también en ómnibus de Malmö al aeropuerto de Copenhagen casi al mediodía para tomar un vuelo de Spanair. Llegué sin incovenientes y casi a horario después de un vuelo muy sereno y con poco atraso. Ya en el aeropuerto de Barcelona me comuniqué con Mery quien me comentó que estaba llegando a las siete de la tarde a la terminal de omnibus del Norte, por lo que decidí dirigirme directamente hacia allí a buscarla, primero con un ómnibus desde el aeropuerto hasta la plaza de Cataluña y luego con el subterráneo de la linea roja. Llegué a la terminal pocos minutos antes que ella y luego tomamos nuevamente el subte para ir hasta el hotel Astoria, en la calle Paris muy cerca de la avenida Diagonal. Había un contraste grande de temperatura con Malmö, de donde partí con un día gris y frio, mientras que en Barcelona había sol y una temperatura de alrededor de 28 grados.
Acomodamos nuestras cosas en el hotel y luego salimos a buscar un lugar para cenar entre la multitud de restaurantes que había en la zona. Elegimos uno que como muchos otros tenía mesas en la vereda y nos decidimos por una variedad de las clásicas tapas que estaban muy ricas. Así terminamos nuestro primer día en Barcelona. El hotel no tenía desayuno incluido y era muy caro pagar separadamente por lo que comenzamos el domingo en el bar de la esquina del hotel antes de emprender una caminata hacia la plaza Cataluña, a unas doce cuadras del hotel, con un día magnífico de sol. Desde la plaza continuamos hacia el mar, pasando por el pintoresco barrio gótico antes de llegar al area de amarre de embarcaciones menores. Esa zona se veía también muy linda e incluia restaurantes, un shopping, el aquario y cines. Encontramos un restaurante para almorzar y luego decidimos tomar una lancha de excursion que nos llevó en una hora y media por la zona externa a las escolleras recorriendo las playas de Barceloneta. La zona de embarque estaba cerca de la Rambla y regresamos caminando por ella hasta la plaza Cataluña para tomar el subte y volver al hotel. Buscamos por internet cuales eran los restaurantes argentinos en Barcelona y encontramos uno a pocas cuadras del hotel que elegimos para cenar. Lo encontramos facilmente pero por ser domingo estaba cerrado. Entonces tratamos de encontrar otro también cercano pero fracasamos, asi que terminamos en un restaurante italiano donde comimos muy bien.
El tiempo seguía muy bueno y el lunes decidimos hacer un poco de shopping de ropa para mí. Caminamos nuevamente hasta la plaza Cataluña y con el asesoramiento de Mary me hice de varias remeras, camisas y un pantalón en Zara y en El Corte Inglés. Con todos los paquetes volvimos al hotel a descansar un rato antes de emprender rumbo nuevamente a la famosa Sagrada Familia, caminado unas diez cuadras por la avenida Diagonal. Encontramos facilmente la imponente iglesia creada por Gaudi, aun no terminada y bastante grotesca a mi gusto pero llena de simbolismo. Por la hora que llegamos nos recomendaron no pagar entrada para visitarla por dentro ya que estaba por cerrar en menos de una hora, y exploramos el edificio desde afuera. Luego nos dirigimos caminando lentamente al restaurante argentino La Estancia, que esta vez si estaba abierto. Nosotros fuimos los únicos clientes y comimos muy bien. Pedimos chorizos y asado de tira, además de vino y postre. Hablamos también bastante con el propietario, que nos atendió personalmente con mucha cortesía. A la hora de irnos aun no había llegado ningún comensal más.
El martes desayunamos nuevamente en la confitería cercana al hotel donde ya eramos clientes habituales y luego tomamos el subterraneo en dirección al norte para bajarnos en una estación cercana al parque Guell, creado por Gaudi. Se encontraba en la parte alta de la ciudad, y desde cercanías a la estación del subte había escaleras rodantes para llegar con menos dificultad. Asi llegamos al parque y lo recorrimos al igual que miles de turistas más. Encontramos la casa que había habitado Gaudi, al igual que muchas de las construcciones y esculturas hechas por el artista. El parque era enorme y estaba cruzado de senderos. Al encontrarse a cierta altura había una vista magnífica sobre la ciudad de Barcelona. Cuando nos cansamos de recorrer el area regresamos a la estación de subte y fuimos a la plaza Cataluña donde encontramos un restaurante para comer algo y recuperarnos. Al no haber ingresado a la catedral del barrio gótico el domingo, regresamos allí y la recorrimos por dentro. Había incluso un ascensor con el que pudimos subir hasta el techo. Luego proseguimos hacia el mar por el barrio gótico y entramos al Imax a ver un documental sobre las momias de Egipto en 3D. Al regresar por la rambla entramos a curiosear al mercado de la Boquería, donde vimos puestos con una enormidad de frutas, carnes y otros productos. Mery compró dos potes con ensalada de fruta para llevar con nosotros. Aun hicimos un poco más de shopping en el Corte Inglés antes de tomar el subte y regresar al hotel. La cena de ese día fue en un restaurante también cercano al hotel que se llamaba Miguelito.
Seguimos con la rutina habitual de desayuno el miércoles también antes de tomar nuevamente el subte hasta la plaza España, en la base del cerro Montjuic. Desde allí caminamos hasta la salida del funicular, previo paso por el museo nacional de arte, ubicado en un edificio magnífico, y también el estadio olímpico. El funicular era muy moderno y mediante una construcción ingeniosa giraba 90 grados a media altura antes de llegar a destino. En la punta del cerro nos encontramos con el Castell de Montjuic, un fuerte antiguo que pudimos recorrer por dentro. Desde los alrededores del fuerte había una vista magnífica en todas direcciones, incluido el puerto y el aeropuerto de Barcelona. Bajamos del cerro con el funicular, que combinaba con el subte de la linea L3, la que nos llevaba a Diagonal pasando por la plaza Cataluña. Decidimos comer hamburgesas en el Mc.Donald cercano al hotel antes de descansar un rato. Cuando se hizo de noche tomamos nuevamente el subte hasta la plaza de España, esta vez para visitar el Pueblo Español que era un barrio construido para representar la arquitectura y los productos y oficios típicos de las diferentes regiones de España. Al ser de noche ya estaban cerrados los pequeños negocios, pero era espectacular recorrer el barrio iluminado. Luego regresamos a buscar un restaurante donde podíamos comer paella y encontramos uno a la vuelta del hotel. Comimos una buena paella en la vereda, acompañada de abundante cerveza.
El jueves comenzamos yendo a Zara a devolver una remera, ya que sin darnos cuenta había comprado dos iguales del mismo color. Luego desayunamos en nuestra confitería de siempre antes de tomar el subte hasta las cercanías del estadio de futbol Camp Nou del club Barcelona. Cuando salimos del subte vimos un parque muy lindo que entramos a recorrer y llegamos hasta un castillo en el que había una imponente exposición de cerámica antigua y moderna, además de otra exposición de textiles con la descripción de la moda a travez de los siglos. Después si nos dirigimos hasta el estadio, que estaba a pocas cuadras, y sacamos algunas fotos. Pensamos entrar pero vimos que cobraban € 19 por persona, lo que nos pareció exagerado, de modo que nos sentamos a comer una butifarra en un bar del club antes de regresar. En el lugar en el que había que tomar el subte entramos a un Corte Inglés donde encontramos pantalones cortos para mí además de comprar la salva de labios que me había pedido Karin. Justo antes de salir del negocio, al pasar por el sector de perfumería, nos encontramos con el mismísimo Messi y su novia haciendo compras. Mery no pudo resistir la tentación de darle un abrazo y un beso, y yo le saqué un par de fotos. Luego regresamos al hotel para el descanso habitual antes de la cena. Había visto que el arco de triunfo no estaba lejos de la plaza Cataluña y sugerí ir a verlo. Lo encontramos y era una construcción monumental, pero no estaba iluminado por lo que no se podían sacar fotos al ser ya de noche. De allí partía un paseo muy amplio hacia el mar y decidimos caminar hasta la parte del puerto donde ya habíamos estado antes, y después de observar a un yate monstruoso que estaba atracado cerca de los restaurantes cenamos en uno de ellos. Regresamos al hotel tomando el subte en la estación Strassanes.
El viernes amaneció nublado y lluvioso, tal como estaba pronosticado. Después de terminar de empacar bajamos al bar de la esquina a desayunar, y decidimos ir al aeropuerto en taxi para retirar el auto alquilado. Completamos el trámite y luego comenzó la aventura de encontrar el vehículo en el enorme estacionamiento de autos alquilados. Finalmente lo encontramos y partimos en dirección a Lloret del Mar sobre la costa del mar Mediterráneo. Cuando llegamos allí nos encontramos con un lugar muy lindo y también muy turístico. Por ser la Costa Brava, combinaba playas con rocas y acantilados. Ya teníamos ganas de comer así que estacionamos el auto y almorzamos en el restaurante Pinocchio, cerca de la playa. Luego caminamos un rato por un sendero pintoresco que bordeaba el mar y que también nos llevó de regreso al auto. Al comprobar que se estaba haciendo tarde y que seguía lloviendo de a rato, cancelamos la pasada por Cadaquez donde esta el museo de Dalí, y programamos el gps para ir a Girona. Allí paseamos un rato por la ciudad vieja y llegamos hasta la catedral. La parte vieja de Girona nos pareció también muy pintoresca. Al regresar al estacionamiento comprobamos que el auto había desaparecido y como evidentemente lo había dejado mal estacionado sospechamos que lo había llevado la grua. Le preguntamos a un hombre que estaba detenido allí con su auto y fue tan amable de llamarnos un taxi para que nos llevara al depósito municipal. Allí encontramos el auto, y después de pagar la multa correspondiente de € 83 pudimos continuar el viaje a nuestro destino final, La Ceu D’Urgell, que estaba a más de 200 kilómetros entrando a los Pirineos. Hicimos el trayecto con lluvia intermitente y un paisaje montañoso magnífico, y ya de noche llegamos al Parador de Urgell, un hotel muy lindo y acogedor. Gracias al abundante almuerzo en Lloret del Mar nos alcanzó con sentarnos a la barra del bar del hotel y comer unos bocados de cena. Había un restaurante también, pero con precios bastante salados. Esa noche siguió lloviendo y el día siguiente amaneció nublado.
El desayuno estaba incluido y era como me gustaba, abundante y muy variado, así que aproveché para comer pan con fiambre, musli y frutas. Las medialunas eran también excelentes, y el jugo de naranja era natural exprimido. Después del desayuno salimos a explorar el pueblo, que por ser sábado tenía mercado al aire libre. Toda la zona de la ciudad vieja estaba copada por puestos con ropa, zapatos, jugetes, frutas, verduras, pescado y cuanto uno se pudiera imaginar. El mercado estaba bien concurrido, tanto con gente local como con turistas. Luego de recorrerlo, sacar fotos y hacer algunas compras que dejamos en el hotel, fuimos a visitar a la catedral y el museo adjunto, muy bien presentado. Vimos un mapa de la zona que me gustó y que conseguimos en la dirección de turismo. La chica que atendía la oficina nos sugirió visitar algunos pueblitos de montaña de las cercanias, en la frontera con Andorra, y hacia allí nos dirijimos. Después de menos de 10 kilómetros de ruta por un cañadón llegamos a la frontera y como no doblé a tiempo nos vimos obligados a pasar la aduana española y entrar a la tierra de nadie entre las dos aduanas, donde si pude girar en U y regresar a España. Mery se dió el gusto de abandonar por un momento el territorio español después de casi tres años. Luego comenzamos a ascender la montaña por un camino menor, pavimentado, hasta llegar a una aldea que se llamaba San Joan Fumat, y a partir de allí nos metimos por un camino de tierra en ascenso en el bosque que no sabíamos hacia adonde llevaba y que de a poco se fue convirtiendo practicamente en un sendero, por lo que decidimos regresar al pavimento. A todo esto se podia disfrutar de una vista espectacular, y con nubes bajas que a veces estaban a menor altura que nosotros. En San Joan Fumat retomamos el pavimento y continuamos subiendo hasta llegar a otra aldea que se llamaba Civis. A partir de allí continuaba un camino de tierra por el que se podia cruzar a Andorra en la montaña, pero nosotros volvimos a bajar por el mismo camino para luego tomar otro nuevamente hacia arriba a Ars. En ese pueblito vimos un cartel que decía que ofrecían refrescos y asi dimos con una casa rural que también era hospedaje. La propietaria nos sirvió pan con jamón crudo y queso y bebidas y nos mostró también las habitaciones del hospedaje, todas con una vista de ensueño hacia las montañas y valles. Nos contó que estaba esperando dos parejas de brasileros que iban a llegar ese mismo día. Ya con algo en el estómago continuamos la bajada, y antes de llegar al camino principal que conducía a Andorra volvimos a tomar otro camino secundario que subía hasta Argolel y Arduix. En cada uno de estos pueblitos había una iglesia o lo que quedaba de ella, la mayoría de alredor del siglo XII. La excepción era otro pueblo llamado Arcavell, también colgado de la montaña, que fue el ultimo que visitamos antes de regresar al hotel en La Ceu D’Urgell. En Arcavell nos pusimos a charlar con un poblador local y su madre, y el nos contó que habían tenido la mala idea de tirar a bajo la iglesia antigua y construir una nueva. Para colmo el cura que tenían se había marchado con todas las reliquias de la iglesia. Ya de noche salimos del hotel a buscar un lugar para comer y nos encontramos con un pueblo casi desierto, en contraste con el movimiento de la mañana. Dimos con un restaurante y pizzeria donde cenamos bien y luego regresamos al parador.
El domingo por la mañana me propuse ser uno de los primeros para el desayuno, y a las ocho estaba ya atacando las delicadezas del buffet. Desayunamos nuevamente muy bien antes de terminar de empacar y partir de viaje. Mariela, la hija de Mery, terminaba de trabajar a las cinco de la tarde en Bilbao y la intención era pasar a buscarla por el bar donde trabajaba. Decidimos que lo mejor era tomar rutas rápidas ya que teníamos más de 500 km por delante, y nuestro recorrido nos llevó por Lérida, Zaragoza y Logroño, una vuelta grande pero por rutas rápidas. Así dejamos atrás el paisaje montañés de Urgell para atravesar la zona árida de Zaragoza y luego el area de viñedos en Rioja antes de volver a encontrar cerros y bosques en las cercanías de Bilbao. Las ciudades grandes quedaron a un costado de la carretera mientras que pasamos por el centro de unas cuantas poblaciones menores, la mayoría muy pintorescas. A las cinco en punto paramos frente al bar en Getxo, donde al rato se liberó Mariela de su trabajo y con ella fuimos hasta la casa donde se hospeda en Plenzia. Tomamos unos mates mientras le daba algunas instrucciones sobre el uso de la computadora que le presté, y luego bajamos con el auto hasta la playa, donde también comimos unos pinchos mientras lentamente se iba haciendo de noche. Yo tenía que regresar a Barcelona, con parada para descansar en Zaragoza, por lo que poco antes de las nueve de la noche me despedí de Mary y Mariela y partí por la autopista.
Tenía que hacer unos 300 km hasta llegar al modesto hotel que había reservado cerca de la autopista, y hacia medianoche pude acostarme y dormir unas cinco horas antes de iniciar el tramo final de otros 300 km hasta el aeropuerto de Barcelona. De desayuno compré un poderoso sándwich triple de miga que fuí comiendo por la ruta. Había bastante tráfico a la entrada a Barcelona pero sin atascamientos, asi que llegué con buen margen al aeropuerto, poco después de las diez de la mañana. Devolví el vehículo sin inconvenientes, después de haber hecho en total unos 1800 km, y a las 12:10 partió mi vuelo a Copenhagen. A la llegada en tren a Malmö me encontré con tiempo gris y lluvioso, aunque no hubo problemas en hacer la caminata desde la estación hasta casa. Johanna me estaba esperando y nos pusimos a mirar las fotos del viaje hasta que apareció Cornelia, quien tenía proyectada una cena. Mientras la preparaba fuimos Johanna y yo hasta un negocio de electrónica cercano donde compró una computadora portatil ya que la que usaba había dejado de funcionar. Luego cenamos muy bien, morrones rellenos, mientras yo sentía como me iba invadiendo el cansancio. Después de acompañar a Johanna hasta la parada del ómnibus me fui directo a la cama.