20 de Febrero 2025
Me despedí de Alicia en tres cruces y me senté en la terminal a esperar la partida del ómnibus. Durante el trayecto desde Montevideo en ómnibus y desde Colonia con el ferry fuí administrando mis viandas para terminarlas antes de desembarcar en la Boca donde me esperaba Agustín para acompañarme hasta su casa en Burzaco. No traía vehículo, de modo que caminamos hasta la parada del ómnibus que nos llevaba a Constitución y allí tomamos el tren a Burzaco desde donde volvimos a tomar un ómnibus hasta las cercanías de su casa. No hubo ningún contratiempo en este operativo, aunque nos tocó viajar en un tren viejo sin aire acondicionado. Cuando llegamos a destino me encontré con que Karin, Mariano y las niñas estaban allí también y se armó una linda reunión acompañada de cerveza y empanadas. A la noche me acomodé en el dormitorio de Camilo quien estaba con su madre en La Boca.
Nos esperaba un viernes muy intenso, que comenzó temprano llevando Augstín y yo a Josefina a su guardería. El auto quedó allí y caminamos con un día ya sofocante hasta la casa de Karin a hacernos cargo de Inés pues Karin se iba con Laia a la clínica para averiguar su grupo sanguineo. Lo necesitaba como parte del trámite para sacar su libreta de conducir. Inés dormía aun y fue gracioso verla aparecer en la cocina cuando despertó para hacer un veloz viraje y volver a la habitación al vernos a nosotros. Al rato congeniamos y se puso a jugar. Cuando regresó Karin nos despedimos y fuimos a buscar el auto para regresar a la casa previo paso por una verdulería. Después de reorganizar la valija y la mochila nos llevó Coti a la estación de Burzaco donde nuevamente nos tocó un tren de los viejos sin A/C. Agustín quería cobrar una suma de dinero que le debía un cliente en Barracas y después de analizar las opciones decidimos tomar un taxi en Constitución. El desvencijado vehículo nos llevó hasta el cercano taller del artista deudor y ya dinero en mano volvimos con el mismo taxi hasta el centro a recoger a Camilo en el taller de tapizado de Daniela. Allí nos quedamos charlando un rato y viendo los interesantes trabajos que estaba haciendo en ese momento. El taxi que tomamos a continuación para ir a la estación de tren de Plaza Once nos dejó impactados por ser un vehículo híbrido casi flamante con un chofer muy orgulloso y dispuesto a explicarnos los detalles de funcionamiento del automovil. Llegamos con ámplio margen para tomar el tren a Alberti y como ya estábamos con mucho apetito entramos a un restaurante donde nos deleitamos con una excelente pizza y una cerveza bien helada. Hubo que soportar el infernal volumen de la música y también a los vendedores y pedigueños que pululaban la estación pero valió la pena. Luego dimos con un negocio muy lindo que vendía exclusivamente valijas y mochilas, y Agustín compró una valija rígida de cabina en la que puso su mochila y parte del abundante equipaje de Camilo mientras hacíamos tiempo en una muy atractiva sala de espera con aire acondicionado. A las 18.30 partía el tren y nos encontramos con Helena y Sofía, quienes también viajaban a festejar el cuarto cumpleaños de Olivia. Como estaban en vagones distintos fuimos a verlas una vez que el tren estuvo en marcha y como era de esperar insistió Helena en darnos sendos sándwiches de milanesa y latas de cerveza que aceptamos con mucho gusto. Agustín fue quien más disfrutó del viaje de casi seis horas pues había soñado con hacerlo. Apenas pasada la medianoche se detuvo el tren en la estación Vacarezza, donde nos esperaba Gabriel con Valeria, Lucía y Olivia. Allí mismo le cantamos y recibió su primer regalo. Al no entrar todos en el auto fuimos Agustín, Camilo, Lucía y yo caminando a la casa. Yo me acomodé en la habitación grande de la casa anexa, donde había un sofá cama. Habíamos visto durante el viaje que el clima estaba tormentoso pero no esperaba que se desatara una lluvia tan torrencial que me hizo despertar a la madrugada.
Homenaje al jeep
A la mañana del sábado dejó de llover y después de desayunar en la casa principal salimos a curiosear el recientemente adquirido jeep, que en los pocos días que estaba en posesión de los chicos había chocado al auto al quedarse sin frenos en la ruta, se había quedado sin dirección, y además había dejado de arrancar, todas las calamidades posibles a la vez. El problema de los frenos y la dirección había quedado solucionado, y al rato vino el mecánico a ver porqué no arrancaba. Descubrió que giraba el cilindro de la llave de arranque y por lo tanto se habían enredado los cables soltandose uno de ellos. Ya era posible probar el jeep y fuimos al centro a hacer unas compras turnandonos pues todos queríamos manejar el vehículo.
Había vuelto el sol y el calor, y se preparó la fiesta para Olivia en el parque, a la que asistieron una decena de niños además de algunos adultos. Helena había traido tortas de Buenos Aires y Valeria había preparado una extraordinaria chocotorta en la que se colocaron las velas de rigor para cantar. Los niños corretearon mucho por el parque y además saltaron de lo lindo en el castillo inflable que habían alquilado. Llegada la noche prepararon Agustín y Gabriel un buen asado para rematar la fiesta.
Nuestra meta del domingo, día en que iniciamos el viaje a Bariloche, era llegar a Chacharramendi en la provincia de La Pampa donde Gabriel había reservado alojamiento. Era previsiblr que no ibamos a salir temprano pero de todos modos logramos hacerlo antes del mediodía y como tantas veces sucedería en el viaje nos detuvimos en una estación de servicio YPF "Full" de la ruta 5 en Pehuajó para hacer un tardío almuerzo.
La segunda parada fue en la estación de servicio en Pellegrini, donde Gabriel se había dado cita con la señora Cristina, dueña de la estación de servicio además de campos en la zona. Gabriel tenía en desarrollo algunos proyectos tecnológicos con esta señora y tuvimos una interesante charla con ella, que tuvimos que interrumpir para seguir viaje. El navegador nos decía que estábamos llegando a Chacharramendi pasadas las diez de la noche y averiguamos por las dudas si había restaurante abierto. Efectivamente lo había pero a esa hora solo podían ofrecernos pasta, para regocijo de todos. La sorpresa con que nos encontramos al llegar era que el lugar estaba infestado de escarabajos, lo que puso histericos a Camilo y a Lucía. Logramos que entraran al restaurante y liberamos luego de escarabajos la vereda para llegar a la puerta del hotel. Durante la noche escuchamos los inquietantes ruidos que producían estos bichos detrás de las paredes y el techo, pero no apareció ninguno. Durante esta primera etapa del viaje habíamos hecho 624 kilómetros.
Lunes 24. Habiamos abonado un adicional para tener desayuno en el hotel, pero éste resultó desastroso, con medialunas incomibles y casi ninguna otra oferta, por lo que decidimos continuar viaje para hacer los 210 kilómetros de buena ruta prácticamente recta hacia el oeste y detenernos en la estación de servicio del ACA en 25 de Mayo con YPF "Full" a desayunar. La meta era llegar a Bariloche y ya dejando atrás a Neuquén comenzamos a pensar en el almuerzo. Pensé en Picún Leufu pero descubrimos al llegar allí que no había ninguna YPF y mirando el nivel de nafta estimamos que podíamos llegar a Piedra del Aguila para cargar allí además de comer algo en la YPF "Full" de la ciudad. Yo había sugerido continuar por San Martín de los Andes y tomar la ruta de los 7 lagos, pero dada la hora y los kilómetros adicionales pensamos que nos caería la noche y decidimos continuar por la ruta directa llegando al lago Nahuel Huapi en el momento en que caía el sol.
Así se vió el lago Nahuel Huapi llegando a Bariloche
No era nuestra intención que mi sobrina Andrea nos preparara una cena, pero cuando llegamos a su casa nos estaba esperando con unas muy ricas milanesas que comimos con ella y David ni bien terminamos de acomodar nuestras cosas en la nueva cabaña del fondo que le habíamos alquilado. Me comuniqué con mi hermana y le prometí ir a desayunar con ella y Cacho a la mañana siguiente. La primorosa cabaña disponía de un dormitorio con cama grande, un buen baño con ducha y un estar integrado a la cocina con mesa y sofá con cama abajo. Gabriel compartió la cama grande con los niños mientras que Agustín y yo nos repartimos entre el sofá y la cama extraible. El trayecto de ese día fue de 582 kilómetros.
Haciendo el menor ruido posible me levanté el martes temprano para estar a las siete y media en casa de Cacho y Elsa, donde nos reencontramos después de un largo período de separación. Me esperaban con el desayuno, que fue bastante corto pues ellos tenían varias actividades planeadas para la mañana y regresé a la casa de Andrea a compartir unos mates con ella hasta que se despertaran los chicos. Era un día radiante y teníamos planeado hacer una caminata por un sendero que partía de Bahía Lopez hasta el mirador del brazo Tristeza del lago Nahuel Huapi. Para ello comenzamos a hacer el primer tramo del llamado Circuito Chico, pasando por el Punto Panorámico y estacionando en Bahía Lopez. La caminata era sencilla, de 1,4 kilómetros y con suave pendiente, y la vista desde el mirador era magnífica. Aquí cuatro fotografias tomadas desde el mirador.
Después de regresar a Bahía Lopez se metió Agustín en las heladas aguas del lago y fue el único en hacerlo. Los niños apenas se mojaron los pies. Completamos el circuito con una merienda en Puerto Pañuelo cuando estaban llegando las lanchas de excursión, y para mi sorpresa la Modesta Victoria también, a pesar de tener ya 80 años a cuesta. Esa noche iba a cocinar Agustín y nos detuvimos en el supermercado Todo de la recta de Galarce para comprar los ingredientes necesarios para preparar pollo con arroz. Invitamos a Andrea y David a compartir la comida con nosotros.
Al día siguiente fuí nuevamente a un desayuno tempranero con Cacho y Elsa y luego me junté a matear con Andrea e intentar activar un chip de Movistar que me había conseguido Karin para tener comunicación en Argentina. El fracaso fue rotundo y decidimos ir personalmente a la oficina de la empresa en el auto de Andrea. Allí descubrimos que Karin tenía que estar presente, cosa imposible, por lo que me hice de un nuevo chip a mi nombre aunque no pudimos activarlo por quedarse sin batería mi teléfono. Mas tarde quisimos hacerlo en la casa y tampoco lo logramos. La excursión planeada para ese día era ir a la cascada de los Duendes y al mirador del lago Gutierrez, ambos lugares en la orilla oeste del mismo.
Mi hermana nos había invitado a todos a cenar en la pizzería Brooklin de la avenida San Martín y después del paseo nos quedaron los minutos contados para regresar y asearnos antes de ir al evento. Fue una linda reunión de familia y en cuanto a las pizzas, probamos una con cebolla caramelizada, hongos de pino, nueces y queso azul que me pareció espectacular. La cerveza artesanal provenía de la cervecería de Tom Wesley, uno de los hijos del dueño del primer criadero de aves administrado por mi padre, y que había convertido el criadero en cervecería. Después de la cena se retiraron Cacho y Elsa con Andrea y David y nosotros fuimos caminando hasta pasar el centro cívico y dar con la heladería Fiori. Nos pareció extraño que el icónico centro cívico estuviera tan pobremente iluminado siendo una de las principales atracciones turísticas de la ciudad.
El jueves lo habíamos reservado para ir al Bolsón y a Lago Puelo, al haber concretado Gabriel un encuentro con Christian Schuldt y su esposa Carolina del que también participaría mi amigo Miguel pues era el día en que Carolina cumplía años. Por la mañana me llevó Andrea nuevamente a la oficina de Movistar, donde pudieron comprobar que el problema residía en que el chip era defectuoso y con uno nuevo pusimos finamente en marcha allí mismo a mi teléfono. Agustín había venido también y mientras Andrea vovía a su casa nosotros bajamos al centro a hacer algunas compras e ir luego a ver a mi tío Andrés. Si bien estaba muy deteriorado fisicamente, casi sordo y con poca vista, lo encontramos muy lúcido para sus 102 años. Charlamos un rato, intercambiando información de actualidad, y cuando le trajeron el almuerzo nos dijo amablemente que él se retiraba a comer. Nosotros nos fuimos y caminamos unas pocas cuadras para encontrarnos con Gabriel quien venía ya con los niños a bordo para iniciar el viaje al Bolsón. Los dos días anteriores de sol y calor ya eran historia, e hicimos el recorrido con un día gris y fresco, aunque hermoso como sienpre. Queríamos almorzar antes de llegar a la casa de Christian y nos detuvimos a la entrada del Bolsón en el Bodegón, que estaba a punto de cerrar la cocina y solo nos podía ofrecer milanesas, las que fueron muy bienvenidas. Eran tan grandes que con dos quedamos todos satisfechos y aun sobró comida. Antes de llegar a la casa de Christian pasamos por una elegante confitería donde compramos una torta de chocolate para agasajar a la cumpleañera.
Miguel ya se encontraba allí y nos pusimos al día después de un largo tiempo sin contacto. En el momento se concretó también una escapada en auto hasta una playa del lago Puelo donde a pesar del viento y el frio Lucia y Camilo chapotearon en la orilla. A la reunión de cumpleaños se unieron familiares y amigos que incluían varios niños aunque Camilo y Lucía prefirieron entretenerse por su cuenta. Fue pasando la hora, y mientras encargaban comida para la cena, en simultáneo se soplaron las velas y comimos torta ya que nosotros teníamos que regresar a Bariloche y ya estaba cayendo la noche.
De hecho, oscureció antes de la partida y regresamos de noche a Bariloche, por suerte con muy poco tráfico en la ruta. Era nuestro último día completo de estadía en el sur pues al día siguiente regresaba Agustín con Camilo en avión a Buenos Aires mientros que Gabriel, Lucía y yo emprendíamos el retorno a Alberti en el auto. Agustín tenía que estar en Buenos Aires el sábado y por eso renunciaba al regreso en auto. èl quería despedirse con un asado por lo que salí el viernes temprano con Gabriel a comprar la carne y los chorizos, además de hacer una corta visita a mi prima Eleonor en el barrio Ñireco. Cacho y Elsa participaron también del asado que se sirvió a las doce en punto pues Andrea tenía que ir a trabajar a su escuela. Gabriel había conseguido un lomo de excelente calidad y con la maestría de Agustín como asador fue un almuerzo exquisito. A Lucía y Camilo se les había abierto un mundo de posibilidades ante la cantidad de trozos de madera descartados por David en su taller. Esa mañana tuvieron la última oportunidad de utilizar su imaginación y creatividad mientras nosotros arreglabamos todo lo posible la cabaña. Después de despedimos llevamos a Agustín y Camilo al aeropuerto para continuar viaje de inmediato. Más tarde nos enteramos que su vuelo se había demorado debido a las malas condiciones meteorológicas en Buenos Aires y despegó finalmente con cinco horas de atraso.
A pesar de la llovizna decidimos hacer el camino de los Siete Lagos pasando por Villa La Angostura y San Martín de los Andes. De a ratos abría el cielo y fue para mi un deleite hacer esa ruta tan hermosa y para mí tan llena de recuerdos. Después de pasar el viejo y angosto puente de La Rinconada decidimos continuar por la ruta 234 hacia el sur hasta empalmar con la ruta 237 en dirección a Piedra del Águila donde llegamos al anochecer. Hicimos una corta parada en la YPF "full" y proseguimos viaje hasta la ciudad de Neuquén donde teníamos reservado un alojamiento muy cerca del río Limay. Era bastante modesto pero como solo íbamos a pasar la noche nos bastaba. Con buen sol y ya apretando el calor partimos el sábado por la mañana recorriendo primero la hermosa costanera sobre el río Limay que teníamos a pocos pasos del alojamiento y que me hizo recordar los precarios balnearios de mi adolescencia. Nuestra meta del día era la localidad de Puan en la provincia de Buenos Aires, en las cercanías de Carhué y Epecuén pues quería conocer las ruinas del balneario inundado y abandonado desde el año 1985 y convertido ahora en una atracción turística. La vivienda que había reservado Gabriel en Puan estaba en la periferia de la ciudad y después de alojarnos partimos a pie hacia la plaza del centro que estaba a unas doce cuadras y donde sabíamos que había un restaurante. Fue muy buena la comida y en camino de regreso a nuestro alojamiento, mientras observábamos el cielo estrellado vimos en un momento dado una estrella fugaz brillante que dejó maravillada a Lucía. Era la primera vez que veía semejante espectáculo y no podía contener su alegría. La ruta directa hasta Carhué implicaba hacer unos 50 kilómetros de un camino vecinal de tierra en regular estado, lo que para Gabriel no constituía un obstáculo, por el contrario, pues le encantaban ese tipo de rutas y para allá partimos el domingo por la mañana mientras la lluvia comenzaba a arreciar. Ya en Carhué y bajo una lluvia torrencial paramos en una confitería a desayunar y luego tomamos un pésimo camino para internarnos en el fantasmagórico paisaje del balneario de Epecuén, con sus esqueléticos troncos secos y unas pocas ruinas desmoronadas.
El predio donde se encontraba el balneario estaba cercado pero era posible entrar a la calle principal pasando por la boletería para recorrer parte de las ruinas. Sin embargo desistimos de hacerlo debido a la persistente lluvia. El mal tiempo acentuaba el sentimiento de desolación del lugar. Desde luego tomé fotos del matadero abandonado y de los esqueletos de árboles que completaban a la perfección el apocalíptico escenario. El lugar contaba también con un museo que tampoco visitamos y emprendimos el regreso a Carhué bordeando la gigantesca laguna de Epecuén. Por ser de agua salada tenía propiedades curativas, de allí que había sido un balneario muy popular en su época con hoteles y piscinas, y de hecho pasamos cerca de una playa habilitada como balneario. Me dí así el gusto de conocer el lugar y su historia, aunque era dudoso que volviera a verlo en el futuro.
Solo nos faltaba hacer el tramo final hasta Alberti, distante un poco menos de 400 kilómetros, con parada en alguna YPF "full" para comer algo. Todo ese trayecto lo hicimos con lluvia casi continua y yendo con extrema precaución por la cantidad de agua que quedaba atrapada en la ruta y el inevitable tráfico de camiones. En Alberti nos esperaban Valeria y Olivia, muy felices con el reencuentro. Ese fin de semana había hecho Alicia la planeada caminata con Marcos en la zona de la Quebrada de los Cuervos.
Lunes 3 de Marzo. Mi estadía iba a ser muy corta pues pensaba aprovechar el viaje de ese lunes de madrugada de Valeria a Buenos Aires en auto para integrarse a su trabajo. Con todo el sigilo posible partimos cerca de las cuatro y media de la mañana y como era un día feriado a causa del carnaval hicimos el trayecto con muy poco tráfico, especialmente sin camiones. Yo había estado en contacto con Agustín, quien venía a la Boca por razones de trabajo y me había propuesto acompañarlo. Llegamos prácticamente en forma simultánea a la estación de servicio de la avenida Almirante Brown, donde me despedí de Valeria. Junto con dos peones que levantamos en el barrio partimos hacia Nuñez donde los dejamos para hacer un trabajo mientras nosotros íbamos a buscar cuadros de una casa particular para transportarlos a un hotel de Palermo. Sin otros trabajos para ese día regresamos a Buraco e hicimos compras en el supermercado Las Violetas, incluyendo un par de cajas de ravioles que fueron nuestro almuerzo. Vencido por el cansancio, por una vez dormí una buena siesta y a la noche se reunieron con nosotros Karin, Laia e Ines a compartir una excelente pascualina que hizo Agustín. Yo había decidido regresar a Piriápolis el día miércoles y compré el pasaje con Colonia Express. Volví a acompañar a Agustín al día siguiente pero esta vez dejamos la camioneta en la estación de Burzaco para tomar el tren a Constitución. Desde allí caminamos hasta la Boca donde tenía estacionado el camión blanco, un paseo de dos kilómetros y medio. Recogimos nuevamente a los dos peones y esta vez nos dirigimos a plaza Italia a buscar algunos muebles para trasladarlos a Barracas. El camión volvió a su estacionamiento habitual frente a la Usina del Arte de la Boca e hicimos la caminata inversa a Constitución para regresar a Burzaco. Esa noche nos invitó Karin a su casa a comer los falafel que había preparado en días anteriores. Me despedí esta vez de ella, Mariano y las nietas pues el miércoles temprano dejamos a Josefina en su guardería, regresamos a la casa a matear con algunas facturas y partimos luego Agustín y yo a capital. Como tenía mi valija y la mochila tomamos un ómnibus desde Constitución hasta la terminal de Colonia Express. Agustín estaba dirigiendo a su gente desde su teléfono mientras tomábamos un café, y luego nos despedimos A las 12.50 finalizó mi estadía en la Argentina con la zarpada del ferry a Colonia.