25 de Septiembre 2019
Nuestro vuelo de Air France partía de Copenhague a las seis y cuarto de la mañana, y en consecuencia tuvimos una noche extremadamente corta. A la una de la mañana nos levantamos para hacer los últimos preparativos y a las dos y cuarto salimos en taxi a la estación del Triángulo. De noche circulaba un tren cada hora, y no era cuestión que se nos complicara la llegada al aeropuerto. Así tuvimos un buen margen antes de levantar vuelo y aprovechamos la espera para hacer nuestras respectivas lecciones diarias de francés e inglés. En Paris teníamos dos horas entre vuelos, y eran necesarios en ese gigantesco aeropuerto, que además tenía pocos funcionarios de migraciones para controlar pasaportes. Tuvimos la suerte de disponer de los tres asientos en el cruce a Sao Pablo, que fue muy sereno y además con buena atención por parte de la tripulación de cabina. Fueron unas diez horas de vuelo, y a pesar de haber recibido dos comidas volvimos a tener apetito duarante las cuatro horas de espera antes de la partida del Gol a Montevideo por lo que cenamos en el restaurante del aeropuerto. Con bastante cansancio acumulado dormimos todo el trayecto hasta aterrizar a las once y media de la noche en Carrasco. Ambas valijas llegaron sin contratiempos y por una vez nos hicieron abrirlas, aunque el control fue muy superficial. La banana y la manzana que traia Alicia en su cartera pasaron desapercibidas. El primer (y último) ómnibus a Piriapolis partía a la una de la mañana de Tres Cruces asi que tuvimos una buena espera allí también, y cuando llegamos a destino vimos partir el único taxi que había en la terminal. Había un sereno nocturno en la estación de ómnibus y él colaboró dandonos el teléfono de un taxista que quedó en contestarnos, aunque la espera se hizo larga y en el interín apareció uno que resultó ser el que habíamos visto partir y que había vuelto. Nos dijo que pensaba habernos visto y por eso había regresado después de dejar a los otros pasajeros, de modo que lo tomamos y poco después de las tres de la mañana estábamos en la casa. Todo parecía normal asi que hicimos la cama y nos fuimos a dormir de inmediato. Algo había en la casa para desayunar, y luego me comuniqué con Agustín quien me confirmó que Mariano ya había partido a San Juan el día anterior. Pensandolo un poco decidí viajar igual a Buenos Aires a saludar a los chicos y Alicia se anotó también por lo que compramos pasajes para cruzar al día siguiente con el Colonia Express. Con un lindo día de sol hicimos luego la caminata de unos cinco kilómetros hasta el taller a retirar el auto. Además de haber sido reparados los daños del choque había sido pintado del lado derecho donde estaba manchado. De allí continuamos a comprar provisiones y los pasajes de ómnibus a Montevideo. Solo quedaba volver a empacar, ya unicamente con valijas de cabina.