Junio 2005 a julio 2005
Karin estaba llegando al final de sus estudios secundarios y como es costumbre en Suecia comenzamos a organizar la gran fiesta asociada al acontecimiento. Yo debería haber estado embarcado para esa fecha, a principios de junio, pero volví a hacer arreglos para tener un relevo provisorio. Después de estudiar la situación decidimos que era mejor hacer la fiesta dentro del departamento y fue un gran éxito, para felicidad de Karin y de todos nosotros. Cerca de 50 personas participaron de la celebración, entre parientes y amigos.
Pocos días después de la fiesta volví a embarcar y esta vez fue Viktoria la que me acompañó a bordo. Con un auto alquilado viajamos hasta Brofjorden, al norte de Gotemburgo, y de allí zarpamos con destino a Norrköping, también en Suecia. Viktoria tomó las cosas con mucha calma y pasó dos días tranquilos a bordo. Nuevamente nos tocó buen tiempo durante toda la travesía. Desde Norrköping y con cierta tristeza regresó a Malmö en tren. Durante el resto de ese período de embarco me tocó por primera vez hacer alijes - transferir carga de un buque a otro en el mar - y fueron tres, dos en Dinamarca y uno fuera de la costa inglesa. Todo salió bien y pude incluir una nueva experiencia a mi bagaje.
Durante mi ausencia se concretó la mudanza de Nina y Shana de modo que a mi regreso, a mediados de julio, encontré el departamento bastante vacío. Hicimos una redistribución de habitaciones, recuperando el living como tal, y ahora tenía cada uno su propio dormitorio. Desde luego que esta nueva situación significaba que yo tenía que hacerme cargo de todo el alquiler, que no era barato, pero decidí que nos podíamos dar el lujo de disfrutar del departamento por lo menos por un año más, a la espera de que Karin y Johanna decidieran como iban a organizar su vida futura. Por de pronto Karin había decidido viajar a la Argentina a pasar unos meses allí, y había reservado pasajes para el 28 de agosto.
Meses antes habíamos discutido los planes de vacaciones de verano, y finalmente nos habíamos decidido por hacer un viaje a Italia, a la zona de Toscana, donde las chicas habían estado el año anterior con su madre. Por Internet hice las reservas necesarias, con la intención de volar a Pisa, alquilar auto y quedarnos dos semanas en una casa de campo, lo que se llamaba agroturismo. El viaje a Italia lo iniciamos el 16 de julio a la tarde tomando el ómnibus al aeropuerto de Copenhagen, de allí un vuelo a Munich y luego con un avión más pequeño a turbohélice a Pisa. Las chicas miraron con mucho recelo a ese avión de la companía Dolomiti Air cuando lo vieron en la pista y no les pareció ni seguro ni confortable, pero nos llevó sin inconvenientes a Pisa donde llegamos cerca de la medianoche. Fue difícil conseguir un taxi pero finalmente lo pidieron desde el hotel y nos instalamos allí por una noche. Estaba en las afueras de la ciudad y fue una primera experiencia muy linda levantarse a la mañana para disfrutar del calor italiano y tomar el desayuno afuera. Luego empacamos nuevamente y regresamos al aeropuerto en taxi a retirar el auto que habíamos alquilado. Teníamos la intención de que Karin manejara también pero se lo negaron a raíz de su corta edad. El límite mínimo eran 23 años.
Antes de salir de Pisa dimos una vuelta por el centro y desde luego fotografiamos y filmamos la torre inclinada, lo mismo que otros cientos de turistas que se encontraban allí. Nuestro viaje en auto hasta la casa que habíamos alquilado en Cinciano comenzó con la autopista a Florencia y continuó hacia el sur por un camino más angosto en dirección a Siena. Cuando llegamos a Poggibonsi teníamos ya mucho apetito y encontramos un restaurante en la plaza donde almorzamos. Los 40 € que costó ese almuerzo fue prácticamente el costo promedio de todas nuestras comidas en Italia, saladito!. Pero al menos no había nada de que quejarse en cuanto a sabor, aunque mi pizza fue bastante magra. Desde Poggibonsi tomamos un camino directo en el mapa pero extremadamente sinuoso en la realidad. Fue espectacular ya que el paisaje en Toscana es magnífico. No teníamos indicaciones de cómo llegar a la casa desde la dirección que veníamos, el GPS era aun un artefacto del futuro y desde luego nos perdimos, pero después de unas cuantas vueltas llegamos finalmente a Montevarchi y desde allí no hubo problemas en seguir las instrucciones que teníamos. Comenzamos a trepar y trepar por un camino cada vez más angosto, y después de pasar por un pueblito llamado Moncioni terminó el asfalto y continuó un camino de tierra. Pocos kilómetros más y apareció un cartel que nos hizo tomar un camino aun más angosto y finalmente apareció Sinciano que no era más que un conglomerado de dos o tres casas, la mitad en ruinas. Había otro vehículo, con patente holandesa, y cuando nos bajamos del auto apareció un italiano que resultó ser el dueño del lugar; su nombre, Meduso, y nos estaba esperando.
No fue fácil comunicarse con Meduso ya que sus conocimientos se limitaban al italiano y un poco de francés, pero nos arreglamos. Nos mostró las instalaciones, nuestro departamento y la pileta de natación, que estaba un poco alejada de la casa y tenía una vista magnífica de la zona ya que estábamos en la cumbre de una colina. El departamento era de dos ambientes y tenía las comodidades básicas. Lo habían renovado dos años antes. No teníamos prácticamente provisiones, excepto lo que Meduso había contribuido como una atención y que consistía en una botella de vino, una de aceite de oliva y cuatro frascos de dulce, todo de su propia producción. Siendo domingo y estando en el medio del campo no había ningún almacén en las cercanías para aprovisionarnos, pero Meduso se ofreció a acompañarnos hasta Montevarchi y mostrarnos dónde podíamos hacer compras. Bajamos nuevamente de la montaña con Meduso y encontramos el almacén. Al regreso nos detuvimos en la casa de Meduso que estaba en Moncioni y así conocimos a Elsa, su esposa. Ambos tenían más de 70 años. Nos convidaron con vino espumante y dejando de lado la abstinencia obligatoria en Suecia tomé un poco también.
En nuestra zona no había mucho tráfico pero las curvas eran muy cerradas y los caminos angostos, de modo que había que tener mucha precaución. De todos modos tenía que manejar despacio porque siempre había riesgo de que las chicas se sintieran mal, especialmente Johanna. Pronto establecimos una rutina de vacaciones que consistía en ir a la pileta por las mañanas y después de almorzar salir de excursión por la zona con el auto. Así visitamos Siena, Arezzo, Florencia, Lucca, Viareggio, Montepulciano y otros pueblos más pequeños pero todos con mucho encanto. Como los paseos eran extensos se nos despertaba siempre el apetito y terminamos casi siempre cenando en alguno de los tantos restaurantes a nuestra disposición. También fuimos en una oportunidad hasta La Pressura, el lugar donde las chicas habían estado el año anterior con su madre. Teníamos además como excursión fija bajar a Montevarchi, a 12 km de nuestra casa, entre otras cosas para aprovisionarnos en un supermercado enorme, el Ipercoop de la zona, que además y a nuestro entender tenía los mejores helados de Toscana. El pueblito cercano, Moncioni, tenía también un bar y un almacén, y además un hotel de lujo. En varias oportunidades regresamos a la pileta por la noche también para darnos la última zambullida del día.
El sábado siguiente a nuestra llegada recibimos la visita de Daniela Propato. Ella vino desde Roma en tren y se quedó con nosotros hasta el domingo. Meduso nos prestó una cama y colchón extra para ella. Él tuvo un buen trato con nosotros, a diferencia de su actitud con la familia holandesa que vivía en el otro departamento. En varias oportunidades vimos cómo Meduso daba rienda suelta a su temperamento en su trato con ellos, un poco exagerado a nuestro entender. La temperatura fue gradualmente en incremento y las noches comenzaron a ser un poco pesadas en el departamento ya que las ventanas no tenían mosquiteros y las chicas no querían tener abierto por temor a los insectos. Por suerte teníamos aire acondicionado en el auto!.Durante los últimos días en Toscana el termómetro se acercó a los 40 grados.
El día que fuimos a Lucca y Viareggio aprovechamos para ir a saludar a Sandra, una compañera de clases de Viktoria que siempre pasaba sus vacaciones en Italia. Trepamos nuevamente la montaña con un paisaje espectacular hasta llegar al pueblo donde ella vivía con su abuela. Ese fue un día bien largo y estábamos con un apetito voraz, ya que la visita no se tradujo en nada comestible. Durante el regreso paramos en uno de los restaurantes de la autopista, sin ningún encanto, pero nos pareció la mejor comida de todas. Los días fueron pasando muy rápido y así llegó también el 30 de julio, día en que teníamos que regresar. El vuelo salía de Pisa a las siete de la mañana, de modo que la noche anterior casi no dormimos ya que salimos de la casa a las tres de la mañana. Para asegurarnos un viaje sin inconvenientes tomamos la autopista a Florencia y de allí a Pisa, que a esa hora de la madrugada no tenía mucho tráfico. Así llegamos con buen margen al aeropuerto y devolví el auto allí también. Todos disfrutamos mucho de estas vacaciones y al llegar a Malmö estábamos no solo cansados sino también sentíamos ya nostalgia por regresar a Toscana.